Black Angels

By GomitasRojas

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Mia Collins ha tenido que sobrevivir sin sus padres y familia. Vivir con su mejor amigo y la madre de él, le... More

NOTA IMPORTANTE AL PRINCIPIO DE LA HISTORIA
Prólogo
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Capítulo 29
Capítulo 30 "La tentación de un oscuro"
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35 "En mil pedazos"
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40 "Resiste al huracán y no me dejes"
Capítulo 41
Capítulos 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45 "La ultima confesión"
Entrevista
Allen
Redes
¡Segunda Parte!
PRIMER CAPÍTULO DE LA SEGUNDA PARTE

10.

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By GomitasRojas

Por un momento estuve perdida entre la sorpresa, incapaz de protestar. Porque yo no solía ser buena con las reacciones rápidas. Entonces ahí estaba yo, en ese lugar, siendo besada por el chico menos indicado del mundo.

Cuando intentó profundizar el beso, fue el momento indicado para que yo lograra reaccionar, el sabor de cerveza de sus labios se alejó cuando lo empuje con un aura de asombro y temor a mí alrededor. Odie sentirme tan afectada y aún más el hecho que ahí donde sus boca había tocado, me hubiese quedado una sensación inexplicable.

Me sentí mareada mientras me inundaba la ira.

—¿Qué hiciste? —le cuestione como si no fuera obvio lo que acaba de hacer, pero estaba tan atónita. Iba a enloquecer.

—Fue solo un beso.

No. No. No.

—No puedo creer que hayas hecho eso.

—Tranquila, fue por el castigo, además dijiste que no te importaba realmente.

—¡¿Y crees que me importa tu estúpido castigo?! Me hubieras preguntado si me preocupaba que me besara un imbécil, así te dabas cuenta que ni en un millón de años hubiera querido que mi insignificante primer beso fuese contigo.

—Estas exagerando, no fue tan malo —expresó con un movimiento de sus manos, como si intentara calmarme.

—Oh demonios. ¿Crees que quiero recordar que mi primer beso fue con un tipo que casi me atropella? Con una ya era suficiente.

Noté que a nuestro alrededor algunas personas se percataban de nuestra discusión, pero no podía ser coherente. Prácticamente cualquier acto proveniente de él me molestaba inimaginablemente, el que haya hecho eso, de besarme siendo consciente de que sería mi primer beso, había desatado un furor inmenso en mí.

—Lo dices como si besarte fuera peor que atropellarte.

—¡Lo es!

Mi contestación, le hizo molestar, porque frunció el ceño enfadado e hizo un ademan de disgusto.

—Solo fue un estúpido beso.

No pude controlarme y hubiese deseado hacerlo para no haber hecho lo que iba a hacer.

—Esto solo va a ser un golpe.

Estiré mi brazo derecho con tanta firmeza que casi perdí el equilibrio y el puño que había apretado con fuerza, se estrelló en su rostro. Gruñí de dolor al momento, mientras que el calor se esparcía en mis nudillos acompañado del dolor.

—Maldita sea —mascullé mientras sacudía la mano y me hacía a un lado, apenas notando como Allen se agachaba un poco ocultando su rostro. Me sentí culpable, no importaba lo enojada que estaba, no debí haberlo hecho aunque se lo ganara.

Hubo una confusión en el lugar, un silencio momentáneo entre los presentes. Miradas aquí y allá. Estaba estupefacta, yo nunca había llegado a golpear así a alguien. Me agarre la mano con fuerza, esperando que el dolor cesara mientras que deseaba que mi cerebro emitiera una orden de que era lo que debía hacer, si debía irme o disculparme con el idiota. Yo no sabía si podía desquitarse conmigo. Muchas cosas por mi cabeza.

Cuando Chase y Alex aparecieron tan aturdidos como todos, yo sentí que debía largarme del lugar, así que me gire hacia la dirección de la salida y empujando a varias personas, me abrí paso, hasta salir de ahí. Cuando estuve en el exterior, el frio me envolvió con aquella desesperación interna, respiraba agitadamente y estaba en pánico porque no tenía ni la menor idea de que hacer, no conocía esta parte de la ciudad y no sabía cómo llegar a mi casa. No sabía qué hacer y era de madrugada, mis opciones de alguien a quien acudir, no eran muy grandes y eso me desesperaba aún más. Sabía que si llamaba a Max a estas horas, me ganaría muchos problemas y él no tendría la manera de ayudarme.

Pero que más podía hacer, si empezaba a caminar sin rumbo, podría perderme y quien sabe que podría pasarme. Tuve ganas de llorar, pero me contuve.

Desee que papá estuviera, porque sentía que si él hubiera estado, yo nunca me hubiera encontrado en esta situación.

Me acaban de dar mi primer y no lo podía asimilar.

Cuando alguien me tocó el hombro, pegué un brinco y chillé de sorpresa, estaba tan alterada que casi tuve un ataca al corazón. Ver a Alex y Chase, no me fue de ayuda.

—¿Estas bien? —me preguntó ella.

—¡Claro que no lo estoy! ¿Que no ven que solo soy una chica aburrida que no hace estas cosas? Yo debía estar en casa durmiendo, no en este lugar con gente ebria. Él no debió hacer eso. Me siento perdida y ni siquiera pude huir a casa.

Chase intento acercarse, pero le di una mirada de advertencia.

—Ni te atrevas, tú fuiste el culpable de que él hiciera eso. Ahora le he golpeado y me siento mal por ello aunque se lo merecía.

—Lo siento —se disculpó Chase y parecía sentirlo de verdad—, no espere que fuera a ser tan grave.

—Tengo sueño, he tenido suficiente hoy y quisiera volver a casa y descansar algo al menos para no sentirme condenadamente mal mañana cuando deba ir a clases. ¿Pueden por favor llevarme a mi casa de una vez?

Alex asintió.

—Es lo menos que podemos hacer, queríamos que la pasaras bien y te hemos hecho la noche imposible.

Trague saliva, esperando que se acabara esa etapa del día. Deseando que ellos no se les ocurrieran llevarme a otro lugar. Así que seguí el paso, sacudiendo aun un poco la mano para evitar un poco el dolor y voltee una única vez hacia la entrada, donde él apenas salía con una mano en su quijada.

***

Aquel familiar y tedioso sonido que me hacía despertar en las mañanas, me obligo a abrir los ojos. Me dolía la cabeza y busque de inmediato apagar la alarma.

Casi me dormí de nuevo, pero logre apartarme el cobertor mientras intentaba levantarme.

Tenía un fuerte dolor de cabeza y mi cuerpo estaba realmente adolorido. Me senté y me pasé las manos por la cara, miré a mi alrededor y percibí un ruido que provenía del baño, mientras con cierto temor me pregunté que podría ser, recordé muchas cosas que no deseaba.

Puse mis pies en el suelo y tomé fuerza para levantarme, me acomodé el desastre que en ese momento era mi ropa y seguía mirando de reojo a mi habitación, mientras que con ligeras pisadas avanzaba a la puerta del baño. Eran sonidos leves los que escuchaba. Estiré mi mano y mis dedos rodearon el pomo, luego lo viré y este cedió, lo que quería decir que no tenía el seguro puesto.

Abrí la puerta.

Alex.

Maldición, Alex.

Se había estado maquillando en el espejo, pero al notar mi presencia y mi intromisión, dejó de hacer lo que hacía y me observó.

—Ya despertaste.

—¿Qué haces aquí?

—Cuidándote.

—¿Cuidándome? —pregunté confundida.

—Bueno, yo era la mejor opción, Allen y Chase no se iban a quedar a cuidarte, ya sabes... son hombres.

—¿Cuidarme de qué? —fruncí el ceño.

—Pensamos que era buena idea vigilarte, digo cuidarte, eso sonó acosador, lo siento. Pero si, es que ya sabes por lo de ayer.

—Dios, no quiero ni recordarlo —mascullé sintiéndome tan horrorosamente mal.

—No lo menciones en vano, se molesta —mencionó Alex de forma natural y salió del baño, paseándose por mi habitación mientras la seguía. Me recordó a Allen, hace unos días cuando igualmente mencione a Dios y él me respondió lo mismo.

—¿Por qué dicen eso? —le pregunté confundida. Seguía doliéndome la cabeza, así que coloque una mano en mi frente.

—Porque es la verdad —se encogió de hombros, con una expresión sería y tranquila—. Bueno deberías de comenzar a alistarte, no querrás llegar tarde a clases.

Asentí lentamente. Ella se sentó en un lado de mi cama y vi que al lado estaba su bolso en el suelo, el cual tomó y sacó su teléfono.

—Veo que te duele la cabeza. ¿Quieres una pastilla?

—Por favor. Me está matando.

Ella hizo un gesto como si entendiera, luego reviso su bolso y en unos segundos estiraba su mano para entregarme las pastillas blancas.

—Espero que no sean drogas —de una manera lo decía en broma, pero no sabía mucho de ellos, así que no podía negar ni asegurar nada.

—No, esas no las traje —me respondió y casi me volví loca al momento, al notarlo ella se burló—. Estoy bromeando. Apúrate.

Trate de asentir en ese estado de shock que me había dejado. Al reaccionar le ofrecí una media sonrisa y fui a tomar algo de ropa antes de meterme al baño. Cuando me encerré dentro, bebí agua de grifo para tomarme las pastillas. Luego me di una corta ducha y para cuando salí, iba pensando en preguntarle de forma delicada que cuando pensaba marcharse.

Ella había ordenado mi cama y se había sentado en la silla que estaba en el mueble de ordenador, estaba leyendo uno de mis libros y tatareaba al mismo tiempo.

—No soy buena leyendo pero este libro se ve genial.

Al ver la portada, asentí, pero me avergoncé de que se leyera algo que yo había leído antes, sentía que la dejaba ver una parte de mí.

—Es bueno.

—¿Me lo prestas? De verdad me gustaría leer este.

Me quede sin respuesta, además que no me gustaba prestar mis libros, no entendía como ella pensaba devolvérmelo luego, ya que yo consideraba que no la volvería a ver. No porque no me agradara, de hecho me caía bien a pesar de lo que me habían hecho pasar, pero la razón por la que no pensaba en verlos de nuevo, era porque en mi vida ellos no encajaban y yo no lo hacía en la de ellos.

—Pues... —Di que no, me ordenó mi subconsciente—, está bien.

No podía decir que no. No pude.

—Gracias, espero devolvértelo pronto.

Se levantó y cerró el libro, luego lo guardó en su bolso, se quitó los zapatos que también guardo y al instante aun con una sonrisa, caminó hacia la ventana.

—Iré al auto, me daré una vuelta y en... —se lo pensó unos momentos y luego me contempló nuevamente—, en quince minutos vendré a recogerte. ¿Entendido?

—¿Que? —me tomo con la guardia baja. Abrí los ojos con asombro.

—Entendiste —se aseguró para ella misma e intento tomar impulso para marcharse.

No puedo irme con Alex, tengo que irme con Max a clases.

—No puedo irme contigo, tengo que esperar a Max.

—¿Tu lindo hermano?

—Sí, él —contesté rodando los ojos.

—Mejor, lo llevaré.

—¿Qué le diré a mi madre? ¿Que una chica a la que acabo de conocer me llevara a la escuela?

—Que tienes una amiga, que se ofreció a llevarte hoy a cambio de un favor que le hiciste. No sé, tu sabrás que decirle, es tu mamá.

Y sin esperar alguna queja mía, se marchó. Maldije en alto y gruñí con desespero. Odiaba que no esperaban mi respuesta, solo daban por hecho lo que ellos deseaban.

Minutos después de que ella se había marchado, terminé de alistarme y bajé, para dirigirme a la cocina donde mi familia desayunaba. Estaba un poco nerviosa porque realmente no sabía que tendría que decir.

—Buenos días —dije y les sonreí.

—Buenos días, Mia —respondió Max mordiendo un pan tostado.

—Buenos días, cariño —me recibió Amie con una sonrisa tierna— ¿Quieres desayunar?

—El desayuno es langosta —contestó Max que solo tenía pan tostado en su plato.

No era de las que le daba hambre en las mañanas, pero sabía que debía de comer algo, así que acepte.

Me senté al lado de Max y robé algo de su pan.

—Cálmate.

Amie me da un plato de huevos revueltos y me ofrece algo de pan, Max sube a su habitación un momento y cuando vuelve, sigo sin saber que decirle a ambos, el verdadero problema es él, que sentiré que se volverá loco.

Muerdo sin ganas el pan y llega mi hora, escucho una bocina una y otra vez, tan desesperante.

Alex. ¿Podría dejar de llamar tanta la atención?

—Dios ¿quién está sonando tanto la bocina? —pregunta un tanto molesta Amie.

—Es mi amiga —respondo avergonzada y me cubro la cara con el pan.

—¿Tu qué? —preguntan al unísono Max y Amie. Están sorprendidos. ¿Tan antisocial soy que no pueden creer que logre tener una amiga?

—Mi nueva amiga.

—¿Eso es nuevo, donde la conociste? —pregunta Max con cierto sarcasmo.

—Allen, es amiga de Allen.

—¿Allen? —pregunta Amie claramente confundida.

—Es mi nuevo compañero de clases —respondo rápidamente, me estoy volviendo loca.

Alex, toca de nuevo la bocina.

—Deberías de traerlo a cenar algún día y a la chica también, es bueno que conozcas a gente nueva —me dice ella aun conmovida.

—Claro, les diré. Ya debemos irnos Max. Adiós mama, te amo.

Abrazó a Amie y luego, sin importar los berrinches de mi mejor amigo, lo arrastro conmigo.

—Hasta luego chicos. Tengan un lindo día —escucho a Amie decir detrás de nosotros.

Cuando salimos, cierro la puerta y trago saliva al ver el auto donde Alex nos espera.

—Algo hiciste ¿Qué hiciste? "Una nueva amiga" no sale nunca de tu boca, al menos que te traigas algo entre manos.

—Es solo una conocida —le digo—. Alex es solo una conocida a la cual le hice un favor y ella quiso llevarnos a clases, es simple.

—¿Alex?

—Sí —le afirmo.

—¿Y está bien que yo vaya?

—Claro, a ella no le molestará —más bien le encantará que estés allí.

Habíamos por fin llegado al auto, que estaba frente a casa estacionado. Alex baja la ventana del copiloto y saludó con agrado.

—¿Qué tal, Mia?

—Hola Alex, este es Max —le presentó, él está algo confundido y saluda a Alex, apenas levantando la mano y asiente.

—Soy la nueva mejor amiga de Mia.

Quise golpearme la cara contra cualquier superficie lo suficientemente dura como para dejarme inconsciente y no enfrentar esa situación, pero no pude. Solo la odie por haber dicho eso. Gracias mejor amiga, por decirle a mi único mejor amigo en el mundo que le he remplazado cuando no es cierto y yo le he asegurado que solo es una conocida.

Lo observo un poco asustada y a un segundo de entrar en pánico. Él levanta una ceja y asiente lentamente.

—Dijiste que era tu "nueva amiga", luego que era solo una conocida, pero resulta que es tu "nueva mejor amiga". ¿Ahora me cambiarás por una chica? —pregunta con un rastro de enojo.

—No, Max. Tu eres irreemplazable... ella está bromeando.

—Ven, Mia. Siéntate adelante —grita Alex.

Max se encoge de hombros, sin mirarme y toma asiento atrás, por la insistencia de Alex no tuve más remedio que sentarme al frente.

—Así que eres amiga de Allen ¿cómo se conocieron?

—Hemos pasado la mayoría de nuestros días junto, con Chase.

—¿Chase? —pregunta Max con bastante interés. Lo observo de reojo y espero que entienda que le estoy diciendo zorra mentalmente.

—Sí, somos Chase, Allen y yo. Somos prácticamente familia, vivimos juntos, hacemos todo juntos.

—Lo he notado —le comentó rodando los ojos.

A cabo de un rato, por fin llegamos a la segundaria. Bajamos de inmediato y ya fuera del auto Alex se despide y dice que me vera muy pronto y espera que igual a Max, luego arranca el auto y cuando ya no vemos rastro, nos damos la vuelta para entrar.

—No me gusta esa nueva mejor amiga tuya.

—Ella solo estaba molestando, la he visto dos veces, es solo un amiga por así decirlo. Además tú tienes muchos amigos y no te digo nada.

—Pero tú sabes que a pesar de esos amigos te prefiero, a mí me da miedo que tengas amigos y entonces me alejes y no dependas luego de mí. Ósea, yo debo ser el único en tu vida.

—Eres el único en mi vida.

—Aja y por eso tienes una amiga, esto se considera como engañarme en nuestra relación de mejores amigos por siempre y para siempre.

—Es solo una amiga.

—Claro y luego pondrán que tienen una relación en las redes sociales. Mia, si me engañas con ella, te hecho de mi habitación.

—Puedes echarme de tu casa.

—No seas idiota, es nuestra casa, vives ahí, igual que sea tu casa no te da derecho de llevar a tu amante a nuestro hogar, para que te quede claro.

—Actúas como si fueras mi novio.

—Soy tu novio, soy el amor de tu vida. Yo soy todo para ti.

En clase, no puedo evitar pensar durante el transcurso, en que pasara en si lo veo, estoy enojada con él pero a la vez me siento mal por haberlo golpeado.

Cuando es hora de ir a Historia, tengo un colapso mental. Con tan estresantes momentos que no quisiera estar ahí, pero no puedo evitarlo, así que entro en el aula y tomo asiento en donde comúnmente lo hago. Los segundos comienzan a pasar con una lentitud extraordinariamente desesperante, sin embargo a pesar del tiempo, el profesor llega y no hay rastro de él. Me siento aliviada de saber que no vendrá, aunque siga mirando hacia la puerta esperando sin ganas que se presente.

Escucho pasos apresurados en el pasillo y desvío a la mirada para verlo entrar, con su labio lastimado, por el golpe de ayer y diez minutos después de comenzar la clase. El profesor lo regaña, pero lo deja pasar. Al mirarme, sonríe como si yo nunca le hubiese dado un golpe, como si nunca tuvo la osadía de besarme, como si fuera mi amigo. Camina hacia mí y se sienta en el lugar vacío a mi lado. Me da una última mirada y hace el propósito de sacar su cuaderno.

Yo bajo la mirada, sin saber qué hacer, sin saber que decirle, al menos que sea una estupidez como usualmente digo. Por un momento decido no comentarle nada, pero cuando la pregunta comienza a rondar en mi cabeza, no puedo evitar decirle.

—¿Por qué llegas tarde?

Él me observa, pone sus brazos apoyados en su pupitre y se inclina un poco hacia mí.

—¿Has escuchado que las cosas buenas tardan en llegar?

Asiento levantando una ceja, sin poder ignorar su labio roto. Debí haber estado muy enojada para hacerle eso.

—Bueno ahí está la respuesta, las cosas buenas tardan en llegar y por eso yo llego tarde.

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