ยนMOONLIGHT

By stxrk-

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EDMUND PEVENSIE.| Abigail es una cercana amiga de los hermanos Pevensie. Gracias a su amistad, ella termi... More

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๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿญ the beauty with attitude
๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿฎ the big lion will come
๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿฏ the war is coming
๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿฐ narnia's army
๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿฑ mistakes happen
๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿฒ the war that couldn't be avoided
๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿณ a new kingdom will rise

๐Ÿฌ๐Ÿฌ๐Ÿด the coronation

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By stxrk-

CAPÍTULO OCHO:
la coronación.

      La coronación se había llevado a cabo esa misma tarde, después de la guerra. Caspian y Abigail cabalgaban por delante, y Aslan caminaba entre ellos mientras sonreían con las brillantes coronas sobre sus cabezas y saludaban a los narnianos que gritaban. Los Pevensie también se encontraban presentes debido a su posición jerárquica, yendo detrás de los tres con grandes sonrisas por igual.

    Abigail se giró un momento hacia los Pevensie, el movimiento fue tan rápido que ella se vio obligada a sostener su corona para evitar que cayera. Susan y Lucy le miraron divertidas mientras que Peter no pudo evitar soltar una carcajada ante aquello. La morena negó levemente, dedicándole una reprochante mirada al rubio mientras que Edmund le miraba con una gran sonrisa.

    Ella notó la mirada del azabache sobre ella y sus mejillas se tiñéron de un color rojizo al reconocer la admiración en sus ojos.

    Aún con su mano sosteniendo su corona, Abigail volvió a darse la vuelta y observó el castillo en el que, a partir de entonces, ella viviría.


──────────────


      —Narnia pertenece tanto a los narnianos como a los humanos. Los telmarinos que quieran quedarse y vivir en paz, serán bienvenidos. Pero para los que lo deseen, Aslan los puede regresar al lugar de nuestros ancestros—, hablaba Caspian fuerte y claro mientras Abigail se mantenía a su lado.

    —Hace muchas generaciones que dejamos Telmar—, intervino uno de los hombres presentes en la multitud frente a ellos.

    —No nos referimos a Telmar—, intervino Aslan —. Sus ancestros fueron bandoleros del mar, piratas que encallaron en una isla. Ahí descubrieron una cueva, una rara grieta que los trajo aquí desde su mundo. El mismo de nuestros reyes y reinas. Puedo regresarlos a ésta misma isla, es un buen lugar para los que deseen un nuevo comienzo.

    —Yo iré—, habló un hombre, captando la atención de todos —. Yo voy a aceptar la oferta.

    El hombre, al avanzar, les dio una pequeña reverencia a los nuevos rey y reina de Narnia, y ellos le devolvieron el gesto.

      —Y nosotros—, habló la mujer que se había casado con Miraz mientras cargaba a su hijo entre brazos, siendo seguida por un hombre de cerca.

    —Por haber hablado primero, su futuro en ese mundo será bueno—, habló Aslan antes de suspirar sobre el rostro del hombre. De repente, el árbol al que los dos reyes le daban la espalda, se separó, creando un pasadizo.

    El grupo avanzó hacia el árbol y, al pasar por el agujero, desaparecieron, sin dejar rastro alguno de las personas que solían haber allí. Caspian se dio la vuelta de inmediato hacia la multitud, sabiendo que no se lo tomarían a bien.

    — ¿A dónde se fueron?

    — ¿Cómo sabemos que no nos conduce hacia nuestra muerte?

    Caspian y Abigail intercambiaron una mirada, ninguno de los dos sabían qué hacer para convencer a todos de que lo prometido sería cumplido.

    —Iremos nosotros—, habló Peter y Abigail se giró. Su rostro palideció, sus piernas se aflojaron y su garganta se secó. Ella recordó la charla que había tenido a solas con Aslan y sus ojos se empañaron, aunque luchaba por mantenerse fuerte.

    — ¿Iremos?—, repitió Edmund.

    —Se acabó. Nos vamos—, asintió Peter antes de acercarse a Caspian y Abigail, aunque su mirada se enfocaba en el chico —. Después de todo, aquí ya no nos necesitan más—, agregó, otorgándole su espada al nuevo rey.

    —La cuidaré bien hasta tu regreso—, prometió Caspian.

    —Ese es el problema—, habló Susan suavemente —. No volveremos.

    — ¿Ya no?—, inquirió Lucy. Su rostro cayó en la desdicha al pensar en una vida en el mundo humano.

    —Ustedes dos, sí—, se acercó Peter —. Al menos, creo que eso planea él—, señaló a Aslan con la cabeza.

    — ¿Por qué? ¿Han hecho algo malo?—, preguntó Lucy.

    —Al contrario, querida, pero todo tiene su tiempo. Tu hermano y tu hermana han aprendido todo lo que podían de éste mundo, ahora deben vivir en el suyo.

    —Descuida, Lu—, se acercó Peter a su hermana menor —. No es lo que esperaba, pero es lo correcto. Un día lo entenderás, vámonos—, insistió antes de comenzar a caminar hacia el otro lado, para despedirse de todos, siendo seguido por Lucy y Edmund.

    El azabache, al notar que Abigail no les seguía, se giró y le miró. La morena, al encontrar sus ojos, no pudo evitar desviar la mirada, ya que sabía que no podría contener las lágrimas entonces.

    Edmund se acercó casi corriendo hacia ella, mirándole preocupado al notar el estado en el que se encontraba —. ¿Qué sucede?

    Abigail no contestó. En su lugar, lo abrazó y lo apretó tan fuerte como pudo, sin querer soltarle. Edmund le devolvió el gesto, a pesar que no entendía el por qué. No se separaría cuando ella parecía necesitar el cariño.

    —Abby—, murmuró a su oído —. ¿Qué pasa?—, volvió a preguntar. Entonces, ella se separó lo suficiente para mirarle a los ojos, el agarre el uno sobre el otro aún presente.

    —No volveré con ustedes—, murmuró con la voz rota. Su garganta parecía encontrarse ahogada en lágrimas mientras buscaba mantenerse de pie frente a él.

    Abigail sintió cómo algo golpeaba su estómago en cuanto observó el rostro de Edmund descomponerse. Ella siempre había aclamado amar los ojos del chico debido a que siempre parecía demostrarle cómo él se sentía realmente. Pero en ese momento, ella prefirió no haberlos entendido. Los profundos y oscuros ojos del azabache demostraban lo roto que se encontraba por dentro debido a la repentina revelación.

    — ¿Cómo que no volverás?—, preguntó Edmund en un susurro, su voz ahora sonaba igual que la de Abigail.

    —Soy reina aquí en Narnia, no puedo irme apenas una semana después de mi coronación—, explicó, aunque al decirlo en voz alta no parecía ser una excusa suficiente para separarse de la familia que le dio todo —. Nos volveremos a ver, Aslan me lo prometió—, asintió, convenciéndose más a sí misma que a el azabache.

    Entonces, dejándose llevar por la desesperación que le abrumaba en ese mismo instante, Edmund unió sus labios con los de ella. A pesar que el movimiento le tomó por sorpresa, ella le respondió de inmediato.

    El beso fue algo inexperto y torpe debido a su corta experiencia en el tema pero, aún así, era uno que ninguno olvidaría. Los besos de los primeros amores nunca eran olvidados, en especial el primero.

    Abigail se dejó llevar por el momento y las lágrimas comenzaron a fluir en silencio. Ambos se separaron y Edmund observó las mojadas mejillas de la chica. El azabache acarició con cariño y melancolía sus suaves mejillas y la morena le regaló una sonrisa llena de dolor.

    No era una despedida, era un hasta luego. Pero igualmente dolía como los mil demonios.

    —Supongo que lo voy a entender cuando sea grande—, murmuró Lucy hacia Peter, quienes observaban a los dos chicos ahora caminar hacia ellos. El rubio sonrió a su hermana, enternecido por su inocencia que aún permanecía vigente —. ¿Pasa algo?—, preguntó al notar el rostro descompuesto de ambos.

    —No iré con ustedes, me quedaré aquí—, aclaró Abigail, sus ojos viajando hacia ambos Pevensie con absoluta tristeza. Lucy fue la primera en dar dos grandes pasos y abrazarle. La chica tuvo que agacharse ligeramente para abrazar a su amiga mientras miraba a Peter.

    —Te extrañare demasiado, Abby—, espetó Lucy con lágrimas en los ojos al separarse de la chica. La castaña pareció reparar en el estado de su hermano y, rápidamente, se acercó a él y apretó su mano. El azabache agradeció el gesto a pesar de no separar sus ojos de sobre la morena, intentando aprenderse de memoria cada gesto.

    —Tengo que preguntar: ¿a quién molestarás ahora que yo no estaré?—, inquirió Abigail.

      Peter emitió una carcajada, aunque no era una feliz, sino una melancólica. El rubio se acercó a la chica que consideraba una hermana y la abrazó con fuerza y calidez.

    —A nadie más, te esperaré—, prometió Peter, murmurando a su oído mientras presionaba con fuerza los delicados hombros de la chica contra su pecho —. Prometo anotar todo lo que se me ocurra y mostrártelo la próxima vez que nos veamos—, agregó al separarse.

    Abigail sonrió, sin atreverse a pensar en otra cosa que no fuera el que los volvería a ver. Ella debía de volver a verlos en algún momento, eso sucedería. Tenía que ser así.

    —En ese caso, lo espero con ansías—, asintió divertida la reina —. No creas que tú podrás burlarte y yo no me defenderé. En mi tiempo libre pensaré en cómo responderte.

    Abigail se dio la vuelta y apenas tuvo tiempo para registrar a Susan antes que la abrazara —. Extrañaré tener que cuidarte, Abb.

    Abigail rió, pasando sus brazos por detrás de la cintura de la alta arquera mientras —. Y yo extrañaré tus ingeniosos monólogos, Su.

    Al separarse de ella, Abigail dio unos pasos hacia atrás para ver a los Pevensie. Susan tomaba la mano de Lucy con fuerza mientras que Peter se mantenía cerca de sus hermanas, siendo el hermano protector que siempre sería. Mientras Edmund se mantenía un paso alejado de su familia y su mirada se fijaba en ella.

    La morena le miró y un ahogado sollozo escapó de entre sus labios antes de correr hacia él y volver a abrazarle una vez más. Edmund la recibió con los brazos abiertos y una pequeña sonrisa se formó en sus labios al volver a sentirla cerca de él.

    El de cabello negro cerró los ojos, intentando fundir en su memoria el sentimiento que la chica le otorgaba con su toque mientras que, al mismo tiempo, intentaba mantenerse fuerte.

    Cuando los Pevensie pasaron por entre el agujero formado por el árbol, un silencio sepulcral se adueñó del lugar. Peter fue el primero en cruzar. Fue seguido por Susan, quien se esforzaba en mantener la cabeza en alto y se negaba a mirar atrás, sabiendo que si lo hacía, sólo se derrumbaría y echaría a perder lo que había logrado hasta ese momento.

    Edmund avanzó a regañadientes, arrastrando los pies en todo momento de forma desganada mientras mantuvo el mayor tiempo que pudo sus ojos sobre Abigail. Cuando fue el turno de Lucy, ella miró un momento hacia todos los presentes, observando con detenimiento a Aslan y Abigail antes de cruzar por debajo de las ramas.

    Fue Caspian quien recibió con los brazos abiertos a Abigail cuando ella se giró y buscó su apoyo. Las lágrimas fluyeron con fiereza por sus pómulos y ella mandó al diablo el hecho de actuar como una reina. Sus sollozos eran ahogados debido a que su cabeza se mantenía escondida en el pecho de Caspian mientras que él acariciaba su espalda e intentaba no partirse en dos ante el recuerdo de Susan Pevensie.


──────────────


      En cuanto los Pevensie volvieron a encontrarse en la estación de Londres, la tristeza sólo logró endurecerse. Ahora todo lucía como un sueño, o más bien una pesadilla, ya que apenas había transcurrido un segundo en aquel mundo.

    El tren paró delante de ellos y estos sólo repararon en que debían subir cuando un chico les habló o, más bien, le habló a Susan —. ¿No vienes, Phyllis?

    Los Pevensie volvieron a caer en la realidad. Fue como si un balde de agua les hubiera pegado en el rostro antes de girarse y tomar sus pertenencias, las cuales seguían en el mismo lugar donde las habían dejado antes de ingresar al vehículo.

    —Uhm... ¿no habrá algún modo de volver?—, murmuró Edmund al subir mientras revisaba sus cosas —. Olvidé mi linterna en Narnia.

    Los hermanos rieron un momento, alegrándose ante el hecho que el chico intentaba aligerar el ambiente que se había formado entre todos —. Creo que te has dejado algo más importante que una linterna allí, Ed—, bromeó Peter y Edmund hizo una mueca, entre una sonrisa y una mueca de dolor —. Pero no te preocupes—, agregó, al percatarse que, tal vez, era demasiado pronto para las bromas —. Aslan me prometió que se volverían a ver.




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