La Reputación De Amanda ✔

By Gimenabazante

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Amanda Latimmer, mas conocida como Mandy era la dueña de las salas de juegos para caballeros que llevaba su n... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capitulo 25 Final

Capítulo 24

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By Gimenabazante


    Cuando Mandy llego a Liddington park cayo realmente en la cuenta de lo que había hecho.
Peter la acompañaba y estaba a su lado. La casa estaba tranquila y los empleados como siempre la condujeron a la salita privada de los condes, donde Edward y Lorraine la
esperaban.

— Yo iré a hablar con el duque. — Le informo en el pasillo.

Ella lo tomo de la mano y lo miro.

— Es algo que debo arreglarlo yo. ¿De acuerdo?

— Te esperare en el jardín. – Le dijo depositando un beso en los labios.
Ella asintió y entro a la salita.

Lorraine abrió los ojos sorprendida y Edward se acerco a ella rápidamente, tomándola por los hombros.

— ¿Qué fue lo que te paso? ¿Estas bien?

Mandy medio sonrió. Tenía una pinta horrible, con el vestido sucio, roto, y el cabello sucio y despeinado, y su cara, con los ojos hinchados y sucia.

— Si, solo unos pequeños percances con el vestido.

— ¿Qué fue lo que paso? — Le pregunto el conde soltándola y comenzando a caminar por la
habitación. – Como pudiste Amanda, nos has dejado en ridículo. Toda la sociedad hablara de ti, de nosotros. Lo dejaste plantado. ¡Dejaste plantado a un duque! ¿Tú entiendes lo que
eso significa?

Edward estaba que echaba humo. Paseaba por la habitación mirando el suelo, furioso. Ella escucho su sermón sin una queja y después la escucho a Lorraine que fue mas contundente que todo lo que dijo su marido.

— Tú darás la cara esta vez. Arreglaras esto, como quieras, pero arréglalo.

— Si, lo haré. Yo misma iré a la casa para hablar con su excelencia cuando me arregle.

— Esta aquí. Ha decidido esperarte.

— Perdón.

— Arréglalo. — Fue lo que dijo Edward.

La miro y reprimió una sonrisa al verle la cara sucia y el vestido destruido. Había estado muerto de miedo de que le pase algo, pero Matt llego como si nada hubiese pasado y soltó un rollo, con que ella volvería cuando estuviese lista. Ella asintió y salió de la habitación murmurando unas disculpas.


Se dio un baño rápido y se puso un simple vestido. Tomo de su baúl personal los regalos que tenia para el y se encamino a la salita privada, donde la esperaba George.

Este estaba tomando brandy al lado de la chimenea, sentado en una
chaise lounge. Ella se acerco avergonzada y se paro en medio de la habitación esperando el hacha que caiga a su cabeza. Lo sintió reír levemente y lo miro. Tenía un semblante tranquilo y divertido. Le hizo una seña para que se siente a su lado y ella accedió
rápidamente.

— Dime que fue lo que paso, cariño. — Le dijo tomándola de las manos que descansaban en su regazo.

— No se. — Confeso. — Me salió de repente. Como si no tenia que estar allí. Lo siento mucho. — Le dijo llorando. — Perdóname. Tú no te lo mereces.

Él le acaricio cariñosamente el pelo.

— Eres una mujer joven. Sabía que esto podía ocurrir. Cuando hablamos sobre los puntos del matrimonio, dijimos que nada de relaciones sexuales. ¿Recuerdas? Eres una mujer
hermosa, inteligente, con tu propia fortuna. Y yo un hombre de cincuenta y cinco años, con dos hijos y viudo. Solo quiero una compañera, alguien con quien charlar y compartir buenos
momentos.

— ¡Perdón! — Volvió a pedir llorando. Se agacho y se arrodillo apoyando la cabeza en sus rodillas. Él la tomo por los brazos y la levanto, ella lo miro. — No te lo mereces.

— Cariño, me hubiera gustado que me avisaras antes de montar el escándalo. Tú sabes que aquí la reputación lo es todo. — Le dijo gentilmente.

George le limpio las lágrimas y le sonrió amablemente. Admiraba a esa mujer por lo que era. Una guerrera de la vida. Los años y la vida le habían demostrado que la belleza no lo
era todo. Su única querida le había enseñado lo que es el amor. Y que algún día, todos abandonan el mundo, y lo que valía eran los lazos y el amor. No la belleza y cosas materiales. Porque cuando uno deja este mundo, lo único que queda es el recuerdo de lo que fue. Había amado a una sola mujer en su vida, un amor prohibido con una prostituta, con menos suerte que la mujer que tenia arrodillada a los pies.

— Perdón… — Le dijo sollozando.

— Una sola vez en la vida ame, Amanda. Y la única mujer que me amo, me enseño que uno también comete errores. Nadie esta exento a eso. Te perdono, claro que si. Pero si me prometes algo.

Ella lo miro expectante y asombrada por descubrir a un hombre totalmente distinto de lo que ella creyó.

— No digas nada de lo que paso en esta salita. Diremos que has pedido perdón y que yo te absolví de tu responsabilidad. Le diremos a la sociedad que has pagado por tu error. Pero debe ser un secreto entre tú y yo. ¿De acuerdo?

— De acuerdo. — Dijo con un inmenso respeto por ese hombre que había subestimado.

El palmeo la chaise para que se sentara a su lado, ella se levanto y tomo los regalos que
tenia para el.

— Te traje esto de Nueva York, espero que te guste.

Vio con satisfacción como el abría los regalos y la sonrisa de placer que tenían sus labios.

— Es una cigarrera hermosa. Jamás me habían regalado nada igual. Y esta replica del palacio es hermosa. Muchas gracias Amanda.

— Mandy. — Le dijo ella. — Dime Mandy. Perdóname. – Le volvió a repetir.

— Dime Mandy: ¿Amas a alguien?

— ¿Cómo? — Preguntó sorprendida.

— Si amas a alguien. — Ella solo asintió. — Entonces hazme un favor.

— Lo que quieras. — Le dijo tomándole las manos.

— No lo dejes ir. Sea quien sea. Aunque creo saber quien es.

— Gracias. — Le dijo abrazándolo.

George la envolvió en sus brazos y le beso la coronilla.

Cuando Annie se levanto para desayunar, comprobó que su hermano no había llegado a
dormir. Pregunto extrañada a la servidumbre pero nadie sabia nada de el. Desayuno en el jardín y fue a levantar a Lottie.

Después de que la niña desayunara, salieron a pasear las dos juntas. Dio la orden de que cualquier novedad la llamaran de inmediato. Cuando volvió
del paseo, todavía seguía sin saber de su hermano. Al llegar al mediodía apareció por fin.

La abrazo fuertemente y con una alegría nunca vista alzo a la niña en vilo y dio vueltas riendo.
La niñera vino a llevársela y el se la entrego, luego de darle un fuerte abrazo. Después de que les trajeran dos te al jardín, Annie espero que se le pase la emoción. Cuando lo vio mas
tranquilo, pudo ver su rostro una luz que jamás había visto en el. Le recordó cuando aun eran niños y el de hacia alguna travesura.

— ¿Qué fue lo que paso? — Le pregunto expectante por la nueva noticia.

— Amanda me ha perdonado. Volvió conmigo de nuevo.

Annie salto de la silla sorprendida, lo abrazo fuertemente y rió con el de alegría.

Cuando entraron a la casa el se retiro a su cuarto y ella se acerco a la sala, donde un paquete azul le había llamado la atención. Encontró un papel doblado en dos encima del
paquete.

Estos hermosos jardines, si existen. No son un sueño, la primera vez que lo vi florecer creí que eran un sueño. Cada vez que estoy en ese lugar me siento en paz, y después de muchos años de haber vagado por el mundo, puedo decir por primera vez que en ese lugar, me siento mas en casa que nunca. Te deseo lo mejor. Es un pequeño regalo de despedida.
Si algún día me necesites, ahí me encontraras.
Mis saludos y cariños a Lottie.

Adiós.

          Tuyo, M.

Annie miro el cuadro, que rebosaba tranquilidad. Se sentó en el sillón y abrazo el cuadro, como si fuera un talismán.

Sintió una mano en el hombro y se enderezó a mirar quien era, ahí fue cuando se dio cuenta de que estaba llorando. Las lágrimas caían de sus ojos como si nada. Sintió un terrible peso en el pecho al ver los ojos brillantes de felicidad de su hermano. El se sentó en silencio y con cuidado le quito el cuadro de los brazos.

Observo el paisaje durante mucho tiempo.

— Es un jardín hermoso, único. — Le dijo en voz baja, sin levantar la vista del cuadro.

— ¿Lo conoces? — Le pregunto asombrada de que realmente existiera ese lugar.

— Claro. Las personas que lo diseñaron son tan únicas como este lugar.

Ella puso una mano en su brazo, que todavía sostenía el cuadro.

— ¿Realmente existe, Pet?

Sonrió con pesar y le acaricio, secando las lágrimas de la mejilla.

— Claro que existe. ¿Dónde conseguiste este cuadro? — Le pregunto curioso.

Ella negó lentamente con la cabeza. Supo al instante quien se lo había dado. Extendió la mano y el le entrego el cuadro, se levanto y se fue, sin decir una sola palabra.


Cuando Mandy se despertó, se encontró que su casa estaba un poco revolucionada, mucho movimiento, gente que iba y venia. Se levanto y bajo las escaleras tranquilamente,
con una paz que no sentía hacia mucho tiempo.

Vio baúles que esperaban en la sala, cerca de la entrada. Vio a Matt vestido con uno de sus trajes de viajes, y supo al instante que
pasaba.

— Quiero que se marchen todos. — Dijo en voz alta.

Todo dejaron de hacer sus quehaceres y la miraron directamente. Solo dos segundos tardaron en deshabitar la casa, que se quedo en un silencio sepulcral. Vio que Matt se disponía a marchar también.

Chasqueo la lengua y se acerco a el, tomándolo del brazo lo
condujo en silencio al sillón.

— ¿Qué crees que haces? — Le pregunto cariñosamente.

— Irme. — Le dijo firmemente.

— ¿A donde? — Le exigió sorprendida.

— A casa. — Le dijo confundido.

— Todavía no esta habitable, tardaran unos meses. — Le dijo sonriéndole.

Se dio cuenta con gran incredulidad de que el no se refería a la casa que le había regalado.
Estaba hablando de otra casa, que quedaba realmente lejos.

— No. — Susurró asustada.

— Ya nada me ata a este lugar. — Le dijo amablemente.

— Eres mi amigo y has vivido conmigo desde el principio de los tiempos. No puedes dejarme,
no ahora. — Le dijo con los ojos llenos de enormes lagrimas.

Sintió como su felicidad se empañaba por eso. La felicidad no siempre les llega a todos al mismo tiempo, pensó.

— No seas egoísta, Mandy. — Le rogo. — Serás feliz, estas con la persona que amas, no puedes pedir mas. Estoy muy feliz por ti, cariño. — Le dijo abrazándola. — Pero no me pidas que me quede. No hay lugar aquí para mí.

Ella se desprendió de su abrazo y lo miro.

— Es por ella, ¿verdad? — Le pregunto un murmullo. El no contesto. — Quédate, quédate y se
feliz con ella también. — Le pidió desesperadamente.

— Sabes que no es tan fácil como crees. — Le contesto triste.

— Pero no puedes dejar que una promesa que no puedes cumplir te arruine la vida. La amas y
por lo que se, ella también te ama. Matt… — Le dijo aferrándose de su saco.

Apoyo la cabeza en su pecho y lloro, de tristeza y felicidad al mismo tiempo. Felicidad por estar con Peter y tristeza por el. No quería que se vaya, sabia que lo echaría de menos y
sabia que no debía ser egoísta con el.

— Ya no llores, cariño. — Le dijo dulcemente, mientras le acariciaba la coronilla. — Nos veremos siempre que sea necesario y las veces que tú quieras. Además sabes que no puedo vivir contigo. Te casaras. Estaremos en contacto por cartas, nos veremos en los clubes… pero no me pidas que me quede. Sabes que no puedo hacerlo.

Ella asintió y lo abrazo con fuerza.

— Te echaré de menos. Muchísimo.

— Yo también.

Lo miro súbitamente.

— ¿Vendrás a mi boda verdad? — El asintió. — Y nos veremos siempre que podamos, ¿no es cierto?

— Claro. Todo saldrá bien, ya veras. — Le dijo dándole un beso en la mejilla.

La ultima noche que pasaron juntos antes de que se vaya, durmieron abrazados.

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