Los muchachos de Jo/los chico...

By LinaRochaMedina

9.3K 393 28

Escrito por Luisa May Alcott; este libro sigue después de hombrecitos y con este se termina la saga de mujerc... More

Capítulo 1 Diez años despúes
Capítulo 2 El parnaso
Capítulo 3 Los últimos apuros de tía Jo
Capítulo 4 Dan
Capítulo 5 Vacaciones
Capítulo 6 Últimas palabras
Capítulo 7 El león y el cordero
Capítulo 8 Josie hace la sirena
Capítulo 9 Volvió la polilla
Capítulo 10 John se coloca
Capítulo 11 Emil agradece a Dios
Capítulo 12 La navidad de Dan
Capítulo 13 El año nuevo de Nat
Capítulo 14 Las representaciones en Plumfield
Capítulo 15 En la espera
Capítulo 17 Un rato con las muchachas
Capítulo 18 Día aniversario
Capítulo 19 Rosas blancas
Capítulo 20 Vida por vida
Capítulo 21 El caballero de Aslanga
Capítulo 22 El último aspecto

Capítulo 16 En la cancha de tenis

262 15 0
By LinaRochaMedina

 Los deportes se habían puesto muy de moda en Plumfield; y en el río, donde antes no se veía más que el viejo bote meciéndose amarrado ala argolla junto al embarcadero, se reían ahora elegantes y ligeros esquifes y bonitas barcas con sus toldos de tela rayada, llenas de alegres y vocingleras jóvenes, que arrojaban agua a los tripulantes de los esquifes, al verse vencidas por éstos en las regatas. 

  La ancha pradera próxima al añoso y corpulento sauce, era ahora el campo de recreo y ejercicio de los muchachos del colegio, donde libraban furiosos partidos de fútbol, y de donde no pocos salían rengueando más de una vez. Un poco
más retirada estaba la cancha de tenis, juego al que tía Jo era muy aficionada, y donde gobernaba como reina, venciendo siempre a la desgraciada que jugara con ella. Josie era también muy hábil en el manejo de la raqueta, y se hallaba jugando con Bess un sábado por la tarde de un magnífico día de verano. La simpática princesita se iba amoscando al ver que su prima no le dejaba hacer un tanto. 

-¡Si estás cansada, mujer! Y el caso es que esos chicos todos están matándose con ese bárbaro fútbol. ¿Con quién voy a jugar yo? -preguntó Josie suspirando, mientras se quitaba el gran sombrero colorado que llevaba puesto. 

-Cuando descanse un poco, volveremos a jugar; aunque, si quieres que te diga la verdad, me va cargando ya este juego, porque nunca puedo ganar -contestó Bess, mientras se abanicaba con una hoja de planta, muy ancha. 

En el momento en que Josie se iba a sentar en un banco rústico, cerca de donde estaba su prima, vio aproximarse dos jóvenes muy peripuestos que la saludaban desde lejos, descubriéndose con mucha finura y gracia; y al llegar donde estaban, se apresuró Josie a preguntarles que quién de ellos quería jugar con ella; porque eran los antiguos compañeros, Dolly y George. 

-Con mucho gusto -contestó el más cortés de los dos, haciendo una reverencia. 

-Sí, hombre, sí; juega tú, y yo me quedaré aquí a la sombra, hablando con la princesita ­dijo el más grueso de ellos. 

-Consuélala, George, que está enojada porque no le he dejado hacer ni un tanto -exclamó Josie mientras se dirigía a tomar su puesto-; dale bombones, que ya he visto la cajita que te asoma por el bolsillo -añadió con risa picaresca.

Josie venció también a Dolly, no dejándole ganar ningún partido; luego, los dos se fueron a sentar a la sombra, donde estaba la otra pareja. Se reía Josie mucho de estos dos jóvenes, porque vestían con excesiva elegancia, y como tenía mucha confianza con ellos, les llamaba pisaverdes.

-Digan ustedes algo útil -principió diciendo Josie cuando estuvo sentada-; todo no ha de ser hablar de trajes, chalecos y sombreros a la moda; hablemos de algo que instruya. 

  -Sí, sí; de algo más substancioso -interrumpió George, metiéndose otro bombón en la boca-; de algo que nos abra el apetito. 

-Este hablará de comidas; por eso está tan gordo -interrumpió Dolly-; oye, cásate con una buena cocinera y abre un restaurante, que esas cosas te gustan a ti mucho. 

Se sonrieron las chicas al oír los chistes de Dolly a George, pero a éste le hicieron muy poca gracia; arrugó el entrecejo y guardó silencio algunos minutos. Tía Jo llegó en aquel momento, y la conversación tomó otro rumbo. 

-¿Sigues estudiando francés, Dolly, con la misma afición que el año pasado? 

-No, señora, no; ya no lo estudio porque me cansé. Ahora estudio griego -contestó el joven, acentuando la palabra y mirando a tía Jo con descaro; pero, de pronto, se acordó de que ella estaba al corriente de todas estas cosas; bajó la vista y se quedó mirándose los zapatos. 

-No estudia francés, pero, en cambio, lee muchas novelas francesas, y no pierde una función cuando viene por aquí alguna compañía francesa de opereta -añadió George con ingenuidad, confirmando las sospechas que tenía tía Jo. 

-Precisamente, quería yo preguntaros algo de esto, porque Teddy tiene grandes deseos de aprender francés de esta manera práctica, y yo deseo saber qué clase de compañía es ésa y qué pone en escena. 

-Ya se lo diré a usted, señora; yo fui y quedé convencido al momento de que allí no puede ir ningún muchacho decente; los que habían ido allí sin saber lo que aquello podía ser estaban tan avergonzados como lo estaba yo mismo. Los mayores, sí, señora, se veía que disfrutaban, y, al salir, estaban esperando en la puerta del teatro a las repintadas cantantes para invitarlas a cenar.

-¿Fuiste tú alguna vez? 

-Tan sólo una. 

-¿Te gustó? 

-No señora, no; me fui a casa muy temprano -contestó Dolly con palabra torpe y poniéndose más colorado que la rabiosa corbata que llevaba puesta. 

-Pues no sabes cuánto me alegro, de que aun no hayas perdido la gracia de ruborizarte; pero creo que la perderás pronto si continúas en esa clase de estudios, y te olvidas de avergonzarte. Con el trato de esa clase de mujeres olvidarás en seguida las buenas cosas que has aprendido, tendrás muchos disgustos y te verás en la vergüenza más de una vez.  

  ¡Pues, señor, esto me saca a mí de mis casillas! ¿Por qué han de consentir los padres que sus hijos pasen las noches en esas pocilgas, en vez de cuidar para que las pasen tranquilos en sus camas?
Los dos jóvenes oían medio espantados la enérgica protesta de tía Jo contra una de las diversiones más de moda en aquellos días y guardaban respetuoso silencio; George, pensando con alegría que él no había asistido nunca a esas cenas alegres de las
cantantes francesas, y Dolly muy satisfecho de haber dicho "que se había retirado temprano". Tía Jo continuó hablándoles en tono maternal, deseosa de hacer por ellos lo que ninguna otra mujer hacía; y lo hacía con verdadero cariño. 

-Si yo no os quisiera, no os diría una palabra de estas cosas. Ya sé que nada de esto es agradable; pero mi conciencia no quedaría tranquila si me callase sabiendo, como sé, que a veces con una sola palabra se consigue apartar a un joven del peligro en que se halla. Retiraos a tiempo con valentía, que no sólo os salvaréis a vosotros, sino que salvaréis a otros con vuestro hermoso ejemplo. Venid a mí si os veis atormentados por alguna cosa; sin reparo de ninguna clase y sin avergonzaros por nada; que por mucho que me digáis, ya he oído cosas peores, y he sabido confortar a muchos y salvar a no pocos. Sí, hijos míos, seguid mis consejos y podréis besar a vuestras madres con los labios bien limpios y pedir a las muchachas inocentes que os amen. 

-Muchas gracias, señora; creo que tiene usted mucha, pero muchísima razón; pero la cosa es algo más difícil de lo que parece, porque cuando se ve uno invitado por personas respetables que llevan a sus hijas a ver a "Aimie", ¿qué quiere usted que hagamos nosotros? ­contestó Dolly algo turbado, deseando salir del paso lo mejor posible. 

-Pues mejor que mejor. Más honor y gloria para los que con valor y talento resisten a la opinión pública, y a la moral de manga ancha de ciertos hombres y mujeres, que lo mismo se les da una cosa que otra. Pensad vosotros en imitar a las personas que más respetáis, y conseguiréis el respeto de las que os quieren de veras, y de las que se preocupan por vosotros. Porque una persona se empeñe en tirarse por un despeñadero, no nos vamos a tirar nosotros también. 

  ¿Sabéis vosotros lo que me dijo John una vez hablando de estas cosas? "Mira, tía Jo, el que se pierde es porque quiere; yo, por mi profesión de reportero, paso las noches en los teatros de todas clases y en otros puntos peores, y, sin embargo, no imito a ninguno de los que concurren a esos sitios; voy a mi asunto, y nada más". 

-¡Si parece un sacerdote! -exclamó George con una sonrisa de aprobación en su cara mofletuda. 

-Es un buen muchacho, y yo lo quiero porque sabe lo que hace; va siempre derechito a su trabajo, y deja a los demás que tiren por donde quieran -añadió Dolly, levantando la cabeza del suelo con una expresión en su cara que dio a entender a su mentor que sus palabras habían surtido el correspondiente efecto, de lo que se alegró mucho, y se animó a continuar su interrumpido discurso.

 -Pues ahí tienes un buen ejemplo; con imitarlo tienes bastante. En fin, hijos míos; perdonadme la molestia que os he proporcionado, pero no olvidéis mi sermoncito. Yo confío en que os servirá de algo. Ahora, si queréis venir a ver a mi gente menuda, tendré yo gran satisfacción en verme en medio de dos caballeros, y todos nos marcharemos juntos y en gracia de Dios.

No echaron los muchachos en saco roto las palabras de la madre Bhaer, y en más de una ocasión se acordaron después de la media hora pasada en la cancha de tenis. 


Continue Reading

You'll Also Like

80.9K 4.3K 151
Valentina una chica con una vida normal hasta que el divorcio de sus padres cambiaría su vida por completo volvería los próximos años en los peores d...
1.5K 132 4
Satoru, últimamente ha soñado con cierta persona de cabellos rosas. Son experiencias amorosas tan vividas junto a él,que quedó enamorado.Y junto a es...
274K 13.4K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
Voz favorita By 5

Teen Fiction

59.4K 3.4K 26
"Sigue mi voz... Síguela y verás que al final del camino, mirarás hacia atrás y todo lo que parecía oscuro, brilla como la Luna." Mia no esperaba que...