Draco Malfoy y el príncipe de...

By ilianabananaa

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Drarry/Harco. Draco había desarrollado una extraña obsesión con Harry Potter desde que lo conoció en la tien... More

Segunda Edición
Book Trailer
El inicio.
Camino a Hogwarts
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Epílogo.
Continuación.
Agradecimientos.
Más historias.

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By ilianabananaa

Draco salió de las tres escobas a paso lento e indiferente, había tomado un par de cervezas de mantequilla, había leído el periódico y le había lanzado la imperius a madame Rosmerta para asegurarse de que le entregara el collar maldito a Katie Bell a la que le lanzaría la misma imperius a través de la encargada de las tres escobas, un trabajo agotador y a la vez repugnante. Nunca le había gustado mucho la idea de usar las maldiciones imperdonables, pero había casos, como aquel, que lo requerían.

Por el bien común. Decía Dumbledore todo el tiempo.

Por supuesto que Draco sabía hacer bien su trabajo, se aseguró de no cometer el más mínimo error. Llegó temprano a Hogsmeade aquel sábado, se aseguró de encontrar sola a madame Rosmerta y la dejó bajo su influencia por horas, hasta que su víctima llegó.

Draco había decidido utilizar a Katie porque sabía que era una alumna ejemplar y nadie sospecharía de ella si llegaba con un paquete extraño al colegio después de aquella excursión y en tal caso de que alguien encontrara aquel objeto en sus manos, nadie podría culparlo.

Así que cuando vio a Bell salir con la caja del collar se fue de ahí, dispuesto a seguir con sus propios asuntos.

El collar llegaría hasta Dumbledore, quien por su puesto, estaba al tanto de lo que ocurriría gracias a Severus y entonces el anciano director pondría bajo llave aquella cosa tan desagradable y nadie, ni si quiera el Lord podría dudar que Draco lo había intentado.

Pero las cosas no siempre salen como uno quiere y el collar no fue entregado salvo y sano a Albus Dumbledore, en su lugar, Bell había tocado el collar maldito y había armado una escena a medio Hogsmeade que levantó el pánico colectivo. Muchos padres quería llevarse a sus hijos de Hogwarts, muchos estudiantes (sobre todo los más pequeños) estaban asustados y Harry Potter no hacía otra cosa más que sospechar de Draco Malfoy.

Por supuesto que aquella sospecha estaba fundamentada, Harry había visto a Malfoy en las tres escobas el día que todo pasó, lo había escuchado hablar con sus ex amigos en el tren sobre un trabajo importante para Voldemort y su actitud no ayudaba en nada a disipar estas dudas.

Para Draco esto era tan conveniente como agobiante, la idea de que Potter comenzara a tomárselo como una seria amenaza le hacía sentir terriblemente mal, pero como esto también hacía que Harry se mantuviera alejado de él (al menos los suficiente para que nadie los involucrara) representaba un alivio.

Harry Potter estaba perdiendo la cabeza, estaba seguro de que Malfoy era quién estaba detrás del ataque con el collar, tan seguro como que aun así amaba a ese maldito bastardo y aunque le doliera horrores admitirlo, no podía dejarse cegar por amor que sentía por él.

Por eso, cuando la profesora McGonagall le preguntó si sabía algo al respecto no tuvo miedo de decir lo que sabía, que antes de ingresar a clases había seguido a Malfoy hasta Borgin and Burkes donde lo habían escuchado hablar con el dependiente sobre reparar algo y comprar otra cosa. También agregó el detalle de haberlo visto en las tres escobas aquel día completamente solo.

Por supuesto que McGonagall lo había escuchado hasta al final solo para decirle que aquello era imposible, que Draco Malfoy, al igual que todos los alumnos, había sido registrado al entrar y salir del castillo y que nadie había detectado nada peligroso.

Pero Harry ya había pasado todo su quinto curso intentando convencerse de que Draco no podía ser igual que su padre, que él era diferente, que Draco en el fondo era bueno y aquello había terminado en la desilusión más grande de su vida. Prefería ver a Malfoy confesando la verdad, diciendo que él era el responsable y que si, trabajaba para Voldemort y poder ayudarlo antes de que todo se complicara y ya no hubiera vuelta de hoja, a que Draco de verdad terminara por cometer el peor error de su vida.

Constantemente, Potter se preguntaba qué era lo que había hecho cambiar a Draco y aunque no estaba seguro del todo, pues sus recuerdos eran confusos, creía saber que todo había pasado cuando el torneo de los tres magos había terminado. Él había estado en la enfermería por días y Malfoy solo se había aparecido para reclamarle el haber acusado a su padre de mortífago.

Después de eso, todo fue como un sueño, como si él y Draco Malfoy jamás hubieran sido amigos, más bien todo lo contrario.

Harry había intentado hablar con el rubio y solo había recibido insultos y amenazas con la varita, había intentado pedirle una explicación y había obtenido señas obscenas con las manos e insinuaciones sexuales que rayaban en lo grotesco y lo vulgar. Había intentado hablar del beso y solo había obtenido una carcajada y una maldición que le dejó la lengua pegada al paladar por tres días.

Por supuesto que, para alguien tan Gryffindor como Harry Potter, asimilar que Draco Malfoy de verdad era un bastardo hijo de puta había sido casi imposible, siempre lo excusaba (mentalmente y con Hermione), pero cuando vio que tanto Pansy como Blaise estaban siendo víctimas de su actitud altanera y dictatorial fue que se dio cuenta que tal vez, era momento de abrir los ojos. Por mucho que doliera, el chico con el que se encontraba a escondidas por las noches, con el que compartía dulces, bromas y tareas no existía más, aquel era Draco y Draco había sido asesinado por Malfoy.

Y fue por todo esto que Harry se prometió que no importaba lo que Malfoy planeara, iba a detenerlo, iba a impedir que el desgraciado se saliera con la suya, por el amor que le tenía, por la repugnancia que le causaba lo que hacía, por el bien de todos.


Draco no sabía porque había pensado que burlar a Voldemort sería fácil. Tal vez porque aún en el fondo, era un mocoso de dieciséis años lleno de falsas esperanzas que le prometían un futuro mejor. Esperanzas que se rompieron en cuanto Severus le contó lo mal que lo había pasado su madre a causa de su propio fracaso.

Lord Voldemort estaba hecho una furia, el descuido con el collar no solo le había costado que la seguridad de Hogwarts se incrementara, si no también que Albus Dumbledore estuviese bajo aviso y como Draco estaba demasiado lejos (y bien resguardado bajo el castillo) la que había sufrido las consecuencias había sido su madre a la que no había matado únicamente por que aún le servía como incentivo para que Draco no lo traicionara.

Aquello no hizo más que reforzar la sensación de odio hacia aquel mestizo psicópata y la seguridad de que, tal vez, después de todo, al final del año no podría seguir siendo un espía de la orden.

Por ello, Draco se había asegurado de pasar cada momento de su miserable vida intentando arreglar el armario evanescente en la sala de menesteres y aunque no le gustaba admitirlo, Crabbe y Goyle (ya no los llamaba más por sus nombres) eran de gran ayuda. Ambos vigilaban la entrada y le avisaban si alguien se encontraba demasiado cerca, entonces Malfoy cubría el armario y salía rápidamente de la sala.

El armario se había vuelto un asunto de vital importancia, al menos para su madre. Ya no veía a aquel pedazo de madera como una manera de escapar si era necesario, era una manera de salvar a su madre, de llevarla a puerto seguro, una promesa de un futuro mejor, una promesa de que cuidaría de ella así se le fuese la vida en ello.

Así que, por tal motivo, no le fue difícil evadir al equipo de quidditch, no necesitaba inventar nada, nadie le preguntaría ni le cuestionaría nada a su príncipe. Se había limitado a escoger a su mejor sustituto como buscador e inmediatamente había continuado con su labor de arreglar el bendito armario. Todo eso, mientras recordaba la sensación de haber volado junto a Harry Potter por primera vez. La libertad, la diversión. ¿A caso habían pasado tantos años de eso?

La respuesta era sí, había pasado demasiado tiempo, tanto que las cosas no podrían ser como antes, nunca más.

Del otro lado, Harry había comenzado obsesionarse con Draco y no en el mejor de los sentidos. Lo seguía a todas partes por el mapa del merodeador, no había algo que Malfoy no hiciera que no le pareciera sospechoso e incluso, había llegado pensar en faltar a su primer encuentro contra Slytherin para seguirlo porque le habían dicho que Malfoy no jugaría, estaba enfermo y a solo quince minutos de que el partido comenzara, lo había visto completamente sano y con un par de chicas por los pasillos.

Enfermo, una mierda. Había pensado. Está tramando algo.

Incluso Ginny, quién claramente se había obsesionado con el chico dorado desde que lo había visto por primera vez, le había dicho que sabía que algo raro ocurría con él y Malfoy y aquella fue una pelea tan grande que terminaron.

Porque Ginevra creía que su novio tenía una fijación nada sana con Malfoy y Harry creía que su novia estaba siendo exagerada, que él no estaba obsesionado con Draco Malfoy, simplemente estaba siendo cauteloso, siempre alerta, como decía Alastor Moody, o el impostor de Alastor Moody.

Si a Harry le dolió su ruptura con Ginny, no se notó, y si le dolió saber que tan solo un par de semanas después Ginny estaba saliendo con Luna, se notó mucho menos. Estaba demasiado ocupado no obsesionándose con Malfoy como para fijarse en esas pequeñeces.

Sin embargo, el instinto felino que brillaba en Harry Potter por ser un Gryffindor ejemplar pronto demostró tener razón, Draco Malfoy tramaba algo, algo nada bueno, algo que seguramente comprometería la integridad de alguna persona y Harry por supuesto, tenía que averiguar que era y detenerlo.

Fue durante una de las fiestas de Slughorn, la fiesta de navidad (Al viejo profesor de pociones le gustaba reunirse con los alumnos más brillantes o bien relacionados), se encontraba junto a Hermione y Pansy, platicando amenamente sobre las noticias que últimamente invadían el profeta, gente desaparecida, catástrofes "misteriosas" en el mundo muggle y prisioneros escapando de Azkaban.

Ginny se encontraba al otro lado de la sala, con una distraída Luna haciéndole una trenza, de vez en cuando miraba a Harry, tal vez tratando de averiguar si se sentía celoso, pero como nada de eso parecía ser, la chica terminó por ignorarlo.

Por supuesto que Harry iba acompañado, iba con Denis Creevey, el hermano menor de su ex romance, Colin Creevey. Denis, al igual que su hermano, parecía tener debilidad por Potter y como este prefería ir con alguien conocido, lo había invitado a la reunión.

Todo habían sido risas y bromas, incluso Ginny y Luna terminaron por unirse a aquel grupo que parecía estarse divirtiendo, seguidas por Blaise Zabini y Theodore Nott quienes se habían rendido y dejando sus prejuicios Slytherin decidieron que, si Pansy estaba ahí rodeada de leones (y una Ravenclaw) y no había muerto, pues seguramente ellos dos también podrían divertirse.

Pero justo cuando piensas que las cosas están fabulosas, siempre tiene que haber algo que arruine el momento y aquello fue lo que pasó cuando Filch, el conserje, entró al lugar donde se estaba llevando a cabo la fiesta tomando a Draco Malfoy de brazo de manera muy brusca.

—Profesor Slughorn — Filch resollaba con dificultad, su quijada temblorosa y el maniático brillo detector de travesuras en sus hinchados ojos. – Descubrí a este chico escondiéndose en las escaleras del pasillo, él decía haber sido invitado a su fiesta, pero que no le enviaron a tiempo la invitación ¿Usted lo invitó?

Harry miró al rubio, estaba totalmente tranquilo, como si no tuviera absolutamente nada que ocultar ni de Filch, ni de Slughorn, ni de todos los alumnos que se encontraban en la reunión.

Sus ojos verdes se cruzaron con los grises de Malfoy y algo dentro de él volvió a latir, haciéndolo sentir vivo, por al menos, unos cuantos segundos.

Entonces Draco suspiró y con voz fastidiada dijo:

—De acuerdo, no fui invitado. Estaba tratando de colarme ¿Contento?

— ¡No, no lo estoy! — dijo Filch con regocijo en los ojos, tenía una declaración completa y e indiscutible. – ¡Estás en problemas, sí que lo estas!, ¿Acaso no dijo el Director que no merodearan por las noches a menos que tuvieran permiso, eh?

— Está bien, Argus, está bien — dijo Slughorn haciendo un gesto con la mano — Es navidad y no es un crimen querer venir a la fiesta. Sólo por esta vez olvidemos los castigos; Te puedes quedar Draco.

Harry se percató de inmediato, Draco le agradeció con aquella sonrisa que hacía a cualquiera caer a sus pies (incluyéndolo) pero su mirada reflejaba algo similar a la decepción y la frustración. Miró en dirección a Snape, éste solo por un segundo miró con furia hacia Draco.

Snape y Malfoy están tramando algo. Pensó. Pero Snape es miembro de la orden... ¿A quién mierdas quiero engañar? Yo nunca he confiado de Snape, podría ser un traidor.

—Muchas gracias, profesor, en serio —Le dijo Malfoy con una voz aristocrática y varonil que hubiera despertado en Harry todas las hormonas del mundo si no hubiera estado demasiado ocupado sospechando de él.

— No es nada, nada —dijo Slughorn rechazando el agradecimiento de Malfoy — Después de todo conocía a tu abuelo...

— El siempre habló muy bien de usted señor — dijo Malfoy casualmente —Decía que usted es el mejor fabricante de pociones que jamás había conocido.

Harry miraba fijamente a Malfoy. No eran los halagos lo que lo intrigaba, era el hecho de que Malfoy, dentro de todo, lucía un poco enfermo. Esta era la primera vez en mucho tiempo que veía a Draco de cerca, y notó que ahora tenía oscuras ojeras, y un marcado matiz grisáceo en la piel.

—Dios, ese imbécil siempre arruinando todo —Se quejó Pansy. —No puede dejarnos tener una noche tranquila.

Hermione le acarició el brazo para tranquilizarla.

—¿Luce un poco... mal, no? —Se aventuró a decir Granger. —Quiero decir, siempre va por ahí con su porte de rey y su cabello reluciendo al sol y todas esas cosas, pero ahora solo luce...

—Como si le quedaran tres días de vida... —Aseguró Blaise. —Parece que no ha dormido en días...

—Pues ese ya no es nuestro asunto —Aseguró Parkinson, pero su mirada reflejaba preocupación.

Después de unos minutos, en los que su grupo de amigos (en el que faltaba Ron) se introdujo a una profunda plática sobre música mágica, Harry pudo escuchar a Snape.

— Me gustaría hablar contigo, Draco.

— Ahora Severus, — dijo Slighorn — Es navidad, no seas demasiado duro...

— Soy su Jefe de Casa, y yo decidiré que tan duro ser — dijo Snape de manera cortante — sígueme Draco.

Se fueron, Snape por delante guiándolo, Malfoy se veía resentido y Harry permaneció indeciso por un momento, entonces dijo:

—Regreso en un segundo...ehm...baño.

Pero nadie pareció escucharlo, así que simplemente se marchó.

Fue fácil, una vez fuera de la fiesta, sacar en el pasillo que estaba totalmente desierto la capa de invisibilidad de su mochila y cubrirse con ella; lo que sí fue difícil fue encontrar a Snape y Malfoy. Harry corría por el pasillo, el ruido de sus pisadas se disimulaba con la música y las fuertes voces que aun provenían de la oficina de Slughorn que había dejado atrás. Quizás Snape había llevado a Malfoy a su oficina en los calabozos, o quizá lo estaba escoltando de regreso a la sala común de Slytherin.

Harry iba puerta tras puerta presionando su oreja, recorriendo rápidamente el pasillo, hasta que, sacudiéndose del nerviosismo, se inclinó hasta la cerradura del último salón de clases del pasillo y escuchó voces.

—¿Qué se supone que planeabas? —Le regañó Severus. —Sabes que no puedes estar vagando por los pasillos, si alguien te descubre...

—Solo fue un descuido, estaba cansado, ni siquiera estaba haciendo algo que fuese sospechoso...

—Fue torpe e insensato, ya eres sospechoso de haber maldecido a Katie Bell, no creo que quieras más problemas.

—¿Sospechoso? ¿Quién sospecha de mí? —Hubo un pequeño silencio. —¿Estás tratando de usar legeremancia para saber si estoy diciendo la verdad? ¡No estaba haciendo nada! Así que déjalo.

—Estoy tratando de ayudarte, le juré a tu madre que te protegería. Hice un juramento Inquebrantable, Draco y agradecería que no complicaras más las cosas.

—Eso es justamente lo que estoy evitando, complicar las cosas.

—¿Y seguir a Potter hasta la maldita fiesta te pareció necesario para tu plan? Porque si no es así, no entiendo que hacías escondido ahí.

Draco se puso rojo, pero Harry no pudo ver aquello.

—Solo quería comprobar algo... ¡Y no intentes usar legeremancia! Soy demasiado bueno en oclumancia, no lograrás ver nada de todas formas.

—¿Cuál es el plan? —Preguntó Severus al ver que no lograría sacarle nada más a Malfoy sobre lo otro.

—Casi termino de repararlo, no he dormido en tres días —Suspiró. —Pero si todo sale bien, podremos usarlo en cuanto se necesite.

—No luces bien...

—Ya lo sé, no necesitas recordarme que soy un desastre. Estoy desesperado, el tiempo se va y yo...

—Escucha, Draco, debes tomártelo con calma.

—No me pidas eso, Severus. Fallé una vez y mi madre lo pagó caro, una segunda vez podría costarle la vida. No puedo irme a dormir mientras ella está allá sufriendo torturas y haciendo de sirvienta... Y luego está el asunto de Crabbe y Goyle, saben todos mis planes y ya no me puedo fiar de ellos...

Entonces Harry lo comprendió todo, Draco estaba obedeciendo a Voldemort por su madre, él tenía a Narcissa Malfoy y la estaba usando para chantajearlo. Se tambaleó por la impresión y golpeó la puerta sin querer. Raídamente se apartó. Snape y Malfoy se habían quedado callados, seguramente ya habían reparado en él.

Harry caminó rápidamente de regreso a la fiesta, con el corazón en la mano y con una chispa de esperanza, tal vez, después de todo, había juzgado mal a Draco. ¡Oh! ¡Que injusto había sido con él!

Pero aún puedo arreglarlo, aún puedo ayudarlo, aún podemos tener un futuro juntos. Pensó mientras se adentraba de nuevo a la fiesta de navidad con una sonrisa en los labios. 

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