El Secreto de Antuan ©

By DeniAguayo

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Muy lejos de las luces de la ciudad, existe un bosque maldito... En él, grandes tragedias han sucedido. Todo... More

El Secreto de Antuan
Cuando las Sombras Cobran Vida
El lugar del eterno otoño
La necesidad de las voces
Los enormes Campos de Calabaza
Los Rumores Detrás del Jardín
Parte I
I. Los Cuervos de Don Jorge
2. Los misterios debajo de la lluvia
El Curioso Caso de los Incomprendidos
3. Las Temibles Señales
4. El verde y el Bosque
5. Las Espinas del Corazón
6. Sombras en el Boque
7. Suceden Cosas Extrañas
8. El cuento de los desaparecidos
Parte II
9. El hombre que regresó de la muerte
10. El lamento del bosque.
Cuando el cielo llora
11. Las campanas de medianoche
La Eterna Juventud
12. La sombra tras la torrencial lluvia
13. El chico, el cuervo y la muerte.
14. Los pálidos recuerdos
Se le llama amor
15. Los Fantasmas del Cementerio
16. El reclamo del Bosque
Parte III
De tragedias de verano
18. El acuerdo del cementerio
19. La Dama de Blanco
20. Los secretos se derrumban
Las llamas del infierno
21. El secreto de Antuan
22. La Indeleble Sed
23. Cuando las leyendas, cobran vida.
Un lugar entre los árboles
24. La noche de los muertos
25. La Mansión de los Moulian
26. Las rosas que se marchitan
Parte IV
27. La oscuridad
28. Vengan, almas en pena
29. El camino al infierno del pasado
30. Las cenizas de los recuerdos
31. En los más profundo, en lo más lejano
32. Réquiem
33. El desvanecimiento del adiós.
34. Mientras las hojas, continúan cayendo.
De leyendas y Verdades
Querido lector
Redes sociales
Flores Marchitas

17. La maldición del Ángel

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By DeniAguayo

Capítulo 17: La maldición del Ángel

Primero... son los colores:

El amarillo y rojo de las ambulancias y sirenas, el blanco estridente de las luces en sus ojos.

Luego, son las voces.

¿Me...

¿Me puedes escu...

¡¿Me puedes escuchar?!

- ¿Qué?

Y por último es... el dolor.

Emma despertó cuando el dolor de cabeza fue insoportable. Fue como salir de un océano profundo, abrió los ojos de golpe y la blancura del lugar casi la hizo gritar de dolor. La sensación de estar reviviendo algo del pasado le llenó de golpe. Sabía donde estaba mucho antes de bajar la mirada a su cuerpo.

Las mantas blancas del hospital le cubrían las piernas y parte de la cintura. Emma parpadeó cuando miró sus brazos débiles sobre las sábanas , tenían cardenales morados en sus brazos pero los sentía al igual que las piernas– al menos aún podía moverlas– y luego sintió un cosquilleo en la punta de su nariz trató de llevar sus dedos hasta su rostro y descubrió que tenía unas puntas nasales con poquito oxigeno saliendo de ellas. No se las quitó, evitó la tentación y volvió a observar su brazo derecho donde una intravenosa adornaba su muñeca. Como si estuviera soñando trato de levantarse para tomar asiento, los músculos y los huesos le dolieron de inmediato haciendo que se escapará un grito de su garganta.

- ¿Emma?- escuchó una voz conocida a su izquierda. Emma que tenía el rostro contraído por el dolor observó al hombre que estaba ahora su lado. Pablo la miraba con una mezcla de preocupación y alivio.

–Tranquila–le habló con voz baja- No te muevas, estas herida.

Emma quería decirle que eso era obvio, pero se detuvo a tiempo antes de que una mujer vestida con bata blanca atravesará el cuarto y llegará junto a ella haciendo a un lado al oficial.

- Hola Emma- le sonrió con amabilidad- Soy la doctora García ¿Recuerdas por qué estás aquí?

Emma asintió pero no dijo nada, en cambió dejo caer su cabeza en las almohadas, estaba muy cansada y los ojos se le cerraban sin consideración. - Tuviste un accidente, Emma- la voz de la doctora volvió a escucharse, Emm pensó que tenía una voz bonita, suave, relajante. - La camioneta de tus abuelos se volcó en la carretera ¿Recuerdas algo de eso?

¿Qué si recordaba?

¿Qué si...

Y las imágenes se llegaron de un sólo golpe.

Los recuerdos se hilaron como si un collar de perlas se hubiese roto y ahora pieza por pieza se volvieran a unir.

Emma estaba triste y le había pedido a su abuela... Su abuela.... que la llevará a casa. Estaba lloviendo.

Llovía como nunca antes en la vida y Maggie apenas si podía ver tras toda esa lluvia, los parabrisas quedaban cortos para su trabajo y su abuela le sonrió.

-Tranquila cariño- le había dicho- Las penas del corazón se reparan con el tiempo.

Pero ella sentía que eso no era cierto porque dolía hasta respirar.

- Si no quieres hablarlo esta bien- Había dicho ella mientras le acariciaba la mano mientras conducía- Pero siempre es bueno dejar salir aquello que duele Emma.

Emma quería decirle, pero las palabras se habían estancado en su garganta.

- Las emociones se vuelven monstruos cuando se quedan con nosotros.

E iba a decirle algo si no fuera por que aquella curva tan peligrosa, esa que estaba a centímetros del bosque, hizo que la camioneta derrapará cuando una sombra se atravesó en medio de la carretera.

Emma recordó todo como si hubiese pasado en cámara lenta. Ella había chocado primero con el hombro de su abuela, luego la camioneta había dado vuelta, después los cristales se estrellaron y se volvieron pedacitos, Emma había gritado entonces mientras su brazo derecho había colapsado con la puerta del conductor, había tratado de cubrir su rostro de los cristales y había sentido como estos se inscrustarón en sus brazos. Luego su cuello había dado un girón horrible que le había arrancado otro grito y de repente el mundo había quedado de cabeza y la tierra y el humo entró a el vehículo.

Emma había tosido y gemido de dolor al mismo tiempo, la cabeza le dolía y los ojos se le cerraban por el impacto. Su cabeza era un dolor punzante que la había dejado con los oídos pitando y las imágenes se volvieron confusas y borrosas pero no lo suficiente para notar a que su izquierda faltaba su abuela.

- ¡¿Abuela?!- había gritado, pero el asiento estaba vació como si Maggie jamás hubiese estado ahí, como si sólo hubiese estado ella en el vehículo.- ¡Abue... ¡Abuela!

Pero las cosas eran tan borrosas y la luvia y la oscuridad siguieron con la noche pero en medio de todo ese caos Emm levantó la vista del lado donde el cristal se había destrozado y por un momento juró ver a un hombre alto, pálido que la miraba atentamente.

Y después la oscuridad se adueño de ella.

- ¿Recuerdas algo?- repitió la doctora. Emm negó con la cabeza y las lágrimas aparecieron sin aviso alguno.

- ¿Y mi abuela?- quiso saber, un breve silencio hizo que abriera los ojos y mirará con atención a la doctora- ¿Dónde esta ella?

- Emma- escuchó a Pablo a su lado pero ella no lo miró, no dejo de mirar los ojos preocupados de esa mujer.

-¿Dónde está ella?

- Lo siento- dijo y el corazón de la chica dejo de bombear sangre "No, no de nuevo por favor" - pero tu abuela no estaba en el auto cuando las ambulancias llegaron...

- ¿Qué esta diciendo?- Emm escuchó como la doctora tragaba saliva y dirigía la mirada al joven que acompañaba a la chica. Emma se sintió casi insultada ¿Acaso estaba pidiendo permiso para hablar? - ¡De qué esta hablando! ¡Le hice una pregunta!

- Tranquila Emma- Volvió a hablarle Pablo y esta vez si lo miró con furia.

- ¡¿Qué me tranquilice?!- le preguntó iracunda- ¿Quieres qué me tranquilice? ¡Dónde demonios esta mi abuela!

- No lo sabemos- dijo por fin, los ojos cafés de Pablo le rogaban que prestará atención, que pensará como él y lo que estaba sucediendo, pero aquello era imposible. - Creemos que de alguna manera logró salir y fue a pedir ayuda, pero...

- Esta pérdida - y fue afirmación y salió de su boca como si la esperanza de que estuviera bien se hubiese desvanecido- Esta, pérdida...

- Están haciendo todo lo posible por hallarla, Emm- la chica dejó de escuchar y se llevó sus brazos a los ojos donde no le importo comenzar a llorar sin consuelo alguno. Su abuela se había perdido, se habían accidentado por su culpa, porque ella había sido inconsciente en pedirle que se fueran de la casa de un chico que le había roto el corazón, había obligado que condujera en la lluvia y ahora, estaba sola, pérdida en el bosque.

Era su culpa.

Era su culpa.

- Emm...

- Es mi culpa Pablo- sollozó - Es mi culpa.

- No, Emma...

- Creo que volveré cuando se haya calmado un poco- Escuchó decir a la doctora, supuso que Pablo había estado de acuerdo por que escuchó la puerta cerrarse. El muchacho se acercó de nuevo a ella y la abrazó por los hombros atrayéndola para que descansara su cabeza en su cuello mientras las lágrimas caían una por una.

-Es mi culpa- rezaban sus labios morados, Pablo le acarició una mejilla y la espalda. Le dolía verla así- Es mi culpa Pablo, yo... le dije que nos fuéramos, le pedí irnos cuando estaba la tormenta. Soy una estúpida, soy una estúpida...

-No- le consoló meciéndola- No es verdad, tú no ocasionaste esto. No lo hiciste.

Pero claro que ella lo había hecho. Ella era siempre la culpable de todo.

- ¿Dónde esta mi abuelo?- preguntó tras sorber sus lagrimas en las manos.- Debe de odiarme- susurró en el hombro de Pablo, este le acarició la cabeza- Tiene todo el derecho a odiarme.

- ¿Qué estás diciendo?- Las manos del chico la alejaron un poco de los hombros y la miró con los ojos tristes, la chica trataba desesperadamente de aguantar las lagrimas pero ellas solas resbalaban una a una en sus mejillas. Pablo tomó su rostro y quitó con la punta de sus pulgares las lágrimas saladas de Emma- Tú abuelo no te odia- pero el llanto de Emma se profundizó más, como si las palabras del joven oficial fueran una broma cruel- Emma, mírame- Ella no no lo hizo, el chico la obligo hacerlo tomándola del mentón y esos ojos tan rotos le devolvieron su reflejo. Emma también estaba destrozada ¿Porqué estaba tan destrozada? ¿por qué estaba ahí?- Emma, tú abuelo no te odia. Tú no tuviste culpa del accidente y eso lo sabe Don Jorge ¿Por qué no me crees? ¡El mismo llegó al hospital a tu lado! Y no te soltó hasta que los médicos le dijeron que ibas a estar bien.

- ¿Estas mintiéndome?- Hipo en llanto. Pablo negó con la cabeza- ¿Es enserio?

- Por supuesto- le aseguró- Él no te culpa de nada Emm, estuvo aquí toda la noche y hubiese estado aquí cuando despertaste si no hubiese llegado Isaac por él.

– Soy un monstruo...

–Por supuesto que no lo eres– en la voz del oficial había cierta pena, Pablo comprendía ese dolor a la perfección. Esa culpa que te come el alma por qué sabes que pudiste evitar una tragedia, que pudiste evitar que se perdiera alguien. Pablo lo sabía muy bien, él había sentido esa sensación hace cinco años cuando su hermana, Verónica también se había perdido en el bosque.– No es tu culpa. No podías haberlo sabido ¿Quién podría haberlo hecho?

Emma entendía su punto de vista, pero no era exactamente ella culpa de que su abuela fuera víctima sino más bien la culpa y la vergüenza del porque había ido a parar a ese pueblo. Si ella hubiera sido más inteligente, más humilde y menos orgullosa. Si ella hubiera sido más paciente y menos impulsiva ni siquiera hubiera tenido que irse de la ciudad pero tanto ahí como en ese lugar la muerta siempre aparecía acompañarla.

Oscar Castillo estaba mirando la fría tabla de acero que tenía delante suyo. A su lado derecho había solamente una ventana de cristal que le regresaba su reflejo. Lucia terrible en cuanto a su aspecto físico, los ojos cafés los tenía rojos con grandes medias lunas oscuras debajo de ellos, las pecas le resaltaban más cuando su piel blanca estaba tan roja por el llanto, los labios los tenía quebrados y el cabello color fuego parecía más una llama salvaje sin dirección ni sentido.

Escuchó como de la puerta de aquel cuarto vigilado por cámaras su madre gritaba con enojo.

–¡Mi hijo y ese niño no se conocen de nada!– vociferaba al lado de su padre– ¡No puede mezclarlo con esa clase de gente!

Oscar apretó los nudillos. Odiaba esa suposiciones de parte de ella.

...Ese niño no se conocen de nada...

Claro, Antuan y él jamás se hablaban en presencia de otras personas y no había sido precisamente culpa del pelirrojo. Él siempre había querido estar a su lado pero Antuan, desde que se conocían, había dicho que era mejor que nadie lo supiese. Ahora entendía a la perfección el porque de aquella sentencia: Antuan atraía el peligro y la desolación pero eso lo sabía muy bien desde hace tiempo Oscar y no podía importarle mucho menos porque aunque Antuan fuera quemado en la hoguera él lo acompañaría a donde fuera, incluso al mismo infierno.

–¡Esto es una tontería! Oscar es un buen niño ¡Le está levantando falsos a mi hijo!

El chico se preguntó si hace cinco años cuando las desapariciones empezaron a suceder su primo, Sam quien también había sido interrogado por la desaparición de esa chica tan parecida a Antuan había pasado por lo mismo. Y por un momento lo pudo ver claramente. Visualizo a Samuel de diecisiete años sentado en el mismo lugar que él ahora, escuchando a sus tíos reclamar por tenerlo preso en esta comisaría por la sospecha de la desaparición de Carolina Méndez – La primera chica que había desaparecido en el bosque– lo vio ahí, con la vista en alto por que al fin y al cabo su primo era un líder nato, el mejor de la clase y el orgullo de la familia Castillo.

¿Cómo lo había hecho?

¿Cómo pudo soportar estar ahí encerrado mientras la chica que él quería estaba pérdida?

Oscar suspiró con tragedia, la historia se estaba volviendo a repetir.

Por qué al fin y al cabo, después  de que había llegado a la casa todo mojado para decir la terrible noticia del accidente, la madre de Antuan lo había invitando a pasar para que se secase. Don Jorge y el tío de Antuan había conducido hasta ese lugar y mientras Marleen subía por ropa seca él y el chico de los ojos más verdes del mundo se habían quedado solos.

– Es mi culpa– había dicho con la vista baja. Oscar estaban temblando y no sabía si era miedo o era frío. –Es mi culpa, no debí haberla tratado así, no debí ser un idiota.

– ¿De qué estás hablando?

Antuan caminó hasta la ventana más cercana, el cielo rugía mientras la lluvia se estrellaba en el piso con furia.

– Emma– Dijo y el modo en el que pronunció el nombre de la chica hizo que el corazón de Oscar se estrellara un poquito–, es mi culpa– Oscar trató de arrastrar los pies hasta donde su amigo quién le daba la espalda y a punto estaba de tocarle el hombro con consuelo cuando el cielo iluminó la estancia oscurecida devolviendo el reflejo de Antuan en el cristal. Oscar casi dejó de respirar cuando se dio entra de que Antuan estaba llorando.

Las lágrimas eran silenciosas pero abundantes, lo vio tras el reflejo como se encogía y trataba de no sollozar. El corazón y todo sus ser se rompieron por completo y la desolación de ese chico tan roto se volvió la suya.

– Yo le dije cosas horribles– continuó con la voz rota pero en ningún momento se permitió sollozar, Oscar quería abrazarlo, quería consolarlo pero las piernas y todo el cuerpo no le respondían. Ver llorar a su Antuan lo había dejado estático en su sitio– No debí haberlo hecho, es mi culpa que ella quisiera irse– Antuan sacó el aire con temblor en la voz– Ella se fue por qué yo le pedí que se marchará. Quería... yo sólo quería protegerla y ahora...

– Antuan.

El chico de los miles de fantasmas se dio media vuelta y aunque las lágrimas rodaban en sus pálidas mejillas no se permitió verse roto aún si su mitad parecía atormentada.

Tengo que hacer algo para que esto acabe de una vez– le dijo con determinación. Oscar no comprendía de lo que hablaba el chico pero un mal presentimiento le vino a la cabeza.

–¿De qué estás hablando?

– Debo hacer algo– Repitió y entonces comprendió que la conversación no era precisamente entre ellos, era como si se estuviera convenciendo a si mismo.– Esto tiene que terminar, ya no puede seguir así.

–¿Qué estás diciendo?– dijo tocándole un hombro–¿Antuan?

El chico dio un paso adelante haciendo que la mano de el chico se resbalara de su agarre– Tengo que hacer algo.

Y antes de que él o cualquier otra persona pudiese detenerlo Antuan salió de la sala y corrió hacia la puerta de la casa y en mitad de la tormenta y la noche corrió hacia el bosque.

–¡Antuan!– le había llamado–¡Antuan!– le había gritado pero nada pudo hacer, su cuerpo no le respondía.

–¿Pero que sucede aquí?– detrás de él la voz de la madre  de Antuan se escuchó bajar las escaleras– ¿Y Antuan?

La puerta de la sala de confesiones se abrió dejando entrar únicamente al detective Isaac por como tenía el rostro Oscar supo que tampoco estaba teniendo un buen rato. Sus padres no estaba junto a él pero supo inmediatamente que se encontraba tras esa pared de cristal.

¿Así se había sentido Sam? ¿Cómo un ratón enjaulado?

¿Así se había sentido Antuan? ¿Cómo un sentenciado a muerte?

– Hola– lo saludó sentándose delante de él. El detective traía consigo una pequeña libreta y una tabla de madera – ¿Tu nombre es Oscar, verdad?

El chico asintió sin inhibición. A comparación de su primo él no era tan hablador, a comparación de Antuan él estaba completamente asustado.

– Muy bien Oscar–, continuó el oficial– Soy el detective Isaac. Necesito hacerte unas preguntas y me tienes que decir la verdad. ¿Estamos de acuerdo?

–Sí.

– Bien, ¿Conoces a Antuan Moulian?

– Sí– contestó, no le importaba si su madre o alguien se enojaban con él porque si de él dependiese daría todo lo que tuviera en sus manos para que el chico estuviera bien.

–¿Podría decirse que eran amigos?

No, era su vida.

–Sí– volvió a contestar. El detective asintió y mirando su libreta volvió al ataque.

– ¿Desde hace cuánto son amigos?

– Hace más o menos cinco años.

– Ya veo ¿Y durante todo este tiempo, alguna vez te habló sobre sus visitas al bosque?– Oscar frunció el ceño ¿Cómo sabía él lo de sus visitas? Eso era un secreto, Oscar negó con la cabeza, no estaba mintiendo Él sabía que Antuan huía a veces al bosque pero nunca le contaba que iba a hacer allá dentro. – ¿Nunca?

– No.

– Okay, entonces cuéntame sobre la noche del accidente– le pidió– Tú fuiste el último que habló con él ¿No es cierto?

–Sí.

–¿A dónde fue?

– No lo sé– y la voz le falló de repente toda la angustia le arremetió en el pecho haciendo que un hoyo enorme se formará en su centro–, no tengo idea oficial pero creo que tiene que ver con el bosque.

–¿Por qué crees eso?

Oscar se mordió los labios temblorosos pero aún así, aún si iba a traicionarlo era una buena causa porque no podía vivir en un mundo donde Antuan estuviera dañado, donde Antuan estuviera en peligro.

No podía vivir con esa incertidumbre.

– El dijo que tenía que hacer algo.

–¿Algo?– Oscar asintió –¿Cómo que cosa?

– Creo... creo que él sabe dónde pudo haber ido Maggie.

Emma le sonrió a la enfermera que le había ajustado el vendaje de la cintura. La doctora García había ido  tiempo después a interrogarla para su avance y le había pedido a la señorita enfermera que le re ajustará la venda.

– Si te sientes mal– le dijo– sólo debes tocar ese botón rojo de tu izquierda y vendré de inmediato ¿Me entiendes?

Emma asintió. La enfermera le dio una pastilla para el dolor y después se marchó dejándola sola. Pablo la había dejado para ir por algo de comer, al parecer llevaba a su lado alrededor de ocho horas. Emma había estado hospitalizada al menos cuarenta y ocho horas y Pablo no había estando al pendiente en ayunas, Emma le había obligado a que se fuera a comer y Pablo aunque no quería dejarla lo hizo prometiéndole que no tardaría y que trataría de colarle algo rico para que comiera aparte d ella comida desabrida de ese lugar.

– Está comida sabe a papel– le había dicho con una muesca de asco– Yo también sufrí cuando estuve aquí.

Emma le agradeció el gesto y también que la acompañará en esos momentos.

– No es nada– le había dicho con una sonrisa–. Tú hiciste lo mismo cuando yo estaba en esa camilla.

No era del todo cierto, las últimas veces que ella había ido era más bien por cierta información de un chico de ojos verdes.

La mirada de Emma se perdió en la ventana. ¿Dónde estaba Antuan? Seguramente ya sabía lo del accidente entonces... ¿Por qué no habría ido a verla? ¿En serio no le importaba en absoluto?

La puerta del cuarto se abrió a sus espaldas , Emm sonrió seguramente era Pablo quién había vuelto de comer.

– ¿Pudiste colarte la comida?– le preguntó con humor mientras se volvía allá mirada a la puerta pero la sonrisa se le desvaneció de golpe cuando se dio cuenta de que no había sido Pablo quién había entrado en la habitación. – Pa... ¿Papá?

Augusto Robles la miró con esos ojos tan oscuros que ella conocía muy bien. Llevaba puesto una camisa de franela azul oscura y unos vaqueros que Emma sabía eran sus favoritos en las manos traía una pequeña maleta que ellos usaban para equipaje ligero. Los ojos de Emma se encharcaron de golpe pero retuvo las lágrimas y bajó con tristeza la cabeza evitando mirarlo.

El padre de Emma cruzó la estancia cerrando la puerta detrás suyo y rodeó la camilla dejando sus cosas en la mesa de plástico que había debajo del pequeño televisor.

– Traje una muda de ropa para mañana– le dijo– Hablé con tu médico y me dijo que puedes irte a casa y cuidarte las heridas allá.

Emma lo miró de reojo, estaba tan cohibida pero también, triste y melancólica. Cuánto había extrañado a su padre, a su mejor amigo...

– Emma...

–¡Lo siento!– y no pudo aguantarlo. Había estado añorando tanto ese momento, que su padre llegará por ella pero verlo ahí, de pie a su lado hizo que los recuerdos dolorosos del pasado saltaran de golpe para revivirlos de nuevo y toda la pena y la tristeza la ahogaron hasta asfixiarla de dolor– ¡Lo siento! Tenían razón, ¡Lo siento papá! En serio no quería hacerlo no quería...

Las palabras se quedaron suspendidas en el infinito tiempo cuando sintió que la abrazaban de los hombros. El espacio de esa habitación se congeló un minuto, Emma abrió los ojos tan grandes por la sorpresa pues hace ya mucho tiempo que no recibía un abrazo de su padre, ni siquiera una mirada pero ahora la estaba abrazando, consolando su pena que de repente se había vuelto diez veces más grande que antes. Emm se aferró a la espalda de su padre con toda su fuerza como si aún tuviera cinco años y pudiera cargar su peso hasta sentir que el mundo volvía a ser bueno, ligero, justo.

– Lo siento– Fue el turno de hablar del hombre–, lo siento mucho Emma.

El cuerpo delgado de la chica tembló como una hoja de un árbol apuntó de caer. Se sintió frágil y absolutamente inútil con ese sentimiento de perdón. Porque muy en el fondo sabía que no debía ser perdonanda no se merecía ese privilegio.

– Te abandoné cuando más me necesitaste y te dejé cargar con todo ese dolor– las palabras de su padre se sintieron como espinas clavándose en su piel, lastimaban y no sabía precisamente porque– Tú abuela tenía razón, soy un monstruo.

Ella no aguanto mucho tiempo más y decidió separarse de ese enorme abrazo que trataba de de reparar almas.

– La abuela no está por mi culpa– confesó en medio del llanto– Estoy maldita papá, nunca debí haber venido aquí.

— No fue tu culpa Emma, nadie te culpa de nada.

Y oírlo de los labios de su padre se sintió liberador.

– ¡Claro que lo fue!– la acidez de la verdad se saboreó en su lengua. Estaba comenzando a cansarse de que quisieran hacerle creer que nada era su culpa— ¡ No tenía porque salir esa noche, se suponía debía estar yo ahí! ¡Junto a él! ¡ No tenía porque haberlo llevado conmigo! ¡Era yo quién debía morir! ¡Era yo!

Las mejillas de Augusto también se llenaron de lágrimas y tuvo que respirar varias veces con honditud para tranquilizar el llanto. Los adultos también se rompen con facilidad y oír a su hija. La persona quien más amaba en la vida decir aquello le rompió el corazón.

– No es verdad– Habló el hombre con la voz rasposa por el llanto. Emma suspiró con penas mientras sorbía por la nariz. – Yo debía haber estado ahí, no tú. Si no hubiera salido de casa ese día pude haberte cuidado bien.

– No debía haber salido ese día– se aferró de nuevo, era la simple necesidad de sentirse sucia porque al menos sabiendo que era culpa suya el mundo gris que le rodeaba cobraba sentido– ¿Cómo puedes decir que no es mi culpa? ¿Cómo puedes perdonarme tan rápido?

Augusto volvió a abrazar a su hija que se rehusaba a ser salvada y acariciando su cabello, como cuando tenía cinco años la siguió consolando.

– Es porque eres mi hija Emma- habló acariciando su espalda- Yo podría perdonarte todo en esta vida.

Pablo miró dos veces antes de atravesar la calle rumbo a la clínica. En ambas manos traía dos vasos de café de maquina y una bolsa de papel con galletas que le gustaban a Emma, al menos sabía que era así por ella. Atravesó con cautela y luego corrió hasta la puerta donde tuvo que saludar a dos oficiales que cuidaban el lugar.

– Hola– saludó a la enfermera del control de la entrada. Pablo la conocía de vista su nombre era Yaneth era una muchacha de veinte años de compostura delgada y lentes sin marco que siempre trataba de coquetear con él. Yaneth lo miró tras los cristales de sus anteojos y le sonrió.

– Hola.

– Oye, ¿crees que pueda pasar esto?– señaló la bolsa y los vasos que llevaba consigo– Mi amiga se muere por comida de verdad y hasta yo sé que la comida aquí no es tan buena. – La enfermera torció la boca con disgusto y Pablo tuvo que acercarse más a ella para sonreírle con encanto– ¿Por favor? Si me ayudas te puedo invitar después un café.

– Pablo Alcántara ¿Acaso me estás chantajeando con una cita?– No, quería decirle. Sólo quería que lo dejara pasar porque en realidad Pablo no tenía ni un poco de emoción de invitar a la chica pero eso ella no lo sabía así que le sonrió con picardía.

– ¿Está funcionando?– movió sus cejas de arriba a bajo. La enfermera rodó los ojos con un fingido fastidio.

– Venga ya– le hizo una seña para que pasara de una vez. Pablo le sonrió como un niño. – ¡Pero me debes un café!

– ¡Cobrámelo cuando quieras!– le gritó desde el pasillo dejando a una Yaneth completamente sonrojada.

El oficial caminó de buen humor hasta el pasillo que correspondía al de Emma pero antes de doblar una voz que él conocía muy bien lo llamó. Pablo casi sintió como su pulso se aceleró de golpe.

– Pablo– delante suyo estaba una mujer de avanzada edad junto a una joven de treinta años que vestía lo más formal posible.

– Mamá ¿Qué estás haciendo aquí?

La madre de Pablo lo miró con el ceño fruncido.

– Trate de llamarte pero nunca me respondiste– le dijo mientras se acercaba a él, Pablo se puso alerta. Claro que él sabía que lo habían estado buscando y muy en serio había ignorado todas esas llamadas. Lo único que le faltaba en su vida era una familia como la que él tenía. – Estábamos preocupados cuando escuchamos lo del bosque. Tú padre fue a la policía pero no le dijeron información alguna, tú hermana y yo también quisimos visitarte en la clínica pero aquí nadie quería darnos informes tuyos. Ese detective estúpido no nos permitió nada.

– Mamá...

–¡¿Por qué no les dijiste que nos dejaran pasar Pablo?!– chilló con los ojos rojos–¡Somos tu familia?

Pablo entonó una risa falsa y dejando la bolsa en una de las sillas miró a su madre con determinación.

- ¿Familia? ¿Son mi familia?- El tono de voz tan oscuro y cruel que salió de sus labios hizo que la piel de aquella mujer se erizará por completo- Familia son aquellas personas que se quedan contigo por las buenas y en las malas, no aquella que te desprecia porque quieres seguir tus sueños ¿A caso no fuiste tú quién sugeriste que me volviera policía y me olvidará de la música? ¿A caso no fuiste tú quién cuando logré entrar en la academia me corriste de la casa por que "Ya estaba grandecito para mantenerme"? Tú no sabes lo que es una familia, no cuando volteaste a mirar a otro lado cada vez que mi padre se ponía borracho y nos molía a golpes, no cuando miraste a otro lado cuando Verónica más te necesitaba. No cuando te importaba más la fama de su caso en el bosque que ella en una camilla de hospital ¡Tú no sabes lo que es ser familia! ¡Lo único que quieres ahora es lo mismo que hace cinco años, la maldita atención de todo el mundo!

- ¡Pablo!- y por fin despertó su hermana, mirándolo con furia y el rostro rojo de coraje. No le importaba en lo más mínimo ¿Dónde estaban ellas cuando por fin Verónica había muerto? ¿Dónde habían quedado ellas? Cuando Pablo visitaba cada fin de semana su sepultura y notaba que nadie más que él la visitaba- ¡No puedes decirle eso a mamá! ¡Tú no sabes...

- ¡No, ustedes no saben nada de lo que esta sucediendo!- El rostro de su madre era un mar de lágrimas y quizá en otra época en la que Pablo era más ingenuo aquella escena le hubiera roto el corazón pero ahora, que su alma y espíritu se había roto incontables veces no le causo más que rencor ver sus lagrimas falsas.- ¿No creen que ya es suficiente? En serio, he tenido suficiente de ustedes.

Y no las dejó hablar más, tomó sus cosas de la silla y les dio la espalda mientras caminaba de regreso a la habitación de Emma.

Tuvo que respirar varias veces para tranquilizarse y contando hasta tres dibujo una sonrisa despreocupada (Lo último que Emma necesitaba era verlo alterado, suficiente tenía con su situación para tener que lidiar con la de él) y abrió la puerta de la habitación.

- ¡Espero que te guste el café con vainilla por que sólo había ese!

- Vaya, tus amigos si que son ruidosos Emma- Pablo abrió los ojos con extrañeza en ellos. Delante de él estaba Emma acostada y a su lado un hombre altísimo que la tenía abrazando. Pablo alzó una ceja interrogante pero al ver el rostro rojo y húmedo de Emma sonriendo casi pudo entenderlo.

-Pablo- dijo ella- Te presentó a mi padre. Papá él es Pablo, un amigo mío.- El hombre se levantó de la camilla y caminó unos pasos hasta estar cerca del muchacho quien de repente estaba tan avergonzado por su entrada como por su apariencia, de todas maneras Pablo seguía vestido con la misma ropa que él día anterior.

- Es un gusto - le dijo tendiéndole la mano. Pablo se acomodó las cosas rápidamente para dejar libre su mano derecha y estrecharla con nerviosismo a ese hombre- Me alegra que Emma tenga amigos aquí.

- Él gusto es mío- murmuró aun cohibido. Aquel hombre imponía presencia aunque le estaba sonriendo.

- Pablo se ha quedado a cuidarme este tiempo papá- informó Emma haciendo que el rostro del oficial se elevara diez tonos de rojo más fuerte. El señor ensanchó su sonrisa.

-¿En serio? Vaya, te agradezco tu amabilidad muchacho.- Definitivamente estaba peor que avergonzado y al mirar a Emma supo que ella sabía que estaba incómodo y que aquello le hacia gracia, por un momento la miró con rencor pero entonces se dio cuenta de que Emma estaba sonriendo, cuando él la había dejado ahí estaba tan triste y ahora...

Le sonrió de regreso. Estaba feliz de verla bien, había descubierto que odiaba verla mal y si a su costa se reía él podía hacerle de bufón el tiempo que fuera necesario. ¿Qué era ese sentimiento de hacer feliz a alguien? Esa satisfacción de ver que puedes hacer feliz a alguien, sobre todo a una persona que comenzaba a ser parte de tu vida.

La puerta repiqueó dos veces interrumpiendo el momento y detrás de ella una mujer de cabello platino le sonrió a Emma.

-Hola- Dijo Marleen la madre de Antuan desde la puerta- ¿Se puede?

Y de nuevo fue como si el mundo se hubiera quedado sin baterías. Los ojos de dos personas se encontraron como si fuera relámpagos en medio de una tormenta y Emma lo vio claramente.

Su padre miraba con los ojos grandes y brillantes a aquella mujer y Lee quién solamente había visto a Emma ahora se percataba de quién se encontraba con ella. Esos ojos tan verdes como el océano Atlántico se abrieron de golpe al reconocer a ese hombre. Casi fue como si dos rayos se hubieran encontrado para colisionar. El cuerpo de ambos se tenso apenas se reconocieron pero fue Lee quien se atrevió a moverse y entrar a la habitación que se había quedado en silencio.

- Lee- susurró su padre. El tono de voz sonó melancólico como de aquellos amantes que no se habían visto por años, como de esas ocasiones en las que te das cuenta de que encontraste algo que pensabas perdido.

- Augusto- le respondió de la misma manera aquella mujer y aunque Emma estaba consciente de la historia entre ellos dos no fue de su total agrado ver esa nostalgia entre ambos, al menos a sabiendas que la mujer que le había dado la vida seguía siendo aún la esposa de su padre. - No, no sabía que ibas a estar aquí.

El padre de Emma le sonrió con nerviosismo, toda su postura rígido se relajo  un poco- Yo tampoco pensé encontrarte aquí.

Lee le regresó esa sonrisa, mientras deslizaba con delicadeza su vista a sus muñecas que había estado juntando por la ansiedad del momento y por un momento Emma pensó que era imposible no pensar en esa mujer como hermosa. Era sin duda alguna una mujer bellísima y eso era muy consiente su padre.

- Yo... Yo vine a ver a Emma. - se explicó, una mueca de asombró se apareció en el rostro de su padre quien miro a su hija con curiosidad Emma le regresó la mirada con seriedad, como si la presencia de su vieja amiga la incomodará un poco.- Ella y mi hijo son amigos- continuó la mujer y la mención de Antuan hizo que el pecho de Emma doliera un poco.- Estaba preocupada por ella y quise venir a ver como estaba.

- Ella está bien- habló adelantándose su padre. Emma casi se sintió ofendida. - Mañana la dan de alta.

- ¿En serio?- y ahí estaba de nuevo, esa voz suave de recuerdos atormentado la cabeza. - Me alegro oír eso...

- No pensé que vendrías Lee- habló por fin Pablo. La mujer rubia se volvió aún con el aturdimiento del encuentro al oficial que la miraba con determinación a Emma casi le pareció que la estaba estudiando.- ¿Te encuentras bien? Yo pensé que estarías en la comisaria junto a Ethan ¿O esque ya hay noticias sobre Antuan?

Y entonces fue el turnó de que el corazón de Emma se acelerará y con los ojos abiertos de miedo miró a la mujer rubia que de repente se había decaído, la mirada amable y melancólica había sido transformada en dolor.

- ¿Qué le paso a Antuan?- Se encontró preguntando. Augusto no comprendía la mitad de lo que hablaban pero supo que debía ser algo muy malo pues esos ojos verdes que tanto habia añorado ver de nuevo en esta vida se encharcaron de lagrimas.

- ¿Lee?- habló con preocupación pero Emma lo interrumpió a mitad de su pregunta.

-¡¿Qué le paso a Antuan?!- preguntó más alterada. Pablo no se inmutó por completo en cambio seguía mirando a Marleen con determinación pues no se creía ni la mitad de sus palabras sobre su preocupación por Emma.

- Él- Comenzó la mujer pero los ojos del padre Emma se encontraron con lo suyos y de nuevo el mundo pareció jugarle una mala broma, pues entendía que si decía la verdad el hombre que alguna vez había sido su amigo se alertaría de sobremanera. - Antuan...

- No encuentran al chico- Terminó impaciente el oficial por ella. La mirada de la muchacha se clavo en el rostro de su amigo quien también la miraba con franqueza.- Después del accidente Oscar Castillo avisó a tu abuelo y los Le Fort. Ethan y tu abuelo condujeron hasta donde la camioneta se había volcado pero Antuan, su amigo y Lee se quedaron en casa. Después en el transcurso de la noche Antuan desapareció, de nuevo.

Emma sintió como algo pesado se colocaba de nuevo en sus hombros. Una sombra que todo lo consumía... Antuan estaba perdido de nuevo y era su culpa.

- Yo sólo quería- tragó saliva Marleen mirando a la chica con desesperación- Quería saber si él te dijo algo esa noche. Lo que fuera para que se tenga una pista de dónde pudiese estar...

Le había dicho cosas, estaba claro pero no lo que ella quería oír así que negó con la cabeza. El rostro de la mujer se transformó en un puchero y sin pena alguna soltó un llanto pequeño. El cuerpo de Augusto se movió solo y con una ternura y familiaridad de años abrazó a aquella mujer, Marleen al darse cuenta se quedo de piedra pero aquello no duró mucho puesto que la tristeza y su cansancio le periostio ser reconfortada.

Antuan estaba perdido.

Su abuela estaba perdida.

No podía ser coincidencia. Emma miró a Pablo con ese pensamiento y lo encontró mirándola de la misma manera, como si el también hubiese llegado a esa conclusión. Ambos acertaban en los mismo.

Aquello no podía ser coincidencia.

Oscar estaba encerrado en su habitación. Cuando había salido de la comisaría su madre y su padre no le habían dirigido la palabra. Oscar sospechó entonces que sabían la verdad. Parecían de alguna manera ofendidos, como si no pudiesen creer que de verdad su hijo había sido tan estúpido como para involucrarse con personas como Antuan.

El cielo se había oscurecido temprano, la lluvia del otoño había comenzado a caer sobre la tierra y los cultivos y la ansiedad de estar encerrado sin hacer nada le comía el pecho ¿Cómo iba a estar tranquilo si Antuan seguía pedido en la nada?

¿Cómo era que podía conciliar el sueño si Antuan estaba lejos y en peligro? ¿Y si habría regresado al bosque? ¿Y si había ido a buscar a Maggie? ¿Y si no podía regresar? Ya lo había hecho dos veces pero ¿Qué de oportunidades tenía que volviera de nuevo?

Oscar había escuchado todas las historias del bosque. Antuan se las había contado todas y cada una de ellas le habían sonado historias de terror para no dormir y aunque quería creerle a su amigo no pudo hacerlo en ese momento.

Le había contado sobre una maldición del bosque, de que aquel que entra no sale jamás. Le había contado de su rey entre las ramas y hojas muertas. Le había hablado del chico del cementerio, ese pálido fantasma que no puede descansar en paz hasta que recate a su amada del bosque, que hace tratos a ciegas y que siempre resulta muerte de ese acuerdo, le habló sobre la Mansión que llevaba su nombre, esa que hace más de cien años se había quemado hasta los cimientos por venganza a fantasmas pasados y le había hablado de Carolina, la chica que hablaba con él en cementerio y de su promesa de ayudarla a partir... Le había hablado de Veronica, su niñera cuando Oscar era niño, su única amiga en medio de esa soledad la chica que se había perdido junto a otros cinco chicos en el bosque y que no habían vuelto jamás.

No le creía del todo a Antuan. Tampoco lo hizo cuando le platico que en el bosque él jamás había regresado completo, no... Hace cinco años cuando Antuan por primera vez desapareció entre los árboles y regresó con vida y esta segunda vez que volvió con Pablo Alcántara. Según Antuan cada vez que entraba salía sin algo.

¿Entonces que es lo que Antuan había perdido?

¿Entonces porqué había vuelto?

El cielo rugió sobre la tierra iluminado fugazmente el firmamento y el sonido de un impacto alerto a Oscar y abriendo la ventana una ave gigantesca entró a su cuarto. Oscar gritó asustado pero el cuervo negro aleteó ferozmente hasta que logró pasar la ventana, sus alas estaban empapadas pero no fue aquel brillo de sus plumas que llamó su atención fue mas bien que del pico dejó en el suelo una nota para luego dar tres pasos atrás para que el pelirrojo la tomará, Oscar miró al ave y luego la nota. Él conocía ese animal, era Sombra el favorito de Antuan. El cuervo ladeo su cuello para verlo a los ojos, sus penetrantes abismos hizo temblar a Oscar y con mucha cautela dio un paso adelante para tomar con cuidado el papel mojado que estaba en el suelo.

El ave graznó y por un segundo Oscar temió que sus padre hubieran escuchado el escándalo pero en la puerta ni el pasillo parecía escucharse algo. Con el corazón desbocado y el estomago revuelto Oscar abrió lenta,ente la nota.

Sus ojos se abrieron con horror, reconocía la letra.

Oscar podía reconocer lo que fuera que era de él con sólo mirarlo.


"Ven,  encuéntrame con mi padre

Tráela contigo"

La manos le temblaron con ferocidad Oscar tuvo ganas hasta de vomitar pero antes de que reaccionará su cuerpo Sombra volvio a aletear con fuerza y dejando un rastro de plumas negras salió volando de la habitación, rumbo al cementerio.

Emma salió del auto de su padre aun con dolor en las costillas derechas. Augusto salió también con el equipaje de ella en su mano. La casa de los abuelos jamás se había sentido tan sola y gris como en esos momentos y de nuevo ese hoyo nuevo en su pecho la dejó sin aliento. No era lo mismo, no se sentía igual que siempre era como estar pisando hielo frágil a punto de romperse.

- Vamos.- la animó su padre mientras la guiaba por la espalda a la entrada. Emma se dio cuenta de como la mirada de su padre lucia melancólica al volver a su casa que lo vio nacer y al abrir esas puertas y mirar todos esos recuerdos vio como la nostalgia envolvía a su persona. Augusto suspiró largamente.

- Hace mucho que no venía aquí.

Emma no se atrevió a decir nada en cambio comenzó a subir las escaleras rumbo a la habitación de su padre, él la siguió por detrás y cuando por fin entraron al dormitorio una sonrisa llena de recuerdos se le atravesó en los labios a su padre.

-Esta como la recuerdo- comentó con cierta alegría triste- No pareciera que me fui.

Emm le sonrió conmovida mientras su padre curioseaba sus paredes y cajones de su infancia. Emma se sintió cansado y por ello decidió recostarse en la cama, su padre le ayudo a acomodar sus cosas en los cajones y luego la cubrió con las mantas.

- Traeré tus pastillas- le dijo mientras le acariciaba el cabello Emma cerró los ojos ante las caricias, había extrañado tanto a su padre que casi sintió ganas de llorar.- Tranquila Emm, pronto nos marcharemos de aquí.

Emma abrió los ojos de golpe, de nuevo alerta en sus sentidos- ¿Qué?

- Mañana o pasado volverás a la ciudad- dijo su padre- Hable con tu madre ayer por la noche, vendrá a la estación por ti mañana en la tarde, concordamos que no es bueno que te quedes ahora como están las cosas. Es mejor que te recuperes en casa...

- Pero ¿Y la abuela?

- De eso me encargaré yo y el abuelo- le dijo- No quiero que te involucre más en esto Emm.

-No- negó ella con la cabeza mientras se volvía a incorporar hasta quedar entada en la cama- No me quiero ir hasta saber que la abuela y Antuan estén bien.

- No te lo estoy consultando- Su padre la miro con dureza, como si la tormenta de afuera de repente se traspasará dentro de la habitación- Te estoy diciendo que no te quiero aquí, estarás mejor en casa, con cuidados apropiados y tu madre cerca

- ¡Mi madre no me ha querido ver por seis meses!- le reprochó ella con cierto rencor en su voz, su padre entrecerró los ojos- ¡Sabes que es cierto! ¡Sé perfectamente lo del divorció papá y se que es mi culpa! ¡Y no entiendo como es que crees que ella va a querer cuidarme después de todo lo que me ha hecho!

- Cuidado Emma, ella sigue siendo tu madre.

- Una madre se queda con sus hijos y no los abandona por que sí.

- No puedes juzgarla por querer olvidar- le dijo mientras se levantaba de la cama- Lo que sucedió fue algo horrible para todos Emma, pero más para ella, no la culpes por querer olvidar el dolor. No eres nadie para juzgarla ahora, duérmete mañana discutiremos sobre esto.

Y la dejó ahí con la frase a mitad de la boca. Emma se sintió impotente.

Irse.

Se iría y sin saber que había pasado con la abuela.

Si estaría bien.

Si estaba con... vida.

¿Y Antuan?

No, ella no podía irse.

Se levantó de nuevo de la cama, el reloj marcaba las seis de la tarde. El día anterior Pablo y ella no habían podido hablar más sobre todo este asunto pero ella tenía que hablar con él, era él unico que podía ayudarla en esos momentos. El como ella sabían del peligro de ver cosas que otros no, ellos dos sabían que todo lo que estaba ocurriendo no era ninguna coincidencia.

Tenía que ir a buscar a Pablo, no le quedaba mucho tiempo.

Emma buscó de nuevo en los cajones y se puso ropa cómoda para que el vendaje pudiera hacer su función sin incomodidades, luego se puso los tenis deportivos que había traído y bajo las escaleras de la casa con sigilo, su padre no se veía por ningún lado Emma supuso que debía de estar en el patio trasero, así que aprovecho ese momento para salir de la casa y correr-como pudo entre los campos de cultivo de maíz- corrió como si su vida dependiera de ello aun si el dolor punzante le hiciera perder el aire cada cinco segundos, aun si le faltaba el aire, aun si...

Un dolor la hizo jadear con fuerza, una fuerza increíble había chocado con ella haciéndola caer de bruces. Emma boqueo con fuerza para recuperar el aliento, la cabeza le estaba dando vueltas y sentía que quería vomitar. Una mata de cabello rojo apareció en su campo de visión y tuvo que parpadear varias veces para entender que se trataba de un chico.

-¿Emma?- habló la voz del muchacho. Emma trato de ponerse de pie, el chico le ayudo a hacerlo pero cuando se incorporo un grito se escapo de su garganta, el vendaje se había movido quitándole presión a sus costillas y el dolor se volvió insoportable.- ¡Dios, estas bien!

Emma miró al muchacho que tenía delante. Lo reconocío de inmediato, ese chico era Oscar, el amigo de Antuan que aquella vez había salido huyendo, el chico que la había juzgado sin conocerla. Ahora lucía completamente alterado, unas ojera moradas y feas le adornaban el rostro.

Oscar castillo había sido el ultimo en ver a Antuan, entonces...

- ¿A dónde fue?- le preguntó apenas recuperó el aliento. Oscar la miró sin entender aun preocupado por el aspecto físico de la chica que parecía a punto de morir- ¿Adónde se marchó Antuan?

Y lo entendió , ella sabía algo, ella entendía lo que sucedía con el muchacho y se pregunto si habría sido el unico que había recibido una nota o ella también tenía una.

- No lo sé- le contestó sin rodeos- Salio corriendo cuando le dije sobre el accidente. Él dijo que tenia que parar esto, dijo que haría algo para repararlo...

- ¿Entonces no sabes donde esta?- y aquello sonó casi sin esperanza, Oscar negó con la cabeza mientras observaba a la chica respirar extraño.

- ¿Oye, te encuentras bien?

-¿Tengo que encontrar a Pablo?

- ¿A Pablo?

Emma asintió mientras se llevaba su brazo al rededor de su tórax para aliviar ese terrible dolor, el cielo de nuevo se estaba oscureciendo, los colores naranjas se volvieron de repente violetas y Emm supo que no le quedaba mucho tiempo su padre se daría cuenta de inmediato de su partida.

- Él ha ido al bosque.- le dijo mientras comenzaba a caminar entre las milpas.- El sabe donde esta Antuan, donde puede estar mi abuela.

- Antuan no está en el bosque.- soltó el pelirrojo, Emma lo miró confundida con la pregunta en los ojos. Oscar suspiró con cansancio y de la chamarra que traía puesto saco un pedazo de papel arrugado, se lo mostró a Emma.

- ¿Qué esto?

- Léelo- le pidió, Emma lo obedeció y apenas terminó de hacerlo los ojos de ella se abrieron de golpe, las manos le temblaron y sus ojos se encontraron con los del pecoso. - Entiendo, yo también tuve esa reacción...

- ¿Dónde?

- Fue el cuervo- confesó, Emma no parecía sorprendida y entonces comprendió mejor a su amigo y el porque había escogido a esa chica. Ella era igual que él, Emma podía ver lo que muchos no podían.- Creo que lo último se refería a ti ¿No es verdad?

Emma asintió sin decir palabra, tenía la cabeza hecha un revoltijo, parpadeó varias veces, el cielo ahora estaba completamente oscuro y apenas si alcanzaba ver las sombras del rostro del pelirrojo.

- ¿Con su padre?- le preguntó, Oscar se encogió de hombros el tampoco habia entendido a la primera pero el recuerdo de los años pasados le habia aclaro la mente.

- En el cementerio- le aclaró, ella lo miró a un sin comprender- Su padre esta sepultado ahí, una vez fui con él a visitarlo.

Emma se mordió los labios con angustia, los nervios le estaba arruinando la cabeza.

- ¿Por qué el cementerio y no el bosque?

- No lo sé.

Tenía pocas opciones, podría ir con Pablo y enseñarle la nota. Le pediría que los acompañasen al cementerio y buscara la chico para que les diera respuestas pero aquello significaba que fuera descubierta por su padre. Ya había estado mucho tiempo fuera de casa y seguro él ya había sospechado su huida, debía estar buscandola. También estaba el hecho de que le costaba respirar por el dolor de forzar su herida, Pablo la retendría y ella no tenía tiempo para aquello no cuando le quedaban horas en ese pueblo. No tenía opción, tenía que ir con ese chico pelirrojo aunque no le gustara la idea. Tenía que irse ya de ahí para que no la vieran.

Emma miró al muchacho.

- ¿Sabes como llegar?

El cementerio Francés se alzaba en toda su gloria. Al final del camino sinuoso para llegar ahí se encontraba el enrejado de color negro que separaba la entrada de la tierra de los muertos. Emma tragó saliva en grueso, las piernas le temblaban y no sabía si eran precisamente miedo o dolor de caminar tanto. A su lado Oscar también observaba con terror en los ojos esa entrada que daba escalofríos.

- ¿Cómo se supone que vamos a entrar aquí?- le preguntó la chica. Oscar miró a los costados y reconoció esas piedras flojas por donde una vez habia trepado.

- La última vez. –le dijo señalando con la cabeza ese lugar- Antuan y yo entramos por ahí.

- ¿Estas bromeando no? ¿Crees que voy a poder subir sin lastimarme?

Oscar la miró mal, como si él tuviera la culpa de que no hubiese otra manera. - Entonces no tengo idea señorita quejumbrosa. ¿Tienes tú alguna sugerencia?

- No, ¿ porqué tendría yo alguna si nunca he venido aquí?

- Pues no es como si yo me la pasará aquí por diversión entonces, la verdad- Emma bufó en silencio, sentía la molestia de ese chico sobre ella. Se preguntó porque.

- ¿Por qué viniste hasta aquí?- le preguntó con seriedad- No sabía que Antuan tenía amigos.

El rostro del pelirrojo se crispó de colmo, ella observó sus ojos cafés claros llamear veloces a su dirección. Había herido sus sentimientos.

- Y yo no sabía que tenía amigas estúpidas...

Un chirrido los hizo callar, delante de ellos la reja que hace segundos habia estado cerrada se abría lentamente delante de ellos. Un escalofrió les recorrió la espina dorsal.

- ¿Qué demonios?- susurró aterrado el pelirrojo. Emma comenzó a hiperventilar mientras los pasillos de mauseolos los invitaban a pasar, a seguir adelante. Emma casi se desmayó si no fuera porque casi por inercia tomo el brazo del muchacho que tenía a su lado para no caerse.

Era miedo.

Estaban aterrados.

- No parece buena idea- mustió ella con temblor en la voz. Oscar tampoco creía que era buena idea pero algo le decía que continuaran. Los ojos de un chico se cruzaron en su memoria, Antuan estaba ahí dentro y él iría hasta el mismo infierno para buscarlo. Así que tomó la mano de la chica y la arrastró adentro del lugar y apenas si dieron un paso dentro las puertas del lugar se volvieron a cerrar solas tras sus espaldas.- En serio no es una buena idea.

- Cállate y camina- le ordenó. Emma lo miró como si se hubiese vuelto loco ¿Cómo era posible que no se estuviera muriendo de miedo? Ella sentía que iba a morir, el reloj de la iglesia marcaban cerca de las nueve de la noche pero el silencio de la tierra de los fallecidos hacía ver aquello como cuentos de ultra tumbas.

- Quiero irme- le susurró con un llanto ahogado- No me gusta esto.

- Continúa- le apremió, Emma estaba tratando de zafarse de su agarré pero el pelirrojo era mas fuerte y la volvio a jalonar- Antuan esta más al fondo, no podemos para ahora.

Pero era imposible no querer largarse de ahí, el camino de losas sueltas la hacían tropezarse y los enormes arboles que resguardaban el lugar lo hacían ver aun más tétrico de lo que ya era. Emma observó a los lados, se sentía observada aun si ahí no había nadie, los rostros de los ángeles llorando, de los cráneos y las vírgenes la seguían con la mirada. Quiso llorar de miedo, ella estaba aterrorizada.

- En serio quiero irme- lloriqueó sobre el brazo del muchacho. Oscar se detuvo con la mirada furiosa. Emma forcejeó para liberase de su agarre. Oscar la soltó de golpe haciendo que la muchacha se tropezara y se tuviera que sentar en una sepultura que estaba cerca.

- ¡¿Qué demonios te pasa?!

- ¡¿A mí?!- le gritó en el rostro- ¡¿Qué demonios te sucede a ti?! ¡Te la has estado pasando llorando durante estos minutos! ¡Si no querías venir entonces ¿qué haces aquí?

Emma lo miró con lágrimas en los ojos. ¿Cómo estaba tan tranquilo? ¿Cómo alguien podría querer entrar en este lugar sin querer marcharse enseguida?

- ¡Antuan esta ahí!- señalo el fondo del cementerio- ¡Tenemos que ir con él!

Emma negó con la cabeza, estaba completamente aterrada. Su cuerpo se había paralizado de miedo y la sensación de que alguien los acechaba no la abandonaba.

- No quiero...

Oscar rodó los ojos y cansado de la situación asintió.

- Bien, puedes volver tú sola, yo iré con él.

-¿Me vas a dejar aquí?

- Si no quieres ir, entonces no te voy a obligar pero yo no voy a regresar sin Antuan- Emma lo miró incrédula ¿Por qué? Oscar comenzó a caminar- Y pensar que te escogió a ti- mustió con desagrado mientras comenzaba de nuevo a caminar.

Emma se quedó observándolo en silencio, esa determinación de seguir adelante en un sitio como ese. Cerró los ojos, su corazón iba a mil por hora. Quería ayudar a su abuela, quería ir con Antuan pero... algo en su cuerpo le estaba gritando que huyera de ahí pero no podía hacerlo, no sola así que abrió los ojos y se obligo a caminar de nuevo aun con todo ese temblor en el cuerpo.

Las lápidas seguían su curso en hileras, los ángeles seguían llorando. Los sonidos pequeños se lazaban con trémulos ecos sobre los caminos y laberintos de nombres difíciles de pronunciar.

- ¡Oscar!- lo llamó pues se dio cuenta de que el pelirrojo se había esfumado de su vista. La soledad de la muerte le inundo los ojos. Emma volvio a tragar saliva asustada. Había sido una mala idea haberse quedado sola, ¿En qué estaba pensando?- ¡Antuan! ¡Oscar!

Pero nadie le respondió, ahora casi desesperada tomó el pasillo más ancho donde los arboles eran mas gruesos y las lápidas mas viejas, le pareció eterno ese lugar sin salida.

-¡Oscar!- intentó de nuevo- ¡Antuan! ¡Oscar!

- ¿Te perdiste?- Una voz ronca y profunda se escuchó a sus espaldas. El cuerpo de Emma se tensó de golpe, casi se hecho a llorar y con el corazón en la boca se dio media vuelta.

Ahí, en mitad de los mauseolos había un muchacho vestido de negro. Era un tan pálido como el mismo mármol con los ojos tan oscuros como dos cuencas que bailaban en el vació y la miraba de una manera tan triste y tan desgarradora que Emma se sintió completamente sola.

- ¿Te perdiste?- le volvió a repetir.

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