Desde hace un sueño (En físic...

By CarolinaLonn

1M 105K 51.7K

*Ganadora Watty 2019, Romance*. Me enamoré de un fantasma. Emma se muda a una antigua mansión que ha estado a... More

Nota de autora
¡Nuevo nombre y portada!
Capítulo 1: El Comienzo
Capítulo 2: Males
Capítulo 3: Nuevo hogar
Capítulo 4: Misterios
Capítulo 5: Los Sucesos
Capítulo 6: ¿Quién es?
Capítulo 7: La llave
Capítulo 8: Curiosidad
Capítulo 9: Recuerdos
Capítulo 10: Déjame llevarte a un lugar
Capítulo 11: La Playa
Capítulo 12: Tal vez me equivoqué
Capítulo 13: ¿Por qué lloras?
Capítulo 14: Extrañas Coincidencias
Capítulo 15: Baile de Máscaras I
Capítulo 16: Baile de Máscaras II
Capítulo 17: Preocupaciones
Capítulo 18: Revelaciones
Capítulo 19: Sola
Capítulo 20: Falso despertar
Capítulo 21: ¿Qué se siente?
Capítulo 22: Amenazas
Capítulo 23: Amarga felicidad
Capítulo 24: Carpe Diem
Capítulo 25: Por una noche
Capítulo 26: El placer de amar
Capítulo 27: El último beso
Capítulo 28: Confesiones I
Capítulo 29: Confesiones II
Capítulo 30: Ayuda
Capítulo 31: El inicio del fin
Preguntas frecuentes
Capítulo 32: Pistas I
Capítulo 33: Pistas II
Capítulo 35: Despertar
Capítulo 36: Vivir en muerte
Capítulo 37: Descubrimiento
Capítulo 38: Una aguja en un pajar
Capítulo 39: Favores
Capítulo 40: Sempiterno
Capítulo 41: Nordeste
Capítulo 42: Todo tiene fin
Capítulo 43: Noche
Capítulo 44: Tormenta
Capítulo 45: Reminiscencia
Capítulo 46: Calma
Capítulo 47: Inefable
Capítulo 48: Inaccesible
Capítulo 49: Culpa
Capítulo 50: Conversaciones
Capítulo 51: Susurros
Capítulo 52: Muerte
Capítulo 53: Inmarcesible
Capítulo 54: Adiós
Capítulo 55: Carta a una sombra
Capítulo 56: Interludio
Capítulo 57: Pervivir
Epílogo
¡Publicamos EN FÍSICO!
Extra I: Un fragmento de paraíso
Extra II: anhelos
Extra III: vida
Agradecimientos
CHARLES
Charles | Capítulo 1
Charles | Capítulo 2
Charles | Capítulo 3
Charles | Capítulo 4
Charles | Capítulo 5
Charles | Capítulo 6
Aviso para todos
Charles | Capítulo 7
Charles | Capítulo 8
Charles | Capítulo 9
Charles | Capítulo 10
Charles | Capítulo 11
Charles | Capítulo 12
Charles | Capítulo 13
Charles | Capítulo 14
Charles | Capítulo 15
Charles | Capítulo 16
Charles | Capítulo 17
Charles | Capítulo 18
Charles | Capítulo final
¡Reunión de lectores mañana!
GRAN ANUNCIO

Capítulo 34: Omnia vincit Amor

10.8K 1.3K 615
By CarolinaLonn


¡Buenas!

No me he aguantado y he escrito un capítulo nuevo más rápido de lo que suelo hacer después de una actualización. Ha quedado algo (muy, creo) largo. Espero que no se aburran, jajaja.

____________________________________________________________


Siento un abrazante dolor en la palma de mi mano cuando aprieto la linterna con fuerza, apuntando directamente a la puerta cerrada frente a mí. No me atrevo, ni quiero, tratar de abrirla para escapar de aquí. Con mi otra mano aprieto la correa de Winter, quien con sus grandes colmillos apunta hacia algún ente desconocido en posición de ataque. Pocas son las veces que he visto al labrador tan colérico y, sin duda, me asusta un poco. Hay algo que lo enfada con esmero, y sé de sobremano que no es bueno.

Con la respiración agitada, no atrevo a mover un solo músculo de mi cuerpo. Estoy tiesa como una estatua, y a lo único que logro dar orden para proceder a hacer cualquier movimiento son a mis ojos, que se desvían lentamente al suelo, donde he dejado caer el diario del señor Aldrich como reflejo ante el susto que me ha dado la puerta al cerrarse con ímpetu.

Ahora, de repente, me veo retrocediendo con lentitud, pero no logro traer a Winter conmigo, a quien le he soltado la correa instintivamente. Voy para atrás, aún apuntando a la puerta con mi linterna. Todos mis sentidos están alertas, y el lugar está tan silencioso que casi puedo oír la sangre correr por mis venas con rapidez, y el latido de mi corazón reflejado en la vena carótida en mi cuello. Todo está tan silencioso, quieto, calmo en este momento, que me causa aún más terror a que si hubiera algo sucediendo en el instante.

Entonces, a medida que retrocedo, mi mente comienza a unir cabos con rapidez, a generar un plan. Pienso en muchas posibles situaciones: gritar con fuerza para que alguno de ellos me escuche; correr a la puerta, abrirla y salir corriendo. Muchas cosas por hacer, pocos movimientos de mi cuerpo, salvo el de retroceder.

Sigo observando la puerta y no me atrevo a ir a abrirla. Es una de esas situaciones en la que uno sabe que debe de hacer algo, pero no lo hace. Uno lo ordena a su cerebro, pero no hay respuesta. En vez de eso, el miedo te paraliza donde estás y parece que tu instinto de supervivencia es nulo en ese instante.

Me sobresalto cuando siento algo rígido en mis piernas, pero luego me calmo. Es sólo la mesa en la que se encuentra el cofre; me he chocado con ella. Ahora, acorralada, me quedo quieta de nuevo, sintiendo con mi mano libre aquella madera pulida y llena de polvo de la mesa.

Una nueva idea viene a mi mente, una idea horrible. Acabo de encerrarme a mí misma en una pared de la habitación con un fantasma acechándome. Creo que nadie sabe cómo reaccionaría a una situación así, pero esta es, en definitiva, la peor manera. Y es que no son todos los días cuando tengo una oportunidad de enfrentarme a un fantasma, al menos a uno malo y con malas intenciones.

Mis ojos se desvían nuevamente a Winter, quien continúa agachado sobre sus patas delanteras, con su parte trasera arriba y su cuerpo tensionado, gruñendo a la puerta, mostrando todo su instinto de cazador, de protector, pero no hace nada más, no se mueve. Es como si de repente hubiera puesto yo todas mis esperanzas sobre él.

Trato de relajarme, respirar e idear un plan, pues no puedo quedarme aquí toda la vida. Si él no le estuviera gruñendo a la puerta sería mucho más sencillo simplemente salir corriendo por ella, ¿pero y si hay algo atrás? Continúo observándolo hasta que, repentinamente, sus orejas se paran aún más y voltea a mirar, esta vez a mirarme a mí. Nuevamente en posición de ataque, sus ojos se desvían hacia algo detrás de mí, y ladra y gruñe y enseña sus dientes. Ahora sí, mi corazón acaba de dar un vuelco. Ahora no atrevo a mover nada de mi cuerpo. Observo la puerta con fijeza, está libre, Winter ya no la observa, ya no hay nada allí que pueda interponerse en mi camino. Me dispongo a irme corriendo de allí y hago ademán de dejar la mesa y moverme hacia la puerta, pero siento un peso sobre mi hombro, como si alguien hubiera puesto una mano sobre éste. Siento una mano apretar mi hombro, apretarla con fuerza, con intención de hacerme daño.

Volteo instintivamente y apunto hacia atrás con la linterna, dejando de sentir aquel toque en mi hombro, pero lo único que veo es la pintura del mar y el cofre, y pequeñas motas de polvo que se cruzan con la luz de la linterna. Ahora ya no estoy quieta, ahora estoy estresada, ansiosa. Señalo con la luz cada punto de la habitación, en busca de alguna persona, objeto, cosa, pero no hay nada.

Winter, entonces, se desvía hacia la izquierda, hacia el escritorio, al cual le estoy dando la espalda ahora. Cuando volteo a observar lo que él está observando, no puedo ver nada, salvo un movimiento rápido dirigirse exactamente a mi cabeza; un objeto flotando con rapidez hacia mí. Siento un punzante dolor cuando algo pesado me golpea justo en la frente, cayendo de espalda sobre el suelo. Por un momento la confusión que viene después del golpe me deja allí tirada, tratando de reordenar mis sentidos. Ahora escucho a Winter enojado, ladrando como loco porque han atacado a su amiga. Sus ladridos se mezclan con una especie de pitido agudo que sale de mis oídos. Trato de incorporarme, y cuando volteo sobre mis brazos, veo tirado junto a mí el objeto que me ha golpeado: un pesado tintero de metal, que ha salido volando desde el escritorio para golpear mi cabeza.

Es entonces, cuando me incorporo, que siento como algo caliente se va derramando por mi frente, llegando a mi ceja y por poco cayendo a mi ojo derecho. Me toco con la mano y, cuando la miro, está llena de sangre.

No sé qué pensar ni qué hacer en este momento. Logro ponerme de pie como puedo, aún confundida y mareada por el golpe en la cabeza, cuyo punzante dolor logra confundirme. Observo la puerta y camino hacia ella tan rápido como puedo, estirando mi mano hacia la perilla en un intento desesperado de salir de allí corriendo. Cuando mis dedos logran rozar la manija de la puerta, una fuerza pesada me empuja desde mi lado izquierdo, haciéndome casi volar hasta el otro lado de la habitación, golpeándome con el escritorio y cayendo al suelo. El dolor en mi costado izquierdo se suma ahora al dolor de mi cabeza, y de todo mi cuerpo al chocar con el escritorio.

Definitivamente no estoy sola, y ese algo o alguien lo único que quiere es hacerme daño.

Es entonces cuando, allí tirada en el suelo y bocabajo, tratando de dejar pasar el dolor, observo hacia el frente y veo el papel arrugado del diario del señor Aldrich, el cual había arrancado enojada y había lanzado lejos. Continúa ahí donde lo lancé, y una creciente ira comienza a crecer en mi interior cuando recuerdo lo que estaba allí escrito. Aprieto mis labios, mis puños, y de repente el dolor comienza a irse, y mis sentidos se activan nuevamente. El recuerdo de lo que leí, de la satisfacción que sintió este monstruo al asesinar a Charles y a su familia, me dan valentía de enfrentarlo. No siento miedo más que enojo.

—Estimado señor Aldrich... —murmuro entre dientes, mientras coloco las palmas de mis manos sobre el suelo y logro levantarme poco a poco—. Qué agradable visita, señor Aldrich. —continúo, hablándole a la nada. Pero sé que me está escuchando. Lo sé—. ¿O debería llamarle Lord?

Entonces apoyo mi peso sobre el escritorio, de pie, y estiro mis manos hacia los lados, como si estuviera ofreciéndome a mi cazador.

—¡Aquí estoy, señor Aldrich! —La ira se nota en mi voz. El recuerdo de Charles y su familia no hacen más que hacerme sentir ganas de venganza. Siento odio hacia este hombre muerto, lo odio, y no encuentro mejor manera para enfrentarlo, aunque probablemente me esté adentrando en la boca del lobo— ¡Qué complicado será para usted, señor, matarme, como lo hizo con los Pemberton! Después de todo, yo estoy viva, y usted no.

Mis ojos se desvían hacia un cuadro que está apoyado sobre la pared al otro lado, un cuadro que no había visto antes. Es el retrato de una mujer de cabellos rubios rojizos, ojos verdes y elegantemente vestida. Una mujer joven y bella, que estoy segura de saber quién es.

—¡Ni siquiera su querida hija pudo vivir lo suficiente para ver el mundo! —grito— ¡Porque Charles Pemberton la agarró del cuello hasta asfixiarla!

Las últimas palabras salen como veneno de mi boca. ¿Cómo podría un fantasma matarme, después de todo? ¿Es siquiera posible? Supongo que lo descubriré en unos minutos... Pero la satisfacción que siento al enfrentar al hombre que mató a mi amado es, sin duda, muy grande.

No digo nada más, el silencio reina en la habitación. Ni siquiera Winter hace ruido, ni se mueve. Estamos completamente alertas a cualquier señal, cualquier cosa que indique que él sigue ahí. Entonces, después de unos minutos, siento que es momento de irme, pues no hay señal de que aquella presencia continúe ahí. ¿O estará esperando para atacar? Ahora siento que lo que le dije ha sido demasiado amenazador, y no es hasta que me dirijo hacia la puerta que me doy cuenta de que debí de haber cuidado mis palabras.

Nuevamente algo pensado me empuja desde el frente, haciéndome caer de espaldas. Pego un grito cuando siento dos manos fuertes agarrar mi cuello y comenzar a apretar. Sostengo mi cuello, pero sólo puedo sentir mi piel. No hay nada físico que pueda yo tocar. Algo sigue apretándome, pero no hay forma de quitarlo de encima, es como si fuera aire, un fantasma. No hay nada agarrando mi cuello y, sin embargo, lo está apretando con fuerza, y comienzo a quedarme sin aire.

No hay nada sobre mí, sólo puedo observar el techo hasta que Winter se posiciona a mi lado e intenta morder, sin éxito, a lo que sea que está matándome. Al señor Aldrich. Win sólo logra morder aire con sus coléricos dientes, sé que intenta salvarme, pero tal vez he ido muy lejos esta vez, tal vez no tenga salvación.

Siento que aquellas manos me aprietan con más fuerza cada vez. Siento que el aire ahora no puede pasar por mi garganta. ¡Me está matando de la misma forma en la que Charles mató a Charlotte! Las lágrimas se deslizan por mis ojos cuando me siento en el borde de una inminente muerte; cuando comienzo a toser a falta de aire; mis piernas se mueven con brusquedad; mi pecho hace un gran sobresfuerzo por levantarse, pero es como si tuviera mil hombres encima de mí y no puedo ni moverme.

Cada vez pasa menos aire por mi garganta y puedo sentir las palpitaciones de mi corazón en mi cabeza, frente, oídos, cuello, pecho... en todas partes. Mi visión se vuelve borrosa, no sólo por las lágrimas, sino porque sé que no está llegando suficiente oxígeno a mi cerebro. Recuerdo la clase de anatomía en la escuela: una muerte por asfixia puede tomar unos tres minutos, y mi tiempo se está acabando.

Ahora mis manos pierden fuerza y dejan de tocar mi cuello en busca de remover las manos que me están matando. Mis piernas dejan de moverse poco a poco, y mi pecho deja de generar tos. Tengo pequeños espasmos por todo el cuerpo, y ahora lo borroso pasa a convertirse en oscuridad.

Lo último que puedo oír es un fuerte golpe en la puerta, y siento el estruendoso golpe de ésta despegándose del marco y cayendo al suelo; siento muchos pasos entrar corriendo a la habitación, voces gritando y hablando con preocupación, que no logro distinguir de quien son, y un par de manos sacudirme con desesperación.

***

Vladimir Nabokov, escritor ruso del siglo XX, dijo una vez que nuestra existencia no es más que un cortocircuito de luz entre dos eternidades de oscuridad.

Imagínense estar de pie en un túnel iluminado. Ahora, cuando miran hacia atrás, la salida de ese lado está completamente sumida en la oscuridad. Cuando miran hacia adelante, la otra salida está, de igual forma, sumida en oscuridad. No sabes qué hay en ninguna de las salidas, lo único que sabes es que la salida de atrás representa la eternidad antes de tu nacimiento, mientras que la salida de adelante representa la eternidad al momento de tu muerte. El túnel iluminado es tu vida, aquello de lo que eres consciente, que sabes que existe para ti; aquello que sientes y vivencias, todas las personas que conoces y todas las cosas que experimentas. A eso se refería Nabokov, y ese es el tema de discusión que ha tenido la humanidad por milenios.

¿Qué hay antes de nacer? Pero, sobre todo y más importante, ¿qué hay cuando morimos? ¿A dónde vamos? Siglos de religión, filosofía y ciencia han tratado de responderse la misma pregunta. Habrá quienes afirman que han experimentado la muerte y han visto una luz al final de un túnel, o que han visto al mismo Dios. Habrá quienes afirman que después de la muerte sigue la vida eterna.

Los antiguos griegos pensaban que, durante la vida, se debía alcanzar la sabiduría completa para llegar a ser filósofo y así, al momento de morir, su alma no moriría nunca. Iría a parar al mundo de las ideas, donde en algún punto volvería a tomar su lugar en la tierra sobre otro cuerpo, el cual debía recordar todo lo aprendido por el alma en su vida pasada. El budismo afirma que la muerte no es el fin, pues del mismo modo reencarnamos sin parar. El cristianismo cree que el alma se separa del cuerpo y va a dar a un juicio final en el que se decidirá si tu alma irá al cielo o al infierno. El judaísmo dice que morir sólo es una separación temporal del cuerpo y del alma, y que en algún punto volverán a unirse.

Hay muchísimas teorías sobre la muerte en muchísimas áreas del conocimiento, no sólo religiosas. Pero hay que tener en cuenta la magnitud de su misterio, tanto es así que la humanidad ha, literal e irónicamente, muerto por saber la verdad después de la muerte, pero sólo aquellos que mueren pueden saber lo que es morir.

Charles Pemberton supo lo que era morir, y lo transmitió a mí en algún momento. Sin embargo, nada de lo que él describió me está pasando a mí justo ahora. No veo imágenes de mi vida pasada ni siento ningún tipo de dolor. Sólo hay oscuridad, purísima oscuridad.

He perdido la noción del tiempo en este punto, y mis sentidos no pueden captar nada. Ni una visión, ni un sonido, ni un sabor, ni un tacto. Me siento, literalmente, encerrada en la eterna oscuridad que Nabokov describía. ¿Qué pasaría ahora? ¿Por cuánto tiempo permanecería en esta especie de incertidumbre?

Todos estos pensamientos se esfuman ante la materialización de un intenso y punzante dolor. No podría decir qué parte de mi cuerpo duele tanto, pues no puedo distinguir o reconocer nada; todo continúa en oscuridad. Siento que, lentamente, hay un sentimiento reconfortante cuando mis pulmones se abren y les entra aire. Bueno, supongo que eso es lo que está sucediendo, pues vagamente recuerdo lo que se siente respirar. Mis pesados párpados luchan por abrirse, pero es inútil, no logran nada. Siento un gran vacío a mi alrededor, un silencio total y abrumador. No hay señal alguna de que haya alguien conmigo, o al menos eso creo.

La luz comienza a materializarse poco a poco ante mí; una luz intensa y brillante. Tardo un poco en hacer que mis ojos se acostumbren a ello, y por un momento no puedo distinguir nada claro. Volteo mi cabeza hacia un costado, pensando que, tal vez, si esquivo un poco la luz que me llega de frente, podré abrir los ojos con más facilidad. Así, poco a poco, logro hacerlo, y la luz se va aclarando para convertirse en formas, cada vez sintiendo menos molestia ante su presencia.

A mi lado, puedo ver la forma de mi mesita de noche comenzando a aparecer ante mí. Sobre ella, reposa un vaso con agua, el reloj despertador y otras tantas cosas que no puedo distinguir por el momento. Pero ahora puedo ver con claridad, y mis ojos se desvían a recorrer el lugar.

Estoy, sin duda alguna, en mi habitación. El día parece ser soleado y puedo escuchar pájaros cantar afuera de la ventana. El tacto sobre mis manos es suave, demasiado suave. Han cambiado las sábanas y me han puesto una fresca encima. Observo mi cuerpo recostado, y la sucia ropa que llevaba ha sido reemplazada por una bata para dormir, fresca y cómoda.

La confusión comienza a apoderarse de mí cuando observo, sentado al lado del escritorio y observándome fijamente, a Charles. Una sonrisa aparece en su rostro y sus ojos azules se iluminan al verme. Se incorpora con lentitud, y el olor de su abrigo llega a mí cuando se acerca a la cama. Ha dejado su sombrero sobre el escritorio, y lleva puesto el abrigo y los guantes.

Su piel se ve fresca, suave, angelical. Su rostro armonioso continúa sonriéndome mientras se arrodilla con lentitud a mi lado.

—Princesa mía... —dice con suavidad, colocando su mano enguantada sobre la mía, que aún reposa sobre la cama.

Lo observo atónita. Parece sacado de otro mundo.

—Pensé que estaba muerta... —susurro, sin quitar por un momento mi mirada de su rostro.

El ríe con suavidad.

—Parecías muerta —replica—, una muerta muy bella, he de admitir. Pero para tu suerte, tierna Emma, sigues viva.

Por un momento no puedo recordar los sucesos de la mansión, y él parece no recordarlos tampoco. Pero no importa. Hay algo hipnótico en sus ojos azules que hacen que no pueda quitarle la mirada de encima.

—Pero si se siente como el paraíso —murmuro con voz somnolienta.

Sus ojos se entrecierran por un momento, como tratando de entender a qué me estoy refiriendo. Tal vez para él todo continúa siendo como de costumbre, pero para mí no; hay algo diferente.

—La visión de ti es como estar en el paraíso —continúo, con una sonrisa.

Me incorporo lentamente, quedando apoyada sobre mi brazo, y acerco mi rostro al suyo.

Él parece continuar sin entender lo que trato de decirle, lo que estoy sintiendo en este momento. Pero si ni yo misma sé qué estoy sintiendo. Estoy perdida y locamente enamorada de este hombre, pero tiene algo hoy que no me permite querer alejarme ni un minuto de él, que mis ojos no dejen de observar los suyos por ningún instante. Que este momento dure para siempre, ruego a los cielos. Si estoy viva, me siento más viva que nunca.

Siento un loco impulso de tocar su rostro, de tomarlo entre mis manos y besarlo con locura. Pero sé que eso no será posible, lo sé y me entristece un poco. Pero ahora, tan cerca a él, es como si su rosto no fuera transparente, como se ve casi siempre. Como si pudiera atravesarlo con mi mano. Ahora se ve tan real, tan sonrojado ante mi mirada, que siento que hay algo que no encuadra.

Aún así, aguanto mis ganas de tocarlo, pues sé que será inútil, y me conformo con el toque de su mano enguantada sobre la mía.

—No me ha hecho mucha gracia saber lo que sucedió en la mansión —explica él—. Por eso insisto que descanses, podremos hablar mañana.

—¿Mañana? ¡Ni siquiera sé cuánto tiempo he permanecido dormida! —exclamo, desesperada. Una gran urgencia por besarlo comienza a salir de mi interior. Ahora la visión de sus labios son todo.

—Estás actuando algo extraño —Su sonrisa continúa presente, pero lo noto confundido—. Me estás mirando con una cara de enamorada que me deja impactado.

—¡Si estoy enamorada! —exclamo, apretando su agarre en mi mano— ¡Y hoy te ves más atractivo de lo normal! ¿Acaso tú no estás enamorado?

—¡Y tú siempre estás más hermosa de lo normal! —replica, acercando su rostro al mío— Tan hermosa que pareces irreal. Un ángel caído del cielo. Mi hermosa y tierna Emma. Enamorado de ti estoy hasta el final. Mi alma te pertenece, te pertenecerá siempre...

Mi respiración se agita cuando siento que se acerca más a mí, y se suma la desesperación de saber que, por más cerca que estemos el uno al otro, nunca podré besarlo de nuevo.

Un pequeño quejido sale de mí cuando siento dolor a mi costado al incorporarme nuevamente, para tratar de estar lo más cerca posible de él.

—Emma, debes descansar —recuerda él después de un rato, poniendo su mano en mi mejilla—. Sufriste golpes muy fuertes, y ha sido por mi culpa. Por favor, descansa...

—¡Los que padecéis porque amáis, amad más todavía! ¡Morir de amor es vivir! —cito con alegría aquella frase de Víctor Hugo.

Como si el dolor me importara tanto en este momento. Lo que siento a su lado es tan grande, que puedo ignorar con facilidad lo que mi cuerpo siente.

Y entonces no lo aguanto, no lo aguanto ni un segundo más. Sé que será inútil, tonto, que nada pasará, pero el impulso que mi cuerpo siente es tan grande que no puedo evitar llevar mi mano con rapidez hacia su rostro, con intención de acariciarlo.

Entonces el mundo parece detenerse. Mis ojos se abren como platos, y los suyos también. Nos quedamos así un instante, tratando de procesar lo que acaba de pasar. La sorpresa y la confusión nos invaden.

—¿Qué... —Mi pregunta se corta a la mitad cuando él niega con la cabeza, cerrando los ojos lentamente.

—No lo sé. No lo entiendo... —Parece como si acabara de entrar en un trance, como si lo que sintiera no fuera real.

No puede ser real.

Esperaba que, al momento de acercar mi mano a su rostro ésta traspasaría su cuerpo, como debería pasar. Pero en vez de eso me he encontrado con algo sólido, algo cálido que ahora reposa debajo de mi palma. Su piel, su piel...

Él se quita los guantes y toma entre sus manos la mía, que continúa sobre su rostro. Puedo sentir la calidez reconfortante envolver mi mano. Mi corazón late con rapidez, mientras cierro mis ojos tratando de entender esto. ¿Cómo es siquiera posible? Sus manos tibias y suaves envuelven las mías, y las tocan, y las sienten, como si él estuviera tratando de comprobar que es real. Y al parecer lo es.

No comprendo la situación y, cuando mi cabeza comienza a dar vueltas por entenderla, no me importa. No me importa porque sus labios se han acercado a mi mano, y comienzan a besarla con rapidez, con desesperación, como si el tacto de mí le hubiera hecho falta. Y lo sé, a mí también me ha hecho falta. Han pasado semanas desde la última vez que pudimos tocarnos. ¿Y cómo estaba sucediendo esta vez? No lo sabemos, y no queremos desaprovecharlo poniéndonos a buscar una respuesta.

Siento, con mis ojos cerrados, como sus labios cálidos y suaves continúan llenando mi mano de besos, subiendo por mi brazo, dejando un camino de besos a su paso. Abro los ojos y lo siento cerca a mí, y no puedo evitarlo. Lo interrumpo y tomo su rostro entre mis manos, y el momento no se hace esperar cuando lo acerco a mí con desesperación, y mis labios tocan los suyos.

Dios mío, ¡si estoy muerta jamás quiero volver a vivir! ¡Esto es vivir!

El beso se materializa con rapidez. Es un beso real, cálido, húmedo, suave, dulce. Sus labios me hacían tanta falta, que incluso los muerdo un poco. No puedo evitarlo. Tengo hambre de él, y él de mí. Lentamente nos incorporamos en la cama y él queda sobre mí, cuidadosamente tratando de no lastimarme. Pero el dolor ya no importa, ni siquiera lo siento.

Continúo con ese beso porque no quiero parar, no quiero parar nunca. Él me aprieta contra sí como si quisiera fundirse conmigo, hundiendo sus dedos en mi espalda. Los míos se entierran en su cabello y mis piernas envuelven su cintura. Su olor, su tacto, sus labios. Todo es tan real como la vida misma.

Ahora es él quien muerde mis labios, dejándome sin aliento, pero poco hago por recuperar aire. Ahora mi mente sólo piensa en lo que está pasando, la explicación a esto la buscaremos luego, poco importa ahora. Mi corazón late tan rápido que siento que se va a salir de mi pecho en cualquier momento. Coloco una mano sobre su pecho, y allí está el rápido tamboreo de un corazón. ¡¿Cómo es posible?!

Me detengo un rato al sentir esto, y lo observo sorprendida. Él me observa fijamente y niega con la cabeza, como diciéndome no lo sé, y no me importa.

Sus labios vuelven a envolver los míos y mi mano se desvía debajo de su camisa, sintiendo su pecho, su espalda. Toda su piel suave y perfecta. Sus manos se deslizan suavemente por mis piernas, subiendo hasta mi cintura. No tengo nada debajo de la bata, y eso hace que el deseo se avive aún más.

Se detiene dudoso, sé que ha de estar pensando en lo poco caballero que está siendo. Me observa y sabe que lo he descubierto, y se ríe con timidez.

—Puedes ser tan poco caballero como plazcas —reconozco con voz ahogada y agitada.

Él sonríe aún más y yo, instintivamente, lo tomo con fuerza y lo volteo con rapidez, haciendo de una manera que ni sé cómo pasó, que yo quede sobre él.

El tiempo se para por un instante. Mis manos recorren su pecho y lo observo fijamente. Ahora la tímida soy yo.

Él continúa sonriendo, y lleva su mano hacia mi bata, deshaciendo el nudo que la sujetaba, y apartando con ambas manos lo que queda sobre mí. Siento cómo me sonrojo ante su mirada fija en mi cuerpo desnudo y, de alguna forma, es lo mejor que he sentido en mi vida. Sus manos comienzan a recorrerme con suavidad y lentitud, haciéndome sentir calor donde no lo había sentido desde un buen tiempo. Cierro los ojos ante su tacto, y me dejo llevar.

—Si eres perfecta... —murmura, aún sin retirar su mirada de mí—. Hermosa, perfecta, divina. Toda tú.

Abro mis ojos y lo observo con una sonrisa. Mi estómago parece lleno de mariposas cuando comienzo a desabrochar su abrigo, su camisa, todo lo que se interpone en mi camino. Puedo ver en su cuello la cicatriz de lo ocurrido, y me detengo un momento. Incluso así él se ve hermoso. Es un ángel mandado del paraíso.

Continúo despojándolo de su ropa tan pronto como puedo. No aguanto más, y por lo que puedo sentir debajo de mí, sé que él tampoco. No me cuesta mucho quitarle toda su ropa para observar ahora su cuerpo, tan hermoso que parece una estatua griega. Me acerco a él nuevamente y lo beso, lo beso con rapidez y deseo, pero al mismo tiempo con suavidad y ternura. No sé lo que estoy haciendo, pero no quiero parar nunca.

Él es incorpora de manera que queda sentado sobre la cama, y yo quedo sentada sobre él. Nos continuamos besando, mientras él me aprieta contra sí. No aguanto un segundo más y rápidamente me muevo, y ahora él está dentro de mí. Un gemino sale de la boca de ambos, y sé que no hay vuelta atrás.

Ahora disfrutamos del éxtasis, de sentirnos tan cerca del uno al otro como no nos hemos sentido en muchísimo tiempo. Quiero aprovechar cada instante, cada segundo de poderlo tocar y sentir su cuerpo. Los movimientos son rápidos, desesperados, perfectos, placenteros. Vuelvo a besarlo mientras me muevo sobre él, y creo que no hay mejor sabor en este mundo, mejor momento. Después de unos diez minutos sé que ninguno aguantará más. Lo sé, puedo sentirlo. Aprieto mis uñas en su espalda cuando siento dentro de mí que el momento está llegando, y dejo caer mi cabeza hacia atrás, soltando un gemido, cuando llego al final y mi cuerpo estalla en emociones y sensaciones. Me siento en el paraíso una vez más cuando él también alcanza su punto máximo. Ahora sólo escuchamos las respiraciones agitadas del otro, y ahora sólo sentimos el cuerpo caliente del otro tratando de recuperarse.

Lo observo a los ojos con una sonrisa. Está tan sonrojado como sé que lo estoy yo. Paso mis dedos sobre sus labios y deposito otro beso en ellos.

—Omnia vincit Amor... —declara con una sonrisa—. El amor lo vence todo.

No puedo evitar sonreír. No puedo ser más feliz.

—Amor mío... —susurra él, besándome de vuelta—. Contigo sí que me siento en el paraíso. Te adoro, y te adoraré hasta el final de los tiempos. Eres la luz de mis ojos y el motivo por el que no me rindo. Has llenado mi vacía existencia de amor y felicidad, tu alma y la mía están unidas en una sola y eso —murmura, nuevamente cerca a mis labios—, eso nadie nos lo podrá arrebatar. Ni siquiera la muerte.

El sonido de su voz y sus palabras me reconfortan. Me hacen feliz, me llenan. Estoy a punto de responderle.

A punto.

Hasta que el pitido incesante de un electrocardiógrafo interrumpe la tranquilidad, y todo se desvanece nuevamente. Oscuridad.

Continue Reading

You'll Also Like

42.8K 2.9K 36
Candice, Courtney, Cecile y Caitlin acaban de comenzar su cuarto año en el instituto. Sin embargo, lo que no saben es que con la llegada de un nuevo...
1.5K 57 6
Catalina, una joven que se decide ir a una carrera de autos con sus amigas ,y se topa con el narcotraficante más temido de Alemania que intenta enam...
14.5K 1.4K 11
¡GANADOR DE LOS WATTYS 2018! Categoría Espíritus libres. Segundo lugar en los Wattven 2017 Destacada en ciencia ficción [agosto, 2018] Ganador en lo...
2.6M 155K 113
Una chica se muda a un país diferente con el objetivo de estudiar y graduarse, pero un chico le da vuelta a todos sus planes, lograran seguir juntos...