21.

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Mis ojos permanecieron muy abiertos por la sorpresa y el desconcierto no abandono mi rostro mientras procesaba el hecho de lo que acaba de ocurrir. Sin embargo, aunque quise gritarle una exclamación, serene un tanto la expresión y me obligué a articular palabra en un ligero tono suave, aunque algo torpe.

—No tenías que hacer eso.

—¡Claro que sí! Es des-con-ta-mi-na-ción. Si no lo hacía su saliva se encontraría en tu boca por seis meses. Más bien agradece, perra.

No podía reaccionar. Había sido besada por Max, por mi mejor amigo, por alguien que considerada mi hermano. Eso, en definitiva, no estaba en mi lista de prioridades.

Negué con la cabeza, esperando que eso lograra sacar mi confusión.

—No te voy a dar las gracias —le dije finalmente.

—O lo haces o te vuelvo a besar, mala agradecida.

Cerré los ojos de golpe y di media vuelta en el asiento para evitarlo y que no lograra conseguir besarme de nuevo. Entonces no espero para abalanzarse sobre mí, extendiendo los brazos hasta rodearme con ellos y sin dejarme movilidad. Comenzó a besarme la mejilla y así, hasta toda la cara.

—¡Max! ¡Déjame! —respondí entre risas.

—Sabes tan mal. ¿Te bañaste hoy? —dijo sin dejar de darme besos.

—¡Max! —le reñí.

Después de un rato de batallar con Max y haber obtenido que besara toda mi cara, se alejó victorioso. Yo me arreglé el cabello que había quedado todo desarreglado en mi cara.

—Tonto.

—Tonto no soy, fabuloso sí.

Rodeé los ojos, aguantándome una sonrisa y me concentré en terminarme el cereal que le había robado a Max. Cuando lo hice, le pregunté sobre ir al cementerio conmigo.

Vi cómo se removía en un escalofrió.

—Sabes que no me gustan los cementerios, pero está bien. Iré, pero me quedare afuera.

—Gracias —le agradecí, pues que tan solo que me acompañara era suficiente para mí. Además de que también cuando estaba allí, me gustaba tener mi tiempo a solas para sentirme libre de hablar con papá.

De pronto, Max dio una vuelta repentina en su asiento cuando se escuchó que alguien se adentraba en la cocina.

—Hola Chris, buenos días —saludó Max con una de sus mejores sonrisas.

Hice un gesto de desagrado, mientras me viraba también en el asiento.

—Buenos días —respondió Chris con alegría.

No lo soportaba, ni aunque lo intentara —no es como si lo hiciera—, pero Chris no conseguía agradarme en lo absoluto. Sentía que era una persona hipócrita y extraña. Así que no conseguía devolver ninguno de sus gestos amables.

—Mia, yo... yo pensé que hoy podíamos tener otra lección de conducir.

—Hoy no puedo —le contesté de inmediato, sin ninguna expresión en mi rostro, aunque por dentro me sentía feliz de poder rechazarlo—, iré al cementerio con Max.

Asintió, con cierta sorpresa.

—Oh, está bien. Pueden llevarse mi auto si desean.

Alcanzó las llaves de su bolsillo y las tendió más a mi dirección que nada más, sin embargo no levanté la mano para tomarlas. Max si lo hizo.

Black AngelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora