Renacer

Per YotssannyOjeda

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¿Creés en las almas gemelas?, Para Bastian y Alexandra es difícil no creer cuando han vivido con su alma geme... Més

Advertencia
Sinopsis
Prefacio
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Epílogo
Agradecimientos
Nuevo proyecto
Comunicado especial

Capítulo VII

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Per YotssannyOjeda

Capítulo VII
Soledad

Bastián

Cada persona vive la pérdida de diferentes maneras: unos lloran por unos días y luego intentan seguir con su vida, otros se sumen en un dolor inmenso del cual no pueden salir. Yo, por ejemplo, tengo días donde deseo simplemente morir. Hay otros donde no siento nada, es una sensación extraña a la que no estoy acostumbrado, pero aún no he llegado a esos días dónde quiero seguir con mi vida.

Desde que Alex murió, la vida ha ido en picada, porque no estoy acostumbrado a no tenerla presente. Sé que la vida sigue, he tratado todo este tiempo de seguir, pero no hallo cómo. Aunque ya no esté Alexandra, tengo a Abby. La primera vez que la vi olvide por un segundo todo el desastre que estaba viviendo; era tan pequeña en ese momento que me daba miedo tocarla.

Ella también tuvo que luchar por seguir con vida. Debido  a los acontecimientos había nacido antes de tiempo, así que sus pulmones no estaban completamente desarrollados y fue un proceso algo largo antes de que lograra salir del hospital.

Estuve ahí junto a ella, aunque a veces no me sentía presente. He intentado desde el momento de su nacimiento ser el mejor padre, aunque siento que no puedo hacerlo sin ella.

¿Cómo ser buen padre cuando estoy muriendo por dentro?

Muchas veces siento como si el aire me faltara o el mundo simplemente se detuviese ante tanto dolor. Quizás parezca exagerado, pero también nada tiene sabor ni color; me siento solo.

No voy a poder de nuevo sentir un abrazo o ver una simple sonrisa de aquella persona que por años siempre ha sido mi motivo. Maldita sea, debí morir yo, no ella.

Aunque me empeñe en decir que no tengo motivos para seguir, si los tengo. Abby espera tener un padre, pero no sé cómo seguir; cómo pasar esta página dolorosa y empezar un nuevo capítulo con más luz, sin tantas tinieblas y dolores.

También existen personas que para superar la pérdida desean borrar todo lo vivido de su mente, y así les duela menos. Es su manera de pasar al siguiente capítulo;  esa fue su elección, a mí no me dieron a escoger. Yo debo pasar una parte de mi historia que ame con toda el alma y no quiero superar, deseo que algún milagro suceda y me despierte de esta terrible pesadilla.

¿Por qué la muerte no tiene marcha atrás?

No tengo otra opción más que ver como la soledad va llenando mi vida. Entre mis deseos más grandes está el ir con ella; alcanzarla en ese mundo que se encuentra ahora, más de una vez intenté llegar hasta allá.

Sí, soy egoísta. Tengo una hija que no debo dejar sola; sé supone que soy lo único que le queda, pero ahí estoy yo intentando matarme cada vez que puedo.

Mamá está preocupada y lo único que hace es llorar sin saber cómo ayudarme, pero la verdadera pregunta es: ¿yo merezco ayuda? Abby merece su atención; ella haría un mejor trabajo que yo. ¿Cómo el idiota que mató a su esposa puede ser un buen padre? No se puede.

Es muy cierto ese dicho que dice: «No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes». Los últimos días con Alex estuve clavado a una computadora y no los disfrute, ni ella tampoco. La hice infeliz.

Han pasado seis meses desde su pérdida. Cada día es más duro que otro, creo que lo único que me ha mantenido aún acá es mi hija; la pequeña cada segundo es más hermosa. Hace solo unas semanas logró salir del hospital y aunque quisiera tenerla conmigo no estoy mentalmente estable para ello, así que mamá se ha encargado de cuidarla, viene cada día con ella buscando animarme.

Por esa razón, no me parece extraño que alguien esté golpeando la puerta de mi apartamento, aunque mamá no suele tocar tan agresivamente, pero puede que me haya tardado un poco y esté preocupada.

Con lentitud camino hacia la puerta, estoy seguro que parezco un desastre, pero mi madre sabe que se va a encontrar, y aún así viene cada día, en cambio, ahí frente a mí está Isabel, la madre de Alexandra, mirándome de la misma manera que lo hizo durante el entierro: con una mirada de odio absoluto.

Nunca imaginé que una mujer que fue como mi madre pudiera verme así, pero es lo que merezco. Yo he matado a su hija.

Desde la muerte de Alex no hemos hablado; ella se había cerrado completamente y yo no estaba, ni estoy en las mejores condiciones. Me siento culpable y ella me culpa, así que hablar sería solo una serie de disculpas y acusaciones.

《¿A qué vino? 》no logro entender que la trajo hasta acá si me odia.

—Mírate nada más, te ves exactamente como mereces estar. —Sus palabras duelen aunque las merezca, no sé qué decir por ello simplemente la observó y recibo todo su odio—. ¿Dónde está mi nieta?

—Con mi mamá —respondo en automático sin moverme ni un milímetro, puedo decir que incluso he olvidado por unos instantes como respirar.

—Aunque sea en eso eres sensato. —Sus palabras son veneno, uno tan mortal y doloroso que lo siento al instante en mi corazón. Esa mujer fue como mi madre estuvo en mi vida tanto tiempo que es imposible recordar la primera vez que la vi, porque estaba en pañales.

—Isabel yo… yo de verdad…

—Ni te atrevas a disculparte, aún recuerdo tu mirada molesta por no poder ir a tu maldita casa a seguir trabajando… Es tu culpa que mi hija… es tu culpa que no esté acá. —Su voz se quiebra y la entiendo sé que es mi culpa, yo cause todo esto.

—Lo sé, sé que es mi culpa y no merezco el perdón de nadie. —Mi voz es suave solo para que la escuche ella, pero sé que el dolor está reflejado en ella, estos últimos once meses han sido los peores de mi vida y aunque fue mi culpa no deja de doler.

—Espero que la culpa te consuma y sufras tanto como yo lo he hecho. —Un poco más de veneno fue clavado en mi pecho, pero lo recibí con gusto porque merecía eso y más—. No mereces tener a mi nieta, es que ni la tienes contigo la está cuidando tu madre. Mírate nada más no estás en condiciones.

Sé cómo me encontró, pero el miedo aún así me recorre todo el cuerpo y esta vez mi corazón se acelera porque sé a dónde quiere llegar.

—Isabel yo…

—Tu nada Bastián, no voy a permitir que destruyas también a mí nieta —gritó, haciéndome callar—. No voy a permitir que también la mates.

—Yo no le haría daño —mi voz es solo un hilo, si bien Abby no está acá ahora quiero mejorar y estar para ella, no quiero perderla.

—Eso dijiste de Alexandra y te creí, pero la mataste.

Golpe bajo, porque tiene razón, pero no voy a cometer el mismo error con mi bebé, yo debo salir de este pozo joder.

—Basta Isabel, fue un accidente. —la voz de mi madre nos sorprendió a ambos,  no sé en qué momento llegó, pero parece que escucho lo suficiente para estar molesta. Abby está dormida en sus brazos cómo un ángel sin saber que pasa a su alrededor.

—El mató a mi hija. —Mi madre la mira con pena entendiendo su dolor, pero la conozco y no dejará que nada me lastime.

—Créeme que entiendo tu dolor, pero fue un accidente sin importar las acciones tomadas anteriormente nadie quería esto, pero no puedes venir a dañar a mi hijo. Él ya se culpa a sí mismo para que vengas a empeorarlo, así que por favor vete. —su voz es firme y su mirada es como la de una leona defendiendo a su cría.

—Tú tienes a tu hijo Irene, yo no. —Por un momento sus ojos se nublan de lágrimas, pero logra controlarlas. —No quiero que él también dañe a mi nieta, voy a luchar por su custodia y por su estado creo que ganaré fácil. —Me mira con asco y luego me sonríe pero de forma cruel.

»No dejaré que más nunca la veas.

—Yo… —Quiero hablar, quiero defenderme, pero yo cause esto y siento que no tengo derecho a discutir con ella—. Yo voy a cuidar de mi hija.

—Un juez decidirá eso. —Isabel mira a Abby en los brazos de mi madre y sonríe, se lo que está pensando es igual a Alex.

—Vete, por favor  —Mi mamá habla un poco más seria, acercándose a mí. Isabel nos mira por un momento y luego solo da media vuelta y se va.

Estoy temblando, y ahora aparte del dolor tengo miedo. Estoy tan en el hoyo, puedo perder a mi hija.  Miro a mi madre que sé que puede percibir el pánico en mi ojos y trata de sonreírme para animarme un poco.

Tomo a Abby de entre sus brazos y entró al apartamento abrazando a mi hija, no quiero perderla. Tengo que levantarme o perderé lo único que me queda y me recuerda a Alexandra.

《 ¿Cómo uno se levanta de esto?》

Soy la peor versión de mí en este momento. Me veo al espejo y no puedo reconocer; no soy ni un cuarto del hombre que solía hacer antes del accidente.

Sinceramente me siento en un pozo sin salida, pero debo encontrarle una y rápido no puedo permitir que alejen a mi hija de  mí, pero por la condiciones que me encuentro mi suegra tiene todas las de ganar.  

Obviamente no me gusta estar así, debo entender que por más que la necesita ya no la tengo. Va a ser difícil; si lo será, pero haría cualquier cosa por Abby. 

Aunque la soledad me quiera consumir no lo voy a permitir. Quizás nunca lo pueda superar, pero todos deben creer que sí.

《 Te amo chiquita,  nunca te voy a poder olvidar, dónde quiera que estés ayúdame a seguir》.

(...)

Nuevamente es veinticuatro de diciembre, toda mi vida ha cambiado desde lo que pasó. Dos años esa es la cantidad de tiempo que ha pasado desde el peor día de mi vida; el día que destruí todo lo que había construido.

Desde la visita de Isabel me decidí a cambiar; aunque me sigue doliendo y no supero su perdida, he logrado convencer a todos que estoy bien; hace un mes exactamente el juez había fallado a mi favor. Nadie me quitaría a Abby.

Me encuentro sentado en el sofá de la sala de la casa que tantos recuerdos trae a mi mente, con un vaso de Ron en mano y una foto de ella sonriendo el día de nuestra boda frente a mí. Todo está decorado para la época a mi hija le encanta las luces brillante y mi madre se empeña en consentirla.

Aunque para mí no es una fecha que me guste celebrar, mi hija merece vivir la experiencia y disfrutar su infancia.

Hace unos meses había empezado a caminar, ahora ya se sentía capaz de correr. No deja de dar vueltas por la casa riendo mientras su abuela la persigue de forma más lenta. Ella es feliz y eso me hace sentir bien;  no puedo arruinarlo con ella también.

Estos años han sido duros me ha tocado llorar de manera interna. No he podido  demostrar  lo mucho que deseo acompañar a Alex, han sido horas de terapia y aunque han ayudado aún me siento culpable.    

—Chiquita, Abby es hermosa ¿Verdad?  —susurro hacía aquella fotografía como si ella pudiese escucharme, pero quizás es así, quizás desde el paraíso donde sé que está, ella ve a nuestra hija y esté sonriendo junto a mí—. ¿Lo estoy haciendo bien?

—Lo estás haciendo muy bien —me responde mi madre haciendo que levante la vista y la vea a los ojos. Sé que ella está consciente de que aún sufro, pero parece creer que puedo con ello.

Justo en ese momento siento a Abby tratar de trepar sobre mis piernas, así que bajo mi mirada y la ayudo a subir para sentarla en mi regazo.

—Api, bacho.

Estos meses también he tomado un curso de dialecto bebé, así que le sonrío y la abrazo algo fuerte haciéndola reír y gritar con alegría.

»Api no, no, no

—La bebé ¿Quiere cosquillas? —digo con voz tenebrosa.

—No, api no —habla mi hija con los ojos muy grandes, para luego empezar a reír por mi ataque de cosquillas.

Mi madre nos observa mientras se sienta frente a nosotros. Sé que estoy bien y que de alguna manera soy feliz, pero no de la manera que quisiera.

Aún siento dolor y tengo años buscando una solución de como arrancarlo, quizás lo sienta toda la vida, lo que sí sé es que estoy mucho mejor y por Abby deseo intentar vivir.

—Te ves cansado —habla mi madre cuando dejó de hacerle cosquillas a una agitada Abby que solo intenta bajar de mi regazo para escapar.

—Lo estoy, Abby tiene batería de más y he estado con la investigación de mercado para la empresa.

Desde hace unos meses había decidido hacer mi propio negocio. Nunca más sería un esclavo del trabajo ni abandonaría a mi hija, pero necesitaba dinero y definitivamente era mejor trabajar para mí, no para otro.

—Entonces ve a dormir, yo acuesto a Abby y luego voy acompañar a tu papá en la habitación de invitados.  —Abby al escuchar su nombre nos ve y frunce el ceño ella no tiene muchas ganas de dormir—. Mañana vemos lo que hay debajo del árbol.

—¿Segura? Ella es dura para dormir. —Mi madre asiente y yo no insisto más necesito descansar—. Bien iré a dormir. Abby, ven a darle un besito a papá.

La niña corre hacia mí y me sonríe con sus dientitos pequeños, me acerco y me da un beso algo baboso en la mejilla y me abraza.

—Tao api agelitos  —dice mientras se despide con sus manitas, le doy un beso en la frente y me levanto.

—Hasta mañana bebé, también sueñas con los angelitos.

Y así dejo a mi madre con la niña y me interno en mi habitación.

(...)

Unas semanas después del enfrentamiento con Isabel había decidido guardar las cosas de Alexandra. Fue duro; no quería hacer todo tan real, pero debía hacerlo era parte del cambio.

Durante todo el proceso encontré el diario de mi chiquita y aunque no debí leerlo lo hice.

En las primeras páginas solo había unos cuantos dibujos, pero poco a poco empezaron a salir pequeños texto donde fue dejando sus memorias y pensamientos, en muchos de ellos me encontraba yo.

En ese momento esas hojas fueron una fuerza enorme para seguir y luchar por lo que aún tenía.

Para ella yo era el símbolo de fuerza, siempre escribía cosas hermosas que yo supuestamente le había enseñado, sus palabras me hicieron creer por un segundo que todo era cierto y que yo podía. Me hicieron preguntarme qué habría pensado ella al verme así, era en ese momento todo lo contrario a lo que describía; era lo peor mí.

Desde ese día tomé la costumbre de leer  cada noche alguna de sus anécdotas. Hoy decidí leer sobre el día de nuestra boda, me ayudaba a dormir y no tener pesadillas sobre el día del accidente.

"Hoy daremos el mayor paso de nuestras vidas nos uniremos para siempre, sé que incluso después de la muerte estaré a su lado"

Esa fue una de las frases que había escrito ese día, siempre pienso que mi chiquita tenía mucha más fe en mí de la que yo me tengo a mi mismo.

Por ella cuando encontré ese pequeño diario me cuestioné que debía hacer. No sabía si seguir con los sueños que aún tenía o crear nuevos, pero lo que tuve claro fue que debía seguir no podría permitir seguir hundiéndome cada vez más.

Mi mayor motivo a parte de Abby fue hacerla sentir orgullosa, y creo que lo estoy logrando.

Sigo mirando aquella página, leyendo sobre todo lo que pensó el día que nos casamos; mi mente se llena de imágenes que ella narra con tanto cariño y unas sonrisas espontáneas aparecen en mis labios. Como siempre aunque no esté a mi lado, ella me ayuda desde lejos a sentirme mucho más fuerte y poder soportar el dolor.

Leer esto siempre me ayuda a sentirme en paz y poder dormir tranquilo, por ello al terminar coloco el diario sobre la mesa de noche y me duermo casi al instante sin ningún problema.

(...)

A pesar del tiempo que ha transcurrido  sigo yendo a terapia psicológica y también para mí pierna, ya que no quedo igual desde el accidente ahora debo usar un bastón porque cojeo levemente y hay días fríos donde el dolor es insoportable.

Siento que está yendo bien, Abby cada día está más grande y el dolor no es tan fuerte. Aún así hoy es veinte de mayo y es una sensación agridulce, un día como hoy nació mi hija y murió el amor de mi vida.

Así que es raro como me siento, no sé si celebrar o llorar; hoy decidí visitar a Alexandra junto a Abby aún me cuesta venir hasta el cementerio, pero debo hacerlo ayuda con la aceptación.

—Abby llegamos, vamos a ver a mami —le digo a mi bebé mientras bajo del auto y camino para sacarla del asiento de bebés.

—¿Ami? —Ella me abraza por el cuello y yo asiento mientras caminamos lento hasta el lugar.

—Si a mami. —Ella me mira confundida y se entiende por más que le muestre fotos no es lo mismo que hablar con ella o convivir.

Es difícil venir y ver su tumba; puedo sentir como aún me tiemblan las manos por esta razón no vengo seguido es doloroso. Llegó a su tumba y bajo a Abby que toma mi mano, me siento en la grama y miro el nombre en su lápida.

—Hola chiquita traje a Abby hoy es su cumpleaños, ambos te extrañamos.

Colocó a Abby en mi regazo y ella me abraza como si supiera que lo necesito.

—Api.

La abrazó también y beso su frente.

—Mami está ahí. —Señaló el lugar y ella frunce el ceño porque no ve a nadie.

Miel, 19/03/17 Venezuela.
Editado 21/04/21

Continua llegint

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