20. Los secretos se derrumban

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Capítulo 20. Los secretos se derrumban.


Oscar Castillo estaba inclinado en uno de los bancos cerca de la cancha de fútbol tratando de amarrar las cintas blancas de sus zapatos deportivos antes comenzar a entrenar. A lo lejos visualizó a algunos niños de la primaria disfrazados, correr entre los patios de la escuela. Aquel día era noche de brujas y por ende, el festival de día de muertos se celebraba en la escuela. Era un festival que en particular le gustaba. Los salones hacían concurso de ofrendas para el Día de Muertos, otros hacían una pequeña quermés en el patio principal en el que vendían comida y otros más se habían lucido con un concurso de disfraces. El salón de Oscar por ser los de último semestre habían organizado una casa embrujada, todos iban a participar porque el dinero recaudado de la entrada se usaría para pagar los arreglos del viaje de graduados. Todos estarían involucrados excepto el equipo de fútbol, porque esa tarde a las seis, sería la gran final de interprepas y la gran mayoría de los integrantes del equipo iban en último semestre.

Aunque aquello era un poco injusto nadie parecía enojado porque al fin y al cabo él era Oscar Castillo, era eso un Castillo, el chico popular de la preparatoria.

–¡Hey, Rojo!– le gritó Mauricio desde la cancha, estaba dando saltos de punta porque el entrenador los había puesto a calentar– ¿Estás listo para al rato?

Oscar se enderezó con confusión, Mau rodó los ojos mientras corría hasta llegar a su lado.

– La fiesta de Karla Dominguez, la de cuarto grado nos invito el viernes pasado– le explicó, Oscar asintió distraído estaba esperando como siempre a que un niño de ojos color pasto apareciera entre el mar de personas, pero los ojos más verdes del mundo no aparecía por ningún lado. – Los chicos quedamos en ir apenas termine el partido. Si ganamos iremos a festejarlo, si perdemos pues... iremos a festejarlo aún así– y se hecho reír sólo de su propio chiste esperando que el pelirrojo se uniera a su risa pero de nuevo la mirada de su amigo estaba entre el mar de personas.

Mau torció la boca e iba a decir algo si el couch no hubiese silbado en mitad de la cancha.

– ¡Castillo, Morales!– los llamó, ambos lo voltearon a ver con un poco de miedo– ¡ A entrenar holgazanes! Y ambos lo obedecieron volvieron a la cancha para seguir trotando con sus compañeros.





- ¿Vamos a la quermés ?- le preguntó Mauricio una vez terminada la práctica- Nos quedan dos horas para que empiece el partido.

Oscar sacudió la cabeza para decirle que no. En realidad, bien poco le importaba el entrenamiento o el festival como tal. Lo único que tenía en la cabeza en esos momentos era encontrar a Antuan, desde la noche anterior el insomnio lo tenía anonado, capturando sus pensamientos.

En su mente el pensamiento de que había abandonado a Antuan en el cementerio lo atormentaba después de todo, lo había dejado a su merced sin que le explicará las cosas, él había pedido auxilio.

Antuan lo había llamado con el cuervo, él lo necesitaba y lo único que había podido hacer había sido huir, pero... ¿Cómo no hacerlo? Después de todo le había roto el corazón ¿Lo había hecho? Antuan no tenía la obligación de quererlo, Oscar sabía que lo que sentía por su amigo no era recíproco pero por un momento había pensado que si deseaba con todo su corazón, si le mostraba su amor él lo entendería.

Había sido un idiota, se había equivocado. ¿En qué estaba pensando cuando cometió aquella locura? ¿Qué Antuan sería igual que él? No, él no estaba pensando en nada, él sólo había reaccionado a lo que su cuerpo le había pedido y esque verlo de nuevo tan cerca de él le había quitado la cordura. Cuando llegó a casa esa noche se había echado a llorar pero no precisamente porque Antuan no correspondiera sus sentimientos, sino más bien porque lo había arruinado todo ¿Ahora cómo podía verlo a la cara? Estaba tan avergonzado pero aún así no pudo haber sido de otra manera, en la noche cuando Oscar dejo de llorar en algun punto comenzó a reflexionar sus acciones y se dio cuenta de que no podía haber sido de otra manera. Y esque cuando uno ama, en verdad ama, necesita expresarlo porque el sentimiento es tan grande que sientes que si se queda en el pecho explotará en cualquier instante y Oscar había estado reprimiéndose por casi cinco años y por lo tanto habría preferido mil veces profesar su amor y ser odiado a nunca haberlo hecho y seguir viviendo una mentira, muy en el fondo de su pecho se moría de ganas de que Antuan lo hubiera seguido en mitad de la noche, muy en el fondo de su corazón triste se moría de ganas de pertenecer a alguien, de volverse loco por ese sentimiento de añoranza, de aquello que sonaba a derrota, de volverse al sentimiento desenfrenado, así de salvaje y libre de ser correspondido aunque al final de todo, no había sido así.

El Secreto de Antuan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora