«Soy un idiota», me decía a mí mismo.
Cuando llegaba a casa, me tumbaba en mí cama, miraba el techo e imaginaba cosas estúpidas, así como yo.
Imaginaba que algún día podía encontrar a la chica que me hiciera cambiar esa forma tan errónea de vivir.
Sabía que no estaban bien las cosas que hacía, pero aún así, no paraba.