El Huésped ✅ [ Disponible en...

kendymadness द्वारा

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Un intruso llegó a mi vida causando problemas y despertando emociones. Por un momento pensé que tener a un ch... अधिक

Sinopsis
Book Trailer
Prólogo
Capítulo 1. Primera conversación
Capítulo 2. ¡Odioso!
Capítulo 3. Tratos con Frank
Capítulo 4. Sentimientos confusos
Capítulo 5. Traidor
Capítulo 6. Perdonado por ahora
Capítulo 7. Retiro lo dicho
Capítulo 8. Furia controlada
Capítulo 9. Lado desconocido
Capítulo 10. ¡Alexa, míralo a los ojos!
Capítulo 11. Casi..., pero no
Capítulo 12. Inesperado
Capítulo 13. Soy tu enfermero
Capítulo 14. ¿Error olvidado?
Capítulo 15. Todo bien, hasta que...
Capítulo 16. F vs F
Capítulo 17. Sabor amargo
Capítulo 19. Cita doble, mala idea | Parte 2 |
Capítulo 20. Cita doble, mala idea | Parte 3 |
Capítulo 21. Descubriendo la decepción
Capítulo 22. Intercambiando palabras
Capítulo 23. Juguetón y misterioso
Capítulo 24. ¿Solos tú y yo?
Capítulo 25. Mariposas en el estómago
Capítulo 26. Juntos
Capítulo 27. Reunión matutina
Capítulo 28. Consecuencias
Capítulo 29. Venganza
Capítulo 30. Dulces heridas
Capítulo 31. Sin previo aviso
Capítulo 32. Imprevisto
Capítulo 33. Niñeros
Capítulo 34. Tentación interrumpida
Capítulo 35. Complicidad maternal
Capítulo 36. ¿Ahora qué?
Capítulo 37. Noche casi perfecta
Capítulo 38. Sobre todas las cosas
Capítulo 39. Hermoso despertar
Capítulo 40. Al descubierto
Capítulo 41. Enfrentando el dolor
Capítulo 42. Olvidando las reglas
Capítulo 43. Recuerdos, aclaraciones y felicidad
Capítulo 44. Caja de sorpresas
Capítulo 45. Momento inolvidable
Capítulo 46. Melancolía
Capítulo 47. Final de un nuevo comienzo
Nota de la escritora

Capítulo 18. Cita doble, mala idea | parte 1 |

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kendymadness द्वारा

Eran las tres de la tarde del sábado y Karina estaba sentada sobre mi cama mientras leía una revista. La había llamado para que viniera a casa, ya que mamá y Melina se habían ido temprano para ver a mi tía Helen y, Frank había salido hacía un rato.

Le conté que hoy iba a salir con Fernando y no le pareció bien. Me dijo que debí haber seguido su consejo de hablar con Frank.

―No lo entiendo. ¿Por qué vas a salir con Fernando cuando tienes a Frank a tu disposición? ―Cerró la revista y la dejó a un lado de la cama.

―No empieces, Karina ―me quejé, sentándome en el pequeño sofá que estaba al lado de la ventana.

―Hablo en serio. No estoy diciendo que Frank sea el chico más dulce o romántico...

―Es un idiota ―la interrumpí.

―Te ha demostrado de muchas formas que le gustas y tú no lo has captado ―afirmó con demencia.

―Me castigaron y tuve fiebre por su culpa, ¿esas son sus señales?

―Supéralo, Alexa ―dijo, levantándose de la cama y poniéndose frente al armario. Luego me miró―. ¿Quieres comprobar que le gustas? ―preguntó con las manos en las caderas.

―¿Qué tienes en mente? ―dije entrecerrando los ojos.

―Tienes que ponerlo celoso ―respondió, y a continuación abrió las puertas del armario.

Se concentró en buscar ropa. Miró algunas prendas con repugnancia y otras las ignoró, hasta que, me mostró un short negro y una blusa holgada de color salmón.

―Te pondrás esto ―sentenció, y lo dejó todo extendido sobre la cama.

Me levanté y examiné la ropa. El short negro me quedaba demasiado corto, por eso no lo usaba y la blusa era bonita, pero era demasiado escotada.

―¿Estás loca? Eso es demasiado atrevido para mí ―comenté, cruzándome de brazos y puso los ojos en blanco.

―Arriésgate por una vez en tu vida, no tiene nada de malo que muestres un poco de piel.

Fruncí el ceño mientras miraba de nuevo la ropa.

―¿Y si me pongo unos tejanos en vez del short?

No me avergonzaba de mis piernas, pero no me gustaba andar por ahí con ellas prácticamente desnudas.

―Alexa, no seas una aburrida. Frank te ve todos los días con tejanos, muéstrale lo que se va a perder cuando esté con Daniela.

Bien visto.

―¿Qué hay de Fernando? Se le caerá la baba cuando me vea ―comenté, señalando el atuendo.

―Olvida a Fernando, queremos poner celoso a Frank, no estamos pensando en Fernando ―dijo mientras cogía unos zapatos negros con tacón de aguja de mi zapatero.

―¿Que estás...?

―Este será tu calzado ―contestó, y los dejó en el suelo.

―Ni loca me pondré eso. Son demasiado altos ―protesté, sacudiendo la cabeza.

Recordé que me los había regalado la tía Martha cuando cumplí dieciocho años. Los estrené en Navidad y parecía un elefante recién nacido tratando de caminar. Esa noche terminé con los pies hinchados y doloridos. Desde ese día, no los volví a usar.

―¿Esto hará que Frank se ponga celoso? ―pregunté, cambiando el tema.

―Sin duda, sabes identificar a una persona cuando está celosa, ¿verdad?

―Eso creo ―contesté, encogiéndome de hombros.

―Pues cuando veas celoso a Frank, sabrás que le gustas ―concluyó, satisfecha.

La miré, dudando. Pero en el fondo tenía la esperanza de que también le gustara.

***

Pasadas algunas horas, la acompañé hasta la puerta de casa y nos despedimos. Antes de cerrar, un Camaro amarillo llegó y Frank bajó del lado del copiloto. El chico que conducía tenía los brazos tapizados de tatuajes, era moreno, usaba gafas oscuras y llevaba un corte de pelo tipo militar. Sí mi padre lo viera, no dudaría en llamarlo criminal o vago.

El chico se percató de mi presencia, y me miró desde lejos. Frank rodeó el auto, se detuvo cuando su amigo lo llamó y se acercó a la ventanilla. Lo que le dijo hizo que Frank me mirara, mientras su amigo sonreía.

―Admítelo ―gritó el moreno, antes de ponerse en marcha.

Me alejé de la puerta, dejándole paso para que entrara, y giré sobre mis talones. El teléfono de la sala comenzó a sonar y me detuve antes de poner un pie en el primer escalón.

―Es Fernando ―dijo Frank, señalando el teléfono con la cabeza.

―Hola, Fer, ¿cómo estás? ―dije cuando atendí la llamada.

Deseando verte.

―Faltan unas horas.

¿A dónde querrás ir? ―preguntó. Detecté cierto tono pícaro en sus palabras.

―Escucha, se me olvidó decirte que Frank saldrá con nosotros ―comenté cautelosamente.

―¿Hablas en serio? ―dijo después de unos segundos de silencio.

―Mi padre puso esa condición.

―Pero me habías dicho que tu papá estaba de viaje ―comentó, confundido.

―Lo está, pero la distancia no le ha impedido poner sus reglas.

―Podemos deshacernos de Frank para estar solos ―aseguró.

―No te preocupes por eso, él saldrá con una chica ―dije, ocultando mis celos.

―Entonces, ¿será algo así como una cita doble?

La palabra «cita» me revolvió el estómago y la palabra «doble» me lo revolvió aún más.

―Supongo ―dije, torciendo los labios.

***

En media hora Fernando llegaría a la casa, había terminado de maquillarme de la forma que me había aconsejado Karina. No era muy llamativo, pero era suficiente para que mi rostro se viera diferente de los demás días.

Con el delineador dibujé una línea no muy gruesa en la parte superior de las pestañas, que estaban bañadas en rímel, y agregué unas sombras tenues en los párpados para levantar la mirada. En esta ocasión, utilicé un pintalabios rojo, aplicando una cantidad apropiada, sin exagerar.

Una vez vestida, vi que, tal como había imaginado, el short negro me quedaba muy ajustado y se me ceñía mucho al trasero. Pero lo que más me preocupaba era el largo del short; para mi gusto, demasiado corto.

La blusa era cómoda, aunque tenía el escote bastante amplio. No era una Miss Universo con mucho pecho, pero tampoco lo tenía del todo plano, así que la pequeña línea que se formó en el valle de mis pechos me confirmó que que, efectivamente, quizá estaba mostrando más de lo normal de ellos.

Miré los tacones que se encontraban en el suelo. Iría muy incómoda con ellos. ¿Y si por mala suerte me tropezaba? Tendría un grave problema con mi escote... Y no pensaba arriesgarme a pasar por una situación tan embarazosa.

Guardé los zapatos en el zapatero, donde siempre habían estado, y cogí unos zapatos negros. Eran bastante cómodos y me sentía segura al andar.

Salí de la habitación con mi pequeño bolso de mano y bajé las escaleras para ir a la habitación de mamá, donde se encontraba en compañía de Melina.

―¿Ya han venido a buscarte? ―preguntó Melina con una sonrisa.

―Aún no ―contesté, apoyándome en el umbral de la puerta.

―Estás muy... guapa―comentó mamá, dudosa.

―¿En serio?

―Bueno, no sueles usar ese tipo de ropa, pero te queda bien.

―Karina me convenció ―la culpé.

―Me lo he imaginado. Bien, hagas lo que hagas, cuídate...

Sabía a lo que se refería, pero no tenía de qué preocuparse.

―No haré cosas que no deba ―dije tranquilizándola.

―¿Tienes la píldora del día siguiente?

Puse los ojos en blanco.

Iba a divertirme no a pasar una luna de miel con Christian Grey, aunque eso sería factible si estuviera en otra situación.

―Mamá... ―suspiré, frustrada.

―O dile al chico que use protección.

Mis mejillas se tiñeron de rojo.

Melina estaba escuchando y eso me avergonzaba.

Tras despedirme de ambas, fui a la cocina y me bebí un vaso de agua, tratando de despejar mi mente un momento. Dejé el vaso en el fregadero y levanté la vista hacia la ventana que se encontraba enfrente.

Casi me atraganto cuando miré a través de ella. Frank estaba con la espalda apoyada en la parte delantera del SUV, con una pierna flexionada hacia atrás, de forma que el pie descansaba en una llanta, con los brazos cruzados. Parecía aburrido.

Vestía unos tejanos oscuros, un par de zapatos y una camisa color vino con las mangas arremangadas hasta los codos. Estaba tan guapo que ya me sentía algo acalorada.

Frente a él, vi a Daniela, dándome la espalda. Llevaba un vestido informal con estampado animal print que terminaba un poco por debajo de su trasero, si es que tenía uno.

La mirada de Frank se deslizó hacia donde estaba yo y contuve la respiración. Entrecerró los ojos y sonrió al darse cuenta de que lo estaba mirando. Me alejé de la ventana apresuradamente y me dirigí a la sala para sentarme en el sofá.

NARRA FRANK

Sonreí al ver desaparecer a Alexa de la ventana y volví mi vista a Daniela. Hablaba sobre algún tema que no me interesaba. Su voz retumbaba en mis oídos y yo iba asintiendo en los momentos requeridos.

Miré de reojo el reloj de mi muñeca. Faltaban veinticinco minutos para las ocho. Había ido a buscar a Daniela a su casa para traerla aquí, y llegar antes de que Fernando viniera a por Alexa.

De repente Daniela se quedó en silencio, mirándome confundida. Parecía querer asegurarse de que le estaba prestando atención.

―Perdón, ¿qué has dicho? ―pregunté educadamente.

―¿Que si te gusta mi vestido? ―dijo, coqueta.

La miré. Su escote era provocador, al igual que sus piernas delgadas, y era bastante guapa, pero yo encontraba en ella nada interesante. Su mirada no me atrapaba de la manera que lo hacía la de Alexa; no reacción, no erección.

―Es bonito ―dije, forzando una sonrisa.

―¿Tienes novia? ―me preguntó, sonriendo.

―No.

―¿Por qué no?

Me hubiera gustado responderle con un «a ti qué te importa», pero en vez de eso me encogí de hombros. No podía decirle: «Porque la chica que me gusta no se ha dado cuenta de que me tiene comiendo de su mano».

―¿Me disculpas un momento? Necesito entrar a la casa para... ―mi mente buscó alguna excusa― coger el móvil. Me lo olvidé.

―Claro ―respondió amablemente.

Entré y vi que Alexa se encontraba sentada en el sofá, concentrada en su móvil. Mi mirada descendió hasta sus piernas. Las tenía cruzadas.

«Maldición, esas sí que son piernas.»

Noté que me empezaron a sudar las manos al pensar en tocarlas y sentirlas mientras mis ojos ascendieron lentamente hasta llegar a su escote.

«Un momento. ¿Alexa enseñando sus pechos? Mierda, eso es demasiado tanto para mí como para mi amiguito de ahí abajo.»

Mi erección comenzó a crecer y a punzar. ¡Maldita sea! ¿Por qué me hacía esto? Levantó la mirada y se encontró con la mía. Estaba más hermosa de lo usual. Sus ojos oscuros brillaban y sus labios me hacían querer morderlos.

―¿Qué quieres? ―preguntó alzando las cejas.

―No ha llegado tu acompañante ―me burle, mirando su escote de reojo.

―No tardará en llegar ―respondió, y se puso en pie.

―¿Ese pantalón no es demasiado corto? ―dije amargamente, señalando su short.

―¿Y?

―Casi estás mostrando tu trasero.

―No eres mi asistente personal, así que evita hacer comentarios machistas.

―¿Y qué me dices de eso? ―señalé su perfecto escote.

―No le veo nada de malo, la mayoría de las chicas llevan prendas escotadas ―dijo, alzando un hombro.

―Solo las que quieren llamar la atención de los hombres ―dije justo cuando Rebeca y Melina entraban en la sala.

―¿Todo bien? ―preguntó mi madrina.

―Sí ―contestó Alexa.

―No ―dije.

―Frank, ¿dónde está la chica con la que vas a salir? ―me preguntó Rebeca.

―Fuera ―respondí con desgana.

―¿Y qué hace fuera? Invítala a pasar para conocerla ―sugirió Rebeca.

Miré a Alexa, que frunció el ceño.

―Con gusto ―dije sonriendo, mientras salía por la puerta.

NARRA ALEXA

Daniela entró tímidamente a la casa con Frank y, como era de esperar, su escote le llegaba casi a ombligo. El mío era discreto y misterioso, pero el de ella era de lo más descarado.

Frank hizo las presentaciones.

―Ella es Melina, mi madrina; ella es Rebeca, prima de mi madrina y... ― dudó unos segundos antes de continuar― Ella es Alexa, la hija de Rebeca.

―Hola, soy Daniela ―se presentó la chica con una sonrisa más falsa que sus pestañas.

Tanto mi madre como Melina le dieron la bienvenida de forma amable, mientras yo me limitaba a sonreír forzadamente.

―Frank, vamos a salir. ¿Puedes llevarnos a casa de Helen? ―comentó Melina, sosteniendo su bolso.

―Claro ―contestó él, sacando las llaves de su bolsillo.

―Alexa, vamos a casa de una amiga de tu tía Helen ―me explicó mamá―. Organizó una pequeña fiesta, así que seguramente regresaremos a casa por la mañana. Por favor, no quiero que llegues tarde, me daré cuenta si me desobedeces.

―¿Quieres acompañarnos? ―le preguntó Frank a Daniela.

―Mejor te espero aquí ―respondió ella con su voz chillona.

Cuando salieron por la puerta, un silencio incómodo se instaló entre nosotras. Ambas nos miramos y sonreímos, aparentando amabilidad, aun cuando los gestos y nuestras sonrisas fueron forzados.

Esperaba que nos quedáramos sin articular palabra. Era mejor de esa manera. No estaba interesada en entablar una conversación, pero, para mi desgracia, ella comenzó a hablar y me preparé mentalmente para mostrarme amigable.

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