Destiny y la Camara Secreta [...

By mortovel

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Después de su primer curso, Destiny espera por su segundo curso en el Colegio de Magia y Hechicería, tan solo... More

Capitulo 1. Invasión de Idiotas en el Campo Jorgenson
Capitulo 2. Siempre hablando con la verdad.
Capitulo 3. Un nuevo callejón y el nuevo maestro.
Capitulo 4. Un momento en la Madriguera.
Capitulo 5. Regresando a la plataforma o... a la madriguera.
Capitulo 6. El Expreso de Busca y Encuentra.
Capitulo 7. Solo malas noticias.
Capitulo 8. Aclarando las duditas de Fred.
Capitulo 9. La Ambición secreta de Lockhart.
Capitulo 10. Come caracoles.
Capitulo 11. El Expreso de Hogwarts.
Capitulo 12. Preguntados.
Capitulo 13. BatiSnape.
Capitulo 14. Nunca nos va bien, los treinta y unos de octubre.
Capitulo 15. El Misterio Empieza.
Capitulo 16. Mi idea.
Capitulo 17. Untitled.
Capitulo 18. Perdiendo el Control.
Capitulo 19. Preparando el plan de este curso.
Capitulo 20. Club de Duelo.
Capitulo 21. Con las manos en la mesa.
Capitulo 22. La Poción Multijugos.
Capitulo 23. El Diario.
Capitulo 24. Hablar y Hablar.
Capitulo 25. Un diario que habla
Capitulo 26. ¿En Que Estamos Metidos?
Capitulo 28. La Camara de Secreta.
Capitulo 29. Explicaciones.
Capitulo 30. Hasta el siguiente curso.

Capitulo 27. No Mi Idea Favorita.

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By mortovel

El verano estaba a punto de llegar a los campos que rodeaban el castillo. El cielo y el lago se volvieron del mismo azul claro y en los invernaderos brotaron flores como repollos. Pero sin poder ver a Hagrid desde las ventanas del castillo, cruzando el campo a grandes zancadas con Fang detrás, no era lo mismo; y lo mismo podía decirse del interior del castillo, donde las cosas iban de mal en peor.

Habíamos intentado visitar a Hermione, pero incluso las visitas a la enfermería estaban prohibidas.

—No podemos correr más riesgos —les dijo severamente la señora Pomfrey a través de la puerta entreabierta—. No, lo siento, hay demasiado peligro de que pueda volver el agresor para acabar con esta gente.

Ahora que Dumbledore no estaba, el miedo se había extendido más aún, y el sol que calentaba los muros del castillo parecía detenerse en las ventanas con parteluz. Apenas se veía en el colegio un rostro que no expresara tensión y preocupación, y si sonaba alguna risa en los corredores, parecía estridente y antinatural, y enseguida era reprimida.

—No puedo dejar de pensar en las palabras de Dumbledore —me comentaba Harry, y solitas en mi mente se reproducían cuando las menciono: «Sólo abandonaré de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel. Y Hogwarts siempre ayudará al que lo pida.» ¿A quién ibamos a pedir ayuda, cuando todo el mundo estaba tan confundido y asustado como nosotros?

—No lo sé, pero tenemos que buscar las arañas —comente señalando lo que dijo Hagrid antes de marcharse.

Aunque cuando hace unos meses habían centésimas por doquier, en estos momentos, no habia ni una sola araña a la que seguir. Las buscábamos por dondequiera que íbamos, Ron nos ayudaba a regañadientes, pero es nuestra única opción. Además se añadía la dificultad de que no les dejaban ir solos a ningún lado, sino que tenían que desplazarse siempre en grupo con los alumnos de Gryffindor. La mayoría de los estudiantes parecían agradecer que los profesores los acompañaran siempre de clase en clase, pero a me resultaba muy fastidioso.

Había una persona, sin embargo, que parecía disfrutar plenamente de aquella atmósfera de terror y recelo. Draco Malfoy se pavoneaba por el colegio como si acabaran de darle el Premio Anual. No comprendo por qué Draco se sentía tan a gusto hasta que, unos quince días después de que se hubieran ido Dumbledore y Hagrid, estando sentada detrás de él en clase de Pociones, le oi regodearse de la situación ante Crabbe y Goyle:

—Siempre pensé que mi padre sería el que echara a Dumbledore —dijo, sin preocuparse de hablar en voz baja—. Ya os dije que él opina que Dumbledore ha sido el peor director que ha tenido nunca el colegio. Quizá ahora tengamos un director decente, alguien que no quiera que se cierre la Cámara de los Secretos. McGonagall no durará mucho, sólo está de forma provisional...

—No, digas tonterías Draco —le interrumpio mi hermana Rima—, sin Dumbledore aquí, habran mas ataques, podríamos ser uno de nosotros.

—No lo creo —le aseguro Draco a Rima.

Snape pasó al lado de Harry sin hacer ningún comentario sobre el asiento y el caldero solitario de Hermione.

—Señor —dijo Draco en voz alta—, señor, ¿por qué no solicita usted el puesto de director?

—Venga, venga, Malfoy —dijo Snape, aunque no pudo evitar sonreír con sus finos labios—. El profesor Dumbledore sólo ha sido suspendido de sus funciones por el consejo escolar. Me atrevería a decir que volverá a estar con nosotros muy pronto.

—Ya —dijo Draco, con una sonrisa de complicidad—. Espero que mi padre le vote a usted, señor, si solicita el puesto. Le diré que usted es el mejor profesor del colegio, señor.

Snape paseaba sonriente por la mazmorra, afortunadamente sin ver a Seamus Finnigan, que hacía como que vomitaba sobre el caldero.

—Me sorprende que los sangre sucia no hayan hecho ya todos el equipaje —prosiguió Draco—. Apuesto cinco galeones a que el próximo muere. Qué pena que no sea Granger...

La campana sonó en aquel momento, y fue una suerte, porque al oír las últimas palabras, Ron había saltado del asiento para abalanzarse sobre Draco, aunque con el barullo de recoger libros y bolsas, su intento pasó inadvertido.

—Dejadme —protestó Ron cuando lo sujetamos entre Harry y yo—. No me preocupa, no necesito mi varita mágica, lo voy a matar con las manos...

—Daos prisa, he de llevaros a Herbología —les gritó Snape, y salimos en doble hilera, con Harry, Ron y yo en la cola, el segundo intentando todavía liberarse. Sólo lo soltaron cuando Snape se quedó en la puerta del castillo y ellos continuaron por la huerta hacia los invernaderos.

La clase de Herbología resultó triste, porque había dos alumnos menos: Justin y Hermione.

La profesora Sprout los puso a todos a podar las higueras de Abisinia, que daban higos secos. Harry y yo fuimos a tirar un brazado de tallos secos al montón del abono y nos encontramos de frente con Ernie Mcmillan. Ernie respiró hondo y dijo, muy formalmente:

—Sólo quiero que sepan, que lamento haber sospechado de ustedes. Sé que nunca atacarían a Hermione Granger y les quiero pedir disculpas por todo lo que dije. Ahora estamos en el mismo barco y..., bueno...

Avanzó una mano regordeta y Harry la estrechó.

—Ya te funcionan las neuronas, Ernie —dije mirando sin animos la mano de Ernie que me extendia, pero se la estrecho, porque se disculpa.

Ernie y su amiga Hannah se pusieron a trabajar en la misma higuera que nosotros.

—Ese tal Draco Malfoy —dijo Ernie, mientras cortaba las ramas secas— pareceque se ha puesto muy contento con todo esto, ¿verdad? ¿Sabéis?, creo que él podría ser el heredero de Slytherin.

—Esto demuestra que eres inteligente, Ernie —dije, no lo iba a perdonar tan fácil.

—¿Crees que es Malfoy, Harry? —preguntó Ernie.

—No —respondió Harry con tal firmeza que Ernie y Hannah se lo quedaron mirando.

Un instante después, me golpeo en la cabeza, me giro a punto de echar un grito.

—¡Ah! ¿Qué estás...?

Harry señaló al suelo, a un metro de distancia. Varias arañas grandes correteaban por la tierra.

—¡Anda! —dijo Ron, intentando, sin éxito, hacer como que se alegraba—. Pero no podemos seguirlas ahora...

Ernie y Hannah escuchaban llenos de curiosidad.

Harry contempló a las arañas que se alejaban.

—Parece que se dirigen al bosque prohibido...

Y a Ron aquello aún le hizo menos gracia.

Al acabar la clase, el profesor Snape acompañó a los alumnos al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras. Nos rezagamos un poco para hablar sin que los oyeran.

—Tenemos que recurrir otra vez a la capa para hacernos invisibles —dijo Harry.

—Podemos llevar con nosotros a Fang y a Ruddy. Hagrid los llevaba con él al bosque, así que podría sernos de ayuda.

—De acuerdo —dijo Ron, que movía su varita mágica nerviosamente entre los dedos—. Pero... ¿no hay..., no hay hombres lobo en el bosque? —añadió, mientras ocupaban sus puestos habituales al final del aula de Lockhart.

Prefiriendo no responder a aquella pregunta, Harry dijo:

—También hay allí cosas buenas. Los centauros son buenos, y los unicornios también.

Ron no había estado nunca en el bosque prohibido. Nosotros ya habíamos estado ahí en una ocasión, y aunque desee no tener que volver hacerlo, situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

Lockhart entró en el aula dando un salto, y la clase se lo quedó mirando. Todos los demás profesores del colegio parecían más serios de lo habitual, pero Lockhart estaba tan alegre como siempre.

—¡Venga ya! —exclamó, sonriéndoles a todos—, ¿por qué ponéis esas caras tan largas?

Los alumnos intercambiaron miradas de exasperación, pero no contestó nadie.

—¿Es que no comprendéis —les decía Lockhart, hablándoles muy despacio, como si fueran tontos— que el peligro ya ha pasado? Se han llevado al culpable.

—¿A quién dice? —preguntó Dean Thomas en voz alta.

—Mi querido muchacho, el ministro de Magia no se habría llevado a Hagrid si no hubiera estado completamente seguro de que era el culpable —dijo Lockhart, en el tono que emplearía cualquiera para explicar que uno y uno son dos.

—A veces tan solo detienen a alguien, para que la gente crean que hacen algo productivo —dije en voz alta.

—Me atrevería a suponer que sé más sobre el arresto de Hagrid que usted, señorita Wright—dijo Lockhart empleando un tono de satisfacción.

Iba a decir algo, pero me pare a la mitad de la frase, Harry me habia propinado una patada por debajo de la mesa, le mire apunto de devolverle el golpe..

—Nosotros no estábamos allí, ¿recuerdas? —le susurró Harry.

Pero la desagradable alegría de Lockhart, las sospechas que siempre había tenido de que Hagrid no era bueno, su confianza en que todo el asunto ya había tocado a su fin, me irritaban mas que nunca, mis deseos por lanzarle todos sus ejemplares y hacerle perder el titulo por la sonrisa de bruja no se que, se incrementaron a lo largo de la clase.

«Lo haremos esta noche.»

Escribió Harry, mire el asiento que habitualmente ocupaba Hermione, recordé como la hacia enfadar porque Lockhart era un idiota o cosas por el estilo, asiento ahogando las lagrimas.

Aquellos días, la sala común de Gryffindor estaba siempre abarrotada, porque a partir de las seis, los de Gryffindor no tenían otro lugar adonde ir. También tenían mucho de que hablar, así que la sala no se vaciaba hasta pasada la medianoche.

Después de cenar, Harry sacó del baúl su capa para hacerse invisible y pasó la noche sentado encima de ella, esperando que la sala se despejara. Fred y George nos retaron a jugar al snap explosivo y Ginny se sentó a contemplarlos, muy retraída y ocupando el asiento habitual de Hermione. Perdimos a propósito, intentando acabar pronto, pero incluso así, era bien pasada la medianoche cuando Fred, George y Ginny se marcharon por fin a la cama.

Esperamos oir cerrarse las puertas de los dormitorios antes de ponernos la capa encima y salir por el agujero del retrato.

Este recorrido por el castillo también fue difícil, porque teníamos que ir esquivando a los profesores y evitar que Ruddy soltara ladridos o que se tranquilizara. Al fin llegamos al vestíbulo, descorrimos el pasador de la puerta principal y nos colamos por ella, intentando evitar que hiciera ruido, y salimos a los campos iluminados por la luz de la luna.

—Naturalmente —dijo Ron de pronto, mientras cruzaban a grandes zancadas el negro césped—, cuando lleguemos al bosque podría ser que no tuviéramos nada que seguir. A lo mejor las arañas no iban en aquella dirección. Parecía que sí, pero...

—A mi tampoco me agrada la idea de ir al bosque —le interrumpo, mirando la cabaña de Hagrid, solte un suspiro, esta se veía bastante triste, las ventanas tapadas—, pero si ahí hay algo con lo que podemos conseguir respuestas, iremos.

—Pero...

—No te preocupes —saque mi varita—, tengo un hechizo que nos protegerá —le indique con una media sonrisa.

Cuando Harry abrió la puerta, Fang enloqueció de alegría al verlos. Temiendo que despertara a todo el castillo con sus potentes ladridos, nos apresuramos a darle de comer caramelos de café con leche que había en una lata sobre la chimenea, de tal manera que consiguieron pegarle los dientes de arriba a los de abajo.

Harry dejó la capa sobre la mesa de Hagrid. No la necesitaríamos en el bosque completamente oscuro.

—Venga, Fang, vamos a dar una vuelta —le dijo Harry, dándole unas palmaditas en la pata, y Fang salió de la cabaña detrás de ellos, muy contento, fue corriendo hasta el bosque y levantó la pata al pie de un gran árbol. Harry sacó la varita, murmuró:

«¡Lumos!», y en su extremo apareció una lucecita diminuta, suficiente para permitirles buscar indicios de las arañas por el camino.

—Bien pensado —dijo Ron—. Yo haría lo mismo con la mía, pero ya sabes..., seguramente estallaría o algo parecido...

Yo hice lo mismo, y encontré rápidamente dos arañas que huian de la luz de las varitas, las señaló y nos pusimos a caminar detrás de ellas.

De esta forma penetraron en el bosque, con Fang correteando a su lado, olfateando las hojas y las raíces de los árboles. A la luz de la varita mágica, seguimos la hilera ininterrumpida de arañas que circulaban por el camino. Caminamos unos veinte minutos, sin hablar, con el oído atento a otros ruidos que no fueran los de ramas al romperse o el susurro de las hojas. Más adelante, cuando el bosque se volvió tan espeso que ya no se veían las estrellas del cielo y la única luz provenía de nuestras varitas, las arañas se salían del camino.

Nos detuvimos, y Harry levanto mas la vartia, para ver por donde se dirigían, todo era oscuridad, respire hondo, tenia miedo, no podía ver mucho tan solo lo que mi varita me mostraba, sentí el cabello de Ruddy en mis manos y en la otra, la mano de Harry, le mire.

Parecía el mas sereno entre nosotros tres, Harry me miro y la luz de nuestras varitas hicieron brillar sus ojos verdes, lo miraba sorprendida, tiene los ojos muy bonitos. Pensé.

—¿Qué te parece? —preguntó Harry.

—Ya que hemos llegado hasta aquí... —dije.

De forma que seguimos a las arañas que se internaban en la espesura. No podíamos avanzar muy rápido, porque había tocones y raíces de árboles en su ruta, apenas visibles en la oscuridad. Estuve a punto de caerme un par de veces, pero por suerte, Harry me sujetaba... y sentía mi corazón tamborear cuando le miraba y me extendía una sonrisa. Por lo que al final de cuentas, entrelace la mano de Harry con la mía.

Nos deteníamos un par de veces, a la luz de las varitas, para que pudiésemos encontrar el rastro de las arañas. Yo me ponía a cantar la canción de cuna de mi madre, estaba muy temerosa.

...For you know, once even I
Was a little child
And I was afraid...
Caminábamos durante una media hora por lo menos. Nuestras túnicas se nos enganchaban en las ramas bajas y en las zarzas. Al cabo de un rato note que el terreno descendía, aunque el bosque seguía igual de espeso.

...But a gentle someone always came (mire a Harry, mientras terminaba de decir esta frase, en verdad es muy valiente, me sorprende un poco que seamos amigos)
To dry all my tears
Trade sweet sleep the fears
And to give a kiss goodnight...

De repente, Fang y Ruddy dejaron escapar un ladrido potente, resonante, dandonos un susto tremendo.

—¿Qué pasa? —preguntó Ron en voz alta.

—Algo se mueve por ahí —musite señalando con mi varita—. Escucha... Parece de gran tamaño.

Escuchamos. A cierta distancia, a nuestra derecha, aquella cosa de gran tamaño se abría camino entre los árboles quebrando las ramas a su paso.

—¡Ah no! —exclamó Ron—, ¡ah no, no, no...!

—Calla —dijo Harry, desesperado—. Te oirá.

—¿Oírme? —dijo Ron en un tono elevado y poco natural—. Yo sí lo he oído. ¡Fang! ¡Ruddy!

La oscuridad parecía presionarme los ojos mientras aguardaba aterrorizada, mientras me acercaba mas a Harry. Oí un extraño ruido sordo, y luego, silencio.

—¿Qué crees que está haciendo? —preguntó Harry

—Seguramente, se está preparando para saltar —contestó Ron.

Aguardamos, estaba temblando, no me atrevía a moverme, no podía.

—¿Crees que se ha ido? —susurre.

—No sé...

Entonces vi a mi derecha un resplandor que brilló tanto en la oscuridad que protegí mis ojos con las manos. Ruddy soltó un aullido y echó a correr, pero se enredó en unos espinos y volvió a aullar aún más fuerte.

—¡Harry! —gritó Ron, tan aliviado que la voz apenas le salía—. ¡Des, es nuestro coche!

—¿Qué?

—¡Vamos!

Seguimos a Ron en dirección a la luz, dando tumbos y traspiés, y al cabo de un instante salimos a un claro.

El coche del padre de Ron estaba abandonado en medio de un círculo de gruesos árboles y bajo un espeso tejido de ramas, con los faros encendidos. Ron caminó hacia él, boquiabierto, y el coche se le acercó despacio, como si fuera un perro que saludase a su amo. Un perro de color turquesa.

—¡Ha estado aquí todo el tiempo! —dijo Ron emocionado, contemplando el coche—. Míralo: el bosque lo ha vuelto salvaje...

Los guardabarros del coche estaban arañados y embadurnados de barro. Daba la impresión de que el coche había conseguido llegar hasta allí él solo. A Ruddy ni Fang parecía hacerle ninguna gracia, y se mantenían pegados a nosotros, mire que todavía seguía muy cerca de Harry, por lo que me apresure a apartarme de él y acomodarme el cabello. Guarde la varita en mis pantalones.

—¡Y creíamos que era un monstruo que nos iba a atacar! —dijo Ron, inclinándose sobre el coche y dándole unas palmadas—. ¡Me preguntaba adónde habría ido!

—Hemos perdido el rastro —dijo—. Tendremos que buscarlo de nuevo.

Ron no habló ni se movió. Tenía los ojos clavados en un punto que se hallaba a unos tres metros del suelo, justo detrás de nosotros. Estaba pálido de terror. No tuve siquiera tiempo para volverme. Se oyó un fuerte chasquido y de repente, algo peludo que no era Ruddy, me agarraba por la cintura y me levantaba en el aire, estaba pataleando, oí mas chasquidos, y vi que las piernas de Harry y Ron se despegaban del suelo, y oí a Ruddy aullar y gimotear... y sentia como me arrastraban por entre los negros árboles.

Levantando como pude la cabeza, vi que la bestia que lo sujetaba caminaba sobre seis patas inmensamente largas y peludas, y que encima de las dos delanteras que lo aferraban, tenía unas pinzas también negras. Tras de mi podía oír a otros animales similares, que sin duda era el que había cogido a Ron. Se encaminaban hacia el corazón del bosque. Ruddy forcejeaba intentando liberarse del quinto monstruo, aullando con fuerza.

—Tranqui...lo, Ruddy —dije mientras intentaba mover mis manos, para alcanzar mi varita, pero no podía, patalee un poco mas para alcanzarlas, haciendo que mi araña se resegara, o que tonta, puedo usar el viento, se me olvida que soy una Ruddian, pero en vez de hace una leve ventistca, respiro hondo y como si escupiera, lance un gran proyectil de aire, haciendo a la araña pringarme por completo de algo pegajoso... tal vez sangre, pero me he logrado librar de la araña.

Y con mi varita en las manos, señalo a la araña de Ruddy, haciéndole dirigir un rayo. Por lo que Ruddy, tuvo la misma sustancia pegajosa en su pelaje.

—Vamos, Ruddy, necesito que te transforme en ese perro grande, que logro ayudarme a... —pero escuche un ruido, y el coche del padre de Ron apareció haciendo sonar su claxon, lo mire sorprendida y tuve un plan—Ruddy, sube y tu, coche, cuando veas el fuego, te acercaras.

Llegue al nido, y bajando suavemente, con un poco de aire en los pies, para no pisar y mucho menos hacer ruido, me acercab a donde la encendida cabellera de Ron se encontraban y logre escuchar a la araña hablar.

—¿En un grave problema? —dijo la vieja araña, en un tono de preocupación—. Pero ¿por qué os ha enviado?

—En el colegio piensan que Hagrid se ha metido en... en... algo con los estudiantes. Se lo han llevado a Azkaban.

La araña chascó sus pinzas enojado, y el resto de las arañas de la hondonada hizo lo mismo: era como si aplaudiesen, sólo que los aplausos no me solían aterrorizar como ahora, mientras me acercaba.

—Pero aquello fue hace años —dijo la araña con fastidio—. Hace un montón de años. Lo recuerdo bien. Por eso lo echaron del colegio. Creyeron que yo era el monstruo que vivía en lo que ellos llaman la Cámara de los Secretos. Creyeron que Hagrid había abierto la cámara y me había liberado.

—Y tú... ¿tú no saliste de la Cámara de los Secretos? —dijo Harry.

—¡Yo! —dijo Aragog, chascando de enfado—. Yo no nací en el castillo. Vine de una tierra lejana. Un viajero me regaló a Hagrid cuando yo estaba en el huevo. Hagrid sólo era un niño, pero me cuidó, me escondió en un armario del castillo, me alimentó con sobras de la mesa. Hagrid es un gran amigo mío, y un gran hombre. Cuando me descubrieron y me culparon de la muerte de una muchacha, él me protegió. Desde entonces, he vivido siempre en el bosque, donde Hagrid aún viene a verme. Hasta me encontró una esposa, Mosag, y ya veis cómo ha crecido mi familia, gracias a la bondad de Hagrid...

—¿Así que tú nunca... nunca atacaste a nadie?

—Nunca —dijo la vieja araña con voz ronca—. Mi instinto me habría empujado a ello, pero, por consideración a Hagrid, nunca hice daño a un ser humano. El cuerpo de la muchacha asesinada fue descubierto en los aseos. Yo nunca vi nada del castillo salvo el armario en que crecí. A nuestra especie le gusta la oscuridad y el silencio.

—Pero entonces... ¿sabes qué es lo que mató a la chica? —preguntó Harry—. Porque, sea lo que sea, ha vuelto a atacar a la gente...

Los chasquidos y el ruido de muchas patas que se movían de enojo ahogaron sus palabras. Al mismo tiempo, grandes figuras negras parecían crecer a nuestro alrededor.

—Lo que habita en el castillo —dijo la araña— es una antigua criatura a la que las arañas tememos más que a ninguna otra cosa. Recuerdo bien que le rogué a Hagrid que me dejara marchar cuando me di cuenta de que la bestia rondaba por el castillo.

—¿Qué es? —dijo Harry enseguida.

Las pinzas chascaron más fuerte. Parecía que las arañas se acercaban.

—¡No hablamos de eso! —dijo con furia Aragog—. ¡No lo nombramos! Ni siquiera a Hagrid le dije nunca el nombre de esa horrible criatura, aunque me preguntó varias veces.

Las arañas se acercaban cada vez mas, a donde estaban Harry y Ron, por lo que tuve que darme prisa y correr, habia una pequeña distancia, que debería saltar, pero podría y hacer a las arañas asustar con un poco de fuego.

—En ese caso, ya nos vamos —dijo Harry.

—¿Iros? —dijo la araña despacio—. Creo que no...

—Pero, pero...

—Mis hijos e hijas no hacen daño a Hagrid, ésa es mi orden. Pero no puedo negarles un poco de carne fresca cuando se nos pone delante voluntariamente. Adiós, amigo de Hagrid —tome propulsión antes de brincar

—Harry, Ron salten —entonces una llamarada salio de mis manos, era inmensa, mas grande que la misma araña. Y el ruido del coche de Ron llego a mis oídos aliviada, las maquinas si entienden, pensé aliviada—. ¡Suban! —digo entrando el piloto.

—¡Coge a Fang! —gritó Harry, metiéndose por la puerta delantera.

Ron cogió al perro, que no paraba de aullar, por la barriga y lo metió en los asientos de atrás. Las puertas se cerraron de un portazo. Puse el pie en el acelerador. El motor dio un rugido, y el coche salio atropellando arañas. Subimos la cuesta a toda velocidad, saliendo de la hondonada y enseguida nos internamos en el bosque chocando contra todo lo que se les ponía por delante, con las ramas golpeando las ventanillas, mientras me abría camino torpemente a través de los espacios más amplios, siguiendo un camino que obviamente creía correcto.

—¿Sabes lo que haces? —me pregunto Harry cuando manejaba, yo lo mire con una mueca.

—No, es la primera vez que manejo —le respondí con una sonrisa, ambos miramos a Ron. En la boca conservaba una mueca del grito mudo, pero sus ojos estaban desorbitados—. ¿Estás bien?

—¡Des, mira tu camino! —me grito, cuando hice un zig-zag, sin necesidad,

Después de diez minutos de ruido y tambaleo, el bosque se aclaró y vi de nuevo algunos trozos de cielo. El coche frenó tan bruscamente que casi salía por el parabrisas. Habíamos llegado al final del bosque. Fang se abalanzó contra la ventanilla en su impaciencia por salir, y cuando abrí la puerta, corrió por entre los árboles, con la cola entre las piernas, hasta la cabaña de Hagrid.

Ruddy salio como si fuera algo que le pase todos los días.

—Me alegra que tengas mas agallas que yo —le digo a Ruddy dándole unas palmadas en la cabeza, este me ladra y acepta unas caricias. Harry también salió y, al cabo de un rato, Ron nos siguió, recuperado ya el movimiento en sus miembros, pero aún con el cuello rígido y los ojos fijos. Le doy al coche una palmada de agradecimiento, y éste volvió a internarse en el bosque y desapareció de la vista.

Entramos Harry y yo a la cabaña de Hagrid a recoger la capa invisible. Harry recogio su capa invisible. Deje a Ruddy con Fang, ya que ambos se acostaron en una cesta.

Cuando volvimos a salir, vimos a Ron vomitando en el bancal de las calabazas.

—Seguid a las arañas —dijo Ron sin fuerzas, limpiándose la boca con la manga—. Nunca perdonaré a Hagrid. Estamos vivos de milagro.

—Apuesto a que no pensaba que Aragog pudiera hacer daño a sus amigos —dijo Harry.

—¡Ése es exactamente el problema de Hagrid! —dijo Ron, aporreando la pared de la cabaña—. ¡Siempre se cree que los monstruos no son tan malos como parecen, y mira adónde lo ha llevado esa creencia: a una celda en Azkaban! —No podía dejar de temblar—. ¿Qué pretendía enviándonos allá? Me gustaría saber qué es lo que hemos averiguado.

—Que Hagrid no abrió nunca la Cámara de los Secretos —conteste, echando la capa sobre nosotros y empujándole por el brazo para hacerle andar—. Es inocente.

Ron dio un fuerte resoplido.

Al aproximarnos al castillo, Harry enderezó la capa para asegurarse de que no se nos vieran los pies, luego empujamos despacio la puerta principal, para que no chirriara, sólo hasta dejarla entreabierta. Cruzamos con cuidado el vestíbulo y subimos la escalera de mármol, conteniendo la respiración al encontrarse con los centinelas que vigilaban los corredores. Por fin llegamos a la sala común de Gryffindor, donde el fuego se había convertido en cenizas y unas pocas brasas. Al hallarse en lugar seguro, se desprendieron de la capa y ascendieron por la escalera circular hasta la puerta del dormitorio.

—Hasta mañana —dije cansada.

Me senté en la cama, antes de quitarme los zapatos, mirando hacia la cama de Hermione, pensé en todo lo que había dicho la vieja araña. La criatura que merodeaba por algún lugar del castillo, tiene parecido a nuestro mago tenebroso, los monstruos no querían ni mencionar su nombre.

No comprendía qué otra cosa podía hacer. Nada de lo que había intentado hasta el momento nos había llevado a ninguna parte. Ryddle había atrapado al que no era, el heredero de Slytherin había escapado y nadie sabía si sería o no la misma persona que había vuelto a abrir la cámara. No quedaba nadie a quien preguntar. Me acosté, sin dejar de pensar en lo que había dicho Aragog, pero no encontraba nada, por lo que al fin de cuentas, termine durmiendo. 

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