Adelantos del libro III

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Alise

—Esa es... ¿Sonia?—cuando vi a la zahorí, organizando la "Sala de Entrenamiento", para la clase diaria, y noté su ignoto aspecto, mis ojos se abrieron como platos. Parecía que se había quitado al menos treinta años de encima. Hasta el oscuro traje de combate se le pegaba graciosamente a sus nuevas curvas, realzando su jovial figura.

"Las ventajas de ser una hechicera"

—¿Crees que tenga algo que ver con la llegada del guapo Sebastián?—ante esa posibilidad, fruncí notablemente mi entrecejo, destinándole una mirada asesina a Clara. La castaña, que era mucho más baja que yo, se encogió de hombros, haciéndose aún más pequeña, y formuló un gesto de "disculpas" en su pálida faz—. Lo siento...sé que es tu padre—añadió de inmediato—. Aunque no puedes negar lo evidente.

Lo evidente era que aún no podía asimilar ver a mi padre "presuntamente muerto" paseándose muy gallardo por el palacio desplegando aquella aura encantadora que generaba efectos adversos en féminas aparentemente juiciosas.

—Me gustaba más su viejo aspecto—fue todo lo que dije, en respuesta, en tono monocorde. Y me encaminé en dirección a la salida, no sin antes lanzar uno de los puñales de material cerúleo, que llevaba en el cinto de armas, por los aires. El cual fue a dar en la diana, ubicada del otro lado de la Sala, a unos centímetros de donde se encontraba la zahorí, clavándose justo en el centro de la misma.

Podía sentir las miradas sorpresivas de ambas mujeres, penetrándome la espalda, mientras me alejaba.

—Ha mejorado— oí la voz de mi mentora, dirigiéndose a Clara.

—De hecho, creo que falló por algunas pulgadas.


Daniel

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Daniel

—¡Muy bien Daniel! ¡Has avanzado mucho!—me felicitó el nuevo señor del Reino Oscuro. Su frívola voz acarició mi oído derecho, filtrándose hacia mi interior, hacia lo profundo de mi mente, generándome aquella sensación de adormecimiento que era frecuente cuando lo tenía demasiado cerca, evaporando cualquier sentimiento de malestar que su presencia me provocara. Su marmórea mano, en tanto, descansaba sobre mi hombro contrario, mientras su brazo rodeaba mi espalda, en gesto fraterno — . Ahora quiero que apuntes directamente al corazón del ángel —sentenció y mis brazos se alzaron guiados por el ritmo imperativo de su voz.

Tensé el arco, y me concentré en la falsa figura, que tenía delante, y que servía como blanco de práctica y disparé la tercera flecha.

La primera había dado en el estómago, la segunda en la cabeza, y esta fue a enterrarse directamente en el lado izquierdo del pecho en golpe certero. Algunos hilos de fluido líquido bermejo comenzaron a escurrirse por la herida. A Jonathan le gustaba rellenar esos inanimados cuerpos con sangre para darle un carácter más realista a la escena. Si hubiera podido conseguir ángeles de carne y hueso se hubiera ahorrado ese trabajo, pero todos estaban extintos. A excepción de mí y de Rafael, en quien extrañamente había pensado cuando estaba lanzando aquella arma execrable.

Místicas Criaturas. El Reinado de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora