blue nighttimes; camren

Galing kay milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. Las historias de amor... Higit pa

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
ÚLTIMO CAPÍTULO
EPÍLOGO
;

CAPÍTULO 45

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Galing kay milanolivar

Nota: disfruto tanto escribiendo la vida de otros personajes... Me encanta.

Normani's POV

Removí la cuchara en el café, y miré a Camila. Estaba sentada en su cama con la cabeza apoyada en la pared. Se estaba quedando completamente dormida, pero aquellas guardias nos estaban matando.

—Camila, despierta. —Le di con el pie en la pierna, moviéndola. Ella sacudió la cabeza y tomó mi vaso de café, dándole un trago.

—Ya, ya, ya... —Dijo apoyando su cabeza en mi hombro para seguir durmiendo, y lo moví para que se despertase. —Ya, sí, estoy. —Parpadeó y se levantó de la cama, cruzándose de brazos. Miré los documentos y suspiré. —¿Qué dicen los resultados?

—Arterioesclerosis. —Me levanté de la cama y salí con Camila de la habitación. —Tuvo un infarto hace casi un año.

—Hoy ha empezado a dolerle el pecho y hablaba mal. —Apuntó ella haciendo una mueca. — Endarterectomía.

—Ajá. —Asentí levemente, haciendo una mueca. —Ya se lo he dicho a Hollis. Me ha pedido a mí que reserve un quirófano, pero... Quiero darle los resultados yo a Calum.

—Claro, sin problema. Pero sé cuidadosa. —Rodé los ojos. —Vale, ya me voy.

—Sí, o te mataré. —La vi irse por el pasillo y llegar al ascensor.

Yo mientras caminé hasta la habitación de la señora Hood, que permanecía con la puerta abierta. Jeff, el hermano de Calum estaba dentro, sentado en una silla al lado de su madre, sentada en la cama. Calum estaba de brazos cruzados en el marco de la puerta, mirándola.

—Hey. —Él se apartó y me dejó ver por completo la habitación.

—Hola, doctora. ¿Todo bien? —La voz de su madre incluso me hacía sentir mal. Podría decirle sí y no, podría decirle que mañana se iría a casa pero que nada era seguro aquí.

—Bueno, mmh. —Apreté los ojos y sonreí. Dios, aquello se me daba realmente mal. —Vengo a darle los resultados de las pruebas. —Calum se sentó donde estaba su hermano, mirándome con expectación.

—¿Ocurre algo, doctora? —Jeff se cruzó de brazos. Su mirada era bastante dura.

—Señora Hood, tiene usted arterioesclerosis. —Todos se quedaron en silencio esperando a que yo siguiese. —Sus arterias se estrechan cada vez más y no dejan correr bien la sangre. Por eso tiene mareos, por eso no puede respirar, sufre desmayos y tiene dificultad al hablar. Pero no se preocupe, el doctor Hollis le practicará una endarterectomía para retirar la placa acumulada en las venas y que... Así el riego sanguíneo podrá seguir con normalidad.

—¿Es peligroso? —Preguntó ella.

—Toda operación conlleva riesgos, pero no se preocupe, el doctor Hollis es el mejor cirujano del hospital.

—Está bien. Gracias doctora. —Asintió Christina, y justo cuando iba a salir Calum me cogió del brazo, cerrando la puerta de la habitación a la vez.

—¿Podemos hablar?

—Claro. —Él se quedó de brazos cruzados mirando al suelo. Él sabía que algo iba mal.

—¿Cómo de peligrosa es la operación, Normani? —Miré a la enfermera que pasaba por nuestro lado llevando a un paciente en un carrito.

—La cirugía es segura. —Dije yo asintiendo. —El problema es tu madre. ¿Has estado lejos de ella algún tiempo?

—Sí, cuando me saqué el título de entrenador personal me fui a Montreal un año.

—¿Y estaba tu hermano con ella? —Negó, pasándose la mano por el cuello.

—No. Cuando volví ella ya no podía hacerse cargo de la tienda. Me dijo que se sentía mal, que estaba enferma, pero no sabíamos por qué. Así que mi hermano se mudó de Vancouver a Toronto para llevar la tienda conmigo. —Cómo iba a contarle eso a Calum. Cómo iba a decirle tal cosa a él.

—Calum, tu madre tuvo un infarto hace un año y no os lo ha dicho. Eso es lo que hace la operación peligrosa. —No dijo nada, simplemente soltó sus brazos y suspiró. —Es la única manera de que tu madre sobreviva a este paso. Es muy joven, pero sus arterias están muy cerradas y...

—Lo entiendo. Haz lo que tengas que hacer.

—Yo no hago nada. Estaré en la operación, pero la operará el doctor Hollis. ¿Confías en mí cuando digo que es el mejor? —Aunque a veces, ni los mejores eran capaces de ir contra la naturaleza.

—Claro que confío en ti.

*

Me quité los guantes y los tiré en la papelera, pasándome las manos por la cara.

—Ve a comunicárselo a los familiares. Buen trabajo. —Incluso la voz de Hollis diciéndome aquello se me hacía difícil. No había hecho nada, simplemente sujetar unas pinzas y sugerir algo cuando él me preguntaba.

Caminé por el pasillo con pasos pesados, casi sentía que el suelo se hundía a mi paso. Me recogí el pelo de nuevo con una gomilla negra que Camila me había prestado antes de la operación, y mi coleta estaba enmarañada.

Al verme, Calum y Jeff se levantaron de las sillas.

—¿Qué ha pasado? —Jeff fue el primero en hablar, pero yo miraba a Calum. Permanecía serio de brazos cruzados. Vi el sudor en su frente, y un mechón de sus rizos mojado.

—Vuestra madre está bien. Ha salido todo bien. —Jeff levantó los brazos abrazando luego a su hermano.

—¡SÍ! Gracias doctora, voy a llamar a las tías y a la abuela. —Desapareció corriendo por el pasillo, y Calum todavía no había dicho nada. Pero en cuanto la estela de su hermano se fue, me abrazó.

No sabía cuánto necesitaba ese abrazo hasta que me lo dio. Últimamente me había sentido un tanto sola entre todos. Dinah casi ni venía con nosotras, Camila se pasaba el día en el hospital y hablando con Lauren en cuanto tenía un rato libre. Yo, en cambio, volvía a casa y a veces ni siquiera estaban mis padres, así que últimamente lo único que tenía era Calum.

—¿Sabes? Antes pensaba que eras increíble, pero haciendo que mi madre vuelva a vivir, no sé. —Se pasó las manos por el pelo con una sonrisa. —¿Cómo voy a compensarte esto? ¿Cómo voy a pagar esto?

—Acabo de terminar mi turno, estoy agotada, mis padres están en Francia y tengo unas ganas enormes de pizza. Así que... —Suspiré dejando caer mis hombros relajados. —¿Te gustaría venir conmigo? No podrás ver a tu madre hasta mañana. E—Es decir, quizás quieras ir a tu casa y descansar y, no sé, estarás preocupado por tu madre.

—Me gusta la picante, con bastante carne. Yo te invito. —Me acarició la barbilla con un dedo, haciéndome sonreír.

—Me... —Me quité el gorro con una risa. —Me quito esto, me ducho y estoy contigo. Digo, que voy contigo.

Nunca me había duchado en el hospital sin quedarme media hora dormida con el agua cayendo sobre mí. Pero esa noche estaba sobreexcitada, no sé, acababa de terminar una cirugía bastante peligrosa y la paciente era la madre del tío que me gustaba, es decir, el chico.

Calum estaba en la entrada del hospital con las manos en los bolsillos y una enorme sonrisa.

—¿Has visto? —Levanté los brazos riendo. —Voy de persona normal.

—Sí, estás preciosa de doctora, pero ojalá no tenga que verte más así vestida. —Me colgué la mochila al hombro y caminamos fuera. El verano era maravilloso, fresco, tibio, templado, perfecto. —Tengo que hablar contigo, por cierto.

—¿He hecho algo? —Me abrió la puerta de su coche y entré. Calum dio la vuelta para entrar, y se puso el cinturón.

—No, es sobre cómo voy a pagar esto. Habrá costado como... No sé... 500.000 dólares. —Resopló un poco. Yo no dije nada, sólo lo miré con una sonrisa y la cabeza apoyada en el respaldo del coche.

—Contraté un seguro de unos 15.000 dólares, pero por unas cosas o por otras sólo tendrás que pagarme 5.000 dólares. —Paró en un semáforo y se giró hacia mí. —Mi padre tiene contactos, yo tengo contactos, trabajo en un hospital... —Sonreí encogiéndome de hombros.

—Mi cafetería es tu buffet libre. Te lo aseguro.

Fuimos a comprar la pizza, con extra de carne, por supuesto, mi mitad fue sólo con jamón y queso. La pagó él, me prometió que si iba con él siempre correría de su cuenta. Y aunque él no dijo nada, fuimos a mi casa. Me sentía bastante sola, muy sola últimamente.

—¿Segura de que no hay nadie? —Calum miraba el salón de mi casa con expectación. Hoy no estaba la chimenea encendía, hoy no había lágrimas, no había confusión, no había nada excepto él y yo. Y esta vez, sabía bien lo que sentía por él.

—No. Vamos al jardín. —Dije con voz tenue.

Las luces azules de la piscina alumbraban todo el jardín, las hamacas, la gran mesa del fondo, el sofá bajo el toldo, los setos que lo rodeaban...

Nos sentamos en el césped, cerca de la piscina. Calum enrollaba la pizza y se la comía de un bocado casi hasta el final, y yo me desternillaba de risa.

—Mira, así. —Mientras yo sostenía mi porción lo dobló con cuidado. —Ya está. —Mordí la pizza y me relamí, asintiendo.

—Mmh, así es más rápido. —Me limpió el labio y luego se lo chupó, frunciendo el ceño. —¿No se parece esto a Toronto? —Le pregunté observando el azul del agua que se colaba por los desagües y resonaba en todo el jardín. —A las luces azules colándose por los edificios a las tres de la mañana, cuando vuelves del trabajo cansado, ¿no se parece? —Calum permaneció en silencio mirando el agua. Llevaba unos pantalones cortos deshilachados por el borde, y una camiseta blanca puesta. Mojaba sus pies en el agua, moviéndolos lentamente, y levantó su mirada hacia mí. Sonrió, y simplemente se levantó en el bordillo.

—Siempre quise bañarme en una piscina de noche. —Se quitó la camiseta, dejándola caer a su lado. Vi su espalda musculada y, sí, me quedé embobada. Pero sabía que había mucho más detrás de Calum que él no me había contado. Había sufrimiento, había mucho trabajo, pero eso no me lo contaría ahora. —¿Te bañas conmigo? —Yo también me puse de pie y me quité la camiseta dejando ver el sujetador blanco.

—¿Te vas a bañar sin bañador? —Él asintió quitándose el pantalón, y bordeó la piscina para irse a la otra punta. Oh por dios, tenía que dejar de hacer esas cosas. Era obvio que tenía un culo con el que podría partir nueces, pero de pensarlo a verlo sólo en bóxer era un paso bastante grande. —¿No te molesta? —Pregunté bajándome el pantalón.

—¿Te molesta a ti que yo te vea? —Negué metiéndome en la piscina hasta el pecho. ¿Alguna vez habéis visto las piernas de un futbolista? Bueno, pues Calum las tenía así. Había músculos en aquellos muslos que ni siquiera sabía que existían. Y cuando seguí subiendo tuve que apartar la mirada de su entrepierna porque ni siquiera quería verla.

Se zambulló en el agua y buceó aquellos veinte metros de longitud sin salir del agua hasta llegar a mí. Puse una mano en su cabeza para apretarlo, pero él me rodeó por las piernas y me alzó en el agua, sacudiendo la cabeza.

—No puedo ver, ¿me limpias los ojos? —Dijo abriendo uno levemente, pero volviendo a cerrarlo al instante. Y entonces, con mis pulgares, retiré el agua de sus ojos, inclinándome sobre su boca para besarle lentamente.

Calum siguió el beso, dejándome escurrir entre sus brazos hasta que me pudo coger de los muslos y rodeé su cintura con las piernas. Me pegó contra la pared de la piscina sin dejar de besarme, colando su lengua en mi boca lentamente para que jugase con la mía. Y entonces, el beso se tornó húmedo y lascivo. Hacía tanto tiempo que nadie me besaba así de intenso que pensé que le gemiría en la boca, pero no. Mis manos se enredaban en el pelo corto, y justo cuando quise besarlo de nuevo, él se separó.

—Para, para, para. —Dijo con la respiración agitada.

—¿Qué ocurre? —Me tomó de los muslos y me alzó un poco más arriba sin razón aparente.

—Estoy... —Se quedó a medias en la frase, y tragó saliva. Noté media sonrisa en sus labios, bajando la mirada a su entrepierna, y luego volvió a mirarme. —Y no quieres, ¿verdad? —Volví a besarlo bajando mis caderas justo al punto donde estaban. No, no quería. Lo necesitaba. Me puse de pie en el agua y le bajé el bóxer un poco.

—Así mejor, ¿no, Cal?

*

—Deberías quitarte de aquí encima. —Me dijo Calum. Estaba sentada sobre su entrepierna, desnudo, y las manos apoyadas en su abdomen.

—¿Por qué? —Él alzó las cejas y ladeó la cabeza, cogiéndome de las muñecas.

—¿Necesitas que te cuente lo que pasa si te pones encima de mi...? —Colocó mis manos a los lados de su cabeza, y besé su cuello lentamente, hasta llegar a su boca. —Oh no. No, no, Normani. Está pasando y... —Reí apartándome de su cuello, notando justo lo que quería notar. La puerta se abrió de golpe y mi hermano apareció en la puerta. Yo solté un grito y tiré de mis sábanas, poniéndomelas por encima. Calum cogió un cojín para ponérselo en la entrepierna con una mano.

—Normani, hay alguien en el-

—¡GORDON! —Grité enfadada. —¿ES QUE ERES IMBÉCIL O QUÉ TE PASA?

—Oh, ¿es ese el tío que te gustaba? —Me llevé las manos a la cara negando.

—Qué pasa tío. —Calum levantó una mano para saludarlo, y Gordon se rio entre dientes.

—Venía a preguntarte si tenías condones. —Dijo él apoyándose en la puerta.

—Pues mira, sí tengo, pero los pienso gastar todos esta noche. Fuera. —Di un portazo y me apoyé en la puerta suspirando. Miré a Calum que permanecía con el cojín en la entrepierna.

—¿De verdad quieres gastarlos todos en una noche? —Me encogí de hombros quitándome la sábana.

—No. Sólo dos o tres más.

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