Tic-tac.
Tic-tac.
Tic-tac.
Sabía que si quería ayudar a su compañera debía hacerlo rápido.
Escuchó los chasquidos que la Uchiha hacía, sin percatarse del peligro que estaba corriendo. ¡Si tan solo abriera los ojos!
Si tan solo abriera los ojos.
Mejor era que no los abriera. Sarada amaba tanto a sus compañeros que, sin pensárselo, saltaría en medio de aquel escándalo.
—Uno contra dos, y a pesar de eso tengo ventaja— habló el pelirrojo.
Dio un paso más hacia el albino, el chico que no parecía moverse. Clavó sus pies en aquel sitio; delante del sofá donde ella descansaba.
—Te dije que no nos subestimaras, ¿no?— sonrió Mitsuki.
Tic-tac.
Tic-tac.
Él estaba confiando; en sus habilidades, en su compañero, en lo capaz que sería Sarada.
Cerró los ojos para sentir todo el ambiente.
Aquel muchacho seguía teniendo como punto débil sus brazos. Agradeció al Uchiha por eso, pero debía concentrarse.
El sonido, el suelo, el aire... Todo estaba a su favor. Solo faltaba que a aquella alianza se uniera el tiempo.
Boruto estaba de camino. Podía sentir sus rápidos pasos a pocos kilómetros.
<<Encuéntranos, Boruto>> pensó abriendo sus ojos.
Le mostró a aquel pelirrojo su verdadero color: aquellos iris tan brillantes y decididos a asesinar. A erradicar. A darlo al cien por cien.
***
Siguió corriendo con su jôgan activado. Vio el flujo de chakra de quien le interesaba; Sarada.
Era extraño.
Siempre había visto su flujo, pero no después de haberle retirado el sello.
No era azul como debía ser, ¡era rosa! Sobrenatural.
No se dejó sorprender y siguió corriendo. Sus piernas no pedían un descanso, ¡quería llegar en cuanto antes!
—¡Sarada!— gritó en busca de su amiga.
Sus pies no dejaron de sorbesforzarse. ¡No podía encontrarla! Lo único que podía hacer era seguir y suplicar para que la suerte fuese su aliada.
—¡Saradaa!
Estaba solo. Se sentía solo.
Su compañera estaba herida a unos pocos metros de él. Podía oler el miedo que ella tenía.
Finalmente la encontró. La Uchiha estaba tirada en el suelo. Estaba herida, pero nada grave. Todo cortes.
Se acercó a ella. Comenzó a sudar a estar a milímetros de su cuerpo, el cual estaba completamente K.O.
—¿Sarada?— susurró.
No reaccionó.
—Eh, Sarada. Dime quién te ha hecho esto— musitó con sus ojos azulados perdidos.
¿Qué le diría a su Sensei cuando la encuentre de aquella manera?
Pero.
Pero.
Estaba llorando. Él. El Uzumaki. Boruto Uzumaki tuvo que tapar sus ojos con las mangas de su chaqueta para limpiar las lágrimas. Aquellas en las que reflejaron el cuerpo K.O de Sarada.
Aspiró los mocos y paró.
¿Por qué? ¿Por qué había tenido aquel momentáneo momento?
Se fijó en su rostro. Acarició sus mejillas heridas limpiando la sangre.
—Nunca más, Sarada— prometió.
Nunca más la vería en aquel estado. Nunca más limitaría por ver a su compañera sin poder abrir sus ojos.
Pero llegaba tarde. Lo comprobó en cuanto cruzó la entrada a aquel pueblo.
Los aldeanos corrían con desesperación para resguardarse de los destrozos de aquella pelea. Juraron ver a un monstruo parecido a una serpiente. ¡A una serpiente!
Boruto solo tuvo que seguir de dónde venía la gente.
Vio a Mitsuki pelear contra un pelirrojo, pero buscó a su compañera con la mirada.
No la encontró.
Corrió hacia su mejor amigo para unirse a aquella batalla. Mitsuki estaba en su modo más poderoso, ¡se pareció al séptimo en aquel momento!
Vio a su enemigo: de la misma altura que él, cuarenta y tantos, pelirrojo, punto débil: sus brazos.
Sacó su espada apuntando a su cuello.
—¿Qué diablos?
—No sabría decirte qué ocurre. Quería tocar y llevarse a Sarada-chan— informó sin dejar de prestarle atención.
—¿Tocar? ¿Por qué?— se molestó.
Nadie, absolutamente nadie, la tocaría sin tener el consentimiento de la chica. ¡Ni siquiera él!
—Hagamos que escupa la información— sonrió Mitsuki.
Corrió hacia su enemigo para servir de distracción. Sirvió, pues cuando fue a atacarle, Boruto peleó contra él.
Usui pudo esquivar aquella espada tan singular, analizando los métodos de lucha que tenía.
Se enfureció al reconocer aquellas técnicas.
—¿Sasuke?— preguntó.
El rubio abrió sus ojos al escuchar a su enemigo.
—¿De qué lo conoces?
—Boruto, no te distrai-
La voz de Mitsuki dejó de resonar por sus oídos en cuanto Usui tocó con ambas manos las mejillas del Uzumaki. Cayó al suelo aterrado.
Su cabeza comenzó a doler de forma insoportable, ¡era peor que la migraña! Parecía una técnica de tortura que antes se usaba para que los prisioneros soltaran la información.
—¿Qué le has hecho?— se enfureció Mitsuki al ver a su compañero en el suelo.
Usui seguía tocando sus mejillas.
—Solo le mostraré el dolor— rio—. Recuérdalo. Si me atacas... morirá.
—¡Déjalo!— corrió al lado de su amigo para tocar sus hombros. Miró a Usui con desafío— Suéltalo o-
No pudo terminar la frase cuando Boruto volvió a gritar. Gimió aturdido a lo que estaba ocurriendo.
Mitsuki cerró sus ojos: no quería que muriese, pero no quería que sufriera. ¿Qué diablos debía de hacer? ¿Y si estaba mintiendo?
Tic-tac.
Cuando Usui parpadeó, su tiempo se paró. Literalmente vio como todo transcurría más lento para él.
Delante de él unos ojos rosas lo observaban.
<<¿Sakura?>> pensó al ver la maldad y el odio con el que estaba siendo observando.
Los dos chicos se movían lentos; solo había una sola presencia ahí que podía seguir siendo ágil.
—Mi nombre es Sarada Uchiha— se interpuso entre él y Boruto.
Sus dos compañeros miraron a Sarada. Intentaron moverse, pero fue imposible. Sus movimientos eran tan lentos que parecían ser inexistentes. Se quedaron como estatuas.
—Y tú me has enfurecido, diablos. ¿Cómo piensas arreglarlo?
—¿Sa...Sarada?— miró a la Uchiha.
Se acercó al cuarentón sin siquiera parpadear.
Usui temió aquella mirada.
Sakura y Sasuke estaban reflejados ahí.
—Muere de la peor forma, idi-
—¡Eres una ilusión!— Usui volvió a hablar con la misma confianza de siempre—. Ya deberías estar muerta.
Muerta.
Esa palabra resonó por la mente del Uzumaki.
Jamás lo permitiría.
Intentó moverse en vano.
—Y nadie como tú puede hacerme temblar.
—Nadie como tú hará que mis amigos sufran— amenazó.
Dejó la conversación y llevó su mano a los hombros del pelirrojo. No pudo esquivarlo por aquella habilidad del tiempo. Aquella que jamás pudo ver.
Tic-tac.
La Uchiha sonrió. Usui se extrañó al ver que el tiempo volvía a transcurrir como de costumbre.
Mitsuki no tardó en reaccionar. Agarró a Boruto para apartarlo de aquel sitio.
—Mitsuki, ¿qué significa esto?— preguntó atónito.
Mitsuki no prestó atención pues su única preocupación fue salvar a la Uchiha. Pero, ¿cómo salvarse de sí misma?
Intentó rodearla con sus brazos, pero ella lo apartó.
—Llévate a Boruto, Mitsuki— le suplicó rechazando su ayuda.
—Pero-
—¡Hazlo!— gritó con dolor en sus palabras.
Sobrevivió una vez. ¿Habría una segunda?
Tic-tac.
Hizo caso omiso a la morena. Confiaba en ella a pesar de que parecía una despedida.
Se apartaron a unos metros.
Usui explotó: sus extremidades fueron como lluvia para ambos. Su sangre, sus huesos...
Su cabeza cayó de forma delicada delante de Mitsuki. Vio su última mirada: temor.
<<¿Qué se siente al ser una bomba?>> quiso saber el paliducho.
Boruto estaba atemorizado. No entendía la situación.
El humo de la explosión aún no cesó. No podían ver a la Uchiha.
Boruto se desesperó ante eso. Necesitaba verla y comprobar que estaba viva.
Pero no dio indicios.
Cuando se propuso a correr ante ella, Mitsuki volvió a pararle. Él también comenzó a preocuparse.
Podemos decir que miles de sentimientos aparecieron en Boruto, pero nada pesaba más que el amor.
El amor que sentía por ella y el miedo de perderla.
Si el rostro de Sarada no era revelado una vez que el humo se dispersase, no sabría qué hacer.
Comenzó a desaparecer hasta que vieron una sombra bastante extraña.
Era, ¡¿Inojin?!
Mantenía a una Uchiha inconsciente en sus brazos.
El Yamanaka sonrió.
—Llegué a tiempo, ¿cierto, Sarada-chan?— susurró mirando a su mejor amiga—. Aquí llegó tu príncipe.
Boruto chasqueó su lengua aunque eso era lo de menos.
Corrió hacia ambos para ver cómo estaba ella.
Aún podía respirar.