Bienvenida Otra Vez

By Fifty-Seven

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Estoy consciente de que muchas personas suelen aparecer en nuestras vidas para enseñarnos cosas que no conocí... More

Sinopsis
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
* noticia *

Capítulo veintiséis

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By Fifty-Seven

La miré una vez más y me levanté, para alcanzar mi camisa del suelo y ponérmela.


—Eso fue... —soltó el aire de sus pulmones con fuerza— Pero esto está mal... —dijo con la respiración irregular, quitando el cabello de su rostro— Chad, nadie puede saber que esto pasó.

—Nadie se enterará —alcé mis hombros y me senté en la cama para ponerme los zapatos.

—Si alguien se entera, empezarán a sospechar de la más mínima cosa, entonces es mejor que se mantenga en secreto. Esto queda entre tú y yo, ¿de acuerdo?

—¿Ya me tuteas y me llamas por mi nombre? —alcé una ceja— Eso es lo suficientemente sospechoso, Helene.

Ella me fulminó con la mirada y se levantó, para colocarse su vestido de fiesta otra vez.

—Nadie se puede enterar —me señaló— y si alguien lo hace, te juro que diré que me drogaste.

—Bien —reí levemente.

—Pero ¿te gustaría... ya sabes... repetirlo? —sugirió— Nada serio, por supuesto. Solo ocasional.

—No tengo problema —alcé mis hombros.

—Ahora vete y pretende que nada pasó —señaló la puerta, me levanté y salí.




Di un par de pasos a través de la fiesta y me encontré de frente con Gwen y John.

—¿Qué se supone que fue eso? —preguntó ella con fuerza.

—¿De qué hablas?

—¡Tuviste sexo con tu jefa! —exclamó y sentí las miradas sobre nosotros. La fiesta era de Helene, nuestra jefa, todos ahí la conocían.

—Eso no es cierto —traté de cubrirme.

—Hermano, no mientas —dijo John—, todos los vimos coquetear, todos los vimos beber, todos los vimos entrar ahí. Y si pasabas muy cerca de la puerta, podías oír algunos sonidos. ¡Felicidades por ese...! —Gwen lo codeó— ¡Auch!

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó ella molesta— Horas atrás estabas lamentándote por tu ex novia. Que "Lorianne esto y aquello", y que "no me quiero bañar" y "que viva Netflix", y todo eso. ¿Qué pasó para que aparecieras de la nada para cogerte a tu jefa?

Suspiré.

—Me di cuenta de que no debía estar lamentándome por una persona que no me quiere. No puedo estar atado siempre a ella, si ella está con alguien más. Soy soltero, Gwen —sonreí.

Ambos se miraron.

—Chad, esto es como una etapa de "voy a fingir que estoy bien, cogiendo con todo lo que se mueva, pero en realidad mi vida apesta", ¿cierto?

—Para nada. Helene es solo una chica más en la ciudad. Yo pienso que es atractiva y el hecho de que ella y yo hayamos...

Me miraron sorprendidos.

—¡La llamaste por su nombre! —exclamó John— ¡Significa que lo disfrutaste! ¡Lo disfrutaste! —miró a Gwen— ¡Lo disfrutó!

—¿Lo hiciste? —preguntó ella.

—¿El qué?

—Disfrutar.

—¿Qué cosa?

—El sexo, niño. El sexo —aclaró.

—No responderé eso.

—¡Entonces no lo disfrutaste! —exclamó él.

—No dije eso, yo... Oigan, ¿quieren cambiar de tema? No es algo de lo que yo hable así, de esta manera.

—Bien, bien —John respiró hondo—. ¿Sabes lo que me dijo Gwen cuando le acaricié la pierna en aquel sofá? Dijo que me...

—¡Cierra la boca, por el amor a Dios! —interrumpió ella.

Reí y me giré para mirar el ambiente una vez más, encontrando a Helene a la distancia. Ella me miró también y me sonrió de una manera diferente.


A partir de ese entonces, cada vez que cruzábamos miradas en el trabajo, me sonreía. Nadie parecía notarlo, pero para mí el asunto se empezó a hacer cada vez más evidente. Creí que ella me llamaría un día a su casa o a otra fiesta para repetir lo sucedido, pero no fue así. Cuando ella dijo "ocasional", de verdad que lo era.

Por ejemplo, un día, trabajando en el restirador de mi oficina, escuché la puerta abrirse y cerrarse con llave. Giré mi cabeza y antes de enterarme, tenía a Helene tirando de mi camisa hasta el sofá de mi lugar de trabajo, diciendo que solo tenía 5 minutos antes de una reunión.

Otro día, coincidimos los dos solos en el elevador. Otro, fue en la sala de conferencias. También llegó a mi apartamento un par de veces.

Un día incluso, me mandó a llamar, alegando una reunión urgente. Dejé mi trabajo a medias y corrí para evitar llegar tarde, pero cuando llegué, me atacó a besos sobre su escritorio.

—Eres fantástico —cayó sobre mi pecho.

Algo en mí no calzaba. Estaba siendo justo igual que mi hermano Nathan, teniendo sexo siempre en cualquier parte. El sexo no me molestaba, me incomodaba el hecho de tener a una chica solo para eso.
Yo pensaba diferente, ese tampoco era yo.

—¿Te gustaría ir a cenar conmigo?


Ella alzó la cabeza y me miró confundida.

—¿Qué dijiste?

—Que si quieres ir a cenar conmigo.

—Define "cenar" —reí levemente.

—Un restaurante, con dos sillas, una mesa para dos personas, con comida genial... Tú y yo, charlando sobre la vida —contesté.

—Oh Chad, disculpa, pero te equivocaste.

Fruncí el ceño, sin comprenderla.


—No quiero eso. Estamos bien así, ¿no crees? —sonrió— Ambos somos solteros, jóvenes, profesionales y, al menos tú, eres bastante guapo —tomó mi rostro entre sus manos—. No me mal interpretes, la paso muy bien contigo y de verdad siento que esto entre nosotros va bien. Muy —recalcó— bien. Pero no busco algo serio. No quería ilusionarte ni nada por el estilo, así que si piensas en mí de esa manera, lo mejor será que paremos aquí.

—Yo no... —suspiré— Tienes razón. Yo estoy pensando cosas que... que no debería y... Disculpa por ponerte en esto.

—Te ves tan tierno mientras estás avergonzado —sonrió—. ¿Nos vemos a la salida?

Asentí, ella se acomodó su ropa, me sonrió de nuevo y fue hacia otro rincón de su gran oficina.





Nunca me había imaginado a mí mismo con una relación como esa, pero, a decir verdad, había logrado despejar mis pensamientos por ratos. Pero Lorianne siempre estuvo rondando en mi mente, a veces escondida y a veces trayéndome recuerdos. Solo la imaginaba junto a Spencer, él sujetando su mano, besando sus labios, tocando su cuerpo...

—¡No puedo seguir con esto! —exclamé, asustando a Helene, quien estaba a horcajadas sobre mí, en el sofá de mi apartamento.

—¿Qué? —preguntó ella— ¿Qué sucede?

—Yo... —suspiré— No puedo dejar de pensar en Lorianne, lo siento.

—¿Lorianne es tu ex? —asentí— Ya veo. ¿Y qué pasó con ella?

—Se fue con un idiota cuando me fui a buscar a mi ahora ex novia a Minnesota. ¿Crees que soy un estúpido? —la miré a los ojos.

—No, solo pienso que tienes cara de niño bueno y por lo que veo, las apariencias realmente engañan —rió levemente—. Pero volviendo a ese asunto tuyo... ¿por qué no vas a buscarla?

—No puedo, no sé dónde vive o cómo contactarla —tiré mi cabeza atrás en el sofá—. Irá a la boda de una amiga en unos días... Ni siquiera sé si iré.

—¡Debes ir! —exclamó, moviéndose para sentarse a mi lado—Debes caminar hacia ella, tomar su rostro entre tus manos y decirle todo lo que piensas a los ojos, sin pausas o titubeos. ¡Vas a ir a esa boda sí o sí!

—No puedo llegar así, de la nada. No sé si irá con su nuevo novio o sola. No sé si tendré la capacidad de decirle todo lo que quiero, no sé si podré volver hablar con ella —negué con la cabeza.

—Yo te ayudaré —se puso de pie y caminó hasta mi armario en mi habitación, sacando toda mi ropa formal.


Pantalones de vestir, sacos, camisas, corbatas, esmóquines, relojes y cinturones. Me obligó a probarme diferentes combinaciones, llegando a la conclusión de que siempre era mejor lo básico: pantalón, camisa blanca, saco negro y una corbata. Colgué el conjunto en mi armario, para conservarlo limpio para el día del evento.

Helene, después de seguir insistiendo en que debía asistir y no declinar ante semejante oportunidad, decidió marcharse, alegando que debía ir a cuidar a su sobrino.

Me quedé solo una vez más.


Estaba por dormirme en el sofá, cuando recibí una llamada en el teléfono del apartamento. Rogaba porque no fuera Brianna con malas noticias de Lorianne. Contesté y escuché la voz de mi padre, quién hablaba con una voz de tono preocupada.

Tienes que venir al hospital ahora —pidió.

—¿Qué? —corrí a ponerme zapatos y un abrigo— ¿Mamá está bien?

Está en urgencias ahora mismo, pero está muy grave, hijo —dijo con preocupación—. Cuando llegamos al hospital, me miró y... —lo escuché llorar.

—Papá, quédate ahí. Voy en camino —traté de tranquilizarlo, pero yo estaba asustado también.

  
No quería imaginar nada.

Tomé un taxi, le pagué y al llegar, me bajé corriendo. Cuando entré, encontré a mi hermano Kendall discutir con la recepcionista, quien, tras varios minutos de insistencia, nos dejó pasar.

Corrimos por los pasillos, esquivando a todos a nuestro paso y llegamos a la sala de espera de urgencias, donde encontramos a papá de espaldas, hablando con un doctor. Nos acercamos a él y el doctor nos miró, mientras que mi padre no podía levantar la mirada del suelo.

—Lo siento mucho —fue lo único que dijo que nos dijo el doctor.

Papá se giró hacia nosotros y nos miró a ambos y, con sus ojos cargados de lágrimas, se acercó a nosotros para abrazarnos con fuerza.

Ninguno de los tres podía creer lo que estaba pasando y no paramos de abrazarnos, incluso cuando Nathan llegó.

Las cosas fueron diferentes a partir de ese momento. Ninguno de los cuatro quería hablar de nada, todos estábamos sumidos en nuestros pensamientos, ninguno de los cuatro pudo sonreír o siquiera dormir; principalmente papá, quién no dijo nada hasta el día siguiente, cuando fue el funeral.

Un evento pequeño, con todos sus familiares y amigos, en una carpa instalada en el jardín de la casa. Habían muchas personas que no pudieron esconder sus lágrimas cuando nuestro padre habló y era totalmente comprensible.

—Christine era... —suspiró— era el amor de mi vida. Me enseñó a sonreír, a soñar y a amar. De no haber sido por ella, no habríamos criado a estos tres maravillosos hombres que... —suspiró de nuevo y se asomaron un par de lágrimas en sus mejillas, las cuales, limpió con velocidad— Disculpen, no puedo hacer esto, yo... Ustedes saben como era Christine. Era bondadosa, amable, sensible y sumamente trabajadora. Y si algo voy a extrañar, es... es ver su sonrisa junto a mí cada mañana. Quiero que mi esposa no pase al olvido. Quiero que esté siempre en nuestros corazones. Gracias a todos por venir.

Todos los presentes aplaudieron y vi cómo él se retiraba al interior de la casa.

Nuestros familiares y amigos esperaban a que cualquiera de mis hermanos o yo pasáramos adelante a dar unas palabras, pero increíblemente el único que tuvo el coraje para hacerlo fue Nathan.

Él se levantó y pasó hacia adelante y todos hicieron silencio.


—Yo no pensaba venir a hablar hoy, ni siquiera tenía pensado levantarme de la cama —confesó—, pero es algo que debo hacer. Debo tomar toda la fuerza que quede dentro de mí y guardarla para afrontar esto. Porque es como ella lo habría querido, ya que siempre nos lo decía a mis hermanos y a mí. Ya fuera con la fuerza, la paciencia e inclusive, con la esperanza.



"En realidad, no hay seguridad de que lo que te digo suceda, pero solo te queda aferrarte a la esperanza que quede en tu corazón. Sé que no tienes mucha ya, pero lo que te quede, consérvala bien, no puedes perder eso también", me dijo mi madre una vez.


—Sé que será difícil aceptar el hecho de que ella no estará más entre nosotros —continuó—, lo sé... Pero les pido a cada uno de ustedes, que eran importantes en la vida de mi madre, que no les sea fácil olvidarla. No olviden las palabras de aliento que nos daba a cada uno, ni las deliciosas galletas que te recibían en casa cuando llegabas un domingo por la tarde. Ella estará siempre con nosotros... —suspiró— Y... Y eso es todo... Gracias.

Aplaudieron a mi hermano y él se acercó a Kendall y a mí, para darnos un abrazo a los dos.


—¿No van a pasar a hablar? —preguntó Nathan, pero Kendall y yo nos restamos a negar levemente con la cabeza— Es duro, lo sé bien. Pero ella era su madre también, deberían por lo menos pasar y agradecerles a todos por venir.

—Lo siento, Nathan —respondió Kendall y tomó la mano de su novia, para ir a otro lugar del jardín.

—¿Tú, Chad? —me preguntó y yo solo negué con la cabeza.

No podía siquiera abrir la boca, porque sentía cómo las lágrimas querían caer por mi rostro. Me sentía fatal.

Minutos después, pasamos al cementerio. Ese momento estrujó mi corazón y desgarró mi alma. Nunca en mi vida había pensado que la muerte de mi madre sería tan dura para mí. Creí ser el único de mis hermanos que podría levantarse después de ello, pero parecía que no.

Vi cómo el ataúd bajaba y sentí la mano de Nathan en mi hombro.

Me giré y salí del grupo de personas que rodeaban el sitio. Caminé hacia la salida del lugar, soltando las lágrimas que se no se podían contener más en mí. Tomé un taxi y llegué a mi apartamento, donde dejé mi saco, mi camisa y mis zapatos en el camino a mi habitación. Me lancé a mi cama y miré el ya tan conocido techo blanco.

Sentía cómo mi vida se iba a la mierda poco a poco. No podía pretender que no quería a Lorianne, no podía tampoco pretender que no necesitaría a mi madre después de su partida.
Sentía mi corazón roto una vez más y las lágrimas no paraban de caer desde mis ojos, empapando mi rostro.

¿Qué seria de mí sin ella? ¿Cómo saldría adelante con todo lo que sentía?

  
Escuché cómo tocaban la puerta de mi apartamento. No abriría, no tenía fuerzas para levantarme. La persona tras la puerta insistió, hasta que se marchó. Hizo eso los siguientes dos días que estuve dentro de mi habitación sin dejar de lamentarme la partida de mi madre.

Sabía que ella estaba en un lugar mejor, sin preocupaciones ni maldad. Pero no podía llenar su vacío.

   
Chad, despierta... —oí a la distancia y abrí mis ojos, encontrando a la persona que menos esperaba en ese momento— Uff, por un momento me temí lo peor —agregó Thomas, aliviado.

Se puso de pie y me senté en la cama, para rascar mis ojos y poder ver con claridad.

—Antes de que preguntes, el portero me abrió la puerta —aclaró.
   

Asentí y ambos nos quedamos en silencio.

—He estado viniendo desde que supe lo de tu madre —comentó—. De verdad lo lamento mucho, no sabía que ella estaba padeciendo del corazón... Tuve que haber sido un amigo y estar junto a ti todo este tiempo, pero...

—Tranquilo —le interrumpí.

—Estuve pensando lo que pasó y lo que dije estuvo mal. Siento mucho haber ignorado cómo te sentías en ese momento... No entendía qué era estar enamorado, ¿sabes?

—Fue mi culpa, Thomas. Estaba cegado. Yo... —suspiré— No pensaba en otra cosa que no fuera en Lorianne y... Lo siento.

—Te he extrañado mucho, hermano —confesó—. Eras... Eres —corrigió— mi mejor amigo y te quiero como a nadie en este mundo.

Me levanté y él me dio un fuerte abrazo. Justo el que necesitaba en ese momento.

—¿Por qué no salimos a tomar algo? Hay tantas cosas que debo contarte y... —borró su sonrisa al mirarme— A menos de que no te sientas bien. Podemos quedarnos aquí. Sí, mejor quedémonos aquí —asintió y salió de mi habitación, con dirección a la sala.

    

Él se veía preocupado. Por mí, supongo.

—¿Por qué no tomas una ducha y te rasuras? —sugirió— No es que apestes o que se te vea mal la barba, pero apestas y te ves viejo con barba —sonreí levemente.

—De acuerdo.

Tomé una corta ducha de menos de 10 minutos y me rasuré la barba, sin poder evitar lo cansado que me veía en el espejo. Mis ojos tenían un par de bolsas debajo de ellos y mi boca no tenía ni el más mínimo indicio de felicidad.

Me vestí y salí del cuarto de baño para encontrarme a mi amigo en la cocina.

   
—¿Qué haces? —pregunté, mientras observaba cómo él cortaba varias frutas en pedazos y las ponía dentro de la licuadora.

—Bueno. Es que Jenna y yo... ¿recuerdas a Jenna, cierto?

—¿Tu novia? —asintió.

—Ella misma —sonrió—. Nosotros buscamos recetas saludables en YouTube, ya que hubo una semana en la que solo salimos por comidas rápidas, decidimos mantenernos más saludables. Cuidar la salud del otro, podría decirse.

—¿Dieta en pareja? —alcé una ceja y él asintió de nuevo— ¿Estás haciendo dieta por tu novia?

—Algo así —alzó sus hombros.

—Entonces las cosas van serias con ella, ¿no? No hacías dieta ni conmigo.
   
—Se mudó conmigo hace un mes —comentó.

—Vaya que van serias —él rió—. Enhorabuena.

—Sí —empezó a licuar y luego lo sirvió en dos vasos—. Anda, pruébalo.

  
Tomé mi vaso y probé el licuado que, para mi sorpresa, estaba delicioso.

—Esto está muy bueno —halagué—, esperemos que Jenna esté más a tu alrededor para que prepares cosas así más a menudo —bromeé y seguí bebiendo.

—Hablando de eso... yo... estoy considerando decirle... decirle que seamos algo más... serio aún.

—¿Es eso posible? —bromeé y bebí.

—Sí, yo... pienso pedirle que... que se case conmigo.
   
 

Al oír las palabras que salieron de su boca, por poco y escupo toda la bebida que tenía en la mía.

  
—¿Qué pasa?

—¿No es muy, ya sabes... muy pronto? Digo, no tienen mucho de estar saliendo y pueden haber cosas que no conozcas de ella y que no te gusten —inventé.

  

Dentro de mí, el hecho de que Thomas se casara antes, significaba dos cosas:

   1. Acababa de recuperar a mi mejor amigo y lo perdería unos meses después con su matrimonio, luego la luna de miel y los cumpleaños, navidades con sus suegros, fiestas de primos a los cuales ni conoce. O sea, no más amigo disponible.

   2. Mi vida era una basura.

  
Y lo era simplemente por el hecho de que por más que fingiera, no lo lograría. Nunca lograría superar esa etapa de mi vida en la que estaba estancado.
El alcohol no funcionó, el sexo tampoco y llorar sin salir de cama menos lo haría.

¿Cuándo lo lograría?

  
—¿Sabes cuánto tiempo tengo de conocer a Jenna? —preguntó— Desde la universidad, haz tú las cuentas. Y desde el primer día que le hablé, descubrí eso que tú siempre decías sentir —sonrió—. ¿Lo recuerdas? Los celos que sentías cuando la veías con otro chico, las ganas de siquiera hablar con ella, lo mucho que querías decirle lo bien que se veía con el cabello suelto... Recordé cómo me burlaba de ti por eso y reía por estar en la misma situación —hizo una pausa, sin poder ocultar su sonrisa—. Amo a Jenna, Chad.

Me dediqué a mirarlo.



—Hazlo entonces.

—¿Crees que deba hacerlo? —asentí.

—Si algo he aprendido últimamente, es que no podemos dejar las cosas para el final. Si quieres estar con ella el resto de tu vida, díselo, propónselo. No te guardes nada de lo que quieras decirle.


Thomas me miró fijamente, con una indefinida expresión en su rostro.


—¿Has hablado con Lorianne? —cambió de tema, pero respondí. Negué con la cabeza— ¿Irás a la boda de Brianna?

—Pensaba en ir, sí. Pero siento que no tendré las fuerzas para ir a ver de nuevo a Lorianne... menos ahora.

—¿De nuevo?


Le conté sobre la reunión que tuvieron Brianna y Mark con Lorianne en el restaurante, y cómo le pagué a un taxista para ayudarme a espiar.

—¿Y por qué no le hablaste?

—Se fue antes de poder decir algo.

—¿Entonces por qué no entraste al restaurante cuando tenías oportunidad?

—Brianna no quería que me apareciera de la nada. Para ella es importante que Lorianne vaya a su boda y, de alguna manera supone que, si ella se entera de que voy, no irá —alcé mis hombros.

—Vaya, que jodido —bufó—. Pero pienso que debes ir. Primero, porque Brianna es tu amiga y te ayudó mucho. Segundo, porque tienes que aprovechar el hecho de que Lorianne va a estar ahí. No puedes ser el mismo ermitaño toda la vida. Debes definir lo que va a pasar contigo, debes hablar con ella sí o sí.

Tenía razón.

—Pero bueno —continuó—, eso ya será decisión tuya. Cambiando de tema de nuevo, ¿qué tal el trabajo?

  
Era increíble cómo mi cerebro asociaba una simple palabra con otra tan rápido.
  
Trabajo, Helene, sexo, llorón, Lorianne.

Thomas no estaba cambiando de tema, solo estaba tocando otro punto.
Puto cerebro.

  
—Bien —asentí.

—Por lo menos has tenido algo con lo que puedes distraerte, ¿no?

  
La pregunta podía entenderse de distintas maneras, pero no le diría a Thomas que estaba tan desesperado por borrar a Lorianne de mi mente, que recurrí a tener sexo con mi jefa. No se lo diría ni en mil años.

—Claro —asentí de nuevo.

  
Estaba por agregar algo, pero su celular sonó, indicando que tenía un mensaje de texto.

—Es Jenna —aclaró con una sonrisa, que no se borró ni siquiera cuando envió el mensaje.

—Tienes sonrisa de idiota —señalé.

—¿En serio? —tocó su boca— Mierda, es cierto. Incluso me duele la cara —rió—. Lo siento.

—No importa —sonreí levemente—. Hablando de Jenna otra vez, ¿irá a la boda también?

—Sí, estoy seguro de que ese día atrapará el ramo y susurrará algo raro en sueco —ambos reímos.

—¿Entonces seremos la pareja de tres?

—No, seremos Jenna y Thomas un rato y luego seremos Chad y Thomas otro rato. Ya mismo te tengo reservado un vals —me guiñó un ojo y reí.

—¿Ahora bailas?

—Jenna me enseñó. Decía que no soportará el hecho de estar sentada cada vez que haya música sólo porque no sabía bailar —rió—. Ahora soy tan bueno, que iré a inscribirme para la gira mundial de Lady Gaga —bromeó.

—Idiota.

—Extrañabas a este idiota —afirmó.

—No tienes idea —sonreí.

  
Él iba a abrir su boca para agregar algo más, pero tocaron a la puerta.

Me levanté y abrí, llevándome la segunda sorpresa del día. En el pasillo, estaban May, Pauline y Rachell; con un pastel claramente casero y un par de globos inflados con helio.

Era raro verlas a las tres juntas, ya que meses atrás les daba tutorías y tampoco tenía ni idea de que se conocían.

   

—Hey —sonrió Rachell.

—Supimos lo de tu madre —habló May—, lo sentimos mucho.

—Yo la conocí —dijo Pauline— y puedo afirmar que fue una mujer maravillosa.

—Trajimos pastel —Rachell lo alzó y lo tomé.

—Gracias —sonreí—. De verdad me alegra verlas. He tenido tanto en mente que olvidé preguntarles cómo les fue.

—Nos graduamos —dijo Pauline con orgullo.

—Enhorabuena. ¿Quieren pasar? —las invité.

—Nos encantaría, pero tenemos entradas para el cine y si no nos vamos ya, llegaremos tardd —excusó May.

—Ah, comprendo. No hay problema. Espero y puedan pasar a saludar otro día —sonreí.

  
—Claro.

—Adiós, Chad.

Se acercaron a mí, me entregaron los globos y cada una me abrazó con fuerza.

—Chicas, vayan ustedes, las alcanzo luego —dijo Rachell.

May y Pauline asintieron y entraron al elevador.
 

—No sabía que se conocían —confesé.

—Estábamos juntas en cálculo —asintió.

—¿Y qué tal el asunto de tus padres? ¿Siguen juntos?

—No, siempre se divorciaron. Me quedé con papá y mamá se fue a Florida.

—¿Estás bien con eso?

—Oh sí, de pude hablar con ambos

—Me alegro por ti —sonreí.

—Gracias. ¿Y tú cómo has estado?

—No tan bien como quisiera —confesé—, han sido meses duros para mí, pero supongo que poco a poco lo superaré. Eso espero, al menos.

—¿Y Lorianne? ¿La encontraste? —asentí— ¡Eso es maravilloso! ¿Arreglaron las cosas? —negué— No entiendo.

—No he hablado con ella desde que se fue. Tengo una oportunidad de hacerlo en un par de días, pero...

—Nada —me interrumpió—, vas a tomarla.

—Nunca dije que no lo haría —ella sonrió.

—Quiero verlos en un par de años en la calle y llamarlos: "¡Señor y señora Adams!" y que ambos volteen —imaginó—. Será hermoso.

  
En ese momento, lo imaginé también. Imaginé una tarde de verano, con Lorianne tomada de mi mano, con su cabello recogido y con uno de los vestidos de flores que yo amaba que llevara...

—Sé que los veré —agregó ella, sin borrar su sonrisa.

Pero no sucedió, de hecho, esa fue la última vez que a Rachell. A May y a Pauline, tampoco las volví a ver. Años después, recibí sus fotos de graduadas de la universidad, pero físicamente no las volví a ver.

La gente desaparecía de mi vida tan sencillamente que en un punto llegué a pensar: ¿Volvería a encontrarme con Lorianne?

  
  
--------------

Siento muchísimo haber tardado un mes para actualizar. Mi excusa es que mis profesores me odian :(

He estado escribiendo en la madrugada para poder actualizar, pero parece que me ha tomado todo un mes.

Les prometo tratar que no se repita

    
  
5:30 pm
18/4/2017

Mer

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