Destiny y la Camara Secreta [...

By mortovel

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Después de su primer curso, Destiny espera por su segundo curso en el Colegio de Magia y Hechicería, tan solo... More

Capitulo 1. Invasión de Idiotas en el Campo Jorgenson
Capitulo 2. Siempre hablando con la verdad.
Capitulo 3. Un nuevo callejón y el nuevo maestro.
Capitulo 4. Un momento en la Madriguera.
Capitulo 5. Regresando a la plataforma o... a la madriguera.
Capitulo 6. El Expreso de Busca y Encuentra.
Capitulo 7. Solo malas noticias.
Capitulo 8. Aclarando las duditas de Fred.
Capitulo 9. La Ambición secreta de Lockhart.
Capitulo 10. Come caracoles.
Capitulo 11. El Expreso de Hogwarts.
Capitulo 12. Preguntados.
Capitulo 13. BatiSnape.
Capitulo 14. Nunca nos va bien, los treinta y unos de octubre.
Capitulo 16. Mi idea.
Capitulo 17. Untitled.
Capitulo 18. Perdiendo el Control.
Capitulo 19. Preparando el plan de este curso.
Capitulo 20. Club de Duelo.
Capitulo 21. Con las manos en la mesa.
Capitulo 22. La Poción Multijugos.
Capitulo 23. El Diario.
Capitulo 24. Hablar y Hablar.
Capitulo 25. Un diario que habla
Capitulo 26. ¿En Que Estamos Metidos?
Capitulo 27. No Mi Idea Favorita.
Capitulo 28. La Camara de Secreta.
Capitulo 29. Explicaciones.
Capitulo 30. Hasta el siguiente curso.

Capitulo 15. El Misterio Empieza.

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By mortovel

—¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa?

Atraído sin duda por el grito de Malfoy, Argus Filch se abría paso a empujones. Vio a la Señora Norris y se echó atrás, llevándose horrorizado las manos a la cara.

—¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? —chilló. Con los ojos fuera de las órbitas, se fijó en nosotros—. ¡Ustedes! —chilló—. ¡Ustedes! ¡Ustedes han matado a mi gata! ¡Ustedes la han matado! ¡Y yo los mataré a ustedes! ¡Los...!

—¡Argus!

Había llegado Dumbledore, seguido de otros profesores. En unos segundos, pasó por delante de nosotros y sacó a la Señora Norris de la argolla.

—Ven conmigo, Argus —dijo a Filch—. Ustedes también, Potter, Wright, Weasley y Granger.

Lockhart se adelantó algo asustado.

—Mi despacho es el más próximo, director, nada más subir las escaleras. Puede disponer de él.

—Gracias, Gilderoy —respondió Dumbledore.

La silenciosa multitud se apartó para dejarles paso. Lockhart, nervioso y dándose importancia, siguió a Dumbledore a paso rápido; lo mismo hicieron la profesora McGonagall y el profesor Snape.

Cuando entramos en el oscuro despacho de Lockhart, hubo gran revuelo en las paredes; algunas de las fotos de Lockhart se escondían de la vista, porque llevaban los rulos puestos. El Lockhart de carne y hueso encendió las velas de su mesa y se apartó. Dumbledore dejó a la Señora Norris sobre la pulida superficie y se puso a examinarla. Estaba un poco nerviosa, pueden sospechar de mí, por la mirada que Snape me dirigía, pero no he sido yo. Mire a los chicos, que me intercambiaban tensas miradas.

Dumbledore acercó la punta de su nariz larga y ganchuda a una distancia de apenas dos centímetros de la piel de la Señora Norris. Examinó el cuerpo de cerca con sus lentes de media luna, dándole golpecitos y reconociéndolo con sus largos dedos. La profesora McGonagall estaba casi tan inclinada como él, con los ojos entornados. Snape estaba muy cerca detrás de ellos, con una expresión peculiar, como si estuviera haciendo grandes esfuerzos para no sonreír. Y Lockhart rondaba alrededor del grupo, haciendo sugerencias.

—Puede concluirse que fue un hechizo lo que le produjo la muerte..., quizá la Tortura Metamórfica. He visto muchas veces sus efectos. Es una pena que no me encontrara allí, porque conozco el contrahechizo que la habría salvado.

Los sollozos sin lágrimas, convulsivos, de Filch acompañaban los comentarios de Lockhart. El conserje se desplomó en una silla junto a la mesa, con la cara entre las manos, incapaz de dirigir la vista a la Señora Norris. Pese a lo mucho que detestaba a Filch, no pude evitar sentir compasión por él, aunque no tanta como la que sentía por mí misma. Si Dumbledore creía a Filch, me expulsarían sin ninguna duda.

Dumbledore murmuraba ahora extrañas palabras en voz casi inaudible. Golpeó a la Señora Norris con su varita, pero no sucedió nada; parecía como si acabara de ser disecada.

—... Recuerdo que sucedió algo muy parecido en Uagadugú —dijo Lockhart—, una serie de ataques. La historia completa está en mi autobiografía. Pude proveer al poblado de varios amuletos que acabaron con el peligro inmediatamente.

Todas las fotografías de Lockhart que había en las paredes movieron la cabeza de arriba abajo confirmando lo que éste decía. A una se le había olvidado quitarse la redecilla del pelo.

Finalmente, Dumbledore se incorporó.

—No está muerta, Argus —dijo con cautela.

Lockhart interrumpió de repente su cálculo del número de asesinatos evitados por su persona.

—¿Que no está muerta? —preguntó Filch entre sollozos, mirando por entre los dedos a la Señora Norris—. ¿Y por qué está rígida?

—La han petrificado —explicó Dumbledore.

—Ah, ya me parecía a mí... —dijo Lockhart.

—Pero no podría decir como...

—¡Pregúnteles! —chilló Filch, volviendo a mi y a Harry su cara con manchas y llena de lágrimas.

—Ningún estudiante de segundo curso podría haber hecho esto —dijo Dumbledore con firmeza—. Es magia negra muy avanzada.

—¡Lo hicieron ellos! —saltó Filch, y su hinchado rostro enrojeció—. ¡Ya ha visto lo que escribieron en el muro! Ellos encontraron... en la conserjería... Sabe que soy, que soy un... —Filch hacía unos gestos horribles—. ¡Sabe que soy un squib! —concluyó.

—¡No he tocado a la Señora Norris! —dijo Harry con voz potente, sintiéndose incómodo al notar que todos lo miraban, incluyendo los Lockhart que había en las paredes—. Y ni siquiera sé lo que es un squib.

Lo mire sorprendida, creí que el sobre se lo habría explicado, pero bueno, se lo explicare después, cuando tengamos tiempo, ahora no, estamos siendo juzgados.

—¡Mentira! —Gruñó Filch—. ¡Él vio la carta de Embrujorrápid!

—Si se me permite hablar, señor director —dijo Snape desde la penumbra, la piel se me puso de gallina, que Snape hable no es muy bueno, no diría nada que pudiera beneficiarnos—, Potter y sus amigos simplemente podrían haberse encontrado en el lugar menos adecuado en el momento menos oportuno —dijo, aunque con una leve expresión de desprecio en los labios, como silo pusiera en duda—; sin embargo, aquí tenemos una serie de circunstancias sospechosas: ¿por qué se encontraban en el corredor del piso superior? ¿Por qué no estaban en la fiesta de Halloween?

Nos pusimos a dar a la vez una explicación sobre la fiesta de cumpleaños de muerte.

—... había cientos de fantasmas que podrán testificar que estábamos allí.

—Pero ¿por qué no os unisteis a la fiesta después? —preguntó Snape. Los ojos negros le brillaban a la luz de las velas—. ¿Por qué subisteis al corredor?

Mire a Harry, este parecía no querer contar que ha escuchado una voz.

—Porque..., porque... —dijo Harry.

Debía actuar rápido, nada rebuscado.

—Porque ya estábamos muy cansados —me apresure a explicar—, habia mucho frio ahí abajo, solo queríamos ir a la cama a ya sabe, entrar en calor y todo eso.

—¿Sin cenar? —preguntó Snape. Una sonrisa de triunfo había aparecido en su adusto rostro—. No sabía que los fantasmas dieran en sus fiestas comida buena para los vivos.

—No teníamos hambre —dijo Harry con voz potente, y las tripas le rugieron en aquel preciso instante.

La desagradable sonrisa de Snape se ensanchó más.

—Tengo la impresión, señor director, de que Potter y Wright no están siendo completamente sinceros —dijo—. Podría ser una buena idea privarle de determinados privilegios hasta que se avenga a contarnos toda la verdad. Personalmente, creo que debería ser apartado del equipo de quidditch de Gryffindor hasta que decida no mentir.

—Francamente, Severus —dijo la profesora McGonagall bruscamente—, no veo razón para que el muchacho deje de jugar al quidditch. Este gato no ha sido golpeado en la cabeza con el palo de una escoba. No tenemos ninguna prueba de que ellos hayan hecho algo malo.

Dumbledore nos miraba de forma inquisitiva. Ante los vivos ojos azul claro del director, me sentía como si me examinaran por rayos X.

—Es inocente hasta que se demuestre lo contrario, Severus —dijo con firmeza.

Snape parecía furioso. Igual que Filch.

—¡Han petrificado a mi gata! —gritó. Tenía los ojos desorbitados—. ¡Exijo que se castigue a los culpables!

—Podremos curarla, Argus —dijo Dumbledore armándose de paciencia—. La señora Sprout ha conseguido mandrágoras recientemente. En cuanto hayan crecido, haré una poción con la que revivir a la Señora Norris.

—La haré yo —acometió Lockhart—. Creo que la he preparado unas cien veces, podría hacerla hasta dormido.

—Disculpe —dijo Snape con frialdad—, pero creo que el profesor de Pociones de este colegio soy yo.

Hubo un silencio incómodo.

—Podéis iros —dijo Dumbledore.

Nos fuimos deprisa pero sin correr. Cuando estuvimos unos pisos más arriba del despacho de Lockhart, entramos en un aula vacía y cerramos la puerta con cuidado. Mire a Harry.

—¿Creen que tendría que haberles hablado de la voz que oí?

—No —dijo Ron sin dudar—. Oír voces que nadie puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.

Había algo en la voz de Ron que hizo que Harry le preguntase:

—Tú me crees, ¿verdad?

—Por supuesto —contestó Ron rápidamente—. Pero... tienes que admitir que parece raro...

—Sí, ya sé que parece raro —admitió Harry—. Todo el asunto es muy raro. ¿Qué era lo que estaba escrito en el muro? «La cámara ha sido abierta.» ¿Qué querrá decir?

—El caso es que me suena un poco —dijo Ron despacio—. Creo que alguien me contó una vez una historia de que había una cámara secreta en Hogwarts...; a lo mejor fue Bill.

—¿Y qué demonios es un squib? —preguntó Harry.

No pude evitar soltar una risa.

—Bueno, no es que sea divertido realmente... pero tal como es Filch... —le explico despacio—. Un squib es alguien nacido en una familia de magos, pero que no tiene poderes mágicos. Todo lo contrario a los magos hijos de familia muggle, sólo que los squibs son casos muy raros. El que sea un squib explica muchas cosas, como que odie tanto a los estudiantes. —Sonreí con satisfacción—. Es un amargado.

De algún lugar llegó el sonido de un reloj.

—Es medianoche —señaló Harry—. Es mejor que nos vayamos a dormir antes de que Snape nos encuentre y quiera acusarnos de algo más.

Durante unos días, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora Norris. Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen. Le había visto fregar la inscripción del muro con el Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower, pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el primer día. Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como «respirar demasiado fuerte» o «estar contento».

Ginny Weasley parecía muy afectada por el destino de la Señora Norris. Según Ron, era una gran amante de los gatos.

—Pero si no conocías a la Señora Norris —le dije para animarla—. La verdad es que estamos mucho mejor sin ella. —A Ginny le tembló el labio—. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts. Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Esto es broma... —añado apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.

Pero el periódico, se había puesto como loco, Penelope intentaba buscar una historia sobre ello, sobre la cámara secreta en todos los libros de la biblioteca, junto con Hermione, ambas me habían absorbido en sus redes, para pasar mis tardes libres, antes de ir con Batisnape a mis lecciones de Ruddian, leyendo.

Estaba en el fondo de la biblioteca, midiendo mis deberes de Historia de la magia. El profesor Binns nos había mandado un trabajo de un metro de largo sobre «La Asamblea Medieval de Magos de Europa».

—No puede ser, todavía me quedan veinte centímetros... —dije irritada soltando el pergamino, que recuperó su forma de rollo— y Hermione ha llegado al metro y medio con su letra diminuta.

—¿Dónde está? —preguntó Harry, cogiendo la cinta métrica y desenrollando su trabajo.

—En algún lado por allá —respondí, señalando hacia las estanterías—. Buscando otro libro. Creo que quiere leerse la biblioteca entera antes de Navidad.

—Des, ¿Puedo contarte algo?

—No preguntes y dime, ¿Qué te sucede?

—Pues, intente saludar a Justin y me esquivo —me comento yo tan solo fruncí el entrecejo—, y se alejo a toda prisa.

—No sé por qué te preocupa, si siempre has pensado que era un poco idiota —dije, escribiendo con la letra mas grande que podía para ocupar espacio—. Todas esas tonterías sobre lo maravilloso que es Lockhart...

Hermione surgió de entre las estanterías. Parecía disgustada pero dispuesta a hablar por fin.

—No queda ni uno de los ejemplares que había en el colegio; se han llevado la Historia de Hogwarts —dijo, sentándose junto a Harry y yo—. Y hay una lista de espera de dos semanas. Lamento haberme dejado en casa mi ejemplar, pero con todos los libros de Lockhart, no me cabía en el baúl.

—¿Para qué lo quieres? —le preguntó Harry.

—Para lo mismo que el resto de la gente —contestó Hermione—: para leer la leyenda de la Cámara de los Secretos.

—¿Qué es eso? —preguntó Harry al instante.

—Eso quisiera yo saber. Pero no lo recuerdo —contestó Hermione, mordiéndose el labio—. Y no consigo encontrar la historia en ningún otro lado.

—Hermione, déjame leer tu trabajo —le pedí desesperada, mirando el reloj.

—No, no quiero —dijo Hermione, repentinamente severa—. Has tenido diez días para acabarlo.

—Sólo me faltan seis centímetros, venga. Estoy en el periódico y Penelope está sobre mí, pidiéndome más artículos...

—¿Qué quieres decir? —pregunta ofendida—. ¿Qué es mi culpa?

—En parte, tú me dijiste que entráramos para hablar sobre las importancias de los brujos nacidos de padres muggles en la sociedad —le respondo.

—Bueno, tienes otros días para hacerlos, yo no sé lo que haces cuando desapareces.

—Por favor, Hermione —le suplique—. Te deberé un favor.

Hermione se lo pensó por un momento y me entrego su pergamino, pero después la mire un cuanto preocupada, debido al favor que le debería, además de que le debo otro a Draco, estoy acumulando favores ya a diferentes personas.

Historia de la Magia era la asignatura más aburrida de todas. El profesor Binns, que la impartía, era el único profesor fantasma que tenían, y lo más emocionante que sucedía en sus clases era su entrada en el aula, a través de la pizarra. Viejo y consumido, mucha gente decía de él que no se había dado cuenta de que se había muerto.

Simplemente, un día se había levantado para ir a dar clase, y se había dejado el cuerpo en una butaca, delante de la chimenea de la sala de profesores. Desde entonces, había seguido la misma rutina sin la más leve variación.

Aquel día fue igual de aburrido. El profesor Binns abrió sus apuntes y los leyó con un sonsonete monótono, como el de una aspiradora vieja, hasta que casi toda la clase hubo entrado en el sopor profundo, sólo alterado de vez en cuando el tiempo suficiente para tomar nota de un nombre o de una fecha, y volver a adormecerse. Llevaba una media hora hablando cuando, yo iba a entrar a mi siesta, hasta que Hermione me paso su libreta.

"Preguntale al profesor, por la cámara de Secreta y favor saldado"

La mire con asombro, no recuerdo que alguien alguna vez, haya alzado la mano en la clase de Binns, y más yo. Yo nunca alzo la mano, ni para responder o preguntar, es muy raro cuando eso ocurre.

El profesor Binns, levanto la vista cuando mi mano estaba por caerse, pareció sorprendido.

—¿Señorita...?

—Wright, profesor. Pensaba que quizá usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos —dije con voz clara.

El profesor Binns parpadeó.

—Mi disciplina es la Historia de la Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita Wright, no de los mitos ni de las leyendas. —Se aclaró la garganta con un pequeño ruido que fue como un chirrido de tiza, y prosiguió, Hermione me dio un codazo e hizo que levantara mi mano—: En septiembre de aquel año, un subcomité de hechiceros sardos...

Balbució y se detuvo. De nuevo, en el aire, se agitaba mi mano, y volteaba los ojos.

—¿Señorita White?

—Disculpe, señor, ¿no tienen siempre las leyendas una base real?

El profesor Binns me miraba con tal indiferencia, creo que ha pasado mucho desde que algún estudiante lo habia interrumpido, ni estando vivo ni estando muerto.

—Veamos —dijo lentamente el profesor Binns—, sí, creo que eso se podría discutir. —me miro como si nunca hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que usted me pregunta es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda...

La clase entera estaba ahora pendiente de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las caras estaban vueltas hacia él..

—Muy bien —dijo despacio—. Veamos... la Cámara de los Secretos... Todos ustedes saben, naturalmente, que Hogwarts fue fundado hace unos mil años (no sabemos con certeza la fecha exacta) por los cuatro brujos más importantes de la época. Las cuatro casas del colegio reciben su nombre de ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin. Los cuatro juntos construyeron este castillo, lejos de las miradas indiscretas de los muggles, dado que aquélla era una época en que la gente tenía miedo a la magia, y los magos y las brujas sufrían persecución.

Se detuvo, miró a la clase con los ojos empañados y continuó:

—Durante algunos años, los fundadores trabajaron conjuntamente en armonía, buscando jóvenes que dieran muestras de aptitud para la magia y trayéndolos al castillo para educarlos. Pero luego surgieron desacuerdos entre ellos y se produjo una ruptura entre Slytherin y los demás. Slytherin deseaba ser más selectivo con los estudiantes que se admitían en Hogwarts. Pensaba que la enseñanza de la magia debería reservarse para las familias de magos. Lo desagradaba tener alumnos de familia muggle, porque no los creía dignos de confianza. Un día se produjo una seria disputa al respecto entre Slytherin y Gryffindor, y Slytherin abandonó el colegio.

El profesor Binns se detuvo de nuevo y frunció la boca, como una tortuga vieja llena de arrugas.

—Esto es lo que nos dicen las fuentes históricas fidedignas —dijo—, pero estos simples hechos quedaron ocultos tras la leyenda fantástica de la Cámara de los Secretos. La leyenda nos dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores.

»Slytherin, según la leyenda, selló la Cámara de los Secretos para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al colegio su auténtico heredero. Sólo el heredero podría abrir la Cámara de los Secretos, desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos los que no tienen derecho a aprender magia.

Cuando terminó de contar la historia, se hizo el silencio, pero no era el silencio habitual, soporífero, de las clases del profesor Binns. Flotaba en el aire una ansiedad, y todo el mundo le seguía mirando, esperando que continuara. El profesor Binns parecía levemente molesto.

—Por supuesto, esta historia es un completo disparate —añadió—. Naturalmente, el colegio entero ha sido registrado varias veces en busca de la cámara, por los magos mejor preparados. No existe. Es un cuento inventado para asustar a los crédulos.

Volvi a levantar la mano cuando algo de lo que explico, me seguía desconcertando.

—Profesor..., ¿a qué se refiere usted exactamente al decir «el horror que contiene» la cámara?

—Se cree que es algún tipo de monstruo, al que sólo podrá dominar el heredero de Slytherin —explicó el profesor Binns con su voz seca y aflautada.

La clase intercambió miradas nerviosas.

—Pero ya les digo que no existe —añadió el profesor Binns, revolviendo en sus apuntes—. No hay tal cámara ni tal monstruo.

—Pero, profesor —comentó Seamus Finnigan—, si sólo el auténtico heredero de Slytherin puede abrir la cámara, nadie más podría encontrarla, ¿no?

—Tonterías, O'Flaherty —repuso el profesor Binns en tono algo airado—, si una larga sucesión de directores de Hogwarts no la han encontrado...

—Pero, profesor —intervino Parvati Patil—, probablemente haya que emplear magia negra para abrirla...

—El hecho de que un mago no utilice la magia negra no quiere decir que no pueda emplearla, señorita Patati —le interrumpió el profesor Binns, casi rei cuando le dijo Patati a Parvati, pero la ahogue con mi mano—. Insisto, si los predecesores de Dumbledore...

—Pero tal vez sea preciso estar relacionado con Slytherin, y por eso Dumbledore no podría... —apuntó Dean Thomas, pero el profesor Binns ya estaba harto.

—Ya basta —dijo bruscamente—. ¡Es un mito! ¡No existe! ¡No hay el menor indicio de que Slytherin construyera semejante cuarto trastero! Me arrepiento de haberles relatado una leyenda tan absurda. Ahora volvamos, por favor, a la historia, a los hechos evidentes, creíbles y comprobables.

Y en cinco minutos, la clase se sumergió de nuevo en su sopor habitual.

Había escrito el relato que nos contó Binns, por primera vez, tomaba un apunte en la clase de Historia de la Magia, para cuando le termine de redactar llego momento de irnos al descanso, pero yo por otra parte se la fui a entregar a Penelope, está la leyó con sorpresa e ilusión.

—Destiny esto es... perfecto, no puedo creerlo,estoy segura que con esto tendremos más lectores —dijo devolviéndome mi libretay comentándome que lo redactaríamos mejor el domingo, antes de ir a imprimirlo    

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