Doctor Who (V) : Coincidences...

By AprilHdzzCapaldi

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No es fácil nada de esto, ¿hasta cuándo todo los que nos toca debe de terminar así? No lo sé, pero aún me sig... More

Cast
Prólogo
Capítulo 2: La bestia de abajo
Capítulo 3: La victoria de los Daleks
Capítulo 4: El tiempo de los ángeles
Capítulo 5: Carne y Piedra
Capítulo 6: Vampíros en Venecia
Capítulo 7: La eleccion de Amy
Capítulo 8: La Tierra Hambrienta
Capítulo 9: Sangre fría
Capítulo 10: Vincent y el Doctor
Capítulo 11: La Pandórica se abre
Capítulo 12: El Big Bang
Capítulo 13: La Canción de Navidad
Epílogo: El fin de una historia, el inicio de otra
=Aviso=

Capítulo 1: La penúltima hora

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By AprilHdzzCapaldi

― ¡Eres un tonto! – le grito mientras me aferro a una cuerda para no caer en algún lugar con llamas.

― ¡Aun así me amas! – responde orgulloso –. Pregunta seria. ¿Recuerdas como volar esto?

― Te diría, pero...

Mis manos no aguantan más, por lo que termino cayendo hasta que chocó contra varias almohadas. Me quito los objetos para levantarme, pero es un fracaso debido a que la gravedad de la TARDIS no ésta funcionando. Suelto un grito de frustración porque es la primera vez que una regeneración del Doctor termina con una TARDIS destruida.

Agarro un libro que me regaló Jack hace mucho tiempo y que no estoy dispuesta a perderlo bajo ninguna circunstancia. Empiezo a escalar, lo cual es un camino eterno porque no le encuentro el fin, pero en algún momento tengo que llegar a la puerta de la nave. Son los minutos más largos, pero logro llegar haciendo que suelte un suspiro de alivio al saber que puedo descansar un poco.

Maldigo al Doctor en lo que me quito algunos mechones de mi cabello de mi cara. Veo a mi alrededor para encontrarme con una niña pelirroja sorprendida observándome. La pequeña no pasa de los diez años, esta vestida con su pijama que es un blusón rosa con pequeños rombos rojos de manera simétricas y un suéter que combina con su pijama. Doy un saltó afuera de la TARDIS para verla.

― ¿Quién eres tú? – pregunto una vez que recupero mi respiración.

― Yo soy...

Deja su frase en el aire porque las dos vemos como una cuerda se atora en el marco de la caja azul haciendo que me acerque. Dos manos aparecen, seguido de una cara de felicidad por parte del Doctor. Cruzo mis brazos y frunzo el ceño para demostrar mi enojo, pero él no se percata.

― Eres un tonto – me agacho para agarrar algunas hojas que se encuentran en el piso para aventárselo –. ¡¿Cómo se te ocurre regenerarte sin avisar?! ¡Casi nos matas!

― ¿Ustedes son policías? – pregunta la niña haciendo que los dos volteemos hacia donde se encuentra ella.

― No – responde el Doctor.

― Entonces, ¿por qué dice ahí: Caja de policía? – señala hacia el letreto.

― Es complicado – digo dudosa.

― Tengo hambre – interviene el Doctor emocionado –. Nunca había tenido hambre. ¿Tienes una manzana? – se dirige a la niña –. ¡Me encantan las manzanas!

La niña asiente confundida y empieza a caminar en dirección a su casa. Me doy vuelta para percatarme que el Doctor parece un vagabundo con su ropa desliñada debido a su regeneración haciendo que niegue con la cabeza. Decido seguir a la pelirroja hasta el único lugar de la casa donde está la luz encendida. Veo que la niña agarra una manzana para entregársela a mi esposo.

― Las manzanas son mi fruta favorita – comenta el Doctor emocionado.

Él le da una mordida emocionado, pero su rostro se transforma en una de asco haciendo que corra hacia el fregadero para escupir la fruta. La niña se encuentra confundida por la reacción del hombre que se encuentra en frente de nosotras.

― Algunas personas tenemos modales – digo en voz alta para que me escuche.

― ¿Qué es esto? – pregunta indignando en lo que continúa escupiendo la manzana –. Esto sabe horrible.

― Eso es una manzana – respondo al recordarme que tengo conocer esta nueva versión del Doctor.

― Y acabas de decir que es tu favorita – secunda la niña confundida.

― Bueno, no lo es.

Veo que la niña agarra otra manzana haciéndole unos cortes pocos profundos para dar forma a una carita feliz. Eso me recuerda que si no habrá alguien cuidando a la pelirroja y si el Doctor no habría hecho demasiado ruido como para despertar a las personas que se encuentran en el lugar.

― ¿Por qué la manzana tiene una carita feliz? – pregunto entre confundida e interesada.

― A mí no me gustan las manzanas – la niña agarró la fruta con melancolía –. Cuando era más pequeña, mi mamá les hacía una cara para que pudiera comerla.

― ¡Ya se que quiero! – anuncia el Doctor emocionado –. Pan con mantequilla.

― ¿Estás seguro de que quieres eso? – pregunto preocupada porque pueda repetirse una escena parecida a la de la manzana.

― Por supuesto.

La niña saca la mantequilla del refrigerador y el pan de la alacena. Ella le prepara el platillo para entregárselo al Doctor, que se encuentra sentado. Él se ve emocionado por comer el platillo.

― Este es mi favorito – anuncia con una sonrisa.

Le da la primera mordida, pero su cara demuestra disgusta por lo que agarra el plato y se levanta de su lugar. Las dos lo seguimos para ver como aviente el plato hacia la calle como si se tratara de un disco volador.

― ¡Y no vuelvas nunca! – advierte el Doctor.

― ¿Es en serio? – pregunto incrédula una vez que reingresa a la casa –. ¿Acabas de amenazar a un plato de pan con mantequilla?

― Tenía que – pongo mi mano en mi rostro al escuchar su respuesta –. Parecía amenazante.

Los tres regresamos a la cocina para saber qué es lo que quiere el Doctor de comer. Él se detiene para observar con mucha atención a la pelirroja haciendo que el momento se volviera incomodo para todos.

― Tú eres escocesa – concluye después de unos largos segundos en silencio –. Tú debes de saber cómo cocinar.

― ¡Doctor! – lo reprendo.

― ¿Qué quieres que haga? – pregunta la niña interesada.

― No sé – responde el Doctor indiferente.

La niña empieza a buscar entre las repisas comida que le pueda a dar a mi, nada hambriento, esposo. La ayudo a buscar mientras el Doctor solo se limita a observar a su alrededor. Después de todo, todo vuelve ser nuevo para él. La pelirroja encuentra una lata de habas por lo que decide prepararlo. La ayudo porque, al parecer, soy la única adulta responsable en la cocina. La niña pone el mantel y un tenedor en el lugar donde se encuentra sentado el Doctor.

― Ahora sí. Comida buena – comenta satisfecho.

Da el primer bocado, pero corre de nuevo hacia el fregadero para repetir la misma acción que con la manzana. La niña y yo intercambiamos miradas asqueada. Doy media vuelta para recordarme que no es el mismo Doctor que había visto horas atrás.

― ¿Qué más me puedes dar? – pregunta el Doctor pensativo.

La niña vuelva a abrir el refrigerador para sacar huevos y tocino para prepararlos en el mismo sartén que había preparado las habas. Ella le entrega al Doctor un cuchillo y un tenedor en lo que yo reviso que la comida no termine quemándose. Cuando termina de preparar, le entrega el plato. Al igual que todas las veces anteriores, después del primer bocado, decide echarlo a la basura.

― Tienes un paladar muy exigente – concluyó en lo que cruzo mis brazos.

― Todavía no sé qué me gusta – responde frustrado –. Espera.

El Doctor abre la puerta del refrigerador para buscar su propia comida. Mi sorpresa es grande cuando veo lo que saca, siendo una combinación demasiado extraña, aun para un Señor del Tiempo. Agarra un tazón para poner natilla y dedos de pescado haciendo que me sienta confundida por lo que está pasando. La niña agarra un bote con helado y a mí me ofrece cereal directo de la caja.

― ¿Cuál es tu nombre? – pregunta el Doctor una vez que los tres nos encontramos sentados en la mesa.

― Amelia Pond.

― Amelia Pond – repite pensativo como si trata de recordad de donde lo había escuchado –. Suena como un cuento de hadas.

― Creíste que éramos policías – intervengo interesada por su reacción al vernos –. Eso significa que necesitas ayuda.

― Sí.

― ¿Por qué?

― Hay una grieta en mi cuarto – nos explica Amelia en lo que su mirada se encuentra sobre el bote de helado –. Mi tía dice que es una grieta normal, pero yo le tengo miedo.

― ¿Por qué le tienes miedo? – pregunta el Doctor interesado.

― Porque siempre escucho voces y dicen lo mismo.

― ¿Qué es lo que dice? – es claro que esa no es una grieta normal.

― El prisionero ha escapado. El prisionero cero ha escapado.

― Amelia – la mencionada centra su atención en mí –. ¿Dónde están tus papás? ¿No deberían de haberse despertado y de haberse dado cuenta que estás hablando con dos completos desconocidos? Porque estamos haciendo mucho ruido.

― Mis papás no viven conmigo – responde triste –. No sé lo que pasó en realidad. Yo vivo con mi tía.

― ¿Y tú tía no despertara con el ruido que estamos haciendo? – pregunta el Doctor intrigado.

― Mi tía se fue de viaje.

― ¿No te da miedo?

― ¿Qué? – pregunta Amelia confundida.

― La grieta de tu cuarto – respondo consternada por lo que escucha en las noches.

― Mucho.

― En ese caso, vamos – propone el Doctor.

Los tres dejamos los platos en el fregadero y seguimos a Amelia hasta su cuarto para ver la grieta a la que le tiene miedo. Entramos en silencio para percatarme que es un cuarto normal, pero mi mirada se detiene a la pared contraria de la puerta para ver la grieta. El Doctor y yo nos acercamos para poder analizarla con detalle.

― ¿Estás pensando lo mismo que yo? – le pregunto al Doctor en un murmuro en lo que pasó mis dedos en la orilla.

― ¿Qué es una grieta del tiempo? – asiento con la cabeza.

― ¿Qué es una grieta del tiempo? – pregunta Amelia confundida.

― Una grieta del tiempo son don líneas paralelas en el espacio y tiempo que nunca se tocan – explica el Doctor en lo ambos analizamos la fisura.

El Doctor agarra un vaso que se encuentra en el cuarto para aventar el agua que se encuentra en su interior sin importarle que esté mojando. Pone la base del vaso en su oído y el lado contrario en la grieta. Nos hace una señal para evitar que emitamos algún ruido. Después de algunos segundos, ve a Amelia.

― ¿Qué pasa? – pregunta la niña confundida.

― ¿Ves cuando los adultos te dicen que todo ira bien y tu crees que, probablemente, están mintiendo para hacerte sentir mejor? – pregunta el Doctor.

― Sí.

― Todo irá bien.

La grieta se abre, haciendo que casi pierda el equilibrio al ver un enorme ojo azul observando al interior del cuarto de Amelia. El Doctor la hace saber al carcelero que ahí no se encuentra el prisionero cero, provocando que se cierre la grieta de inmediato. El muro vuelve a la normalidad como si nunca hubiera existido la fisura.

― ¿Viste? Ya está arreglado la grieta – le digo a Amelia satisfecha.

Un ruido hace que el Doctor y yo nos preocupemos porque es la alarma de la TARDIS. Los dos bajamos corriendo lo más rápido que podemos hacia al jardín. Los dos vemos como sale humo de la cabina, haciendo que los dos nos sentáramos en la orilla para poder ingresar.

― ¿Qué es eso? – nos pregunta Amelia interesada.

― Es una máquina del tiempo – responde el Doctor.

― ¿Pueden llevarme con ustedes? – nos pregunta emocionada.

― Solo danos cinco minutos y regresamos por ti – afirma el Doctor.

Los dos damos un brinco para entrar porque la gravedad sigue sin funcionar. El Doctor chasquea los dedos como River Song le había dicho durante la Biblioteca. Nos cuesta trabajo estabilizarla, pero logramos hacerlo junto con la gravedad. Empieza a salir mucho humo de la consola haciendo que los dos salgamos lo más rápido posible, evitando que el humo llegue a la nariz.

Los dos observamos a la TARDIS en lo que la vemos llena de humo. Parpadeo un par de veces a mi alrededor para percatarme que ya es de día. Los juegos están abandonados y como hace mucho no juegan con ello. Definitivamente pasaron más de cinco minutos.

― Doctor – le jalo la manga para obtener su atención –. Creo que nos pasamos de los cinco minutos.

― ¿Por qué lo dices? – pregunta desinteresado.

― Ya es de día. Y como son tú y la TARDIS, es posible que la pequeña Amelia Pond no nos haya visto en un largo tiempo.

― Eso tiene sentido – responde pensativo –. Pero hay algo que me está dando vueltas que era, ¿por qué estaba la grieta en el cuarto de Amelia? La respuesta es sencilla. El prisionero cero encontró la grieta por lo que logró escaparse por ahí y, ahora, se encuentra escondido en su casa.

El ruido de los motores de la TARDIS funcionando hace que los dos volteemos para ver como se está desmaterializando en frente de nosotros en lo que el Doctor maldice en voz alta. Es extraño porque nosotros nunca estamos afuera cuando sucede. Tenemos que pensar que es lo que debemos de hacer.

― Bueno – me encuentro incomoda ante todo el escenario que se encuentra en frente de nosotros –. Creo que tenemos dos opciones. La primera es que esperemos aquí hasta que la TARDIS se digne a reaparecer. La segunda, es buscar a Amelia Pond y advertirle que se encuentra en peligro en lo que la TARDIS regresa.

El Doctor se dio media vuelta para entrar a la casa en lo que grita el nombre de la niña. Solo lo sigo en lo que abre la puerta con el destornillador sónico. Eso me hace recordar que tengo el mío haciendo que lo saque y para mi sorpresa, se encuentra en buen estado para todo lo que hemos vivido en las últimas horas.

― ¡Amelia! – grita el Doctor en lo que sube las escaleras con pasos torpes –. Amelia, ya sé porque está la grieta en tu cuarto.

― Doctor, ¿puedes ser más discreto?

― Pero le tenemos que decir el peligro que corre.

― Pero no gritándole – lo agarro del brazo para detenerlo –. ¿Qué tal si su tía ya regreso? Se enojará con ella si se entera que dejo pasar a dos desconocidos entrar a su casa.

El Doctor cae haciendo que me hinque para asegurarme que se encuentre bien. Pero antes de que pueda reaccionar, siento como algo golpea mi cabeza, provocando que todo se vuelva de color negro.

Abro los ojos, pero veo borroso. Parpadeo un par de veces haciendo que me mueve, pero algo me detiene. Volteo para encontrarme que me encuentro esposada en el calentador haciendo que suelte un suspiro de frustración. El Doctor se encuentra a mi lado inconsciente, peto también esposado.

― Doctor – lo trato de despertar con mi mano libre, pero no reacciona –. ¡Doctor!

― Déjalo – interviene una voz femenina haciendo que mi atención siga concentrada en el Doctor.

― No, no lo entiendes. Su salud es algo delicada por el momento.

― Eso hubieran pensado antes de entrar.

― Yo no entré, fue él. Yo solo lo sigue para que no hiciera una tontería – le explicó a la mujer.

Volteo para encontrarme con una mujer joven que está en el comienzo de sus veintes, pelirroja. Está vestida con un uniforme de policía, pero hay algo muy extraño en todo su conjunto. Algo que le falta, pero no sé qué es con exactitud.

― Amelia – los balbuceos del Doctor interrumpen mis pensamientos –. Necesito buscar a Amelia.

― ¿Qué quieres saber sobre Amelia? – pregunta la desconocida interesada.

― Necesitamos decirle algo muy importante sobre su casa.

― Amelia desapareció hace seis meses – responde la chica haciendo que me quede impactada.

― ¿Qué? – pregunto incrédula para soltar aire por la boca –. Esa respuesta no me lo esperaba.

― ¿Quién eres tú? – pregunta el Doctor interesado.

― Soy la nueva dueña de la casa.

Observo a la chica con más atención para percatarme que ella se encuentra mintiendo sobre Amelia. Es tan parecida a ella. Un minuto. Es tan parecida a ella porque ella es Amelia Pond. Me encuentro sorprendida al darme cuenta que han pasada, por lo menos, más de cinco años desde la última vez que ella nos vio. Amelia y yo no podemos decir nada porque el Doctor no deja de hablar sobre lo peligroso que implica estar en esta casa.

― Supongo que debes de saber cuántas puertas hay en este piso – dice el Doctor una vez que se tranquiliza.

― Claro que sí – responde la pelirroja segura –. Cuatro –los empieza a enumerar en lo que señala las puertas con sus dedos sin voltear.

― Hay una puerta demás – le advierte el Doctor –. Una puerta que solo puedes ver por el rabillo de tu ojo. Una puerta que solo está en esta casa.

Amelia voltea con lentitud haciendo que pongo mi mano en mi cara al ver que la había puesto en peligro. La chica Pond regresa su atención hacia nosotros sorprendidas haciendo que la arrastráramos a nuestra inesperada aventura.

― Señor, tenemos información sobre la niña Amelia Pond. Hay un sujeto que dice tener información sobre ella ― no responde del otro lado del radio. Ella se acerca al Doctor –. ¿Cómo apareció esa puerta?

― Esa puerta lleva aquí hace mucho tiempo – responde el Doctor –. Por lo que más quieras, no vayas a entrar ahí.

Primera regla con los humanos, no les digas que hay peligro porque siempre irán directo a ellos. Con mi mano libre intento agarrar mi destornillador sónico y deshacerme de las esposas, pero parece que no funciona porque no sé dónde quedó. Veo que el Doctor intenta hacer los mismo. No le quiero decir nada al Doctor para ver cuánto tiempo se tarda en reconocer a Amelia Pond.

― Es un cuarto vacío – grita Amelia una vez que ingresa.

― Es porque no se ve a simple vista – le advierte el Doctor preocupado una vez que intenta liberarse, pero su destornillador explota una vez que termina de usarlo, provocando que intercambiemos miradas de confusión –. ¡Sal de ahí!

Amelia sale rápido del cuarto y cierra la puerta de inmediato para ver como su rostro cambiaba por tranquilidad, pera está muy lejos de la realidad, o eso creo.

― Ayúdanos a buscar a Amelia y nosotros te ayudaremos a investigar que hay en ese cuarto – el Doctor negocia.

― En ese caso, vamos – la pelirroja le sigue el juego.

El Doctor intenta usar de nuevo su destornillador, pero sale chispas de nuevo haciendo que me asuste un poco. En definitiva, ese destornillador dejó de funcionar.

― ¿Por qué se quedan ahí?

― ¡Oh! No sé. ¿Tal vez porque estamos esposado? – suelto con sarcasmo.

Amelia nos observa por unos instantes y se acerca para quitarnos las esposas. Toco mis muñecas al sentir que la circulación vuelve a la normalidad haciendo que alce mi mirada para encontrarme a un hombre con un perro. El hombre emite un gruñido haciendo que la situación se vuelva más extraña. Después, el mismo hombre, emite un ladrido. El momento que le desconocido abre la boca, parece que sus dientes son afilados y están pegados, al mismo tiempo.

― Tenemos que salir de aquí, ahora – le digo a Amelia preocupada –. ¡Haz algo!

― ¿Por qué yo? – pregunta confundida.

― Se supone que eres policía.

― ¿Qué es lo que necesitan?

― Una computadora – responde el Doctor desesperado –. Necesito ver algo urgente.

Amelia agarra un bate de baseball que se encuentra en el pasillo para golpear al hombre y el perro. El Doctor y yo nos levantamos con dificultad. Le agradezco a Amelia que haya reaccionado a tiempo. Los tres caminamos en dirección hacia el pueblo donde ella vive.

Amelia sigue caminando hasta que se detiene en frente de una casa haciendo que toque el timbre para ser atendida. Una mujer abre la puerta para sonreírle a la pelirroja de una manera amable.

― Amelia – pongo mi mano en mi boca para esconder mi sonrisa al ver la reacción del Doctor al escuchar el nombre o que a ella se le acabara su teatro.

― No, tía – responde nerviosa.

― ¿Quiénes son? – no señala a nosotros, pero abre sus ojos de sorpresa –. ¡Es el hombre andrajosa y la chica que lo acompañaba! ¿Cómo le decías? ¡Ah, sí! La chica bonita. Perdón, Amy, por haber dudado de ti.

Volteo hacia el Doctor que se acaba de dar cuenta que la chica con la que habíamos estado hablando había sido la pequeña Amelia Pond. Los tres subimos las escaleras para dirigirnos a un cuarto en dónde se encuentra a un chico con una computadora acostado en su cama.

― Lo siento – Amelia le quito la computadora para entregárselo al Doctor –. Lo necesito.

― ¡Oye! ¡La estoy usando! – responde molesto.

― ¿No tienes una vida social? – le pregunto confundido.

El Doctor se acomoda en la cama en lo que empieza a teclear en lo que dice muchas cosas al azar que no logro entender. Se detiene un instante para ver al chico que se encuentra confundido que los tres nos encontramos en su cuarto.

― Tú, en serio, necesitas una vida social – le dice el Doctor ofendido.

Mi esposo le pide ayuda al chico haciendo que Amelia y yo intercambiemos miradas de confusión. El chico termina de teclear. El momento se convierte en incómodo.

― Es hora de irnos – anuncia el Doctor para voltear hacia el chico –. Deberías de conseguirte una novia en vez de estar aquí encerrado.

Bajamos al primer piso donde se encuentra la tía de Amelia, quien le pide a su sobrina que la venga a visitar más seguido. Los tres salimos a la calle para seguir a Amelia por el pueblo en lo que la seguimos por el pueblo.

― ¿Amy? – pregunta el Doctor sorprendido –. ¿Así que ahora te haces llamar Amy?

― Porque es una abreviatura de Amelia – le explico a mi esposo.

― ¿Y tú lo sabías? – me pregunta indignado –. ¿Y no me dijiste nada?

― Bueno, si le hubieras puesto atención por unos segundos, te hubieras dado cuenta. Aparte, yo fui la que se regeneró.

― ¿Cuánto tiempo ha pasado? – el Doctor le pregunta Amy.

Por lo menos, pasaron más de diez años, pero no estoy segura por completo. Suelto un suspiro al ver que pasó el mismo caso que Rose. El Doctor le había afirmado que solo había pasado una noche cuando había pasado todo un año. Ahora, le habíamos prometido a Amy que volveríamos en cinco minutos, pero habíamos tardado más de lo esperado.

― ¿Por qué no nos dijiste que eras tú en un principio? – pregunta el Doctor sorprendido.

― ¿Por qué dijiste que cinco minutos? – pregunta ofendida –. Pasaron 12 años y tuve que ir cinco psicologos.

― ¿Cinco psicólogos en 12 años? – digo sorprendida.

― Mordí a cuatro porque decían que ustedes no existían – responde a la defensiva.

― ¿Y me conocieron como el hombre vagabundo? – pregunta ofendido.

― Lo peor es que yo te acompaño – digo en el mismo tono que el Doctor.

― ¡Oye! Eso no es tan malo – me detengo al ver los girones que eran ropas horas atrás –. Depende de como lo veas.

Amy le agarra la corbata, o lo que quedaba de ella, para jalarlo por el pueblo. Yo solo los sigo, esperando ver que es lo está sucediendo, esperando que sucede por si tengo que intervenir. El Doctor balbucea muchas cosas incoherentes que ninguno de las dos le ponemos mucha atención.

― ¿Qué es eso? – pregunta el Doctor señalando una pequeña fuente en el piso por donde pasamos.

― Es un estanque para para patos – responde Amy para detenerse.

― ¿Cómo sabes que es un estanque de patos?

― Porque uno, simplemente, lo sabe – responde confundida.

― ¿Cómo lo sabes si no hay patos? – señala el Doctor.

― Estás haciendo mucho escándalo por un simple estanque de patos sin patos – cruzo mis brazos.

El cielo empieza a oscurecerse, haciendo que volteara de inmediato. Hay una nave cubriendo una gran parte del pueblo en lo que un ojo observa en diferentes direcciones en busca del prisionero cero. Después de varios minutos, anuncia que, si el prisionero cero no se presenta, destruirá la Tierra. Suelto un suspiro porque esas no son buenas noticias.

― Tenemos que hacer algo – le digo al Doctor con la esperanza de que el Doctor ya esté elaborando un plan.

― ¡Tú! – grita el Doctor.

― ¿Rory? – pregunta Amy confundida.

Mi atención va hacia un chico rubio que se encuentra vestido con su uniforme de enfermería en el parque. A diferencia de toda la demás gente, su atención no se encuentra en la nave, sino en otra persona que se encuentra en el mismo lugar, que tampoco esta poniendo atención.

― Dame tu teléfono – le ordena a Rory.

― Compra el tuyo – responde ofendido.

― Rory, dáselo – le ordena Amy haciendo que el mencionado le entregará su celular a mi esposo.

Me acerco al Doctor para ver lo que está viendo en el celular de Rory. Son varias fotografías de diferentes personas haciendo que me sienta confundida por lo que contiene su galería. El Doctor se detiene en la foto del mismo hombre que había aparecido en la casa de Amy.

― Este es... – señala Amy asustada.

― El prisionero tiene la habilidad de cambiar de forma – explica el Doctor.

― Y aprende como hacerlo para poder escapar – termino su explicación –. ¿En qué lugar me escondería para que nadie me encuentre? – pregunto pensativa.

La nave empieza a deslizarse para detenerse encima del hospital haciendo que suelte una mueca de disgusto al saber cómo podrían acabar las cosas. Lanzan una última advertencia al prisionero cero, que es obvio que no estará dispuesto a entregarse. Los dos tenemos que hacer algo para evitar que destruyan la Tierra.

― Dame tu celular – le ordena el Doctor al enfermero.

― Pero tú lo tienes – responde confundido.

― ¿Qué es lo que planeas? – detengo a mi esposo del brazo –. ¡Vaya! Eres menos delgado.

― Los tres vayan al hospital. Yo veré que hago – responde el Doctor –. Ya les diré el plan.

― ¿Lo vas a planear conforme a la situación se vaya presentando? – pregunto sorprendida.

― Prácticamente.

― ¿Y cómo nos enteraremos?

El Doctor voltea en dirección a Amy haciendo que volteara para percatarme que ella lleva un uniforme de policía haciendo que se me había olvidado por completo ese pequeño detalle. Ella protesta sobre que ella no es policía por lo que el Doctor la convence de que la gente lo creerá por el simple hecho de que llevaba uniforme.

Amy agarra su cabello en un moño y se pone el sombrero de policía. El chico y yo la seguimos hasta el hospital, que se encuentra cerca de nosotros. Me percato de que es un pueblo chico porque todo queda cerca.

― Necesito que saque a toda esta gente de aquí, Amy – le digo a la mencionada para luego voltear hacia el enfermero –. Chico que aún no me aprendo tu nombre, sígueme. Me tienes que ayudar a entrar.

― ¿Quién es ella? – el chico le pregunta a Amy en lo que busco mi papel psíquico.

― ¿Te acuerdos del hombre vagabundo del que te hablo? – veo de reojo que él asiente con la cabeza –. Ella es la chica bonita que la acompañaba.

― Ya vámonos, chico – llamó al mencionado.

― Mi nombre es Rory – responde ofendido.

― Lo siento. No tengo tiempo para presentaciones – recorremos los pasillos –. El mundo está en peligro, Rory.

― ¿Al menos me puedes decir cuál es tu nombre?

― Abigail, Abigail Finni... Smith.

Rory y yo caminamos lo más rápido posible, pero sin parecer sospechosos. Me llevo al siguiente piso al área de cuidados intensivos. Me siento confundida porque me trajo aquí.

― ¿Qué hacemos aquí? – pregunto confundida.

― Ellos son pacientes de cuidados intensivos que se encuentra en coma – explica Rory emocionado.

― ¿Y esto que tiene que ver con el sujeto que ladra y su perro que solo se te queda viendo?

Rory se acerca al paciente para agarrar el expediente. Lo sigo para percatarme que es el mismo hombre que el prisionero cero del que había tomado la forma haciendo que solo haya más preguntas que respuesta. Escuchamos como la puerta se abre para encontrar a una mujer enojada haciendo que se acercara a él molesta.

― Rory. ¿Qué haces aquí? Te había dicho que hoy empezaban tus vacaciones, que tienes bien merecidas. Acuérdate del reglamente. No tienes permitido venir con terceros, solo familiares.

― No se preocupe – saco mi papel psíquico para enseñárselo a la encargada de enfermería para demostrar que soy una inspectora de salud –. Soy Abigail Smith, inspectora de salud. Le pedí a Rory que me enseñara las instalaciones del hospital.

― ¿Inspectora de salud? – pregunta sorprendida –. Nadie nos había dicho que iban a enviar a una inspectora.

― Ese es el punto de que fuera sorpresa – veo a mi alrededor –. Tiene muchos fallos. Me siento decepcionada de ustedes. Me habían contado que era una persona flexible – estoy por salir del área cuando veo a una mujer parada en la ventana junto con dos niñas –. Tengo un mal presentimiento sobre esto.

Una de las niñas empieza a ladrar haciendo que Rory y yo empezamos a caminar hacia atrás. Amy llega al área de cuidados intensivos. El celular de Amy empieza a sonar, provocando que la niña deje de ladrar. Amy se encuentra hablando por teléfono, supongo que con el Doctor.

― ¡Abajo! – nos ordena Amy.

Los tres nos agachamos para ver como unas escaleras atraviesa una de las ventanas. Alzo la mirada para ver como el Doctor hace una entrada triunfal en el área de cuidados intensivos.

― ¿Acaso nos quieres matar? – pregunto enojada.

― No, exactamente.

La atención del Doctor va hacia la mujer y las dos niñas que se encuentran en el mismo lugar que nosotros. Al parecer, el prisionero cero se percata que los humanos hablan y no ladran. Él sostiene una conversación muy larga con el prisionero cero haciendo que empiece a sentir culpable a mi esposo por los 12 años de ausencia en la vida de Amy. Ella cae desmayada en algún punto de la conversación haciendo que Rory y yo nos acercamos a ella preocupados.

― Amy – los dos hacemos lo posible para que reaccione, pero no pasa nada –. ¡Amy!

Las dos lo hacemos posible para despertarla, pero ella sigue inconsciente. Le tomo el pulso con su muñeca, me siento aliviada de que aún se encuentra viva. Veo hacia donde se encuentra el prisionero cero, que había cambiado de forma. Era el Doctor acompañado de Amy y de mí. La figura de Amy es de cuando la conocimos en lo que nos agarra de las manos.

― Dime que tienes un plan – le digo al Doctor preocupada porque Amy no reacciona, pero creo que no ha volteado en dirección de cómo nos está portando el prisionero cero –. ¡Doctor!

― ¿Qué le temes, Doctor? – pregunta el prisionero cero –. ¿Tienes miedo de defraudar a una niña pequeña?

― ¡Doctor! – lo vuelvo a llamar.

― Creo que se que hacer – responde el Doctor.

Mi esposo nos hace a un lado para poner sus manos en las sienes de Amy. Él se encuentra concentrado provocando que el prisionero cero empieza a distorsionarse.

― Vamos, Amy. Concéntrate – el Doctor la alienta –. Escucha mi voz. Recuerda lo que viste en ese cuarto.

La imagen del Doctor, de Amy y mía se desvanece para aparecer un enorme gusano transparente con un ojo haciendo que me quede sorprendida. Me tapo la boca al ver la clase de criatura que se encuentra enfrente de nosotros.

― Ahora todos sabrán que estás aquí, prisionero cero – dice el Doctor en un tono de triunfo.

― Agáchate – le ordeno a Rory.

― ¿Por qué? ¿Ella estará bien?

― Sí, ella estará bien. Ahora, agáchate.

Los tres nos agachamos en lo que escuchamos los gritos del prisionero cero. Lo estaban desintegrando porque ese había sido la advertencia. Veo como Rory observa preocupado a Amy, percatándome que se encuentra enamorado de ella. En el instante que se desintegra el prisionero cero, Amy despierta de golpe.

― Hemos capturado al prisionero cero – suelto un suspiro de alivio al escuchar el anuncio –. Ahora, destruiremos este planeta en veinte minutos.

― Debe ser una maldita broma – suelto enojada.

Desde la pequeña temporada que me autoexilie de Gallifrey para quedarme en la Tierra con el Doctor en los setentas, siempre he clasificado a los extraterrestres en tres tipos. Los primeros son los amigables que se quedan a vivir en la Tierra de una manera tranquila pacífica, que es donde entramos el Doctor y yo. La segunda clase son los que quieren conquistar y sin destruir el mundo como los Cybermen, los Daleks y los Raxacoricofallapatorius. Y los últimos son aquellos que solo quieren destruir el planeta, como es el caso del carcelero del prisionero cero.

― No puedes salir así –

― ¿Por qué no? – pregunta confundido.

― Porque no puedes parecer salir como un vagabundo cuando vas a negociar la seguridad de un planeta.

El Doctor empieza a caminar haciendo que Amy, Rory y yo lo siguiéramos. Para nuestra fortuna, el hospital es de dos pisos, por lo que no es mucho lo que tenemos que recorrer. Entramos un cuarto donde hay varios casilleros y un perchero con varios pantalones, camisas y accesorios. Recuerdos de su tercera regeneración, después de que no salvó a Sarah y a mí de las arañas que planeaban invadir la Tierra. Aunque Alistair menciono algo parecido después de la regeneración forzosa del Doctor.

― ¿Qué haces? – Rory le pregunta al Doctor.

― Busco ropa para verme decente – responde el Doctor en lo que ve varias camisas.

― Pero le estás robando a estudiante de modas su ropa de segunda – señala Rory.

― ¿Por qué un estudiante de moda dejaría su ropa aquí? – pregunto confundida.

― Porque se acabó el Doctor vagabundo – responde determinado.

El Doctor se da vuelta para cambiarse de pantalones. Rory se da media vuelta para darle privacidad, pero Amy hace todo lo contrario. Yo me doy vuelta para darle privacidad también para cambiarse, lo cual no tiene sentido porque vivimos juntos después de enfrentarnos a la familia de sangre, con excepción de ese año que el Amo fue el primer ministro de Inglaterra.

Una vez que está medio arreglado, camina en dirección al pasillo. Me doy cuenta de los tirantes que se puso y lo que no combinaba su ropa haciendo que soltara un suspiro.

― No puedo creer que no puedas combinar bien los colores – digo sorprendida.

― Vamos, que no tenemos mucho tiempo, Abigail.

Los dos salimos al techo, que de no ser por la discusión que están teniendo Rory y Amy sobre por qué nos está siguiendo. El Doctor observo los objetos que se encuentran en su hombro, pareciendo estar considerando cual es la mejor opción para negociar por la Tierra. Detengo a Amy y a Rory una distancia prudente para que no sea atacados.

― ¿No lo vamos a ayudar? – pregunta Rory confundido.

― No. Ya verás por qué – respondo orgullosa.

― ¿Por qué no? – pregunta Amy preocupada.

― Como dije, ya lo verás.

Volteo para ver que el Doctor había empezado a negociar por la seguridad de la Tierra. Camino hacia donde se encuentra el Doctor buscando el accesorio ideal para su ropa.

― Dime. ¿Acaso este planeta es un peligro? – pregunta el Doctor interesado.

En frente de nosotros pasan imágenes sobre los hechos importantes de la historia de la Tierra hasta la actualidad. El carcelero parece estar analizando con detalle a cada imagen hasta que desaparece en frente de nosotros.

― No – responde después de unos largos segundos.

― ¿Cuántas veces ha sido amenazado es planeta?

El carcelero pasa varias imágenes de muchos a quienes nos hemos enfrentados. Los Daleks, Cybermen, Slitheen, la Familia de Sangre, Sontaraan, los Guerreros de Hielo y varios otros que no logro recordar sus nombres hasta los que fueron por fuerza menor.

― Muchas.

― Ahora, responde esto – el Doctor avienta las corbatas al piso para agarrar un pedazo de tela para hacer un moño –. ¿Quién o quiénes han protegido este planeta?

El carcelero saca varias imágenes de nosotros en nuestras encarnaciones anteriores enfrentándonos a todos aquella que habían intentado amenazar la estabilidad de la Tierra, pero que nosotros los hemos detenido. Se detiene en su previa encarnación haciendo que me agarre la mano para dar un paso hacia adelante, viéndonos sorprendidos.

― Hola. Soy el Doctor. Y ella es mi esposa Abigail – nos presenta haciendo que nos viera algo aterrados.

― También soy conocida como la Esperanza del Universo – intervengo en la conversación –. Puedo ser tu salvación o tu perdición. Tienes dos opciones y espero que lo elijas con sabiduría. La primera es que destruyas el planeta y yo te perseguiré en cada rincón del universo para que pagues el precio de tus acciones. O, te largas de aquí sin destruir el planeta y decirles a todos el universo quien protege este planeta.

El carcelero nos ve a los dos por unos instantes al percatarse que no estamos dispuestos a cambiar de decisión, por lo que el ojo entra de nuevo a la nave para salir del planeta lo más pronto posible. Una vez que se aleja, me acercó para abrazar al Doctor en lo que el deja un beso en mi mejilla.

― Eso fue increíble – me separo emocionada.

― ¿Volverán? – nos pregunta Rory interesado.

― No lo creo – respondo satisfecha al ver el cielo despejado.

*****

Los tres volvemos a la casa de Amelia Pond. Hago mis cuentas para percatarme que tal vez, todavía no sucede cuando los Daleks secuestran la Tierra, pero ellos tampoco deben de saber que sucederá. Rory tuvo que quedarse en el hospital para atender a los pacientes de Cuidados Intensivo que había sido víctimas del prisionero cero, Amelia nos acompaña hasta el jardín porque en cualquier momento puede aparecer la TARDIS.

― Gracias por ayudarnos, Amelia – le digo con una sonrisa –. Lamento que nos hayamos tardado mucho en regresar.

― Por favor, no me digas Amelia – comenta cansada –. Solo Amy.

― ¿Por qué no? – pregunta el Doctor confundido –. Suena genial.

― Suena como un cuento de hadas – repite las palabras del Doctor.

― Te entiendo, Amy – pongo mi mano en su hombro –. El mío suena como el de una telenovela.

― ¿Cuál es tu nombre? – pregunta curiosa.

― Abigail Elizabeth. Abigail por una amiga de mi mamá que desapareció hacía mucho. Elizabeth por la reina virgen – la explicación de mi segundo nombre me hace sentir algo incómoda.

― Pero es un lindo nombre – comenta el Doctor.

― Abigail tiene razón – interviene Amy –. Suena un nombre de telenovela.

Podemos observar con tranquilidad hacia el jardín para encontrarnos con la TARDIS. Su exterior sigue siendo el mismo, pero tengo curiosidad por saber cómo se ve por adentro. Veo al Doctor que se encuentra igual de emocionado que yo.

― ¿Me harías el honor? – el Doctor extiende su mano.

― Por supuesto – le agarra la mano.

Abro la puerta para ver el interior de la TARDIS dejándome sorprendida. Se encuentra limpia y arreglada. Subo las escaleras que me llevan directo a la sala de control que está más equipada. Hay más escaleras que nos llevan a diferentes pasillos de la misma TARDIS. Esta vez se luce con su interior.

― Me encanta – digo emocionada.

― Quiero hacer el primer viaje – comenta el Doctor maravillado –. Solo me adelantara cinco minutos.

― ¡No! Yo lo quiero hacer. Siempre te salen mal las cuentas y más, si recién te regeneraste.

Él no me escucha porque despega haciendo que me agarro de la consola. Segundos después, aterrizamos. Salgo de la TARDIS para percatarme que oscurecía. Una luz se encuentra encendida, asumiendo que se trata del cuarto de Amy.

― Muy inteligente, genio – lo observo –. Pasaron más de cinco minutos, después.

― ¿Cómo lo sabe?

― Está oscuro aquí afuera.

El Doctor sale de la TARDIS al ver que no estoy mintiendo. El ruido de la puerta de la casa abriéndose para encontrarnos con Amy con un blusón y bata observándonos en lo que se nos acerca a nosotros. Ella se detiene sorprendida por nuestra presencia.

― ¿Llegamos tarde? – pregunta el Doctor preocupado.

― Solo tres años más tarde – responde Amy.

― Al menos fue menos que 12 años – digo tranquila.

― ¿Qué hacen aquí? – pregunta sorprendida.

― Tenemos una oferta para que vengas con nosotros – respondo emocionada porque sé que el Doctor también lo pensó –. Casualmente, tenemos una vacante en la TARDIS. ¿No te gustaría acompañarnos?

El Doctor da un chasquido mientras se abren las puertas para animarla. Me limito a entrar a la TARDIS para que se anime a acompañarnos. Observo la sala de control, pensando en aquella leyenda que decía que las TARDIS se convertían en personas, lo cual es una locura.

― ¡Es más grande que afuera! – grita emocionada.

― Y eso no es lo mejor – responde el Doctor impaciente.

― La mejor parte es que puedes viajar a través del espacio y tiempo – concluyó la frase del Doctor.

Amy se acerca a la consola rápido. El Doctor jala una de las palancas en lo que Pond y yo nos agarramos de la orilla de la consola para empezar este viaje. Mi esposo grita Gerónimo en lo que TARDIS nos lleva a nuestro siguiente destino.

(Nota de la autora:

Solo quiero decir que inauguro de manera oficial la edición de este fanfic. Lo cual es bonito que coincida cerca del aniversario 19 de la primera temporada de Doctor Who.

No hay más que decir. Si es la primera vez que lo leen, espero que les guste. Si lo estás releyendo, espero que también te guste.

Sería todo de mi parte y nos estamos leyendo pronto.

AprilHdzz Capaldi, fuera.)

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