Rima VII

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Helo aquí, un cuento breve de amor,​
que en esta desdicha del vivir​brotó puro, como roja flor,
Mas traía consigo el sufrir.

Su sonrisa era esplendor de albura,​
embelesaba mi hondo ser.
​Era su caricia el ansia pura.
​De ojos negros, saetas de su ver.

Se acercaba, a veces, leve y tímida
​y vibraba su alma fulgurante,​como sonora y áurea lira,
​toda princesa de velo azul,​
que resplandecía en luz galante,
​de brocados y mágico tul.

La piel radiante era su mantilla,
​otros días, su bello brocado;
​posaba en nacarada silla,​
como en pensamiento delicado.

¡Y me entregó, angélica, su amor!​Recuerdo, en una caja vacía,​diáfano relente de dolor;
​yo le entregué toda el alma mía...

¡Y la amé fiel, como nunca amé!
​Y la bella doncella oriental,
​la que fiel yo amé, un día se fue,
​blanca, como paloma auroral.

Morí, pues, qué más pude hacer;
​la poesía dejo al poeta;​
no quiso ser lirio ni romero,
​ni rosa; no quiso ser Julieta
​ni que fuera su amado romeo.

En aquellos momentos dorados,
​ella era mi sagrado vergel;
​yo, el cefirillo halagado,
​que tranquilo rosara su piel
¡Mas, quiso ser la venus de milo
​y que yo fuera Rubén halagüeño!
​¡Y que la recordara intranquilo
​en mi solo cuartucho de ensueño!

​Boga eterna, en recuerdos, mi mente,
​de aquellas ya pasada pasión;
​recordándome en el hondo Oriente,
​el prenderse en fuego de una lila,
​el detener de mi corazón.
​Pues, quiso ser aleve Dalila​
y que fuera engañado Sansón.

Besos de amor ¡No amor, solo besos!​
Piel de ébano frío, ardiente ardid:​
Suspiros en las bocas, los versos
​en mis estrofas, funesta y vil.

Se marchó un día como cualquiera.​
No dijo adónde, solo el desdeño
​ni un abrazo, ni un adiós siquiera.
​No quiso que fuese siempre el dueño​
de tan majestuosa primavera.

¡Y el sollozar amargo y profundo!
​¡El dolor pujante y penabundo!
Hipocondríaco, y muy solo, era...

Poemas RecopiladosWhere stories live. Discover now