Draco Malfoy y el príncipe de...

By ilianabananaa

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Drarry/Harco. Draco había desarrollado una extraña obsesión con Harry Potter desde que lo conoció en la tien... More

Segunda Edición
Book Trailer
El inicio.
Camino a Hogwarts
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Epílogo.
Continuación.
Agradecimientos.
Más historias.

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By ilianabananaa

Después de correr hasta la torre de Ravenclaw bajo la capa de invisibilidad, haber visto la estatua de la fundadora de aquella casa y de haberse librado apenas por los pelos de Alcto Carrow, a quién Draco y Luna habían aturdido al mismo tiempo y de su hermano Amycus (a quién Potter había lanzado un Crucio y luego una imperio cuando había ofendido a la profesora McGonagall.

Sin embargo nadie parecía tener pista sobre la diadema perdida y los Carrow ya habían llamado a Voldemort al pensar que habían acorralado a Harry. No había tiempo, Voldemort seguramente ya se había percatado de que el guardapelo no se encontraba en la cueva, ya había confirmado que el anillo había desaparecido de su escondite en casa de los Gaunt y sabía que Potter y sus amigos tenían la copa.

Con la promesa de McGonagall de sacar a todos los alumnos de ahí y de que protegerían el castillo y tras hablar con el resto de los profesores Harry, con Flitwick más específicamente, llegó a la conclusión de que debían hablar con el fantasma de Ravenclaw, pues seguramente ella sabría algo, la más pequeña pista era esencial en su búsqueda.

Draco sabía que solo los profesores no podrían detener a Voldemort para siempre, sabía que necesitarían ayuda, mucho más ayuda que solo la ED y la Orden del fénix, sabía la cantidad de mortífagos que habían bajo el mando de el-que-no-debe-ser-nombrado y lo eficaces que podían llegar a ser aquellos hombres que en conjunto con los carroñeros eran un ejército leal y poderoso.

Tenía miedo, debía admitirlo, porque, cuando había salido de Malfoy Manor y había pasado aquellos días de tranquilidad en la casa de Bill y Fleur Weasley junto a Harry, Ronald, Granger, Luna, Dean Thomas, el señor Ollivander y aquel duende traicionero nunca hubiera pensado que la batalla final estaba tan cerca y podía sentirlo tan nítido como sentía su corazón, era tan claro como el sudor frio que recorría su cuerpo, Voldemort estaba de camino, sabía que estaban destruyendo sus anclas a ese mundo y no iba a dejar que siguieran avanzando, tomaría aquella oportunidad para cumplir con la profecía dictada diecisiete años atrás, aquella que decía que solo Harry Potter podía matar a Tom Riddle y viceversa.

Tenía miedo por el futuro incierto, por lo que vendría en la próximas horas, él sería uno de los blancos principales de los mortífagos, era un traidor, y a los traidores solo se les podía hacer pagar con la tortura dolorosa y la muerte. Tenía miedo porque sabía que después de casi tres meses (el tiempo que les tomó planear su asalto a Gringotts) volvería a ver a sus padres quienes a los que seguramente se les había asignado reparar su error directamente y Draco no podía asegurar que su padre le perdonara la vida, aunque Narcissa era otro caso.

Cuando Helena Ravenclaw terminó de contarles su trágica historia y después de enlazar los sucesos como una red ambos llegaron a la misma conclusión, la diadema se encontraba en la sala de los menesteres, Harry la había usado para identificar el armario donde había escondido el libro de pociones de Snape durante el año pasado y Draco la había visto cuando había terminado por fin de arreglar el armario evanescente.

Ambos tenían clarísimo que era lo que buscaban y estaban dispuestos a correr directo hasta su destino, fue cuando cruzaban justo frente al gran comedor que se encontraba lleno de alumnos que la voz de Voldemort irrumpió en el castillo.

—Entréguenme a Harry Potter y a Draco Malfoy—dijo el lord con voz siseante, como de serpiente— y nadie sufrirá ningún daño. Entréguenme a Potter y Malfoy y dejaré el colegio intacto. Entréguenme a ambos muchachos y serán recompensados. Tienen tiempo hasta la medianoche.

Draco se quedó helado, sabía que el lord no perdonaba a los tridores, pero de ahí a pedir abiertamente su cabeza...

Miró a Harry, el chico estaba rígido y lo miraba como su estuviese sumamente preocupado, como si le estuviese ocultando algo vital, algo de importancia. Harry sabía, Harry sabía porque el lord lo quería y no se lo había dicho ¿Acaso él era tan esencial para la profecía como el mismísimo Potter? Lo dudaba, había escuchado de Severus todo acerca de ella y no lo implicaba para nada ¿A caso había hecho algo sin darse cuenta? ¿O era que su poder podía compararse con el de Potter o el del mismísimo Lord Voldemort? Lo dudaba.

—¡Pero si están ahí! ¡Potter y Malfoy está ahí! ¡Que alguien los agarre! —Dijo una chica de Slytherin señalando hacia los dos jóvenes que se quedaron mirándose en silencio.

—Tú sabes algo... —Acusó Draco a Harry.

—No es el momento — Dijo Harry encarando a los alumnos que estaban dispuestos a entregarlos (algunos Slytherin y unos cuantos Ravenclaw).

El moreno y el rubio ni si quiera tuvieron que defenderse, los alumnos de Gryffindor se levantaron todos a una y plantaron cara a los de Slytherin; a continuación se pusieron en pie los de la casa de Hufflepuff, y casi al mismo tiempo los de Ravenclaw, todos dispuestos a defenderlos. A defender a Harry, pensó Draco.

Después de aquel escándalo, los alumnos fueron desalojados del castillo, todos los que fueran menores de edad debían marcharse y escapar por el retrato de Ariana Dumbledore, mismo por él que ellos habían llegado. El resto de los alumnos mayores a diecisiete años podían elegir quedarse a pelear junto al profesorado y la orden del fénix o marcharse.

Draco y Harry siguieron su camino en silencio, caminando entre alumnos y conocidos, Potter sabía que debía detenerse a hablar con Draco y contarle la verdad que había ocultado desde que había hablado con Ollivander sobre las reliquias de la muerte, sabía que debía hacerlo pero ahora no había tiempo, faltaban solo treinta minutos para la media noche y Voldemort atacaría en cualquier momento. No era una excusa para aplazarlo... no, claro que no.

Por la preocupación Harry casi había olvidado que Hermione y Ron no estaban en el gran comedor como el resto de los alumnos, no lo notó hasta que doblando la esquina casi choca con ellos, lucían felices, aliviados.

—¿Dónde demonios se habían metido? —les gritó Harry.

—En la cámara secreta —contestó Ron.

—¡¿Dónde...?! —exclamó Harry, y se detuvo sin resuello.

—¡Ha sido idea de Ron! —explicó Hermione, que casi no podía respirar—. Por un momento había comenzado a pensar que el pobre no tenía más de una neurona pero ahora ya no volveré a juzgarlo. —Soltó una carcajada. — Cuando te marchaste, le pregunté cómo íbamos a destruir el Horrocrux si lo encontrábamos. ¡Todavía no habíamos eliminado la copa! ¡Y entonces a Ron se le ocurrió pensar en el basilisco!

—Vaya Weasley, ahora si me has sorprendido —Dijo Draco con una sonrisa cómplice.

—Era algo bastante obvio a decir verdad, sin la espada... —dijo Ron con sencillez.

—Pero ¿cómo lo lograron si para entrar ahí hay que hablar pársel?

—¡Ron sabe hablar pársel! —saltó Hermione—. ¡Demuéstraselo!

Y el chico emitió un espantoso y estrangulado sonido silbante.

—Merlín eso ha sido patético... —Se burlo el rubio

—Es lo que dijiste tú para abrir el guardapelo —le dijo a Ron a Harry como disculpándose e ignorando a Malfoy—. Tuve que intentarlo varias veces, pero... —se encogió de hombros, modesto— al final logramos entrar.

—¡Ha estado sensacional! —exclamó Hermione—. ¡Sensacional!

—Será mejor que te calmes cerebrito, o le contaré a Pansy tu aventura con la comadreja —Acusó Malfoy, pero entendía a la perfección el entusiasmo de la chica, estaban cada vez más cerca de acabar con Voldemort.

—Entonces... —Harry intentaba atar cabos—. Entonces...

—Ya queda un Horrocrux menos —confirmó Ron, y de la chaqueta sacó los restos de la copa de Hufflepuff—. Se lo ha clavado Hermione. Me ha parecido justo que lo hiciera ella porque todavía no había tenido ese honor. Malfoy puede acabar con la serpiente si se porta bien. —Draco rodó los ojos divertido.

—¡Genial! —exclamó Harry.

—No es para tanto —dijo Ron, aunque se lo veía satisfecho de sí mismo—. Bueno, ¿y ustedes qué han hecho? ¿Algún avance?

En ese momento hubo una explosión en el piso superior. Los cuatro levantaron la vista y observaron cómo caía polvo del techo y oyeron un grito lejano.

—Hemos averiguado cómo es la diadema, y también sabemos dónde está —les explicó Harry precipitadamente—. La escondió en el mismo sitio donde yo guardé mi viejo libro de Pociones, dónde Malfoy ocultaba el armario evanescente y donde la gente lleva siglos escondiendo cosas. Y creyó que sólo él la encontraría. ¡Vamos!

Harry tomó la mano de Draco, con el caos que se empezaba a formar dentro del castillo no quería perderlo, pero Malfoy no parecía muy cómodo con aquella acción, tal vez estaba resentido porque le había ocultado de la varita de sauco, pero no era el momento y Harry muy en el fondo creía que no debía abrir la boca aún, no quería que Malfoy se sintiera como un blanco, aunque lo fuera.

Llegaron hasta la sala de menesteres justo cuando los ataques al castillo comenzaron, se encontraron con Ginny, Tonks y la abuela de Neville quién parecía realmente orgullosa de su nieto. Las tres mujeres se marcharon dispuestas a pelear (aunque Ginny lo tenía prohibido al ser menor de edad).

Entonces, cuando estuvieron frente a la entrada Draco sujeto a Harry del brazo impidiéndole avanzar más, Hermione y Ron comprendieron lo que sucedía y discretamente se retiraron.

—Antes de entrar ahí necesito saber que pasa, Harry —Le dijo el rubio en un peligroso susurro que denotaba seriedad. —Juramos confiar el uno en el otro y hay algo que me estás ocultando.

—Escucha Draco, no creo que sea el momento...

Todo el castillo tembló, y las luces de los encantamientos se veían a través de las ventanas, pero eso no evitó que Draco fulminara a su novio con la mirada, exigiendo una respuesta.

—Por si no te has dado cuenta se está librando una batalla aquí mismo, podría no haber otra oportunidad y yo necesito saber, podría pasarme algo o...

—No va a pasarte nada, eres un gran mago, uno muy poderoso y además vas a estar conmigo y voy a protegerte.

—Ese no es el punto.

Harry lo miró, perdiéndose en lo grises que eran sus ojos, en lo calculadores e imponentes que eran. De aquella manera la diferencia de altura era bastante obvia, Draco era más alto que él y Harry no pudo resistirse mucho más. Lo besó, lo besó porque necesitaba asegurarse de que aún estaban juntos sanos y salvos, porque quería creer en aquella promesa que él mismo había dictado y Draco se dio cuenta de aquello por que tomó su rostro entre sus manos con mucho cariño y le correspondió.

Cuando se separaron sus ojos hicieron contacto automáticamente y se perdieron en aquellos abrazadores sentimientos más tiempo del que tenían.

—Voldemort te busca porque eres el dueño de la varita de sauco, la de la leyenda de los tres hermanos —Soltó Harry de repente, pero era la única manera de decirlo sin arrepentirse.

—Eso es sólo una leyenda... —Dijo Draco y el castillo volvió a temblar cuando una explosión muy cercana se hizo escuchar. —Las reliquias de la muerte no... —Entonces miró al pelinegro, que realmente parecía afligido, no le mentiría, no por como estaban las cosas, entonces lo comprendió. —Tú capa...

—Y tengo la piedra también —Anunció —Está dentro de una Snitch que me dejó Dumbledore al morir la de mi primer...

—Partido de quidditch, la que atrapaste con la boca —Dijo el rubio cada vez más maravillado por el giro de los acontecimientos y las confesiones.

—Voldemort tiene la varita pero no le responde como debería porque él no es su dueño, él no mató a Dumbledore...

—Lo hice yo... Por eso me busca.

—Y por eso tengo que protegerte.

—¿Por qué no lo dijiste antes?

—No quería que te sintieras presionado o como un blanco, lo siento. —Draco sonrió y negó con la cabeza para inmediatamente después depositar un besos en sus labios.

—Yo también tengo un secreto —Metió la mano dentro de túnica y sacó el giratiempo. —Lo tengo desde tercero, lo robé de la oficina de McGonagall.

—¿Lo has tenido todo este tiempo? —Draco asintió. —¿Por qué no lo usaste para evitar que te llevaran con los mortífagos?

Draco frunció los labios con incomodidad, sabía perfectamente porque no había ocupado aquel artefacto, las memorias de la otra línea de tiempo aún lo invadían en sueños y no se sentía con la seguridad de jugar nuevamente con el tiempo, era peligroso y al parecer ya lo había hecho una vez y las cosas habían cambiado radicalmente. De no haber sido por ese viaje en el tiempo Draco hubiera sido un mortífago en toda la extensión de la palabra, no habría sufrido los maltratos de Voldemort (al menos no tanto), habría estado enamorado de Potter en secreto (porque si, estaba consciente de que su otro yo había estado enamorado de Potter desde que lo había visto en la tienda de túnicas antes de entrar a primer año), se habría condenado a la misma vida que sus padres llevaban, aquella vida que todos trataban de decirle que era la mejor opción pero que ahora que conocía la otra cara de aquella guerra estaba seguro que era mentira.

Tenía tantas explicaciones para aquella pregunta pero lo único que pudo decir fue:

—Pensé que tal vez sería más útil para otra cosa, algo de vital importancia.

—Suenas como Gryffindor —Se burló Harry.

El carraspeo de Ron y los sonidos de batalla provenientes de fuera los trajo de nuevo a la realidad, una donde existía un mundo más allá de los ojos grises y verdes. Harry asintió hacia su amigo con las mejillas encendidas de la vergüenza.

«Necesito el sitio donde se esconde todo», le suplicó Harry mentalmente, y la puerta se materializó una vez que los chicos hubieron pasado tres veces por delante.

El fragor de la batalla se apagó en cuanto traspusieron el umbral y cerraron la puerta detrás de ellos; todo quedó en silencio. Se hallaban en un recinto del tamaño de una catedral que encerraba una ciudad entera de altísimas torres formadas por objetos que miles de alumnos, ya muertos, habían escondido en aquel lugar.

—La última vez estaba por allí —Dijo Draco señalando hacia la derecha.

—Yo la moví de lugar, pero no demasiado lejos —Aclaró Harry.

Pasaron por delante del trol disecado y el armario evanescente que Draco había reparado el año anterior con tan desastrosas consecuencias, pero se desorientaron ante tantos callejones flanqueados por muros de chatarra; Harry no recordaba por dónde tenía que ir...

—¡Accio diadema! —gritó Hermione a la desesperada, pero la diadema no apareció volando.

Al parecer, aquella sala, como la cámara de Gringotts, no iba a entregarles sus objetos ocultos tan fácilmente.

—Separémonos —propuso Harry—. Busquen un busto de piedra de un anciano con peluca y diadema. Lo puse encima de un armario, no puede estar muy lejos de aquí...

Echaron a correr por callejones adyacentes; Draco oía los pasos de Hermione, Harry y Ron resonando entre las altísimas montañas de chatarra formadas por botellas, sombreros, cajas, sillas, libros, armas, escobas, bates...

Draco buscó y buscó, al menos tenía la seguridad de saber cómo lucía la dichosa diadema, no pensaba que encontrarla sería tan difícil, después de todo se encontraba en lo alto, junto a un busto y una peluca.

Caminó perdiéndose entre los laberínticos pasillos, hasta que comenzó a escuchar voces... unas conocidas.

—¿Harry? ¿La has encontrado? —Se aventuró a preguntar, pues era la voz de Potter, hablaba con alguien.

Entonces una montaña de quince metros de alto compuesta de muebles viejos, baúles rotos, túnicas y libros viejos y otros utensilios difíciles de identificar cayeron sobre él, alguien había lanzado un encantamiento para que no acercara, ese alguien era Vincent.

—Finite —Dijo el rubio para detener la avalancha de objetos e inmediatamente después logó escuchar las voces de Granger y Weasley que se habían percatado de lo que estaban haciendo.

—¿Qué sucede? —Preguntó Ron desde algún sitio inidentificable.

—Vincent y Gregory están aquí. —Aclaró Malfoy abriéndose paso entre los objetos.

Cuando por fin logró llegar a la escena Crabbe y Goyle sus antiguos amigos se encontraban apuntando a Potter con las varitas, al parecer muy ocupados tratando de adivinar para que querría Potter la diadema que se encontraba justo detrás de él y que al parecer estaba a punto de tomar.

—Suficiente tontería —Dijo Malfoy con voz imponente y arrebatándole a Goyle la varita con un accio.

Harry, aprovechando esa distracción se había lanzado sobre la diadema y Vincent lanzó un Crucio que le pasó rozando apenas, la maldición dio contra el busto de piedra, que saltó por los aires; la diadema salió despedida hacia arriba y luego se perdió de vista entre la masa de objetos sobre la que había ido a parar el busto.

—Mierda —Susurró Harry al tiempo que veía a Malfoy tratando de aturdir a Crabbe quién había lanzado otra maldición contra él.

—Me alegro de verte traidor —Le dijo Vincent y Malfoy lo miró con su mejor gesto de odio. —El señor tenebroso estará contento de verte.

—Púdrete Crabbe —Le respondió.

Vincent estuvo a punto de arremeter contra Malfoy, pero Hermione lo había distraído lanzándole un hechizo aturdidor al instante.

—¡Es esa sangre sucia! ¡Avada Kedavra! —Chilló el Slytherin, Granger lo había esquivado por poco.

Vincent Crabbe comenzó a lanzar maldiciones asesinas a todo lo que se moviera, obligando a los tres leones y dos serpientes a ocultarse, esperando el momento adcuado para atacar. Malfoy, que había arrastrado consigo a Goyle le devolvió su varita.

—Espero que sigas siendo de los buenos —Le dijo y su amigo le sonrió cálidamente.

—Ha sido difícil pero Severus me ayudó.

—Escucha bien, tenemos que distraer a Vincent para que Harry busque la diadema ¿De acuerdo?

El Slytherin asintió y juntos comenzaron a lanzar encantamientos contra Vincent el cual los repelía bastante bien, su entrenamiento como mortífago había dado un muy buen resultado.

Depulso, Expelliarmus y relashio eran unos de los encantamientos que Draco y su viejo amigo utilizaban y que parecían estar dando resultado mezclados con potegos y repellos inimicum.

Ronald y Hermione pronto se unieron a la distracción, pero fue finalmente Ron quién obligó a Vincent a seguirlo lejos de donde estaba Harry y la diadema. Granger corrió a ayudar a Weasley, y Draco salió de su escondite junto a Gregory quién estaba inconsciente producto de un encantamiento que rebotó y que no logró cubrir a tiempo.

Entonces escucharon pasos, pasos rápidos y Draco se giró para mirar a Crabbe seguido de Weasley, ambos huían de lo que parecía ser fuego maldito, uno muy poderoso y abrumador.

—¡Harry deja eso! —Exclamó el rubio con su amigo en brazos. —¡Tenemos que irnos!

—¡Aguamenti! —bramó Harry, pero el chorro de agua que salió de la punta de su varita se evaporó enseguida.

—¡¡Corran!! —Exclamó Hermione.

Malfoy agarró a Goyle, que estaba aturdido, y lo arrastró por el suelo; Crabbe, con cara de pánico, les tomó la delantera a todos; Harry, Ron y Hermione salieron como flechas tras ellos, perseguidos por el fuego.

Al doblar una esquina, las llamas los siguieron como si tuvieran vida propia, o pudieran sentir y estuvieran decididas a matarlos. Entonces el fuego empezó a mutar y formó una gigantesca manada de bestias abrasadoras: llameantes serpientes, quimeras y dragones se alzaban y descendían y volvían a alzarse, alimentándose de objetos inservibles acumulados durante siglos, metiéndoselos en fauces provistas de colmillos o lanzándolos lejos con las garras de las patas; cientos de trastos saltaban por los aires antes de ser consumidos por aquel infierno.

Malfoy, Crabbe y Goyle habían desaparecido, y Harry, Ron y Hermione se detuvieron en seco. Los monstruos de fuego, sin parar de agitar las garras, los cuernos y las colas, los estaban rodeando. El calor iba cercándolos poco a poco, compacto como un muro.

—¡Draco! —Gritó Harry. —¡Draco!

—Debe de estar cerca... —Dijo Hermione, tan asustada como él.

—¡Aquí, deprisa, aquí!

Ron agarró un par de gruesas escobas de un montón de trastos y le lanzó una a Harry, y él montó en otra con Hermione detrás. Harry montó en la otra y, dando fuertes pisotones en el suelo, los tres se elevaron y esquivaron por poco el pico con cuernos de un saurio de fuego que intentó atraparlos con las mandíbulas. El humo y el calor resultaban insoportables; debajo de ellos, el fuego maldito consumía los objetos de contrabando de varias generaciones de alumnos, los abominables resultados de un millar de experimentos prohibidos, los secretos de infinidad de personas que habían buscado refugio en aquella habitación. Harry no veía ni rastro de Draco ni de sus ex amigos. Descendió cuanto pudo y sobrevoló a los monstruos ígneos, que seguían saqueándolo todo a su paso; los buscó, pero sólo veía fuego. No podía perder a Draco, no podía dejarlo morir ahí.

—¡Es demasiado arriesgado! —gritó Ron, pero Harry viró en el aire.

Como las gafas le protegían los ojos del humo, pasó por encima de la tormenta de fuego, buscando alguna señal de vida, una extremidad o una cara que todavía no estuviera calcinada. Y entonces los vio: estaban encaramados en una frágil torre de pupitres calcinados, y Malfoy abrazaba a Goyle, que estaba inconsciente. Harry descendió en picado hacia ellos. Draco lo vio llegar y levantó un brazo; Harry se lo agarró, pero al punto supo que no lo conseguiría: Goyle pesaba demasiado y la sudorosa mano de Malfoy resbaló al instante de su presa...

—¡Vete! —Le gritó Draco. —¡No voy a dejar aquí a mi amigo!

—¡Y yo no voy a dejarte a ti!

Entonces Ron y Hermione aparecieron, entre los dos cargaron el cuerpo inconsciente de Greg y se elevaron, Harry tomó la mano de Draco finalmente y lo ayudó a subir en su escoba, parecía haber sufrido bastantes quemaduras, pero el rubio no se quejó ni una sola vez.

Las criaturas de fuego maldito lanzaban al aire con alborozo los pocos objetos que las llamas todavía no habían devorado, y por todas partes volaban copas, escudos, un destellante collar, una vieja y descolorida diadema...

—¡Harry! ¡Harry! ¡Ahí! ¡La puta didema! —Le advirtió el rubio.

Harry dio un brusco viraje y descendió en picado. La diadema caía como a cámara lenta, girando hacia las fauces de una serpiente, y de pronto se ensartó en la muñeca de Harry...

El chico volvió a virar al ver que la serpiente se lanzaba hacia él; voló hacia arriba y fue derecho hacia el sitio donde, si no calculaba mal, estaba la puerta, abierta. Ron, Hermione y Goyle habían desaparecido, y Malfoy se sujetaba a Harry tan fuerte que le hacía daño. Entonces, a través del humo, Harry atisbo un rectángulo en la pared y dirigió la escoba hacia allí. Unos instantes más tarde, el aire limpio le llenó los pulmones y se estrellaron contra la pared del pasillo que había detrás de la puerta.

Malfoy quedó tumbado boca abajo, jadeando, tosiendo y dando arcadas; Harry rodó sobre sí, se incorporó y comprobó que la puerta de la Sala de los Menesteres se había esfumado y Ron y Hermione estaban sentados en el suelo, jadeando, al lado de Goyle, todavía inconsciente.

—Mierda Potter... —Dijo entre jadeos. —Contigo como pareja voy a necesitar contratar un maldito seguro de vida. —Después de un largo silencio unas risas secas dijo. —Crabbe... él...

—Está muerto —dijo Harry con aspereza, no le daba lástima, no le causaba nada.

Se quedaron callados; sólo se oían sus toses y jadeos. En ese momento, una serie de fuertes golpes sacudió el castillo y acto seguido un nutrido grupo de jinetes traslúcidos pasó al galope; todos llevaban la cabeza bajo el brazo y chillaban, sedientos de sangre. Cuando hubo pasado el Club de Cazadores sin Cabeza, Harry se puso en pie trabajosamente, echó una ojeada alrededor y comprobó que todavía se estaba librando una encarnizada batalla. Oyó gritos que no eran de los jinetes decapitados y lo invadió el pánico.

—Harry, la diadema —Dijo Malfoy mientras intentaba reanimar a su amigo.

—¿Qué? ¡Ah, sí!

Se quitó la diadema de la muñeca y la sostuvo en alto. Todavía estaba caliente y manchada de hollín, pero al examinarla de cerca vio las minúsculas palabras que tenía grabadas: «Una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres.»

Una sustancia densa y oscura, de textura parecida a la sangre, goteaba de aquel objeto. Entonces la diadema empezó a vibrar intensamente y un instante después se le partió en las manos. Al mismo tiempo le pareció oír un débil y lejano grito de dolor que no provenía de los jardines del castillo, sino de la propia diadema que acababa de romperse entre sus dedos.

—¡Debe de haber sido el Fuego Maligno! —gimoteó Hermione sin apartar la vista de los trozos de diadema.

—¿Qué? —Preguntó Ron.

—El Fuego Maligno, o fuego maldito, es una de las sustancias que destruyen los Horrocruxes, pero jamás me habría atrevido a utilizarlo, es muy peligroso. ¿Cómo habrá sabido Crabbe...?

—Deben de habérselo enseñado los Carrow —dijo Draco con desprecio.

—Pues es una lástima que no prestara atención cuando explicaron qué se tenía que hacer para detenerlo —dijo Ron, que tenía el pelo chamuscado, igual que sus amigos, y la cara tiznada—. Si no hubiera intentado matarnos a todos, lamentaría que haya muerto.

—Pero ¿no se dan cuenta? —Susurró Draco—. Eso significa que si atrapamos a la serpiente...

Pero no terminó la frase, porque el pasillo se llenó de gritos y berridos, y de los inconfundibles ruidos de un combate de duelistas. Harry echó un vistazo alrededor y sintió que el corazón se le paraba: los mortífagos habían penetrado en Hogwarts. Fred y Percy acababan de aparecer en escena, luchando contra sendas figuras con máscara y capucha.

Todo fue rápido, demasiado, habían luces, explosiones y de repente, se produjo una fuerte explosión, Draco salió volando por los aires, aún aferrado a su amigo semi consciente y a su varita. Escuchó los gemidos de su novio y sus compañeros pero no sabía que había ocurrido.

El mundo había quedado reducido a dolor y penumbra. Draco estaba medio enterrado en las ruinas de un pasillo que había sufrido un ataque brutal. Sintió un aire frío y comprendió que todo ese lado del castillo se había derrumbado; notaba una mejilla caliente y pegajosa, y dedujo que sangraba copiosamente. Entonces oyó un grito desgarrador, alguien había muerto.

El rubio se esforzó por abrir los ojos, tenía que asegurarse de que Harry estaba bien. Con mucho cuidado se desenterró de entre los escombros y entonces descubrió que quién había muerto no era Harry o Ronald o Hermione, Percy Weasley se encontraba sin vida, tendido en el suelo y Fred Weasley lo sujetaba entre sus brazos, llorando. Ronald estaba a su lado, llorando y el rubio se preguntó si sus padres seguirían con vida.

Draco miró como por el agujero que se abría en la pared un montón de arañas gigantes trepaban la pared.

—¡Tenemos que movernos! —Gritó, ya que al parecer todos se encontraban en shock. —¡Tenemos que irnos!

Nadie pareció reaccionar hasta que Malfoy comenzó a repeler a las arañas descendientes de Aragog y entonces comenzaron a ayudarlo, Fred cargaba el cuerpo de su hermano y Draco ayudaba a Gregory a ponerse de pie.

—¡Greg, escucha! —Le decía a su amigo, ambos estaban ocultos tras una armadura. —Tienes que irte con Fred Weasley ¿Entiendes? No estás en posición de pelear y tampoco puedes volver junto a Voldemort.

—Lo sé pero no puedo...

—Estaré bien, me quedaré junto a Potter y sus amigos, sabes que ellos no dejarán que nada me pase —Le regreso su varita. —Ve y busca a Pansy y Blaise, asegúrate de que están bien y si puedes ayuda a los heridos, eres bastante bueno en magia curativa —Vieron pasar a Fred. —Ahora vete.

Gregory desapareció por el pasillo ya despejado, tras Fred Weasley que aún cargaba el cadáver de Percy.

—¡Quiero ayudar! ¡Quiero matar mortífagos!

Draco escuchó a Ronald y volteó a verlo, el chico tenía la cara desencajada, manchada de polvo y humo, y temblaba de rabia y dolor.

—¡Nosotros somos los únicos que podemos acabar con Voldemort, Ron! ¡Por favor, escúchame! ¡Necesitamos capturar a la serpiente, tenemos que matarla! —le decía Hermione.

Pero Draco comprendía cómo se sentía: buscar otro Horrocrux no le proporcionaría la satisfacción de la venganza.

—¡Lucharemos! —exclamó Hermione—. ¡Tendremos que luchar para llegar hasta la serpiente! ¡Pero no perdamos de vista nuestro objetivo! ¡Les repito que somos los únicos que podemos acabar con Voldemort! —Mientras hablaba, se enjugaba las lágrimas con una manga chamuscada y desgarrada, pero respiraba hondo para calmarse.

—Tienes que enterarte del paradero de Voldemort —Intervino Draco, limpiando las lágrimas que resbalaban por el rostro de Harry—, porque la serpiente debe de estar con él, ¿no? Entra en su mente.

Draco, Ron y Hermione miraban a Harry, parecía haber entrado sin problemas en la mente del Lord, tenía los ojos cerrados, casi relajados, pero sus puños estaban cerrados. Después de un momento el chico abrió sus verdes ojos y los miró con preocupación.

—Está con tu padre —Le dijo Harry a Draco. —Está vivo y le ha pedido a Voldemort que pause la batalla, teme por tu vida, Voldemort seguramente no le ha dicho lo de la varita...

—¿Mi madre estaba con él? ¿Dónde están?

—En la casa de los gritos, Narcissa no estaba con ellos pero Voldemort mandó llamar a Snape, lo va a usar para llegar a ti.

—Severus no me haría nada.

—Te llevó hasta él, te entregó a él —Recriminó Harry, con rabia.

—Era esencial para mantener las apariencias.

—¿Quieres decir que Voldemort no está aquí? ¿El desgraciado ni si quiera se tomó la molestia de pelear? —Dijo Hermione indignada.

—Sabe que estamos tras sus horrocrux, cree que voy a ir por él.

—Vale —dijo Ron poniéndose derecho—. Pues no puedes ir. Eso es lo que él quiere, lo que espera que hagas. Tú te quedas aquí cuidando de Hermione y Draco, y yo iré y tomaré...

Harry lo interrumpió:

—Son ustedes tres quienes se quedan aquí. Yo me pondré la capa invisible, iré allá y volveré tan pronto como...

—No —terció Hermione—, es mucho mejor que me ponga yo la capa y...

Draco bufó con fastidio.

—¿Así son todos los Gryffindor? Por qué en serio voy a vomitar. —Los tres chicos lo miraron con el ceño fruncido y luego echaron a reír. — Por ahora busquemos un lugar seguro para hablar tranquilamente.

Los tres leones asintieron y se echaron la capa de invisibilidad encima, sin saber que Draco tenía sus propios planes, porque Draco Malfoy tal vez no era un Gryffindor, pero era valiente y tenía bien en claro cual era su deber.

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¡Sorpresa! jaja  si pude actualizar hoy.

Voten mucho y comenten. <3 en un par de horas tendré listo el final <3 o no... 

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Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
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la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...