Saga Delucios: La Leyenda de...

By SeleneArgent

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Se cuenta una leyenda, se escucha un rumor, cuando se levanta la marea y se escuchan al fondo el aleteo de la... More

Sinopsis
Pròlogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Epílogo

Capítulo 5

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By SeleneArgent

  Le observé asustada. Respiré profundo y simplemente solté con liviandad al fin y al cabo el tipo sabría si yo le mintiera, era mejor no retardar lo inevitable.

- Quizás no vayas a creerme... - le observé y luego a mis manos – bueno... soñé con ella hace días. – cerré los ojos de lástima al ver el dolor reflejado en su rostro, cosa que en el era nuevo. – sé... cuánto dolor puede causarte esto.

- ¿Cómo? – Me estudió. Finalmente asintió girando. – Holland...

- Por favor, no vayas a lastimarlo. Lo hizo por insistencia mía...

- ¿Por qué lo lastimaría? Es un anciano, no soporta ni madrugar. – le resto importancia apretando su frente.

Respiré profundo, relajándome un poco más.

- Estaba muy angustiada, no pude dormir esa noche. – Miré a la pared fría

- El mar pudo haberte hecho travesuras... - insistió el.

- No lo sé, no me he mareado siquiera. Y el sueño resultó ser igual a... bueno, como ella desapareció...

Respiró profundo como si aguantara duramente una patada al estómago.

- Seguramente fueron los relatos de Holland, el mar hizo el resto. – Escupió con sorna.

- Holland no me había contado nada... - le objeté firmemente. – ni siquiera sabe como lo soñé y hasta según el, esa habitación estaba cerrada.

Alzó una mano mirándome incrédulo.

- ¿Habitación? ¿Su habitación?, no. Debieron ser... - parecía buscar una palabra lógica – no se, cosas del mar. Eso no puede ser posible.

- No estoy mintiendo. Yo no miento, pregúntale a Holland, el fue quién me encontró allá.

Ladeó el rostro,

- Holland... - llamó suavemente. - ¡Holland! – gritó fuerte.

Cerré los ojos de improviso. A los pocos segundos, Holland apareció en la puerta con un par de manteles en un carrito.

- Dígame, joven. – Negué ante la impaciencia del pirata y la tranquilidad absoluta del anciano.

Pero que falta de modales.

- ¿La habitación rosa se mantiene cerrada? – Holland miró hacía mi, y luego acomodó los lente en su lugar del puente.

- Estaba por preguntarle de ello. Debió haberse pasado, cosa de edad, supongo. – Carraspeó. - ¿Usted...? – sugirió.

- ¡¿Estás insinuando que la dejé abierta?! Sabes tan bien como yo lo que me provocaría entrar a esa habitación, ni siquiera me he asomado ahí al menos en cincuenta años. ¿Fuiste tú acaso?, para asearla, o lo que sea.

- No he entrado a tal lugar sin su permiso, y es el único con llave. ¿O me equivoco?

- No... - le miró fijamente. - ¿Entonces, qué? ¿Un fantasma?

Holland alzó los hombros.

- Ya sabe que no creo en ello, pero ciertamente no fui yo.

O'Malley le observó fijamente y luego aflojo su rostro.

- Sabe muy bien puede verificar si miento. No me angustia en lo absoluto.

- ¿Entonces lo que dice es cierto? – señaló hacía mí.

- Oye, tengo nombre. Imbécil. – O'Malley respiró profundo sentándose en la banca más cercana.

- Veamos, ¿de qué color son sus sábanas? - le miré y luego a Holland, alzando los hombros, girando los ojos.

- Ah... no recuerdo el color, pero tenía un par de rosas, como en relieve, bordadas. – O'Malley palideció.

Sonreí internamente, y la otra parte tembló. Era cierto.

- ¿Cuadros...? – insistió sin tanto ánimo.

- Circulares, diría que, marcos barrocos y realmente no recuerdo las pinturas. Quizás... paisajes o algo así.

Volvió a quedarse mirándome fijo en silencio. Ladeó el rostro.

- Ya veo... - carraspeó – bueno, creo que debo ir a dar una ojeada.

Holland se quedo mirándolo, por un momento pensé le bloquearía el paso, así sería inútil, claro.

- Serías tan amable de venir conmigo... - Eso fue tan extraño. O'Malley se sintió como un niño asustado a punto de entrar a un consultorio médico.

- Por supuesto... - le vi irse tras el.

Esperé a escuchar sus pasos irse, y como pude me levanté acallando los gritillos en mi garganta por mi pie lastimado. Lo arrastré lentamente por la madera esperando no hacerles notar mi presencia. Pegué la espalda ala pared al doblarla esquina viendo como O'Malley sacaba dentro de su camiseta una cadena fina con una llave antigua en la punta. Ciertamente la llevaba consigo.

- Pasa primero. – Le ordenó a Holland, nuevamente como si le pidiera espantar al monstruo bajo la cama antes que entrara. Entrecerré la mirada y al girar el rostro O'Malley a la habitación, lo hizo con pánico, que ligeramente fue sustituido con asombro, algo que definitivamente le dejó fuera de lugar.

Le sentí entrar lentamente, luego a Holland preguntarle si estaba bien a lo que el respondió con un no tan celebre "si". Algo, desganado. La conversación continuaba, y mi pie comenzaba a arder de leve dolor subiéndome a la rodilla y extendiéndose a mis dedos.

- ¿No le afecta? – preguntó Holland, nuevamente. Segundos después hubo reacción, ligera.

- No... creo, que estoy curado... - había tranquilidad y amargura en su voz. Una rara combinación.

- Entonces, supongo, podemos re decorar esta habitación. – Presionó el anciano nuevamente.

- Tienes el permiso de hacerlo.

- ¿Lo tengo? – Pareció muy sorprendido.

- ¿Ya te empezó a afectar la vejez? Sí, puedes.

Ladeé los labios aguantándome una palabrota por como lo trataba. El barco se bamboleó de más y por un segundo rodé de la pared afincando mal el pie mordiéndome los labios para no gritar mientras me recomponía. Sentí un ruido sordo en la habitación donde se mantenían e intenté entre el dolor y paso rápido llegar de vuelta a mi cama.

Pero antes de siquiera dar dos pasos O'Malley apareció frente a mí, con gesto doloroso y posteriormente, enfadado.

- Es de mala educación espiar conversaciones.

Tragué grueso, el me miró por completo de arriba abajo deteniéndose en mi pierna adolorida, y luego subiéndola de vuelta a mis ojos. Miró a un lado, y finalmente tomó desprevenida cargándome en brazos mientras yo soltaba ligeramente un gritillo suave de asombro.

- No te levantes de la cama... - Eso fue dulce. Pensé – o tendré que volver a reacomodar el hueso. – Ahí murió la ternura...

Rodé los ojos.

- Gracias... - Solté apenas al dejarme sobre la cama. El asintió observándome, y miré a los lados incomoda. - ¿Qué miras tanto? No estoy en oferta.

- La causa de todos mis malestares... - rodó los ojos rascándose apenas la barba de días. – Le lancé mala mirada. - ¿Tienes hambre?

- Un poco... - Reacomodé mi cuerpo en la cama apretando los ojos al mover mal y sus ojos se clavaron en mí.

- ¿Estás tomando tus brebajes?

- Se le llaman hoy en día medicamentos, y sí. – El llevó una mano a donde se encontraba mi punto exacto de dolor. Un ligero calor de bienestar comenzó a extenderse por mi pierna, relajándome por completo. - ¿Cómo hiciste eso...?

- Digamos, que soy un experto en el dolor... - dijo sin mucha sinceridad. Alzando su mirada a la mía desapareciendo la sensación de bienestar.

Subí mi mirada a la suya, y estudié sus facciones. El realmente era hermoso, aunque no me gustaba reconocerlo.

- Así que ahora te gusto... - Abrí los ojos como platos, sonrojándome.

- ¿Perdón? – Intenté parecer ofendida.

Sonrió suave

- Le diré a Holland te traiga algo que te guste...

Carraspeé, y tanteé terreno.

- ¿Acaso sabes que pueda gustarme? – Le observé.

- No soy un experto, pero, diría que se nos ha acabado últimamente el chocolate caliente y material para panqueques.

Mordí mi labio.

- Así que últimamente me estoy pensando si me está saliendo muy caro los negocios de tomar rehenes. – El sonrió encantador mientras yo mordí mi labio, incomoda.

El lo percibió.

- ¿Sucede algo?

Negué suave.

- No mientas, sabes puedo darme cuenta. – Susurro con suavidad. - ¿Dije algo que te hiciera sentir mal?

Tragué suave, y negué. El me miró por un segundo, viniendo a sentarse a mi lado. Respiré profundo, entre su aroma y sus ojos más el querer llorar.

Era la mezcla perfecta para lanzarme a sus brazos.

- Mujer... fue una broma.

- No pasa nada, por favor, si no te es molestia, déjame sola.

- Me es molestia. Mírame... - estudió mi mirada a punto de desbordar lagrimas. Acarició mis mejillas y limpió cada lado. – Por favor, no llores. – Inquirió suplicante apretando los dientes.

- ¿Qué te importa a ti? Sino sabes de dolor... eres malvado, cruel...

Apenas pude ver cuando se acercó totalmente y capturó mis labios en los suyos, besándome. El calor que emanaba la unión escoció mis mejillas, mi boca y un ligero dolor en mis labios, como un hambre voraz.

- Yo... solo soy tuyo... - soltó, cansado, como si viniera de correr una maratón, sudado y sin fuerzas. Pegó su frente a la mía y se sintió tan bien, que me asusté.

- O'Malley... no.

- No te deshonraré. – Negó suave, alejándose de golpe. – Le diré a Holland, te traiga algo.

Tan pronto como entré en razón, ya se había ido.

¿Qué había sido todo eso?

¿A donde se había ido mi juicio mental?

Tras una cena deliciosa, me acomodé entre mis sábanas, y mire hacia afuera el mar moviéndose. Escuché entonces unos golpes sordos en la puerta.

- Adelante...

O'Malley. ¿Desde cuando el tocaba para entrar?

- Venía a saber sino se te ofrecía nada. – Y ahí, el hombre estaba todo mojado como si recién saliera de la ducha y se colocara así las ropas. Pero es que se veía tan bien...

- Creo que no. – Respondí aún dudosa, estudiándole. El rió leve.

Reí también aligerando el ambiente. Nos miramos un par de segundos, y finalmente pasó, charlando casi toda la noche hasta quedarme dormida y despertar viéndole verme, en el mismo lugar donde se quedó la noche anterior.

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en un par más de meses. Y aunque veces no nos soportábamos, la estábamos comenzando a llevar bien. Al menos nos reíamos o acompañábamos, los besos no volvieron a pasar. Cuando mi pierna mejoró, me llevaba a cubierta a verlos paisajes de los lugares que visitábamos, si bien estar con el era odioso, poder conocer tantos lugares era simplemente maravilloso. También, podía observar como se hacía camuflaje el barco con un yate nuevo en la actualidad frente a los ojos de otros, pero, lo más desorbitarte era ver a O'Malley a veces en ropas casuales, era... bueno, eso no tenía muchas palabras.

Al entrar a una tienda de víveres de un pequeño pueblito de Rusia, O'Malley se giró a mí entre los anaqueles, tratando de mantenerse calmado.

- Mantente tras de mí.

- ¿Qué sucede? - Me helé.

- Todo va a estar bien...

Observé alrededor a los compradores y ninguno parecía peligroso, excepto. Uno que me miraba fijamente detrás del anaquel más lejano.

- O'Malley, ¿qué sucede...?

- Mujer... calmada, solo quédate a mi lado. – Aferró su mano ala mía sin mirarme. 

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