La buena reputación de Oliver...

By TatianaMAlonzo

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La Reputación #2 CONTINUACIÓN de La mala reputación de Andrea Evich, también disponible aquí en Wattpad. Es i... More

Prólogo
La buena reputación de Oliver Odom
Trailer #FanEdit
Capítulo 1
Capítulo 2
Correo de Oliver. 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Correo de Oliver. 2
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Correo de Oliver. 3
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39 -FINAL-
Escena extra 1. Primera llamada
AHORA EN FÍSICO

Capítulo 15

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By TatianaMAlonzo


Andrea

—Es mejor, más accesible...

—Hay vídeos.

—Sí. Mira este —Mel enseña la pantalla de su teléfono a Boris. Aaron está en medio de ambos—. Le subiré más volumen...

Ay no.

Observo con vergüenza las miradas de antipatía que nos dirigen las personas que ocupan las mesas cercanas al escuchar, a todo volumen, gemidos quedos. Muchos gemidos quedos.

—Se los voy a mostrar completo a ustedes antes de publicarlo en mi blog —dice Mel con orgullo.

La atención de Oliver, sentado frente a mí al otro lado de la mesa, recae en cada una de mis reacciones. Parece intrigarle cuanto me incomoda Mel. Aunque, espero, sea consciente de que él me aturde igual o más. Preferiría que estemos solos, lo demuestra, pero no lo evado. No quiero problemas.

Está claro que ninguno puede ver al otro solamente como amigo, o al menos yo no puedo, pero no hay que jugar con fuego. No hay suficiente «agua» aquí.

—Si lo pones de cabeza —Mel cambia la posición de su teléfono y los otros dos abren más sus bocas— pareciera que sus piernas... ¿Ves?

—Wow —Boris acaricia con distinción su barbilla. Pareciera que los tres, en lugar de estar viendo Hentai, analizaran una escultura de Miguel Ángel.

—Mel —lo regaño harta de que llamar la atención innecesariamente.

—Solo este vídeo y ya, pollito.

Muevo mi cabeza con enfado.

Mi teléfono vibra y mentalmente le agradezco servir de distracción.

Me apresuro a sacarlo de mi bolsillo.

Es un mensaje de Oliver.

Lo miro a él antes de responder. Todavía luce serio.

Batman: ¿Quieres que me vaya?

Joker: ¿Quieres irte?

No hay mejor respuesta. Esa no me compromete ni me pone en evidencia.

En contestación, guarda su teléfono y me mira sin dejar en claro nada, cuáles con exactitud son sus intenciones. Esta es la primera vez en la que soy del todo consciente de que ha cambiado. Pude haber estado en negación ayer debido a la emoción de volver a verle, la anticipación; pero... ya no. Oliver ha cambiado. Ya no le leo tan fácil. Ya no es ese chico introvertido que se mostraba como un libro abierto. Ahora me confunde.

—Aaron, vamos —digo al bebote. Sí, estoy huyendo.

—¡Pero la estamos pasando bien! —me reprocha Mel y lomiro significativamente. «¡Vamos, dije!»

—Sí, el pollito tiene razón —rectifica guardando su teléfono.

—¿Dónde es el incendio? —pregunta Boris, decepcionado. Le gusta estar con estos dos.

—Tiene que trabajar —le contesta Oliver levantándose al mismo tiempo que yo de su asiento. Al parecer también fue suficiente para él.

—No del todo —acepto, para no mentir—, mamá me pidió ayudar a la abuela con la cena de hoy. Te lo dije en un mensaje hoy más temprano —le recuerdo—. La que prepara para tía Di.

—¿Comida? ¿Cocinar? —inquiere Boris con actitud cómplice. Hombres—. Oliver puede ayudar con eso —Me guiña un ojo.

—Es de mala educación invitarse solo, Boris —lo regaña Oliver llevando una mano hasta su pecho fingiendo indignación.

De nuevo está jugando.

—Puedes venir si quieres —Lo invito para su sorpresa—. Tía Di te adora... Mamá también. Todos.

—¿Pollito, vas invitar a tu ex a nuestra reunión familiar? —pregunta Mel.

Nuestra...

—Mel, tú y yo tenemos una relación basada en la confianza y respeto. ¿Lo recuerdas? Mucha confianza.

—Cierto —dice, dándome un beso en la mejilla. El Porky es un novio efusivo. Demasiado.

—¿Entonces? —pregunto a Oliver que presta atención a Mel.

—Me encantaría cocinar para ustedes —decide.

—¿Gratis? —Tengo que saberlo.

Él abre considerablemente sus ojos antes de responder. —Tal vez.

—Yo preparo postres excelentes —añade Boris viendo de uno al otro.

—Tú también estás invitado —indico y él, Aaron y Porky chocan palmas. Ahora me siento cruel por intentar separarlos. Lo que el Hentai unió que no lo separe Andrea Evich.

...

—Abuela —saludo al entrar a la cocina. 

A ella le sorprende, más o menos, ver a Oliver entrar después de mí.

—Mañana tengo almuerzo gratis —celebra, batiendo sus pestañas. Si no la detengo empezará a cantar.

—¿Qué? —pregunta Oliver.

—Nada —Le hago una mueca a ella para que no diga más—. Abuela, Oliver ayudará con la comida —cambio de tema rápido.

—Yo le ayudaría a él —niega ella—, cocina mejor que yo.

—La experiencia lo es todo —contesta educadamente Oliver y me da gusto que todavía sea modesto. Es una característica suya que extrañaría—. ¿Le molesta si cambio algunas cosas de lugar? —pregunta a la abuela colocándose junto a ella para empezar.

—Para nada. Es toda tuya la cocina.

Él primero observa cada cosa. —¿Qué estaba preparando?

—Según yo, chuletas de cordero —intenta explicar con timidez ella lanzándome miradas de «Me hubieras avisado que vedría. Mira mis fachas» Lo que me hace reír—. Aunque dudo que... —Permite a Oliver echar un vistazo a todo—. ¿Propones algo mejor? ¿Más rápido? ¿Más delicioso?

—Las podemos preparar en brochetas —sugiere él y el rostro de ella resplandece. A lo mejor me salvo de invitarle el almuerzo después de esto.

En silencio miro a Oliver mostrar a mi abuela cómo preparar todo utilizando, para comodidad de ambos, palabras sencillas. Cada cosa que ella no comprende del todo, él se la simplifica, la anima a experimentar y da sugerencias. Ahora comprendo su interés en presentar un libro que no asuste a alguien como ella o yo con solo verlo. Prefiere lo práctico. Con la misma amabilidad le aconseja cómo acondicionar de mejor manera la cocina.

—Debiste estudiar gastronomía, Andrea —me reclama ella.

—Él es mejor con las manos, yo lo soy con los pies. Eso ambos lo tenemos claro —me defiendo.

—El otro día que le tocó cocinar sacó alitas congeladas de una caja —le pasa queja a Oliver. Él exagera el horror con el que me mira.

—Quedaron bien —protesto.

—El arroz no tenía sabor —continua ella.

—Abuela, en la mesa hay salero.

Cuando Oliver ríe le lanzo el paño que usamos para limpiar la mesa.

—Eres mi favorito, Oliver —continua halagándole ella y él, nada lento, me sonríe con suficiencia. La tiene en la bolsa.

—A ver, ponlo a bailar un tango —critico.

—¿Tú bailas tango? —me cuestiona él.

—Lo que quieras.

—Eso tengo que verlo —me reta y acepto. Cuando quieras.

Como era en un inicio el plan, Oliver y Boris vinieron a ayudar a la abuela. Sin embargo, Porky convenció a los otros dos de ir la a casa del bebote por un PlayStation y nos dejaron solos. Pero no me quejo. Sin admitirlo en voz alta, prefiero estar «a solas» con Oliver y en su expresión puedo ver que es lo mismo para él. Se volvió a relajar una vez Mel estuvo lejos.

¡LLEGAMOS! —anuncia tía Su entrando a la casa, dejando caer cosas, apresurándose a correr hasta la cocina—. ¡SÍ! —grita viendo sobre su hombro al confirmar que Oliver está aquí. No puede ser... Aaron debió avisarle. Carraspeo para que se calme un poco.

Mamá le sigue y tampoco disimula su felicidad-asombro al ver a Oliver. Para discreción mi familia, señores. MI FAMILIA.

—Hola —las saluda Oliver recibiendo palmaditas en el hombro por parte de mi abuela. Es todo suyo en este momento.

—¿Y tía Di? —cambio de tema antes de que hablen de comida gratis.

—Estacionando su coche —responde tía Su indicando al mismo tiempo a alguien detrás de ella que puede aproximarse. ¿Quién?

—No —protesta mi abuela al ver al tipo. Un hombre regordete de, cálculo, quizá unos cuarenta años, bajo, medio calvo y un tanto pudibundo. Luce gracioso intentando meter el estómago.

—¿Quién... —Tía Su lo presenta antes de que termine de formular la pregunta.

—Abner —dice y Abner se aproxima para sujetar mi mano y la de Oliver—. Aunque ustedes lo conocen como Botellín.

¡Ah!

—Bienvenido —saludo pese a que mi abuela, claramente, no le digiere. No acepta fácil a ningún novio de tía Su.

—Muchas gracias por la invitación —dice Abner mirando a todos. Aún intenta meter su estómago.

—Ve a jugar Nintendo con los chicos —le sugiere mi tía y acepta.

PlayStation —corrijo.

Tía Su mueve su mano con indiferencia. —Lo que sea.

Porque realmente es irrelevante por ahora. Lo importante en este momento, 07:19 p.m. según mi reloj, es la abuela en plan de volcán a punto de hacer erupción.

Cinco.

Cuatro.

Tres.

Dos...

—¡Susan! —empieza al marcharse Abner y tía Su rodea la mesa que las separa para comenzar a pedir piedad.

—¡Madre, tu dijiste!

—¡Otro vago, Susan! —La abuela se cruza de brazos.

—Iré ayudarle a Di —anuncia mamá, huyendo. Yo me quedo para no dejar solo a Oliver en medio de problemas familiares.

Esta es la discusión de nunca acabar entre la abuela y tía Su, una que empezó mucho antes de mi existencia, ni Colón llegando a América tiene tal impacto histórico.

—Madre, prometiste aceptar a mi siguiente pareja si demostraba ser mejor que los anteriores —comienza tía Su. Ella y la abuela se retan con la mirada en lo que Oliver, luciendo más tímido, continua preparando la comida—. Él cumple tus tres condiciones —Mi tía muestra sus dedos para empezar a enumerar—. 1. Debía ser alguien con metas y Abner quiere fundar su propia empresa de botargas... 2. Debía ser alguien que no haya pasado más de un año desempleado y Abner solo estuvo seis meses... 3. Debía ser un hombre de familia y él puede ver a sus hijos sin necesidad de supervisión policiaca...

—¡Susan! —repite mi abuela.

—Dale una oportunidad.

—¿Cuántas veces se ha casado?

—¡Solo dos!

Esto es como ver a alguien caer lentamente...

—Lo lamento —Me disculpo con Oliver bajando mi voz para que solo él escuche.

—No pasa nada —Está sonriendo—. No tienes idea del bien que me hace.

Me quedo pensando en qué quiso dar a entender mientras lo miro meter las brochetas al horno.

—Es cierto que está desempleado por lo que pasó ayer —continua tía Su—, pero... pero... —Vuelve su atención a Oliver—. ¿No le puedes ayudar con eso? ¿Recuperar su empleo?

—Delo por hecho —le asegura Oliver, echándose así a una más a la bolsa.

—¿Ves, madre? Ya tiene empleo otra vez.

Mamá y tía Di entran a la cocina cargando bolsas de supermercado en lo que la abuela y tía Su continúan discutiendo. Al escuchar sus voces, Oliver hace un lado lo que hace y se para más firme.

—Señora Di —saluda como si fuese un soldado viendo a un general.

—Ya no tienes que decirme «señora Di», Oliver —contesta ella—. Ya no soy tu directora —Se aproxima a abrazarlo para hacer a un lado la formalidad—. Me da mucho gusto verte, por cierto... y verte bien.

Tía Di igualmente me saluda, aunque conmigo es más austera. No la veo desde la prepa y, por lo mismo, creo, deja sobreentendido que aún hay cosas por aclarar.

—Después —me susurra.

—¿Lasaña? —pregunta mamá a Oliver, recordando su primer acercamiento con él.

Él procura mostrarse serio. —Ya puedo hacer algo más que lasaña.

—Prefiero la lasaña —contesta mamá, mirándome.

—Yo también —secundo. Buenos recuerdos de él cocinando en nuestra vieja cocina vienen a mí. 

—¿Qué es esto?—desaprueba la abuela al revisar las bolsas que acaban de entrar mamá y mi tía. Dentro hay bebidas azucaradas y snacks. Casi solo eso.

—Ese regaño también es para Su —señala mamá.

La abuela una vez más ve con disgusto a mi tía. 

—¿Qué? —exclama ella.

—Dije co-mi-da.

Tía Su hace rodar sus ojos y saca todo de las bolsas. —Madre, esto se come —defiende.

Oliver y yo, una vez más en nuestra propia burbuja, intercambiamos una mirada cómplice al ver caer sobre la mesa una bolsa de Cheetos.

—Me refería al postre, Susan —insiste la abuela.

—¿Y qué mejor postre que snacks?

—¿No lo iba a preparar Boris? —pregunto a Oliver.

—Prefiere la compañía del tipo ese y Aaron —responde.

—¿El tipo ese? —cuestiono, divertida.

—El tipo ese —confirma acariciando sutilmente el lado izquierdo de su barbilla. No lo digiere.

—Le pediré a Aaron que vaya por una tarta o algo —dice tía Di a la abuela para calmar la guerra por los snacks.

Aprovechando, cojo de la mesa la bolsa de Cheetos y, rodando por la cocina para que nadie —excepto Oliver—, me mire, la guardo en mi escondite secreto de la alacena.

—Esa es nuestra —le susurro y la idea le encanta.

Un momento, ¿qué fue eso?, me digo al notar que estoy coqueteando. Estoy coqueteando. Al parecer mi sensor de «no flirteo con alguien que tiene pareja» se desactiva con él. Debes estar más alerta, Andrea.

—¿Qué hace el Porky aquí? —pregunta tía Di al volver de dar indicaciones a Aaron.

Urgentemente necesito morirme.

La atención de Oliver recae en mí. No sé qué decir. —Este...

—¿El Porky? —repite tía Su.

—Mi novio —le recuerdo mirándole con acusación—. El que me presentaste, ¿recuerdas?

Ella asiente... comprendiendo. —¡AH, EL PORKY! —exclama e inmediatamente intenta suprimir una risa.

Una nueva mirada de acusación va en camino.

—¿El Porky es tu novio? —inquiere tía Di, espantada. Porque claro, ella sí conoce a los amigotes de Aaron.

—Andrea no tiene novio —crítica mamá mientras ayuda a Oliver a limpiar todo. 

—Madre, es increíble que a la fecha sigas sin aceptar nuestro amor —me quejo.

—Andrea... —Por cómo dice mi nombre advierto que no ayudará con el teatro.

Mierda.

Oliver está sonriendo. Pillar el timo no le enojo nada. Nada. Todo lo contrario.

...

Así es como alguna vez soñé que se dieran las cosas con Oliver, él estando bien, yo estando bien, todo estando bien; sin presión, sin señalamientos, sin miedos.

La abuela acomoda las brochetas en medio de la mesa y pide a tía Su traer platos para que cada uno se sirva.

—¿Platos de papel? —respinga al ver a mi tía abrir una caja.

—¿Qué tiene, madre?

Aquí vamos de nuevo...

—¿A quién le toca lavar los platos hoy, Eve? —pregunta la abuela a mamá. No puedo no imaginarlas años atrás, cuando niñas, haciendo lo mismo.

—A Su —contesta.

—¡SUSAN! —La abuela es un volcán en erupción otra vez.

Tía Su no se inmuta. —Aún no me dices qué tiene de malo.

—¡No vamos a servirnos comida de primera en platos de papel! —Ella remarca «papel»

—¿Te molesta? —pregunta mi tía a Oliver que niega con la cabeza riendo. Susan Linares sonríe victoriosa—. ¿Ves, madre?

—¡No lo digo por eso!

—Y son biodegradables, ahorraremos agua, sé más eco-friendly.

—¿Siempre son así? —me pregunta Oliver jalando una silla para sentarse. Al igual que en McDonald's eligió el lugar en el que puede verme de frente.

—Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos —digo y, aceptando el plato, cogemos cada uno dos brochetas y ensalada. Oliver personalmente esparce aderezo sobre mi comida y espera a que pruebe cada cosa antes de empezar a comer él.

—Dime qué te parece.

—Sigo prefiriendo la lasaña —miento y una vez más vuelve a tomar mi mano para besar mis nudillos. Lo alejaría y pediría que no lo hiciera, pero se siente bien. Me siento culpable, pero bien.

Para más enojo de la abuela, que pidió traer vino, tía Su deja sobre la mesa gaseosas en lata. Hay dos 7 Up, tres Dr. Pepper, cuatro Pepsi... y una Coca-Cola. Una sola... Oliver y yo luchamos por la última e infamemente gana, abriéndola en mi cara procurando, entretanto, hacer mucho ruido. Cojo una Dr. Pepper y espero. Lo veo comer... Hago lo mismo... y cuando está distraído cambio las latas y doy un sorbo a la Coca... Él hace lo mismo cuando yo me distraigo. Es un juego de poderes.

De esa forma, lo que para el resto es innecesario, pues yo podría ir a la nevera por otra Coca-Cola, para nosotros es una oportunidad. Algo tan bobo como un sundae de McDonald's, una bolsa de Cheetos o una Coca, nos sirve para aferrarnos a lo que una vez fuimos. Lo que para otros es nada para nosotros es todo... Me gusta compartir este tipo de estupideces con él. Me gusta lo que somos cuando estamos juntos.

La pregunta es... ¿Qué tanto nos dejará él avanzar? ¿A qué juega individualmente?

—¡Volvimos! —anuncia Aaron entrando acompañado por Boris y Mel. Como postre traen más snacks para risotada de tía Su y enojo de la abuela.

—Te sigo debiendo una de mis especialidades —se disculpa Boris conmigo y le resto importancia.

—¿Ya se sirvieron todos? —pregunta Aaron, hambriento, y asentimos viéndole buscar dónde sentarse. Elige el lugar junto a mí—. Bien...

Coge las diez brochetas que sobran para él solo.

—¡Aaron! —lo regaña tía Di.

—¡Ya se sirvieron! —patalea negándose a compartir algo. A la vez, Abner, cómodamente situado entre la abuela y tía Su, deja caer su gaseosa y todos levantamos nuestro plato de papel para que no se moje. La abuela remarca reiteradamente lo último a tía Su.

—Así que vas a establecer una empresa de botargas, Abner —encara al hombre que luce apenado por su torpeza.

—Sí, cada vez hay más empresas y llegará un momento en el que todas necesitaran botargas —explica.

—Abner es visionario —Nos dice a todos tía Su.

—¿En dónde encuentras a este tipo de visionarios, Su? —interroga tía Di lanzando una mirada fugaz a mamá.

—Bueno... —Tía Su en verdad lo está pensando.

—Se atraen mutuamente —contesta mamá—. Como dos imanes.

—El Porky también es visionario —me susurra Aaron y le veo con enojo—. Está en pláticas con un amigo para traducir su blog en cinco idiomas.

—Te juro que si vuelven a hablarme de ese blog los golpearé a ambos.

—No sé qué tienes en su contra, te ayudó a quedar bien.

—No compite con Oliver, Aaron —insisto, bajando mi voz para que ninguno además del bebote escuche—. No conmigo.

—Míralo, sabe comer con tenedor —defiende él a Mel, señalándole con una brocheta. Mel está ocupado con la ensalada.

—Oliver le explicó a la abuela cómo se llama cada utensilio que guarda en la cocina —le discuto yo defendiendo a Oliver.

Aaron hace rodar sus ojos. —Sí, ¿pero sabe comer con tenedor?

—¡Y con cuchillo! —exclamo más alto de lo necesario, consiguiendo, a mi pesar, la atención de todos—. Perdón, sigan en lo suyo.

—Seremos la empresa de botargas más grande la ciudad —sigue contando Abner con orgullo.

—Está más adelanto que tú en cuanto a planes —comento a Oliver.

—Me siento presionado sin duda —Me sonríe él. Sus ojos siempre se iluminan cuando le recuerdo lo que me platicó en el muelle.

—Nada mal, muchacho —lo felicita Aaron relamiendo sus dedos al terminar de devorar la tercera brocheta—. Nada mal. Te autorizo a estar con Andrea.

¿Cómo?

—¿Solo porque tú quieres comer bien? —crítico.

—¿Hay una mejor razón que esa? —pregunta Aaron directamente a Oliver.

—No —contesta él, sonriéndome y recuperando de mi territorio la Coca-Cola para volver a dejar en su lugar la Dr. Pepper.

...

Aunque la cena no ha terminado, Oliver, después de recibir un mensaje en su teléfono, avisa que debe marcharse... Algo que me duele... Algo que me deja pensando... Tiene derecho a retirarse, no digo que no. Pero el sospechar, prácticamente estar segura, de que el motivo es su novia, me desconcierta. ¿A qué juega lanzándome indirectas? ¿A qué si luego de ilusionarme se va?

—Entonces... —Estamos de pie bajo el umbral de la puerta, despidiéndonos.

—Que te vaya bien —intento despedirme. Aunque...—Dame un segundo —pido y él asiente tampoco muy seguro de querer irse.

Subo las escaleras, entro corriendo a mi habitación y saco de mi armario una caja de regalo que he guardado por años. Años. La sacudo un poco porque tiene polvo y bajo otra vez.

—Para ti —digo a Oliver, entregándole la caja—. Lo compré hace tres Navidades... Tal vez ni te quede... —Me siento nerviosa. Ni siquiera medí si es prudente hacer esto.

Él abre la caja con protocolo, tratando de no estropear nada, aunque luce ansioso, lo imagino pensando «¿Qué será?»

—Una camiseta —dice extendiendo la prenda para verla.

—No cualquier camiseta —sonrío. Es color azul y tiene la S de Superman.

—¿No soy Batman ahora? —pregunta, recordando nuestras conversaciones en mensajería.

—Antes eras Superman —le recuerdo.

—Ahora que lo pienso... —Me mira con duda—. ¿Por qué ahora soy Batman?

No quiero responder eso.

—Porque... sí.

—¿Porque sí? —Se saca la camisa que trae puesta, me la entrega y se coloca ceremoniosamente la que yo le regalé. Todo lanzándome miraditas sucias que me ocupo en devolver con mayor morbosidad al tener él su pecho descubierto—. Si me queda —dice, feliz, al terminar de ajustarla. 

—Un poco ceñida, sí... Pero así se ve perfecta.

Cuando me pide de vuelta su camisa, la coloco sobre mi hombro. —No, esta me la voy a quedar.

—Como quieras —dice, dándome un beso sonoro en la mejilla.

Y después se va...

Definitivamente se va.

...


Oliver

—... No los culpo si I Don't Want to Miss a Thing es la única canción de Aerosmith que conocen, es la más famosa de la banda y acorde a nuestro tema de hoy: Te extraño. Mi nombre es Joel y los dejo con Steven Tyler cantando «... cada momento que pasé contigo es un momento que valoro mucho. No quiero cerrar mis ojos. No quiero quedarme dormido porque te extrañaría, amor. Y no quiero extrañar nada»

Aparco mi camioneta frente al garaje de mamá dejando que la canción siga sonando, echo hacia atrás mi asiento y subo el volumen de la radio antes de recostarme. Hago eso cuando un recuerdo me lastima: subir el volumen de la radio para que mi cabeza se llene de otro tipo de ruido... y ya no pensar... y ya no recordar nada.

'Cause even when I dream of you

The sweetest dream will never doI'd still miss you, babyAnd I don't want to miss a thing.

La camioneta del padre Karin está aparcada frente a la mía y el coche de ella a un lado. Ya están aquí...

Paso ambas manos sobre mi cara.

... And I don't want to miss a thing.

—Te voy a demandar por poner ese tipo de canciones, Joel —digo a la radio y lo imagino diciéndome «Oye, yo no te obligo a escucharme».

Lo que más me gusta de esa canción es recordar la incontable cantidad de veces que papá y yo vimos Armagedón. Me hacía repetir la escena en la que Rockhound enloquece sobre el asteroide. Era su película favorita.

—¿No vas a salir, cielo? —escucho preguntar a mamá al mismo tiempo que toca la ventana de mi camioneta. Apago la radio y escondiendo de ella una mueca de fastidio bajo de la camioneta—. Llevamos ratos esperándote.

—Estoy llegando. Había tráfico —Eso no es una mentira del todo.

—Los padres de Karin están aquí desde hace horas... —Me comenta los detalles de la llegada de los señores Becker mientras entramos a la casa, pasamos del vestíbulo y llegamos a la sala. Yo necesito detalles de todo lo que ellos hacen, por su puesto; sobre todo respecto a qué opinaron de las nuevas cortinas de mamá—. ¡Miren quién llegó! —anuncia ella a todos.

—El chico del momento —Me saluda el señor Becker extendiendo su mano para que la tome. Lo hago en lo que mira con censura mi nueva camiseta. También saludo a su esposa.

—Cari...

Me sorprende que Karin no esté echando humo por la nariz cuando la saludo. No hay reclamos por llegar tarde. Ni siquiera comentarios sarcásticos... Y aunque suene ridículo, eso me preocupa más. Viene con todo esta vez.

—Linda camiseta —dice y acaricio con orgullo la S en mi pecho.

—¿Mucho tráfico? —me pregunta Néstor y estoy seguro de que lo hace para ayudarme. Siempre podemos «contar» con Néstor. Mi relación con él es cordial, ha mejorado, lo he aceptado, pero eso no evita que algunas de sus actitudes todavía me enfaden.

—Sí... eso —contesto, colocando amablemente una mano en la espalda de mamá para que camine conmigo, lejos... La llevo hasta la cocina—. Dime algo —le pregunto sin preámbulos—, ¿esta comida fue idea tuya o de Karin?

—Oh... —Ella se distrae sacando la comida del horno.

—Mamá, te hice una pregunta.

—Como no llegaste a tiempo tuve que preparar todo sola —se queja, dolida, y esquivando olímpicamente mi pregunta.

—Te he explicado distintas formas de preparar lomo. No evadas el tema... —Ella aún parece prestar más atención a la comida—. Mamá, volví a ver a Andrea. ¿La recuerdas? ...Mi novia de la prepa.

Arquea una ceja poniendo, todavía, más interés en el lomo. —¿La del vídeo?

—No la recuerdes solo por eso.

—Es un poco difícil, cielo —Ella sirve cuidadosamente cada plato—. ¿Dónde está Lili? —pregunta, acordándose de la chica del servicio—. ¡LILI! —La llama para que venga a ayudar... Me desespera... Me desespera que no diga nada.

—Mamá... —La sigo por la cocina.

—Mi suegra me preguntó por la boda —dice, insistiendo en evadir el tema—. Me recomendó Los Arcos para la recepción. ¿Conoces el lugar? Dicen que es precioso —Cualquiera pensaría que mamá habla del paraíso—. Hay jardines, un lago, patitos... El estacionamiento es amplio...

—Eso no va a pasar.

Ella recibe mi decisión con la madurez que siempre le ha caracterizado:

—Oliver, últimamente me he sentido enferma... —Por ser su hijo mayor, el más pendiente de ella, el que más la consiente, la he malacostumbrado.

—Mamá, no tienes nada.

—Nada me sale como quiero...

—Que una de tus amigas no te invite a una reunión no es una enfermedad.

Sí, ella hizo drama por eso.

—¿Te acuerdas que no salí de la cama? —comienza.

La relación con mi madre es buena, tan normal como la de otras madres con sus hijos: conversaciones divertidas, incómodas, reproches ocasionales y altas dosis de chantaje emocional. Últimamente se queja mucho de la «meno», la rebeldía adolescente de Douglas y que Néstor le está regalando un ramo de rosas a la semana en lugar de dos. Hace un par de días también me recriminó que no la he mencionado en el programa.

Aprendí a querer a mi madre como es: una niña eterna. Pero no voy a tolerar que su sensiblería sea utilizada para controlarme.

—No me has dicho si esta cena fue tu idea o de Karin —insisto.

—Yo la preparé, cielo —Eso no responde la pregunta—. ¿No quieres que Néstor te preste una camisa más formal para la cena? —duda, viéndome.

—No.

Así, sin cuestionar más o permitirme hacer lo mismo, me hace salir de la cocina y seguirla hasta la mesa. Solo faltamos ella y yo para tomar asiento, y aunque tengo uno reservado al lado de Karin, ocupo el que está junto a Douglas. El más alejado de los Becker.

—Oliver me estaba platicando que tuvo un día ajetreado —cuenta mamá indicando a Lili traer los platos, vasos... y los portavasos. No hay que olvidar los portavasos.

—Y eso que no está yendo al restaurante —dice el señor Becker en plan de «broma»

—Puedo dejar de recibir el cheque si quiere —devuelvo y Karin nos mira con inquietud a ambos pensando qué decir...

Pero elige rápido de qué lado ponerse.

—Papá, Oliver ha estado cumpliendo con la agenda del programa —justifica.

Cuando Lili coloca la cena frente a mí, en lugar de comer juego con mi tenedor... En cualquier caso, ya comí.

—Por supuesto —El señor Becker no pierde el buen humor—. Nos ha sido de más utilidad fuera de la cocina.

—Karin nos platicó que lo hará socio —dice Néstor.

—Ese es el plan si Oliver continua portándose bien —sigue «bromeando» el señor Becker. Le sonrío—. Me refiero a que sigas teniendo de tu lado a Stu —aclara—. Ese tipo es un perro para los negocios, llevará a lo más alto a Becker Steak House —celebra— y a ti, Oliver. Sin duda la mejor decisión que tomaste fue hacer tu representante a Karin.

—Karin ha sido la mayor bendición que ha tenido, Oliver —opina mamá. El tema que evadió en la cocina viene a mi mente—. Desde que la conoce no ha parado.

—Con eso contestas mi pregunta, madre —murmuro lo suficientemente bajo para que solo mi hermano escuche.

Douglas, en respuesta, se encoge de hombros y codea mi brazo como muestra de apoyo. Al menos él está de mi lado.

Hay mucho de cierto en el hecho de que no hubiera llegado lejos sin Karin, no tan lejos, yo mismo lo reconozco. Pero eso no me hace propiedad de los Becker.

—Oliver es quien es porque se deja guiar —dice el señor Becker—. Te felicito, Magda, hiciste un gran trabajo con el chico.

Esto es cada vez más frustrante.

Elegir a Karin como mi representante, sea todavía una buena decisión profesional o no, ayudó a exponer muchas cosas.

—¿Platicaron lo del libro? —pregunta el señor Becker mirando de mí a su hija.

—Me encanta lo del recetario —comenta mamá, orgullosa.

—Quedamos en llevar a cabo tu idea —me informa Karin, esperando mi aprobación. Está bajando la guardia en todo sentido... ¿Por qué? Todo sería más fácil si no lo hiciera.

—¿Qué idea? —pregunta el señor Becker.

Karin se lo platica y él asiente mostrándose no tan de acuerdo. Sin embargo, ella justifica cada cosa hasta que lo convence.

—Un gran plan —Nos felicita Néstor.

—Tu confía en Stu, Oliver —me anima el señor Becker con esa actitud de «Quiero lo mejor para ti» que tanto me enferma—. Mantenlo contento. Ya te dije que es un perro para los negocios. Tenlo de tu lado... Porque tenerlo en tu contra, Dios, es como tenerme a mí en tu contra —bromea y todos en la mesa ríen... por compromiso—. ¿Tú quieres tenerme en tu contra, Magda? —pregunta a mamá con «humor»

—¡Qué! ¡No! —Ella alza sus brazos riendo.

—Yo odio de hablar de aspectos legales —continua Becker—. Pero por el estima que tengo a Oliver hago bien en recordárselo. Firmó un contrato. Hay muchos planes tejiéndose en torno a él... Yo deposité mi confianza en él... —Me mira antes de decir lo último—: No nos falles, muchacho.

Mi ira es tanta que el tenedor en mi mano tiembla.

—¿Y para cuándo está programada la boda? —pregunta la señora Becker. Me encorvo al mismo tiempo que Karin se endereza en su asiento. Pero no luce segura. Casi no ha hablado... Pero si intervengo... Si la rescato... Si accedo... El que se seguirá hundiendo soy yo.

—Oliver... —Me mira sin saber qué decir.

—Le comentaba de un lugar llamado Los Arcos —interviene mamá—, dicen que es precioso...

Si vuelve a mencionar los jardines, el lago y los patitos voy a incrustar este tenedor en mi cuello.

—La fecha deberían tenerla ya para que no afecte la publicación de los recetarios —opina Becker.

—Oliver y yo lo vamos a platicar, papá —contesta Karin enviándome un mensaje claro de que mi silencio la lastima, sin embargo, nadie más parece notarlo. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Por qué lo permitimos? De cualquier manera, a diferencia de mí, es evidente que no va a renunciar tan fácil. No es su estilo.

—La luna de miel puede ser donde fue la mía con Néstor... —continua mamá.

—Haz tu magia para que los planes de boda no interfieran con las actividades de El Chef de oro y publicaciones de los libros, princesa —aconseja Becker a su hija—. En marzo es el lanzamiento del primer recetario, ¿no? —Karin asiente luciendo tan pérdida como yo—. Debe ser antes de que finalice el programa, claro está.

—También debe acoplar a la agenda las demostraciones de cocina —opina Néstor.

—Tengo grandes planes para Becker Steak House —anuncia el señor Becker en lo que yo sigo viendo con tentación mi tenedor—. ¿Se los platico? —La esposa de él y mamá aplauden—. Quiero que el restaurante Saveur, el que está sobre la quinta avenida —Hace mucho énfasis en eso—, sea nuestra sucursal principal... y quiero que Oliver esté a cargo —Me mira con orgullo—. En nadie confío más. En nadie.

—Es una gran oportunidad —Está de acuerdo Karin pensando, quizá, que la idea va acorde a mis planes.

—No me quieren expender Saveur tan fácilmente, Oliver —El señor Becker toma nuevamente la actitud de negocios—. Tendremos que convencerlos. El miércoles por la noche te agendé una reunión con los socios principales, cocinarás para ellos... Con eso demostraremos que Becker Steak House está a la altura.

Me detengo en Karin. Por su actitud asumo que no lo sabía. Espero que no.

El señor Becker explica todo con determinación.

—¿Cuento contigo entonces? 

—Llegaré a la cita —prometo. Igual todavía trabajo para él.

—Oliver será el #1. Ya lo es —salta mamá, feliz.

—Con permiso —digo, retirándome.

Huyo al baño.

Allí me encierro, cierro mis ojos, presiono mi frente contra la puerta y trato de no pensar en nada durante unos segundos.

Mi teléfono vibra instantes después. Es un mensaje de Boris.

Boris: Por fin tengo competencia.

A su mensaje añade una foto de Andrea bailando rodeada de gente.

Batman: ¿Dónde están?

Boris: Bouger. Una discoteca sobre la tercera. Andrea quiso salir a bailar. El Porky, Aaron, Abner, Su y yo vinimos con ella. Casi todos jajaja. ¿Te unes?

Boris: Aunque odias bailar :/

Batman: Mira tú reloj. Llámame en un minuto. EXACTAMENTE en un minuto.

Boris: Ok...

Salgo del baño poniendo atención al reloj en mi teléfono y ajusto el sonido de llamadas entrantes para que se escuche lo más alto posible. «Debo esperar unos segundos más». Me quedo un momento en el pasillo y avanzo hacia la mesa hasta que lo considero oportuno.

Ahí está. «Llamada entrante de Boris Durán»

—Perdón —digo a todos, quedándome de pie a un lado de mi asiento y procedo a contestar la llamada—. ¿Sí?

Te decía que Bouger no está mal... —dice al otro lado de la línea Boris, subiendo el tono de su voz considerablemente. En el fondo se escucha música.

—¿Cómo que te duele el apéndice? —respondo, serio.

¿Qué?

Cambio el peso de mi cuerpo de un pie al otro. También cambio de mano mi teléfono. —¿Nadie contesta? ¿Seguro? —pregunto, luciendo consternado.

¿Oliver, qué diablos...

—Estoy en una cena, pero... bien —resoplo y asiento con la cabeza muchas veces. Mi amigo me necesita—... bien. Voy para allá. Tu tranquilo.

Ah, ya entendí —contesta Boris—. ¿Y si te preguntan por qué no pido una ambulancia? —sugiere. Dejo mi boca abierta unos segundos.

—Está bien que no confíes en las ambulancias, Boris —digo sacando de mi bolsillo las llaves de mi camioneta—. Yo estoy aquí. Todo va a estar bien. Tranquilo.

—¿Qué pasa, cielo? —escucho preguntar a mamá.

Cuelgo y me giro hacia los ocupantes de la mesa para despedirme. Mi amigo, casi hermano, me necesita.

—Lo lamento, mi roomie está mal.

—Ve. Espero que mejore —dice la señora Becker penosamente preocupada y agradeciendo su consideración empiezo a salir sin prestar atención a nadie más.

Espero haber sonado convincente.

Estoy por abrir la puerta principal cuando Karin me alcanza.

—Oliver, espera —llama y me vuelvo para ver qué quiere. Tuvimos una escena similar hoy más temprano.

—¿Podemos juntarnos más tarde? —pregunta, llorosa. Una punzada de culpa viene a mí—. ¿Llego al apartamento?

—Te confirmo —contesto, críptico.

Lo que sigue es mirarnos esperando que sea el otro quien corte el momento incómodo primero. Ya hemos pasado por esto antes. Lo sabe. Lo sé. Ella espera más... Pero yo no.

—Me tengo ir —digo, volviendo mi atención a la puerta y abro.

—Una cosa más —añade. Su voz está temblando.

—Te escucho —digo sin volverme. Esto es tan incómodo maldición.

—En el folio de inscripción de Boris, ya sabes, al que tienen acceso los productores del programa, él anotó que ya le sacaron el apéndice... Tómalo como... como una sugerencia a futuro.

Mierda.

—Gracias... —Apretujo un poco mis labios, salgo de la casa sin verla y, sintiendo que el suelo está por abrirse debajo de mí, camino hasta mi camioneta.  


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