An I for an I (Tomarry)

Por Maya_0196

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Después de la guerra, Harry aprende que no hay tal cosa como una vida normal. Al menos no para él. *Traducci... Mais

Aclaraciones de Traducción
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo 4
Capítulo V
Capítulo VI

Capítulo III

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Por Maya_0196

An I for an I

By lorddmarvoloRyddle

Traducción por Alyssa S.

.

Capítulo III

Voldemort sabía que algo no estaba bien tan pronto entró al sótano. No había nada en ese lugar más que cajas llenas de mercancía muggle para la tienda y unas cuantas telarañas regadas por varias partes de la habitación. Polvo cubría por las superficies que vieras aunque no le molestó en lo más mínimo. Era familiar, un recordatorio de sus días en Hogwarts y su trabajo en Borgin and Burke. Hace mucho tiempo.

Consideró mirar un poco más a su alrededor antes que lo sintiera, algo que era indescriptible. Un frío en su interior que se extendió por todo su ser, de la cabeza a los pies. Los ojos de Voldemort de inmediato se enfocaron en la escalera superior. «Potter». Desde su... muerte, no había sentido al chico como antes. Como lo esperaba. La conexión todavía estaba allí en alguna parte, pero estaba nublada, oscurecida. A pesar de esto Voldemort intentó contactarse pero solo encontró silencio al otro extremo del enlace. Su inquietud creció.

Voldemort podía haber liberado su magia más optó por no hacerlo. Lo más probable es que alguien más –no Potter- sea capaz de sentirlo. Su visión se acostumbró a la penumbra que lo rodeaba por lo que, apenas dio vuelta a la izquierda cuando los vio.

Dos figuras, una de pie sobre otra que yacía inmóvil en el suelo. Su molestia inicial por no ser capaz de sentirlos se desvaneció al notar quién estaba en el suelo. Harry Potter, en un charco de su propia sangre, completamente quieto.

Voldemort ataca al otro hombre en un movimiento rápido, dejándolo inconsciente. Las luces iluminaron el pasillo mientras se arrodillaba al lado de Potter y buscaba su pulso. La vestimenta de Harry estaba roja, goteando donde la herida estaba en su estómago. Sabía que una cosa era cierta: el chico no podía morir, al menos no ahora. No mientras esa desgraciada mujer tenía su sangre. Voldemort lo necesitaba para vivir. Necesitaba a Potter más que anda en su vida en estos momentos. Cuando sus dedos encontraron un pulso débil, deja escapar un suspiro de alivio y lanza una gran cantidad de hechizos curativos sobre el lastimado cuerpo.

Sus pantalones estaban empapados de la sangre de Potter cuando terminó. El pulso del chico se encontraba a un ritmo normal y Voldemort se permitió relajarse. Estaba a salvo, sus planes estaban seguros. Harry Potter iba a vivir. Con un movimiento de su mano la ropa de Harry regresó a la normalidad, el charco bajo él también desapareció. Antes de levantarse, sus dedos se rozaron ligeramente sobre la famosa cicatriz en la frente del más joven. Sobre su conexión.

Era hora de tratar con cierto hombre.

.

.

Harry tuvo un mal presentimiento tan pronto recobró la conciencia. Con los ojos cerrados escuchó su entorno, pero solo había silencio. Su cuerpo no le dolía, cosa que le hizo preguntarse si todo no había sido más que un extraño sueño. Nada salía de su estómago o de cualquier otra parte de su cuerpo, Harry comprobó al tantear su herida a través de una ropa que no era suya. No encontró nada que estuviera mal.

Sus ojos se abrieron, notando el desconocido lugar. Estaba acostado en una cama en una habitación desconocida, completamente solo. El fuego ardía constante en la chimenea y sus anteriores ropas estaban cuidadosamente dobladas en una silla. Solo podía ver el bosque fuera de las ventanas. Su varita no estaba a la vista.

Harry casi sale de la cama cuando la puerta a su derecha se abrió, tomándolo por sorpresa. Solo era Ryddle. El hombre en silencio miró su estado antes de avanzar por la habitación y convocar de manera no verbal una silla justo al lado de su cama.

—¿Qué pasó? —Harry preguntó antes que Ryddle pudiera sentarse—. ¿Y en dónde estamos?

El mayor suspiró, sacando la varita de Harry del el bolsillo de su pantalón y arrojándola sobre el colchón. Harry la tomó al instante.

—¿Cómo te sientes?

—Bien, creo. Pero, ¿qué fue lo que sucedió? Recuerdo...

—Fuiste apuñalado, eso fue lo que pasó—Ryddle expresó—, y respecto a tu segunda pregunta... es complicado.

Observó mejor a su antiguo enemigo, notando los círculos oscuros bajo sus ojos y las arrugas en su camisa blanca. ¿Siquiera había dormido?

—Explícate entonces —el ojiverde exclamó.

—Cuando subí, vi a un hombre de pie junto a ti. Me encargué de él antes de enfocarme en curar tu futuro motivo de muerte. Revivirte habría sido muy problemático y molesto, más contando que no tienes otras maneras de anclarte a este mundo como yo hice.

Harry parpadeó. Recordó lo rápido que había sido su atacante. Solo había sentido dolor justo antes de desmayarse. Si Ryddle no hubiera llegado...

—¿Le mataste? —cuestionó el menor, colocando las sábanas sobre su cuerpo, sintiendo un repentino frio.

La mirada que Ryddle le dio parecía decirle que era muy estúpido. —Claro que no. Solo lo aturdí mientras me ocupaba de ti—corrigió con el ceño fruncido—, aunque la oportunidad no se presentó.

Harry lo miró por unos momentos. —No entiendo. ¿Se escapó? ¿O qué?

Harry no podía imaginar que alguien sea capaz de escapar de Voldemort. Nadie más que Dumbledore y él, por lo menos.

—Althea llegó justó después de que te sané. Demostró que estaba en lo cierto—declaró Ryddle con aire de suficiencia—. La tienda era un lugar de reunión para ellos."

—¿Ellos? ¿Qué son ellos?

—Se hacen llamar 'Los Caballeros Oscuros". Una alusión al primer nombre que les puse a mis Mortífagos, supongo. Los Caballeros de Walpurgis.

Antes de que Harry pudiera abrir su boca, Ryddle continuó.

—Althea es su líder y afirmó que su objetivo era traerme de regreso. Sus números son más grandes de lo que pensaba al principio, y eso es todo lo que pude reunir en las pocas horas aquí.

Era claro por la forma en que habló que no estaba satisfecho con su actual situación. Había algo más sobre la manera en que se comportó.

—¿Quería que regresaras? ¿Por qué? —preguntó Harry, con sus ojos fijos en el mayor.

Ryddle le devolvió la mirada con mucha más intensidad de la necesaria. Como si estuviera tratando de comunicarle algo sin llegar a decirlo. Harry consideró preguntarle directamente, pero la expresión de Ryddle lo detuvo.

—Ella tuvo una visión hace unos años. Sobre un futuro donde los magos oscuros estaban siendo cazados. Exterminándolos uno por uno. Ella misma es una de nosotros, por lo que puedes imaginar lo que la auto-preservación la pudo conducir.

—Así que estamos en su guarida—concluyó Harry, entendiendo lo que estaba ocurriendo. No podían hablar libremente aquí—; lo comprendo, ¿pero por qué su hombre trató de matarme? ¿Y para qué robó tu sangre? No tiene sentido.

En esos momentos cuánto extrañaba su conexión mental. Pero estás eran preguntas seguras, no sabían nada de Althea. La aprobación en la cara de Ryddle era la única respuesta que necesitaba. Su postura era relajada, como si no los estuvieran escuchando.

—En realidad sí lo tiene —Ryddle le sonríe, y Harry casi le devolvía el gesto. Sabía que el moreno lo entendía—. Ella es una vidente. Vio todo lo del muggle y tomó mi sangre para revivirme. Por supuesto, al final no fue capaz de completar todo el proceso. Tampoco sabía cómo, y ella pasó por alto el ingrediente más importante.

—¿Y ese sería? —cuestionó Harry.

—A ti.

Ambos giraron, Harry reconociendo la voz al instante. Ella no había cambiado nada desde la última vez que la vio, cuando le dijo la profecía sobre el niño que Harry terminó asesinando a sangre fría. Ella estaba en la puerta observándolos como lo haría una madre con sus hijos portándose mal. A pesar del color blanco de su cabello, su piel era lisa y hacía imposible adivinar su edad.

Althea dio un paso más en la habitación, una silla apareciendo de la nada junto a Ryddle, pero no tan cerca de Harry cosa que lo tenía contento. Ella le sonrió, más no le regresó el gesto. Él era capaz de defenderse por sí mismo y, en el peor de los casos, Ryddle estaba aquí. Harry confiaba en que sus intenciones eran suficientes para defenderlo si era necesario.

—Tienes mis más sinceras disculpas por lo que pasó en la tienda —dijo—. Por lo que me comentaron, estaba oscuro y mis hombres no son muy amables con los intrusos. Es por nuestra propia seguridad. Por suerte para ti, nuestro Señor estaba allí en ese momento.

Harry no creía ni una sola palabra que salía de su boca. Ni siquiera en la manera respetuosa con la que se dirigió a Ryddle.

—Sí, por suerte. Y ahora que tengo el placer de volver a verte, me gustaría que me expliques sobre la profecía falsa—replicó Harry, totalmente consciente de la tensión en la sala.

—Una mentira era, pero necesaria. Ese era el primer paso para traer al Señor Oscuro de nuevo a este mundo. Un acto atroz cometido por su propia alma —dijo Althea a sabiendas—, o su alma gemela, si lo deseas.

Las manos de Harry temblaban, una agarrando su varita y la otra envuelta alrededor de las sábanas.

—Me has hecho matar a un niño inocente.

La bruja sacudió su cabeza negando.

—No, Señor Potter, yo solo le comenté algo. La decisión fue toda suya. Tenía que ser hecha por ti, si no, no habría funcionado. De no haberse hecho, nuestro Señor hoy no estaría aquí. La única variante que no pude ver después de eso eras tú. No podía distinguir que eras la parte más importante del plan, tampoco tu alianza con el Señor Oscuro.

—Estoy seguro de que lo entiende —Ryddle intervino, con los ojos fijos en los de Harry—, ¿no es así, Potter?

Cuán mentiroso e inteligente era. Harry estaba seguro de que la vidente pensó que su antiguo enemigo lo estaba manipulando. Lo que era verdad en cierto modo. Pero como bien dice el dicho: «Mejor tratar con diablo conocido». Y ambos se conocían mejor que nadie. No había ninguna duda al respecto.

El plan de Ryddle para todo esto, porque seguramente tenía uno, permanecía desconocido para Harry. Pero a pesar de esto, estaba dispuesto a seguirlo con todo.

—Lo hago —el moreno responde, sin quitar su vista de la bruja.

Por la manera en que ella lo miró, Harry notó que no había comprado sus palabras. No importaba siempre y cuando pensara que Ryddle y él no podían trabajar juntos.

—Pero me temo que no estoy aquí para recordar los momentos agradables que pasamos juntos. He venido a llamar a nuestro Señor a la planta baja para que conozca al resto de nosotros. No esperaba que despiertes tan pronto.

Althea le sonrió dulcemente mientras se levantaba y daba una pequeña reverencia ante Ryddle que no parecía siquiera fijarse en ella. Sus ojos estaban pegados en Harry.

—Si te sientes lo suficientemente bien, también eres bienvenido —ella ofreció amablemente, justo antes de pasar a Ryddle—; esto, por supuesto, si el Señor Oscuro lo permite.

—Ya lo veremos.

Su tono era impasible, un indicador silencioso a la mujer para que saliera de la habitación. Ella lo notó, haciendo una reverencia en dirección a Ryddle antes de atreverse a acercarse a Harry y de la nada colocar una mano en su hombro.

—Descansa bien, Señor Potter.

El contacto fue breve, pero hizo a su piel erizarse. Cuando la fémina procedió a salir de la habitación, la voz de Ryddle la detuvo.

—Una última cosa, Althea —intervino—. No me gusta que otros toquen lo que es mío.

Ella estaba de espaldas por lo que Harry no pudo ver su expresión mientras se iba. Solo cuando estuvieron solos, finalmente Harry vio la inmensidad de la rabia en Ryddle. Sus puños estaban cerrados con tanta fuerza que sus venas se estaban mostrando, con una mirada venenosa en sus ojos grises. Le recordaba tanto a su anterior yo que hizo a Harry sentir una punzada de miedo de solo mirarlo.

—Ryddle —Harry soltó, alejando las sábanas a sus pies. Se sentó al borde de la cama, esperando a que el otro hable.

—No deberías salir de la cama tan pronto.

Harry no respondió y observó como Ryddle se para. El hombre más alto avanzó hacia él y para gran sorpresa de Harry, se agachó al nivel de sus ojos. Harry parpadeó cuando los dedos se cerraron alrededor de los suyos en su regazo. Sus caras estaban a pulgadas de distancia.

—Quédate aquí, Harry. Al menos por esta noche.

Era mitad orden, mitad súplica. Harry cedió simplemente porque Ryddle lo quería. Asintió en derrota, su mirada recorriendo los atractivos rasgos de Tom. Su mirada fue regresada y con un apretón de su mano, el antiguo Señor Oscuro se levantó.

—Espera por mí —dijo Ryddle.

—Apresúrate entonces.

Las comisuras de los labios de Ryddle se curvearon en algo parecido a la diversión y Harry lo contó como un 'sí'. La puerta se cerró detrás de él.

.

.

.

Cuando Harry se despierta a la mañana siguiente, nadie fue a buscarlo. No parecía que Ryddle haya dormido allí. Así que después de vestirse sale de la habitación, varita segura escondida en su manga.

Estaban en una mansión, eso era evidente. Tenía dos pisos y tan pronto como Harry comenzó a bajar por ellas, escuchó voces que venían de abajo. No había retratos que decoraran las paredes. Ni siquiera muggles. Durante su trayecto no se topa con nadie ni se le impide entrar en la puerta que llevaba a lo que suponía el salón.

Hombres y mujeres se sentaron alrededor de una mesa en una perfecta imitación de las anteriores reuniones de los Mortífagos. Harry estaba seguro que lo habían escuchado venir porque todas las conversaciones cesaron cuando entró. Ryddle estaba cómodamente sentado en la cabecera de la mesa, tamborileando los dedos sobre su silla. Levantó una ceja a Harry cuando lo notó.

—Siéntate.

Harry le devolvió el gesto arrogante, pero hizo lo que se le dijo. Coincidencia o no, la única silla libre era la derecha de Ryddle y Harry se encontró sentado frente a Althea. Si ella estaba molesta por su presencia, no lo demostró. La vidente le ofreció una breve sonrisa como una especie de gesto de aliento antes de volver su atención a Ryddle.

—Entonces, Mi Señor, como le estaba diciendo antes de que nos interrumpieran... Nuestro número incrementará una vez que se corra la voz de que estás de vuelta. Haremos nuestro movimiento y ataca-

—No —Ryddle la interrumpe.

Harry se toma su tiempo para estudiar a las otras personas que se sientan alrededor de la mesa. Había diez. Tres mujeres y siete hombres. Una especie de círculo interno, supuso. Ninguno de ellos destacaba en particular más que la obviamente tentativa de vestirse como los Mortífagos, negros de la cabeza a los pies. Un hombre que parecía ser de unos cuarenta años con una cicatriz que cubría su mejilla izquierda lo fulminó con la mirada cuando sus ojos se encontraron.

—No —continuó Ryddle, como si no estuviese observando el intercambio silencioso—. No vamos a atacar. Tampoco tendríamos que informar a los otros de mi regreso.

—Por supuesto, Mi Señor, tu secreto está a salvo con nosotros, no atacaremos ahora. En unos pocos meses-

—No, Althea, no atacaremos en lo absoluto. ¿Estoy siendo claro?

Si bien parecía una pregunta retórica, pero la bruja aun así asintió. Ella era muy buena en ocultar sus emociones. No había un solo rastro de resentimiento que se pudiera leer en su cara angular. Pero, de nuevo, ella había sido capaz de fingir con el propio Harry. No debería haber estado sorprendido por sus habilidades de actuación. Por desgracia, no podía decirse lo mismo de sus subordinados. Unos murmullos de protesta se podían escuchar alrededor de la mesa antes de que la fría voz de Ryddle los hiciera callar en un instante.

—Levántate.

Harry se congeló. También todos a su alrededor. De repente, el aire se llenó de tensión y todos los ojos junto a los suyos miraban hacia abajo. Observó a Ryddle –o mejor dicho, observó a Voldemort – buscar a un hombre en particular con tanta frialdad en sus ojos que le erizó la piel a Harry.

—No hagas que lo repita —advirtió Voldemort.

La silla del hombre hizo un ruido fuerte contra el suelo mientras se levantaba. Su cabello castaño estaba peinado hacia atrás y le hacía parecer más joven de lo que realmente era. Parecía un adolescente, o tal vez en realidad era uno. Harry sabía que no iba a terminar bien tan pronto como vio la expresión del chico. Sus rasgos se retorcieron con desdén mientras observaba a Ryddle directamente.

Tonto.

—Más cerca.

Era como escuchar a una bomba de tiempo a punto de estallar. El chico permanecía en silencio mientras rodeaba la mesa hasta estar justo detrás de Althea, su postura radiando desafío. A juzgar por sus caras de terror, todo el mundo parecía entender lo que iba a suceder. Los que estaban del lado del muchacho, de todos modos. Se creía valiente, Harry se dio cuenta. Era una pena que nadie le había enseñado la diferencia entre la valentía y la estupidez. Incluso la vidente era lo suficientemente inteligente como para no decir nada.

Los ojos grises de Ryddle estaban en el chico que de alguna manera decidió que era prudente ser el primero en hablar.

—¿Cuál es el problema? Pensé que se suponía eras nuestro Señor. Pero no eres El-que-no-debe-ser-nombrado. Él no habría dudado en atacar. ¡A sentarse aquí como un cobarde!

Estaba en el suelo gritando a todo pulmón justo después de que terminar de hablar. Ryddle no había movido ni un dedo, pero el chico estaba aullando del dolor, arañando el sueño con las uñas. Hubo un breve momento en el que Harry se dio cuenta que se estaba acostumbrando demasiado a ignorar este espectáculo de muerte y sufrimiento. El Crucio se levantó pero el chico no lo hizo. Había decidido no hacerlo, o quizás era porque físicamente no podía. Solo su respiración errática llenaba la habitación.

—Este hombre pareció cuestionar mi identidad e intenciones. Mi autoridad —comenzó Ryddle, mirando brevemente al tembloroso mago—; ¿alguien más comparte sus pensamientos? De ser así, por favor de un paso al frente. Tenemos que aclarar cualquier malentendido, después de todo.

Ninguno de los ojos se encontró con los suyos. Hubo una atmosfera tensa, donde todo el mundo miraba a sus pies antes de que Ryddle vuelva a hablar.

—Muy bien.

Se levantó en un movimiento rápido, enviando una maldición asesina no verbal al chico. Todo pareció detenerse cuando el cuerpo dejó de moverse. El corazón de Harry latía más rápido ante el mero poder que Ryddle irradiaba. Era intoxicante, enloquecedor. Se sentía como drogado, con las palmas sudorosas y todo. Nadie parecía tener la misma reacción. En su lugar había terror escrito en sus rostros.

—Todos, fuera.

Su orden fue recibida con entusiasmo. Mientras Harry se levantaba, miró como Althea se inclinaba con cortesía ante Ryddle antes de salir. Iba a seguirlos, pero la voz de Ryddle lo detuvo.

—Tú no, Potter.

Harry ganó un par de miradas curiosas de los otros, pero nadie se atrevió a decir nada. Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, Ryddle se dirigió a él y extendió una mano. Harry la tomó, sintiendo inmediatamente la sensación desagradable de la aparición. Suelta la mano del otro apenas llegan a su destino, notando que es su habitación en el hotel. No podía negar lo bien que se sentía regresar. Lo seguro que parecía. Como en casa.

Su mano hormigueaba donde Ryddle lo había tocado. El hombre se movió para estar más cerca de las ventanas, la ira obvia en su postura.

—¿Ryddle? ¿Es seguro estar aquí?

El otro hombre giró, sus ojos vagando sobre Harry y haciéndole sentir completamente desnudo bajo su intrusiva mirada.

—Tú siempre estarás a salvo conmigo. Pero supongo que te refieres si ahora nos están vigilando o no. Te aseguro que no lo estamos.

Eso era todo lo que Harry necesitaba escuchar.

—¿Recuperaste tu sangre? ¿Te la dieron? —indaga Harry.

Ryddle asiente y se dirige al sofá. Harry siguiéndole de cerca.

—He destruido el vial tan pronto como llegó a mis manos.

Y eso era todo. Ya no había nada que los uniera. Ningún objetivo en común. Eran libres para irse por su cuenta, a partir de ahora. Pero Harry descubrió que no quería hacerlo. Además, Ryddle le habría dicho si quería que se fuera. Seguro.

—No confío en ella.

—Tampoco yo —le confió Ryddle—, pero no podemos negar su utilidad. Los caballeros también pueden ser útiles.

—¿Qué quieres decir?

—Puede que haya regresado, pero por ahora mi poder se limita a mi magia. Mis últimos seguidores están muertos, encarcelados, o demasiado viejos para ser de alguna utilidad para mí. Además, esta vez tengo la intención de adoptar un enfoque diferente. Necesitaré personas influyentes, pero por el momento ellos son todo lo que tengo.

—Tienes planes—repitió Harry—: ¿O no?

No esperaba que Ryddle le responda con la verdad, o responder en absoluto.

—Por supuesto que sí. Tengo la intención de recuperar mi poder sobre el mundo mágico, ¿y qué mejor manera que conquistando el Ministerio?

—Quieres ser el Ministro de Magia—concluyó Harry—, por eso les dijiste que no utilizarías a los "Mortífagos Parte II" para atacar.

Las comisuras de los labios de Ryddle se levantaron ante su broma no intencional.

—Lo hare —confirmó, con los codos apoyándose en sus rodillas—; aunque es un plan a largo plazo.

—Y piensas que Althea va a ayudar.

—Por el momento, sí. Tenemos los mismos objetivos, de lo contrario ella no te habría incitado a comenzar todo esto. Sin embargo, eso no se puede saber con certeza. Su mente está cerrada para mí. Ante cualquier intento de entrar ella reunirá lo que quiere que vea. Tal y como hizo contigo.

Aún así, a Harry no le agrababa. Entiende que la situación era más personal para él de lo que era para Ryddle, pero Althea no debe ser de confianza. Ni siquiera como una subordinada o lo que sea que Ryddle la considere.

—Mira, entiendo que su don puede ser útil, pero de verdad, no confíes en ella. Literalmente nos espió.

—Y lo noté. También la espié y ella lo sabe. Lo que estoy tratando de decir es que por el momento nos estaremos usando el uno al otro.

—Aun así sigue sin agradarme— Harry repitió en voz alta.

—No tienes por qué hacerlo.

La mano de Harry distraídamente tocó su estómago donde se suponía debía estar su herida. Los agudos ojos de Ryddle siguieron su movimiento.

—Nadie te va a hacer daño, Potter. Dejé bastante claro que eres mío. Y nadie toca lo que me pertenece y vive para contarlo.

Harry se rió: —¿Cómo que tuyo?

—Como guardián de mi alma, creo que tengo todos los derechos de llamarte mío.

Harry no respondió y evitó la intensa mirada del otro hombre, consciente de su proximidad. De lo pequeño que el sofá era en realidad. No debía tener ese tipo de pensamientos sobre Ryddle. Nada bueno podría salir de ello.

—Está bien. Haremos lo que dices.

—¿Nosotros? ¿Te quedas entonces? —preguntó Ryddle.

—Sí. No es como si tuviera algún otro lugar donde pueda ir —Lo cual era cierto—, o algo más que hacer. ¿Y quién sabe? Tal vez en unos años incluso podamos cambiar algo en el mundo mágico. Me quedaré aquí por el momento.

Ryddle parecía contento. El hombre se levantó y dejó escapar un suspiro.

—Muy bien. Voy a tomar una ducha. Mientras tanto puedes descansar.

Una vez a solas, Harry se acercó a la cama y se acostó. A decir verdad, estaba agotado, incluso si no quería demostrarlo delante de Ryddle. No había dormido bien en la mansión de Althea, no sabiendo que no estaba en su casa. Pero ahora podía hacerlo. Ryddle estaba a solo unos metros de distancia; Harry podía incluso escuchar el agua correr.

Él cierra sus ojos.

.

.

Harry se despierta con un sobresalto y casi golpea a Ryddle que estaba inclinado sobre sí, sujetando sus manos contra el colchón.

—Estabas teniendo una pesadilla —explicó Ryddle, aun sin dejarle en libertad.

Ryddle estaba casi sobre él, las sombras bailaban por todo su rostro mientras miraba al de ojos verdes. Era de noche, no había fuego en la chimenea, pero Harry estaba demasiado caliente. Intenta no pensar en su sueño. En volver a asesinar a ese niño y en sus temblorosas manos empapadas en sangre. Pero regresaba a su mente una y otra vez.

—¿Por qué no me despertaste? —preguntó Harry, sintiendo un poco de consuelo al tener al mayor aquí con él.

—Estabas durmiendo cuando regresé. Además, yo fui yo quien te dijo que descansaras.

Harry suspiró. —Me puedes liberar ahora. Estoy despierto.

Ryddle no se movió ni una pulgada. Harry trató de no prestar demasiada atención a su posición, pero le resultó imposible. El hombre le tenía, literalmente, inmovilizado en la cama, y estaba seguro que Ryddle podía saber todos los pensamientos sucios que tenía al instante. Tal vez debería estar disgustado por esas imágenes mentales, pero Ryddle era tan guapo que le quitaba el aliento. Puede o no ser un monstruo sin corazón, pero era tan hermoso. No es que a Harry le importase. Él no era mejor que Ryddle, de modo qué ¿quién era para hablar?

Sintiéndose atrevido, cierra sus dedos alrededor de los hombros de Ryddle con la intención de acercarlo más. Sin embargo, el hombre no se movió y se quedó allí sobre Harry. Mirándolo tal y como un científico haría con su experimento. Y Harry se sintió como un tonto por pensar que Ryddle quería hacer eso, y con él para acabar. Cuando dejó caer sus manos, el mayor habló.

—No comiences esto, Harry.

Ryddle levanta sus brazos y se endereza. Harry parpadea antes de procesar las palabras del otro y colocarse de pie.

—¿Qué pasa si lo quiero?

—No sabes lo que quieres—argumenta el otro hombre, como si estuviera dando un sermón a un niño.

Harry se ríe, haciendo que Ryddle fruñera el ceño hacia él.

—Claro que sí. Te quiero. Y créeme, no estoy diciendo que estoy feliz por eso, pero es lo que quiero. Lo supe cuando ese hombre me apuñaló —Harry le confesó en voz baja, su corazón martilleando en su pecho—, porque eres al único por el que llamé. Fuiste el único por el que pensé antes de darme cuenta de que puedo morir así. Así que no digas que no sé lo que quiero. Te quiero.

Ryddle levantó una ceja y se acercó.

—¿Ya terminaste? —se burló, girando un poco su cabeza.

El corazón de Harry dio un vuelco, las palabras de Ryddle lo dejaron mudo. No había rastro de empatía en las palabras o expresión del otro hombre. Ninguna compasión.

—Si es así, vuelve a la cama y olvida que esta conversación sucedió.

Harry deseaba haber permanecido en silencio. Las lágrimas se reunieron en sus ojos pero parpadeó, no dispuesto a dejarlas caer. Sin mucho más que otra mirada, Harry le dio la espalda al otro hombre más alto y se apareció en el acto.

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