Ella es mi Jefa. SIN EDITAR

By AlexHayer

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Ben Mathews, acaba de salir de prisión y no tiene nada con lo que pueda sustentar su vida, es entonces que su... More

Capítulo 1. Libertad.
Capítulo 2. Alcohol y Cigarrillos.
Capítulo 3. Destino.
Capítulo 4. Opciones.
Capítulo 5. Primer día.
Capítulo 6. Ana, Jess y Liz.
Capítulo 7. Interesante.
Capítulo 9. Cosas del ayer.
Capítulo 10. Consejo.
Capítulo 11. Válido...
Capítulo 12. Posible hundimiento.
Capítulo 13. Dudar.
Capítulo 14. Comenzando a...
Capítulo 15. Rumores.
Capítulo 16. Rosas.
Capítulo 17. Advertencia.
Capítulo 18. Familia.
Capítulo 19. Segunda Base.
Capítulo 20. Límites.
Capítulo 21. Mensajes.
Capítulo 22. Efecto rebote.
Capítulo 23. Su hermana menor.
Capítulo 24. Algo en común.
Capítulo 25. Un propósito.
Capítulo 26. "¿Aceptaras?"
Capítulo 27. Sinceridad.
Capítulo 28. Tú y Yo.
Capítulo 29. Realidad.
Capítulo 30. Camilla Reid.
Capítulo 31. La verdad.
Capítulo 32. Promesa.
Capítulo 33. Contradictorio.
Capítulo 34. Desequilibrados.
Lo que haría por ti.
Parte 1. Sonrisas.
Parte 2. Nuestra Canción.
Parte 3. Cambios.
Parte 4. El comienzo de los Problemas.
Parte 5. Malentendido y...
Parte 6. Errores.
Parte 7. Lo que perdí...
Parte 8. Se que mientes.
Parte 9. Un nuevo comienzo...
Epílogo.
Agradecimientos.

Capítulo 8. Obsequios.

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By AlexHayer

Aproximadamente faltaba poco para las ocho de la noche cuando llegaba al edificio, dispuesto a tomar una ducha, comer algo y luego dejarme caer en mi cama, después de todo no había sido una muy buena idea trasnochar la noche anterior, así que con un gran bostezo abrí la puerta del departamento y viendo de inmediato a Erick, quien miraba fijo algo.

– hola –digo luego de cerrar la puerta, depositando las llaves encima de un mueve cercano a la entrada– ¿Qué es eso? –interrogo ahora sacándome la chaqueta y viendo lo que ha tomado su atención por completo.

Tres bolsas de unas tiendas de lujo, eso es lo que puedo deducir por el sello que hay en ellas.

– hola –responde una vez que estoy a su lado– no lo sé, cariño. Ha llegado a tu nombre hace solo unos segundos –agrega queriendo sonar como una esposa enfadada, lo que realmente no le resulta.

– pero si yo no tengo dinero, para darme lujos ¿seguro que no se han equivocado? –digo ahora sacando un collar de una especie de cuerda donde pongo mi anillo para luego colocarlo alrededor de mi cuello– con suerte tuve solo para esto –señaló– de seguro se han equivocado.

– no –reitera mirándome– lo han dejado a tu nombre.

– ¿no preguntaste por quien lo ha enviado? –pregunto a lo que niega con una cara de "–diablos, no se me ha ocurrido–" tomó una de las bolsas para luego sentarme en el sofá– de seguro ha sido alguien que se ha enterado del término de mi salida...

Frunzo el ceño al apenas abrirla encontrarme la camisa azul que me probé esta tarde para las amigas de mi jefa, paso a la siguiente bolsa preocupando a mi amigo por la velocidad en que lo hago, encontrando las otras prendas que me he puesto en lo que parecía una jugarreta y prueba.

¿Qué mierda?

– ­¿Qué pasa? –cuestiona al ver que me he quedado quieto.

– resulta que esta tarde como petición o obligación –no sé por cual decidirme– el caso es que me probé estas mismas ropas delante de ella y unas amigas que le acompañaban.

Erick pestañea incrédulo ante mis palabras.

– pues entonces o eres un conquistador, galán –dice señalándome– o te lo regalo la tienda, porque dejaste apestosas las prendas.

– podrías por lo menos ayudar ¿no? –sugiero colocándome de pies y encaminandome hacia mi habitación– las devolveré mañana.

– no lo hagas, de seguro a sido una de sus amigas. Tu solo acepta el regalo, porque si no mal recuerdo las devoluciones se hacen con boleta y déjame decirte que tu no cuentas con ellas.

– al menos tu cerebro aún es capaz de razonar –le devuelvo el insulto.

– gracias –dice un poco molesto e ofendido– lo mejor es que hagas una investigación o deduzcas quien fue para por lo menos agradecérselo.

Miró las bolsas sin evitar suspirar ¿Cómo haría aquello? Por otro lado recuerdo una de mis incógnitas en la que él, podría ayudarme a obtener alguna respuesta.

– Erick –le llamó trayéndolo de vuelta al living, ya que estaba por ir al baño– ¿sabías algo al respecto de que su ex novio la golpeaba?

Su rostro asombrado me da la respuesta sin necesidad de hablar, no tenía ni siquiera idea. Me centro en analizar el contenido de las bolsas que están en mi regazo.

– me di por enterado de aquello al escucharla hablar con una de sus amigas.

– eso lo jode todo.

¿De qué manera? Pues ella no se merecía nada de lo que este loco quiere que yo haga, pero no hace que se retracte de callarse ni de atormentarme.

Respecto a la ropa, es difícil imaginar quién lo habrá hecho, de hecho es una más de las incógnitas que tengo rondando por mi cabeza el siguiente día y el otro, preguntas sin respuestas que no tengo oportunidad por deshacerme de ella, dado que nunca se me dio la oportunidad de volver a verles ni mucho menos de quedarme a solas con Alise Burrell. Preguntarle a Corman estaría fuera de lugar, así fue una semana.

Una semana en la que solo nos observábamos el uno al otro, podía sentir sus ojos azules y ella al parecer los míos, de vez en cuando coincidían, otras eran por obligación en situaciones que lo requerían, por lo que el único decepcionado era Erick, al ver que sus planes no estaban prosperando.

– si sigues dándole vuelta a un asunto en tu cabeza, es momento de soltarlo, gritarlo o olvidarlo –habló mi compañero de trabajo, cuando entrabamos a la cafetería del edificio– pensar mucho sobreexplota más que todo lo que hacemos día a día, decía mi madre.

Batalle internamente antes de hablar.

– ¿alguna vez has recibido un obsequio de alguien incógnito de este lugar? –en tu primer día de trabajo. Se me olvido agregar.

Me miró y por unos segundos pensó la respuesta.

– una vez para San Valentín recibí chocolate, aunque después de todo me di por enterado de quién fue y el mismo año, en navidad y de la misma persona recibí unas medias –responde sentándose en la mesa con su bandeja– aunque ahora que lo pienso podrían haber tenido su indirecta.

– de seguro te quiso decir "vete a la mierda".

Comenta Alexander, apareciendo detrás de nosotros y tomando asiento frente a mí. A él lo conocí en mi segundo día aquí, según tengo entendido es secretario subdividido en una sesión del edificio. Era rubio, de casi mi misma altura y edad.

– menos mal que Ana, me lo dice directamente –pensó a viva voz, Corman– ¿Por qué lo preguntas? ¿Ya recibiste algo? Pero si apenas llevas trabajando una semana y media, aquí.

– nada de eso...es solo que me obsequiaron un pequeño arañazo en el carro –miento tomando un poco de lasaña de mi plato para llevármela a la boca.

– a mi me paso algo parecido –dijo Alexander robándose nuestra atención– pero resultó que fue el gato de mi vecina.

– pues si quieres arreglarlo y descubrir quien fue... –habla Corman, ignorando lo que el rubio acaba de decir– puedes hablarlo con el guardia encargado de las cámaras de seguridad que hay en todo el edificio.

– ¿Qué? –cuestiona Alexander, dejando caer su cubierto que sostenía en su mano izquierda con un rostro de shock– y yo pensé que estaban desconectadas y de adorno.

– formamos parte de una especie de agencia que respalda cualquier tipo de cosas, información y montón de cosas ¿Por qué lo estarían? –le responde quien esta a mi lado.

– porque hay como seis guardias de seguridad, aparte de ustedes en todo el edificio –señala con los brazos extendido.

– ¿Qué fue lo que hiciste? –pregunto antes de que comiencen a gritarse.

– no es eso –dice mirándome y señalando con ambas manos hacia un lado– no puedo revelarte mis intimidades, pero lo único que cuestionare ahora es ¿crees que le excite ver mi culito?

Solté un bufido para evitar echarme a reír, mucho más cuando el rostro de Corman mostró su lado molesto por lo informado, pero se tranquiliza sin ánimos de seguir con el tema.

– pobre hombre, quizás que no haya visto.

Hablamos sobre el asunto por un rato más o hasta que llegó Lucy, la cual se sentó al lado de Alex, con un pequeño plato de ensalada, de lo que se burló el rubio por lo poco que era y por sus planes de dieta cuando estaba por acabar la temporada de verano, de lo que recibió un golpe por debajo de la mesa por parte de ella.

– ¿Dónde está? Verónica –preguntó al caer en cuenta en que está sola.

– ha tenido unos problemas.

– siempre que estas solita te acuerda de nosotros ¿no? Corman.

El nombrado solo se centra en su comida.

– calla, Alex.

– apuesto que ha sido ella y su mal carácter, la que te ha rayado el coche –sigue molestando Alexander dándole un mordisco al panecillo que ha optado como segundo plato– tenlo por asegurado.

– ¿te han rayado el carro? –me pregunta ahora ella con un poco de preocupación y ignorando por total lo último que a dicho Alexander.

– no ha sido nada más que algo pequeño.

– recuerden chicos –habla ahora Corman, llamando nuestra atención, tomando un sorbo de su bebida– que mañana me ha tocado día libre –informa cambiando nuestro tema de conversación.

– que suerte la de ustedes –comenta Alexander, con cierta desgana– son los únicos que pueden ausentarse en mitad de semana.

– es cierto ¿aprovecharas para proponérselo? –anima Lucy, haciendo oído sordo a quien está a su lado, otra vez.

– ¿crees que sería el mejor momento? –cuestiona dudoso Corman.

– entre más pronto, mejor –sugiere Alexander sorprendiéndonos a todos– no la perderás.

– no conocía esa faceta tuya –admito por la seriedad en que dijo aquello.

– voy a ser sincero contigo –aclara en lo que Lucy entreabre sus labios, pero no dice nada– me dejaron plantado en el altar. No es algo que grite a los cuatro vientos ni le diga a un tipo en un bar, pero me caes bien y pues me recuerdas a un amigo.

En el rostro de Lucy logró entrever una mirada triste, que no puedo contextualizar. Aquí, entre ellos ha pasado algo o se conocen desde hace mucho. Parece darse cuenta de mi atención por lo que habla queriendo pasar desapercibida.

– yo tengo un hijo de cuatro años –comenta sonriendo– si ya llevas dos semanas aquí, es porque realmente has tomado el trabajo.

– ves, ya tienes un lugar aquí, así que no lo eches a perder...

– ay, no empieces con uno de tus discursos, Corman –habla Verónica detrás de nosotros sorprendiéndonos y de lo que todos nos reímos.

Mañana estaría solo yo trabajando, por lo que entre Corman y Lucy se aseguraron para mostrarme el itinerario de lo que Alise Burrell haría todo el día, así como también repasar ciertas indicaciones debido a que ella sería entrevistada por primera vez en tres años y porque luego se reuniría con alguien para almorzar.

– yo digo que deberías aprovechar el día de mañana para comenzar por ultimo con los coqueteos –sugiere Erick, cuando ya estoy en casa con él, comiendo un trozo de pizza como cena y luego de haberme oído hablar.

– no sé quien es peor –comentó con desaprobación– si tu o mi conciencia –tomando el mando del televisor– oh, el día de hoy conocí a un chico que dejaron plantado en el altar –recuerdo a Alexander y de lo que se me había olvidado contarle.

Me mira inexpresivo. En cierta parte había mentido, a Alexander lo conocí la semana pasada.

– ¿es tu manera de vengarte? –Cuestiona dejando su comida a un lado– ¿quiere asustarme?

– te has delatado –he descubierto su punto débil, donde puedo golpear su moral– te aterra la idea de que te dejen plantado en el altar.

Entrecierra sus ojos, para luego sonreír como si se le hubiera ocurrido una grandísima idea. Ladea su cabeza hacia un costado.

– amor –llama a Jane, la cual está en la cocina– Ben, me está metiendo miedo para nuestra boda.

No puedo evitar exagerar con mis gestos el estar ofendido e indignado, es un cobarde de primera por recurrir a su novia.

– que malo eres, Ben –me regaña la chica asomándose por el marco de la puerta– que malo eres con mi Cuchu.

Miro de vuelta a mi amigo encontrándolo con un rostro de asombro al ser descubierto, puesto que no tenía ni idea de que le llamara de esa forma. Me parto de la risa por semejante seudónimo.

Por cierto, Jane era una chica de veintinueve años de edad, mayor que Erick por un año, es amable, dulce y gentil, tiene sus cabellos castaños y unos ojos verdes, toda esa combinación tenían a mi amigo a sus pies.

– ¡amor! –exclama avergonzado, mientras se coloca de pies inclinándose hasta donde ella esta– no le debías de haber dicho, ahora se burlara de mi siempre que tenga la oportunidad.

– ¿te avergüenzas de mí? –pregunta ofendida Jane, tratando de no reírse de él.

– no. claro que no, cariño. Como crees –ambos se besan para luego entrar a la cocina.

Era divertido y tenía razón Erick, yo me burlaría de él siempre que se me diera la ocasión para hacerlo.

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