La buena reputación de Oliver...

By TatianaMAlonzo

2.9M 414K 297K

La Reputación #2 CONTINUACIÓN de La mala reputación de Andrea Evich, también disponible aquí en Wattpad. Es i... More

Prólogo
La buena reputación de Oliver Odom
Trailer #FanEdit
Capítulo 1
Capítulo 2
Correo de Oliver. 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Correo de Oliver. 2
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Correo de Oliver. 3
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39 -FINAL-
Escena extra 1. Primera llamada
AHORA EN FÍSICO

Capítulo 11

75.6K 10.5K 12.2K
By TatianaMAlonzo

Capítulo dedicado a LaurenBoyce19.


-------

No digo a Oliver hacia dónde caminar; él, primero, parecer estar indagando qué lugar es este. No parece tener prisa. De pie en el vestíbulo mira las escaleras, la puerta que conduce a la cocina, un reloj viejo en la pared y por último llama su atención una fotografía de mi abuela cuando esta aún era joven. El marco que la resguarda está sobre un mueble de la sala, por lo que avanza hacia allá para verla de cerca. Su expresión es seria, esquiva, insondable; y de esa manera repara en esa fotografía y las que están cerca.

Yo... lo sigo y observo en silencio..., o al menos eso hago hasta que el reloj avanza sin que ninguno diga algo.

—Dicen que me parezco a ella —murmuro cuando vuelve a dirigir su atención al primer retrato—. También a mi madre... Nuestros rasgos son generacionales... al parecer.

Y aunque no me mira sonrío como si lo hiciera.

No me mira o habla desde que llegó y, siendo sincera, no sé si está evitando hacerlo. Su actitud áspera no me dice nada. O puede que debido a mi ansiedad y miedo solo esté asumiendo cosas. Sea lo que sea, ahora que lo puedo ver de cerca también advierto que luce un poco cansado. Tener tantas obligaciones debe ser agotador.

—¿Aquí... has vivido todo este tiempo? —pregunta, finalmente. Aunque todavía no está mirándome.

Meto mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón e, intentando no mirarle directamente para no perder sensatez, trato de responder mientras observo mi pie derecho y hago girar la punta de este contra el baldosado. No puedo evitar sentirme tímida.

—No. Viví en Deya hasta hace muy poco.

—¿Deya? —Su voz se torna un poco más grave.

—Sí. Los últimos siete años viví allá.

Lo miro otra vez. Ya no parece interesado en los retratos, ahora... solo parece estar pensando. ¿En qué?

—Siéntate si quieres... —digo, rodeándolo un poco; sin embargo, además de que insiste en no mirarme directamente, continúa de pie sin mostrar interés en algún asiento.

Hay un par de sofás aquí, solo digo. 

Aunque puede que no piense quedarse mucho tiempo.

—Estudié danza en la universidad —añado y, cuando menos, esta vez sí se gira hacia mí.

Sus ojos me recorren despacio antes de posarse en lo míos, cosa que me arrepiento de desear que hiciera porque ahora me siento más vulnerable, más pequeña.

Ya no es un niño, ya no refleja inseguridad, los pequeños surcos alrededor de sus ojos me indican que pasó por mucho durante los últimos siete años; y que, quizá, por ese motivo, puede que ya no lo conozca tanto. O al menos no como creo.

Parece analizarme. Luego frunce sus labios como si quisiera decir algo más y al mismo tiempo se cuestionara si debiera. Tampoco sabe qué hacer con sus manos o cabeza, que sacude un poco demostrando que mantiene algún tipo de lucha interior. Esa es la primera fisura que me permite ver de él.

—Lo que quieras decirme hazlo —lo animo a pesar de que, tema, sea algo que no quiero escuchar. No obstante, él se toma su tiempo para responder mientras todavía me estudia. 

—¿Tú no quieres decir nada? —cuestiona un poco a la defensiva.

Asiento tratando de no mantener mi cabeza gacha. —Mucho, pero...

—¿Pero?

Indudablemente, y aunque intente inútilmente no demostrarlo, está enojado.

—No... —¿Cómo decírselo?

No sé si debo.

—Yo solo quiero saber por qué —determina en tono brusco, escogiendo por fin en cuál sofá sentarse. El que está frente a mí. Lo hace y sus manos ahora descansan a su costado. Ahí me mira dolido, desafiante.

—¿Por qué me alejé? —Mi voz tiembla. Él asiente sin dejar de verme como si resolviera aguantarse las ganas de decirme muchas cosas—. Te escribí una nota —le recuerdo y es como si mis palabras lo golpearan. Estirando su boca en una mueca, se echa hacia atrás cerrando por un instante sus ojos, suelta una risa gélida y en esa misma posición niega con la cabeza...

No fue la respuesta correcta.

Oli —empieza a recitar recuperando la compostura, aunque conservando en su rostro una sonrisa divertida—, escribo esto con el lápiz y papel que pedí a la recepcionista de la clínica...

—¿Te la sabes de memoria? —interrumpo, sin poder creerlo, lo que parece enfadarle.

Iba a marcharme sin despedirme —continúa mientras yo, avergonzada, no sé hacia dónde ver. Me siento expuesta—, aunque no porque sienta que no mereces una explicación, sino porque no-sé-que-decir...

Lo último lo dice estirando su boca en un gesto de dolor. Eso me hace estremecer hasta el punto de querer cubrir mis oídos. Para ya... Para.

Te amo tanto... —prosigue y tengo que darle la espalda para que no vea que estoy a punto de desmoronarme—. Pero, aun así, te ruego que no me busques. Estoy haciendo esto por mamá, por ti y por mí. Sobre todo por ti. Nunca olvides eso, pero si trata de olvidarme a mí...

En esa parte se detiene.

—Mírame, Andrea —pide con la misma voz fría y niego con la cabeza—. No voy a continuar hasta que lo hagas —reclama.

Todavía no estoy llorando pero mis ojos pican. Son tantos recuerdos. De cualquier manera, sabiendo que se lo debo, me vuelvo a girar hacia él. Es como un juez en este momento.

Siempre te amaré —añade, sin tan si quiera parpadear...—. Tampoco olvides eso... O tal vez sí...

—Oliver, yo... —Mi boca tiembla.

Mamá me está esperando afuera para irnos —me interrumpe al mismo tiempo que sus ojos se cristalizan. Oh, Dios—. ¿Qué más puedo decir? —sigue y mi corazón duele—. Sé feliz. Eres el mejor chico que he conocido y mereces más que nadie ser feliz. Te quiere, Andrea —termina en lo que yo aparto de mi cara la primera lágrima—. Ciento once palabras —dice ahora—. Ciento once, Andrea.

Bajo mi mirada esperando, quizá, que con ese gesto me disculpe un poco. —Tenía que hacerlo —digo—. No podía más... Tenía miedo.

—No me creíste capaz de ser fuerte por ambos.

—Yo necesitaba ser fuerte por mí misma, Oliver... Por ti —Ver dolor en sus ojos me hace sentir miserable—. Tú ya sostenías mucho por ambos —Mi voz es una súplica—. ¡Por Dios, te habían golpeado! Estabas en el hospital por mi culpa.

—Fui yo el que eligió irse a los golpes con Chris o cualquiera.

—Eras tan pequeño. Tan... bueno —Aparto más lágrimas de mi cara, recordando—. No merecías nada de eso.

—Tu tampoco.

—Ya te había metido en suficientes problemas —continuo explicando—. Mi reputación te arrastraba.

—Eso nunca me importó, Andrea —La forma en la que lo dice me confirma por qué lo extraño tanto—. No como a ti.

—Así es... —digo, sentándome junto a él y en esa posición tomo su mano—. Porque era mucho para soportar. Demasiado...No me dejaban quererte sin que me sintiera culpable por ello. Me convencieron de que era algún tipo de cáncer para ti.

Tu madre fue una. Y le creí...

En ese momento le creí.

—Perdóname... También lo hice por mí... En verdad necesitaba tiempo. Respirar... Pensar... Recuperarme... Perdonarme.

—¿Perdonarte qué? —Su mirada al menos se suaviza.

—Llamarme basura... puta —Él coloca su mano libre sobre mis labios para que no siga; pero al verme llorar, la aparta y limpia con su pulgar esas lágrimas—. Creí que me lo merecía —continuo—. Asumí que era mi culpa, cuando, jamás fue así... Tú también lo creías —Su espalda se yergue al sentirse señalado—. Dijiste que me equivoqué... —le recuerdo. 

—Andrea...

—No, Oliver. Porque aun cuando yo grabé por voluntad propia ese vídeo, nadie tenía derecho a humillarme. El del error fue quien lo divulgó sin mi autorización... Por ese motivo ya no utilizo ropa holgada, ni me pongo lentes para esconderme —Me inclino un poco más hacia él—. Y por eso, ahora, cuando alguien me quiere hacer sentir mal por lo que pasó, no le bajo la mirada. No tengo por qué.

» Hay cosas que todavía me cuestan. No soy perfecta y nunca lo seré. Aceptar eso fue importante para superar todo. Seguiré cometiendo errores, como todos, claro está. No aspiro a ser embajadora de la ONU en el tema acoso, soy solo una chica normal que sigue aprendiendo... Pero algo sí es diferente a comparación de hace siete años... Las ganas de seguir. Ahora me siento mejor preparada. Me siento en paz. Busco felicidad.

—¿No eres feliz?

Sonrío. 

—Por momentos, al igual que todos. ¿Quién es feliz a tiempo completo? Me refiero a que busco más razones para compartir, qué sé yo, ¿buenos momentos? Momentos con muchos Cheetos —termino y él ríe y solloza al mismo tiempo—. ¿Recuerdas eso?

Asiente, evocando. —Todas las veces que he vuelto al supermercado el mismo tipo que nos echó me mira como si hubiera ultrajado a su madre.

Esta vez los dos sonreímos, aunque eso dura poco...

Observo su mano mientras aún la sostengo; al mismo tiempo dándome cuenta de que, aunque él no intenta agarrar la mía, tampoco la aparta. Así, sin poderme contener, en agradecimiento por no juzgarme, la estrecho con más fuerza, la elevo hasta mis labios y le doy un beso por encima de los nudillos. Oliver, en respuesta, libera aire que retiene, se pone de pie y, dándome la espalda, vuelve a caminar hasta el mueble que sostiene los retratos.

Tal vez me vi demasiado atrevida, pero era algo que deseaba hacer por gratitud. 

—Tenía que continuar —dice segundos después y asiento.

—Lo sé.

—Tenía que... que... —Esta vez es él quien mantiene su cabeza gacha.

—Y te va bien... Me da gusto verte siendo el mejor en lo que te gusta.

—¿Por eso volviste? —pregunta, murmurando—. ¿Por qué me viste en El chef de oro?

—No. Mi abuela vino a expandir su empresa... Nuestra empresa.

No responde nada a eso y cuando me vuelve a mirar vuelve a lucir incomprensible para mí. Es como si esperara a que yo hable. No obstante, pese a que indiscutiblemente hay mucho que quisiera decirle, no me atrevo. No debo.

Y es que, en cualquier caso, no sé en dónde caerían mis palabras. En su corazón... En su cabeza... En su indiferencia.

—¿Trabajas con tu abuela? —pregunta.

Suspiro y dejo caer mis hombros un poco. —También tengo una academia de baile... Es modesta. Voy empezando pero... algo es algo —Trato de sonreír—. Intento, ya sabes, abrirme espacios.

Las comisuras de sus labios se elevan, mostrando la primera sonrisa genuina desde que llegó. La primera que veo en años. Es tenue pero, vamos, es una sonrisa. Aprieto un poco mis labios mientras decido qué decir.

Oliver se vuelve a sentar junto a mí y esta vez es él quien toma mi mano sujetándola únicamente por los dedos. De esa forma, su dedo pulgar roza sutilmente mi dedo anular y el de en medio, al que suelen llamar el dedo del corazón. Así se siente al menos.

—Te cambiaste de ropa —señala con un gesto, mirando por un instante mi pecho.

—Lo de la mañana era un disfraz para que pudieras reconocerme. Así me visto ahora.

Tampoco es la gran cosa. Llevo puestos unos zapatos tenis, vaqueros y una camiseta sencilla. Es mi ropa para estar en casa. En mi defensa diré que no lo esperaba.

—Me gusta —halaga, asintiendo.

Abro mi boca queriendo responder "Siempre te ha gustado cualquier cosa que me ponga", pero la cierro. No se siente correcto. Oliver, por su parte, al verme dudar si hablar o no, me mira con más interés; pero tampoco dice nada. Todavía parece esperar a que sea yo la que hable primero.

—¿No me vas a pregunta qué tal me va? —cuestiona, al ver que no lo haré y libera mi mano.

—Es que ví que muy bien —digo y he de admitir que, la importancia que tiene actualmente, me resulta un poco intimidante. No es el Oliver que estaba acostumbrada a tratar.

—Sin Karin hubiera sido imposible —suelta, de pronto, orgulloso.

¿Qué espera que responda a eso?

—Bien —sonrío y hago un gesto afirmativo con mi pulgar derecho... Él una vez más parece esperar a que añada algo. Pero no.

—Es una buena mujer —agrega entonces.

—Mujer —repito, tratando de verme ¿natural?—. Menos mal lo aclaras, pensé que era una pera. 

No se está riendo...

Mierda.

—Me refiero a que no tenías que aclarar que es mujer —trato de explicar, pero su expresión continúa seria—. Porque se nota... digo, elegiste bien... Es muy linda... y se ve que también muy importante —Abro mucho mis ojos al decir lo último mientras él, en respuesta, se acomoda mejor donde está animándome de esa manera a continuar desembrollando mi opinión sobre Karin. Ah, carajo—: Se nota en su forma de vestir —añado—. Usa tacones altos; y es que, creo, lo hace, porque es un poco bajita... Pero no tan bajita —aclaro, temiendo que se moleste, pero solo está apretando levemente sus labios—. Es bajita normal.

¿Por qué estoy hablando de la estatura de Karin?

—Escuché que también es chef... —agrego, devolviendo seriedad a esta conversación... o eso espero. Sin embargo, Oliver todavía me mira como si esperara a que siga hablando. Mierda—. Y tu es representante. Eso escuché.

—Es buena en eso —contesta él—. De no ser por ella hoy seguiría friendo papas en algún restaurante de comida rápida. Me ayudó a tener visión.

—Me alegra mucho —asiento—. Eso es importante con las parejas, sabes —señalo, luciendo tan perdida como siempre—, el... animarse a ser mejor —Oliver, en cambio, luce sereno. Incómodamente sereno.

—No sé qué haría sin ella —añade, consiguiendo que mis músculos se tensen un poco. No te afecta escucharle hablar así. No te afecta. Anda, sonríe. Eso es...

—Echar a perder una demostración de cocina, supongo.

—Eso con o sin ella para ser franco. El caso es que... —Se vuelve a poner de pie— soy muy feliz —Ahora echa un vistazo a la puerta. Está listo para irse, al parecer.

—Genial —También me levanto.

—Así es la vida, hay que... seguir adelante. Avanzar —dice, otra vez mirándome.

—Por supuesto —resuelvo—. Por lo mismo también me alegra que te vayas a cassssar.

Usé demasiadas S. Son los nervios. 

—Casar. Sí —asiente él, entrecerrando un poco sus ojos. ¿En qué pensará?

—Vas a ser un gran esposo —halago. 

Formidable sin duda alguna.

¿Eso fue sarcasmo? 

—¿Entonces... —Yo también echo un vistazo a la puerta y la señalo. 

—Tengo que irme.

—Claro —Lo empiezo a acompañar a la salida.

—Tengo que ir con mi novia bajita —agrega.

Quiero darme de topes contra la pared. —Ve... No la hagas esperar mucho.

¿Estoy sonriendo o haciendo muecas? Necesito un poco de ayuda aquí, Dios.

Él se hace a un lado para que abra la puerta, lo hago y, sin saber qué más decir, nos detenemos bajo el umbral. Tiene sus manos metidas dentro de sus bolsillos, pero está sonriendo. Al menos está sonriendo. Forzadamente al parecer, pero podría ser peor... Podría estar odiándome. Yo apretujo mis labios y froto un poco mi ojo izquierdo apartando de este una pestaña imaginaria; todo mientras espero... Espero a que él diga algo. Pero no. Nada más está mirándome.

¿Le pido que me de esos cinco? ¿Chocamos hombros? ¿Simplemente me despido?

¿Le digo adiós? ¿Au revoir? ¿Sayonara?

—Hasta entonces —elijo, sonriendo. Eso... suena bien.

—Hasta entonces —repite él, dando media vuelta. 

Se va sin beso de despedida en la mejilla. Perfecto.

Es lo mejor...

Lo veo bajar las gradas de nuestro pórtico y caminar hasta una camioneta color azul aparcada al otro ladomientras juega con unas llaves. Antes de llegar señala la camioneta con las llaves y esta emite un sonido que indica que está abierta. En mi teléfono miro la hora. 11:32 p.m. Hace veinticuatro horas estaba nerviosa por verle otra vez y hoy... 

Hoy me iré a dormir con la certeza de que hasta aquí llegamos.

Abre la puerta del piloto y desde donde está me mira otra vez, aunque ya no sonriendo. Agito mi mano en su dirección a modo de despedida y él simplemente entra a la camioneta. Tras unos segundos en los que me estoy preguntando qué diablos hago todavía en la puerta, escucho que enciende el motor, con este las luces y...

Solo entra a tu casa, Andrea.

Doy media vuelta en el momento que, escucho, empieza a avanzar; entro a mi casa y, con mi espalda apoyada contra la puerta, cierro.

Ya está.

Ya... está.

Entretanto, de mi boca sale un sonido que me cuesta interpretar. ¿Dolor? ¿Alivio? ¿Acaso es ganas de llorar? No. No voy a llorar.

No voy a llorar.

Que no...

No... Vamos, no...

Es por nostalgia... Por nostalgia.

Cuando mamá y la abuela bajan estoy sujetando la punta de mi camiseta para limpiar con esta la punta de mi nariz. Llevo un minuto llorando.

—Se fue —les digo.

—¿Querías que se quedara? —me pregunta mamá, sorprendida, lo que me hace soltar una risa que estruja mi garganta. Claro que no quería que se quedara... 

No...

Que no.

—Solo dame un abrazo —contesto, caminando hacia ella para que me rodee.

—Ya pasó... —me consuela—. Ahora cada uno puede seguir por su lado.

Que diga eso solo me hace llorar más. Basta... Basta.

—¿De verdad tenías que decirle que su novia es bajita? —pregunta mi abuela.

Me quiero matar. 

—¿Nos escuchaste?

—Bajé a la cocina por agua, tú hablabas muy alto.

—Me debe odiar —sollozo, emitiendo otro tipo de sonido no humano.

—Pero no es tu culpa que ella sea así —contesta mi abuela.

—Pero no debí decir eso —lloro, todavía recostada sobre el hombro de mamá—. No debí decir nada, mamá... Nada de nada.

En esa posición, con mi abuela dando golpecitos a mi espalda, volvemos a escuchar que alguien toca. Aunque esta vez solo golpeando ligeramente la madera de la puerta. 

Respingo y miro a mamá. ¿Quién? 

Y a esta hora.

—¿Ahora sí será el vecino? —pregunta mi abuela a nadie en particular, también mostrando desconcierto y dudando si acercarse a ver o no, hasta que por el bien de nuestros nervios por fin lo hace. Sin embargo, de pie frente al ojo de gato, gira antes de que, si quiera, preguntemos quién es...

... y me mira con alarma, como si quisiera decir muchas cosas al mismo tiempo y no supiera cómo. No sabe cómo. ¿Acaso...

—Abre, Andrea —escucho decir a Oliver y mi boca y la de mamá caen. Mi abuela a la vez asiente. Es él.

—Ya te ibas —respondo, procurando sonar imperturbable—. No me escuchó, ¿verdad? —pregunto después a mamá y a la abuela... según yo en voz baja.

—No —descarta mamá, negando con la cabeza y frunciendo su entrecejo con seguridad. 

—Nada de nada —le secunda mi abuela. Genial, hubiera sido  incómodo que Oliver escuchara lo que hablamos.

Y estoy asintiendo para mostrar tranquilidad cuando él responde:

—Sí se escucha.

Mierda.

—E-Era yo la que estaba llorando —balbucea mi abuela intentando "ayudar". 

No, Dios, no. 

—Abre, Andrea —insiste Oliver, sonando más áspero.

—¿Qué quiere? —me pregunta mamá.

Alzo y dejo caer mis hombros. No tengo idea. Habrá que averiguarlo, supongo. Por lo que agito un poco mis brazos para liberar tensión y procedo a abrir. Tú tranquila. Aunque no del todo. Oliver solo puede ver parte de mi nariz y un ojo.

—¿Estabas llorando? —pregunta, acercándose... 

El caso es que no hay forma de responder a esa pregunta sin, de alguna manera, perder mi dignidad. Mi semblante me delataría aunque diga que no.

—Ya te había dicho que me irrita el desinfectante —miento, aunque sé que no me cree—. Acabo de limpiar el piso.

Vamos, la idea es no decir que sí.

—Sal —me pide otra vez, apartándose para que lo haga. Niego con la cabeza hasta que no me explique para qué. Él espera un momento...—. Que salgas, Andrea —repite esta vez autoritario. Limpio un poco mi nariz y salgo. Lo iba a hacer de todas formas, quiero saber qué quiere pese a que al parecer sigue molesto. 

Cuando estoy de pie frente a él mira mi rostro como si una vez más lo examinara y luego da media vuelta.

—Vamos —pide, empezando a caminar.

—¿A dónde? —pregunto automáticamente, como si de pronto todos mis sentidos se activaran.

—Tú sígueme —responde con aparente desinterés.

Vuelvo mi vista hacia la puerta buscando a mamá; ella saca un poco su cabeza.

—Con cuidado —advierte respirando tan fuerte que resalta su pecho y asiento.

Sigo a Oliver hasta su camioneta. Oh no... Él se instala junto a la puerta del copiloto y la abre invitándome a pasar.

—No —aviso, dando dos pasos hacia atrás. Él me mira serio—. Oliver, no —repito—. Es tarde... Casi media noche.

Y no tengo ratones ni calabazas, tampoco una hada.

—Entra, Andrea —dice ahora.

—Y tú tienes pareja —le recuerdo—. Dijiste que te está esperando, ¿no?

Tienen que... ir a hacer sus cosas.

—Me lo debes —Es lo único que dice en respuesta.

—Oliver...

—No te voy a hacer daño —asegura, más calmado.

—No, no es por eso —me apresuro a aclarar. Sé que jamás me haría daño. Acto seguido, conmigo todavía sin avanzar un ápice, levanta ligeramente sus cejas. Ya voy...Entro.

Él cierra la puerta, rodea la camioneta y, vigilando cada reacción mía, toma su lugar en el asiento del piloto.

—¿A dónde vamos? —Mi voz tiembla.

No contesta.

Enciende la camioneta y con esta la radio y el aire; ve un momento por el retrovisor para comprobar que no hay nadie detrás y sale del aparcadero. Veo por la ventana. La puerta de mi casa todavía está abierta. ¿Qué estarán pensando mamá y la abuela?

—... Entonces estamos de acuerdo en que el amor es un sentimiento que va de la mano con lo inesperado —escucho que dice una voz en la radio. Un hombre—. Mi nombre es Joel y los invito a quedarse un rato más con nosotros escuchando clásicos. Románticos, por supuesto, para ir de la mano con el tema de hoy: El amor que se fue; de manera que les dejo con All out of love de Air Supply. Esa que dice "Estoy completamente sin amor, tan perdido sin ti..."

—No, esa canción no —digo, acercando mi mano a la radio para cambiar de estación, pero Oliver se apresura a darle un golpecito ligero para que no quite nada—. Ni te la sabes —le reclamo al mismo tiempo que, me percato, estamos saliendo de mi calle. 

Él levanta dignamente su barbilla y espera a que empiece el coro para entonces murmurar:

I'm all out of love, I'm so lost without you. I know you were right believing for so long...

—De acuerdo, si te la sabes —acepto, lo que le hace sonreír un poco; solamente un poco.

Pero sigue sin decirme a dónde vamos. 


-------

¿Necesitan un inhalador? 7u7

También te invito a seguirme en redes sociales para fangirlear ↓

Grupo de lectores en Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros.

Twitter: TatianaMAlonzo

TikTok: TatianaMAlonzo

Instagram: TatianaMAlonzo (CONTENIDO EXTRA)

¡Y gracias por apoyar mi trabajo votando!


Continue Reading

You'll Also Like

1.9K 559 34
"Demencia" es una antología de cuentos narrados desde la perspectiva de un esquizofrénico. Con la peculiaridad de que a veces narran las voces dentro...
52.6K 4.7K 8
Precuela de la Saga Razones. (DISPONIBLE EN FÍSICO). Elisa es una niña ciega que encuentra color y amor por la vida a pesar de su dolor. Axel es un c...
67.9K 10.2K 34
{boyslove} En un mundo donde seres de otro planeta se han apoderado de la Tierra, todos los humanos han sido aniquilados, exceptuando algunos niños...
Él Te Escucha By Jobs

Mystery / Thriller

3.2K 519 16
Ella, una chica inocente. Él, el asesino incógnita más buscado. ¿Quién diría que un simple podcast haría que tú muerte estuviera tan cerca?