Big City (Malec UA)

Bởi Mandy_Loove

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Universo Alterno Magnus ha vivido en la gran ciudad toda su vida, pero cuando su mamá tiene suficiente de su... Xem Thêm

Prólogo
1. Bienvenido a tu nueva casa
2. El chico de campo
3. No me voy a enamorar
4. Conociéndolo
5. Conociendo el pueblo (parte 1)
6. Conociendo el pueblo (parte 2)
7. Dar el salto
8. Día en el lago (parte 1)
9. Día en el lago (parte 2)
10. Nuevas amistades
11. Limpieza
12. ¿Novios?
13. Novios
14. Le esperaría por siempre
15. Un consejo
16. Celos
17. Descubiertos
18. Conociendo a tus amigos
19. El mejor sentimiento del mundo
20. Soy gay
Problemas con esta historia );
21. Los Lewis
22. Fotos y recuerdos
23. Errores del pasado
24. Guerra de pintura
25. Perfecto
26. Peleas familiares
28. Mágico
29. Perdonar y buscar la felicidad
30. Un recuerdo para siempre
31. Despedida (parte 1)
32. Despedida (parte 2)
33. Volver a casa
34. Irremplazable
35. Final

27. Locura

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Bởi Mandy_Loove

If you knew how happy you are making me, I never thought that I'd love anyone so muchIt feels like home to me


A diferencia de su última fiesta en el pueblo, la fiesta en la casa de Aline era más pequeña y con menos gente. Todos parecían conocerse y eran locales. Mientras entraban a la casa, vieron una fogata que calentaba la noche fría de Texas. Isabelle corrió hacia Simon y Jace tomó su lugar junto a Clary. Magnus y Alec caminaron juntos, pero sin tomase de las manos, como Magnus hubiera deseado. No estaba seguro porque, dado que a solo unos metros Aline y Helen estaban acurrucadas junto a la fogata. Pero no presionó a Alec.

– Pero si son mis dos caballeros favoritos, – ambos se giraron para encontrarse con Maia, tambaleándose.

– ¿Por qué siempre que llegamos a la fiesta tu ya estás borracha? – preguntó Alec, riendo y sentando a Maia en una silla para que no tropezara. Luego ambos se sentaron junto a ella.

– ¡Estoy viva! – Maia gritó, tomando otro trago de su bebida. Alec le pasó una a Magnus y los tres brindaron.

– Por el mejor verano de mi vida, – dijo Magnus feliz, tomando un trago.

– Concuerdo, – dijo Alec, mirando a Magnus con amor. Siguieron tomando su cerveza junto a la fogata cuando de repente Magnus sintió que Alec le abrazaba de la cintura. Magnus no protestó y se dejó hacer, sintiendo como Alec le ponía más cerca de él.

De repente la cara de Sebastián apareció, iluminada por la fogata, dándole un aspecto de villano y mirándoles con asco.

– ¿Qué mierda? Dios, – dijo con asco. – Estoy tan malditamente harto de este asqueroso pueblo. No entiendo porque tiene tantos maricones, – al terminar sacó algo de su chaqueta negra. A los chicos les tomó un segundo darse cuenta de que.

– ¡Pistola! – gritó Jace, empujando a Clary dentro de la casa.

Todos comenzaron a entrar en pánico, tambaleándose para tirarse al suelo o esconderse, mientras Sebastián observaba todo con una sonrisa llena de maldad. Después de asegurarse que Clary estuviera a salvo, Jace volvió, seguido de Alec quien había empujado a Magnus hacia la casa.

– ¿A quien debería disparar primero? – dijo mirando a su alrededor con malicia. – ¿al chico de ciudad? – apuntó el arma a la cabeza de Magnus. Alec y Jace rápidamente se pusieron enfrente. – ¿A la lesbiana? – luego apuntó hacía Aline. – ¿O a la zorra? – dijo lanzándole una mirada a Clary.

– Seba...–

– ¿Qué tal al hijo no querido? – dijo burlonamente, cortando a Aline, y apuntando a Jace. – Mamá y papá no te querían cierto? Por eso se mataron, – Sebastián se burlaba. – ¿Sabías que tu papá era un alcohólico que murió en un accidente de coche y tu mamá se disparó en la cabeza? –

Jace estaba en shock.

– ¡Basta! – dijo Aline, dando un paso adelante. Sebastián solo rió amargamente. – Oh Aline, mi dulce prima. Quizá debería dispararle a tu amiga lesbiana, – Helen se tensó. – No, mejor primero la bonita, siempre es la primera en morir. No te preocupes, aun muerta te veras hermosa, – dijo apuntando a Isabelle, quien aunque estaba asustada, no lo mostró.

– Nadie tiene que salir herido, Verlac, – dijo Jace, alzando las manos. Aunque estaba enojado, sabía que debía intentar mantener las cosas calmadas.

– Lo se, – contestó Sebastián. – Pero quiero herirles. Quiero que sientan como se siente, – Magnus no tenía idea de que hablaba, pero ahora mismo eso era lo que menos le importaba. No tenía miedo de morir, tenía miedo de hacerlo sin poder haber hecho las paces con sus padres. – ¡Quiero que sepan como se siente! – gritó de nuevo, levantando el gatillo hacía Magnus.

Magnus cerró los ojos por un momento, demasiado paralizado, pero el disparo nunca llegó. Abrió los ojos y se encontró con dos figuras enredadas peleando. Clary se había colgado del cuello de Sebastián, mirándole con furia y determinación.

– ¡Pequeña zorra! – Sebastián rugía, soltando el arma para poder deshacerse de Clary.

Jace aprovechó el momento y tomó el arma, apuntándole a Sebastián, quien no le tomó mucho lanzar a Clary al suelo. Ella se alejó rápido e Isabelle se acercó para ver como estaba.

– Ríndete, – dijo Jace. Alec estaba en frente de Magnus, acariciando sus manos. – Los policías vienen en camino. –

– Como digas Herondale. –

Todos se congelaron – ¿Qué dijiste? – Jace susurró, casi soltando el arma, mirando a Sebastián en shock.

– ¡Pon las manos en la cabeza y baja el arma! – gritó una voz, mientras el lugar se llenaba de una luz roja y azul. Jace soltó el arma y se alejó de Sebastián. Alec soltó a Magnus y rápidamente les explicó a la policía lo sucedido. Esposaron a Sebastián y lo subieron a la patrulla. Ni siquiera lucho, y todo el tiempo tuvo esa horrible sonrisa en su rostro.

– ¿Tus padres están en casa? – le preguntaron a Aline, quien negó.

– Se fueron a cenar a la casa de unos amigos, para que pudiera hacer la fiesta. –

– Y ¿cómo conoces a ...– el policía leyó las notas de lo que Alec le había dicho. – ... Sebastián Verlac? –

– Es mi primo, – dijo Aline, bajito. – Siempre fue algo difícil, pero nunca pensamos que fuera capaz de algo así. –

– Hablaremos con tus padres en la mañana, – le dijo el policía. – Dado que no hirió a nadie y al parecer es su primer crimen, no le pasará nada grave, – dijo, como si a alguien le importara Sebastián. – Sus padres ya fueron avisados, van a estar bien. –

Los chicos no dijeron nada, mientras otros policías interrogaban a otros chicos, tomando fotos del lugar. Después de un rato, Luke llegó por Clary y Simon casi al mismo tiempo que Robert. Ambos se despidieron y los chicos se subieron a la camioneta de Maryse.

– Hablé con los oficiales y parece que solo van a mandar a Sebastián a casa con una advertencia, – dijo Robert, después de ir manejando por un rato en silencio. – Así que no se preocupen, y enfoquémonos en dejar esto atrás. –

Los chicos asintieron y Alec solo agarró la mano de Magnus.

– No puedo creer que solo le den una advertencia, – habló Jace, enojado, diciendo lo que todos estaban pensando.

El resto del camino fue en silencio, nadie sabia que decir. Cuando llegaron a la casa, los chicos se bajaron del coche y entraron a la casa, pero Robert detuvo a Alec.

– Alexander, – dijo Robert serio. – Necesito hablar contigo. –

Alec asintió con duda, besó suavemente a Magnus y siguió a su padre a la oficina. Magnus se debatió entre subir o escuchar, pero realmente no creía poder dormir después de lo ocurrido, por lo que se acercó para escuchar la conversación.

– No entiendo lo que dicen, – la voz de Alec salió alta y Magnus pudo notar que sonaba herido.

– Estoy diciendo que no creo que sea bueno para ti, – la voz de Robert salía firme y el estómago de Magnus se revolvió.

– Y yo digo que tu no eres el que decide eso. –

– Alexander, casi te pierdo a ti y a tus hermanos esta noche. No quiero ni pensar en lo que pudo haber pasado. Tu no solías ir a fiestas hasta que él llegó y ambos conocemos su historia. Yo solo...–

– ¿No quieres que esté con él? ¿Quieres que se valla? –

El corazón de Magnus se detuvo. Claro, hablaban de él. De cómo Alec debía terminar con él. Y Robert tenía razón. El solo traía problemas a la vida de Alec. Si le terminaba, Magnus lo entendería.

– No voy a hacer que se vaya, pero tu deberías pensarlo. Alexander, ayer desapareciste con él, a quien sabe donde porque no nos quieres decir. Ya casi no estás por aquí, tu madre y yo casi no te vemos ya...–

Magnus se alejó de la puerta y se fue a su habitación, incapaz de seguir escuchando. Cada cosa que decía Robert era como un golpe en el estómago, un recordatorio de que Magnus no era lo suficientemente bueno para Alec.

Se quedo sentado en la cama, viendo al piso, hasta que escuchó un toque en la puerta. No contestó por lo que Alec entró.

– Magnus, – dijo Alec, con tono serio y triste. – Tenemos que hablar. –

– No tienes que decirlo, – dijo Magnus, bajito. – Lo escuché y lo entiendo. –

– ¿Qué entiendes? – preguntó Alec, sorprendido. Se acercó y tomó la mano de Magnus, pero este se separó sin querer mirarle. – ¿Magnus? –

– Que vas a terminar conmigo, – dijo Magnus, sin aliento por el dolor en el pecho. – Lo entiendo. No soy una buena influencia, tu papá tiene razón, – Magnus podía sentir las lágrimas en sus ojos.

– Magnus, – la voz de Alec sonaba algo divertida ahora mientras Magnus intentaba no llorar. – No voy a terminar contigo. –

– ¿Qué? – Magnus levantó la cabeza. – Pero tu papá te lo dijo. Y tiene razón, en todo. Soy una terrible influencia. –

– No voy a terminar contigo porque mi papá piense que no eres bueno para mi o no eres bueno para mi futuro, – Alec suspiró. – Te voy a mantener conmigo porque te amo. Nada de lo que digan va a cambiar eso. –

– Oh, – masculló Magnus. – Estaba convencido de que me ibas a dejar. Tienes que entender que las palabras "necesitamos hablar" no es la mejor forma de iniciar una conversación. –

– ¿Soy el único del mundo que no sabía eso? –

– Probablemente. ¿Supongo que nunca terminaste realmente tu falsa relación con Maia? –

– Bueno, – Alec sonrió, encogiéndose de hombros. – Fue algo como "ya no quiero fingir salir contigo" y un "okey, sigamos siendo amigos". –

– Okey, – dijo Magnus, ya relajado. – Ignorando mi pequeño episodio dramático, de esos que he tenido bastante estos últimos días, ¿qué querías decirme? –

– Oh, si, – Alec sonrió. – Te iba a decir que tienes que llamar a tus padres. –

– ¿Qué? ¿Por qué? No he hablado con ellos desde ya sabes que. –

– Lo se, – Alec asintió, pasando las manos por su cabello. – Pero también se que necesitan saber lo que pasó esta noche, necesitas hablarlo con ellos. –

– ¿Por qué? –

– Magnus, gracias a dios no paso, pero si te hubieran disparado esta noche, no habrías podido arreglar las cosas. Ellos vivirían con la culpa por siempre. Y se que si la situación fuera al revés, tu no serías capas de vivir sabiendo que nunca arreglaron las cosas, – Alec le tomó del rostro, acariciándole. – Necesitas hacer esto, tanto por ti como por ellos. –

– Yo solo...– Magnus sacudió la cabeza. – No se que decirles. ¿Puedo llamarles después? –

– Bueno, mi mamá planea llamarles en la mañana para platicar con ellos sobre lo que pasó con Sebastián, así que...–

– Esta es mi última oportunidad de decirles antes de que ella lo haga. –

– Bingo. – Alec le miro con suavidad. – Si yo fuera ellos, querría saber que estas bien. Y querría escucharlo de ti. –

*

– ¿Hola? –

– ¿Papá? – la voz de Magnus salió bajita. No había hablado con su papá en semanas, y con todo lo que había pasado se preguntó si aun le podía llamar así. – ¿Y mamá? –

– Está dormida, – habló su papá. – ¿Qué tal Texas? –

– Bien, – dijo Magnus, queriendo reír por la incómoda situación. No sabía que decirle pero no quería solo soltarle "resulta que no soy tu hijo. – Tengo un novio. Realmente me gusta, mucho. –

– Me alegro, – su papá rió. – ¿Pero estás bien? ¿No has hecho muchas locuras? – Magnus decidió que era el momento de mencionar a Sebastián.

– Si, estoy bien. Alec es maravilloso, – decidió comenzar con su novio. – A estado ayudándome a lidiar con, – hizo una pausa. – Todo. –

– Tu madre me dijo que lo sabes, – dijo con voz suave. Podía recordar todas las veces que estuvo en casa de Camille quejándose sobre lo distante que era su papá, o que casi nunca estaba. Pero también recordaba todas las veces que con esa misma voz había escuchado sus problemas.

– Si, lo sé, – dijo Magnus sintiéndose pequeño. – Le conocí. –

Hubo un silencio por lo que se sintió un gran rato, hasta que su papá habló, ahora escuchándose igual de pequeño que Magnus. – ¿Qué tal es? –

– Horrible, – Magnus soltó, cerrando los ojos. – Parece agradable al inicio, pero es del tipo horrorosamente homofóbico. –

– Lo siento. –

Magnus contuvo de reírse sarcásticamente. – No es tu culpa. De hecho, yo soy el que lo siente, – Magnus sintió como comenzaban a caer sus lágrimas. – No soy tu hijo. Todos estos años me he enojado por cosas estúpidas contigo cuando ni siquiera tenía el derecho. –

– No digas eso, Magnus. – su papá suspiró. – Nunca quiero que te disculpes por cosas que están fuera de tu control. Cuando tu mamá me dijo que no eras mi hijo, ella mintió. Porque yo decidí que lo fueras, criarte como mío. Y no puedo imaginar teniendo un mejor hijo que tu, sin importar que no tengas mi sangre. –

– Pero siempre has sido tan distante, casi nunca tenemos cosas en común de que hablar. –

– Magnus, eso no tiene nada que ver con quien es tu padre, – su papá sonó sorprendido. – Eso es porque honestamente no puedo pensar en nada que decirte sobre tus cosas de moda sin sonar como un completo idiota. –

Magnus rió, aun llorando. – Yo me siento igual sobre tus deportes, para ser honestos. –

– Lo supuse, – su papá rió también. – Siempre has sido tan seguro de ti mismo. A tu edad yo no podía manejar nada sin mis padres. Y aunque parece que tu solo puedes arreglártelas, tienes que saber que siempre estaré aquí. –

– Suena bien, – dijo Magnus, sonándose la nariz. – Cuando vuelva a casa quizá podamos ver partido de ese equipo de hockey que tanto te gusta. –

– ¿Los Rangers? – su papá sonaba sorprendido. – Quizá tu podrías mostrarme tus diseños. He estado investigando y comprándote cosas para que puedas hacerlos, así como la universidad que quieres. –

– Sería increíble. Gracias papá, – Magnus comenzaba a sonar feliz, pero de repente recordó por que llamaba. – ¿Papá? De hecho hay algo más que tengo que decirte. Hubo un accidente esta noche. Nadie salió herido pero pensé que debías saberlo...

Magnus le dio un resumen a su papá de lo que pasó, dejando los insultos fuera y solo asegurándole que ya se habían hecho cargo de Sebastián y que todos estaban bien.

– Lo importante es que estás bien, – dijo su papá. – Eso debió haber sido horrible. ¿Seguro que estás bien? ¿No quieres volver a casa? –

Realmente extrañaba a su familia, a sus amigos, una parte de él quería volver. Pero una parte mayor le retenía ahí, Alec.

– No, – dijo Magnus, con seguridad. – Quiero decir, una parte mía quiere regresar, pero necesito quedarme. Alec...– pausó, tratando de encontrar una forma de expresarse. – significa el mundo para mi. Le amo, se que es muy pronto...–

Su papá chasqueó. – Yo me enamoré de tu madre la primera vez que la vi. Así que no puedo juzgarte. La convencí que abandonara su hogar y se viniera conmigo porque no podía soportar vivir sin ella. –

Era una historia diferente a la que Asmodeus le había contado, pero le hizo sonreír. Pensar en sus padres jóvenes y desesperados como él y Alec.

– Bueno, – dijo Magnus, notando la hora y deseando que no fuera tan tarde. – Creo que ya es muy tarde, ¿hablamos luego? –

– Claro, – dijo su papá. – Te amo, hijo. –

– Yo también, papá. –

Magnus se quedó sentado en su cama dejando las lágrimas caer. Porque de alguna forma, esa conversación se sintió como el inicio de algo bueno. Era una promesa de una mejor relación por parte de ambos. Después de unos minutos, Alec entró a la habitación.

– ¿Estás bien? – le preguntó Alec, limpiando las lágrimas de su mejilla de forma gentil.

En sus ojos Magnus pudo ver preocupación de que la conversación hubiera ido mal. Pero no, ahora se sentía más ligero, amando aun más a sus padres. Ellos le amaban. Magnus le miró y sonrió entre lágrimas. Porque todo este tiempo había pensado que Alec tenía más suerte que él, a tener a sus padres que le amaban incluso aunque a veces fueran distantes o no le comprendieran. Había estado celoso de esa relación, pero ahora creía que por fin él también la había conseguido.

– Si, – Magnus asintió. – Lo estoy. –


Bueno, para mi este capítulo fue intenso porque se lo que es tener una pistola apuntándote y no se lo deseo a nadie. En mi caso fue un asalto pero aun así fue horrible.
También tengo un amigo que pasó por algo similar, pero a él si le enterraron un cuchillo, solo porque era gay. Por suerte está bien, pero la verdad es que esta clase de situaciones siempre tocan un nervio sensible en mi, porque sabes que son reales y le pueden pasar a tus amigos o hasta familiares. Espero que ninguno de ustedes haya tenido una horrible experiencia como esta...

Y que disfruten el capítulo (;

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