Alise. IX

329 112 93
                                    

"Querida Alise:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"Querida Alise:

                                Lo siento. No hubiese querido irme de esta forma, pero surgió algo urgente e importante que requiere de mi presencia fuera de El Refugio. Volveré ponto, lo prometo. Cuídate y cuida a nuestro pequeño. Y recuerda: a pesar de mi momentánea ausencia, prometo que siempre estaré para ambos cuando me necesiten.

                                                                                                     Con amor. Daniel"

—Siempre, excepto ahora. ¡No puedo creer que Daniel se haya ido justo en este momento! ¿Cómo pudo solo dejarme esta insignificante nota de despedida?

Enfurecida, hice un bollo con la carta y lo arrojé lejos de mi, tal como ya había hecho varias veces, dejando como resultado un trozo de papel arrugado, desgastado y machacado, el cual debía alisar cada vez que deseaba volver a leer.

Intenté adivinar una vez más la razón de su extraña y repentina partida, sin demasiado éxito.

"¿Qué será aquello tan urgente e importante para que de esta forma abrupta me abandone a mi y a su hijo recién nacido, dejandome tan solo una nota?"

No sabía si iba a poder perdonarlo alguna vez por ello.

—Cálmate Alise. Seguramente sí se trataba de algo urgente e importante. De otra forma no te hubiese dejado sola. ¡Estamos hablando de Daniel, mujer!—musitó Safira, levantándose de la silla donde se encontraba y recogiendo el bollo de papel del piso.

Había sangre de nereida corriendo por las venas de esa chica y por un momento me recordó a aquella que había conocido en la Tierra Mítica, tan empeñada en defender a Daniel, como la otra a los cangrejos bebés.

Safira guardó la arrugada carta en el bolsillo de su pantalón deportivo, seguramente para evitar que continuara estropeandolo, pero no me importaba.

"Más daño le haré a Daniel cuando regrese."

—¡No puedo calmarme! Lo mataré ni bien vuelva. Ni siquiera se despidió adecuadamente–hice un mohín—. Han pasado casi dos meses y no he recibido noticias suyas... Además Nicholas no está bien y no puedo contar siquiera con la ayuda de su padre.

Caí abatida sobre la cama, "nuestra cama", la que aún conservaba su aroma a cielo y a rayos de sol. Ella se sentó junto a mí y colocó una mano sobre mis cabellos acariciándolos, con gesto preocupado.

—¿Por qué dices que el niño no está bien? Lo vi apenas ayer y gozaba de una perfecta salud—preguntó contrariada.

—No me refiero a eso, no está enfermo, pero no actúa como un niño normal—expliqué—. Él jamás llora, ni se queja, ni siquiera sonríe como los bebés normales—cambié de posición y me incorporé—. Es más, el otro día algo extraño sucedió.

Místicas Criaturas. El Reinado de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora