Cuando el cielo llora

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4 años atrás

–¡Venga Oscar!– gritó Mauricio desde la cancha de fútbol–¡Patea la pelota de una vez!

El niño pelirrojo miró de nuevo en dirección al bosque y luego la pelota, su amigo desde el otro extremo del campo verde alzó las manos para que hiciera su jugada de una vez. Oscar volvió a mirar por última vez el bosque y luego, con mucha fuerza, pateó el balón.

Desde la casa de los Castillo, se podía ver todo el pueblo. Las luces de las casas casi siempre se encendían cerca de las siete de la noche, cuando el cielo comenzaba a oscurecerse. Desde la ventana de su habitación del segundo piso, Oscar Castillo miraba fascinado esa escena.

Quizá te parecería extraño que un niño de trece años le gustará más ver la ventana que prender el play station de la tele. Quizá por eso muchas de las ocaciones Oscar era catalogado como un chico extraño.

A Mau siempre le gustaba jugar videojuegos o salir al patio a jugar fútbol pero Oscar... su madre había dicho que tenía un alma sensible, que no había nada de malo que se sintiera extraño, que no había nada de malo que no le gustarán los deportes, que prefiriera leer antes de ver la televisión.

Que no era extraño sentirse diferente.

Sin embargo, cuando le dijo a su padre que no le gustaba jugar fútbol... Su cara y la mirada continúa de decepción se lo dijo todo.

No podían no gustarle el deporte.

No podía no gustarle la televisión, ni los video juegos.

Eso no era normal.

Eso no estaba bien.

Así que aprendió a mentir, Oscar Castillo era un buen mentiroso.

Vero siempre solía decir que nuestras grandes pasiones se debían esconder de la gente, porque sino harían todo lo necesario para matarlas.

Más allá de las casas y calles, estaba el enorme bosque que rodeaba la población. El rostro del niño se oscureció por completo...

Antuan no había ido a la escuela una semana entera.

La última vez que había faltado tanto tiempo había estado en el bosque. El mismo se lo había dicho. Oscar había tratado de disuadirlo que no fuera más, de sólo pensar en ese lugar.... la piel se le ponía chinita.

Antuan no había ido a clase una semana, entonces....

–¿Cariño?– se escuchó al fondo, Oscar se volvió a la puerta en la que estaba su madre–
¿Estás bien? ¿No puedes dormir?

Oscar cerró las cortinas de su habitación y asintiendo corrió hasta su cama donde se cubrió hasta la nariz, su madre enternecida abrió completamente la puerta del cuarto y se metió hasta la cama de su hijo, se sentó a su lado y lo abrazo por los hombros atrayendolo a su pecho.

– ¿Todo bien, amor?– preguntó tras besar su frente. Oscar suspiró y cerró lo ojos. Sin emitir palabra se volvió a su mamá y la abrazo. –¿Seguro?

El chico con pecas volvió a asentir sobre ella y entonces se concentró en el sonido de su corazón.

Pum

Pum

Pum

Pum pum...

–¿Mamá?– preguntó después de un largo silencio.

– ¿Si cariño?

– ¿Crees que Vero se fue al cielo?– preguntó, un largo silencio se instaló en medio de la habitación. De repente el corazón de su madre comenzó a latir ferozmente.

– Sí– susurró ella después de unos largos minutos–, Vero era niña buena.

Entonces Oscar sintió como el nudo que había surgido en su garganta desde la noche en la que supo que su única amiga había muerto comenzaba a desanudarse.

Pero no le creyó a su madre, no lo hizo porque cuando la lluvia comenzó. Recordó el motivo por el cual Antuan iba al bosque, el motivo por lo que él prefería ver el bosque tras la ventana y no quedarse frente al televisor.

El primer relámpago atravesó el cielo.

– ¿Mamá?– preguntó de nuevo pero esta vez no respondió, sólo lo abrazó con más fuerza–, no creo que haya ido al cielo– continuó el muchacho.

–¿Por qué dices esas cosas?

Esta vez fue el turno de Oscar de quedarse en silencio.

– Aveces la veo– dijo– no sé si estoy soñando, pero... a veces la veo mamá.

La señora Castillo frunció su nariz y preocupada se incorporó hasta quedarse sentada, mirando extrañada a su hijo.

–¿Dónde?– preguntó mientras le descubría la frente con sus larguísimos dedos– ¿Dónde la ves?

Oscar se volteó de costado, mirando las gotas de lluvia resbalándose en el cristal.

– En el bosque.

El Secreto de Antuan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora