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By amantedelaspalmeras

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-Ven aquí princesa -Dijo él golpeando suavemente sus piernas, sentado en el sillón de mi casa. Caminé hacia é... More

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Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7

Capítulo 5

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By amantedelaspalmeras

Es una tarde gris y hace mucho frío afuera. Tomo mi chaqueta y bajo rápidamente las escaleras, de nuevo llegaré tarde a mi clase de piano. Estoy por abrir la puerta y justo un cartero llama.

—¿Vive aquí Alfred Wesley?

—Sí ¿Qué sucede?

—Tengo una carta que entregar. ¿Se encuentra el señor?

—No, pero soy su hija, puede dármela

—¿Usted también vive aquí? —Pregunta el imbécil, rayos tengo que irme.

—Sí, vivo aquí. ¿Algo más necesita saber?

El hombre me observa con mala cara y luego de firmar una planilla me entrega el sobre, lo deposito arriba del mueble más cercano que tengo y salgo. Tomo el primer bus que pasa y luego de unos minutos bajo para caminar las cuadras que faltan hacia la academia.

Ha comenzando a lloviznar y las nubes grises ahora se tornan negras. Apuro el paso mientras observo algunas vidrieras y antes de cruzar la avenida escucho unos frenos chillar contra el pavimento y el inconfundible sonido del choque. Me quedo estática en la esquina mientras las personas de los comercios salen corriendo para ver que ha sucedido. Observo todo desde mi lugar, un auto notablemente nuevo con el cristal del parabrisas estallado. Más adelante, una moto hecha añicos en medio de la calle y, a unos metros más lejos, un joven tendido en el suelo probablemente inconsciente. Una ambulancia y patrulleros se hacen presentes y para este entonces, todo mundo esta mirando que sucede. Suben al joven a una camilla y logro observar como la sangre emana de su cabeza. Tengo que irme de aquí. Sigo caminando y entonces un policía se me pone enfrente.

—¡Testigos! ¡Testigos! —Grita él junto a otro uniformado, siento una mano en el brazo y trato de safarme.

—Yo no vi nada ¿Qué hacen? No, no, no...

Pero todo sucede demasiado rápido y cuando me doy cuenta estoy dentro de un patrullero junto con otra mujer. No, no puede ser. Tengo miedo. Llegamos a una delegación de policía y las manos me tiemblan de nervios.

—Oiga no puedo estar aquí, soy menor —Le explico a otro uniformado.

—¿Cuántos años tiene señorita?

—Diecisiete

—Bien, muéstreme su identificación

—Lo siento, no la traigo

—Entonces tendrá que quedarse aquí

Me conducen por un pasillo y me indican que tome asiento fuera de una de las oficinas, quiero irme pero otro oficial está de pie a mi izquierda y tiene una cara que da miedo. Busco en mi bolsillos el teléfono para llamar a mi padre pero no lo tengo, no puede ser, lo olvidé por atender al cartero. Le pregunto al oficial si hay algún teléfono aquí que pueda usar y me señala uno de pared a unos metros. Corro hacia él y comienzo a marcar hasta que me doy cuenta que el número que pienso llamar y el único que se de memoria es el teléfono fijo de casa, serán como las cuatro y mi padre no llega sino hasta las seis.

Desesperada vuelvo a buscar al oficial en un intento de hablar con él hasta que veo como un hombre cabizbajo es conducido bruscamente por dos uniformados y, detrás de él, con gesto muy serio y frío, calculador y seguro de sí mismo, el señor con el cual pasé la noche más increíble e inesperada de mi vida.

—Frederick —Su nombre parece salir solo de mis labios y por unos instantes voltea y clava sus verdes ojos en mi, como si no pudiera creer que era yo quien estaba allí. Camina unos metros más hasta que el sujeto es adentrado en una oficina y, con pasos veloces, se dirige a mi y tomándome de ambos brazos me empuja hacia otro pasillo.

—¿Qué haces aquí? —Pregunta de forma brusca con su rostro a escasos centímetros del mío.

—Yo... Ahm... Me obligaron, ellos...

—Habla claro —Exige

Trato de tomar aire pero lleva puesto el mismo perfume que aquella noche y eso no me deja pensar con claridad.

—Yo Iba caminando, y vi todo. El choque. Lo vi todo. Entonces pidieron testigos, me obligaron, me obligaron a venir. Frederick tengo que irme ya de aquí, haz que me dejen ir, soy menor, no pued...

—¿El choque de hace un rato? ¿De verdad? —Asiento y ríe— ¿Eres menor para qué? Tienes 17 Beryl, en este país legalmente puedes ser testigo y declarar desde los 16

—Por favor, haz lo que sea pero quiero irme, no me gusta estar aquí, te lo suplico

—De acuerdo, veré que puedo hacer

Cruzo algunas palabras más con él hasta que otro oficial me conduce a la oficina. Me hacen algunas preguntas y me piden un número telefónico de contacto y mi dirección.

Calle Falsa 123

De acuerdo, no. Mejor digo la verdad a ver si tengo problemas luego.

—Bien, traeré una planilla y tendré que pedirle una firma. Entonces podrá retirarse —Me explica el oficial y sale dejándome sola. Minutos más tarde escucho la puerta abrirse y cuando giro la mirada observo a Frederick ingresar.

—Yo sabía que no resistirías

—¿De qué hablas? —Pregunto elevando una ceja y luego recuerdo el estúpido mensaje de anoche

—¿Perdiste la memoria? Que yo sepa no eres tú quien tuvo el accidente —Bromea

—Que gracioso. El único que accidente que tuve fue haberme cruzado contigo. ¿Qué es lo que haces tu aquí?

—La mujer que iba en la moto falleció. Seré el abogado defensor del conductor del automóvil.

—¿En la moto no iba un joven?

—Un joven y una joven, falleció ella

—¿Defenderás a un asesino?

—Beryl, no es así

—Yo no quiero ser parte de esto Frederick, pero yo sé lo que vi —Respondo tajante y en el mismo instante el oficial ingresa nuevamente. Firmo una hoja y a paso apresurado finalmente salgo de la delegación. No sé que hora debe ser pero nuevamente me he perdido otra clase de piano. Hace frío, llueve mucho y esta muy oscuro, me pongo la capucha de la campera y me quedo bajo un techito de la entrada. Los taxis no circulan por esta zona. Espero unos minutos más de pie hasta que escucho una voz a mi lado.

—¿De veras crees que va a parar?

Dirijo la mirada hacia él. Con sus manos en los bolsillos de su sobretodo. Tan serio y seguro de sí mismo.

—¿Puedes llevarme a casa, por favor? —Me trago el orgullo ya que no tengo otra opción. Asiente y quitándose su abrigo me lo coloca y caminamos hacia su auto. Tengo tanto frío que comienzo a tiritar.

—¿Dónde vives Beryl?

—Tu conduce y yo te indico —Aprieto los ojos y agacho la cabeza entre mis manos, me duele horriblemente.

—¿Te sientes bien?

—Tienes que hacer algo, lo que sea, pero por favor, no quiero ser testigo del caso, de verdad

—¿Conocías a esas personas?

—No, no los conozco. Pero el conductor es el culpable, comienzo a recordar y creo que él... cruzó en rojo. Dobla en la próxima esquina por favor.

Frena en un semáforo y dirige su mirada hacia mi.

—De acuerdo. Pero Necesito que nos reunamos —Me mira tan fijo que ahora ya no sé si tiemblo de frío o de nervios, asiento y arrancamos de nuevo.

—Sobre el mensaje de anoche... Yo... Solo olvídalo ¿Sí? Fue una idiotez, había estado tomando —Miento

—¿Tu, tomando? No lo creo

—¿Por qué?

—No pusiste buena cara mientras bebías whiskey la otra noche

—Tres cuadras más y doblas a la izquierda —Conduce y le pido que me deje a media cuadra antes de lo que le he pedido

—Toma el saco —Le digo mientras detiene el auto

—Pónmelo —Responde y tengo ganas de reír

—¿Es en serio? —Asiente y entonces me acerco a él y en un movimiento rápido tira el asiento hacia atrás y me sienta en sus piernas.

—Te enviaré un mensaje con la dirección donde nos veremos —Susurra a escasos centímetros de mis labios y me rodea con sus brazos— No te dejaré ir hasta que me prometas que irás.

—¿Y qué si no quiero? —Paso mis brazos por su cuello y de inmediato me aprieta más a él.

—Recuerda que ahora se donde vives —Acaricia mi mejilla y mi mentón con su pulgar, recorriendo el contorno de mis labios, los siento secos entonces los humedezco con mi lengua lentamente.

—No hagas eso o me obligaras a besarte

—No sé que tanto esperas

Me toma del mentón con más firmeza y me estampa un beso profundo pero corto que me deja con ganas de más.

—Tengo trabajo, Beryl... Pero fue un gusto encontrarte. En verdad me gustaría verte nuevamente

—Yo que tu no estaría tan seguro... Gracias por traerme. —Me encojo de hombros fingiendo desinterés y me levanto para salir del auto. Me hace una señal dirigiendo su dedo índice a la parte inferior de su parpado. Ojo. Río y finalmente bajo del auto.

Corro hacia el edificio, hace un frío de morirse. Espero el ascensor y subo hacia mi piso sintiéndome feliz de estar en casa pero, cuando veo quien esta de pie en la puerta, me dan ganas de salir corriendo.

—¿Qué haces aquí? ¿No te he dejado en claro que no quiero que pongas un pie en esta casa nunca más? —Grito sin importar que me oigan las personas de los demás departamentos

—¿Dónde está tu padre?

—¿Yo qué se? Hazme un favor y desaparece de mi vista —La observo de pies a cabeza y sigue siendo la misma mujer asquerosa y sin escrúpulos de siempre.

—¿Cómo que no sabes? Hace una hora que lo estoy esperando, hazme pasar aunque sea. Me han bloqueado todas las cuentas y el idiota no da la cara, y la verdad es que en este momento necesito mi dinero con suma urgencia, sino no estaría aquí —Exclama

—¿Tu dinero? No me hagas reír... Y mucho cuidado como hablas de mi padre. Aquí no tienes nada que hacer, y que te quede claro que si mi padre por lástima y pena no quiso tomar acciones legales contra ti... Pues ve sabiendo que yo no estoy muy lejos de querer hacerlo —Ingreso y le cierro la puerta en la cara de un portazo, con toda la furia que emana de mi ser.

Tres horas más tarde mi padre llega, huele un poco a alcohol y se nota que tiene un ánimo bastante malo, me saluda con un beso y se recuesta en el sofá.

—Hacía mucho no tomabas —No puedo evitar decírselo— Quiero preguntarte algo ¿Tu pensabas reunirte aquí con Susann hoy? Sabes muy bien que y...

—Sí... Pero no pude. Supongo que se han encontrado... —Me interrumpe.

—Esa mujer te mintió, te estafó, te engañó, te robó... Y la lista sigue... Aún no entiendo como tu no...

—Lo dices como si yo no lo supiera Beryl. Yo sé muy bien lo que hago o lo que dejo de hacer, y créeme que lo que menos necesito ahora son consejos que vengan de tu parte —Grita exaltado poniéndose en pie.

—Tienes razón, no estas en condiciones de decir ni escuchar nada, apestas a alcohol... Ah lo olvidaba, el correo trajo una carta para ti hoy

—Sí, es una invitación a un evento de la empresa para el sábado, para celebrar el acuerdo... Ya confirmé hoy nuestra presencia

—¿Qué hiciste qué? —Exclamo

—Iré a tomar un baño y voy a dormir, si quieres puedes cocinar algo o llamar a un delivery, buenas noches —Responde evadiendo mi pregunta y desaparece de la sala, y yo siento que no podría haber tenido un día peor.

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