Despiadado ©

Bởi Meliina18

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Su mirada era más fría que un tempano de hielo. Estaba claro que le gustaba verme sufrir. Su pasatiempo favor... Xem Thêm

⚠ Advertencia ⚠
Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capitulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Epílogo.
CURIOSIDADES.

Capítulo 5.

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Bởi Meliina18

"Sólo contigo."

Megan.

Había pasado tres días en los que Zac se había ido a cerrar su trato millonario y me había dejado aquí sola, encerrada, con hombres y mujeres que monitoreaban todo lo que hacía y a la hora que lo hacía. Ellos le informaban a él, le juraban que yo estaba bien y obedeciendo todo al pie de la letra y él no se molestaba en llamarme ni en saber si lo que sus gorilas dicen es cierto.

─Señora, Sherwood.

Catalina, la mujer de seguridad se acercó a mí y me tendió, ─igual que los días pasados─ un cheque. Antes de que Zac se fuera, le pedí que al menos me dejara ayudar a los niños económicamente y para mi sorpresa aceptó. Cantidades bastante generosas estaban en la línea del cheque y yo era la encargada de firmarlos, por la tarde cuando había tiempo el hombre encargado de seguridad iba personalmente a entregar el cheque a nombre de mi esposo y mío. Aunque la ayuda que brindábamos era para los niños y para las mujeres de los distintos centros, para mí era como no esforzarme ni un poco.

─El señor Sherwood llega esta misma tarde.

─Está bien, puedes irte.

Ser una persona grosera no me gustaba, pero esta mujer es como un grano en... como una piedra en el zapato, si eso era. Cada que tenía la oportunidad me recordaba que aunque yo fuese la esposa del jefe, ella era quien mandaba.

Me di un baño, me puse un vestido celeste algo holgado con ajuste solo en la cintura y unas sandalias plateadas. Amaba vestirme de esta manera, pero a Zac le gustaba más que me pusiera vestidos ajustados al cuerpo y yo encantada lo complacía, después de todo cada uno de los vestidos que me había comprado eran hermosos.

Bajé a sala. Todo estaba solo, a simple vista, pero fuera de la mansión, estaba repleto de hombres con armas enfundadas, lentes oscuros, trajes negros, walkie talkies y audífonos que les permitía comunicarse entre ellos.

Entré a la cocina, hornearía un pastel de chocolate. Lo único que podía hacer sin tener que pedir permiso.

Después de un rato, cuando el pastel estuvo listo, subí para elegí un qué libro podría leer, pero ya había leído cada libro que llamó mi atención de la gran biblioteca de Zac. Estaba atrapada, sin nada que hacer.

Mi celular no llamaba mi atención, para qué me servían las redes sociales sino tenía a nadie con quien hablar.

─Señora, el señor Sherwood ya ha llegado y pide verla.

Bajé junto con la ogra y entramos al despacho de mi esposo. Nunca antes había entrado aquí, prefería darle su espacio para trabajar, pero vaya que es un lugar asombroso y bastante grande, tiene una repisa enorme y llena de más hermosos libros.

Catalina salió de la habitación y nos dejó solos, mi esposo estaba al teléfono, hablando ruso (El único idioma que sé aparte del inglés y el español).

Dejó sus papeles a un lado, después de terminar la llamada, pero no me acerqué a él, seguía molesta porque no me dejó ir a leerles a los niños.

Me senté en la silla frente a su escritorio y esperé a que él hablara.

Su vista dejó de enfocarse en los papeles para verme a mí, pero yo simplemente no me inmute. Me regló una de esas radiantes sonrisas que tanto me gustan y estuve a punto de flaquear.

─Ven aquí amor y dame un beso.

No, ni siquiera esperó a que yo me acercara. Él solito caminó hasta mí, me puso de pie y selló sus labios con los míos. Su aliento mentolado y fresco me embriagó por completo. No me resistí y enrede mis dedos en el cabelló de su nuca, jamás podría cansarme de sus besos.

Nos separamos cuando nuestros pulmones reclamaron por la falta de oxígeno.

─Te he traído un reglo de Italia, amor.

Sonreí.

Camino hasta ponerse detrás de su escritorio y saco una caja de terciopelo rosa palido.se acercó a mí y la abrió. Una hermosa pulsera repleta de diamantes rosados estaba descansando en la cajita.

─No podía regresar sin un recuerdo para mi hermosa nena y creí que te gustaría.

─Es hermosa, mi amor.

Sonrió, triunfante. Sacó la pulsera y me la puso.

─Otra buena noticia para mi hermosa mujer es que mañana iremos a leerle a esos niños.

─Creí que no te gustaban los niños.

Negó.

─No te dejaría ir sola, preciosa. Iras las veces que quieras, pero solo si voy contigo.

Me lancé a sus brazos. Cuando se lo proponía podía ser el hombre más tierno y complaciente del mundo.

(...)

─ ¿Tienen problemas?─ susurró mi madre cuando Zac se fue e atender una llamada.

─ ¿Problemas?─ fruncí el ceño. No entendía a que venía su pregunta.

─Tal vez sea cosa mía. Al parecer no le agrado.

─Nada de eso madre, él solo es...─ lo observé mientras se movía fuera de la casa gritándole a quien sea que estaba al otro lado de la línea telefónica─. Es muy reservado.

Lo cierto era que incluso yo notaba cuan grosero se estaba comportando con mi madre. Era la tercera vez que se veían y las veces anteriores se había mantenido al margen, pero en esta ocasión no se molestó en ocultar su desagrado hacia ella.

─Sí. Es igual que tu padre.

Negué, enérgicamente.

─No, mi esposo no se parece a mi padre─ escupí con amargura.

─Hija...

─No, madre.

Solo asintió y bajó la cabeza. No era una novedad que me reusara a hablar de mi padre, pero él así lo había querido, después de que lo creí mi héroe solo nos abandonó.

─Tenemos que irnos, Megan.

No entró, solo me ordenó desde la puerta. Su intensa mirada estaba puesta en mi madre, pero ella nunca se había intimidado por nadie, ni por nada y estoy segura que esta vez Zac no sería la excepción.

─Madre, nos vemos en una semana.

─Recuerda nuestro viaje al spa, mi nena.

Cierto. Lo había olvidado.

─Claro, nos vemos. Te quiero, mami.

Ella me dio un gran abrazo y un sonoro beso en la mejilla. Siempre fue la madre perfecta. Bueno al menos para mí siempre lo fue, cuando Christopher nos dejó, ella nunca se dio por vencida, jamás dejó que eso la derrumbara y yo admiraba mucho eso.

─Ella lo notó─ murmuré, casi con pena.

La mirada de mi esposo no se apartaba de la ventana del auto. No entendía cómo es que podía estar como si nada después de haber sido grosero con mamá.

─ ¿Notó?─ se giró a verme, aparentando no entender.

─No contestabas a lo que te decía de buena manera y rechazabas la comida que te ofrecía.

Sonrió, malicioso.

─No hice nada de eso.

─Claro que sí, Zac. Fuiste muy grosero.

─No, si hubiese sido grosero con ella, su pobre corazón hubiese sufrido un ataque─ se burló─ nadie sabe realmente cuan grosero puedo llegar a ser.

─Eres increíble─ espeté, molesta.

─Lo sé, amor.

─No era un cumplido, Zac─ apreté los dientes para no gritarle una grosería.

─También lo sé. Pero no puedes hacer nada, tu madre no me agrada y eso no lo vas a cambiar. Acostúmbrate, mi cielo.

─No me comporto así con tu madre.

─No te pido que la trates bien─ se encogió de hombros.

─Es cuestión de respeto, Zachary.

─No, escucha a la única persona que debes respetar es a mí. Yo no debo quedar bien con nadie más que no seas tú. Ni con tu madre, y tú no con la mía, solo conmigo y yo contigo.

Su tono era extremadamente molesto, lleno de superioridad y seguridad, como si fuera el ser supremo. Aunque odiaba admitirlo, también cuando se lo proponía podía ser una persona sumamente insoportable.

*******

Mis coazones de melón (si, coazones). Muchas gracias por el apoyo, gracias a mis nuevas seguidoras.

No olviden votar y comentar. Las quiere.

-Mel.

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