Místicas Criaturas. El Reinad...

By MaryEstuardo2112

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El Reinado de la Oscuridad es la segunda parte de la trilogía de Místicas Criaturas. Daniel ha sido exiliado... More

Reparto (Personajes)
Booktrailer
Dedicatoria
Daniel. I
Daniel. II
Daniel. III
Daniel. IV
Daniel. V
Daniel. VI
Daniel. VII
Daniel. VIII
Daniel. X
Alise. XI
Alise. XII
¡Aviso!
Daniel. XIII
Alise. XIV
Alise. XV
Daniel XVI
Alise XVII
Daniel XVIII
Daniel XIX
Alise XX
Alise XXI
Daniel XXII
Daniel XXIII
Alise XXIV
Alise XXV
Daniel. XXVI
Daniel XXVII
Alise. XXVIII
Daniel XXIX
Daniel XXX
Alise XXXI
Alise XXXII
Daniel XXXIII
Alise XXXIV
Alise. Final
Agradecimientos
Respuestas
Reparto Libro III
Adelantos del libro III
Entrevista
Especial fin de año
Nuevos diseños
¡Nota!

Alise. IX

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By MaryEstuardo2112

"Querida Alise:

                                Lo siento. No hubiese querido irme de esta forma, pero surgió algo urgente e importante que requiere de mi presencia fuera de El Refugio. Volveré ponto, lo prometo. Cuídate y cuida a nuestro pequeño. Y recuerda: a pesar de mi momentánea ausencia, prometo que siempre estaré para ambos cuando me necesiten.

                                                                                                     Con amor. Daniel"

—Siempre, excepto ahora. ¡No puedo creer que Daniel se haya ido justo en este momento! ¿Cómo pudo solo dejarme esta insignificante nota de despedida?

Enfurecida, hice un bollo con la carta y lo arrojé lejos de mi, tal como ya había hecho varias veces, dejando como resultado un trozo de papel arrugado, desgastado y machacado, el cual debía alisar cada vez que deseaba volver a leer.

Intenté adivinar una vez más la razón de su extraña y repentina partida, sin demasiado éxito.

"¿Qué será aquello tan urgente e importante para que de esta forma abrupta me abandone a mi y a su hijo recién nacido, dejandome tan solo una nota?"

No sabía si iba a poder perdonarlo alguna vez por ello.

—Cálmate Alise. Seguramente sí se trataba de algo urgente e importante. De otra forma no te hubiese dejado sola. ¡Estamos hablando de Daniel, mujer!—musitó Safira, levantándose de la silla donde se encontraba y recogiendo el bollo de papel del piso.

Había sangre de nereida corriendo por las venas de esa chica y por un momento me recordó a aquella que había conocido en la Tierra Mítica, tan empeñada en defender a Daniel, como la otra a los cangrejos bebés.

Safira guardó la arrugada carta en el bolsillo de su pantalón deportivo, seguramente para evitar que continuara estropeandolo, pero no me importaba.

"Más daño le haré a Daniel cuando regrese."

—¡No puedo calmarme! Lo mataré ni bien vuelva. Ni siquiera se despidió adecuadamente–hice un mohín—. Han pasado casi dos meses y no he recibido noticias suyas... Además Nicholas no está bien y no puedo contar siquiera con la ayuda de su padre.

Caí abatida sobre la cama, "nuestra cama", la que aún conservaba su aroma a cielo y a rayos de sol. Ella se sentó junto a mí y colocó una mano sobre mis cabellos acariciándolos, con gesto preocupado.

—¿Por qué dices que el niño no está bien? Lo vi apenas ayer y gozaba de una perfecta salud—preguntó contrariada.

—No me refiero a eso, no está enfermo, pero no actúa como un niño normal—expliqué—. Él jamás llora, ni se queja, ni siquiera sonríe como los bebés normales—cambié de posición y me incorporé—. Es más, el otro día algo extraño sucedió.

Me levanté entonces y abrí el cajón de una de las mesas de noche que estaban junto a la cama. Saqué de allí dentro una pequeña avecilla azul, la cual estaba petrificada, y se la enseñé a mi amiga.

—Hallé esto en su cuna—acerqué el avecilla que yacía en el hueco de mi mano, hacia su rostro.

—¡Por favor Alise! ¿Para qué guardas eso?—hizo una mueca de desagrado, echándose para atrás— ¿No creerás que Nicholas tuvo algo que ver con esto? Es solo un bebé.

Yo me encogí de hombros, y volví a colocar al ave muerta en el cajón de la mesa de noche.

—¿Lo dices en serio?—ella achicó sus ojos al contemplarme y negó de manera rotunda—. El ave bien pudo haber muerto de causas naturales—terció—. Además dices que Nicholas no actúa "normal" cuando sabes perfectamente que no lo es—tenía que darle el punto en ese aspecto. Había sangre mágica corriendo por sus venas—. Y aunque lo fuera—siguió—, ¿desde cuándo no llorar o berrear es algo raro o malo? ¡Deberías agradecer que tienes un niño tranquilo y bueno como un angelito!

Recordé a los ángeles guerreros mientras combatían demonios y no estuve tan segura de su pasividad.

—De acuerdo...no sé... puede que tengas razón—puse mis ojos en blanco—. Digamos que no lo mató—ella frunció el ceño y fijó sus ojos aguamarina en mí—. ¡Okey no lo mató! Solo digo que es extraño haberlo encontrado muerto justo allí, en su cuna...

—¿Sabes lo que creo?—ella se levantó mi frotó mis brazos con sus manos, como si con tal gesto pudiera quitarme los nervios de encima—. Que estás tensa por la ausencia de tu esposo y eso te tiene mal y te ha puesto paranoica.

—¡No estoy paranoica!—me defendí y ella me miró con incredulidad, como diciendo: "¿¡vamos, bebés que asesinan indefensas avecillas!?" Entonces recapacité, porque puede que si sonara un poco loca—. De acuerdo, quizá debería relajarme un poco...Sucede que tampoco estoy durmiendo bien—confesé, mordiendo mi labio.

Mi amiga me destinó una mirada compasiva. Sabía lo que eso significa.

—¿Han vuelto las mismas pesadillas?...

Su pregunta era casi como una afirmación. Asentí con un gesto y bajé la mirada un momento. Hablar de aquello me afectaba.

—Sí, pero no exactamente las mismas. Siguen siendo con Jonathan, solo que ahora son... más intensas.

Hice una pausa y medité si contárselas a Safira o no, pues eran realmente embarazosas. Ella pareció notarlo.

—Anda Alise sabes que puedes contarme lo que sea. Somos amigas, no voy a juzgarte—me animó.

—Es que me da vergüenza Safira—le di la espalda dirigiéndome a la ventana. Tal vez si no la miraba resultara más fácil hablarle—, ya que de no ser porque Jonathan es el protagonista, te diría que no son pesadillas, sino sueños...placenteros

No la veía aun, pero podía sentir como ella se sobresaltaba, al tiempo que mis vellos se erizaban al recordar.

—Cuéntame— susurró y yo inhalé  una bocanada de aire, cargando mis pulmones, mientras me infundía valor a mi misma, antes de hablar.

—Sueño que estoy acostada sobre una cama cubierta de pétalos de rosas, esparcidas sobre blancas sábanas de seda. Hay velas brillando alrededor, iluminando tenuemente la desconocida habitación. De pronto una figura masculina irrumpe en ella y mi corazón se acelera, mientras mi cuerpo se agita, pero no tengo miedo, sino más bien es como si el deseo se apoderara de mí. Entonces él se acerca suavemente, rozando mis pies y subiendo por mis piernas con sus gélidos dedos del color del marfil, haciendo que mi piel se erice con su contacto—en ese momento del relato, mis manos estaban envolviendo mi cuerpo, en un abrazo íntimo—. Al principio no logro distinguir su rostro porque lo mantiene en penumbras pero cuanto más cerca lo tengo, más anhelo sus labios, sus manos, su cuerpo—cerré mis ojos un momento, y las sensaciones e imágenes me invadieron, me embargaron, mientras continuaba hablando—. Con la tenue luz solo puedo divisar el fulgor dorado de sus cabellos y en ese punto del sueño me doy cuenta de que esa persona no es Daniel, ya que su cabello no podría ser más negro—suspiré apenada por lo que iba a decir—. Sin embargo, me alegro por eso e invito a ese hombre a acercarse más y más, hasta poder ver su rostro por completo. Distingo sus facciones angulosas y aquella mirada desafiante e impetuosa de sus intensos ojos verdes recorriendome—abrí mis ojos enfocándolos aun en la ventana, contemplando mi propio rostro, completamente ruborizado, sofocado, en el cristal—. En ese punto me despierto generalmente, sobresaltada, jadeando y empapada en sudor...pero peor aún—tensé mi cuerpo, cerrando mis puños, y clavando mis uñas en mis manos—. Me despierto deseando que el sueño no acabe, que continúe, mientras susurro indefinidamente su nombre...Jonathan— abrí mis ojos y sentí la humedad aflorando en estos—. Soy terrible Safira. Una mala persona. Seguramente merezco que Daniel me haya abandonado.

Mi amiga estaba boquiabierta, pero no había juicio en sus ojos, sino más bien algo así como comprensión mezclada con cierta pena, y por supuesto también un atisbo de asombro.

—No Alise, no vuelvas a decir eso. Yo jamás había visto a dos seres que se amen de la forma en la que ustedes lo hacen. Nacieron el uno para el otro—señaló ella en tono comprensivo—. Y con respecto a tu sueño, es solo eso un sueño, no es real.

—Pero ¿qué hay con mi deseo? Ese si es real—le reproché, intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir.

No estaba dispuesta a salirme tan bien librada. De pronto quería que me juzgue, quería sentirme culpable.

—El deseo puede ser algo superficial y pasajero—indicó—. Mira, a veces cuando yo tengo malos sueños, me despierto angustiada, triste e incluso llorando. Tardo un momento en asegurarme de que desperté y de que nada de lo que soñé es cierto y entonces mis sentimientos se van disolviendo, y pronto mis emociones vuelven a la normalidad. Además, ¿dime si tú en pleno estado de conciencia anhelas estar con Jonathan? ¿Lo haces ahora por ejemplo?

Negué de modo rotundo, haciendo una mueca de disgusto.

—¡Claro que no! Lo aborrezco Safira. Con el único que deseo estar ahora es con Daniel. De eso estoy plenamente segura—dije sinceramente.

Nunca podría amar a alguien como a Daniel. Pero aun así, mis sueños no se trataban de amor sino de deseo, pasión... lujuria. Me sentía pésimo.

—Lo ves. Ya no te castigues por ello pequeña. Tú tienes claros tus sentimientos y eso es lo que importa...el resto, son solo malos sueños—resolvió, acercándose hacia mí y envolviéndome en un abrazo, al cual correspondí—. Ahora debo irme, antes de que se haga más tarde—al apartarse tenía los ojos en blanco, como si la idea de irse no le satisficiera—. Prometí ayudar a mi madre con los preparativos de la boda de mi hermana. Está enloquecida añadiendo las cientos de perlas y estrellas marinas que deberá llevar su vestido. Ya sabes, una tradición más de nuestros antepasados pura sangre: vestirse con elementos del mar. ¡Qué predecible! — luego su expresión se suavizó un poco—. Prométeme que intentaras tranquilizarte y descansar, ¿sí? Y cualquier cosa que necesites avísame— besó mi frente y luego dirigió hacia la puerta.

—Claro...lo haré y salúdame a tu madre y a tu hermana de mi parte—mascullé, forzando una sonrisa, mientras la veía desaparecer por el umbral.

Cuando por fin me encontré sola, intenté relajarme y conciliar un poco el sueño sin éxito.

Seguía terriblemente preocupada por una razón que preferí no contarle a Safira, acerca de que mis sueños usualmente no eran como los de la mayoría de la gente, pues reflejaban casi siempre la realidad de un futuro posible. Eran visiones, profecías. Lo que significaba que posiblemente, lo que aquellos representaban, en algún momento pasaría, y lo que era peor aún... Muy posiblemente, aunque intentara negarlo, yo lo disfrutaría. 

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