Destiny y la Camara Secreta [...

De mortovel

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Después de su primer curso, Destiny espera por su segundo curso en el Colegio de Magia y Hechicería, tan solo... Mais

Capitulo 1. Invasión de Idiotas en el Campo Jorgenson
Capitulo 2. Siempre hablando con la verdad.
Capitulo 3. Un nuevo callejón y el nuevo maestro.
Capitulo 4. Un momento en la Madriguera.
Capitulo 5. Regresando a la plataforma o... a la madriguera.
Capitulo 6. El Expreso de Busca y Encuentra.
Capitulo 7. Solo malas noticias.
Capitulo 8. Aclarando las duditas de Fred.
Capitulo 9. La Ambición secreta de Lockhart.
Capitulo 11. El Expreso de Hogwarts.
Capitulo 12. Preguntados.
Capitulo 13. BatiSnape.
Capitulo 14. Nunca nos va bien, los treinta y unos de octubre.
Capitulo 15. El Misterio Empieza.
Capitulo 16. Mi idea.
Capitulo 17. Untitled.
Capitulo 18. Perdiendo el Control.
Capitulo 19. Preparando el plan de este curso.
Capitulo 20. Club de Duelo.
Capitulo 21. Con las manos en la mesa.
Capitulo 22. La Poción Multijugos.
Capitulo 23. El Diario.
Capitulo 24. Hablar y Hablar.
Capitulo 25. Un diario que habla
Capitulo 26. ¿En Que Estamos Metidos?
Capitulo 27. No Mi Idea Favorita.
Capitulo 28. La Camara de Secreta.
Capitulo 29. Explicaciones.
Capitulo 30. Hasta el siguiente curso.

Capitulo 10. Come caracoles.

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De mortovel

Durante la semana, las cosas parecían estar regresando a la normalidad, ya que en la mesa, aparecieron Hot Cakes, y los gemelos se acercaron para poder desayunar conmigo y Hermione, aunque no solo ellos se acercaron ese dia, también Jacob, el amigo de Oliver se acerco. Parecía algo interesado en que nos llevemos, no veía el lado malo.

Por otro lado, la semana se volvía cada vez más divertida, aunque para Harry eso era muy malo, debido al hecho de que bueno, Colin Creevey, un chico estaba al principio y al fin de todas nuestras clases, Ron y yo, no podíamos parar de hacer bromas acerca de eso. Por lo que Harry, cada vez se irritaba mas. Pero Ron la pasaba un poco mal, debido a su varita, que todavía no funcionaba correctamente, se superó a sí misma el viernes por la mañana al escaparse de su mano en la clase de Encantamientos y dispararse contra el profesor Flitwick, que era viejo y bajito, y golpearle directamente entre los ojos, produciéndole un gran divieso verde y doloroso en el lugar del impacto.

Aunque el viernes, antes de irnos a dormir, ambos chicos recobraron el autoestima, debido a que programamos ir a visitar a Hagrid el sábado por la mañana, eso les sonó bastante bien.

Al levantarme sábado por la mañana era un poco tarde, pero Hermione, no estaba, mire una nota con letra de Hermione, que hablaba acerca de que la veria en la cancha de quidditch, ¿Por qué ahí? Me pregunte desconcertada.

Pero me puse ropa de diario, unos shorts negros, que eran cubiertos por una sudadera gris, con bolsa enfrente y capucha, me pongo mis zapatillas, además de que aproveche y agarre a Ruddy, para que saliera, tal vez y pueda conocer a Fang.

Estaba yendo a la cancha cuando me encuentro a los de Slytherin casi confrontándose con la mirada, en especial Oliver y Marcus Flint, que parecían tener una competencia de miradas.

—Hay bastante sitio para todos, Wood —escucho cuando me acercaba, estaba mi hermano Tom, Harry, la cazadora Angelina, y creo que la otra se llama Alicia Spinnet. No había chicas entre los del equipo de Slytherin, que formaban una piña frente a los de Gryffindor y miraban burlonamente a Oliver.

—¡Pero yo he reservado el campo! —dijo Wood, escupiendo la rabia, aunque parecio mas una rabieta—. ¡Lo he reservado!

—¡Ah! —dijo Flint—, pero nosotros traemos una hoja firmada por el profesor Snape. «Yo, el profesor S. Snape, concedo permiso al equipo de Slytherin para entrenar hoy en el campo de quidditch debido a su necesidad de dar entrenamiento al nuevo buscador.»

—¿Tenéis un buscador nuevo? —preguntó Wood, preocupado—. ¿Quién es?

Detrás de seis corpulentos jugadores, apareció un séptimo, más pequeño, que sonreía con su cara pálida y afilada: era Draco Malfoy.

—¿No eres tú el hijo de Lucius Malfoy? —preguntó Fred, mirando a Malfoy con desagrado.

—Es curioso que menciones al padre de Malfoy —dijo Flint, mientras el conjunto de Slytherin sonreía aún más—. Déjame que te enseñe el generoso regalo que ha hecho al equipo de Slytherin.

Los siete presentaron sus escobas. Siete mangos muy pulidos, completamente nuevos, y siete placas de oro que decían «Nimbus 2.001» brillaron ante las narices de los de Gryffindor al temprano sol de la mañana.

—Ultimísimo modelo. Salió el mes pasado —dijo Flint con un ademán de desprecio, quitando una mota de polvo del extremo de la suya—. Creo que deja muy atrás la vieja serie 2.000. En cuanto a las viejas Barredoras —sonrió mirando desdeñosamente a Fred y George, que sujetaban sendas Barredora 5—, mejor que las utilicéis para borrar la pizarra.

Durante un momento, a ningún jugador de Gryffindor se le ocurrió qué decir.

—No creo que con un par de nuevas escobas puedan ganar —dije abriéndome paso hasta llegar enfrente de Flint, este me miro con desagrado. Ruddy que estaba a un lado parecía a punto de atacar a Flint.

—Son las más rápidas en el mercado, niña —este se acercó mucho a mi—, pero tu, ¿Qué te vienes a meter? Tu no juegas y no me interesas —me iba a tocar para empujar, pero Oliver evito que lo hiciera.

—A mí tampoco me interesa el juego, o los equipos —escupí, empujando yo a Oliver, no necesitaba que me protegieran—, pero sé que una escoba no te hará ganar.

—¿Qué ha ocurrido? —escuche que pregunte Ron a Harry—. ¿Por qué no jugáis? ¿Y qué está haciendo ése aquí?

—Soy el nuevo buscador de Slytherin, Weasley —dijo Draco, con petulancia—. Estamos admirando las escobas que mi padre ha comprado para todo el equipo.

—Son buenas, ¿eh? —dijo Malfoy con sorna—. Pero quizás el equipo de Gryffindor pueda conseguir oro y comprar también escobas nuevas. Podríais subastar las Barredora 5. Cualquier museo pujaría por ellas.

El equipo de Slytherin estalló de risa.

—Pero en el equipo de Gryffindor nadie ha tenido que comprar su acceso —observó Hermione agudamente—. Todos entraron por su valía.

Del rostro de Malfoy se borró su mirada petulante.

—Nadie ha pedido tu opinión, asquerosa sangre sucia —espetó él.

Me enoje bastante, no pude evitar intentar tirarme contra Draco, pero Flint se puso en medio, le estuve empujando con ayuda de mi hermano Tom, Fred y George, que igual intentaban darle un merecido a Draco. Alguien gritaba algo, Ruddy ladraba con intención de que le abriera paso, pero no, yo tan solo quería meter tierra por la boca de Draco.

Un estruendo resonó en todo el estadio, y del extremo roto de la varita de Ron surgió un rayo de luz verde que, dándole en el estómago, lo derribó sobre el césped.

—¡Ron! ¡Ron! ¿Estás bien? —chilló Hermione.

Ron abrió la boca para decir algo, pero no salió ninguna palabra. Por el contrario, emitió un tremendo eructo y le salieron de la boca varias babosas que le cayeron en el regazo.

El equipo de Slytherin se partía de risa. Flint se desternillaba, apoyado en su escoba nueva. Draco, a cuatro patas, golpeaba el suelo con el puño. Me enoje tanto, estaba tan enojada, que controle mis poderes, pero no mis acciones, tome una de las babosas que se le cayó con un barniz de tierra y rápidamente se las metía a la boca de Draco.

—Nadie se mete con mis amigos —gruñí, mientras este se atragantaba, Flint intentaba ponerme las manos encima, pero nuevamente, Oliver lo atajo. Y fue ahora su pelea.

—Lo mejor es que lo llevemos a la cabaña de Hagrid, que está más cerca —dije tomando a Ron por un brazo y Harry me ayudo con el otro. Ruddy nos siguió por detrás.

—¿Qué ha ocurrido, Harry? ¿Qué ha ocurrido? ¿Está enfermo? Pero podrás curarlo, ¿no? —Colin había bajado corriendo de su puesto e iba dando saltos al lado de ellos mientras salían del campo. Ron tuvo una horrible arcada y más babosas le cayeron por el pecho—. ¡Ah! —exclamó Colin, fascinado y levantando la cámara—, ¿puedes sujetarlo un poco para que no se mueva, Harry? Estará perfecto para el diario.

—¡Fuera de aquí, Colin! —dijo Harry enfadado. Entre Harry y yo sacamos a Ron del estadio, con Hermione detrás, nos dirigíamos al bosque a través de la explanada.

—Ya casi llegamos, Ron —dijo Hermione adelantandose, cuando vimos a lo lejos la cabaña del guardián—. Dentro de un minuto estarás bien. Ya falta poco.

Nos separaban siete metros de la casa de Hagrid cuando se abrió la puerta. Pero no fue Hagrid el que salió por ella, sino Gilderoy Lockhart, que aquel día llevaba una túnica de color malva muy claro. Se les acercó con paso decidido.

—Rápido, aquí detrás —dijo Harry, escondiendo a Ron detrás de un arbusto que había allí. Hermione nos siguió, de mala gana, junto con Ruddy que andaba detrás.

—¡Es muy sencillo si sabes hacerlo! —decía Lockhart a Hagrid en voz alta—. ¡Si necesitas ayuda, ya sabes dónde estoy! Te dejaré un ejemplar de mi libro. Pero me sorprende que no tengas ya uno. Te firmaré un ejemplar esta noche y te lo enviaré. ¡Bueno, adiós! —Y se fue hacia el castillo a grandes zancadas.

Esperamos a que Lockhart se perdiera de vista y luego sacamos a Ron del arbusto y lo llevamos hasta la puerta principal de la casa de Hagrid. Hermione llamo a toda prisa. Hagrid apareció inmediatamente, con aspecto de estar de mal humor, pero se le iluminó la cara cuando vio de quién se trataba.

—Me estaba preguntando cuándo vendríais a verme... Entrad, entrad. Creía que sería el profesor Lockhart que volvía.

Introdujimos a Ron en la cabaña, donde había una gran cama en un rincón y una chimenea encendida en el otro extremo. Hagrid no pareció preocuparse mucho por el problema de las babosas de Ron, cuyos detalles explicó Harry apresuradamente mientras lo sentaban en una silla.

—Es preferible que salgan a que entren —dijo ufano, poniéndole delante una palangana grande de cobre—. Vomítalas todas, Ron.

—No creo que se pueda hacer nada salvo esperar a que la cosa acabe —dijo Hermione apurada, contemplando a Ron inclinado sobre la palangana—. Es un hechizo difícil de realizar aun en condiciones óptimas, pero con la varita rota...

Hagrid estaba ocupado preparando un té. Fang, su perro jabalinero, olfateo a Ruddy, ambos perros saltaron y parecieron querer perseguirse en toda la casa, pero el espacio estaba reducido, decidieron posponerlo, y Ruddy se acercó a mí, para que le acariciara.

—¿Qué quería Lockhart, Hagrid? —preguntó Harry, rascándole las orejas a Fang.

—Enseñarme cómo me puedo librar de los duendes del pozo —gruñó Hagrid, quitando de la mesa limpia un gallo a medio pelar y poniendo en su lugar la tetera—. Como si no lo supiera. Y también hablaba sobre una banshee a la que venció. Si en todo eso hay una palabra de cierto, me como la tetera.

Era muy raro que Hagrid criticara a un profesor de Hogwarts, y lo mire sorprendido. Hermione, sin embargo, dijo en voz algo más alta de lo normal:

—Creo que sois injustos. Obviamente, el profesor Dumbledore ha juzgado que era el mejor para el puesto y...

—Era el único para el puesto —repuso Hagrid, ofreciéndoles un plato de caramelos de café con leche, mientras Ron tosía ruidosamente sobre la palangana—. Y quiero decir el único. Es muy difícil encontrar profesores que den Artes Oscuras, porque a nadie le hace mucha gracia. Da la impresión de que la asignatura está maldita. Ningún profesor ha durado mucho. Decidme —preguntó Hagrid, mirando a Ron—, ¿a quién intentaba hechizar?

—Malfoy le llamó algo a Hermione —respondió Harry—. Tiene que haber sido algo muy fuerte, porque todos se pusieron furiosos.

—Fue muy fuerte —dijo Ron con voz ronca, incorporándose sobre la mesa, con el rostro pálido y sudoroso—. Malfoy la llamó «sangre sucia».

Ron se apartó cuando volvió a salirle una nueva tanda de babosas. Hagrid parecía indignado.

—¡No! —bramó volviéndose a Hermione.

—Sí —dijo ella—. Pero yo no sé qué significa. Claro que podría decir que fue muy grosero...

—Es lo más insultante que se le podría ocurrir —dije enfadada—, creeme, espero que con el puñado de tierra que le metí a la boca lo pueda pensar nuevamente, decir Sangre sucia, es un nombre realmente repugnante con el que llaman a los hijos de muggles, ya sabes, de padres que no son magos. Hay algunos magos, como la familia de Draco, que creen que son mejores que nadie porque tienen lo que ellos llaman sangre limpia. Desde luego, el resto de nosotros sabe que eso no tiene ninguna importancia. Mira a Neville Longbottom... es de sangre limpia y apenas es capaz de sujetar el caldero correctamente.

—Y no han inventado un conjuro que nuestra Hermione no sea capaz de realizar —dijo Hagrid con orgullo, haciendo que Hermione se pusiera colorada.

—Es un insulto muy desagradable de oír —dijo Ron, secándose el sudor de la frente con la mano—. Es como decir «sangre podrida» o «sangre vulgar». Son idiotas. Además, la mayor parte de los magos de hoy día tienen sangre mezclada. Si no nos hubiéramos casado con muggles, nos habríamos extinguido.

A Ron le dieron arcadas y volvió a inclinarse sobre la palangana.

—Bueno, no te culpo por intentar hacerle un hechizo, Ron —dijo Hagrid con una voz fuerte que ahogaba los golpes de las babosas al caer en la palangana—. Pero quizás haya sido una suerte que tu varita mágica fallara. Si hubieras conseguido hechizarle, Lucius Malfoy se habría presentado en la escuela. Así no tendrás ese problema.

—Harry —dijo Hagrid de repente, como acometido por un pensamiento repentino—, tengo que ajustar cuentas contigo. Me han dicho que has estado repartiendo fotos firmadas. ¿Por qué no me has dado una?

Mi enojo a lo de hace un rato, se marchó y pude reír ruidosamente, mientras Ron se atragantaba con las babosas.

—No he estado repartiendo fotos —dijo enfadado—. Si Lockhart aún va diciendo eso por ahí...

Pero entonces vio que Hagrid se reía.

—Sólo bromeaba —explicó, dándole a Harry unas palmadas amistosas en la espalda, que lo arrojaron contra la mesa—. Sé que no es verdad. Le dije a Lockhart que no te hacía falta, que sin proponértelo eras más famoso que él.

—Apuesto a que no le hizo ninguna gracia —dijo Harry, levantándose y frotándose la barbilla.

—Supongo que no —admitió Hagrid, parpadeando—. Luego le dije que no había leído nunca ninguno de sus libros, y se marchó. ¿Un caramelo de café con leche, Ron? —añadió, cuando Ron volvió a incorporarse.

—No, gracias —dijo Ron con debilidad—. Es mejor no correr riesgos.

—Venid a ver lo que he estado cultivando —dijo Hagrid cuando terminamos el té.

En la pequeña huerta situada detrás de la casa de Hagrid había una docena de las calabazas más grandes que hubiera visto nunca. Más bien parecían grandes rocas.

—Van bien, ¿verdad? —dijo Hagrid, contento—. Son para la fiesta de Halloween. Deberán haber crecido lo bastante para ese día.

—¿Un hechizo fertilizante, tal vez? —preguntó Hermione, entre la desaprobación y el regocijo—. Bueno, has hecho un buen trabajo.

—Eso es lo que dijo tu hermana pequeña —observó Hagrid, dirigiéndose a Ron—. Ayer la encontré. —Hagrid miró a Harry de soslayo y vio que le temblaba la barbilla—. Dijo que estaba contemplando el campo, pero me da la impresión de que esperaba encontrarse a alguien más en mi casa. —Guiñó un ojo a Harry—. Si quieres mi opinión, creo que ella no rechazaría una foto fir...

—¡Cállate! —dijo Harry. A Ron y a mí nos dio la risa, pero él llenó la tierra de babosas.

—¡Cuidado! —gritó Hagrid, apartando a Ron de sus queridas calabazas.

Fin del Maraween. 

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