Prohibidos [En físico]

By matiasgonzalogarcia

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[LGBT+] En una nación postapocalíptica en la que la reproducción sexual es obligatoria y en donde la homosexu... More

CONTEXTO / SINOPSIS
PRIMERA PARTE: "DESTINADOS"
1. Aaron - "Por mi vida"
2. Alicia - "Ave robótica"
3. Aaron - "Error"
4. Alicia - "Rescate"
5. Aaron - "No soy como tú"
6. Alicia - "Redada"
7. Aaron - "Reproductor de recuerdos"
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8. Alicia - "Asesinos"
Capítulo extra: David - "Hasta el fin de mis días"
9. Aaron - "Revelaciones"
10. Aaron - "Una peligrosa decisión" (¡Capítulo inédito!)
11. Alicia - "Despierta"
12. Alicia - "Llamada prohibida" (¡Capítulo inédito!)
13. Aaron - "Al borde de la muerte" (¡Capítulo inédito!)
14. Alicia - "Vestido rojo" (¡Capítulo inédito!)
15. Aaron - "Indecisión" (¡Capítulo inédito!)
16. Alicia - "Fragmentos de tela" (¡Capítulo inédito!)
17. Aaron - "Fin del trauma" (¡Capítulo inédito!)
18. Alicia - "Caminos cruzados" (¡Capítulo inédito!)
19. Aaron - "El gran escape"
20. Alicia - "La realidad sobre Aaron"
Capítulo extra: Max - "Cuando las velas se apagan"
21. Aaron - "Un beso decisorio"
22. Alicia - "Traidora"
23. Alicia & Aaron - "Verdades hostiles"
24. Alicia & Aaron - "Sentencia"
25. Alicia & Aaron - "Nuevos comienzos"
Cuenta de Instagram / Grupo de Facebook
SEGUNDA PARTE: "FUGITIVOS"
26. Aaron - "Amanecer"
27. Carlos - "Mía"
28. Alicia - "Reproductor de pensamientos"
29. Aaron - "Ultimátum"
30. Alicia - "Decisiones radicales"
31. Aaron - "Juntos"
32. Carlos - "Desolación"
33. Alicia - "Las mentiras de Max"
Capítulo extra: "Cita"
34. Alicia & Aaron - "Reproducciones obligatorias" (Primera parte)
35. Alicia & Carlos - "Reproducciones obligatorias" (Segunda parte)
36. Alicia - "Caos"
37. Aaron - "Trato"
38. Alicia - "Propuesta"
39. Aaron - "Declaraciones"
41. Aaron - "Confesión"
42. Aaron - "Despedida"
43. Alicia - "Libertad"
Epílogo
PROGRESIVOS [Prohibidos #2]
Prohibidos ganó un Watty ♥️

40. Alicia - "Un último abrazo"

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By matiasgonzalogarcia


—Debes estar bromeando. 

Lo que Aaron acaba de decirme sobrepasa todo límite. 

Estamos en uno de los jardines artificiales del refugio rebelde. Sabía que me revelaría algo impactante cuando me pidió que lo acompañara a un lugar tan solitario como este, sin embargo, no esperaba que estuviera relacionado con Carlos. 

—¿Le dijiste que estoy viva y que ibas a convencerme de acudir a su encuentro? ¿Qué pasó por tu cabeza? ¡Se supone que soy tu amiga! 

Intento controlar la ira, pero no puedo. Aaron ha de estar consciente del peligro al que me expuso, y no solo a mí. Carlos podría encerrar a mi familia para forzarme a regresar, y otra muerte falsa ya no serviría de nada. 

—No tuve opción —afirma él, cabizbajo—. Lo siento mucho, Ali. Tienes que entenderme. Si no huía cuanto antes, me iban a curar o a matar. 

Supongo que debo hacer el esfuerzo por comprenderlo. De estar en su lugar, también habría buscado la forma de huir. 

Ha pasado una semana desde que Aaron regresó al refugio, no ha ocurrido nada extraño en la superficie ni en las dependencias de Amanecer. Quizá, tal como afirma él, Carlos está de nuestro lado, por más absurda que suene la posibilidad. 

—No confío en él —insisto—. Nunca lo haré. 

—Yo menos —coincide Aaron—. Sin embargo, cuando le dije que seguías con vida, algo cambió en él y le hizo aceptar las cosas que le revelé en mi cautiverio; solo bastó con decirle que tú creías y tolerabas dichas verdades. Él estará de nuestro lado si tú lo estás. 

—¿Te detuviste a pensar en cómo reaccionarían los rebeldes si se enteraran de que hiciste un trato con Carlos? —pregunto en un susurro—. ¿Qué crees que pasará si vamos al exterior y nos descubren reuniéndonos con él? ¡Nos acusarán de traición! 

—¡Ya lo sé! Pero ¿qué quieres que hagamos? Si no vamos en su encuentro, puede que todo empeore, y ni tú ni yo queremos eso. Te prometo que él no nos traicionará. Me juró que no nos jugaría sucio. 

—No puedo creer que seas tan inocente —mascullo—. Se trata de Carlos, una de las personas más detestables del mundo. Él es uno de los causantes de las desgracias que nos han pasado. Él me mandó a encarcelar. Él encerró a mi familia. Él le disparó a David y les ordenó a los enfermeros del hospital que le inyectaran el Stevens. ¿Acaso lo olvidaste? 

—No fue Carlos el causante de todo eso: fue su padre —rectifica Aaron—. Abraham Scott y los demás gobernadores son los culpables. De no ser por su influencia, él sería diferente. Nada de lo que nos hizo habría ocurrido de no ser por culpa de las autoridades. Carlos quiere cambiar, Alicia. Si lo ayudamos, podremos conseguir que abra los ojos por completo y para siempre. 

Llevo la mirada al cielo, aunque en realidad no vea más que un techo oscuro y un foco de luz amarillenta que simula ser un sol. Estoy cansada de lidiar con Carlos. No obstante, si de verdad existe una posibilidad de que nos ayude a cambiar las cosas, no debería desaprovecharla. 

¿Qué podría pasar? De ser atrapados, los rebeldes no descansarían hasta rescatarnos y, de ser cuidadosos, Carlos no descubriría la ubicación del refugio. Si su intención fuera encontrar las dependencias de Amanecer, habría ordenado seguir a Aaron hasta aquí tras liberarlo, pero no lo hizo. Puede que en realidad quiera estar de nuestro lado. 

Lo pienso por varios minutos, hasta que tengo una respuesta a la propuesta de Aaron. 

—Está bien —suspiro—. Nos reuniremos con él. 

—¡Sabía que entrarías en...! 

—Alto, tengo una condición. 

—¿Cuál? 

—Tenemos que contarle todo a Max. Necesitamos una persona de confianza que nos cubra las espaldas por si Carlos nos traiciona. 

—Me parece bien. —Él sonríe. 

Regreso a los elevadores para ir en busca de Max. Aaron irá a contarle a David lo que haremos, también se despedirá de él en caso de que algo no salga como lo planeamos. Tengo un mal presentimiento. Sé que no debería fiarme de Carlos, tampoco quiero hacerlo, pero me encantaría que fuera verdad que él quiere cambiar y que está dispuesto a establecer una especie de tregua entre nosotros. Con suerte, nos dejará tranquilos por un tiempo. 

Pensar en el momento en que volveré a enfrentarlo me pone los pelos de punta. ¿Qué voy a decirle? ¿Cómo podré hablarle sin sentir el impulso de golpearlo hasta dejarlo inconsciente? Tengo mucho rencor acumulado. Me hizo tanto daño que nada podría enmendar cada puñalada que me profirió. 

Encuentro a Max en los talleres de George. Dalia, su exnovia y quien me reveló una desagradable verdad hace semanas, está trabajando en uno de los mesones del fondo. Ha de odiarme más que antes, porque su intento de arruinar mi relación con Max falló. Aún siento algo de resentimiento por cómo sucedieron las cosas con él, pero el cariño es algo tan carente en mi vida que necesito más que nunca de toda la contención posible para soportar el día a día. 

—Alicia, qué gusto verte —saluda George—. ¿Cómo estás? 

Max me dirige una dulce sonrisa al verme. Siento un cosquilleo en el estómago cada vez que me sonríe así. 

—Todo bien. —Fuerzo una sonrisa—. George, ¿me presta a Max unos minutos? Necesito tener una conversación urgente con él. 

Max me mira con nerviosismo. La última vez que vine a buscarlo para tener una conversación urgente, las cosas no acabaron bien entre nosotros. 

—¿Pasa algo? —inquiere con voz trémula. 

Hago un gesto con la cabeza para indicarle la puerta. Max se disculpa con George y me acompaña al mismo jardín en donde me reuní con Aaron, aquel en el que tuvimos la discusión cuando Dalia me enfrentó. Es inevitable sentirme incómoda por hallarme aquí junto a él tras ese doloroso momento. 

—¿Puedes decirme qué sucede? —insiste Max tras sentarnos en una banca situada en el jardín artificial—. Me estás asustando. 

Miro en todas direcciones antes de hablar: no hay cámaras ni gente a la vista. Como no detecto peligro en los alrededores, le cuento a Max lo que me dijo Aaron y cómo llegó a un acuerdo con Carlos. 

—Increíble. —Hunde el ceño—. ¿Carlos ayudando a Aaron para volver a verte? No me da buena espina. 

—A mí menos, pero creo que debo ir en su encuentro. Carlos podría ser capaz de torturar a cada civil de Libertad con tal de encontrarme. 

—Ni creas que voy a permitir que vayas sin mí cuidándote a la distancia —dice Max. Justo lo que quería oír. 

—Sabía que dirías eso. —Tomo su mano—. Puedes ir, pero no le cuentes a nadie sobre nuestros planes. Si Amanecer se entera, podrían tacharnos de traidores. 

—Sabes que puedes confiar en mí —asegura en voz baja. Me limito a sonreír como respuesta. 

Siendo franca, no sé si confío del todo en él, no después de lo revelado por Dalia. Espero que algún día podamos reconstruir nuestra confianza. 

El día se basa en preparativos para la partida. Max le pidió a William y a Kora que nos acompañen y que nos protejan desde las sombras. Prometió que ellos guardarían el secreto. Todos estaremos armados y dispuestos a atacar de ser necesario. 

El lugar de encuentro, según indica Aaron, será la colina delos abetos, en donde Carlos y yo nos dimos nuestro primer beso. Era de esperarse que escogieran un lugar tan solitario y significativo para nosotros. Quizá sigue creyendo que nos quedan posibilidades de retomar nuestra relación, cuando nada de lo que suceda podría cambiar mi opinión sobre él. Si bien Max tiene sus defectos, lo prefiero por sobre todos los demás. 

Max logró convencer a Edward y a los guardias de permitirnos ir al exterior durante la noche. El motivo, supuestamente, es que iremos a la casa de David en el G para buscar algunas cosas que dejamos ahí. No fue fácil persuadirlos, pero como no se trata de una misión complicada o demasiado arriesgada, nos permitieron salir sin tanto papeleo. Las reglas son simples: de ser atrapados, no debemos revelar la ubicación del refugio ni lo que sabemos sobre Amanecer, así nos torturen para sacarnos información. 

Es hora de partir. Aaron ya se despidió de David; sus ojos lucen llorosos. Supongo que fue una despedida complicada, puesto que David guarda un enorme resentimiento hacia Carlos; después de todo, es por culpa de mi exprometido que su vida corre peligro. Me sorprende que Aaron haya decidido hacer un pacto de esta clase a pesar del daño que Carlos nos hizo. 

Nos dirigimos a la salida exterior de aeromóviles del refugio. Volaremos hacia las afueras de la colina de los abetos, en donde Aaron y yo tendremos que seguir a pie hasta la cima en la que nos reuniremos con Carlos. Actuamos con naturalidad frente a los guardias de las salidas, fingiendo que nada peculiar sucederá esta noche. 

Como de costumbre, es Kora quien piloteará el aeromóvil con William sentado a su lado, Aaron, Max y yo nos acomodamos en los asientos traseros. Max aprieta mi mano con fuerza durante el viaje, casi como si temiera perderme.

—Más vale que no vuelvas a enamorarte de él —bromea—, o tendremos serios problemas.

Todos reímos. Por más que fuera una broma, no me cabe duda de que su advertencia vino en serio. 

¿Podría enamorarme otra vez de Carlos? Ni pensarlo. Si ya había dejado de sentir amor por él antes de conocer a Max, no podría sentirlo ahora con todo el daño provocado. 

Sobrevolamos el espacio aéreo de Libertad. Aunque el vuelo hacia la colina de los abetos no presenta inconvenientes, el miedo y la paranoia persisten en cada tramo recorrido. Kora dijo que sobrevolar los solitarios límites de la ciudad y las llanuras exteriores resultaría sospechoso, mientras que atravesar la zona central con cientos de aeromóviles en el cielo es un buen camuflaje y la estrategia más acertada. No hay forma de que los protectores registren tantos vehículos aéreos a la vez, estamos a salvo de momento. 

Abandonamos Libertad y sobrevolamos los campos exteriores. En cuestión de minutos, llegamos hasta los límites de la colina de los abetos, mismo lugar en el que viví varios momentos inolvidables de mi adolescencia. Es uno de mis lugares favoritos de Arkos. Los abetos que cubren los cerros evocan la sensación de encontrarse en un frondoso bosque de alguna parte de América, en donde realmente existe la libertad y no hay más compañía que la naturaleza. 

Kora estaciona el aeromóvil entre unos árboles de la falda. La oscuridad de la noche esconde nuestro transporte a la perfección. Ahora, Aaron y yo debemos ascender la colina a solas, pero William y Max nos seguirán entre las sombras y la espesura. Se supone que Carlos ya nos está esperando, por lo que debemos ser cuidadosos. 

El mal presentimiento devora mis entrañas. Tengo la certeza de que algo saldrá mal esta noche. A pesar del miedo, Aaron y yo saltamos la valla de contención que rodea las faldas de la colina y miramos en todas direcciones en búsqueda de peligro. Estos campos pertenecen a un empresario de Libertad; estar aquí es ilegal. 

Ascendemos. Incluso entre el follaje se puede apreciar el potente halo de luz proveniente de la gran ciudad. El viento fresco de la noche me recuerda aquellos tiempos en los que la incertidumbre era mi mejor amiga. Estaba perdida entonces, desesperada por un cambio.

Hoy soy otra persona. No soy la misma Alicia de antes. Me siento un poco más madura, más fuerte, más valiente. Nada de lo que suceda en adelante podrá hacerme caer.

Aaron y yo alcanzamos la cima de la colina. El tronco caído que Carlos y yo usábamos como asiento se halla en el mismo lugar de siempre. Solíamos sentarnos en él para contemplar Libertad y maravillarnos con los juegos de luces que iluminaban el cielo nocturno. 

Tal como esperaba, Carlos no está aquí. Aaron y yo nos miramos con miedo, atentos a cualquier movimiento o ruido en los alrededores. Mantengo una mano sobre la pistola guardada en mi cinturón, lista para desenfundarla de ser necesario. 

—Llegará —afirma Aaron—. Lo prometió. 

—Mi preocupación no es que nos plante —musito—: mi preocupación es que venga acompañado. 

Seguimos esperando. Pasan varios minutos de expectación, hasta que el ruido de ramas y hojas siendo aplastadas desde alguna parte cercana nos sobresalta. 

Desenfundo la pistola y la apunto hacia el sonido. El causante emerge de las sombras: se trata de Carlos. Al advertir mi pistola apuntada directamente en su pecho, alza las manos en señal de rendición. 

—Alicia, baja el arma —me pide Aaron—. Está solo. 

A pesar de que me lo ha pedido mi amigo, no logro hacerlo. Lucho por dentro contra el impulso de apretar el gatillo y de darle fin a la miserable vida del futuro gobernador. Él me hizo mucho daño y, en el futuro, le hará daño también a miles y miles de personas. 

—Alicia, bájala. 

Tirito sin control. Las lágrimas batallan por salir, pero no las dejaré. No le daré a Carlos la satisfacción de verme llorar otra vez. 

—¡Alicia! —insiste Aaron. 

Bajo mi arma. No la guardo en mi cinturón, solo la mantengo lista para atacar. Gracias a la luz de Libertad que alcanza a iluminar las alturas de la colina, descubro que los ojos de Carlos se han cristalizado. 

—No puedo creer que estés viva —dice, conmocionado.

Sus mejillas se llenan de lágrimas. No despega sus ojos de los míos, ni siquiera parpadea. Por mi parte, no puedo hacer más que mirarlo con el mayor desprecio posible

—Gracias por traerla, Aaron —agradece Carlos con expresión de regocijo—. Sabía que no me fallarías.

Aaron asiente y me mira con fijeza. Ha de notar que me está costando mantenerme a raya.

—¿Por qué quisiste reunirte conmigo? —pregunto a Carlos en tono mordaz—. ¿Quieres encerrarme de nuevo? 

Él agacha la mirada. Si no lo conociera, diría que se arrepiente de las atrocidades que hizo. 

—Alicia, yo... lo siento mucho —susurra—. Nunca pensé que las cosas se me escaparían tanto de las manos. 

—¿Crees que pedir disculpas bastará para perdonar el mal que nos hiciste a mí y a muchas otras personas? ¡Querías encerrar a mi familia, demente! 

—Eso no fue idea mía. Fue mi padre quien mandó a los protectores a buscar a tus familiares. Sabíamos que harías algo para salvarlos, pero nunca imaginamos que te suicidarías. Todo lo sucedido fue motivado también por mi padre y por los gobernadores. En cuanto al Stevens de David, sí fui culpable de ello. Me dejé llevar por el odio y no me di cuenta de lo que hice hasta que tu supuesta muerte y las revelaciones de Aaron me abrieron los ojos. 

Carlos parece hablar con honestidad, lo que no deja de confundirme. ¿Realmente está siendo sincero? Lo veo tan frágil como hace meses. Descubro en su rostro la misma inocencia que lo caracterizaba cuando nos conocimos. 

—Te he extrañado muchísimo —admite—. Cuando te vi desintegrarte, morí por dentro. Quedé tan devastado que llegué al extremo de intentar suicidarme. ¿De qué serviría vivir? La única persona a la que alguna vez amé se había esfumado para siempre. 

—Si tanto me amaste, ¿por qué me engañaste con Caroline?—No puedo resistir las ganas de preguntar al respecto—. ¿Por qué me engañaste con otras mujeres? ¡Me fuiste infiel decenas de veces! 

—¡Porque nunca me quisiste como yo te quise a ti! —Carlos estalla en llanto—. Me daba cuenta de tu infelicidad, Alicia, pero me sentía incapaz de darte lo que necesitabas. Como nunca encontré en ti el afecto que buscaba desde la infancia, no tuve más remedio que buscarlo en otras personas. Era demasiado cobarde para dejarte ir, y estaba muy destrozado para conformarme con tu escaso cariño. 

Lo peor de lo que dice es que, en parte, tiene razón. Nunca le di el afecto que necesitaba, porque estaba ensimismada en mi propia falta de cariño. Él quiso amarme y ser feliz a mi lado, pero lo único que yo hacía era sufrir por mi imposibilidad de optar por una vida diferente. 

—Yo te amaba, Alicia —insiste Carlos—. Te quería como a nadie. Tú, en cambio, estabas conmigo porque no tenías otra opción. 

No se me ocurre nada que decir en mi defensa. Él está en lo cierto. Si yo le hubiera entregado el amor y la contención que nunca ha tenido en su vida, habría elegido un buen camino. Seguiríamos juntos ahora, ambos luchando por un buen futuro para nuestros hijos y para nuestra nación. 

Esta vez, creo que le debo una disculpa. 

—Perdóname —mascullo casi de manera inaudible. 

—¿Qué? 

—Perdóname —repito en voz alta—. Perdóname por no amarte como necesitabas. 

Carlos alza las cejas al máximo. Me siento liberada. En el fondo, sabía que tenía cierta culpa por lo que sucedió entre nosotros. 

—Tú eres quien debe perdonarme —replica—. Te hice tanto daño que nunca podré perdonarme a mí mismo..., pero quiero que sepas que estoy consciente de cada uno de mis errores. Todos me mortifican y no me dejan dormir en paz. 

Nunca lo oí hablar con tal honestidad. Me siento más culpable ahora. Debí darme cuenta de que estaba urgido por un poco de amor sincero. Si perdonarlo me ayudará a disminuir la culpa que me corroe y reducirá el rencor que me envenena, puede que deba hacer el intento.

—Te perdono, Carlos. Te perdono.

El llanto es inevitable. Carlos y yo nos miramos entre lágrimas y temblores, ambos igual de dolidos. Él se acerca a mí con cautela; apenas puedo moverme. Estoy petrificada. No logro comprender lo que sucede. 

Carlos me extiende sus brazos. Acepto que se acerque. Me aferra con fuerza y desesperación, como si aún creyera que estoy muerta. Por mi parte, solo dejo que me abrace, todavía incapaz de corresponder su afecto. Ambos lloramos el uno sobre el otro, dejamos que las asperezas queden de lado por unos minutos y que el abrazo nos reconstruya por dentro. 

Cuando creo que habrá una tregua entre nosotros, el sonido de una aeronave volando cerca de nuestra posición me obliga a separarme de él y apuntarle mi arma otra vez. 

—¡Nos traicionaste! —protesto. Las luces de la aeronave iluminan los abetos a nuestro alrededor—. ¡Eres un maldito mentiroso! 

—Alicia, no es lo que crees —asegura Carlos con las manos en alto. 

—Tenemos que irnos, Aaron —le advierto—. ¡Corre! 

Para mi sorpresa, Aaron permanece inmóvil. 

—Deberíamos esperar a ver de qué se trata —sugiere—. Tal vez no es lo que creemos. 

—¿Qué te pasa? ¡Es una aeronave protectora! 

—Es un aeromóvil —corrige Aaron—. No es una aeronave. 

—Espérenme aquí. —Carlos se aleja entre los árboles con tal velocidad que no logro detenerlo. 

Me quedo nuevamente a solas junto a Aaron. Volteo y miro en dirección a la pendiente por la que subimos, descubro a William y Max corriendo hacia nosotros con sus armas en mano. Aaron les hace la señal que indica que todo está bien y, al advertirla, nuestros acompañantes vuelven a esconderse entre los árboles. 

—¿Por qué confías en Carlos? —le pregunto a Aaron—.¡En cualquier momento podría traicionarnos! 

—Está siendo honesto. —Pone mirada suplicante—. No preguntes por qué, simplemente lo siento así. ¿No crees que ahora parece el Carlos de antes? Te dije que él quiere cambiar, Alicia. Ya no quiere ser una persona despreciable. 

—Lo siento, pero me cuesta creer que alguien como él pueda cambiar.

No dejo de apuntar mi arma en dirección de Carlos cuando lo veo regresar. Justo como imaginaba, esta vez no está solo. Antes de que dispare hacia él, observo de quiénes se tratan las personas que lo acompañan: son mis padres, Marta y mis hermanos.

Me congelo en mi sitio. Esto no es real.

—Supuse que no has visto a tu familia en mucho tiempo —dice Carlos—. Creí que sería una linda sorpresa traerlos aquí.

Mis piernas fallan. Cierro los ojos una y otra vez para comprobar que no es un sueño. 

Mis hermanos corren en mi dirección. Sin dudarlo, lanzo mi pistola al suelo y los envuelvo en mis brazos. Marta se une a nuestro abrazo con la misma emoción; los cuatro nos estrechamos con fuerza y con el amor que siempre nos hemos tenido. 

Mis padres, a diferencia de Marta y de los niños, se mantienen de pie a escasos metros de distancia. Mi padre luce un tanto avergonzado, mi madre solo llora y me ve como si no supiera qué hacer. 

—¿Qué esperan para venir a darme un abrazo? —les pregunto.

Ellos corren y se unen al abrazo familiar, mi madre solloza y tiembla a la vez. Minutos después, ella me aparta del grupo y me abraza solo a mí. 

—Perdóname, perdóname, perdóname —repite sobre mi hombro. 

—¿Por qué? —inquiero entre risas. 

—Por arruinar tu vida —susurra—. Nunca debí obligarte a aceptar emparejarte con Carlos. 

Me separo del abrazo para verla a la cara. Detecto sinceridad en sus ojos, la siento más real que nunca. 

—No arruinaste nada —afirmo con una sonrisa—. Esta es la vida que siempre quise tener. 

Por primera vez, veo a mamá sonreír de oreja a oreja. Ambas reímos y lloramos a la vez. Nos conectamos como las verdaderas madre e hija que nunca nos dimos la oportunidad de ser. 

Pasan varios minutos de abrazos, de risas y de conversaciones cálidas. No le hablo a mi familia sobre mi nueva vida rebelde, ellos tampoco preguntan al respecto. Saber que estoy bien será suficiente. 

—No fue fácil convencerlos de venir aquí. —Carlos se une a nuestras conversaciones—. Ellos pensaban que se trataba de una trampa. 

—Estás hecha una mujer —me dice Marta. Luce radiante bajo la luz de luna—. Estoy muy orgullosa de ti. 

—Yo también —agrega mamá con cierta envidia. 

—Tal parece que no has cambiado tanto —señalo entre risas, mi madre solo agacha la mirada. 

—Me gustaría que este encuentro durara más tiempo, pero lamento informarles que es hora de darle fin —interviene Carlos en tono melancólico—. Estamos muy expuestos aquí. 

Tiene razón. En cualquier momento podría aparecer una aeronave protectora. No puedo hacer que mi familia corra más riesgos. 

—Tienen que irse, por favor. —No sé de dónde saco la fuerza para decirlo—. Estaré bien. 

—Les prometo que el próximo encuentro será en un lugar más seguro y durará todo un día si lo desean —ofrece Carlos. Le sonrío en agradecimiento. 

Despedirme de mis seres queridos es la peor tortura de todas. Lloro en cada abrazo y, al verlos alejarse junto a Carlos de regreso a los bosques, me duele el pecho a más no poder. Apenas pierdo de vista a mi familia, me arrojo a los brazos de Aaron para buscar un poco de consuelo. 

—Te dije que Carlos ha cambiado —musita él en mi oído. 

Al regresar, Carlos continúa sonriendo. Luce como el mismo chico alegre del que me sentí atraída hace unos años. 

—Creo que es hora de que se vayan. —Su sonrisa se esfuma. 

—Muchas gracias por traer a mi familia. —Le vuelvo a sonreír. 

—¿Puedo pedirles algo antes de que se marchen? —suplica. 

Aaron y yo nos miramos con tensión, pero acabamos por asentir.

—¿Pueden darme un último abrazo? —pide Carlos entre lágrimas.

Y lo hacemos. Los tres nos abrazamos como los amigos que solíamos ser antes de que nuestras vidas dieran giros inesperados.

* * * 

Regresar al refugio es más difícil de lo que esperaba. Me cuesta contener las lágrimas que ansían ser liberadas. William, Kora y Max no hacen preguntas, solo escuchan de la boca de Aaron lo que sucedió hace minutos. Están tan sorprendidos como yo por el mágico momento vivido en la colina. 

En cuanto a Carlos, no creo que vuelva a verlo. Pronto partiré rumbo a América, y la última de mis preocupaciones al regresar será reencontrarme con él. No obstante, me alegra pensar que no habrá discordia entre nosotros si nos tocara enfrentarnos en el futuro. 

Cruzamos el pasillo de entrada del refugio. Pasamos por el procedimiento característico de ingreso, atravesamos la puerta definitiva y nos topamos con un enorme caos en el vestíbulo principal. 

—¿Qué pasa? —pregunto en voz alta. 

El lugar está repleto. Los presentes gritan y lloran. Sigo las miradas de todos y advierto que en las pantallas gigantes del vestíbulo se transmite el Canal Oficial de Arkos, el que exhibe imágenes aéreas de un poblado que arde en llamas.

—¡El Cuerpo de Protección está bombardeando el Sector G!

Max, los demás y yo entramos en pánico.

En todo el vestíbulo se oye una sola palabra vociferada y repetida al unísono por las personas del lugar:

"¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra!".

Y ahora, es oficial: la guerra dará inicio.


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