Decisión de Amor (Borrador Co...

By kroana

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Ella es rica y malcriada acostumbrada a tener todo lo que quiere... Él es rico y caprichoso acostumbrado a ha... More

Capítulo 1: La Inauguración
Capítulo 2: Que Comience el Juego
Capítulo 3: Artimaña
Capítulo 4: Tal Vez... ¿Si?
Capítulo 5: Pasado, Presente y ¿Habrá Futuro?
Capítulo 6: Seamos Sinceros
Capítulo 7: Malos Entendidos
Capítulo 8: El Acuerdo
Capítulo 9: ¿Qué vas a hacer ahora?
Capítulo 10: Intentemos... Un nuevo comienzo
Capítulo 11: Vacaciones
Capítulo 12: Isla Nihhau
Capítulo 13: Tiempo Perfecto
Capítulo 14: De Regreso
Capítulo 15: Lo que Deseo, lo que tú Deseas y lo que Tenemos
Capítulo 16: La Noche Perfecta
Capítulo 17: ¿Qué estoy Haciendo?
Información de interés
Capítulo 18: La Decisión
Capítulo 19: París
Capítulo 20: ¿El Tiempo Te Hace Cambiar?
Capítulo 21: Te Necesito
Capítulo 22: Mis Limitaciones
Capítulo 23: ¿Estás Aquí?
Capítulo 24: París, La Ciudad Del Amor
Capítulo 25: Fiesta de Compromiso
Capítulo 26: En la Rutina
Capítulo 27: Te Protegeré
Capítulo 28: Yumar Wells
Capítulo 29: ¿Qué Pasa?
Capítulo 30: ¡Sorpresa!
Capítulo 32: Verdades Ocultas
Capítulo 33: La Vida Sigue
Capítulo 34: ¿La esperanza es lo último que se pierde?
Capítulo 35: ¿Cuál es la verdad?
Capítulo 36: Las Máscaras Caen
Capítulo 37: Falsas Promesas
Capítulo 38: Esperanza
Epílogo

Capítulo 31: Complicaciones

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By kroana


Cristhie

Me sentí mareada, de repente el olor a flores en la habitación se hizo muy fuerte, lo mezclé con mi perfume, con el perfume de Isaac, el olor de la cuidad que entraba por la ventana y pensé que me iba a desmayar. Me apoyé sobre la mesa mientras que la habitación giraba a mí alrededor, hasta que sentí las náuseas e inevitablemente supe que iba a devolver en arcadas lo que había comido. Salí disparada como una bala al dormitorio, haciendo caso omiso de las miradas de los dos hombres en la habitación: la acusadora de Edmund y la de absoluta preocupación de Isaac; aún no entendía qué hacía Isaac con mi papá, luego habrá tiempo para las explicaciones, pensé.

Isaac estaba de pie en la puerta del dormitorio, se notaba con claridad no quería estar allí sino a mi lado, pero la presencia de Edmund lo hacía recelar y mantenerse alejado. Edmund en cambio estaba a mi lado en la cama con una cara de preocupación, molestia contenida y algo más que no supe descifrar.

—¿Es así como te cuidas? —dijo alternando la mirada entre Isaac y yo.

—Estoy bien, debe ser algo que comí que me cayó mal —mentí. Isaac lo sabía y yo lo sabía, no era una simple indigestión y ya me estaba empezando a preocupar.

A lo lejos la música que indicaba una llamada en mi celular empezó a sonar, Isaac lo reconoció y fue por mi teléfono, era Maggie, lo sabía por la canción, hice ademanes para levantarme pero Edmund me detuvo y se levantó él, Isaac le entregó el teléfono mientras intercambiaban miradas acusadoras.

Edmund estaba esperando a que Isaac se fuera, el detalle era que Isaac estaba quedándose conmigo, y aunque que a él no le costaría nada conseguir una habitación yo no lo quería lejos de mí. Le envié señales con mis ojos para que no me dejara sola, eventualmente Edmund se tendría que ir.

Isaac me complació. Dio la vuelta a la cama y se sentó a mi lado.

—Hola —dije nerviosa. Sentía la mirada de ambos hombres sobre mí.

—¡Cris! —su voz subió una octava—. ¡Al fin que me contestas! —me acusó.

—¿De qué hablas Maggie? Sólo ha sonado un par de veces... —Mi amiga siempre tan melodramática.

—Oh, claro que sí... ¿Cómo estás? No, mejor ¿dónde estás? Edmund vino, está aquí en Paris... Aaron lo vio y me dijo, ¿cómo está todo? ¡¿Por qué no me contestas?! —suspiré.

—Si al menos me dejaras hablar Mag —algo en mi voz la alertó.

—Oh, está en tu habitación... —casi podía imaginarme la cara de espanto que tendría y la gran O que había formado con su boca.

—Sí.

—¿Necesitas ayuda o algo? —un milagro, pensé.

—Estoy bien —mentí.

—Ok. Pero lo que sea, a la hora que sea Cris, ¡Me llamas! —sonó más a una orden que un ofrecimiento.

—Está bien Maggie.

Y sin esperar respuesta tranqué la llamada. Volteé a los lados. Isaac me miraba con preocupación y Edmund con reproche. Genial. Ahora cómo me deshacía de Edmund sin que resultara muy obvio, claro sin que Isaac me dejara también. Pero el pensamiento duró solo el tiempo que lo había pensado porque Edmund me sacó de mi ensoñación.

—Maggie está en Paris. Porque no me sorprende —empezó a decir mientras caminaba de un lado a otro dentro de la habitación. Mareándome—. Esa niña, ya sabía que era una mala influencia para ti Cris. —Torcí los ojos.

Maggie ¿mala influencia? ¿Siempre lo supe? ¿De qué venía todo esto?

—¿Qué haces aquí papá?

—¿La portada de la revista te parece poco? —La verdad era que la portada no era poco, pero no era la primera vez que salía en primera plana, ¿por qué le preocupaba a Edmund esto ahora?

—No es nada —le dije y me encogí de hombros.

—¡Nada! —gritó haciéndome retroceder en la cama de manera instintiva. Sentí la mano de Isaac sobre la mía y volteé a verlo, lo amaba tanto—. ¿A eso es a lo que has venido? —La voz de Edmund me hizo voltear a verlo—. Estás aquí por negocios Cristhie, pensé que habías madurado, pensé que podía contar contigo. —Una ira inmensa se apoderó de mí.

—¿Te parece que tus negocios han ido mal? —me incorporé en la cama soltando mi mano de la de Isaac—, ¿acaso no has estado leyendo tus reportes? ¿Xavier no ha hablado contigo? ¿No has revisado las cuentas? —me levanté de la cama—, ¿qué me reclamas papá? No tienes ni idea de todo lo que he tenido que soportar por tus negocios —dije lo último entre dientes ya de frente a él. Jamás le había hablado de esa manera, pero no podía soportarlo más—. ¿Sabes quién es uno de los socios de la empresa con la que hiciste negocios papá? —Edmund me miraba estupefacto—: Yumar Wells, papá, he estado trabajando todo este tiempo con él y no me lo ha puesto fácil... —El rostro de Edmund me hizo pensar que él ya lo sabía, pero no podía ser posible ¿verdad? La habitación de repente empezó a dar vueltas y caí de bruces al suelo.

Isaac

Lo tenía todo, absolutamente todo preparado. Había hablado con Maggie para que retuviera a Cris un poco después de la oficina mientras arreglaba nuestra habitación, había hablado con la floristería del hotel ordenándole varios ramos, había pasado por la joyería para buscar el anillo que había encargado un par de días atrás, todo lo tenía bajo control o al menos así estaban las cosas hasta que llegó Edmund Blair.

El papá de Cris había llegado a Paris el mismo día en que había decido proponerle matrimonio, ¿Podía él ser más inoportuno?

No obstante había llegado para, según sus palabras textuales "Ponerle fin a esta relación". Aparentemente el señor Blair consideraba la relación que tenía con su hija dañina.

—Entenderás Isaac, que yo solo quiero lo mejor para Cristhie. —Eso era ahora un punto discutible, pero no lo iba a mencionar. —Estas fotos que han recorrido el mundo y llegado a mis manos dejan mucho que decir de mi familia —Cris y yo realmente no salíamos nada bien en la dichosa foto—; he tenido que venir de emergencia para aclarar el asunto con mi hija y me encuentro contigo en su habitación. —Tenía que reconocer que no se veía nada bien desde su punto de vista, pero yo también tenía que defenderme, no era como que yo me había burlado o aprovechado de su hija, yo la amaba y él debía saberlo.

—No es lo que usted piensa señor Blair. —De todas las cosas que podía decir, dije el peor cliché del mundo.

—Dime Edmund por favor. —Me dio una palmada en el hombro. Estábamos sentados en la mesa de la sala de estar de la habitación que llevaba semanas compartiendo con Cris, decorada con todas las flores que había pedido. —Seguro que no quieres ningún mal para mi hija Isaac, pero debes saber que eso es algo que no sólo se dice, se hace.

Y justo en ese momento había llegado Cris a la habitación.

Recordando ahora la conversación que había tenido con él, me preocupaba el hecho de que él quería que le demostrara la naturaleza de mis sentimientos hacia Cris y ahora que ella descansaba en el dormitorio y nos quedábamos nuevamente a solas, debía darle la cara como el hombre que era.

—Debo asumir que mi hija te quiere Isaac. Y que en consecuencia tú la quieres a ella. —Asentí. —Muy bien —dijo mientras se levantaba y parecía pensar en qué otra cosa decir—, estoy cansado del viaje, pero, desayunemos mañana Isaac y conversemos.

—De acuerdo.

—Muy bien —me dio una palmada en el hombro—; te acompaño... ¿en qué habitación te estas quedando? —sopesé un par de segundos decirle que estaba aquí con su hija, pero una mirada rápida a su rostro me detuvo de decirle la verdad. En vez de eso pregunté—: ¿quiere un trago?

—Estaba esperando a que lo dijeras —respondió para mi sorpresa.

—Espero que comprendas por qué hago esto —¿hacía qué?

—Lo siento Edmund, pero no te entiendo.

—Te estoy pidiendo que dejes de ver a Cris.

Llevábamos ya varios tragos en el bar del hotel, habíamos hablado de todo menos de Cris, por lo tanto su mención me sobresaltó.

—¿Cómo dice?

—Digo que si de verdad la quieres tanto como profesas, la dejarás. Tú no eres el hombre adecuado para ella. Ella ya tiene con quién estar desde hace tiempo... —En mi mente imágenes se arremolinaban y todas las piezas encajaron en un instante.

—De verdad no puedes creer que Yumar es bueno para ella.

—¿Yumar? !No, claro que no! ¿Qué demonios te hace pensar eso?

—¿Entonces de quién hablas?

—Lamento informarte que eso, no es asunto tuyo.

—¿Cómo qué no lo es? —me sorprendí alzando la voz.

—Yo soy su padre —dijo con tono autoritario—, y esto no tiene discusión. Si de verdad la quieres te alejaras de ella.

—No lo haré —respondí con firmeza—. Amo a su hija más que a nada en el mundo, y ella me ama también —Edmund resopló.

—¿Estás seguro que mi hija te quiere? No eres más que otro capricho de ella, la conozco mejor que tu Isaac, eres un objeto más para llamar la atención, en cuanto se canse de ti, te echara y a las horas no serás más que un recuerdo, en el mejor de los casos... —Lo dijo en tono serio, realmente creía en lo que decía, pero yo jamás creería eso de Cris.

—Lamento que pienses así de tú hija, Edmund —repuse con calma—, pero Cristhie es mucho más que eso —me levanté de la silla—. Si me disculpas —saqué mi billetera y coloqué un par de billetes en la mesa—; ya no hay más nada que podamos hablar. 

Salí del bar sin siquiera voltear a verlo. 

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