Destiny y la Camara Secreta [...

By mortovel

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Después de su primer curso, Destiny espera por su segundo curso en el Colegio de Magia y Hechicería, tan solo... More

Capitulo 1. Invasión de Idiotas en el Campo Jorgenson
Capitulo 2. Siempre hablando con la verdad.
Capitulo 3. Un nuevo callejón y el nuevo maestro.
Capitulo 4. Un momento en la Madriguera.
Capitulo 5. Regresando a la plataforma o... a la madriguera.
Capitulo 6. El Expreso de Busca y Encuentra.
Capitulo 7. Solo malas noticias.
Capitulo 8. Aclarando las duditas de Fred.
Capitulo 9. La Ambición secreta de Lockhart.
Capitulo 10. Come caracoles.
Capitulo 11. El Expreso de Hogwarts.
Capitulo 12. Preguntados.
Capitulo 13. BatiSnape.
Capitulo 14. Nunca nos va bien, los treinta y unos de octubre.
Capitulo 15. El Misterio Empieza.
Capitulo 16. Mi idea.
Capitulo 17. Untitled.
Capitulo 18. Perdiendo el Control.
Capitulo 19. Preparando el plan de este curso.
Capitulo 20. Club de Duelo.
Capitulo 21. Con las manos en la mesa.
Capitulo 22. La Poción Multijugos.
Capitulo 24. Hablar y Hablar.
Capitulo 25. Un diario que habla
Capitulo 26. ¿En Que Estamos Metidos?
Capitulo 27. No Mi Idea Favorita.
Capitulo 28. La Camara de Secreta.
Capitulo 29. Explicaciones.
Capitulo 30. Hasta el siguiente curso.

Capitulo 23. El Diario.

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By mortovel

                  

Juntos somos tan fuertes, como separados somos tan débiles.

Después de este duro trimestre que paso, me he dado cuenta que los estereotipos que tenía por cada casa, cambian, la gente te hace cambiar de parecer acerca de ese tema. Cuando por primera vez llegue en Hogwarts, no tenía idea en que casa me hubiese gustado estar, pero no hay diferencia en cual te toque, nunca, en los momentos de crisis, salen a relucir las características por las cuales están ahí.

La casa de Ravenclaw está llena de inteligencia, pero una inteligencia no muy bien aplicada, pero con la mente adecuada o una persona bien vista por ustedes, les enseñara a aplicar esa inteligencia, que me sorprendería lo grandes que se volverían.

La casa de Slytherin está llena de gente astuta, pero la astucia que tienen, no la saben manejar para otra cosa que no sea para su propio beneficio. Slytherin, veo gente buena entre ustedes no los cambien, por lo contrario, dejen que les cambien a ustedes.

La casa de Gryffindor está llena de gente valiente, pero muy rara vez sale la valentía de enfrentar los problemas, de encarar a uno mismo, la valentía proviene de esos momentos en los que actuamos cuando todo lo demás nos da miedo.

La casa de Hufflepuff está llena de gente justa, pero estos últimos días, he cambiado mi punto de vista, no son para nada justos, pero todavía hay justos entre ellos, espero que mucho de los Hufflepuff que se les ha olvidado los que las hacia única, lo andan perdiendo ante su escritora.

Comunidad estudiantil de Hogwarts, compañeros, las cualidades que acabo de resaltar, son los que hacen única a todas sus casas, y con  ello, podremos afrontar la amenaza que cae sobre nosotros. El monstruo de la cámara de los secretos.

Ese fue el artículo que salió en primera plana, junto con un montón de cosas, como los puntos de cada casa hasta ahora, lugares de quidditch, un artículo sobre Hogsmeade y un anuncio de objetos que se buscan.

Esperaba que se lo tomaran a bien, pero todos se lo tomaban tan mal, que esperaba que nadie supiera que fui yo, pero había unos que si lo sabían, y esos unos, no se lo tomaron también. Cuando fue la cena, Cedric me llevo aparte de mis amigos.

—Cedric, duele —le señale cuando apretaba mi brazo.

—Esto no me gusta, Des —señaló mi artículo.

—A mí sí —señale asintiendo con los brazos cruzados—. Si el saco te queda es tu problema.

—No me queda, pero hablas de todos nosotros, yo estoy ahí, ¿Acaso no he sido justo contigo? —Voltee los ojos y le mire directamente a los ojos—. Bien, no pero esto es mucho, Des.

—¿Mucho de qué? —pregunte sin entenderle—. Yo creí que el periódico era una manera de expresarnos y yo me exprese, sabes Hufflepuff no ha dicho nada bueno de mi o de Harry, nos juzgan sin pruebas.

—Bueno, porque no nos han dado otras pruebas como hablar bien de ustedes —me dijo, lo mire con el ceño fruncido haciéndome creer solo una cosa.

Cedric tampoco decía cosas buenas de mí.

—Des.

Me había dado la vuelta, pero Cedric me tomo del brazo y yo hice que me soltara.

—Todo este tiempo —dije por lo bajo—, cuando ibas a darme ánimos, ¿Te estabas burlando de mí? —pregunte mirándole, era un sentimiento horrible, espero que nadie pase por ese sentimiento nunca, es peor que miles de golpes de las bludgers. Cuando alguien te decepciona no es un sentimiento que te gustaría tener.

Cedric pareció quedarse mudo.

—Mira puedo tener doce años, pero no me chupo el dedo Cedric, y mucho menos tonta —escupí evitándole mirarle—.  Yo nunca hablaría mal a tus espaldas, y si lo hago, en serio, lo hago enfrente de ti.

—Des, no, estas malinterpretando las cosas.

—No malinterpreto nada —rugí—. Tú fuiste el que hablo, y tus palabras dejaron todo en claro.

—Es horrible intentar razonar contigo —alza la voz, mientras la miraba a los ojos con el ceño fruncido—, sabes, deberías pedirle a Cho consejos para escuchar, porque ella lo hace.

—¿Te refieres a esa china de Ravenclaw? —pregunte ofendida.

—Sí, y no es china Des.

—No me importa si es china o japonesa, no me importa ya nada que tenga que ver contigo —explote—, y sabes, tu querida Cho —agudice la voz acercándome un poco más y armando de valor, aguantando las lágrimas para poder decírselo—, fue la que estuvo mandando las cartas por mí, ella y mis hermanas. Espero que pueda darte una explicación.

Se quedó un cuanto atónico.

—Sí, no me creerías verdad, pero déjame decirte una cosa más antes de irme —dije cerrando mis puños a los lados, iba a hacerle daño a Cedric con mis poderes—. Primera, si yo hubiera leído tus cartas, no hubieras tenido información de mí y segunda, no puedo creer que puse mi confianza en ti. No lo vales.

Inmediatamente me fui, fui a la enfermería, a ver a Hermione, ella me da un poco de consejos, no puedo ir con Harry a hablar de chicos, no quiero que se fije en mis chicos, pero ahora podría ponerle a Cedric en un papel de regalo con todo y moño.

Entre a la enfermería con los deberes de ese día, como todos los días desde que empezó el trimestre.

—Si a mí me hubieran salido bigotes de gato, aprovecharía para descansar —le dije cuando me sentaba para verla realizar desesperadamente sus deberes

—No seas tonta, tengo que mantenerme al día —replicó Hermione rotundamente. Estaba de mucho mejor humor porque ya le había desaparecido el pelo de la cara, y los ojos, poco a poco, recuperaban su habitual color marrón—. ¿Qué tienes? —me pregunta la mire con desconcierto.

—Haz venido más temprano de lo usual —solté un suspiro y me levante, para mirar dramáticamente por la ventana.

—Necesitaba estar con una verdadera persona —comente mirándome en el reflejo—. Discutí con Cedric.

Hermione cerró su libro e inmediatamente me volteo a ver.

—Se enojó por lo de mi artículo, pero dijo que... "No le hemos dado pruebas para que hablen bien de mi o de Harry" —le explique en otras palabras, pero el contexto se parece—. Y le dije que ya no quería saber nada de él... me enoje mucho, Hermione.

—Tranquila, Des —me dijo dándome unas palmadas en el hombro—. Hay mas chicos por ahí.

—Gracias Hermione, es que bueno, no me preocupa el tema de que no hayan o si, lo que me preocupa es la confianza que le entregue —le comente sentándome en la silla y mirando mis pies que se movían de un lado a otro—, no quiero que pase eso...

—Des llego antes —señaló Harry sorprendido cuando entraban en la enfermería, respire hondo y me volteo para sonreírles.

—¿Por qué no fuiste a cenar? —preguntó Ron señalando su espalda.

—No me gusta cenar, con pares que piensan que les petrificare en cualquier momento.

—Ni me lo digas —dijo Harry cruzándose de brazos.

—¿Tenéis alguna pista nueva? —dijo Hermione en un susurro, para que la señora Pomfrey no pudiera oírla.

—Nada —dijo Harry con tristeza.

—Estaba tan convencido de que era Malfoy... —dijo Ron por centésima vez.

—¿Qué es eso? —pregunte, señalando algo dorado que sobresalía debajo de la almohada de Hermione.

—Nada, una tarjeta para desearme que me ponga bien —dijo Hermione a toda prisa, intentando esconderla, pero soy más rápido que ella. La saque, la abrí y lei en voz alta:

A la señorita Granger deseándole que se recupere muy pronto, de su preocupado profesor Gilderoy Lockhart, Caballero de tercera clase de la Orden de Merlín, Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras y cinco veces ganador del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista «Corazón de Bruja».

Mire a Hermione con disgusto.

—¿Duermes con esto debajo de la almohada?

Pero Hermione no necesitó responder, porque la señora Pomfrey llegó con la medicina de la noche.

—¿A que Lockhart es el tío más pelota que has conocido en tu vida? —dijo Ron cuando abandonábamos la enfermia y empezábamos a subir hacia la torre de Gryffindor. Snape nos había mandado tantos deberes, que no sé como hare para acabarlos, con todas esas clases de elementos, no podía hacer tarea de noche y como me pasaba parte de mi tiempo resolviendo este misterio, no me concentraba muy bien para hacerla.

Precisamente Ron estaba diciendo que tenía que haber preguntado a Hermione cuántas colas de rata había que echar a una poción crecepelo, cuando llegó hasta nuestos oídos un arranque de cólera que provenía del piso superior.

—Es Filch —susurró Harry, y subimos deprisa las escaleras y nos detuvimos a escuchar donde no podía vernos.

—Espero que no hayan atacado a nadie más —dije, alarmada.

Nos quedamos inmóviles, con la cabeza inclinada hacia la voz de Filch, que parecía completamente histérico.

—... aun más trabajo para mí. ¡Fregar toda la noche, como si no tuviera otra cosa que hacer! No, ésta es la gota que colma el vaso, me voy a ver a Dumbledore.

Sus pasos se fueron distanciando, y oí un portazo a lo lejos.

Asome la cabeza por la esquina. Evidentemente, Filch había estado cubriendo su habitual puesto de vigía; se encontraban de nuevo en el punto en que habían atacado a la Señora Norris. Busque lo que había motivado los gritos de Filch. Un charco grande de agua cubría la mitad del corredor, y parecía que continuaba saliendo agua de debajo de la puerta de los aseos de Myrtle la Llorona. Ahora que los gritos de Filch habían cesado, podia oír los gemidos de Myrtle resonando a través de las paredes de los aseos.

—¿Qué le pasará ahora? —preguntó Ron.

—Vamos a ver —propuse, y levantándome la túnica por encima de los tobillos, me metí en el charco chapoteando, llegue a la puerta que exhibía el letrero de «No funciona» y, haciendo caso omiso de la advertencia, como de costumbre, entre.

Myrtle la Llorona estaba llorando, si cabía, con más ganas y más sonoramente que nunca. Parecía estar metida en su retrete habitual. Los aseos estaban a oscuras, porque las velas se habían apagado con la enorme cantidad de agua que había dejado el suelo y las paredes empapados.

—¿Qué pasa, Myrtle? —pregunte.

—¿Quién es? —preguntó Myrtle, con tristeza, como haciendo gorgoritos—. ¿Vienes a arrojarme alguna otra cosa?

Fui hacia el retrete y le pregunte:

—¿Por qué tendría que hacerlo?

—No sé —gritó Myrtle, provocando al salir del retrete una nueva oleada de agua que cayó al suelo ya mojado—. Aquí estoy, intentando sobrellevar mis propios problemas, y todavía hay quien piensa que es divertido arrojarme un libro...

—Pero si alguien te arroja algo, a ti no te puede doler —razonó Harry—. Quiero decir, que simplemente te atravesará, ¿no?

Acababa de meter la pata. Myrtle se sintió ofendida y chilló:

—¡Vamos a arrojarle libros a Myrtle, que no puede sentirlo! ¡Diez puntos al que se lo cuele por el estómago! ¡Cincuenta puntos al que le traspase la cabeza! ¡Bien, ja, ja, ja! ¡Qué juego tan divertido, pues para mí no lo es!

—Pero ¿quién te lo arrojó? —le pregunte.

—No lo sé... Estaba sentada en el sifón, pensando en la muerte, y me dio en la cabeza —dijo Myrtle, mirándoles—. Está ahí, empapado.

Mire por debajo del lavabo, donde señalaba Myrtle. Habia allí un libro pequeño y delgado. Tenía las tapas muy gastadas, de color negro, y estaba tan humedecido como el resto de las cosas que había en los lavabos. Harry se acercó para cogerlo, pero lo detuve con el brazo.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry.

—¿Estás loco? —dije—. Podría resultar peligroso.

—¿Peligroso? —dijo Harry, riendo—. Venga, ¿cómo va a resultar peligroso?

—Te sorprendería saber —dije, asustada, mirando el librito— mira, mi mamá se encarga de tomar libros que además de ser buenos, pueden ser peligrosos y más si caen en las manos equivocadas, algunos contienen espiritus o demonios, otros pueden echarte maldiciones.

—Si —estuvo de mi lado, Ron—, que entre los libros que el Ministerio ha confiscado había uno que les quemó los ojos. Me lo ha dicho mi padre. Y todos los que han leído Sonetos del hechicero han hablado en cuartetos y tercetos el resto de su vida. ¡Y una bruja vieja de Bath tenía un libro que no se podía parar nunca de leer! Uno tenía que andar por todas partes con el libro delante, intentando hacer las cosas con una sola mano. Y...

—Vale, ya lo he entendido —dijo Harry. El librito seguía en el suelo, empapado y misterioso—. Bueno, pero si no le echamos un vistazo, no lo averiguaremos —dijo y, esquivandome, lo recogió del suelo.

Lo mire curiosa, tomándola de sus manos, se trataba de un diario, se me hacia conocido, pero no puede ser, la cubierta parece de unos cincuenta años de antigüedad. Desconcertada y un cuanto pensativa.

—Podria tener respuestas sobre la primera vez que se abrió la camara —dije mirándolo sin todavía abrirlo.

—¿Por qué lo dices? —pregunta Ron con desconcierto, pensando que me estaba atontando.

—Bueno, se distinguir un poco la edad de los libros, pero la cubierta tiene unos cincuenta años de antigüedad y... no importa —Harry se acerco para vérmelo abrir. En la primera página pude leerse, con tinta emborronada, «T.M. Ryddle».

—Espera —dijo Ron, que se había acercado con cuidado y miraba por encima del mi hombro—, ese nombre me suena... T.M. Ryddle ganó un premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio.

—Entonces tienes un buen conocimiento de libros antiguos, Des —me aplaudio Harry—¿Y cómo sabes eso? —preguntó sorprendido.

—Lo sé porque Filch me hizo limpiar su placa unas cincuenta veces cuando nos castigaron —dijo Ron con resentimiento—. Precisamente fue encima de esta placa donde vomité una babosa. Si te hubieras pasado una hora limpiando un nombre, tú también te acordarías de él.

Separe las paginas humedecidas. Estaban en blanco. No había en ellas el más leve resto de escritura, ni siquiera «cumpleaños de tía Mabel» o «dentista, a las tres y media».

—No llegó a escribir nada —dije, decepcionada.

—Me pregunto por qué querría alguien tirarlo al retrete —dijo Ron con curiosidad.

Volví a mirar las tapas del cuaderno, tiene un nombre impreso de un quiosco de la calle Vauxhall, en Londres.

—Debió de ser de familia muggle —dijo Harry, especulando—, ya que compró el diario en la calle Vauxhall...

—Bueno, eso da igual —dijo Ron. Luego añadió en voz muy baja—. Cincuenta puntos si lo pasas por la nariz de Myrtle.

Harry, sin embargo, lo zafó de mis manos y se lo guardó en el bolsillo.

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