El Secreto de Antuan ©

By DeniAguayo

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Muy lejos de las luces de la ciudad, existe un bosque maldito... En él, grandes tragedias han sucedido. Todo... More

El Secreto de Antuan
Cuando las Sombras Cobran Vida
El lugar del eterno otoño
La necesidad de las voces
Los enormes Campos de Calabaza
Los Rumores Detrás del Jardín
Parte I
I. Los Cuervos de Don Jorge
2. Los misterios debajo de la lluvia
El Curioso Caso de los Incomprendidos
3. Las Temibles Señales
4. El verde y el Bosque
5. Las Espinas del Corazón
6. Sombras en el Boque
7. Suceden Cosas Extrañas
8. El cuento de los desaparecidos
Parte II
9. El hombre que regresó de la muerte
10. El lamento del bosque.
Cuando el cielo llora
11. Las campanas de medianoche
La Eterna Juventud
12. La sombra tras la torrencial lluvia
13. El chico, el cuervo y la muerte.
14. Los pálidos recuerdos
Se le llama amor
15. Los Fantasmas del Cementerio
16. El reclamo del Bosque
17. La maldición del Ángel
Parte III
De tragedias de verano
18. El acuerdo del cementerio
19. La Dama de Blanco
Las llamas del infierno
21. El secreto de Antuan
22. La Indeleble Sed
23. Cuando las leyendas, cobran vida.
Un lugar entre los árboles
24. La noche de los muertos
25. La Mansión de los Moulian
26. Las rosas que se marchitan
Parte IV
27. La oscuridad
28. Vengan, almas en pena
29. El camino al infierno del pasado
30. Las cenizas de los recuerdos
31. En los más profundo, en lo más lejano
32. Réquiem
33. El desvanecimiento del adiós.
34. Mientras las hojas, continúan cayendo.
De leyendas y Verdades
Querido lector
Redes sociales
Flores Marchitas

20. Los secretos se derrumban

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By DeniAguayo

Capítulo 20. Los secretos se derrumban.


Oscar Castillo estaba inclinado en uno de los bancos cerca de la cancha de fútbol tratando de amarrar las cintas blancas de sus zapatos deportivos antes comenzar a entrenar. A lo lejos visualizó a algunos niños de la primaria disfrazados, correr entre los patios de la escuela. Aquel día era noche de brujas y por ende, el festival de día de muertos se celebraba en la escuela. Era un festival que en particular le gustaba. Los salones hacían concurso de ofrendas para el Día de Muertos, otros hacían una pequeña quermés en el patio principal en el que vendían comida y otros más se habían lucido con un concurso de disfraces. El salón de Oscar por ser los de último semestre habían organizado una casa embrujada, todos iban a participar porque el dinero recaudado de la entrada se usaría para pagar los arreglos del viaje de graduados. Todos estarían involucrados excepto el equipo de fútbol, porque esa tarde a las seis, sería la gran final de interprepas y la gran mayoría de los integrantes del equipo iban en último semestre.

Aunque aquello era un poco injusto nadie parecía enojado porque al fin y al cabo él era Oscar Castillo, era eso un Castillo, el chico popular de la preparatoria.

–¡Hey, Rojo!– le gritó Mauricio desde la cancha, estaba dando saltos de punta porque el entrenador los había puesto a calentar– ¿Estás listo para al rato?

Oscar se enderezó con confusión, Mau rodó los ojos mientras corría hasta llegar a su lado.

– La fiesta de Karla Dominguez, la de cuarto grado nos invito el viernes pasado– le explicó, Oscar asintió distraído estaba esperando como siempre a que un niño de ojos color pasto apareciera entre el mar de personas, pero los ojos más verdes del mundo no aparecía por ningún lado. – Los chicos quedamos en ir apenas termine el partido. Si ganamos iremos a festejarlo, si perdemos pues... iremos a festejarlo aún así– y se hecho reír sólo de su propio chiste esperando que el pelirrojo se uniera a su risa pero de nuevo la mirada de su amigo estaba entre el mar de personas.

Mau torció la boca e iba a decir algo si el couch no hubiese silbado en mitad de la cancha.

– ¡Castillo, Morales!– los llamó, ambos lo voltearon a ver con un poco de miedo– ¡ A entrenar holgazanes! Y ambos lo obedecieron volvieron a la cancha para seguir trotando con sus compañeros.





- ¿Vamos a la quermés ?- le preguntó Mauricio una vez terminada la práctica- Nos quedan dos horas para que empiece el partido.

Oscar sacudió la cabeza para decirle que no. En realidad, bien poco le importaba el entrenamiento o el festival como tal. Lo único que tenía en la cabeza en esos momentos era encontrar a Antuan, desde la noche anterior el insomnio lo tenía anonado, capturando sus pensamientos.

En su mente el pensamiento de que había abandonado a Antuan en el cementerio lo atormentaba después de todo, lo había dejado a su merced sin que le explicará las cosas, él había pedido auxilio.

Antuan lo había llamado con el cuervo, él lo necesitaba y lo único que había podido hacer había sido huir, pero... ¿Cómo no hacerlo? Después de todo le había roto el corazón ¿Lo había hecho? Antuan no tenía la obligación de quererlo, Oscar sabía que lo que sentía por su amigo no era recíproco pero por un momento había pensado que si deseaba con todo su corazón, si le mostraba su amor él lo entendería.

Había sido un idiota, se había equivocado. ¿En qué estaba pensando cuando cometió aquella locura? ¿Qué Antuan sería igual que él? No, él no estaba pensando en nada, él sólo había reaccionado a lo que su cuerpo le había pedido y esque verlo de nuevo tan cerca de él le había quitado la cordura. Cuando llegó a casa esa noche se había echado a llorar pero no precisamente porque Antuan no correspondiera sus sentimientos, sino más bien porque lo había arruinado todo ¿Ahora cómo podía verlo a la cara? Estaba tan avergonzado pero aún así no pudo haber sido de otra manera, en la noche cuando Oscar dejo de llorar en algun punto comenzó a reflexionar sus acciones y se dio cuenta de que no podía haber sido de otra manera. Y esque cuando uno ama, en verdad ama, necesita expresarlo porque el sentimiento es tan grande que sientes que si se queda en el pecho explotará en cualquier instante y Oscar había estado reprimiéndose por casi cinco años y por lo tanto habría preferido mil veces profesar su amor y ser odiado a nunca haberlo hecho y seguir viviendo una mentira, muy en el fondo de su pecho se moría de ganas de que Antuan lo hubiera seguido en mitad de la noche, muy en el fondo de su corazón triste se moría de ganas de pertenecer a alguien, de volverse loco por ese sentimiento de añoranza, de aquello que sonaba a derrota, de volverse al sentimiento desenfrenado, así de salvaje y libre de ser correspondido aunque al final de todo, no había sido así.

Y a pesar de eso... No podía dejar de buscarlo, primero porque se había dado cuenta de que no le importaba si no le quería, no le importaba porque con lo que tenía él bastaba y sobraba, no le importaba porque hace cinco años cuando miró por primera vez esos ojos le había prometido no irse de su lado, de pertenecer aun si él no lo hacía, de permanecer junto a él porque era su mejor amigo y eso siempre lo sería.

Pero... ¿En dónde estaba? ¿En dónde se había metido? ¿Entre que gente, entre que mar de rostros ajenos? ¿Dónde estaba Antuan? Tenía que encontrarlo.

- ¿Entonces?- le preguntó  Mau alejándolo de sus pensamientos- ¿Qué vamos a hacer? ¿Quieres ir a la mansión embrujada con los chicos?

- En realidad- le dijo- Voy a salir de la escuela un momento Mauricio.

- Ah, ¿Y dónde vamos a ir?

- Mau- lo miró con detenimiento- Voy a salir solo, de la escuela un momento.

El entendimiento le atravesó la mirada de un rayo que lo partió por la mitad, Mauricio junto las cejas mirando al pelirrojo.- ¿Por qué? ¿A dónde vas?

Oscar abrió la boca para responderle que eso no le importaba en absoluto pero en ese momento seis chicos llegaron hasta ellos, uno de sus compañeros -Kevin, el guardameta- le paso un brazo por el cuello del pelirrojo abrazándolo.

- ¡Hey! ¿Qué hacen acá solos, rechazados?- bromeó mientras sus compañeros se reían, Mauricio no lo hizo se quedó ahí de pie evaluando a su mejor amigo. Oscar parecía estar incomodó con ellos ahí - ¿Vamos a comprar a los puestos?

- Sí- respondió  Gerardo otro chico del equipo- Porque si vamos al salón seguro comienzan los reclamos de que no aportamos nada a la casa embrujada y etcétera, etcétera, etcétera...

- Chicos...

- Venden Tacos los de primero- lo interrumpieron de nuevo- Y donas los de tercero.

-Oigan...

- ¡Eres un gordo! - rieron los chicos- ¡Vas a vomitar cuando andes corriendo en la cancha!

- Chicos...

- ¡Hey!- la voz de Mau se alzó por encima de las demás, todos incluidos el capitán del equipo lo miraron con atención.- Vamos, Rojo nos acompañará más tarde.

Los seis chicos lo miraron con curiosidad pero fue Gerardo quién se atrevió a lanzar la pregunta.

-¿Por qué? ¿Adónde vas?

- Eso no te interesa- le dijo Mauricio con tono tajante- Oscar tiene asuntos pendientes, llegará a tiempo para el partido ¿Verdad?

Oscar miraba con sospecha a Mauricio que apenas unos minutos atrás le había echó la misma pregunta, aún con sus dudas asintió a su dirección.  

- Así que te vas a desaparecer- comentó con sorna el guardameta del equipo- ¿No te vayas a aparecer al mariquita de Antuan? ¿Por cierto, se han dado cuenta que ese bastardo no ha venido a clases por dos meses?

- ¿Y tú por que te andas fijando si viene o no?- le preguntó Gerardo - ¿No será que eres marica y te gusta el rarito?

- ¿A quién llamas marica? - le respondió Kevin tras las risas de sus compañeros - Sólo digo que el estúpido ese puede faltar como le viene en gana a la escuela y aún así no lo expulsan.

- Debe ser que su madre se la chupa al director- dijo uno de los chicos de su izquierda- Aunque si yo fuera el director también dejaría que me la chupará, esta rica la mamá del raro.

Oscar abrió los ojos repleto de ira mientras los chicos se reían de los estúpidos comentarios, Mauricio tampoco se rió simplemente observó a su capitán, todo colérico, puños apretados como si le hubiesen dado un puñetazo en el estómago.

- Deberían expulsarlo- concordó Gerardo- lo único bueno de dejar el colegio es que no voy a verlo más, ese tipo me irrita. Cada vez que lo veo me dan ganas de estamparle la cara a la pared.

- No se quejaría- sonrió Kevin- Es tan estúpido que...

Y entonces la poca paciencia que tenía se le escapo de las manos y lo único que pudo recordar dos minutos después era el rostro de Kevin en el piso, sangrando por la nariz y mirándolo con terror. Oscar estaba sobre él, con el puño levantado, respirando entrecortadamente, parpadeó confundido y miró sus manos que temblaban.

Había perdido el control...

Él había perdido el control. Lo había arruinado, se había arruinado solo. Se puso de pie y de inmediato miró a sus compañeros, al principio ellos se miraban en silencio sepulcral, completamente atónitos de que Oscar golpeará al guardameta del equipo, lo miraban como a un desconocido pues nunca antes en la vida el pelirrojo había usado la fuerza bruta con nadie, Oscar podía ser popular, ser un engreído algunas de las veces pero nunca había sido un bravucón, aún si el grupo de sus amigos lo era, él no pero justo ahora con los nudillos sangrando era un total extraño a la imagen que siempre daba. Y entonces Kevin se llevo lentamente los dedos a la nariz y al ver la sangre los ojos se le oscurecieron y mientras Oscar entraba en estado de negación tomó a favor su distracción y se le lanzó en cima.

-¡Estúpido! - le gritó con la voz estrangulada, la cara del chico pecoso se puso roja en cuanto comenzó a estrangularlo con el brazo -¡¿Qué demonios te pasa?! ¡¿Eh, estúpido?!

- No... no puedo...

- ¡Ya basta!- gritó Mauricio que se había percatado de que la gente se estaba dando cuenta del alboroto que se había creado, Kevin aún sostenía a Oscar por el cuello pero no fue Mau quien los separó fue más bien Gerardo quien lo agarró por la espalda y lo tumbó al suelo. Oscar dio grandes bocanadas de aire para recuperar el aliento. Mauricio se puso de rodillas para mirarlo a los ojos -¿Estás bien?

El pelirrojo asintió aun sin poder articular palabra. En la otra esquina Gerardo tomaba de los hombros al otro chico para detenerlo de abalanzare de nuevo al capitán del equipo.

- ¡Es un estúpido! ¡¿Cuál es su maldito problema?! ¡Eh! ¡¿Cuál?!

Oscar tosió con brusquedad, la garganta se le estaba cerrando, Mauricio miró a los otros chicos que no sabían que hacer, después de todo Oscar era el capitán pero Kevin tenía razón. Siempre habían molestado a Antuan ¿Por qué ahora el pelirrojo actuaba de esa manera? Ni siquiera eran amigos...

- ¡Gerardo, llevátelo de aquí!- le dijo al chico, el muchacho asintió y le hizo una seña al resto para que lo ayudarán, Mau miró a su mejor amigo que parecía más confundido que cualquiera, como si tuviera una batalla en su interior. -Rojo- lo llamó, Oscar lo miró tras sus ojos castaños- ¿Puedes levantarte? - Oscar pestañeó - Tenemos que irnos, levántate- dijo tomándolo de las axilas, el cuerpo del chico era apenas un poco más grande que él suyo- Anda rojo, camina.

Oscar le obedeció y siguió a su amigo hasta quedarse sentado en una de las bancas cerca del patio de primaria. Mau abrió una botella de agua y se la pasó a Oscar quien la aceptó pero no le dio ni un sorbo. Mauricio suspiró con cansancio.

- Tienes que tener más cuidado- le dijo con voz calmada, Oscar miró a su amigo con los ojos bien grandes casi desorbitados como si...Maurició sonrió de lado casi con autosuficiencia.- ¿Creíste que no lo sabía? - Oscar tartamudeó algo incomprensible, la piel más blanca que nunca le hicieron resaltar  las pecas, Mauricio no borró la sonrisa- Tranquilo, lo he sabido siempre. En realidad eres muy obvio, quiero decir, a penas y aparece el chico y tú te desapareces enseguida. La verdad es un poco indignante que no me lo dijeras tu mismo, pero creo entender porque...

-¿Lo sabías?- preguntó con los labios pálidos pues no le veía el caso ocultarlo cuando él lo había dicho tan claro. Mauricio asintió antes de levantarse de su asiento.

- Eres mi mejor amigo - le dijo, Oscar bajo la mirada porque al contrario de él Oscar ya tenía un mejor amigo.- Crecimos juntos, sé quién eres mejor que nadie. No me interesa, en serio. Tú puedes hacer con tu vida lo que quieras (aunque pudiste elegir a alguien mejor que la mierda de Antuan, sin ofender) pero eres el capitán de nuestro equipo, los chicos confían en ti no es para que empieces perder la cabeza, ¿A caso no piensas que pasaría si te hubiese visto algún maestro? ¿No piensas en tu futuro? ¿Qué pasaría si causas problemas a meses de salir de la preparatoria? ¿Tu beca, por ejemplo, de la universidad?

No, ¿Cómo decirle que le importaba una mierda la universidad? Qué lo único que le interesaba era encontrar  a Antuan, con pesadez se llevó las manos al rostro dejando salir un suspiro de cansancio. Mau le puso una mano en el hombro.

- Entonces, ¿Ya me dirás a dónde tienes que ir con tanta urgencia, antes del partido?




- ¡Dulce o truco!- Emma dio un salto en su lugar, detrás de ella había una niña de alrededor de cuatro años vestida de bruja. Emma levantó las comisuras de los labios con el breve intento de formar una sonrisa que no le salió, la niña la miraba extendiendo una calabaza de plástico.

- Es que... no traje dinero- le contestó  sincera- Y tampoco dulces.

La niña formó un puchero con su labio inferior y se echó a correr lejos de ella. Emma bajo los hombros con alivio, no se le daba bien tratar con niños y ese pensamiento sarcástico la hizo sonreír con amargura. Qué ella no era buena con los niños... sí claro. Al otro lado de la calle su padre venía hablando por teléfono con la mirada seria. Emma se mordió un labio preocupada y de nuevo se metió al carro que estaba estacionado a su izquierda. Aquella mañana habían ido a la estación de autobuses para verificar si alguno podía llevar a Emma de vuelta a la ciudad si embargo por la mirada de su padre y por el modo en el que vociferaba a la bocina, se notaba que no estaba contento con la respuesta.

- Son unos inútiles- dijo con voz estrangulada del enojo. Emma se hizo pequeña en el asiento de copiloto, su padre encendió el auto y lo echó andar sobre la carretera, de regreso al pueblo. - ¿Es qué en este maldito pueblo sólo existe una salida?

Emma quería decirle que en efecto, todo el pueblo estaba rodeado por el bosque y que por ende había una única carretera y de paso también quería comentarle que estaba de verdad feliz de que estuvieran atrapados en ese lugar.

- ¿No abrirán pronto la carretera? - le preguntó. Su padre chasqueó la lengua mientras daba vuelta en la carretera y se adentraba al camino de cultivo que Emma conocía ya muy bien. Estaban regresando a la casa de sus abuelo.

- No- contestó secamente-, dicen que ya llamaron a los bomberos y a la grúa para levantar los escombros pero que no ha sido suficiente para terminar, el señor me dijo que el peso del tronco había sumido el asfalto y que lo repararían de inmediato para evitar problemas en el camino cuando lloviera.- aquello último lo dijo casi con sorna- Se van a tardar al menos una semanita, me dijo el imbécil.

Emma también quería decirle que el señor de los autobuses no era un imbécil, no  al menos porque no pudieran salir del pueblo, después de todo no era su culpa el derrumbe y también quería decirle que si tanto creía que era inútiles se ofreciera para ayudarlos y agilizar al trabajo, sin embargo como buena hija que "era" se calló la boca y no dijo nada.

Augusto estacionó el automóvil justo en frente del portón de la casa, una vez que el motor estuvo apagado Emma salió disparada a la entrada de su hogar.

Su hogar.

Sí.  Ahora podía decir que la casa de los abuelos se había convertido en su casa. El padre de la chica sacó de la cejuela su maleta morada con rueditas y la subió de nuevo al portón, de su pantalón sacó las llaves y abrió la puerta. La casa estaba sola, su abuelo se había ido temprano con el tío de Antuan para seguir con la investigación de Maggie. Emma respiró profundo, el olor a madera y humedad que ya le eran familiar, los cuadros repletos de fotografías antiguas, las extrañas figuras de porcelana de su abuela inclusive los graneros de aves vacías le causaron una melancolía infinita y de repente se encontró que las lágrimas de alivio se acumularon en los ojos, definitivamente iba a extrañar ese lugar cuando se marchará por que ella sabía que iba a irse pronto, lo podía sentir en el pecho esa angustia asfixiante cuando sabes que el tiempo se te acaba y no podías hacer nada más que quedarte mirando. Pero Emma no se iba a quedar ni un minuto más como espectadora, ya no más porque había encontrado la manera de ayudar sin la necesidad de ir con alguien más, por fin no dependía de alguien, ella se podía bastar de sí misma.

- Emma- la llamó su padre cortándole el rollo que tenía en la cabeza- Sube tu maleta.- Ella asintió sin decir palabra y comenzó a acarrear sus cosas por la escalera, entonces la voz de su padre la volvió detener.- Emm, sé que estas preocupada por tu abuela, te entiendo perfectamente pero ahora que tengo que ir a apoyar a tu abuelo te voy a dejar sola aquí y no quiero que te metas en problemas ¿Entiendes?

Emm lo miró a los ojos, lucía preocupado por ella. El remordimiento le rasguñó la conciencia ¿Por qué ahora? ¿Por qué se preocupaba por ella y antes no?

- Podría ayudarte- se escuchó decir en voz baja. -si me dejas podría ir contigo y buscar con los demás...

- No- le cortó su padre, Emma abrió los labios para replicar pero su padre volvió a negar con la cabeza- No voy a dejar que te pase algo malo, no a ti.- Emma pudo oírlo en su voz, esa culpa, ese dolor, esa clase de sentimiento oscuro como si tuviera algo pendiente, un secreto que ella no debía saber. Como si estuviera la terquedad de no dejarla participar en la búsqueda.

- ¿Por qué?- le preguntó con ruego- No me va a pasar algo malo, puedo ir con Pablo, él sabe andar en el bosque. ¿No lo ves papá? Si somos muchos podemos encontrarla más rápido, si todos vamos al bosque...

- ¡Tú no vas a entrar ahí!- La voz demandante, con ultimátum. Emma parpadeó confundida, la voz de Augusto había sonado desesperada, casi un sollozo- Tú no... vas a entrar ahí- repitió mirándola con decisión- No voy a permitir que nadie más entre ahí ¿Me oíste?- quizá fue la suplica en sus ojos, la voz temblorosa o el simple hecho de que su padre pareciera cansado que la hizo asentir lentamente. Augusto paso saliva ruidosamente y se acomodó el abrigo que llevaba, el cielo se había nublado y algunas gotas se estrellaban en los cristales de la casa. - Quédate aquí, volveremos enseguida. Traeré la cena y si tocan a la puerta no abras a nadie ¿Me oíste?

- Sí.- y dicho esto su padre salió de la casa, Emma no dio ni un paso más hasta que su cercioro de que el motor había sido encendido de nuevo, hasta que escuchó el auto alejarse del camino de terrecería, hasta que estuvo segura de estaba sola en casa.

Entonces se dejó caer en los escalones, flexionó las piernas hasta que las rodillas las tuvo a la altura de su barbilla y entonces enterró la cara en medio de sus piernas y lloró. No supo exactamente porque estaba llorando ¿Porqué de repente se sintió vacía? ¿Rota? ¿Triste? ¿Enojada? ¿Confundida? ¿Culpable? Quizá era que estuvo acumulando tantas emociones últimamente que sólo había llegado el momento de soltarlas todas.

Estaba tan... débil.

Jamás se había sentido tan débil como aquella ocasión. Ni siquiera cuando estuvo en el hospital, entubada, fracturada y con la terrible culpa.

Ray.

Su madre.

Maggie.

Estaba siendo una idiota, si quería dejar de sentirse así tenía que dejar de perder tiempo, así con un poco más de convicción se levantó de su miseria y se limpió el rostro. Saco de su maleta su abrigo negro y tomó un paraguas y una linterna en el trinque de la puerta y la abrió.

El cielo se  venía sobre sus cabezas, era un día triste que gritaba a voces que caería una tormenta. El viento otoñal hizo volar un mechón de sus cabellos cortos pero al mismo tiempo la empujaban a seguir adelante, infundiéndole valor suficiente para dar el paso y salir de ahí.

- ¿Emma?- la chica abrió los ojos con sorpresa, a su lado en la entrada del portón los ojos verdes de Antuan la evaluaban con determinación.

- ¿Antuan?- Era tonto, pero en realidad le sorprendía encontrarlo ahí mismo. Antuan le había dicho que se alejará de él, que se marchará de ahí, como si le advirtiera de algo ¿Pero entonces porqué era exactamente él quién volvía a ella una  y otra vez? - ¿qué haces aquí?

- Tengo que hablar contigo- el chico dio un paso a su dirección, por inercia ella retrocedió dos. Antuan se dio cuenta de esto y dejo de dar pasos. Emma se dio cuenta de un detalle, era tonto pero el chico iba vestido de la misma manera en la que por primera vez se habían conocido. El impermeable azul marino, las botas negras de huele para la lluvia. Y por un momento deseó, con todo su corazón retroceder el tiempo y volver a ese día, en el que pensó que la estaba persiguiendo a través de la estación de autobuses ¿Era cierto? ¿Antuan seguía persiguiéndola?

- ¿Por qué?

- En el cementerio- dijo el chico con presura- ¿A qué fuiste al cementerio?

Emma parpadeó con confusión.- ¿No te lo dijo Oscar? - le preguntó, los ojos verdes del chico se oscurecieron tanto que casi se volvieron negros, él negó con la cabeza- Oscar me enseño un mensaje de sombra.

- ¿De Sombra ?- la extrañeza en la voz del chico la hizo dudar de sus propias palabras, en la mirada verde del chico estaba la confusión explicita.

- Era una nota, que tú escribiste...

- ¿Yo?- se señaló el pecho, Emma asintió.- Emma yo no he mandado nada, ni siquiera he visto a sombra en tiempo. Sombra está muerto...

- ¡Pero era tu letra! ¡Tú decías que te encontráramos en el cementerio! - le explicó, Antuan bajó la mirada con frustración negando la cabeza repetidamente. - ¡Oscar dijo que te veríamos a ti en la sepultura de tu papá! ¡Le escribiste que me llevará contigo!

- Por mi vida, Emma- le dijo con la mirada brillante- Yo jamás mandé nada, nunca he mandado mensaje con Sombra. Jamás los llamé al cementerio ¡Jamás!

La chica empalideció. Las palabras se quedaron estancadas en sus labios porque si Antuan no había mandado aquella nota, si Antuan no había mandado a Sombra, su propio cuervo, entonces... ¿Quién?

- Tengo que buscar a Oscar- habló el chico comenzando a bajar las escaleras del pórtico, Emma lo vio alejarse con el paso nervioso. Como si hubiese descubierto algo, un secreto que no lo compartía con ella ¿Por qué? ¿De verdad estaba apartándola de nuevo? ¿Aún cuando había ido a buscarla?

Con enojo y decisión lo siguió y antes de terminar de bajar las escaleras le tomó la muñeca con fuerza, deteniéndolo. Antuan se giró de inmediato, la miró con la boca abierta y luego al bajar la mirada a ambas manos se enrojeció de golpe, Emma ignoró ese gesto.

- Dime que esta pasando- exigió, a pesar de tener la cara roja el chico del bosque infinito desvió la mirada.- Antuan- le pidió, el chico arrugó las cejas, - Tienes que decirme, yo... me estoy volviendo loca ¿Qué demonios está sucediendo? ¿Por qué desaparecen las personas? ¿Por qué eres el único que sabe donde buscarlas? ¿Qué haces todas las noches que desapareces? ¿A qué fuiste al cementerio? ¡Dímelo, merezco una explicación!

Ahí estaban de nuevo, las ganas de llorar. La frustración, la pena y la culpa. Antuan lo vio con claridad en esos ojos, lo supo claro porque el entendía lo que era estar buscando a ciegas algo. Todo el mundo tenía secretos, Emma tenía los suyos podía verlos devorando su interior, Oscar tenía los suyos y había lamentado tanto no saberlos y entenderlos.

Antuan tenía millones, nunca los había compartido por miedo a lastimar a los que lo rodeaban pero aún así, aún si los apartaba de alguna manera estaban siendo perjudicados, aún si no había dicho ninguno.

Estaba cansado de guardar secretos. Estaba cansado de apartar personas. Estaba cansado de alejar a Emma y quizá ese fue el pensamiento que lo movió a hacerlo. Con determinación subió un escalón para alcanzar mejor a Emm que seguía de pie en el pórtico, le tomó amabas mejillas con las manos y la besó.

Fue como recuperar algo que no se sabía perdido. Fue como si se quitará el peso de un deseo enterrado. Antuan no había tenido tiempo para los pequeños anhelos de su adolescencia, siempre estaba atento a los susurros de los muertos, del bosque y sus maldiciones y nunca de lo que le hacía falta, de lo desconocido, pero entonces había conocido a Emma, que había llegado blandiendo espadas y rompiendo paredes y había descubierto por primera vez lo que era desear algo aparte de la muerte.

Antuan despegó lentamente los labios de los de ella, saboreando su labio inferior hasta que no lo sintió más. Abrió los ojos y entonces la miró. La chica tenía bien abiertos los suyos, lo miraba sorprendida pero el chico al sentir que ella no estaba enojada ni lo había rechazado, le sonrió. En la palma de sus manos sintió su piel caliente, las mejillas sonrojadas, la había dejado totalmente pasmada en ese sitio, Antuan se le escapó una sonrisa. Nunca la había visto tan desorientada, le dio ternura y rozando la yema de su pulgar sobre su mejilla la miró a los ojos.

- Te lo voy explicar- le prometió. Emma parpadeó, como si hubiese despertando de un largo sueño-, lo juró. Juró que te contaré la verdad pero tienes que confiar en mí por ahora, Emma- la llamó de nuevo, buscando sus ojos. La chica se volvió a sonrojar-, necesito tu ayuda. Tengo que buscar a Oscar, necesito saber si sabe algo más de la nota, lo buscaré y los veré a ambos en la entrada del cementerio ¿Me oyes?- La chica asintió confundida- Te veré a las cinco en el cementerio, espérame ahí y te lo voy explicar... ¿Puedes?

- Sí...sí- tartamudeó, Antuan sonrió de lado mirándola parpadear tan cerca de su rostro. Con menos nerviosismo la atrajo de nuevo del rostro y juntó de nuevo sus labios por dos segundos, luego bajó por completo las escaleras y miró a Emma desde abajo.-¡ Busca linternas!- le indicó mientras caminaba rumbo a los cultivos. - ¡Y sal, mucha sal! ¡Trae algo de comida! ¡La necesitaremos!

Emma volvió asentir sin decir palabra y luego observó al chico de los ojos verdes salir corriendo en medio de los campos de calabaza.

Mauricio miró a su amigo con una ceja alzada. - ¿En serio piensas darle dinero a cada niño que te pida su calaverita ? - Oscar que acababa de dar cinco pesos a un niño disfrazado de zombie se encogió de hombros, restándole la importancia- ¡A este paso nunca encontraremos al rarito! - Oscar lo miró mal y Mau tuvo que rodar los ojos- ¡A Antuan pues! A todo esto, aún no me has dicho por que lo estamos buscando exactamente.

- Tengo que decirle algo importante...

Mauricio suspiró cansado, llevaban en el pueblo media hora y el cielo comenzaba a oscurecer, el partido era a las seis de la tarde y ya eran las cuatro en punto. Si el couch no los veía en la cancha veinte minutos antes los mataría vivos.

- Pues deja de solapar a los niños y ponte a buscarlo- lo regañó. Oscar supo que tenía razón no tenía tiempo para distracciones. El pueblo estaba rodeado de niños disfrazados y los negocios habían dejado abierto para que estos pasarán por dulces, las calles del centro estaban decoradas por algunos muñecos caseros de terror, espantapájaros en su mayoría, gatos negros, fantasmas y el sonido de música propia de halloween.

Oscar estiró el cuello, sabía que ese día su madre vendía en el centro dulce de calabaza y que Antuan la acompañaba como cada año, si nada había cambiado desde ayer entonces seguro estaría ahí pero a pesar de todo no había rastro ni de Lee, ni de Antuan y ni siquiera de Ethan que aveces patrullaba la calle para los niños. Oscar estiró los labios con decepción, Mau también comenzaba a darse cuenta de que ahí no había nadie a quién buscar.

- ¿Y si mejor le llamas por teléfono?- sugirió. Oscar se subió a una banca para tener mejor visión.

- Antuan no tiene teléfono.

- ¡¿Qué no?!- dijo como si le acabarán de decir que la tierra no era redonda- ¡Eso es raro! ¡Ves como si es rarito!

- Ayúdame a buscar, anda.- le cortó el tema, Oscar volvió a agudizar la vista en busca del chico pero el mar de rostros y mascarás desfilaban uno tras otro- Súbete y ayúdame a buscar...

- Oscar- lo llamó Mauricio desde el piso. Él continuó su búsqueda- Oscar, oye...

- ¿Qué?- le preguntó irritado. Entonces Mau señaló a sus espaldas donde un niño de mirada verde lo observaba con curiosidad. Oscar casi se cae al piso, Antuan lo observaba confundido a él y a su amigo. Luego cuando los ojos verdes miraron a su acompañante bajo la mirada y metió sus manos al abrigo, dispuesto a marcharse. No lo culpaba, Mauricio y los demás lo molestaban, Antuan nunca se acercaba a él cuando estaba acompañado de alguien más. Oscar se bajó de un salto y salió corriendo tras el chico. - ¡Oye!- dijo tomándolo de un hombro, Antuan lo miró preocupado alternando la vista entre él y Mauricio. - Tranquilo- le sonrió.- Esta bien, te estaba buscando.

Antuan entrecerró los ojos con sospecha y de nuevo miró a Mauricio, este llegó con las manos en los bolsillos mirando con seriedad al chico de los ojos verdes.

- Tranquilo- le dijo con indiferencia- Esta vez no vine a molerte a golpes, le debo una a Oscar quién parece ansioso por contarte no sé que cosa. Sólo me aseguro que vuelva conmigo antes de las seis.

- Está bien- repitió de nuevo al chico cuando notó la duda en sus ojos verdes- él sabe que somos amigos, se lo he dicho.

Y fue un terrible error. Antuan lo observó con indecisión, como si aquella revelación no fuese más que aceptar la traición. Quizá Oscar no lo recordará pero Antuan si que lo hacía: él había prometido que su amistad se quedaría en secreto y ahora él había decidido decirle a el chico que siempre lo golpeaba la verdad. Oscar lo entendió poco a poco por la forma en el que él bajo la mirada, el modo en el que la decepción se adueñaba de su postura... estaba decepcionado, Antuan estaba decepcionado de él.

- Oscar- lo llamó Mauricio que había notado el silencio incómodo entre los dos chicos, Oscar rodó la mirada al co-capitán de su equipo.- Será mejor que te espere en la banca en la que estábamos. ¿Te parece? El ambiente aquí parece haberse puesto horrible.

- Claro- aceptó en un susurro. Mauricio no se despidió de Antuan, caminó en dirección de la banca mientras sacaba su celular de la bolsa de su pantalón.- Antuan...

- Emma dice que recibiste una carta de mi parte- se apuró el niño a hablar. Oscar tuvo un pequeño dolor en el pecho tras la mención de ese nombre pero decidió ignorarlo. Antuan que aún no lo miraba pues al parecer había encontrado algo fascinante en el piso para ver se aclaró la garganta. - ¿Aún la tienes contigo?

Oscar parpadeó confundido. Y asintió– Sí, quiero decir no aquí pero la tengo en mi casa ¿Por qué?

Antuan tragó saliva antes de por fin dejar de mirar al suelo y verlo. Era extraño pensó Oscar, estaba enojado con él y Antuan tenía una mirada resentida pero se encontraba extrañamente feliz, cuando había salido del cementerio la noche anterior había jurado que no podría volver a verlo al rostro nunca más, pensó que lo que había sucedido ahí dentro había arruinado las cosas pero, ahí estaban los dos, el ambiente no era el mismo ni tampoco cómodo pero estaban hablando. Antuan no estaba huyendo y él tampoco iba a hacerlo.

- Escucha Oscar- habló con mas serenidad, la voz que podía calmar tormentar y que podía desatarlas con palabras, una voz que lo salvaba y lo condenaba.-, yo no mandé ni una carta ¿Entiendes?- Ahí estaba, de nuevo palabras crueles y repletas de cristales que lo hicieron despertar de golpe- No mandé a ningún cuervo para decirte en donde estaba, yo jamás quise que ustedes fueran a buscarme al cementerio.

- ¿Qué? pero...

- Necesito ver esa carta- le pidió acercándose a él- Tengo que verla, necesito saber quién te dijo donde estaba.

- La trajo el cuervo- le explicó- una de las aves de Don Jorge, pensé que tú sabías como...- El chico negó rápidamente con la cabeza, Oscar sintió recorrerle un escalofrío por su espina dorsal pues comprendió una cosa, lo que estaba persiguiendo Antuan todos estos años, lo que él buscaba con desesperación cada vez que iba al cementerio o al bosque lo había encontrado a él antes. Era aterrador, ¿Quién? ¿Quién lo vigilaba que podía saber en dónde habían estado, quién se juntaban con él?...

- Tienes que enseñármela- Oscar asintió con el rostro pálido. Antuan comenzó a caminar rumbo a la dirección opuesta, el pelirrojo entendió que quería que lo siguiera, irían a su casa por esa nota.

Entonces se dio cuenta de algo mientras caminaba.

No sólo estaban vigilando a Antuan.

También lo vigilaban a él... Vigilaban a todos, a él a Emma. Oscar abrió los ojos con comprensión. Las desapariciones, el hecho de que Antuan supiera donde estaban los desaparecidos, el hecho de que había sobrevivido al bosque, el hecho de que Maggie desapareciera.

- Te quieren a ti- las palabras se le salieron casi automáticamente de los labios, Antuan que iba unos pasos delante lo escuchó y se detuvo con el cuerpo rígido. Oscar comenzaba a entender perfectamente.- ¿Por qué? Están cazando a todos todos los que estamos a tu alrededor. -El chico de los ojos color bosque apretó los puños.- ¿Es eso, verdad? Por eso me mandaron la carta, para que Emma y yo fuéramos al cementerio ¿Antuan? ¿Qué demonios esta sucediendo? - El chico no se volvio a él, era como si se hubiese quedado petrificado en su sitio incapaz de moverse,

Oscar fue quien lo alcanzó y lo rodeó hasta que ambos pares de ojos se volvieron a encontrar. Ausente, la mirada del niño estaba perdida - ¿Por qué te persiguen?- le preguntó pero Antuan ni siquiera parpadeó, era como si una parte de sus innumerables secretos comenzarán a derrumbarse.- ¿Por qué quieres ver la carta? ¿Sospechas de alguien? ¿Ellos se llevaron a Maggie?- El silencio otorga y las palabras no dichas de su amigo confirmaron sus sospechas.- ¿Entonces ellos también fueron los que se llevaron a Pablo?

- Oscar...

Lo comprendió mejor, fue como si su mente recordará todo de repente y de nuevo tenía doce años y estaba en su sala cenando cuando la noticia a pareció en la televisión.

< < Esta mañana las entidades federativas informaron sobre la desaparición de cinco chicos en el bosque, al parecer la desaparición reciente del caso de la señorita Carolina Mendez>>

- También se llevaron a Vero aquella vez, ¿No es cierto?- Antuan bajó la mirada con dolor en esos orbes esmeraldas. El chico de lo secretos asintió.- Se los llevaron a todos...

- Oscar- lo interrumpió de nuevo-, tenemos que ir por la nota, quizá nos de una pista para llegar a ellos antes de que..

-¿De que qué?- preguntó asustado- ¿Nos harán daño?

- No- lo tranquilizó-, no voy a dejar que eso pase. Escucha, Oscar estamos perdiendo el tiempo. Vamos por la nota y prometo contarles todo.

- ¿Contarles?- preguntó.

Emma había cargado con varias provisiones en la mochila que llevaba en sus espaldas. Literalmente la había llenado de dulces que había comprado la abuela para los niños de esa noche, también llevaba una gran botella de agua y dos linternas. La verdad era, que no sabía que estaba haciendo ni siquiera sabía porque Antuan le había pedido tantas cosas.

Sus mejillas se sonrojaron tras el recuerdo de aquella tarde.

Ese niño estúpido y sus impulsos. Ese niño estúpido que hacía que su corazón latiera como un caballo corriendo. Emma tomó aire profundamente y se dio unas palmaditas en sus mejillas, no iba a dejar que una estupidez le hiciera perder el juicio. Tenía que encontrar a Maggie, a lo lejos en lo alto de la colina se veía la reja negra y oxidada del cementerio Francés. Eran las cinco en punto pero ahí arriba no había nadie esperándola, solamente la imagen del mundo de los muertos, se detuvo a unos metros de distancia porque ahora el miedo la tenía en sus garras, el cielo estaba oscureciéndose los colores rosas y naranjas anunciaban el crepúsculo y en su subconsciente ella sabía que ahí arriba, sola podía encontrarla aquel chico pálido.

Había hecho un trato con él, iría al bosque y le ayudaría a buscar a su abuela. Pero Emm no sabía andar en lo desconocido, nunca había estado ahí pero Antuan si que lo había hecho y si alguna vez había salido ahí bien podría hacerlo de nuevo.

- Emma.- Casi se le escapa la vida, soltó un grito que bien pudo espantar a cualquiera que estuviese a sus espaldas para que luego se muriera de la vergüenza. Detrás de ella estaba Pablo mirándola con diversión. Emma dejó escapar un enorme suspiro de alivio.

-¡Dios!- dijo soltando el aire y llevándose una mano al pecho- ¡ Pablo, me has asustado a muerte!

El chico sonrió con gracia y se acercó a ella.- Lo siento- se disculpó con sinceridad-, no era mi intensión.- Emma sonrió de lado, agradecida en su interior de que Pablo estuviera ahí porque la noche estaba cayendo a sus alrededores y los muertos estaban a punto de hacer aparición. - ¿Qué haces aquí caperucilla?

Emma lo miró sin entender y Pablo le señaló su abrigo rojo que se había puesto, entonces comprendió la referencia.

- Estoy esperando a Antuan- y entonces el rostro de Pablo se ensombreció un poco, mirándolo bien Emma percibía algo extraño en el oficial. Estaba vestido con un pantalón holgado negro y una playera blanca de algodón, su rostro estaba pálido como la muerte y debajo de unos ojos negros sin vida había dos grandes lunas oscuras. - ¿Pablo, te encuentras bien? Luces enfermo.

- Estoy bien- le dijo aunque el tono que utilizó decía lo contrario. Pablo se dio media vuelta y miró a la colina que se extendía adelante de ellos. Emma no lo perdía de vista pues algo en como observaba al cementerio le decía que ese no era el Pablo que ella conocía ¿Dónde estaba esa sonrisa que la hacía sentir segura? ¿Ese porte que emanaba confianza? Ese era un tipo distinto, melancólico, ausente.-¿Por qué estas esperándolo en este lugar? - le preguntó, Emma se acercó hasta estar a la altura de él tratando de descifrar que era lo que tanto observaba aunque lo único que había más allá era el bosque y la mina de cuerpos apilados baja las lapidas donde descansaban.

- Me va ayudar a buscar a mi abuela- aquello no lo había dicho a propósito, de hecho se tapo los labios con miedo cuando se dio cuenta de lo que había dicho sin en cambio el rostro de Pablo seguía apacible mientras asentía en dirección a la chica.

- ¿Y cómo pretende hacerlo?- le volvió a preguntar. Emma miró los ojos oscuros del policía, sin vida, sin emoción. Dos cuencas bailando en su lugar repletas de algo oscuro de algo que Emma no podía identificar que era exactamente. - ¿Emma?

- No lo sé aún- las palabras arrancadas cruelmente de sus labios.- Teníamos que leer la nota

-¿Cuál nota?

- La que Oscar recibió la noche anterior.- explicó, era como si algo la hubiese poseído o como si algo la despojará de su lengua y labios. En el fondo de su mente algo le decía que estaba ocurriendo algo raro, el aire estaba helado y de pronto en el pecho una sensación de querer huir le opaco los sentidos.- Él dice que me va a explicar todo cuando la encuentre, él dice que nos llevará a mi abuela...

- Ya veo- la voz de Pablo se oía lejana, a penas un susurro y entonces la miró a los ojos y el terror casi la deja sin aliento. La oscuridad se había adueñado de él por completo, las pupilas, el iris y las escleras del chico eran negras completamente. Emma quería gritar pero su boca no le respondía. - Emma, no tienes que ir al cementerio.

- No tengo que ir- repitió su voz ajena a su conciencia.

- Puedes ir de regreso a casa- le pidió sin dejar de observarla. - Ve a casa Emma...

Y Emma se dio media vuelta, alejándose del camino y del cementerio y entrando a los campos de cultivo, rumbó a la carretera, sin mirar atrás camino presa de sus pies y cuerpo. Mirando siempre hacia adelante.

Antuan que iba corriendo por la hora junto a Oscar subió la colina hasta llegar al cementerio. Oscar tuvo que sostenerse por un minuto en la reja del lugar para retomar aire.

-Jesús que horror, corrimos tanto y ella ni siquiera ha llegado.- Pero Antuan no le respondío en cambio buscaba con la mirada a lo lejos, buscandola porque algo le decía que era imposible que Emma no estuviese ahí esperándolos. - Oye ¿Porqué hay luces dentro?- le preguntó el pelirrojo pero Antuan seguía sin hacerle caso, Oscar notó aquello pero en lugar de sentirse ignorado u ofendido se acercó más al enrejado que dividía entrada y salida de ese lugar. Pegó su rostro a los fríos barrotes y entonces agudizó la mirada esas farolas que se encendía una a una en los pasillos lejanos del cementerio- ¿Antuan?

Pero el chico no podía ver esas luces porque en ese momento a lo lejos, muy a la distancia logró observar la figura de una chica caminando entre los campos de milpas secas. Antuan junto las cejas y parpadeó confundido-¿Emma?- sabía que no lo iba a escuchar pero no comprendía ¿Qué estaba haciendo exactamente ahí? Ellos habían quedado específicamente verse ahí ¿Entonces porque se alejaba?

La oscuridad caía sobre sus espaldas, borrando la luz del día y convirtiéndose en la tenebrosa noche de brujas. Antuan dio dos pasos al frente para poder seguirla con la mirada y entonces comprendió lo que sucedía. Lo hizo de un sólo parpadeó, lo hizo cuando se dio cuenta de que Emma iba directo a cruzar la carretera del lugar y que a solo unos metros a velocidad alta se acercaba a ella las luces de un camión de carga.

-¡Emma!- gritó aterrorizado, las piernas le respondieron solas y con toda la velocidad y fiera que tenía se echó a correr rumbo a ella, antes de que fuera arrollada por el camión.

Oscar abrió los ojos con terror cuando vio tras los barrotes del cementerio un desfile de muertos salir de entre las tumbas con veladoras en mano pero más fue su horror cuando escuchó las llantas del automóvil derrapar sobre el asfalto y ver a Emma y Antuan en mitad de su camino.

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