Perro prisionero (Naruto, Ita...

By FullbusterFic

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Deidara es un muchacho de diecisiete años que trabaja para la mayor banda criminal, los Yakuza. Tras ser capt... More

Capítulo 1: Encierro
Capítulo 2: Prisión
Capítulo 4: Celdas
Capítulo 5: Despacho.
Capítulo 6: Oficinas
Capítulo 7: Abogados
Capítulo 8: Juegos silenciosos
Capítulo 9: Espionaje
Capítulo 10: Topos.
Capítulo 11: Extraña dulzura.
Capítulo 12: Arresto domiciliario
Capítulo 13: Cenas
Capítulo 14: Un amigo
Capítulo 15: citas y celos.
Capítulo 16: Un mal reencuentro.
Capítulo 17: Tecnología.
Capítulo 18: Sorpresas.
Capítulo 19: confesiones.
Capítulo 20: Una vida.

Capítulo 3: Convivencias

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Tres días en prisión preventiva y Deidara ya estaba completamente nervioso. Su abogado no podía visitarle mientras estuviera allí pero en breve pasaría al área de la prisión y, seguramente, eso sería mucho más duro que lo que había vivido hasta ahora. Por el momento, tan sólo el aislamiento y aunque se sentía solo, en parte pensaba que era mejor así, estar sólo a junto al resto de reclusos, pero esta etapa se pasaría pronto.

No fue hasta la mañana siguiente, cuando Deidara fue finalmente trasladado a la celda que ocuparía. Las alarmas de las puertas abriéndose era lo primero que escuchaba Deidara seguido por el eco de los profundos pasos de los guardias que le acompañaban. En la última sala le dieron el neceser del mes ante de conducirle a la que sería su habitación mientras durase su estancia en prisión.

Deidara continuó por el largo y silencioso pasillo, con sus nuevas ropas y pertenencias en las manos hasta que llegó a la vacía celda donde iba a pasar los siguientes seis meses de su vida. Se sorprendió al encontrarse allí solo, pero supo que algo ocurría cuando los guardias no se movieron de la puerta.

- ¿Dónde está mi compañero? – preguntó Deidara.

- En el patio. Cámbiate rápido, tenemos que llevarte allí.

En esos tres o cuatro días que había estado en prisión preventiva, había tenido mucho tiempo para leerse las normas de la prisión. Tenía claro que para todos los reos, era obligado y no podían retener sus dos horas de patio, a menos que fuera por mala conducta, en cuyo caso, los guardias podían castigarles sin sacarlos al patio.

Tampoco es que Deidara tuviera muchas ganas de ir al patio y mezclarse con los demás chicos, pero no podía alegar nada para quedarse allí encerrado. No tendría más remedio que salir y tratar de pasar lo más desapercibido posible. Aún recordaba con cierto rencor las palabras de Pain y cómo le había abandonado allí dentro sin más.

Se desvistió dando la espalda a los guardias, pese a que estos ni siquiera estaban mirando, y se colocó con rapidez el mono que le habían dado, recogiéndose el cabello en una coleta alta como solía acostumbrar a hacerla. Una vez estuvo listo, caminó hasta la puerta y les dio la señal a los guardias de que estaba listo para acompañarles.

Caminaban por el pasillo en completo silencio. Deidara observaba todas y cada una de las celdas por las que pasaba pero todas estaban vacías excepto una. Un chico de más o menos su misma edad estaba tumbado en una de las camas sin moverse. Aquello empezó a causar cierta reticencia en Deidara. Ya estaba a punto de salir al patio, cuando al otro lado del pasillo se escuchó a otro guardia.

- Traedlo aquí, tiene una llamada.

Uno de los guardias le cogió del brazo indicándole que volverían atrás para que pudiera atender la llamada que recibía. Ni siquiera sabía quién podía ser pero no tenía nada que perder. Quizá era su abogado con buenas noticias, era una esperanza que aún se negaba a perder, pero cuando llegó hasta la sala del teléfono y lo cogió, escuchó la voz del guardaespaldas de Pain.

- Pain desea hablar contigo – le aclaró.

- Pues dile que yo no tengo nada que hablar con él – le dijo Deidara a punto de colgar, pero la voz de Pain se lo impidió.

- Ni se te ocurra colgarme, Deidara o te arrepentirás – se escuchó la profunda y atemorizante voz de Pain – ahora cálmate y escucha con atención. Hay algunos de los nuestros en la prisión, ellos pueden protegerte el tiempo que estés allí dentro.

- No necesito vuestra protección.

- Créeme... que la necesitarás – dijo Pain.

Deidara recapacitó unos segundos. Sabía que era joven, impulsivo y que era el novato, no tardaría mucho en correr los rumores sobre su estancia allí y seguramente todos querrían abusar de él, era el más débil allí dentro.

- ¿A quién tengo que buscar? – preguntó.

- Se llama Akasuna no Sasori, le reconocerás con rapidez, es pelirrojo e impaciente. Si te portas bien con él, puede protegerte.

- ¿Portarme bien? – preguntó Deidara sonriendo con ironía – eso es como decirme que le pague con sexo.

- Tú verás lo que estás dispuesto a hacer para sobrevivir, Deidara. Es tu elección, yo sólo te he aclarado con quién debes hablar. Nos vemos cuando salgas.

Ni siquiera pudo discutir con Pain, él ya había colgado el teléfono. En parte, sabía que Pain había corrido un gran riesgo llamándole a la prisión, pero otra parte de él seguía resentido, seguía sintiéndose abandonado por la persona en la que más había confiado en toda su vida, ese chico que le recogió siendo un niño y le había ayudado, apoyado y enseñado cómo sobrevivir en la adversidad.

- Joder – exclamó Deidara colgando el teléfono – Akasuna no Sasori – recordó el nombre – supongo que más vale acostarse con uno que no ser la puta de toda la prisión – intentó mentalizarse.

Miró un segundo el teléfono frente a él y, finalmente, se levantó de la silla para ir a la puerta. Llamó a los guardias y estos le abrieron inmediatamente acompañándole de nuevo hacia el patio. Ahora debía encontrar a ese chico de la misma organización.

Al abrir la puerta del patio, el sol inundó la estancia obligando a Deidara a cerrar los ojos durante unos segundos. Sus ojos claros, acostumbrados a la penumbra de los últimos días, hicieron que necesitase unos minutos para acostumbrarse. Escuchó cómo la puerta se cerraba tras él pero no consiguió abrir los ojos. Trató de respirar profundamente y empezó a abrirlos con lentitud viendo el patio lleno de reclusos. Algunos hacían ejercicios, otros hablaban en las mesas del fondo o jugaban a algún juego que ellos mismos habían fabricado y que los guardias les dejaban tener al ver que no eran elementos peligrosos.

Deidara observó todo el lugar atentamente hasta que, al fondo del patio, consiguió ver a un chico de cabello rojizo al que le rodeaban varios chicos más que hablaban y jugaban entre ellos. Seguramente aquel debía ser Sasori.

Sin dudarlo y tras resoplar con profundidad una vez, se encaminó hacia él. Ni siquiera había llegado completamente hasta Sasori cuando los otros chicos ya se habían levantado y le frenaban el camino impidiéndole el paso, pero Deidara, con cierto toque dulce pero evitando que la voz le temblase, comentó que venía a ofrecerle un trato a Sasori.

El pelirrojo, bien situado tras el resto de sus compañeros, echó una ojeada al nuevo producto llegado a su prisión y sonrió mientras chasqueaba los dedos indicando a los demás que se apartasen y le dejasen pasar, quería observarle mejor.

- Tú dirás, chico – comentó Sasori.

- Me llamo Deidara – empezó – y acabo de ingresar a la prisión.

- Eso ya puedo verlo. No me gusta mucho esperar, así que ve directo al grano. ¿Qué quieres de mí?

- Quiero protección – dijo sin más Deidara.

- ¿Protección? – sonrió Sasori - ¿Por qué debería dártela?

- Porque estoy dispuesto a hacer lo que me pidas a cambio.

- Lo que te pida... ¿Sabes cuántos chicos hay aquí que pueden darme lo mismo que tú? ¿Por qué debería dártela a ti y no a los demás?

- Porque yo soy más valioso que todos los demás – dijo Deidara sin dilación – porque haré cosas que nadie más hará y porque yo soy el que se acostaba con tu jefe – soltó intentando darle la importancia que buscaba - ¿Cuántas veces puedes decir que te acuestas con el mismo chico con el que se acostaba tu jefe?

Aquello pareció crear una mayor sonrisa en Sasori. Era cierto... nadie jamás tocaba los juguetes de sus jefes, pero allí estaba ese chico, el juguete de Pain frente a él y completamente disponible para él.

- Trato hecho, chico – le dijo Sasori – nadie aquí va a tocarte sin mi permiso, te daré mi protección, a cambio... obedecerás lo que yo te pida sin rechistar. A partir de ahora... eres de mi propiedad.

Deidara sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo con aquello, pero eran seis meses en los que debía convivir con todos esos adolescentes mayores que él, seis meses en los que debía sobrevivir. Aún tenía algo más por hacer... librarse de Sasori y sus deseos fuera como fuera y sólo había una opción para conseguirlo... miró hacia una de las ventanas del segundo piso del edificio y pensó en los guardias o incluso en algo mucho más alto que ellos, el propio director de la prisión. Ahora más que nunca iba a necesitar a alguien al mando que consiguiera librarle de cumplir su trato con Sasori y sus secuaces sin incumplir el trato. Sasori le protegería de los presos de dentro y alguien con autoridad... le debería proteger de los secuaces de Sasori. No tenía más remedio, debía tratar a toda costa de llegar hasta el director pero aún no sabía cómo lograr verle.

Sin que aquel chico rubio se diera cuenta, oculto tras la persiana de vinilo del despacho, Itachi observaba con ojo avizor todo lo que ocurría en su prisión. Itachi siempre había sido un chico que buscaba la perfección en su trabajo, cualquiera que éste fuera, pero admitía que la prisión era un lugar demasiado grande como para poder abarcar todo. Había intentado cesar los abusos de otros presos, pero no siempre lo lograba y sabía que los pactos entre los reclusos seguían estando vigentes. Las requisas y vigilancias de celdas eran exhaustivas, habían logrado incautar una gran variedad de armas artesanales que los mismos presos fabricaban, pero siempre aparecían más pese a la rigurosidad que pedía a sus agentes que tuvieran. Siempre había cosas que se escapaban a su control pese a intentar poner los medios necesarios para pararlo.

- ¿Qué piensas? – preguntó el agente a su espalda.

- Que tienes razón, ese chico está metido en algo con los Yakuza, pero no puedo probarlo.

- ¿Sólo lleva un par de minutos en el patio y ya puedes saber eso?

- Ha ido directamente a hablar con Sasori, conocido aquí como el escorpión rojo, trabajó durante muchos años para Pain, de la familia Myojin. Ya sabes que esa familia trabaja para los Yakuza.

- Puede que sólo haya buscado protección.

- Lo he tenido en cuenta. Sasori es el mejor brindando protección aquí dentro, pero no coge a nuevos reclusos porque sí, ese chico ha tenido que ofrecerle algo importante y además... alguien ha debido darle el soplo para que supiera a quién buscar. Ese chico era algo importante para Yahiko, no hay duda alguna. Lo único malo va a ser cómo probarlo.

- ¿Cómo conseguirás que hable? – preguntó el agente.

- Aún no lo sé, pero algo se me ocurrirá.

- Espero que hagas un buen trabajo, Itachi, te estás jugando mucho.

Itachi le observó con su fría y dura mirada de siempre. Odiaba cuando le chantajeaban, pero admitía que no tenía más remedio. Aquel hombre podía mover los hilos para encontrar un sustituto a su puesto más rápido y él podría así volver a su puesto en la oficina de policía. La bocaza de ese crío rubio era la clave para él de poder escapar de ese trabajo y volver a su antiguo puesto. Debía conseguir que hablase, que se inculpase, que delatase a los suyos, pero sabía que sería complicado. Aún estaba pensando un plan para poder acercarse a él y conseguir su propósito.

- Quizá deba conseguir que ese chico tenga visitas conmigo – comentó Itachi – pero debo investigar cómo. Quizá podría... no... es complicado.

- ¿El qué?

- Una reinserción – comentó Itachi.

- ¿Podrías hacerla?

- Tendría que hablar con el psicólogo de la prisión, pero si él lleva muchos casos en función, yo mismo podría pedir llevar el caso de ese chico. Se puede excusar diciendo que al ser un cumplimiento de la pena de seis meses, hay que prepararlo para la reinserción en la sociedad, así que su comportamiento debe cambiar. Si el psicólogo está muy ocupado, yo puedo ofrecerme.

- Los altos mandos no te dejarían hacerlo.

- Sí me dejarían siempre y cuando usted les comunique que como policía estoy en mis funciones de entrar en el caso y sacarle la información necesaria a ese chico. Nadie se opondría si con esta acción se puede pillar a más integrantes de la banda.

- Empiezo a entender por qué dicen que eres el mejor en tu trabajo.

- Ahora si me disculpa... debo atender más contratiempos, la prisión no se lleva sola – añadió Itachi con seriedad sin perder de vista a ese chico rubio.

El agente se marchó enseguida, cerrando la puerta tras él. En aquel momento, Itachi cogió el expediente del chico y lo revisó.

- Deidara... sin apellidos – susurró para sí mismo – otro pobre chiquillo sin hogar al que recogieron de la calle – comentó – y al final, has acabado aquí.


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