Prohibidos [En físico]

By matiasgonzalogarcia

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[LGBT+] En una nación postapocalíptica en la que la reproducción sexual es obligatoria y en donde la homosexu... More

CONTEXTO / SINOPSIS
PRIMERA PARTE: "DESTINADOS"
1. Aaron - "Por mi vida"
2. Alicia - "Ave robótica"
3. Aaron - "Error"
4. Alicia - "Rescate"
5. Aaron - "No soy como tú"
6. Alicia - "Redada"
7. Aaron - "Reproductor de recuerdos"
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8. Alicia - "Asesinos"
Capítulo extra: David - "Hasta el fin de mis días"
9. Aaron - "Revelaciones"
10. Aaron - "Una peligrosa decisión" (¡Capítulo inédito!)
11. Alicia - "Despierta"
12. Alicia - "Llamada prohibida" (¡Capítulo inédito!)
13. Aaron - "Al borde de la muerte" (¡Capítulo inédito!)
14. Alicia - "Vestido rojo" (¡Capítulo inédito!)
15. Aaron - "Indecisión" (¡Capítulo inédito!)
16. Alicia - "Fragmentos de tela" (¡Capítulo inédito!)
17. Aaron - "Fin del trauma" (¡Capítulo inédito!)
18. Alicia - "Caminos cruzados" (¡Capítulo inédito!)
19. Aaron - "El gran escape"
20. Alicia - "La realidad sobre Aaron"
Capítulo extra: Max - "Cuando las velas se apagan"
21. Aaron - "Un beso decisorio"
22. Alicia - "Traidora"
23. Alicia & Aaron - "Verdades hostiles"
24. Alicia & Aaron - "Sentencia"
25. Alicia & Aaron - "Nuevos comienzos"
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SEGUNDA PARTE: "FUGITIVOS"
26. Aaron - "Amanecer"
27. Carlos - "Mía"
28. Alicia - "Reproductor de pensamientos"
29. Aaron - "Ultimátum"
30. Alicia - "Decisiones radicales"
31. Aaron - "Juntos"
32. Carlos - "Desolación"
33. Alicia - "Las mentiras de Max"
Capítulo extra: "Cita"
34. Alicia & Aaron - "Reproducciones obligatorias" (Primera parte)
35. Alicia & Carlos - "Reproducciones obligatorias" (Segunda parte)
37. Aaron - "Trato"
38. Alicia - "Propuesta"
39. Aaron - "Declaraciones"
40. Alicia - "Un último abrazo"
41. Aaron - "Confesión"
42. Aaron - "Despedida"
43. Alicia - "Libertad"
Epílogo
PROGRESIVOS [Prohibidos #2]
Prohibidos ganó un Watty ♥️

36. Alicia - "Caos"

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By matiasgonzalogarcia

Es hora de la elección sobre el modo de reproducción sexual que usará cada pareja. Cassandra Scott, madre de Carlos y directora del Departamento de Reproducciones, nos explica cómo será el procedimiento. Volver a verla me genera sensaciones divididas. No voy a decir que la extrañaba, pero al menos no siento la misma repulsión que experimenté al ver de cerca a Carlos y a Abraham. Tampoco es como si tuviera motivos para odiarla, porque ella nunca me hizo daño. No es más que otro títere de su esposo. El poder que tiene sobre el Departamento es tan nulo como su capacidad de ser una buena madre con su hijo. 

Nos ofrecen dos opciones para reproducirnos: la física y la inseminación. Es irónico que permitan a los jóvenes tomar una decisión importante en medio de un procedimiento obligatorio. Como todo lo que la Cúpula ofrece, la elección no es más que una falsa libertad que busca hacernos creer que contamos con la posibilidad de escoger nuestro futuro.

Antes de la reproducción, las mujeres seremos sometidas al proceso de ovulación forzada que asegurará con éxito la fecundación, de modo que cada joven de la nómina se embarace sin excepciones.

Nadie se exime. Nadie se salva.

Los infértiles y portadores de la enfermedad prohibida ya fueron descubiertos y apartados del resto del grupo. Las aplicaciones de La Cura iniciarán en unas horas para los homosexuales y otros "anormales". Si sigo aquí, es porque no han encontrado nada fuera de lo común en mí, lo que es un alivio. Creía que era infértil hasta hace unos días. Honestamente, no me habría gustado serlo. No quiero tener hijos por ahora, pero sí quiero tenerlos a futuro, cuando decida por mi cuenta concebirlos o cuando exista un porvenir brillante y prometedor para ellos.

No sé qué habrá ocurrido con Aaron y con los demás de su equipo. No ha sucedido nada extraño por aquí ni ha sonado alguna alarma en el Departamento, lo único peculiar es que el inicio delas reproducciones está tardando más de lo normal. Quiero creer que se debe a que los rebeldes siguen a salvo, no a que han sido capturados.

Mi emparejado y yo escogemos la inseminación. Ambos concordamos en que por nada del mundo intimaríamos con un extraño. Nos encontramos en otra de las salas del Departamento en la que los enfermeros nos harán la intervención vaginal a las mujeres para asegurar la ovulación y sacarán las muestras necesarias de semen de los hombres mediante artefactos extractores. Posteriormente, traspasarán el fluido a los aparatos reproductores femeninos e iniciarán el proceso de fecundación.

Los miembros de mi grupo somos recostados sobre camillas contiguas y separadas por un metro y medio de distancia. Los enfermeros nos conectan máquinas de control de frecuencia cardíaca cuyos pitidos característicos resuenan de extremo a extremo. Estimo que somos al menos veinte jóvenes en este cuarto. La temperatura ambiental es tan cálida que me da ganas de dormir. Una melodía relajante suena en unos parlantes instalados en lo alto del lugar, con el propósito de alivianar el ambiente, de reducir el ruido de las máquinas de frecuencia cardíaca y de disminuir la tensión.

Unos cuantos jóvenes lloran. Es obvio que no quieren someterse a la reproducción. Algunos son amordazados y amarrados contra sus camillas, otros más desobedientes son sedados para evitar que se resistan. Aún escucho el llanto ahogado de una chica mientras el sedante causa efecto en ella.

Muerdo mi labio inferior con fuerza para reprimir la ira. Los enfermeros actúan con naturalidad y con sonrisas pacíficas en el rostro como si disfrutaran lo que hacen, no se dan cuenta de que esto es una tortura.

No puedo esperar a que le demos fin a toda esta inhumanidad.

Unos protectores vigilan la habitación desde las esquinas y los corredores. No habrá problema con ellos porque, una vez que caigan inconscientes por los aturdidores de sonido, el centenar de rebeldes que se esconde en el exterior invadirá por completo el Departamento de Reproducciones. Por fortuna, el resto de las secciones del hospital fueron cerradas por hoy, así que no requerirá mucho esfuerzo sacar a las personas del recinto.

Yo también caeré inconsciente por causa del aturdimiento sonoro. Será entonces cuando un rebelde deba venir por mí y cargarme hasta el exterior. Después de que todos los presentes estemos fuera, los rebeldes tomarán el hospital y efectuarán la parte final del plan: destruir cada habitación del Departamento de Reproducciones, de modo que quede inhabilitado temporalmente. Para cuando la Cúpula vuelva a habilitarlo, nuevos sabotajes rebeldes tendrán lugar, y así sucesivamente hasta que la Cúpula decida cancelar las reproducciones sexuales por un par de años. Con suerte, las cancelarán para siempre.

El nerviosismo revuelve mi estómago. Trato de mostrarme lo más calmada y colaboradora posible para que los enfermeros no tengan la necesidad de amarrarme o de sedarme. Mi emparejado, a diferencia mía, respira con dificultad, suda en exceso y muerde sus uñas. Todo indica que está a punto de sufrir un ataque de pánico.

—¿Estás bien? —le pregunto, aunque sé que no es así.

—Me... asfixio... —Dave respira entrecortadamente. El pitido de su máquina de frecuencia cardíaca se repite a toda velocidad—. Tengo... que... salir... de... aquí.

—Por nada del mundo te atrevas a levantarte de esa camilla —mascullo—. Nos meterás en problemas. ¿Acaso quieres que te amarren o que te seden?

Al ver los amarres de los demás chicos del cuarto, Dave se agobia hasta la demencia. En un acto de desesperación, se pone de pie y corre hacia la puerta. Mucho antes llegar a ella, dos protectores se le adelantan, lo someten contra el suelo y le profieren descargas eléctricas con sus aturdidores. 

Mi emparejado tirita, su cabello humea. Los protectores lo alzan por los brazos, lo conducen de regreso a su camilla y lo amarran de los pies a la cabeza. Dave intenta resistirse incluso después del aturdimiento. Para someterlo por completo, una enfermera se le acerca y le inyecta un sedante en el brazo derecho; este hace efecto casi de inmediato.

—¿Eres su emparejada? —me pregunta uno de los protectores.

Asiento, incapaz de articular palabra. El protector me examina con fijeza. Debería guardar la calma y tratar de demostrar que no armaré una escena como la de Dave, pero mi cuerpo tirita sin control. Por más que intento relajarme, no logro hacerlo. Mi ritmo cardíaco aumenta a niveles precipitados, lo que alerta a los protectores y a la enfermera que sedó a Dave.

—¿Deberíamos amarrarla? —le pregunta el protector a su compañero.

—No será necesario —afirmo, decidida a interferir—. No opondré resistencia, lo juro, no será necesario, estoy bien, lo juro, yo...

Maldita sea. Estoy demasiado nerviosa.

—Amarrémosla —concluye uno de los protectores.

Intento zafarme de su agarre, pero los protectores me someten sin tanto esfuerzo y me amarran con las correas de la camilla. Resignada a mi inmovilidad, decido guardar silencio e intentar relajarme. Lo último que necesito es que me seden.

Ya no podré activar mi aturdidor de sonido. Dudo que afecte mucho, porque hay más rebeldes infiltrados en la habitación. Aun así, me siento completamente inútil en este momento. Vine aquí con un propósito y ya no podré cumplirlo por culpa de las correas en mis manos.

Trato de respirar con normalidad, pero es difícil. Podrían hacer lo que quisieran conmigo y sería incapaz de defenderme.

Los enfermeros comienzan a realizar la ovulación forzada y la extracción de fluidos a los primeros jóvenes del cuarto, o eso logro apreciar con mi limitada visión desde la camilla.

En cualquier momento iniciará el plan.

Espero paciente.

Falta poco...

Boom.

Se oye un pitido en la habitación. El sonido es tan insoportable que me desespera por completo. Mi ritmo cardíaco y el de los demás jóvenes en la habitación se aceleran a niveles peligrosos. Desearía estar desamarrada para cubrir mis oídos, pero, según dijeron los rebeldes, ni los más efectivos tapones auditivos podrían acallar el pitido de los aturdidores.

No caigo dormida, solo quedo inmóvil. Con suerte puedo mover los ojos y los párpados. Los enfermeros y los protectores se desploman en el suelo. Todos sin excepción sucumbimos al aturdimiento sonoro.

El pitido acaba luego de un par de minutos. Por poco pierdo la cordura. Desearía que sí me hubieran sedado después de todo. Sudo más de lo que sudaba Dave, y el temblor de mi cuerpo no se detiene.

Minutos después del aturdimiento, vislumbro que los rebeldes ingresan en el cuarto. Se mueven con rapidez; cada uno se dirige a una camilla específica para rescatar al reproductor recostado o amarrado sobre ella.

Un rebelde viene en mi dirección. Su rostro me resulta familiar...

Es Max.

—Por más que me odies ahora, no pude resistirme a venir y salvarte por mi cuenta —dice—. Quería ser yo quien te rescatara.

No puedo decir nada en respuesta. Lo único que logro emitir es un alarido ininteligible. Diría que me enfada ver a Max aquí, pero mentiría. Podría llorar de felicidad al ver cómo desata mis amarres, cómo me quita los cables conectados a mi cuerpo y cómo me carga en sus brazos para conducirme lejos de la habitación.

—Nunca te dejaría sola, Alicia —dice con solemnidad—. Aunque me tome años, conseguiré tu perdón y lograré que sanemos nuestras heridas.

Sonreiría si pudiera hacerlo. Por un momento, dejo de lado lo sucedido entre nosotros y me aferro a nuestro presente. El plan está resultando a la perfección, y estamos a salvo. Estamos juntos.

Por el rabillo del ojo, veo rebeldes cargando jóvenes hacia el exterior. El aturdimiento durará aproximadamente una hora, no hay tiempo que perder. Caigo en cuenta de que los rebeldes no cargan también a los protectores o a los enfermeros como prometieron que harían. Pensé que no debía quedar nadie dentro del hospital después del aturdimiento. 

Estoy pensando lo peor.

—¡Los rebeldes y reproductores primero, los protectores y enfermeros al final! —grita un rebelde a la distancia como si adivinara mis pensamientos.

Me concentro en mantenerme despierta. Miro cualquier espacio al alcance de mi limitada vista mientras lucho por no pestañear. A juzgar por los pasillos que recorre Max, descubro que nonos dirigimos al exterior, sino que nos adentramos en las secciones generales del hospital. ¿El motivo? No lo sé. Tal vez el exterior del Departamento de Reproducciones se llenará de naves y de patrullas protectoras, por lo que el hospital es el sitio más seguro por el momento.

El tiempo corre, los rebeldes se mueven a toda velocidad. Oigo una lluvia de balas desde alguna parte.

Los refuerzos del Cuerpo de Protección ya están aquí. 

—No te preocupes —me dice Max, agitado—, tenemos todo bajo control.

Espero que así sea.

Max me carga hasta la sección de urgencias del hospital, o eso es lo que puedo inferir por las paredes que alcanzo a ver. En este lugar todo es estruendo y pánico. Los rebeldes se gritan órdenes entre ellos, muchos corren en busca de los demás infiltrados y los reproductores para traerlos al lado seguro.

—Las entradas y las salidas principales están protegidas por los nuestros, así que el Cuerpo de Protección no podrá ingresar fácilmente —me informa Max.

Me gustaría pedirle que no dejara de hablarme, porque su voz me hace sentir segura. Experimentar esta sensación de vulnerabilidad es desesperante. Si un protector ingresa y trata de matarme, no podré luchar. Dependo más que nunca de los rebeldes.

Max me recuesta en el suelo. Los minutos se sienten como horas. Muchos rebeldes infiltrados y jóvenes reproductores fueron dejados a mi lado, pero solo puedo ver a unos cuantos. Aún no puedo mover la cabeza.

La chica cuyos padres se presentaron a mis padres falsos en el exterior está recostada a unos centímetros de mí. Su mirada se mantiene fija hacia arriba. Al igual que yo, está despierta pero inmóvil. Una lágrima cae desde su ojo izquierdo, y dudo que se deba al miedo que le provoca el sabotaje. Puedo asegurar que esa es una lágrima de felicidad por salvarse del embarazo.

Me regocijo en mis adentros. El esfuerzo de los rebeldes está dando frutos.

Pienso en cómo me sentiría de nunca haber conocido a Max y de no haber renunciado a mi vida normal de civil. Probablemente, mi reacción sería la misma que la de la chica. Lloraría de felicidad por eximirme de un embarazo no deseado. Lloraría de felicidad por obtener un poco más de tiempo y una posible oportunidad de ser libre.

Max se va en busca de otras personas aturdidas en el Departamento de Reproducciones. Un rebelde habla por sobre los presentes: dice que, apenas acabe el aturdimiento, debemos ponernos en marcha y escapar cuanto antes y como podamos. Los reproductores ajenos al movimiento rebelde tendrán que quedarse aquí, porque ellos no tienen nada que ver con lo que sucede.

Podría quedarme junto a ellos y seguir fingiendo que soy Bárbara Grant, pero es seguro que los protectores harán un registro de cada joven cuando acabe el sabotaje, por lo que podrían descubrir mi verdadera identidad. Apenas cese mi aturdimiento, tendré que huir hacia cualquier calle cercana. Será difícil evitar a los protectores, pero de alguna forma lo lograré.

Los gritos exaltados de los rebeldes a mi alrededor me hacen deducir que algo no está bien. Desearía pararme y descubrir por mi cuenta de qué se trata. Un fuerte estruendo se oye a la distancia y produce un ligero temblor en la sección de urgencias; segundos después, se oye otro mucho más fuerte que el anterior. 

Deben haber pasado cuarenta y cinco minutos desde que comenzó el aturdimiento, ya no falta mucho para que este acabe y pueda moverme. Escucho disparos y explosiones fuera del hospital, también gritos. Max todavía no regresa.

Siento mis piernas y mis brazos otra vez. Puedo mover un poco los pies y ladear la cabeza unos cuantos centímetros.

Otra explosión. Esto se está saliendo de control. Los protectores quieren entrar al hospital a toda costa, no les importa herir a los que estamos dentro.

Ya puedo ponerme de pie. Con mucha dificultad, camino entre los presentes, creo que hay alrededor de cien personas en el lugar. Varios jóvenes se libran de la rigidez. Apenas comienzan a desesperarse, los rebeldes les exigen guardar la calma. Algunos no tienen otra solución que apuntar sus armas de un lado a otro. Es lo único que pueden hacer para controlar a los civiles ajenos al movimiento.

Me acerco a uno de los rebeldes para preguntarle por Max.

—¡Guarda la calma! —Me apunta su arma antes de que pueda hablarle.

—¡Tranquilo, soy una de los tuyos! —le informo, y él baja su pistola.

—Disculpa, estoy muy nervioso.

—Tranquilo, todo estará bien —prometo, aunque no tengo ni la más remota idea de cuál es la verdadera gravedad de la situación.

—Las cosas han puesto feas —me dice el rebelde—. Los protectores quieren entrar a como dé lugar.

—¿Has visto a Max? —pregunto, espero que sepa de quién se trata.

—No ha vuelto —responde con pesar—. Lo siento.

—¿Lo siento? ¿Tan pronto lo das por perdido? —regaño. Él no dice nada, solo continúa intentando controlar a los jóvenes del lugar.

Como me he despabilado por completo, decido ir en busca de Max. Mi angustia no desaparecerá hasta dar con él, necesito encontrarlo y comprobar que se encuentra sano y salvo.

Antes de abandonar la sección para internarme en uno de los pasillos del hospital, fuertes explosiones provocan temblores que sacuden el recinto hasta la destrucción. Las luces se apagan, nubes de polvo caen desde los techos. Las personas gritan, muchos intentan huir, pero nadie lo logra.

La sección de urgencias se derrumba.

Una enorme viga impacta sobre mi pierna y me regresa al suelo. Algunas de las personas a mi alrededor quedan inconscientes a causa de los golpes provocados por los materiales que se desprenden del techo. Me libero de la viga y me arrastro para intentar descubrir qué sucede. El dolor de mi pierna es insoportablemente intenso, pero el miedo y la adrenalina son superiores. Logro avanzar entre la oscuridad del lugar. Un inmenso agujero a la distancia me permite entrever lo que ha sucedido: el Departamento de Reproducciones fue destruido por completo.

Y, de seguro, Max ha caído muerto bajo los escombros.


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