Bienvenida Otra Vez

By Fifty-Seven

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Estoy consciente de que muchas personas suelen aparecer en nuestras vidas para enseñarnos cosas que no conocí... More

Sinopsis
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
* noticia *

Capítulo catorce

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By Fifty-Seven


Una semana después, estaba en el auto de Thomas con Ashley, conduciendo hacia el aeropuerto, para recoger a sus hermanos, Claire y Steve que venían a quedarse unos cuantos días, antes de llevarse a la rubia unas semanas a Minnesota.

Ella hablaba de lo mucho que me agradarían sus hermanos, principalmente su hermano. Yo esperaba agradarles, la verdad.

Aparqué el auto y caminamos hasta la entrada, donde Ash sacó un pequeño cartel que decía: "Steve & Claire Hansen". Lo alzó en el aire y ahí esperamos, mientras muchas persona salían.

Minutos de espera después, un par de rubios se acercaron corriendo hacia Ash, para abrazarla con fuerza. Yo me quedé a un lado mientras ellos se abrazaban y decían cosas que solo ellos entendían.

—¡Estás tan hermosa! —exclamó Claire.

—¿Voy a tener que alejar a los idiotas de ti todos estos días? —preguntó Steve, en broma... pensé.

—De hecho... —me miró.

  
¿De hecho? ¿Está diciendo que soy...?

—Él es Chad Adams —se acercó a mí y me tomó de la mano, ganándome la mirada confundida de ambos hermanos—, es mi... mi Chad.

—¿Es tu novio? —preguntó Claire asombrada. Antes de que Ash o yo pudiéramos responder, ya Claire había hablado otra vez— ¡Es tu novio! —exclamó emocionada— ¡Tenemos mucho de que hablar, pequeña! —tomó a Ash del brazo y empezaron a andar.

Me quedé mirando a Steve, quien me miraba con los ojos entrecerrados.

—Entonces... Chad.

—Es un placer, Steve —le ofrecí mi mano y, al principio dudó en tomarla, pero terminó haciéndolo, para estrechar mi mano—. Vamos por aquí —le señalé hacia el estacionamiento, que estaba cubierto de nieve, y empezamos a caminar en silencio. Al llegar al auto, ellos y Ash no pararon de hablar. Ella estaba tan emocionada por la presencia de sus hermanos mayores, que terminó contándoles cómo nos conocimos, qué fue lo primero que nos dijimos, nuestra primera cita, la distancia entre nuestros apartamentos... Todo. Bueno, todo excepto cosas muy privadas, claro.

Yo no estaba poniendo mucha atención, mi cabeza estaba en otro lugar.

Cuando aparqué el auto frente al edificio, todos se bajaron de él, tomaron sus maletas y bajaron, sin dejar de hablar con Ashley. Cerré bien el auto y entré también, alcanzándolos en el elevador. Llegamos a la puerta de su apartamento con Mel y, al entrar, encontré todo más ordenado y cero rastros de la morena. ¿Dónde podía estar? Es decir, en los últimos días Mel había estado siempre en el apartamento, era raro que no estuviera más.

Colgué mi abrigo en el perchero, junto al de los invitados y miré a la rubia.

Sus hermanos se fueron a la habitación a ordenar su equipaje y yo me acerqué a Ash en la cocina, quien preparaba 3 tazas de chocolate caliente.

—¿Y Mel? —pregunté.

—Se fue anoche a ver a su familia en California —explicó—. Volverá después de navidad.

—¿Se fue tan pronto? —pregunté sorprendido— Si faltan menos de 2 semanas para que sea 25.

—A algunas personas nos gustaría pasar tiempo con las personas que amamos y que cierta persona conozca a las personas que le dieron vida —intentó ser indirecta, pero era obvio que era para mí.

—Sabes que me gustaría ir, pero no en navidad. Tengo que estar con mi familia, esperar la llamada de...

—Sí —me interrumpió—, pero quiero que me acompañes, viajes un poco y conozcas más de donde vengo... —confesó.

—No en navidad.

Sabía que era egoísta, pero era imposible que me ausentara en esas fechas. Primero, mi madre siempre esperaba mi presencia y, este año, la presencia de mi novia —Lorianne—. Y segundo, debía estar pendiente del teléfono, ya que en cualquier momento podían llamarme del lugar donde pedí empleo, diciéndome: "el puesto es tuyo, ven lo más pronto que puedas". No podía perder esa oportunidad.

Pero sabía que si se lo explicaba, ella insistiría en que viajara con ella y sus hermanos a Minnesota.

  
Ash me miró un par de segundos a los ojos y después siguió preparando las tazas de chocolate.

—Vete —dijo ella y yo la miré confundido.

—¿Qué? Es sólo porque no puedo ir contigo, ¿verdad?

—No, es porque no quieres ir conmigo.

—¿Qué importancia tiene? Puedo ir en otro mes —ofrecí—. Para tu cumpleaños, si gustas.

—No es lo mismo, vete.

—¿Por qué?

—No quiero pelear contigo —confesó y suspiró—, prefiero no hablarlo y estar bien cuando vuelva de Minnesota, ¿bien?

La miré un par de segundos más, se veía molesta y la verdad, ella tenía razón. Lo mejor era no pelear por ello.

—Bien —contesté—. ¿Cuándo te vas?

—En cinco días.

—Bien —dije de nuevo—, ya me voy.

Me acerqué a ella y le di un corto beso en los labios.

—¿Hablamos luego? —asintió— Hasta luego.

Ella asintió y salí de ahí, camino a mi apartamento, encontrándome a Lorianne, que estaba abriendo la puerta con cierta dificultad, ya que tenía algunas bolsas de compras en los brazos, además de una caja de rosquillas.

Al verme, me sonrió, pero no dijo nada.

Recordé lo sucedido una semana atrás, "¿Quieres que me vaya?" había sido su pregunta. No le pude responder con exactitud. ¿De verdad quería que se fuera? ¿Quería tener ese hogar para mí solo, como estaba planeado al principio? En realidad, ni siquiera le di algo que valía como respuesta. Le contesté con un "no sé" y no volvimos a tocar el tema.

—Déjame ayudarte —traté de quitarle una bolsa, pero se negó.

—Puedo hacerlo sola.

—Quiero ayudarte —insistí.

—Pero no necesito tu ayuda —logró abrir la puerta y me sonrió—. ¿Lo ves? Pude hacerlo —entró victoriosa y yo reí.

Cerré la puerta detrás de mí y logré contar casi siete bolsas de compras.

—¿Y todo eso? —me miró.

—Oh... sí, desde que empecé a trabajar, empecé a dividir mis ganancias en cosas importantes —comentó—. Ya ves que nos hemos dividido los pagos de las cosas del apartamento y ahora, que vi que me sobró algo de dinero, decidí hacer unas pequeñas compras navideñas —alzó sus hombros.

—¿Te compraste tus propios "regalos navideños"? —reí y ella negó.

—De hecho, no me compré nada... Solo las rosquillas —me mostró la caja y sacó una para comérsela.

—¿A quién le compraste entonces? —curioseé.

—No a muchas personas, solo a las indispensables —se restó a decir, antes de girarse e irse a otro lado del apartamento con todas las bolsas de compras.

Ahí recordé que debía hacer mis propias compras navideñas... ¡Debía conseguirle algo a Ashley antes de que se fuera a Minnesota en cinco días! Los demás regalos podían esperar. La pregunta era otra: ¿Qué podía regalarle? Sabía que le gustaban varias cosas diferentes, pero no tenía la más mínima idea de qué darle.

Ahí se me ocurrió una idea.

—¡Lorianne! —llamé, buscándola por el apartamento. Cuando la encontré, le pregunté— ¿Crees que podrías ayudarme?

—Supongo que sí puedo —dijo terminando de ordenar las bolsas en el suelo—, ¿qué necesitas?

—¿Podrías ir conmigo a conseguirle un regalo a Ashley? —Lorianne rió sonoramente— ¿Qué?

—¿Me pides que le escoja un regalo a tu novia?

—Sólo que me ayudes a decidir qué comprarle.

—¡Es lo mismo! —exclamó, estallando en risas después— Claro que no te ayudaré.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Primero —empezó a enumerar con sus dedos—, soy tu ex, se supone que no debería ayudarte a hacer esas cosas. Y segundo, ella me odia, tú mismo lo dijiste.

—Odiaba —señalé.

—Pues tuvo, y apuesto a que sigue teniendo, sentimientos de odio hacia mí. Así que mejor ve tú sólo o pídele ayuda a la morena que es su amiga.

—No está en la ciudad —dije preocupado—. No puede ser que yo no pueda conseguirle un simple regalo a Ashley.

—¿Qué cosas le gustan?

—Pues... —traté de hacer memoria— Le gusta el hockey, los conejos, los caballos y... salir de compras.

—¡Lo tengo! —exclamó y la miré atento— Puedes regalarle... pon atención... —me señaló— ¡Una salida de compras, con su jugador de hockey favorito disfrazado de conejo, montado sobre un caballo! —soltó una larga carcajada, mientras yo la miraba serio.

Justo el momento ideal para pasarse de graciosa, pensé.

—Vaya —dije sin emoción—, colaboras tanto, gracias, eso mismo iré a buscar a la tienda.

—Vamos Chad, fue divertido —dijo limpiando las pequeñas lágrimas provocadas por su pésimo chiste.

—Claro que no lo fue, es un asunto serio —salí de la habitación y fui a la sala de estar, para sentarme en el sofá.

—¿Y cómo hacías cuando debías regalarme algo? —apareció en la sala y la miré— Es decir, me encantaban tus regalos. Eran... simplemente perfectos. Muy románticos.

—Eras la primera chica a la que conquistaba y te convertiste en "el amor de mi vida" en ese entonces, sentía que si no te regalaba algo genial y "romántico" te perdería por mi falta de consideración —confesé, alzando mis hombros.

—Yo nunca te regalé nada —recordó.

—No me importaba, creía que no te permitían gastar tu dinero en mí... Después me enteré de que en realidad nunca me amaste y todas las excusas que ponía en mi mente para justificar tu falta de atención hacia mí, desaparecieron y solo tenía ganas de ir a cobrarte todo lo que te había comprado... y matarte. Pero principalmente lo primero.

—Debo mostrarte esto —salió corriendo a la habitación y, cuando volvió, se sentó a mi lado y me mostró lo que había traído. Un viejo libro gordo con varias páginas, que parecían estar hechas de recortes.

En la portada, tenía escrita una frase en lo que parecía ser italiano.

—"El pasado nos hace ser quien somos" —tradujo y me miró.

—¿Desde cuándo hablas italiano? —rió levemente.

—Yo no, mi tía Karen —explicó—. Ella me regaló este álbum y no paraba de recordarme que debía plasmar toda mi vida aquí. Y cuando se acabaran las páginas, debía buscar otro y llenarlo también con más vivencias. Y por el momento, no he llenado este —lo abrió.


Ahí empecé a ver fotos y pequeños papeles refiriéndose a su nacimiento y los primeros años de su vida. Llegando a la etapa de la escuela, habían fotos y dibujos de una pequeña pelirroja inquieta. Su color favorito: el violeta, igual que siempre. Su animal favorito: la jirafa. Por eso no era extraño ver en sus dibujos múltiples jirafas violetas.
Llegando a la etapa de la adolescencia, encontramos más fotos de una Lorianne no tan desarrollada, con muchos amigos. En una foto, aparecía un chico pelinegro, con el pelo más largo que el de ella, abrazándola. Junto a la foto, una pequeña flor seca.

—¿Y él?

—Mi primer novio, en segundo año de secundaria, su nombre era Cam o algo con "C". Ese chico sí era un imbécil —rió.

—¿Y la flor?

—Me la dio cuando lo conocí —reí—. ¡No te burles! Tenía 14 años y no sabía qué era estar enamorada.

—¿Y cómo terminaron?

—Ya sabes, el típico: "no eres tú, soy yo", "ya no es lo mismo", "ya no te amo" y bla bla bla. Lloré por semanas —confesó.


Continuando, habían más fotografías de su vieja escuela y de la nueva, en la que la conocí. Habían fotos con sus amigas, sus amigos, con mi hermano...

—¿Qué hace él aquí?

—Yo lo conocía de antes de conocerte —alzó sus hombros.


Seguí pasando las hojas y llegué a una foto nuestra. La miré y ella me miró a mí.

—¿Agregaste esto también?

—Sigue mirando —pidió y eso hice.

Habían fotos de regalos que le había dado.

—¿Por qué les tomaste fotos?

—Porque eran regalos que quería guardar en mi memoria. Todo lo que me regalaste en el tiempo que estuvimos juntos, fue demasiado hermoso, ¿sabías? —me sonrió— Y te lo muestro para que sepas que cualquier cosa que le compres a Ashley, a ella le va a encantar. Solo piensa bien.

Me quitó el libro de las manos y, cuando se puso de pie, un sobre se resbaló de entre las páginas. Sabía lo que contenía ese sobre, algo que no estaba dispuesto a leer de nuevo: una carta de dos hojas completas, describiéndole a Lorianne todo el amor que sentía por ella. Escrita dos semanas antes de que me avergonzara frente a todos.

La tomé y ella se sentó a mi lado, esperando una reacción de mi parte.
   

—¿Por qué la conservas aún? —me molesté— ¿Por qué siquiera me estás mostrando esto? Quieres hacerme sentir miserable, ¿verdad?

—Chad, esa carta ha sido lo más romántico que recibí en mi vida y, aunque no significó nada para mí en aquel entonces, sé que lo que decías era real y eran palabras tan hermosas que no dudé en guardarla.

—¿Por qué guardas toda mi humillación? ¿Crees que es divertido?

—Creo que me hace ser quien soy y a ti también. De no haber sido por eso, tal vez todo habría sido diferente en la vida de ambos, ¿no crees?

—¿Ahora dices que lo que hiciste fue bueno?

—No he dicho eso. Mi tía Karen siempre me dijo: "el pasado nos construye y es imposible dejar de lado lo que hicimos, pero podemos usarlo para mejorar nuestro futuro". Y no hace mucho entendí a qué se refería —la miré a los ojos.


Ella tenía razón. Cada cosa escrita en ese álbum, mostraba factores que convirtieron a aquella gorda bebé calva, en lo que era Lorianne para ese día. Cada decisión tomada, cada "sí" y cada "no" habían sido cruciales para ponerla justo donde estaba, mirándome a los ojos, sentada a mi lado en el sofá.

—¿Me equivoco? —negué con la cabeza, sin dejar de mirar sus ojos claros.


No sabía por qué, pero cuando la miraba, me sentía justo como antes, cuando tenía 17 años, cuando la amaba, cuando sabía que podía besarla en cualquier momento. ¿Quería yo besarla ahí?

Mi cabeza trató de analizar las opciones que tenía, pero fue inútil. La tenía justo frente a mí, mirándome a los ojos.

Me acerqué a ella y ella también hizo lo mismo, sentí ese cosquilleo en mi estómago y rostro, estuve apunto de unir mis labios con los suyos, pero ella dijo:

—No.

¿No? Mi cabeza reaccionó. No. No podía, no debía... No.

—Tienes razón —me separé y me puse de pie—, es un... un error. Disculpa por eso. Gracias... por la ayuda.

Tomé mis llaves y mi abrigo y salí del apartamento a gran velocidad. Cuando llegué a la calle, miré al cielo nublado de la tarde, ¿qué demonios estaba pasando por mi cabeza? Es decir, estuve apunto de besar a la persona que cambió mi vida de una manera negativa, estuve apunto de besar a mi ex novia. ¡Idiota!

Saqué mi celular y marqué un número a gran velocidad.
 

Tienes que estar jodiendo, ¿por qué me llamas? —preguntó Thomas molesto, pero no me importó en lo más mínimo.

—Sucedió algo y... necesito que me mates.

¿Ya mismo?

—Por favor.

Estoy con Jenna —susurró—. ¿Crees que resistirás hasta mañana temprano? —cerré mis ojos y suspiré.

—No —confesé—. Pero no te preocupes, hablaré con alguien más.

Disculpa, hermano.

Corté a la llamada y rápidamente busqué otro número en mi agenda de contactos, si había alguien que podía quitarme todo ese nerviosismo que sentía, era ella. Marqué el número y esperé a que contestara.

¿Hola?

—Hey, crees que... ¿crees que podamos encontrarnos en el centro comercial como en 20 minutos? —pregunté de una sola vez.

Claro, pero Chad... ¿estás bien? Suenas algo... ansioso —dijo preocupada.

—Por eso necesito que nos veamos.

Bien, bien... Voy de camino. Solo ve con cuidado y no hagas ninguna estupidez.

Corté la llamada y me apresuré a caminar hasta el centro comercial. Sabía que podía tomar un taxi, pero quería caminar. Caminaba tan rápido, que sentía el frío golpeándome el rostro sin piedad.

Al llegar, me senté en una banca de madera que estaba desocupada, mientras las personas me miraban. Tenía un rostro de preocupación inigualable y mi rostro venía algo —bastante— rojo.

—¿Chad? —giré la cabeza y encontré a la rubia, con otra persona que no esperaba ver.

—Kendall, ¿por qué trajiste a mi hermano? —pregunté, algo molesto.

—Él insistió —dijo la novia de mi hermano, disculpándose en cierto modo.

—¿Por qué no quieres verme? —hizo un puchero y lo fulminé con la mirada. Él rió sonoramente.

—Vamos —dijo ella y los tres empezamos a andar, hasta que tomamos asiento en una mesa.

—¿Quieres traerme un café? —preguntó ella, siendo coqueta con mi hermano.

—Claro que sí —le dio un corto beso en los labios y me señaló—. No cuentes nada aún, quiero enterarme del chisme —se fue y miré a la chica frente a mí.

—Cuenta todo rápido, antes de que venga —dijo ella.

  
Eso hice. Le dije todo lo sucedido desde mi pequeña discusión con Ashley, las compras navideñas de Lorianne, su álbum de vida, las fotos de todo, mi humillante carta que ella amó y...

—Casi la beso.

—¡¿Qué?! —escuché un unísono, de la voz de Kendall, la rubia frente a mí, y Kendall, mi hermano que llegaba con tres cafés.

—O casi me besa... o casi nos besamos... no sé —me tapé el rostro con las manos.

—Pero...

—¡Eres un idiota! —mi hermano rió, sentándose en la silla, junto a su novia.

—Eso no ayuda —lo fulminé con la mirada.

Pero es verdad.

—Kendall...

—Es que es cierto —alzó sus hombros—. Te dije, en primer lugar, que no la aceptaras de vuelta en tu vida y fue lo primero que hiciste.

—No la acepté en mi vida...

—Sí que lo hiciste. La dejas vivir contigo, divides los pagos del hogar con ella, apuesto a que tu cepillo de dientes está al lado del suyo —rió sonoramente—. Es básicamente tu novia, Chad.

—Estoy en algo con Ashley y Lorianne lo tiene claro —indiqué.

—Ajá, ¿y el "casi beso" por qué fue? —mi hermano alzó ambas cejas.

—Lo que Kendall está queriendo decir —inició la rubia—, es que se sabía que tú tuviste esa clase de sentimientos hacia Lorianne y era muy probable que, estando conviviendo más con ella, algo de lo que sentiste, renaciera.

—¡No siento nada por ella! —golpeé la mesa con mis manos.

—Cálmate, Chad.

—¡Es que simplemente no lo comprendo! ¿Qué demonios sucedió ahí? —llevé mis manos a mi cabeza— Sé que me gusta Ashley y Lorianne no se supone que debería estar interfiriendo entre nosotros...

—¿No dijiste que fuiste tú el que casi la besas? —preguntó mi hermano— Si te acercaste a ella, ahí está tu prueba de voluntad. ¿Quién detuvo todo? —lo miré a los ojos— ¡Oh Dios! ¡Fue ella! —rió sonoramente.

—Te odio.

—Tienes que establecer qué es lo que quiere tu cabeza y qué es lo que quiere tu corazón —dijo ella.

—Y qué es lo que quiere tu amigo de allá abajo —agregó mi hermano y su novia lo golpeó en el brazo—. ¡Auch!

—Como sea. Ponte claro contigo mismo, ¿quieres a Ashley, quieres a Lorianne, quieres estar solo? Eso sólo lo sabes tú —ella me sonrió.

—No quiero a Lorianne —insistí.

—¿Y el casi beso qué...?

—Cállate Kendall —interrumpí a mi hermano.

—Pero haz eso —dijo su novia—. Quieras a Lorianne o no, define los límites.

_________________

Holis c:
Sólo quería decirles que probablemente ahora actualice más seguido, porque ESTOY EN VACACIONEEEEEES #yupi

Los amo con mi alma❤️

22/11/16
8 pm
#MerTieneFrío

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