TRUST

Par Aname_o4

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Sarada había tenido sueños con una chica desconocida. Sólo podía ver que era pelirrosa, que se parecía a ella... Plus

Prólogo
Capítulo 1- Aika Sakura
Capítulo 2- Sé cómo empezar
Capítulo 3- Muéstrame
SPAM
Capítulo 4- Siempre había tiempo para el amor
Capítulo 6- Un verdadero paso
Capítulo 7- La última noche
Capítulo 8- Sin un adiós
Capítulo 9- La realidad
Nota
Capítulo 10- Usui Tomakaki
Capítulo 11- Tic-tac
Capítulo 12- Madre e hija
Capítulo 13- Las historias de mamá
Capítulo 14- La princesa del Cerezo (1/3)
Capítulo 14- Ella Ōtsutsuki (2/3)
Capítulo 14- Trozos de luna (3/3)
Capítulo 15- Atrapada entre chicos
Capítulo 16- Un paso hacia adelante
Capítulo 17- Sarada Vs. Daisuke
Capítulo 18- Melodías en la habitación
Capítulo 19- Tres meses
Capítulo 20- Yerno
Lee TuT
Capítulo 21- Baka-Boguto
Comunicado

Capítulo 5- ¿Sarada tiene el sôzô?

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Par Aname_o4

Lo primero que vio cuando despertó fue a él. Al Uzumaki. Sus largas pestañas y su dulce respiración regulada.
Pensó en lo mucho que cambió desde que eran niños: siempre se la pasaban peleando y compitiendo contra quién era mejor.
Desde entonces habían cambiado, y también su relación.
Estaban juntos. En una cama. ¿Quién lo iba a decir? Con él al lado se había despertado despejada. Nada de pesadillas ni de miedo.
Solo sueños. Sueños felices.

—Boruto...Gracias—agradeció.

Era una de las tantas cosas que jamás habría esperado hacer cuando era niña: agradecerle algo.
Sin embargo, ahí estaba. Contenta. Esperando a comenzar los entrenamientos de Meiko, quien los había citado en la entrada de Konoha.

—Hambur...guesas.

Se ruborizó al escuchar aquella palabra. Boruto hablaba en sueños, ¡pero no esperaba que fuese tan idiota de soñar con hamburguesas!

—Despierta, Dobe—le insultó algo decepcionada. ¿Hamburguesas? ¿De verdad?—¡He dicho que despiertes!—la Uchiha pateó al Uzumaki provocándole una fuerte caída.

De inmediato se despertó, ¡y de qué manera!
Gritó, mirando a la culpable de su reciente chichón.

—Oye tú, Teme. ¿No hay otra forma de despertarme?

—Ya lo intenté—se quejó—. Cómo sea. Vamos. Meiko nos debe de estar esper-

—No sin antes tomar unas hamburguesas.

—¡No hay hamburguesas-

Bajó su mirada azul algo disgustado.

—Solo espera aquí. Voy a preparar el baño.

Y era cierto. Debían cambiarse. Ambos habían dormido con la ropa que llevaban puesta para no hacer aquello incómodo, por lo que debían hacerlo. Se movieron tanto que apestaban algo a sudor.

—¿Quieres bañarte primero?— preguntó para ser todo un caballero, aunque fue su madre quien le había enseñado. Ya tenía diecisiete años, ¡ya no necesitaba que alguien lo educara! Lo tenía todo aprendido.

Miró a Sarada. Sus mejillas volvieron a tintarse de un color carmesí.

¿En qué cosas obscenas estaba pensando?

—Está bien. Iré yo primero.

—S-Sí—asintió la Uchiha.

—Iré a por alguna ropa que puedas ponerte. Hima no tiene el mismo cuerpo que tú...—miró con cautela a la chica, de arriba abajo—. Bueno, supongo que su ropa te servirá igualmente.

—Solo será para ir a mi casa. Cogeré algo de ahí.

***

Estaban esperando. Y aún siguieron hacerlo durante treinta minutos. ¿De dónde había heredado Meiko el llegar tarde?
Se sentaron aquella banca para esperar en silencio.

La tensión podría cortarse con unas tijeras, si no fuese por aquel chico que regresaba de una misión, observando a aquella pareja algo sorprendido.
Se acercó a ellos sin dejar de quedar atónito a aquella situación. Sonrió, a pesar de que no sabía si estaba haciendo bien al acercarse.

—¿Sarada-chan?— saludó el rubio, observando al compañero de su amiga.

—¡I-Inojin!—se levantó para cortar la distancia que había entre ellos—. ¿Qué te ha ocurrido?—preguntó al ver un rasguño en la mejilla del Yamanaka.

—Nada...—musitó. El hacer que se fijara tanto provocaba que estuviese muy cerca de él. Inojin y Sarada se habían criado prácticamente juntos, a petición de Ino. Casi todas las noches iba a cenar a su casa, y recientemente ella comenzó a cocinar para invitar a los Yamanaka a la suya. Como es obvio, Sasuke jamás se opuso—. Había unos bandidos, pero al fin los tengo.

—¿Qué tenías que buscar?

Boruto se acercó al ver que ambos lo habían ignorado. ¿Es que no se habían percatado de que seguía ahí? Ambos eran muy buenos amigos. Siempre salían juntos a jugar cuando eran pequeños, entonces, ¿por qué en ese momento el Yamanaka hizo como si no se acordara de él?

—Unos tulipanes. Hay una gran leyenda tras ellos, pero al fin los tengo. Solo espero que lo que digan es cierto.

—¿Y qué dicen?— Boruto comenzó a participar en la conversación.

—P-Pues...—miró hacia otro lado para contestar—. Si le das un ramo a la persona que quieres...

—¿Te será correspondido?—rio el Uzumaki, algo incrédulo por lo que decía. ¡Pero qué tontería!

Su risa paró en cuanto recibió un vil puño de la Uchiha.

—¡No te rías, shannaro!—gritó. Luego su mirada volvió a dirigirse a la de Inojin—. Tienes todo mi apoyo, ¡en ser-

—Debo irme— interrumpió rápidamente el Yamanaka. ¿Pero qué diablos le estaba pasando?—L-Lo siento Sarada-chan.

Y se marchó bajo la mirada de ambos. Corrió hacia su casa, donde una vez allí, su corazón volvió a estar tranquilo.

—¿Pero qué diablos le pasa?—se quejó la morena.

—¿Una chica? Inojin nunca me habló de ella.

—¿Dices que miente?

—No— dijo Boruto—. Solo que... sí debe ser un secreto cuando no me lo dijo.

—¡Chiiiicos!— la voz de una chica poco conocida interrumpió los pensamientos de ambos. La pelirrosa se acercó a su sobrina y a su ¿casi sobrino putativo? para disculparse—. Lo siento, Kakashi...—sus dedos comenzaron a chocar entre ellos, algo nerviosa—. Como sea... Ocurrió algo. ¡Lo siento!

—No importa. Al menos llegaste.

—¿Y bien? ¿Cómo empezaremos? ¡¿Peleando?!— Boruto se entusiasmó demasiado. Estaba nervioso por saber qué es lo que Meiko propondrá.

—Bueno... Pensé en una serie de cosas...—musitó Meiko—. Pero mi principal meta será que despiertes nuestro dõjutsu.

—Pero yo ya tengo el sharingan—informó Sarada—. Es imposible para mí tener algún dõjutsu más.

—No. Lo que tienes no es solo el sharingan. Tienes una especie de mezcla, pero solo despertaste la parte del sharingan. Sarada— al pronunciar su nombre algo seria, la Uchiha centró su atención en ella—. Eres inferior a lo que te vas a enfrentar. También a Sakura. Ella tiene a Eiko, pero tú solo tienes el sharingan y el jôgan a tu favor— dijo refiriéndose a Boruto, quien escuchaba atentamente sin estar de acuerdo—. Tus habilidades son buenas, pero no lo suficientes.

—Oye, vieja—interrumpió el Uzumaki—. Sarada es poderosa.

—Lo será más cuando lo despierte.

—Boruto— llamó la Uchiha, interfiriendo entre la mirada asesina que se dirigía a Meiko—. Tranquilo.

—Tsh.

—¿Qué es lo que hace?—preguntó mirando a su tía. Aún no se hacía a la idea de que ella era su familia y no supo si aquel día llegaría.

—Invocación—informó—. Es capaz de invocar a nuestros familiares caídos. A los Aika. Y si tienes suerte... el poder de Akisa se te concederá.

Ni siquiera sabía quién era Akisa.

—Parece simple— musitó el rubio.

—Posiblemente lo sea, pero es algo que servirá de mucha ayuda.

—Vamos, Meiko. Quiero entrenar.

—Sí— cuando los tres se alejaron de aquel lugar, Meiko estiró sus brazos mirando hacia arriba—. Bien, esto será suficiente.

—Ahora Sarada debe despertar su poder, ¿no? ¿Pero podrá hacerlo con una sesión de entrenamiento?

—No lo sé, Boruto-

—Quiero intentarlo aun así.

Boruto se sentó colocando su espalda en aquel árbol. Meiko y Sarada estuvieron mirándose mutuamente.
Las miradas podrían matar.
A la Uchiha aún había algo que le preocupaba; aquella chica. Sus ojos, su cabello... Era muy parecida a su madre, sin embargo, emanaba algo. Como si su pasado fuese diferente al que esperaba.
Boruto, en parte, no desvió su mirada de aquella chica que hacia unas horas había besado. ¿Para ella significó algo? ¡Por supuesto que sí! Pero... ¿eso significaba que estaban saliendo? Aún no le preguntó de forma oficial.

—Muy bien. Empezaré— añadió Meiko.

Justamente cuando Sarada creyó que debía prepararse para ser atacada, algo le sorprendió.
Meiko dirigió su movimiento hacia el rubio, quien al ser algo desprevenido, no pudo defenderse o evitarlo.

—Lo siento, chico— se disculpó al dirigiría su poder ocular hacia él. Había otra habilidad, y es que aquel color tan rosa como el cerezo podía provocarte dolor. Igual que la habilidad de Akisa, la chica que empezó la verdadera historia del clan Aika—. Esto dolerá.

Y dolió.
El Uzumaki comenzó a gritar de dolor hasta dejar que todo su cuerpo cayera al suelo. Sus uñas se clavaron en el suelo a la par que seguía gritando.
Aquel ruido era insoportable para la chica, quien por cada segundo que pasaba, su corazón latía de una forma diferente y patética. No iba a aguantar más tiempo.

—¡Párate!— le ordenó a la pelirrosa, pero Meiko siguió con su mirada hacia él. Ni siquiera parpadeó.

Sarada no tardó en abalanzarse sobre ella. Lanzó un kunai que, por algún motivo, no logró atravesarla. Cayó como si hubiese un escudo.
Sus pies se movieron solos.

Meiko esperó que la Uchiha parase aquella tortura con su dôjutsu recién despertado. ¡Pero no sería así de fácil! Sarada no sabía mucho, ni siquiera tenía información completa.
Lo único que se le ocurrió hacer era confiar en ella misma.
Interfirió entre Meiko para colocarse en medio de ambos. El Uzumaki dejó de gritar, sus músculos dejaron de dolerle. Al elevar su mirada la vio a ella.
Su cabello, a pesar de que habían pasado muchos años, ella lo había cortado aquella misma mañana. Su corte era perfecto tanto delante como detrás.
Su espalda era delgada y fornida, igual que sus muslos.

—¿Qué estás hacien...

Pero Sarada hizo lo que más amaba; activar su sharingan. Y fue en ese entonces que el poder Aika y el poder Uchiha chocaron por segunda vez en toda la historia.
El sharingan no podría ganarle, pero tampoco sería derrotado tan fácilmente.

Meiko suspiró, rindiéndose.

—No puede ser...— susurró la pelirrosa—. No lo has despertado.

—¡No me importa! ¡Le estabas haciendo daño a Boruto!

—Sarada, estoy bie-

Antes de terminar la frase comenzó a toser. Su garganta siguió ardiendo.

—Boruto— exclamó arrodillándose ante él para estar a la misma altura—. ¿Estás bien?

Sus manos se colocaron en la las mejillas del rubio, donde una cicatriz trazaba todo su ojo derecho. La Uchiha lo miró con seriedad ignorando a Meiko.

—Está bien. Pero tú debes centrarte, Sarada— Meiko interrumpió aquel momento—. Yo soy poderosa, pero tú deber es superarme.

—Meiko, desaparece—le ordenó la Uchiha.

Aquel tono de voz...
Aquella voz era inconfundible.

—¡Eres una traidora!— le gritó su hermana en aquellos balnearios donde fue derrotada.

Hablaba igual que ella. Amenazaba igual de ella.
Sarada se crió sin Sakura, pero no había duda de que eran familia.
Su sobrina.

—Eres igual a ella—le sonrió Meiko, a punto de marcharse—. Si aún estáis dispuestos... Mañana a la misma hora.

Tras eso se fue. Desapareció de sus vistas.

Boruto le dio un leve empujón a la morena. Su orgullo había sido pisoteado.

—¿Qué diablos haces? Tienes que entrenar, diablos— se quejó.

—Baka-Boruto.

—Déjame solo— chasqueó su lengua.

Sarada dejó de activar el sharingan.
Ella había hecho lo correcto, eso pensaba.
Pero, ¿por qué Boruto parecía no tenerle aprecio a sus actos?

—No me importa— dijo la Uchiha—. Tú no eres débil. No somos débiles. ¡Meiko jugó con trampa, Boruto! Te confiaría mi vida las veces que hiciese falta solo para demostrártelo— sus palabras eran bellas, pero su tono de voz era igual de serio que de costumbre.

Boruto se quedó observando como la Uchiha se levantaba, a punto de hacer lo que él quería; marcharse y dejarle solo.

—Espera— rápidamente se levantó. Aún había secuelas, pues sus músculos seguían doliendo—. Sarada.

La chica paró. Miró al rubio bastante afligida.

—Sigamos entrenando— dijo.

Sarada sonrió. No se lo pensó ni una vez más. Aceptó aquella petición encantada.
Así que ambos estaban ahí, en el lugar del entrenamiento.
Su distancia no era ni larga ni corta; estaba justa para comenzar a pelear.

—Siempre hemos entrenado en equipo, pero nunca de este modo—sus manos se formaron en un puño. Miró los ojos celestes del rubio.

—Bien. Te derrotaré, Sara-

Pero antes de que el rubio se diese cuenta, la Uchiha ya estaba delante de él. La palma de su mano estaba a milímetros de su corazón, de su abdomen.

—Baka-Boruto— volvió a reír en un tono desgarrador y divertido—. Perdiste.

—¿Por qué nunca te acatas a las normas, Sarada?— se quejó el Uzumaki.

—Es cierto. Desde pequeños fue al revés. Yo seguí las normas y tú-

Las acciones del rubio sorprendieron a la Uchiha, pues en menos de un segundo ya había colocado su espada en el cuello perfecto y provocativo de la chica.
Su Sensei, Sasuke, se la dio el día en el momento que logró quitársela. <<Esta espada estuvo conmigo en las derrotas y en los triunfos.  Como te lo prometí, lograste quitármela. Te hiciste fuerte. Así que ahora es tuya>>. Y por supuesto, él la aceptó encantado.
Tenía un gran poder que no usaría en aquel momento. No era una batalla de verdad, solo un entrenamiento.

—Eres un bastardo—se quejó Sarada.

Boruto sonrió.

Ambos comenzaron a pelear bastante igualados. Sarada lo hacía con sus puños tal y como le enseñó su maestra Tsunade. <<Siempre que confíes en tu propia fuerza, podrás destruir cualquier cosa con tu destreza>> le decía una y otra vez la anciana debido a que la chica no dejaba de repetirle que ya nadie usaba sus puños, si no, armas. Herramientas ninja de aquella generación.

Paró la espada con la palma de sus manos como Hinata le enseñó una vez. <<Sarada-chan. Protegerte a ti a veces significa proteger a quienes amas.>> le decía la Uzumaki. Por supuesto, no entrenaba a menudo con Hinata y siempre que lo hacía era junto a Hima. Para la menor aquello era como jugar con sus amigas.

La comisura de sus labios se curvaron en una sonrisa. Boruto atendió a la Uchiha.

—¿Por qué se me hace familiar esto? ¿Hay una técnica que hayas aprendido por ti misma?— Aquellas palabras dolieron. Tan solo un poco.

La Uchiha concentró de su chakra en sus manos. Golpeó el suelo haciendo que el rubio tuviese que saltar para deshacerse del terremoto causado por ella.

—Diablos, Sarada.

—¡No te escapes, shannaro!—se quejó. 

—¿Qué es lo que piensas?— le preguntó Kakashi a una Meiko escondida.

La pelirrosa, la tía de aquella muchacha, estaba detrás de unos arbustos a cierta distancia. Y todo para saber cuál era la habilidad de su sobrina. Tendría que instruirla así como instruyó a Sakura.
Pero había algo que no estaba a su favor: tenía sangre Uchiha. ¡No sabía cómo era la mezcla de aquellos clanes!
El Hatake solo observó a su lado. En el suelo estaba el Icha Icha que estaba siendo releído por décima vez.

—Ambos son fuertes, pero cuando están juntos y se centran.

—¿Antes no iban en serio?— musitó el de la máscara.

—Ni siquiera ahora van en serio. Diablos, no conocen qué es la guerra.

—Agradece eso— susurró el sexto cerca de su oído. Meiko se ruborizó.

Siguieron observando aquella batalla. Sarada y Boruto golpeaban y atacaban con la misma fuerza, agilidad y mentalidad.
Destruían todo a su alrededor pero no había ningún rasguño entre ellos.
Algo bastante igualado y que parecía que seguiría así durante un largo tiempo.

—¿Cómo despertará el sõzõ?— quiso saber el Hatake, refiriéndose al poder ocular de los Aika—. Ella tiene el sharingan y lo despertó de pequeña, cuando creyó que su equipo estaba muerto.

—Toda Aika tiene una forma diferente de despertarlo. Lo que me preocupa es que no lo tenga, Kakashi. Lleva diecisiete años así.

—No sabía nada.

—¡Aún así la sangre Aika está en ella! Algo ocurre.

Los ojos del Hatake se centraron en los movimientos de aquella chica.
Él aún tenía su sharingan—y de hecho, ayudó a que la Uchiha pudiese controlarlo—, pero no gracias a ser del clan.
Por lo tanto, nunca supo qué sería no despertarlo. Todo fue inesperado para él.

—Quizás...—siguió hablando el mayor—...alguien se encargó de que no lo despertara.

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