Salgo corriendo y me choco contra Nick quien viene a toda prisa para corroborar cómo estoy ante mi llamado por parte de Malcolm.
—Nat, ¿qué sucede?
—Necesito ir a un teléfono público—contesto tajante y lo sobrepaso mientras salgo corriendo por el pasillo.
Escucho que Nick le ordena a su gorila:
—Ve tras ella.
Sigo corriendo hasta salir del hospital dejando algunas miradas detrás y un trajeado sujeto de más de dos metros tras de mí.
Por lo general, fuera de establecimientos públicos hay teléfonos públicos. Yo he visto uno a media cuadra... Apenas paso la puerta, logro divisarlo en la orilla de una vereda, solo, tal cual nadie suele usar de estos.
Reviso mis bolsillos en busca de monedas. ¡Carajo! ¡He salido tan apurada que no busqué mis cosas!
Al darme la vuelta, veo a Malcolm tras de mí.
—Señorita Hale—dice, tal cual robot.
—¿Tienes monedas?
—Sí—rebusca en el interior de su saco y saca la billetera. De ella, toma unas monedas y me las pasa. Las meto con tanta prisa en el teléfono público que se me caen y las recojo siendo cada segundo interminable.
Marco el número de mamá cuando tengo todo listo y aguardo. Podría haberlo hecho desde cualquier otro móvil pero ahora mismo no puedo ingresar datos de nadie más a la base de datos de mi non grato virtual.
Aguardo.
Y aguardo.
Y mi corazón revienta a cada instante que pasa sin que nadie conteste desde el otro lado...
—¿Hola?
—¡Oh!—mi respiración se entrecorta—. ¿He...hermanita, eres tú?
—¿Nat?
Creo que mi corazón se detiene por una milésima de segundo.
—Santo cielo—arrojo una bocanada de aire que tenía contenida en el pecho—. Santo cielo, tienes que decirme que tú y mamá están bien...
—Sí, Nat, ¿qué sucede?
Hasta que una idea cruza por mi cabeza. Me vuelvo a Malcolm y le digo tapando el auricular:
—¿Puedes hacer que envíen seguridad privada a mi familia? Al menos por hoy.
Noto que frunce el entrecejo tras sus gafas oscuras.
—Claro. Antes lo consultaré con el señor Jefferson.
—Ahora, Malcolm. Es urgente. Pídele a Nick en los legajos del hospital que busque el domicilio de mi madre.
—De inmediato—dice él y busca su móvil.
Me vuelvo al teléfono.
—¿Nat, sigues ahí?—pregunta mi hermana.
—Escúchame—le comunico—, he recibido algunas amenazas virtuales y temo que pueda ocurrirles algo a ti o a mamá. Te enviarán seguridad para custodiar la casa. No salgas sin ellos. Trata de no salir ni abrir la puerta a nadie, ¿estamos?
—¿Te metiste en problemas de nuevo?
—Yo...
Sí, pero no es como antes. O puede que sí lo sea, pero esta vez es muy diferente. No hay problemas, sólo un virus en mi máquina. Ensayo las respuestas hasta que encuentro la indicada:
—...algo así. ¿Está mamá ahí? Me gustaría escuchar su voz.
El resto del día no logro concentrarme del todo sino que sólo me encargo de cumplir horarios tanto en el hospital como en el laboratorio. Luego de que termina la jornada laboral, Nick me lleva en su auto hasta el edificio donde vive y donde actualmente estoy alojada.
Luego de haber hecho el llamado, nos condujimos al banco para retirar el dinero que recuperé y otro poco para mi subsistencia personal.
Malcolm conduce, otro agente hay en el asiento de copiloto y mi jefe está sentado a menos de medio metro de mí.
—¿Estás bien?—me pregunta.
Trago saliva y me siento muda.
Es como si luego de tanta tensión, me tuviese que acostumbrar nuevamente a un cuerpo que me resulta extraño de tanta presión ejercida en mí. Es aún peor que rendir un examen en la facultad dentro de dos días y que aún te quede la mitad de la materia por estudiar.
—Eso creo—murmuro, tratando de que la conversación me saque de la cabeza las ideas que me vienen torturando desde la mañana—. Nick...Cóbrate lo de la camioneta. Hice las cosas mal, yo me equivoqué. Fue un error mío. Te pagaré eso.
—Olvídate de la camioneta. Lo importante es que tú y tu familia están a salvo.
—No sé por cuánto... Algo me dice que este idiota no se detendrá.
—Me devolviste un dinero monumental que ahora está en un sitio seguro. No pienses que no te daré protección a ti y a todas las personas que quieras. Además, más allá del dinero, me importa que nadie pueda salir herido. Esto que está sucediendo es muy grave.
De pronto sus palabras se hilvanan en mi cabeza como un tejido y leo entre hebras:
—¿Qué me estás queriendo decir?
—Nat...
—Nick—me vuelvo a él y lo miro a los ojos como si tuviesen fuego—, ¿piensas dejarme fuera de esto?
—Es lo más conveniente. Quiero que estés bi...
—Ese hijo de puta amenazó con asesinar a mi madre, es probable que haya matado a la chica de tu empresa ¿y quieres que me aparte sin más?
—Tengo un equipo trabajando.
—Yo soy parte de ese equipo.
—Nat—él se vuelve y toma mi mano que está apoyada sobre la parte del medio en el asiento trasero. Me sorprende su contacto y aún más cualquier gesto de cariño o similar a una caricia por su parte—, hoy hiciste algo enorme y eso lo valoro sobremanera. Pero no tiene sentido si tu vida corre peligro. Quiero que estés a salvo, lo...necesito...¿entiendes?
—No, no te entiendo—le contesto, soltándome de golpe—. Mi vida no vale más que la de ese equipo que tienes trabajando para encontrar al tipo que me viene amenazando y se encuentra jugando con mi cordura.
—¿Quieres que te deleguen alguna actividad?
Sus palabras son un insulto para mí.
Definitivamente no tiene idea de lo que está diciendo. No tiene idea de lo que me tocó pasar hoy ni de mi objetivo personal por hacer algo con tanto desastre.
—NO—sentencio—. Sólo quiero que me dejes trabajar. Sola. Para eso tengo amigos en la web.
—Oh, verdad...Tus amigos—siguen sin caerle bien pero este día me han salvado el pellejo como tantas otras veces yo hice con ellos y eso desde ya tiene un valor enorme. Pese a que les revelé mi identidad—. Y no estás hablando de Petrova o Marseille...
—Ahora que lo mencionas, trituré un teléfono de Serge poniéndolo bajo un bus. Le debo un teléfono.
—Malcolm—murmura Nick—, ¿mañana podrías...?
—Entendido, señor.
Ni siquiera es una frase terminada y ya he saldado una deuda. O dos. El auto y el móvil de Serge. ¿Cómo es posible que mi vida haya cambiado tanto este último tiempo?
—¿Entonces?—insiste Jefferson.
—¿Entonces qué?—me vuelvo a él pero me cruzo de brazos.
—¿Aceptarás que el equipo te delegue alguna tareíta?
Lo miro y suelto una risita socarrona.
—Encontraré a ese hijo de puta yo sola—contesto al fin.
Cierro los ojos y pienso en sangre.
Cierro los ojos y pienso en un acantilado.
Cierro los ojos y pienso en un dedo mutilado.
En un muerto violado.
En una chica desnuda.
En su carne podrida.
En sus ojos sin vida.
En un chico riendo con sangre en la boca.
En mi madre viva.
En mi madre muerta.
En mi hermana.
Pienso en papá.
Pienso en Babe. En Samurái. En Serge, en Sophia.
Pienso en Nick.
Y abro los ojos.
No sirve que siga intentando dormir si los recuerdos son tan vívidos que me obligan a despertar atormentada a cada momento.
Me levanto de la cama de un envión y miro por el enorme ventanal que recubre la habitación donde estoy quedando. Es alto y se puede observar toda la ciudad con sus luces titilando y las nubes cubriendo todo con sus sigilosos movimientos.
Estás ahí, pienso.
En alguna parte. Allá afuera. En esta ciudad, en otra pero en alguna parte te encuentras y te voy a encontrar.
Culpa de ese hacker tendré varias noches así. Sin dormir. Me he quedado sin casa, con mi vida siengo perseguida por dos gorilas y sin privacidad virtual. Además, bajo la presión de tener que cumplir las órdenes de un sujeto que me permite vivir de prestado en su lujoso edificio donde vive a las afueras de la ciudad.
Busco mi mochila en el armario y saco un cuaderno, bolígrafo y me incorporo en el escritorio al otro lado de la enorme habitación. He decidido acudir a lo cotidiano o bien, lo clásico.
Empiezo una lista y anoto cada uno de los sospechosos de ser el hacker por orden de mérito y probabilidad.
ALGUIEN QUIERE HACERME DAÑO
Primero y principal: ¿por qué? ¿Qué busca? ¿Qué tiene que ver la web de Dirty? ¿Eso es causa o consecuencia de haber quedado enredada en semejante desastre?
Segundo: ¿Quiere dinero? Evidentemente no. O quizá llegué a él demasiado pronto como para que lo gaste de su cuenta bancaria fantasma. No hay registros de que esa cuenta existía, era un blanco en los listados de las habilitaciones crediticias de este país.
Tercero: Sospechosos.
Me devano los sesos pensando quién podría encabezar la lista. A lo largo de todo este tiempo he estado pensando en cada persona como un posible enemigo o alguien imposible en quien confiar.
Entonces, ¿quién sería mi principal sospechoso? Por mucho que me pese: todos.
Empezando por Nicholas Jefferson mismo. ¿Hay alguna probabilidad de que él se lo esté haciendo a sí mismo para ponerme a prueba o algo por el estilo? No lo sé y quizá no tenga una manera de comprobarlo ahora mismo.
Siguiente sospechoso: Kaneki.
Quiso acostarse conmigo aún luego que de Nick le advirtiera que no lo hiciese. Yo quise valerme de esto para llevarle la contraria y hacer arder su enojo.
Hasta que todo se desbarrancó y desde entonces no he vuelto a tener noticias. ¿Se estará vengando de mí? ¿Será ese tipo de personas? No lo sé pero es culpable hasta que se demuestre lo contrario.
Siguiente: Ken. Toda persona que haya estado interesada en asociarse a una mega empresa pornográfica que además pretende ser secreta, es digno merecedor de mi desconfianza. Y este hombre no ha hecho más que incrementar mis malos presentimientos desde que lo vi salir de darse una revolcada en el hospital con la harpía de Beatrice Lange.
Y antes de que pudiesen aparecer más nombres a la lista, un nombre más se cruza por mi cabeza y es como si hiciese un chispazo en mi interior.
¡Demonios, por supuesto!
¡¿Cómo no lo noté antes?!
¡¿Cómo no lo tuve en cuenta?!
Marco con tanta fuerza los nombres que marco la hoja en su reverso:
Tercero: Sospechosos.
1. Nicholas.
2. Kaneki.
3. Ken.
4. Jeill Nahej.
El viejo socio de Clean & Dirty.
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#LosJuegosDelJefe
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GRACIAS a todos los que asistieron ayer <3
Espero volver a encontrarnos con un nuevo bb o llegar a otras ciudades.
Les adoro <3