Bienvenida Otra Vez

Von Fifty-Seven

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Estoy consciente de que muchas personas suelen aparecer en nuestras vidas para enseñarnos cosas que no conocí... Mehr

Sinopsis
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
* noticia *

Capítulo diecinueve

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Von Fifty-Seven

¡Maratón de cumpleaños atrasado! 2/3

—¿Qué sucede? —preguntó Thomas— ¿Algo malo con Ashley?

—No sé, sinceramente.

—¿A qué te refieres? —preguntó Jenna.

—Cuando ella se fue todo era muy normal. Le di su regalo, nos besamos, nos despedimos y listo. Pero... la verdad es que apenas si hemos hablado y no me responde las llamadas, creo que...

—Lo que me temía —murmuró, interrumpiéndome.

—¿Qué?

—Tienes el síndrome de la novia controladora —Jenna frunció el ceño—. Tú no —le dijo a ella—, pero él sí —me apunto con su dedo índice.

—¿De qué demonios hablas?

—Quieres controlar lo que hace, saber dónde está, con quién está, qué comerá, qué dirá, qué pensará, qué tirará por el retrete, qué...

—Ya entendí —interrumpí yo—. Y no, puedo asegurarte que no es eso. Es mi novia, ¿sabes? Quisiera por lo menos escuchar su voz un par de veces al día o que me textée algo.

—Chad, no hará sexting contigo, ¡está en casa de sus padres! ¡Tus suegros! —exclamó.

—No hablo de sexting, idiota.

—Yo te entiendo —dijo Jenna—. Pero creo que deberías entenderla a ella. Está en su hogar, en su tierra de origen. Tal vez está tan emocionada por estar en Minnesota, que olvida que tiene toda una vida en esta ciudad, dale tiempo, ya se tranquilizará y te llamará —me aseguró.

—¿Cómo puedes estar tan segura de ello?

—Me sucedía cuando tenía un novio hace un par de años aquí y tenía que volver a mi país por el aniversario de mis padres.

Fruncí el ceño, confundido.

—¿Eres extranjera?

—¿Eres extranjera? —Thomas repitió mi pregunta, con la misma confusión en su rostro.

Jenna se giró hacia él, completamente indignada.

—Estás bromeando, ¿cierto? —preguntó a Thomas y él negó— ¡Eres increíble, Sanders! —exclamó con una clara molestia en su rostro, mientras se ponía de pie.

—¡Jenna, espera! —él se levantó y la siguió hasta la puerta del departamento de Thomas.

—¿Cómo es que no vas a saber que no soy norteamericana? —preguntó abriendo la puerta— Te lo he dicho miles de veces, ¡soy sueca!

—Pero tu apellido...

—¡Mi padre nació en Wyoming, pero mi madre nació en Estocolmo! ¿Sabes dónde queda eso? ¡En Suecia! —exclamó y cerró la puerta al salir.

Thomas me miró y yo a él.

—Disculpa —dije, un tanto apenado.

—No, es mi culpa de todas maneras, no le puse atención —dijo sentándose en el sofá en el que solo minutos antes habían estado él y Jenna.

—¿No irás tras ella?

—Dejaré que se calme un poco y la llamaré luego, sino empezará a decirme cosas raras... —se detuvo— Todo tiene sentido ahora, ¡ella insulta en sueco! Qué idiota soy. Bueno, Jenna tiene razón, ¿sabes? Solo debes esperar a que se le baje eso de "¡Viva Minnesota!" y listo, hablas con ella. Tal vez encontró compañeras de la secundaria y salieron a acampar o no sé qué cosas raras hacían los niños en Minnesota, pero tú me entiendes. Está emocionada, ya se le pasará.

—Supongo que es eso, sí.

—¿Quieres ver algo de televisión? —sugirió mi amigo, tomando el control remoto— ¿O si ves una chica vas a querer besarla también?

Lo fulminé con la mirada y le lancé un almohadón al rostro. Idiota.

  
Cuando salí de ahí, dejé a Thomas hablando por teléfono con Jenna, disculpándose a una manera muy... Thomas.

Salí de su apartamento y empecé a caminar hacia el mío. Esos días no tenía clases porque mis alumnos estaban ocupados con sus familias y Lorianne no tenía que trabajar porque, en la cafetería, contrataban a adolescentes que trabajaban en vacaciones para tener dinero extra. Así que ella simplemente salía del apartamento cuando se le antojaba, se echaba a dormir o se quedaba cocinando postres, aprovechando sus vacaciones.

—¡Hey! —escuché a una chica exclamar detrás de mí— ¡Tú, emm... Adams!

Giré mi cabeza y encontré a una rubia, abrigada con ropa claramente costosa, corriendo a como podía hacia mí.

—¿Te puedo ayudar en algo? —pregunté.

—¡Claro que sí, bombón! —se enganchó de mi brazo y la miré confundido— ¡Te perdiste la semana pasada cuando te fuiste de mi casa, pero sabía que volveríamos a encontrarnos! —chilló.

No de nuevo. Rodé mis ojos y me detuve. Saqué mi celular y, mientras buscaba la imagen, empecé a decir:

—Oye, sé que piensas que soy Nathan, pero no —ella me miró confundida—. Soy Chad, el hermano gemelo de Nathan —le mostré la imagen, en la que salíamos ambos. Ella tomó el celular entre sus manos y analizó la fotografía—. Siento que te haya hecho... lo que sea que hizo.

—Esto es... raro —rió—. Pero eres igual de guapo que él, así que supongo que también tendrás el...

—¿Quieres su número? —la interrumpí y ella asintió— Puedes llamarlo todo lo que quieras, está trabajando como mecánico en un sucio taller, así que llámalo y no dejes que se te escape de nuevo.

Le dicté el número y ella me agradeció, depositando un beso en mi mejilla. Se marchó en sentido contrario y yo seguí mi camino.

Al llegar, encontré la puerta entreabierta. Fruncí el ceño, confundido y entré en silencio. ¿Alguien se había metido a robar? Abrí la puerta y caminé silenciosamente, escuchando unas palabras que venían desde adentro. Dejé que mi oído me guiara y me llevó hasta la puerta de la habitación, donde encontré la puerta entreabierta también. Empujé la puerta lo suficiente para poder ver y encontré a Lorianne, sentada en la cama, acariciando una larga cabellera rubia que descansaba en sus piernas. Rachell.

La pelirroja alzó su mirada hacia mí y me hizo señas de que hiciera en silencio y que esperara ahí. Movió a Rachell de sus piernas, quién tenía el rostro rojo y húmedo, la acostó en la cama y se acercó a mí. Cerró la puerta detrás de ella, dejando a la chica sola en la habitación.

—¿Qué sucede? —pregunté en un susurro.

—Sus padres se van a divorciar —respondió de la misma manera—, está muy afectada por ello y vino hasta acá para hablar conmigo. No trajo un abrigo ni nada, simplemente salió corriendo de su casa y cuando llegó a la puerta, estaba hecha un hielo —suspiró—. Se supone que debería disfrutar lo que le queda de la secundaria, pero sus padres van a acabar con su vida.

—¿Piensas hacer algo?

—Iré a hablar con ellos —dijo decidida.

—No puedes hacer eso, Lorianne. Es una familia ajena a ti —le recordé—, no puedes simplemente decirles "no se divorcien" y listo.

—Lo haré como amiga de Rachell, como una amiga que se preocupa por su bien. Y no les diré eso, les diré que piensen en el bienestar de su hija.

—Eso no solucionará nada —insistí—. Opino que sería mejor que Rachell fuera a hablar con ellos. ¿Cuándo fue la última vez que les dijo lo que sentía?

—No la escucharán.

—Tendrán que hacerlo, es su hija. Su instinto de padres puede que esté algo oxidado, pero algún día recordarán lo importante que es ella en sus vidas y llegarán a un acuerdo que los beneficie a todos.


Lorianne analizó mis palabras en silencio.

—Odio que tengas razón —dijo yendo a la cocina.

La seguí, me senté en la silla del desayunador y la observé mientras sacaba uno de los pastelillos que había hecho el día anterior, durante la mañana.

—¿Quieres uno? —preguntó y asentí.

Lo tomé y le di un mordisco. Eran simple y sencillamente deliciosos.

—¿Te pasa algo? —preguntó y reaccioné— No has dejado de mirarme y no sé si es que tengo un diente sucio o es que simplemente estás drogado.

Negué con la cabeza, sin poder ocultar mi risa.

—¿Qué haremos con Rachell entonces? ¿Pasará la noche aquí? —pregunté.

—No... no lo sé —confesó—. No sé si querrá volver o si piensa alejarse de su casa para pensar las cosas.

—No puede quedarse aquí por siempre —le recordé—. Tendrá que enfrentarlo tarde o temprano, le guste o no.

—Lo sé, lo sé... —suspiró— ¿Quieres este cupcake de glaseado amarillo? —me lo mostró, cambiando de tema— Sé que es tu color favorito —canturreó.

—De hecho, mi nuevo color favorito es el verde —aclaré—, lo es desde hace dos años, creo.

—Es tu día de suerte —puso el cupcake amarillo de vuelta en su lugar—, porque también hice verdes —lo sacó y me lo dio.

Lo llevé a mi boca para darle un mordisco, pero en vez de eso, sentí cómo todo el glaseado verde manchaba mi cara. Abrí mis ojos y encontré a Lorianne sonriendo con burla, para luego soltar una carcajada sonora. Aproveché su descuido y tomé un cupcake de glaseado rosa y se lo estampé en el rostro también. El que reía entonces era yo.

Ella abrió sus ojos con asombro y riendo un poco.

—Significaría guerra si mis cupcakes no estuvieran increíblemente fabulosos —reí y miré su rostro lleno de glaseado—. ¿Qué miras? ¿Quieres un poco de esto, ah? —dijo señalando su cara y yo no pude evitar reír.

Era increíble lo mucho que reía cuando estaba cerca suyo.

Ella alcanzó las toallas de papel para poder limpiarnos el rostro cada uno. Pero me miró con una sonrisa y acercó un dedo a mi rostro, lo llenó de glaseado verde y se lo llevó a la boca.

—Soy una genio con esto del glaseado —bromeó.

Empecé a limpiar mi rostro y, cuando creí haber terminado, ella se acercó a mí.

—Te falta aquí —tomó una toalla y empezó a limpiar mi sien izquierda.

Tomé una toalla de papel también y limpié su mejilla. Miré su rostro, mientras lidiaba con todo el glaseado que se había quedado en mi rostro, no parecía estar pensando en algo con exactitud. Su expresión estaba relajada, tranquila... Todo lo opuesto al día en el que llegó al apartamento.

—¿Podías imaginarte esto? —pregunté y ella no me miró.

—¿El qué?

—Esto —dije y sus ojos encontraron los míos, sin alejarse de mí—. Digo, esta paz, la tranquilidad entre nosotros.

—La verdad esperaba no volver a verte en mi vida —confesó con una sonrisa—, pero supongo que no pude controlar eso.

—¿Tú esperabas no volver a verme? —pregunté sorprendido— Imagínate yo, entonces. Quería que te quemaras en el infierno —reí levemente y ella sonrió.

—¿Y ahora? —mi risa se detuvo.

—¿A qué te refieres?

Ella me miró un par de segundos y luego bajó la cabeza.

—Olvídalo —pidió.

—Lorianne...

—Déjalo, ¿de acuerdo? —pasó a mi lado y la tomé del brazo, deteniéndola— No te diré nada.

—Sólo dime... dime cómo te sientes ahora —ella suspiró, miró al techo un par de segundos y luego me miró a los ojos.

—Me siento... me siento culpable, condenada...

—¿Culpable? —pregunté confundido.

—Sabes a qué me refiero.

—No, no sé —ella cerró los ojos.

—Culpable porque siempre que aparezco en tu vida solo te causo problemas y te involucro en cosas en las que no deberías estar metido y...

—Cálmate —la interrumpí—, ¿sí? Tú misma me lo dijiste días atrás, todas las situaciones tienen un propósito. Las decisiones que tomamos en el pasado forman nuestro futuro, ¿no? ¿Eso fue lo que dijiste?

Ella asintió.

—Así que en realidad no hay que arrepentirse de nada —continué—. Cometiste errores y yo también cometí los míos, pero eso nos hace ser quien somos hoy. Sé que te sientes culpable por lo que me hiciste y te condena tu "karma", pero aprendiste del pasado, ¿cierto? —asintió de nuevo— Entonces no te arrepientas de nada de lo que hiciste.

Me miró fijamente con esos ojos claros que me tenían loco cuando era adolescente. Mi mano no dejaba de tomar su brazo con suavidad. Ella colocó sus manos en mis hombros, de frente a ella.

—Eres un chico fantástico.

¿Cómo respondía a eso?

Se acercó más a mí y me abrazó, aún estando yo sentado. Pude oír su calmado corazón palpitar en su pecho. Envolví su cuerpo con mis brazos también e, involuntariamente, cerré mis ojos. Disfrutaba del abrazo, a pesar de que estaba exactamente sobre sus pechos, pero no pensaba en ello, yo...

—Ok —dijo ella, separando el abrazo—, tal vez no era incómodo para ti, pero para mí sí, así que si te pones de pie y repetimos el abrazo desde cero, sería perfecto —reí.

Me levanté de la silla y la acerqué a mí, para abrazarla de nuevo, esta vez, con mayor facilidad. Cerré mis ojos de nuevo. Los únicos que existíamos en ese momento éramos Lorianne, su asombroso champú con aroma a frutas y yo.

—¿Estás disfrutando este abrazo tanto como yo? —preguntó y yo asentí— Eso es bueno, porque tu colonia huele genial, ¿Armani?

—Dolce & Gabbana —corregí.

—Disculpe, caballero —bromeó y reí.

Después, silencio total una vez más.

Nos quedamos en silencio casi un minuto más, hasta que el tono de llamada de mi celular sonó. Era una video llamada.

—Tengo que contestar —dije y ella se separó de mí rápidanente.

—Yo lo entiendo —asintió—. Iré a ver a Rachell —dijo, yéndose a la habitación de nuevo, donde estaba la chica rubia.

Tomé mi celular y me senté en el sofá. La llamada era en Skype, de Ashley. Acepté y de inmediato apareció la rubia en la pantalla de mi celular, completamente arreglada, como si fuera a salir.

—Hey —le saludé.

Hola Chad, ¿cómo estás?

—Muy bien, gracias. ¿Y tú? ¿Qué tal está todo por allá? —quería hacer una conversación normal, pero no lo lograba.

Asombroso, todo ha sido simplemente asombroso —sonrió.

—Me alegro —sonreí y vi cómo se ponía unos largos pendientes en las orejas—. ¿Y vas a salir?

Sí, me encontré con mi mejor amiga de la secundaria y luego encontré más amigos, entonces decidimos salir a beber algo —explicó—. No te molesta, ¿verdad?

¿Me molestaba que saliera? No. ¿Me molestaba que no me llamara o no contestara mis llamadas? Sí, y más de lo que yo mismo pensaba.

—Para nada —respondí con una sonrisa.

¿Qué tienes ahí en la cara? —preguntó, frunciendo el ceño mientras se acercaba a la cámara.

Toqué mi rostro y encontré un poco del glaseado verde que me había estampado. Sonreí.

—Pudo haber significado una guerra si Lorianne no hiciera tan delicioso el glaseado —repetí lo que la pelirroja dijo anteriormente.

De acuerdo... —dijo no muy convencida— ¿Qué tal todo por allá?

—Todo normal —sonreí.

Me alegro. Te extraño, ¿sabes?

—Sí, yo también —confesé.

Solo unos cuantos días más y estaré de vuelta en casa —me aseguró. Vi cómo la pantalla de su celular se iluminó. Ella la miró—. Oh, tengo que irme. ¿Nos hablamos luego?

—Sí, claro.

Ella me lanzó un beso y terminó la llamada. Bloqueé mi celular y me quedé sentado en el mismo lugar, pensando en lo que sucedía. Ashley se iba de fiesta con "amigos de la secundaria". Tal vez pasaba tanto tiempo con ellos, que olvidaba llamarme. O simplemente no me llamaba porque no le daba la gana.

Me pasé ambas manos por el rostro, tenía que dejar de pensar en ello de una vez por todas.

Me puse de pie y caminé hasta la habitación, donde oí a Lorianne decir algo como:

—¿Que Chad y yo qué? —rió sonoramente.

Siendo sincero, no la oí con claridad. Decidí quedarme en la puerta, para oír más.

—Chad, espiar es de mala educación.

Mierda, pensé.


Entré en la habitación y le sonreí a Rachell, que estaba sentada, abrazando mi almohada.

—Tienes razón —la olfateó—, huele genial. ¿Boss?

—Dolce & Gabbana —corregí acercándome para sentarme a su lado, frente a Lorianne—. Pero vine para saber cómo estás o si necesitas algo más, o si...

—Eres muy amable, pero ya me voy —anunció, poniéndose de pie y dejándonos a Lorianne y a mí confundidos.

—Espera —dijo la pelirroja—, ¿qué? ¿No vas a querer quedarte o hablar más sobre ello?

—Tengo que hablar con mis padres, Chad lo dijo y sé que tiene razón —me miró, sonriendo.

—Entonces por lo menos llévate un abrigo— Lorianne se levantó y corrió hacia mi lado del armario, donde empezó a buscar—. Chad, ¿de casualidad no tienes un abrigo de esos afeminados que te encanta usar?

—¡Hey!

—¿Dije eso en voz alta? —Rachell rió y yo sonreí—. Llévate esto mío —le dio uno de sus abrigos— y por favor ve a tu casa y haz todo lo que esté a tu alcance. Si ellos deciden llevar el divorcio, lograrás vivir con ello.

Rachell asintió y Lorianne le dio un fuerte abrazo, luego se acercó a mí y me dio otro.

—Adiós —se despidió con la mano y se fue.

La pelirroja se giró, yo seguía sentado en la cama, esperando por algo más interesante por hacer.

—¿Qué pasa? —pregunté riendo.

—Nada, solo espero —la miré con confusión—. Te iba a preguntar por Ashley, pero no sé qué esperar, así que estoy dispuesta a escuchar si quieres hablar.

—No sucede nada, solo que...

—¿"Solo que..."?

—Ella se irá de fiesta con sus amigos de secundaria y estoy seguro de que es por ellos que Ash no me llama o me contesta las llamadas —confesé.

—Dale tiempo, ¿sí?

—Eso me dijo Thomas, pero me molesta.

Ella me miró, como pensando qué decir o qué hacer.

—Entonces haz algo que no te moleste —sugirió—. ¿Quieres leer el libro que te regalé? Sé que quieres —se acercó a mi estantería donde estaban mis demás libros y tomó la copia que ella me había regalado. Me lo tendió y lo tomé, sin poder esconder una sonrisa—. Siéntate a leer cuanto quieras, no te molestaré... a menos que me lo pidas —sonrió también.

Y eso hice. En dos días, leí 9 extensos capítulos. Pero no pude seguir cuando el calendario indicó que era 31 de diciembre. Sabía que era un día para aprovechar y disfrutar.

—¿Sobraron de las galletas que hiciste ayer? —le pregunté a Lorianne, mientras las buscaba por la cocina.

—En la alacena, a la derecha, en un frasco rojo —indicó, desde la habitación.

—Gracias —dije cuando las encontré. Estaban deliciosas.

Me senté en el sofá a degustarlas.

—¡Hey, no te las comas todas! —dijo acercándose a mí, para quitarme el recipiente de las manos.

—Están muy buenas, lo siento —reí y la observé mientras devolvía el frasco rojo a su lugar original en la alacena.

—¿No has sabido nada de Ashley? —preguntó de la nada y mi sonrisa se borró— Disculpa, yo no...

—Déjalo —la interrumpí y suspiré—. No, ayer no pude comunicarme con ella. Solo espero poder decirle aunque sea "feliz año nuevo".

—Ya verás que sí, ella te quiere mucho, eso nunca lo dudes.

Suspiré.

—¿Podemos cambiar de tema? —pregunté.

—Claro —ella cambió su rostro—. ¿Qué tal el libro?

—Muy bueno, la verdad —le sonreí—. Me parece simplemente genial cómo él pierde todo lo que cada persona considera valioso y llega una persona y empieza a hacer que todo vuelva a él. No lo he terminado, pero por el momento es fantástico. Gracias.

—Sabes que no es nada —sonrió, alzando sus hombros.

—Entonces... ¿Iremos a la fiesta de año nuevo a la que nos invitaron mis amigos de la cafetería?

—Si quieres, por mí bien —alzó sus hombros.

—No se me ocurre nada mejor que hacer —confesé— y tampoco he vuelto a ir a muchas fiestas, a decir verdad, entonces creo que perdí mi parte fiestera.

—Yo te ayudaré. Tampoco he ido fiestas desde hace un tiempo, pero creo que no pierdo el toque.

Reí sonoramente.

Cuando llegó la hora de prepararnos para salir, decidí ponerme una camisa de botones blanca y vestirme casual. No era una fiesta muy elegante, pero tampoco podía ir vestido con lo primero que encontrara. Lorianne duró 2 horas y media preparándose con la ropa y el maquillaje. Ella no era de esas chicas que se ponían maquillaje oscuro o muy exagerado, siempre usaba algo ligero.

Estaba viendo la televisión mientras la esperaba. Miré el reloj, eran las 6:48 p.m.

—¿Ya estás lista?

—Sí.

Apagué la televisión y me puse de pie, para tomar mis cosas. Mi billetera, las dos entradas y mi celular. Lo único que llevaba y creí necesitar.

Alcé mi mirada hacia ella y la encontré vistiendo un vestido corto, color gris, bastante bonito. Llevaba su cabello suelto y zapatos altos, que estaba seguro que, con ellos, ella me alcanzaría en altura.

—Te ves bien —halagué.

—Si no tuvieras novia, apostaría a que vas a buscar una hoy —bromeó.

Ella llevaba una cartera en la mano, supongo que con lo que ella pensaba necesitar. Le di las entradas para que las guardara y salimos del apartamento. Tomamos un taxi y en 15 minutos estábamos en la entrada del lugar, que tenía una larga fila para poder adquirir las entradas. La pelirroja y yo fuimos directamente a la entrada, donde un hombre de traje oscuro revisó nuestras entradas y nos dejó entrar.
Ella dejó su cartera en las taquillas que cuidaba una chica y entramos al lugar.

Estaba repleto de personas. Unos bailaban, otros bebían, otros se besuqueaban con el primero que veían y otros solo esperaban el momento para.

—¡Vamos por acá! —gritó Lorianne sobre la música. Coloqué mi mano en su hombro, para no perderla de vista y llegamos a la barra, donde nos sentamos en dos taburetes seguidos.

Ahí la música no era tan fuerte, así que era más sencillo hablar.

—Este lugar tiene un ambiente espectacular —dijo ella, sin poder dejar de mirarlo todo—. Está excelente.

—Sí —le sonreí y ella me miró.

—¿No vas a decir nada más al respecto? —negué con la cabeza— Y tú dices que eres sociable —rió—, ya sé lo que necesitas —alzó la mano y el barman se acercó. Ella le pidió dos bebidas y yo la miré.

—No voy a beber —ella alzó una ceja—, no mucho.

—¡Es una fiesta de año nuevo, Chad! —los tragos estuvieron listos frente a nosotros. Ella tomó el suyo y me dio el mío— Y necesitas energía, por eso, vas a beberte todo, ¿me oíste?

Asentí y bebí el trago que estaba muy cargado de alcohol.

—¡Eso es! —exclamó— ¡Otro!

En cuanto estuvieron ambos tragos servidos, los bebimos. Bebimos alrededor de 5 rondas y ambos seguíamos intactos... o al menos eso decía yo.

—¿Bailas? —preguntó.

—Yo...

—¡Excelente! —me interrumpió.

Me tomó de la mano y tiró de mi hasta la pista de baile, en medio de todas las personas que bailaban. Empezó a mover su cuerpo al ritmo de la música y yo la miraba.

—¡Lorianne! —la llamé gritando— ¡No sé bailar!

—¡¿Te vas a sentar?! ¿Por qué?

—¡No! ¡Yo. No. Sé. Bailar! —dije palabra por palabra. Ella asintió y tomó mis manos, colocándolas en sus caderas, para empezar a bailar ella.

—¡Déjate llevar! —gritó y cerró sus ojos, mientras seguía bailando.

Era preciosa y no podía pensar en otra cosa.

Quería pensar que el trago estaba afectándome, pero yo sabía que no era así. Sentía que solo ella bailaba en la pista, nadie más.

Quería besarla.

Necesitaba hacerlo. Dentro de mí, algo quería volver a poner mis labios sobre los suyos. Pero otro algo dentro de mí, muy pequeño, se quejaba y advertía.

Tenía besarla.

Sabía que no debía hacerlo, debía resistir.

—¡Iré al baño, te veo en la barra! —grité y ella asintió.

Salí del montón de gente y fui al baño, en el que habían 4 hombres más. Me acerqué al lavabo y me lavé el rostro, para luego mirarme en el espejo.

¿Qué me pasaba por la mente?

—¿También te enrollaste con una de 17? —preguntó un tipo, acercándose a mí— Esos tacones las hacen verse mayores... —dijo para sí mismo— Pero tranquilo, no es ilegal si no la miras mucho a los ojos —me dio un par de palmadas en el hombro y se fue.

Raro...

Como sea, tenía que aclararme. No podía besarla. No debía besarla. Por más que quisiera mi yo interior, no podía.
Suspiré una vez más y salí del baño, dirigiéndome a la barra. Me senté en uno de los taburetes vacíos. Pedí una bebida medianamente fuerte y me quedé pensando en lo sucedido. ¿Qué demonios me pasaba por la cabeza?

No podía ir besando a cualquiera que se me antojara, es decir, en Minnesota...

—¡Oh Dios, no puedo creer que te haya encontrado aquí! —exclamó una chica, acercándose a mí.

—Disculpa, pero creo que te equivocaste de persona —dije con amabilidad. Bebí mi trago.

—¡Claro que no! ¡Eres Chad Adams!

La miré de nuevo y la analicé bien, reconociéndola casi al instante.

—¿Caroline?

Ella asintió, con una emoción incontrolable.

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