Draco Malfoy y el príncipe de...

By ilianabananaa

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Drarry/Harco. Draco había desarrollado una extraña obsesión con Harry Potter desde que lo conoció en la tien... More

Segunda Edición
Book Trailer
El inicio.
Camino a Hogwarts
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Epílogo.
Continuación.
Agradecimientos.
Más historias.

17.

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By ilianabananaa

Harry estaba realmente aliviado de saber que Malfoy era inocente, estaban tan feliz que incluso le restó importancia a la manera en que Draco se había expresado de Hermione y de los hijos de Muggles, estaba tan contento que ignoró por completo que Malfoy hubiese admitido que su padre realmente era un tipo malvado y que el mismo Draco estaba hecho de la misma madera.

Después de una larga charla con Hermione (quién se quedaría como gato por la poción multijugos por unos días más) en la enfermería volvió a su habitación dispuesto a escribirle a Draco quién ya había iniciado la conversación.

"Como sé que eres lento iré al grano, sé que tomaste poción multijugos para colarte a mi sala común junto con la comadreja para sacarme información, ¿Y yo soy el Slytherin despreciable? Por favor, Potter, olvídate de nuestra pseudo amistad y no vuelvas a dirigirme la palabra nunca en tu maldita vida.

Pudiste haberme preguntado directamente y yo te hubiera respondido con la verdad, pudiste haber confiado en mí. Después de todo no tengo nada que ocultar, no soy el heredero de Salazar Slytherin.

Por cierto, hablando de la poción, seguro que a Snape le agradará saber a dónde fueron a parar los ingredientes que desaparecieron de su almacén el día que soltaste los fuegos artificiales dentro de su aula.

Diviértete encontrando al heredero, te haré el juego más divertido. Y no, no quiero tus estúpidas explicaciones, sólo aléjate de mí si no quieres recibir una maldición que te deje sin piernas."

Harry se quedó congelado, aquello no se lo esperaba ni por poco, sabía lo inteligente y suspicaz que podía ser Draco, pero no esperaba ser descubierto, ni tan pronto, ni nunca.
Su respiración se agitó, intentó iniciar la conversación pero fue imposible, entonces cayó en cuenta de que Draco seguramente había deshabilitado el encantamiento de comunicación. Y su corazón se detuvo.

Mierda. Eso fue lo que pensó, había arruinado todo.

Después de aquella ocasión Draco comenzó a ignorar a Potter por completo pese a que éste había intentado hablar con él en más de una ocasión. Si Draco estaba seguro de algo era que no necesitaba a un traidor como amigo, de todas formas ¿Qué había pensado? ¿Quién podría ser amigo de un león cuando a lo largo de la historia de Hogwarts eso jamás había sido posible? Que ingenuo e imbécil había sido. Se sentía traicionado.

Los meses pasaron y aquellos dos no volvieron a encontrarse, al menos no tan de frente como aquel día de san Valentín.
Harry se encontraba saliendo de una de las tantas clases que habían sido interrumpidas por los enanos que Lockhart había disfrazado de cupido y que, entregaban cartas de amor y regalos entre los estudiantes del colegio, una idea estúpida, habían pensado todos.

Caminaba por el pasillo con una nota que no se había atrevido a enviar y evitando a toda costa a los enanos que le enviaban las tarjetas de chicos y chicas que aún no lo consideraban el heredero de Slytherin.

Fue al dar vuelta en el pasillo que se encontró cara a cara con Draco Malfoy, su cabello estaba tan ordenado como siempre, su túnica impecable y su postura completamente elegante.
Caminaba a paso lento cargando un montón de cajas y sobres, resultado de su popularidad y belleza (externa).

Draco se detuvo en seco al ver a Potter quién en el momento de encontrarse con esos hermosos ojos grises se paralizó y apretó la nota que mantenía en la mano derecha, la nota que había escrito para Draco.

—Potter... —Fue lo único que el rubio atinó a decir ante semejante encuentro. —Parece que tu popularidad ha disminuido. —Sonrió maliciosamente y miró todos los regalos que le habían enviado alpelinegro.

—Draco, estaba buscándote. —Dijo finalmente el león, armándose de valor.

Los chicos pasaban por el pasillo y se detenían a ver lo que ocurría, pensando que habría una confrontación entre el príncipe de las serpientes y  el de los leones.

—Te he dicho que no me llames por mi primer nombre. No somos amigos, Potter.

Harry abrió la boca para decir algo pero fue interrumpido por una chillona voz proveniente de sus espaldas.

—¡Eh, tú! ¡Harry Potter! —gritó un enano de aspecto particularmente malhumorado, abriéndose camino a codazos para llegar a donde estaba Harry.

Ruborizándose al pensar que le iba a ofrecer una felicitación de San Valentín delante de una fila de alumnos de primero, entre los cuales estaba Ginny Weasley, Harry intentó escabullirse, acercándose a Draco quién miraba todo de manera seria.

El enano, sin embargo, se abrió camino a base de patadas en las espinillas y lo alcanzó antes de que diera dos pasos.
—Tengo un mensaje musical para entregar a Harry Potter en persona — dijo, rasgando el arpa que cargaba de manera pavorosa.

—¡Aquí no! —dijo Harry enfadado, tratando de escapar y dedicándole a Malfoy miradas fugaces.

—¡Detente! —gruñó el enano, aferrando a Harry por la mochila para detenerlo.

—¡Suéltame! —gritó Harry, tirando fuerte. Tanto tiraron que la bolsa se partió en dos. Los libros, la varita mágica, el pergamino y la pluma se desparramaron por el suelo, y la botellita de tinta se rompió encima de todas las demás cosas.

Draco observó con ojos fríos aquella escena, por un instante tuvo el impulso de alejar al enano de Harry y ayudarlo a levantar las cosas, pero el rencor en su corazón fue mayor, le había mostrado a Harry una parte que pocos conocían y él la había rechazado al cuestionar su confianza.

—¿Por qué toda esta conmoción? —dijo otra voz familiar, la de Percy Weasley, que se acercaba.

Desesperadamente, Harry intentó escapar, acercándose más a Malfoy, pero el enano se le echó a las rodillas y lo derribó.

—Bien —dijo, sentándose sobre los tobillos de Harry—, ésta es tu canción de San Valentín:

Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche y el pelo negro como una pizarra cuando anochece. Quisiera que fuera mío, porque es glorioso, el héroe que venció al Señor Tenebroso.

Draco contrajo el rostro, había intentado mantenerse impasible ante aquello, pero simplemente era imposible, aquel había sido el poema-canción más ridícula que había escuchado en la vida, así que sin poder contenerse mucho más soltó una melodiosa risa.

Harry habría dado todo el oro de Gringotts por desvanecerse en aquel momento, Draco había escuchado aquella ridícula canción y se estaba riendo, vale que era la risa más bonita que Harry hubiera escuchado, pero la vergüenza era tanta que no se había detenido a escucharla del todo. Intentando reírse con todos los demás, se levantó, con los pies entumecidos por el peso del enano, mientras Percy Weasley hacía lo que podía para dispersar al montón de chicos, algunos de los cuales estaban llorando de risa.

—¡Fuera de aquí, fuera! La campana ha sonado hace cinco minutos, a clase todos ahora mismo —decía, empujando a algunos de los más pequeños—. Tú también, Malfoy.

Draco a quién todos miraban reír de manera embelesada (pues pocas veces se le veía haciéndolo con tal naturalidad y sin malicia) se quitó una pequeña lágrima del ojo izquierdo y respiró profundamente. Dejó en manos de Crabbe (que ya estaba a su lado junto con Goyle) sus montones de regalos y se acercó hasta donde Potter.

—¿Tu diario Potter? —Preguntó Draco aun sonriendo y recogiendo una pequeña libreta de tapa negra.

Draco sintió un poder terrible proveniente de aquel objeto, era embriagante e hipnotizante. Harry miró al rubio como comprendiendo lo que ocurría.

—Draco, devuélveme eso —le dijo Harry en voz baja y preocupada.

—¿Qué habrá escrito aquí Potter? —dijo Malfoy, que obviamente no había visto la fecha en la cubierta y pensaba que era el diario del propio Harry.

Los espectadores se quedaron en silencio.

Ginny miraba alternativamente a Harry y al diario, aterrorizada.

—Devuélvelo, Malfoy —dijo Percy con severidad.

—Cuando le haya echado un vistazo —dijo Malfoy de manera seria, como si toda su voluntad se viera absorbida por aquel misterioso diario.

Percy dijo:
—Como prefecto del colegio...

Pero Harry, preocupado por la forma tan rara en que el rubio se estaba comportando. Sacó su varita mágica y gritó:
—¡Expelliarmus!

Y tal como Snape había desarmado a Lockhart, así Malfoy vio que el diario se le escapaba de las manos y salía volando.

Ron, sonriendo, lo atrapó. ¿En qué momento había llegado hasta ahí? Harry no lo sabía. 

—¡Harry! —dijo Percy en voz alta—. No se puede hacer magia en los pasillos. ¡Tendré que informar de esto!

Pero Harry no se preocupó. A Malfoy no le estaba cayendo nada bien sujetar aquella cosa y ayudarlo bien valía cinco puntos de Gryffindor.

Como saliendo de algún tipo de trance Malfoy agitó la cabeza, su linda sonrisa de unos minutos atrás se había esfumado por completo, miró a Harry con el ceño fruncido, su mente estaba en blanco.

Dio media vuelta y cuando pasó junto a Ginny para entrar en el aula, le gritó:
—¡Me parece que a Potter no le gustó mucho tu felicitación de San Valentín!

Ginny se tapó la cara con las manos y entró en clase corriendo. Dando un gruñido, Ron sacó también su varita mágica, pero Harry se la quitó de un tirón por dos razones, número uno, Draco parecía realmente desorientado, no podría defenderse en ese estado, segundo porque la varita de Ron seguía rota y podía causar un desastre.

Draco tomó asiento y sus amigos lo siguieron de cerca, se sentía desorientado y mareado, como si hubiese hecho un gran esfuerzo físico e inmediatamente después toda aquella energía hubiese desaparecido de su cuerpo, dejándolo agotado.
Su cabeza daba muchas vueltas y se sentía irritado, como si no hubiese dormido en días.

La sensación del tacto con aquel extraño diario le había dejado un vacío mágico en todo su cuerpo, había sido maravilloso sostenerlo ¿A qué se debía? Ciertamente a la cantidad de magia oscura que parecía poseer el objeto ¿Acaso él había sido el único en percatarse?

Suspiró.

No debía meterse en los asuntos de Potter, no más.

Metió la mano a su bolsillo y de ahí saco una pequeña, elegante y sencilla tarjeta, la arrugó entre sus dedos y la guardó dentro de la mochila. 

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