blue nighttimes; camren

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. Las historias de amor... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
ÚLTIMO CAPÍTULO
EPÍLOGO
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CAPÍTULO 48

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By milanolivar

Michael's POV

—¿Cómo está Dinah? Quise ir a verla hoy pero supuse que irían muchos familiares. —Decía Calum jadeante mientras subía la velocidad de su máquina y corría.

—Bien. Me he pasado todo el día con ella. —Respondí en el mismo tono, notando cómo mis pulmones se resentían y quemaban. Había mejorado bastante desde que empecé a entrenar con Calum, ahora al menos podía seguir su ritmo sin querer morirme. La máquina paró al llegar a los veinte minutos y apoyé los brazos en las agarraderas, respirando agitado. —¿Sabes? No sé cómo comportarme con ella. Estoy nervioso, y esta noche la voy a pasar con ella.

—¿Por qué estás nervioso, hombre? —Bajamos de las máquinas y Calum bebía de su botella mientras yo me secaba el sudor con la toalla.

—Porque soy torpe, tío. No puedo hablarle a una chica, y menos a ella. ¿Qué pasa si se da cuenta de que no le gusto? —Me senté en una de las máquinas, cogiendo las agarraderas y comenzando a estirar los brazos a la altura de mi pecho, levantando el peso que ni siquiera había mirado.

—Joder, Mike, no puedes hacerlo mal. No le gustas, está enamorada y cualquier cosa que le digas estará bien. Bueno, no cualquier cosa, pero sé cómo tú eres. —Se encogió de hombros y solté un quejido levantando de nuevo las pesas. —¿Sabes que estás levantando sesenta kilos?

—¿Qué? —Miré las pesas y luego lo miré a él. —El caso es que... —Apreté los labios para seguir levantando. —Soy tímido.

—No, no eres tímido. Te da miedo cagarla, pero no eres tímido. —Seguí levantándolas incluso cuando mis brazos comenzaron a resentirse. —Además, cualquier cosa que le digas estará bien, la has librado de ese cabrón. Más bien, le has salvado la vida. —Suspiré y solté la máquina, moviendo los brazos al levantarme. Me quedé mirando al suelo con las manos en la cintura, y él se sentó en la máquina que yo había dejado. —¿Qué te pasa?

—Creo que tengo una idea.

Dinah's POV

Camila y Normani entraron casi a empujones en la habitación después de que mi madre saliese. Ambas se recompusieron, y yo las miré con los ojos entrecerrados, parecían nerviosas. Normani miró por la ventana al pasillo, abriendo un poco las rejillas de la persiana.

—¿Qué os pasa? —Pregunté tomando un poco de aire.

—Nada, venimos a curarte. —Las miré con desconfianza, y ladeé la cabeza. —Vale, queríamos venir nosotras y hemos mandado a tu enfermera a la cafetería. —Dijo Normani riéndose.

—¿Sabéis que si una enfermera se enfada con vosotras estáis muertas, verdad? —Normani se sentó a mi lado para curarme el brazo, quitándome las gasas que cubrían los puntos de sutura.

—¿Te imaginas que me importa que una enfermera se enfade estando tú aquí? —Respondió Camila riéndose, mientras me curaba la herida con cuidado.

—Mmh... ¿Puedo preguntaros algo? —Tragué saliva al pensar la pregunta. Ambas se miraron entre sí y asintiendo, para seguir haciéndome las curas con máximo cuidado. —¿Qué ha pasado con... él? —Normani soltó un suspiro, dejando el algodón que había usado en la bandeja.

—Oh, ¿se lo quieres explicar tú? —Camila abrió los ojos mientras abría un adhesivo para ponerlo bajo mi pecho. —Le dije explícitamente "Normani, piensa como una cirujana", ¿y sabes con qué pensó?

—Mira, verdad, yo no tengo la culpa de que tengas una moral intacta y vayas a ir al cielo, que tengas ya el chalet al lado del de San Pedro. —Apreté los ojos moviendo la cabeza sin entender nada.

—Chicas, qué ha pasado. —Pregunté más seriamente.

—Nada, le atendí sin anestesia. Pero esta es una exagerada, ay pobrecito que sufrió un poco. —Gruñó Normani cerrando de nuevo mi herida. —Pues él... —Iba a seguir hablando, pero Camila la miró de tal forma mientras negaba, y ahí sí se calló. —Se lo merecía. Punto. —Finalizó quitándose los guantes. —Perdón si te molesta que le cosido la cara sin anestesia.

—No. Gracias. —Susurré apretando los labios. —Me alegro de que no lo hayas matado...

—Si fuese por mí le habría sacado el poco hipotálamo que tiene con el bisturí. —Camila le dio un manotazo a Normani.

—Dios mío, tienes menos sensibilidad que cuando Lauren vio Titanic. —Tuve que contener la risa ante el comentario de Camila, humedeciéndome los labios. —Venga, vámonos que está Michael ya fuera.

—Gracias chicas. —Dije antes de que se fuesen.

—Nah, cuando salgamos nos invitas a unas copas. —Respondió Normani, provocando una sonrisa en mis labios y la risa de Camila.

Salieron y, casi un instante después entró Michael en la habitación. Estaba muy cambiado, para qué nos íbamos a mentir. Estaba... Estaba más guapo, no nos vamos a mentir. Llevaba una gorra hacia atrás roja, una camiseta blanca ajustada, unos jeans azules rotos por las rodillas aunque ajustados y unas zapatillas blancas.

—¿Qué has estado haciendo este mes? —Sonreí a la vez que él, que se sentaba en la silla y dejaba la mochila en el suelo.

—¿Por qué lo dices? —Negué sin saber qué decir. Estaba diferente en todos los sentidos, pero lo que me gustaba de él no había cambiado. Había mejorado. —He estado con Calum. Entrenando con él, hablando, incluso fuimos a comprar y todo.

—Pues estás muy guapo. Y más fuerte. —Señalé la manga en su bíceps, que se marcaba. —Te sienta bien Calum.

—Sí... A Normani le sienta mejor. —Michael no se había dado cuenta del doble sentido que podía tener eso, y cuando lo escuchó sacudió la cabeza con una mueca de asco que me hizo reír.

—¿Estás mejor? Quiero decir... Con tu depresión, si la llevas mejor. —Michael sonrió y asintió un poco.

—Desde hace varios meses estoy con medicación y, tú y Calum... Sí, pero no quiero hablar de mí. Quiero decir, estoy aquí por ti. ¿Cómo estás hoy? ¿Qué te han hecho?

—Nada, estoy bien. Normani y Camila han engañado a una enfermera para poder estar conmigo pero... Estoy bien. —Asentí con media sonrisa en el rostro.

—Oh, tengo algo para ti. Lo hice yo. —Michael rebuscó en su mochila con el ceño fruncido hasta que lo encontró. Sacó una pequeña fiambrera con la tapa amarilla y pude ver algo en su interior. —Son los raviolis que hacemos en el restaurante. Estos te gustaban, ¿verdad?

—Son mis favoritos, ¿cómo lo sabías? —Se encogió de hombros, sacando un tenedor de la mochila. —Camila.

—Quería hacerme el interesante, pero sí, fue ella. —Los dos reímos, y sacó dos platos de plástico, sirviendo raviolis en ambos platos. —Espero que no hayas cenado.

—Sí pero... Como si no lo hubiese hecho. —Sacó también una lata de refresco de naranja, que sí, también era mi favorito. —Son iguales que los del restaurante. —Michael me miró algo aturdido con una risa.

—Porque los del restaurante los hago yo. —Abrió los refrescos y se sentó justo frente a mí en la cama, mientras yo me incorporaba.

—Cierto. Siento que tengas que verme así, no sé. —Levanté los brazos lentamente y me recogí el pelo para estar algo más cómoda, y que no se notase que tenía una calva en mitad de la melena.

—Pues... No quiero sonar cursi ni nada, pero... Doy las gracias por poder verte sea como sea.

Cenamos con el silencio del pasillo del hospital, que sólo se veía interrumpido por mis risas y nuestras palabras. Era la primera vez que tenía una cena romántica, sí. Y era en un hospital, conmigo casi destrozada, pero había tan buena intención por su parte, tantas ganas de hacerme sentir bien, que sabía que pocas personas podrían tener eso alguna vez en sus vidas.

Me habló de lo que hacía con Calum, de que se iba todas las tardes con él al gimnasio y mientras tanto hablaban, así no se hacía nada duro entrenar. Él le contaba cosas sobre Normani y su relación, y Calum le ayudaba con sus problemas, decía que le escuchaba y aconsejaba. También fueron de compras, y aunque al principio pensaba que era algo raro, Calum le demostró que dos chicos también podían ir a comprar, no era algo de 'chicas'. En definitiva, se complementaban el uno al otro.

—Deberías dormir. —Dijo tras recogerlo todo y volverlo a meter en la mochila.

—Me cuesta dormir últimamente. Con mi madre es agotador porque está encima de mí y... —Negué riendo.

—Lauren me dio algo para ti. —Sacó un cuaderno escrito a mano hasta el final, con algunas hojas sueltas, y otras de colores. —Dice que al no poder venir a verte porque está liada, quiere que tengas esto.

Se sentó a mi lado en la camilla y apoyé la cabeza en su pecho. Michael abrió la tapa del cuaderno y comenzó a leer.

"Cosas que debí decirte antes de perderte:

A ti que estás leyendo esto, quiero que prestes atención. Voy a contarte la historia de cómo esperar un poco se hizo demasiado tarde.

Estaba enamorada de ella, pero ni siquiera me atreví a decírselo. Disfrutaba simplemente con verla ser feliz, pero ni siquiera me paré a pensar en si su felicidad estaría conmigo, porque en mi cabeza no concebía la idea de que alguien pudiese ser feliz a mi lado. La única vez que alguien se acercó a mí acabó cansado y se alejó, y desde entonces, alejaba a todo el mundo. Por miedo, por temor, ¿pero por temor a qué?

Por culpa de ese temor la perdí, ya fue demasiado tarde, y ella estaba siendo infeliz con otro imbécil que no la trataba ni la mitad de bien que yo lo haría.

No puedes quedarte mirando cómo pasa delante de ti sin hacer nada, sin decir nada. Da miedo, pero da aún más miedo quedarte solo toda tu vida."

Aunque el texto seguía, Michael dejó de leer y apretó los labios, suspirando. Yo no dije nada, me quedé en esa posición con mi cabeza en su pecho porque estaba cómoda, porque los ojos comenzaban a pesar y, sin quererlo, me quedé dormida sobre él.

*

Tres semanas después volví a casa, y casi me parecía mentira. Volví a casa, a mi casa de verdad, con mis padres. Hacía tanto tiempo que había salido de casa que me parecían unos diez años, pero habían sido dos o tres. Aún me acostumbraba a volver a aquella mansión, a tener mi habitación grande y espaciosa en la segunda planta, a tener jardín, y mirar la piscina desde mi ventana.

—Dinah, tus amigas han venido a verte. —Entrecerré los ojos levantándome de la cama y dejando el cuaderno que Lauren me regaló en la mesa.

—¿Todas? —Asintió y dejó la puerta abierta.

Bajé y miré la entrada desde la planta de arriba, estaban incluso Ally y Lauren con su hermana Rachel. También había lo que suponía que eran dos peluqueras, así que bajé las escaleras rápidamente.

—¡No os esperaba! —Fui corriendo hacia Lauren y la abracé. Parecía estar bastante sorprendida, pero pronto respondió al abrazo.

—Oh chica, hemos venido en cuanto hemos podido todas. —Abracé a Ally que se enganchó a mi cintura riendo.

—Lo siento, pero últimamente los turnos en mi hospital son criminales. —Me llenó las mejillas de besos, y me agaché luego para coger en brazos a Rachel, que comenzó a reírse y a balbucear cosas que para mí no tenían sentido, pero dejaba que le besase en las mejillas.

—Bueno, el caso, esta noche tienes una cita con Michael. —Normani señaló a las peluqueras y luego les señaló las escaleras.

—¿Qué? —Dejé a la pequeña en el suelo, mirándolas a todas.

—Venimos a prepararte, chica, ni un beso os habéis dado en tres semanas.

No sé qué me hicieron en aquellas dos horas, porque yo simplemente me dejaba hacer por ellas. Lauren y su hermana se quedaron en una esquina mirando, pero las demás sí que estaban implicadas en ello.

*

Michael's POV

—Tío, ¿crees que voy bien? —Me miré un momento y luego lo miré a él, que asintió con los ojos cerrados.

—Yo te veo guapo. Esos pantalones te quedan bien. —Llevaba unos jeans azules rotos, aunque diferentes, me gustaban así. Unas zapatillas blancas, una camisa de cuadros negra sin abrochar y una camiseta blanca debajo.

—Deséame suerte. —Calum me apretó el hombro y bajamos del coche.

—No la necesitas. Nos vemos mañana, colega. —Me dio un golpecito en el hombro, y él bajó la calle donde había quedado con Normani para cenar. Yo vi a Dinah, estaba de espaldas mirando la bahía, tenía el pelo corto. Wow, eso sí que me había sorprendido, no me lo esperaba.

—¿Dinah? —La llamé para saber si era ella. Al darse la vuelta, casi ni la reconocí. Siempre iba sin maquillaje, con un jersey largo y unos vaqueros, o si llevaba manga corta no enseñaba nada, pero ahora iba como... Como cualquier chica de su edad. Maquillada, con un vestido corto y unos tacones, las pestañas largas, los ojos profundos, y la tez más morena. Aunque sin maquillar era preciosa, maquillada era diferente. Maravillosa.

—Hey, llegas puntual. —Miró el pequeño reloj dorado de su muñeca, pero yo no sabía qué decir.

—Vaya. —Fue lo único que dije, asintiendo. —Vaya. Estás... —Negué tapándome la boca con una mano, separándome para mirarla.

—¿Guapa? —Negué sonriendo.

—Quiero decir sí... Pero más que eso... —No sabía cómo decirle que no estaba guapa, estaba maravillosa. Que no había tenido esa reacción sólo por su físico y lo preciosa que era. —Ahora puedes... Puedes maquillarte y... Y ponerte estos vestidos y... —Le señalé el pelo sonriendo. —Y tu pelo te queda genial. —Dinah me abrazó sin más y al separarse me agarró del brazo.

—Vamos a cenar.

No tardamos mucho en llegar a ese restaurante japonés que había reservado. Era bastante curioso, porque podías hacer tu propio ramen en una olla.

—¿Vas a entrar en el hospital con Normani y Camila? —Pregunté viendo cómo se echaba ramen en un bol.

—Sí. Después de verano, quiero... Pasar un tiempo tranquila, sin estrés. —Asentí comprendiéndolo. Aquella situación de estrés continuo durante tanto tiempo debió haber sido agotadora. —¿Y tú? ¿Qué vas a hacer?

—Estoy esperando la respuesta para trabajar en un restaurante. —Asentí mirándola, viendo cómo se pasaba un mechón de pelo tras la oreja mientras soplaba en la cuchara.

—¿Qué restaurante? —Sorbió un poco la sopa y yo tomé los fideos.

—Claudio Aprile. —Dinah entrecerró los ojos y me miró sonriendo.

—Yo he comido ahí. Es el restaurante del tipo de Masterchef, ¿verdad? —Asentí a la vez que sorbía los fideos, relamiéndome. —Te debe gustar la cocina, mucho más de lo que muestras. —Me tapé la boca con la mano porque los fideos me habían manchado, y busqué una servilleta por la mesa. —Espera. —Dinah me limpió los labios y dejó la servilleta en la mesa. Me quedé con ganas de besarla cuando ella se apartó. Así que simplemente tragué saliva con una sonrisa. ¿Qué pasaba si me rechazaba?

Entonces, cuando salimos del restaurante, dimos un paseo por el mirador de la bahía, y me habló sobre lo mucho que le gustaban las noches de Toronto, y cómo parecía que era otra ciudad con ese azul eléctrico del skyline. Pensé en lo que dejó escrito Lauren, que si no dábamos el primer paso, quizás esa persona perdería la oportunidad de ser feliz, y tú también.

—¿Quieres que vayamos a...? —Dijo ella, pero la agarré de la mano fuerte para que parase en ese mismo momento de caminar.

—Te quiero. —La besé cogiéndola de las mejillas, sin saber cómo, pero los miedos e inseguridades se esfumaron en el mismo momento en que toqué sus mejillas para besarla. Era suave, húmedo, tierno. Era agradable y cálido, y más aún cuando su lengua chocó con la mía levemente. —Perdón por haber tardado tanto, pero... —Susurré al separarme, bajando las manos a su cintura. —Ha sido mi primer beso y, estaba muy nervioso...

—¿Me estás diciendo que he sido tu primer beso? —Asentí escondiendo media sonrisa tímida. Entonces, Dinah volvió a besarme pasando sus brazos por mi cuello, tomando mi boca como si fuese suya, más contundente, más segura, dándome una base firme de seguridad en mí mismo. —Qué suerte ser también el segundo. 

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