narrador omnisciente
Eran las seis de la tarde y el Sol picaba allí en Los Barrens, Eddie y Richie habían quedado para hablar de que iban a hacer en sus vacaciones.
Habían quedado también con Stan, Bill, Beverly, Ben y Mike, pero estaban ocupados aquella tarde.
– ¿Qué vas a hacer tú, Eddie Spaghetti? – Dijo Richie pasando un brazo por los hombros de este.
– Para empezar no me llames así, y aún no lo sé. – Dijo Eddie echando su cabeza en el hombro de Richie.
– Perdón, Eddie Spaghetti. –Richie rio y acarició su pelo.
El corazón de Eddie iba a mil por hora cada vez que Richie le trataba así, pero el sabía que lo hacía porque era su mejor amigo.
En un momento empezó a notar que le faltaba el aire y corriendo fue a buscar su inhalador, pero no estaba.
–R-Richie...– Intentaba llamar a Richie con el poco aire que le quedaban en los pulmones
– ¡Eddie! ¿Qué te pasa? – Miró al pequeño, preocupado.
–M-Mi inhalador, n-no lo encuentro. – Sentía su cabeza pesada y el aire cada vez era más necesario.
Cuando vio a Richie buscarlo desesperadamente, cerró los ojos y todo se volvió negro.
[...]
–¡Eddie! ¿Estás bien? ¿Te encuentras mejor? – Eddie tenía la cabeza en las piernas de Richie, que estaba sentado en un banco junto a un inhalador en su mano.
– Si, mucho mejor, ¿Qué has hecho? – Eddie lo miró sin levantar su cabeza de las piernas de Richie.
–Te llevé en brazos a la farmacia y bueno me dieron uno, se lo han apuntado en la tarjeta a tu madre. – Richie sonrió.
–Oh Richie, muchas gracias ¿Hay algo que pueda hacer para recompensarte? –Eddie puso una sonrisa mientras se sonrojaba ligeramente.
– En realidad si. – Richie se acercaba lentamente a Eddie.
–¿El qu...– Eddie no terminó la frase cuando sintió los cálidos labios de Richie contra los suyos.
Y el pequeño no tenía mariposas en su estómago en ese momento, tenía un maldito zoo entero.