2. Los misterios debajo de la lluvia

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Capítulo 2: Los misterios debajo de la lluvia.

El aserradero quedaba a cuarenta minutos de la casa de los abuelos. Estaba oculto tras el enrejado que dividía la reserva forestal y el final del pueblo, tras la ventana de la camioneta Emma observaba fijamente a su alrededor.

Al volante iba Maggie, ya que su abuelo no podía conducir y aunque la abuela había dicho que muy rara vez conducía ella (ya que odiaba hacerlo) lo haría sólo por esta vez... Emma temió verdaderamente que le preguntarán si ella podía hacerlo cuando recordó que su abuelo se había lesionado su pierna casi le da un infarto pues sabía, que la mejor opción era que ella los llevará (quizá esa fue la razón por la que su abuela la había invitado) pero su corazón se calmó cuando Maggie se sentó delante del volante y decidió conducir. Emma sabía entonces que ella había recordado el tema por que ella estaba ahí, con ellos.  Porque de sólo imaginar el hecho de pensar en ella conduciendo... después de todo... la dejaba sin aliento.

— Estos niños tontos– gruñó Maggie al frenar de golpe cuando unos chiquillos habían cruzado corriendo al otro extremo de la carretera.

– Estúpidos– concordó el abuelo y aunque Emm quería protestar por esa grosería tan sobrante se mordió la lengua. No necesitaba más motivos para ser odiada.

Tardaron otros quince minutos en llegar y durante todo ese tiempo Emm se dedicó a mirar el enorme bosque que rodeaba el pueblo, tan oscuro, tan misterioso, tan atrayente...

–¡Don Jorge!– exclamó un hombre de treinta años de edad cuando aparcaron frente a la propiedad. —¡Qué gusto verlo por aquí!

Su abuelo se rió.

El edificio era parecido a un granero. Estaba construido de tablas gruesas pintadas de amarillo. Delante de él habían estacionadas varias camionetas de carga y un camión que estaba oxidado. En el lado derecho recargadas sobre la pared del lado derecho, estaba una pila de troncos cortados y sin corteza que Emm supuso estaban listos para entregarse.

– Escuché lo de su accidente, ¿Está usted bien Don Jorge?

– Bah, sólo exageran– contestó restándole importancia. El hombre, quién Emma infirió se trataba del jefe del lugar, se rió con gracia mientras sus ojos se dirigían a su abuela quién terminaba de cerrar la puerta del conductor.

– ¡Doña Maggie! ¡Qué sorpresa verla!– Su abuela le sonrió con verdadera felicidad y lo saludó con un beso de mejilla– ¿Usted condujo?

– ¡Ya ves! Hay que cuidar de Jorgito y su pierna.

– ¡Basta Mujer, van a creer que te maltrato!

Los presentes se volvieron a reír por la broma, todos excepto Emma que veía a todo ese lugar extrañado, fuera de sitio.

No fue bien hasta que ese hombre vestido de leñero la miró por primera vez.

– ¿Y ella?– preguntó señalándola. Emma miró a sus abuelos, Maggie le indicó que diera un paso al frente y cuando lo hizo le rodeó los hombros con su brazo.

– Es mi nieta, Emma– la presentó. El hombre la miró de arriba a abajo y ella se incómodo un poco ante su escrutiño, algo en ese tipo no le gustaba.

El Secreto de Antuan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora