Cuando nací, nací ciego.
Todavía me pregunto
si Dios lo había planeado.
Solo lloraba y lloraba; bueno, eso dicen.
Ay, Mi pobre Madre;
fui un parto difícil.
Quizás presentía mi funesto destino.
Los doctores, esos débiles sabios,
esos soberbios humanos,
no sabían que hacer, no sabían que decir,
No sabían nada.
Sin embargo, los abrí, abrí los ojos.
Todavía me pregunto si valió la pena,
si Dios me bendijo o solo me castigó.
Ay, este mundo es nefasto:
el dolor, la pobreza,
las guerras, las mentiras,
la incertidumbre, la avaricia
y aún peor, el amor.
¡Ah, amiga roca, que diera por ser tú!
Y existir sin vida, desgranarme con el cariño de la lluvia;
estar solo y no necesitar compañía;
tener un corazón pétreo que no late,
no bombea sangre,
que no conoce dolor.
No amas, no lloras y no traicionas.
En mi perspectiva, eres un ser feliz y perfecto
o por lo menos más feliz y perfecto que yo.
Cuando nací, nací ciego.
Sin embargo, los abrí, abrí los ojos;
y vi las desgracias a la que la gracias de Dios me trajo
¡¿Por qué?! ¡A entenderlo me niego!
Ay, amiga roca, quisiera dejar mis despojos
y mandar todo al carajo.
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Con fecha del 20 de octubre del 2013, otro viejo poema...