CAPÍTULO #3.
― Maya, ¿ya has empezado a hacer tus maletas? ―pregunto mi madre al verme entrar por la cocina― ¿Por qué aún no te vistes? Hay muchas cosas que debemos hacer.
― Mamá, no te preocupes, aparte es sábado por la mañana. Las puedo empezar por la tarde ―me siento en el desayunador, y luego llegó a mi mente aquello que dijo en la noche durante la cena― Mamá...
― ¿Si?
― ¿Por qué dijiste anoche que corremos peligro aquí, y más yo?
Se pone tensa, lo puedo ver, por la manera en que deja lo que está haciendo por un segundo, luego continúa y dice:
― No, no recuerdo haber dicho eso en ningún momento de la conversación, debiste haber escuchado mal.
― Pero si tu...
― ¡Buenos días familia! ―dicen Louis y Tamara al mismo tiempo.
Parece que la noticia sobre mudarnos, no les había caído tan mal como a mí, sobre todo a Tamara. Mientras que yo me lamentaba por dejar aquellos recuerdos que yacían en esta ciudad.
Desde que Tamara y yo cumplimos los cuatro años hemos estado mudándonos de ciudad en ciudad, algunas veces también de país en país, nunca terminábamos un año escolar donde lo empezábamos, tampoco entendía el porqué, solo sé que después de un viaje que mis padres hicieron a California, comenzó todo esto, pero sobre todo en mi padre hubo un cambio muy notable. Yo lo sabía. Éramos tan cercanos en uno al otro, pero luego de ese viaje todo cambió.
Cuando mi padre no se encontraba de viaje o trabajando todo el día en su oficina, él solía pasar todo su tiempo con Louis y yo. Pero después de ese viaje, si pasaba tiempo con nosotros pero era diferente, sabía que era mi padre porque conocía perfectamente su aspecto, aunque su forma de ser había cambiado, tan parecida a alguien muy familiar que aún, después de tantos años no logro recordar.
Mientras que Tamara era un poco más cercana a mamá que yo. Ella siempre ha sido muy cercana a mamá, algo que casi no compartimos a pesar de ser gemelas; Tamara y yo somos tan diferentes, y a la vez tan parecidas, somos como el agua y el aceite; ella es muy extrovertida, tan segura de sí misma, que puedo jurar que no le importa nada ―una cosa más que tenemos en común, aparte de la cara―. En cambio yo soy un poco más reservada, pero soy bastante unida a ella y Louis. A pesar de ser gemelas, somos mejores amigas, la diferencia entre nosotras es lo que más nos une.
Más tarde, decidí que tenía que decírselo a Austin, él era mi novio y, aunque no quisiera, tenía que saberlo, saber la razón por la cual ya no me volvería a ver después del lunes. Decidí ser valiente y le llame, quizá soné un poco rara al hablar con él por el celular, pero si lo noto, agradecí que no hubiera hecho algún comentario al respecto. Ya estaba lista para salir, y cuando me llamo para avisarme que estaba afuera, solo tome mi bolso y me fui antes de que mamá se diera cuenta y no me dejara salir.
― Hola ―le dije a Austin cuando entre a su auto.
― ¿Cómo está la novia más linda de la ciudad?
― Muy bien ¿y tú? ―le sonreí algo forzada, nunca lo hacía, pero hoy no sabía cómo decirle todo lo que tenía que saber.
― Bien ―me sonrío― ¿debería preocuparme por haberte escuchado algo nerviosa en el teléfono? ―pregunto mientras empezaba a manejar, sabía que me estaba dando tiempo para responderle.
Me llevo a su casa, había olvidado que los sábados, como de costumbre era noche de películas, él lo sabía y yo lo había olvidado, en verdad que lo iba a extrañar, lo quiero tanto que me cuesta mucho tener que decirle esto.
Tantas veces nos habíamos cambiado de casa que creí que ésta iba a ser la última. Pero no fue así. Esa era una de las razones por las que nunca me había hecho tan cercana a las personas con las que pasaba mi tiempo libre, y ahora aquí era diferente, pensé que no nos volveríamos a mudar, por eso había aceptado ser novia de Austin. Ya tenía una vida aquí y, ahora tantas cosas perdidas, otra vez.
Algunas lágrimas se hicieron presentes, que me vi obligada a pensar en una forma de decirle esto a Austin, sin tener que hacer el cuento tan largo, solo tenía que decirlo, así, nada más soltarlo y ya, sé que quizá dentro de dos semanas o menos, no le importara y quién sabe tal vez tampoco a mí, pero aun así debía decírselo. Al darse cuenta de mí estado, pauso la película y empezó a cuestionarme el porqué de mis lágrimas y mi actitud tan rara, ni siquiera yo sabía porque estaba llorando, si acaba de admitirme a mí misma que no me importaría más al cabo de unos días. Trató en vano de calmarme, pero cuando al fin lo consiguió, se lo dije, simplemente lo dije, "me voy de Londres" luego seguí explicándole la situación cuando encontré las palabras correctas para hacerlo.
No le gustó mucho la idea de no volver a verme, pero termino por aceptarla, porque la verdad es que, no había nada que se pudiera hacer para impedirlo. Continuamos con nuestra noche de películas, y ahora me sentía más tranquila por haberme quitado un gran peso de encima.
Cuando me percaté de la hora en mi celular, me di cuenta de que tenía más de una llamada perdida de mi madre, quién debería estar más que furiosa conmigo por haberme salido de la casa así sin decirle nada de dónde iba. Austin me llevo de vuelta a mi casa y nos quedamos afuera de ésta a platicar y recordar viejos tiempos, como amigos y como novios. Se nos había pasado muy rápido el tiempo que no me di cuenta que eran más de las diez de la noche y no había hecho ninguna maleta, así que había llegado el momento de las despedidas.
― ¿Así que esto es un adiós? ―me pregunto abrazándome por la cintura mientras se recargaba sobre su auto y me miraba fijamente a los ojos.
― Creo lo es ―respondí.
― Pues, entonces me alegro de haberte conocido, ha sido un gran placer conocerte y guardarte como un recuerdo en mi corazón. ―me dijo, y sabía que lo decía de verdad, por la manera en que me miraba y yo lo miraba a él.
― Ha sido muy hermoso haber compartido contigo una pequeña parte de mi vida, yo también guardare esos recuerdos que tuvimos juntos en mi corazón y ahí los mantendré por mucho, mucho tiempo.
Hundimos nuestros labios en un profundo beso, sabíamos que era el último que compartiríamos, y cada uno de los dos trataba de guardar consigo cada detalle, cada movimiento que nuestras bocas hacían al compás del otro, cuando nos hizo falta el aire nos separamos lo suficiente para respirar un poco, sin separarnos tanto el uno del otro, él me dio un último beso en los labios, luego me abrazo, trate lo más que pude de guardar su aroma, me beso la frente y se separó para ir a sacar algo de parte trasera de su auto.
― Quiero que te lo quedes ―me ofreció su suéter color vino, su favorito y el mío también, junte mis cejas al mirarlo―, siempre te ha gustado y bueno, sería bueno que me recordaras cada vez que tengas frio, has como si fuera yo quien te lo quitara.
Le sonreí y lo acepte con una sonrisa en el rostro, lo volví a abrazar, y cuando me separe, confirme que su suéter también llevaba su aroma en él. Un último beso y un último abrazo no fueron suficientes para decirnos adiós, pero tenía que entrar ya, así que solo me quede ahí fuera viendo cómo se iba, luego entre a la casa.
― Mira la hora en la que se te ocurre llegar a la casa ―no me sorprendió escuchar a mi madre en la sala.
― Lo siento, se me hizo tarde, estaba con Austin ―le dije.
― Sabes perfectamente que no me gusta que llegues tarde, pero por hoy te la dejare pasar, porque ya estoy muy cansada como para tener una discusión contigo.
― Ok, entonces buenas noches porque también estoy cansada y tengo cosas que hacer...
― No te preocupes por eso, ya me he encargado yo de hacerlo por ti. Vete a dormir y descansa, porque mañana nos espera un día muy largo a todos. ―me dijo, luego de interrumpirme.
― Gracias mamá, buenas noches.
Subí las escaleras esperando que mi madre me siguiera el paso, pero no fue así, me di la vuelta y ella no estaba, supuse que había ido por algo a su oficina. Así que solo seguí mi camino escaleras arriba mientras escuchaba el crujido de la madera bajo mis zapatos. Aún estaban colgadas algunas fotos de la familia a lo largo del pasillo, en todas y cada una de ellas nos veíamos como una linda familia feliz, pero desde aquel día, todo cambio y nada ha sido lo mismo que antes, sin importar lo que las fotos digan por sí mismas.
Llegue a mi cuarto y encontré mi pijama encima de la cómoda, me la puse y me recosté en lo que por muchos años fue mi cama, me acomode en la mitad de esta y observe mi habitación completamente vacía, todo el espacio se veía más grande de lo que en verdad era y sabía que lo iba a extrañar.
― ¡Maya despierta! ―Louis golpeaba la puerta mientras me gritaba― Si entro y te veo aun dormida, no va a ser para algo bueno y tú lo sabes.
― ¿Por qué? ―le dije, lo suficientemente fuerte como para que alcanzara a escuchar. Mire el reloj que aún estaba en mi buró― Apenas son las siete y media de la mañana.
Louis abrió la puerta sin siquiera darme una respuesta, camino seguro de lo que iba a hacer, sabía lo que iba a hacer pero aun así no hice el mayor esfuerzo por levantarme y correr antes de que me alcanzara, en cambio me quede quieta, tanto como pude y me agarre de las sábanas como si vivir dependiera de ello.
― Ya lo hice una vez, esta mañana con Tamara, y aunque trato de correr no pudo conmigo y terminó justo como lo harás tú.
Hice el mayor esfuerzo que pude por quedarme pegada a la cama, pero Louis solo llego halándome de los pies atrayéndome hacia él como si fuera una hoja de papel y me colgó sobre su hombro derecho, cual costal. Fue entonces cuando supe lo que seguía después, trate de patalear lo más que pude, pero sólo conseguía que se riera de mí.
― Así que esa es la única forma efectiva para despertarte a ti y a Tamara ―escuche la voz de mi madre y me volví a ella dejando de golpear a Louis―, me alegra que hayas encontrado la manera de despertar a tus hermanas. Suerte con eso Maya.
Y se fue. Louis siguió su camino al baño, entro y cerró la puerta tras de él. Seguí golpeándole la espalda, pero la verdad es que no sabía porque continuaba haciéndolo si de cualquier manera él iba a ganar, abrió la llave del agua helada y sin poder hacer algo al respecto me bajo de su hombro y me soltó justo donde el agua de la regadera caía, grite al sentir el agua helada mientras Louis se seguía riendo de mí.
― ¿Y ahora que se supone que haga con la ropa mojada Si hoy nos vamos de la casa?
― Dámela mí, la llevare a la secadora para que se seque un poco.
Se dio la vuelta mientras me daba tiempo para quitarme la ropa, cuando lo hice se la avente a la cabeza. Cerré la cortina y me asome para verlo juntar la ropa mojada del piso.
― Muy chistosita ¿no? ―me miro sonriendo― Apresúrate, mamá me dijo que por nada del mundo abrieras las maletas que ya están cerradas, así que vas a meter lo que te falta a la única que aún no está cerrada. Por nada del mundo las abras...
― ¿Por qué? ―lo interrumpí.
― No sé, no me lo quiso decir, pero no lo hagas. ―me advirtió por segunda vez― solo haz lo que te dije. Tienes media hora para arreglarte.
Salió del baño haciendo un camino de gotas con mi ropa mojada. Había olvidado por completo el hecho de que me estaba congelando y regule el agua luego continúe bañándome. Cuando estuve lista guarde las cosas que me faltaban en la maleta que aún seguía abierta, después Louis llego para ayudarme a dejar las maletas en la camioneta. Eché un último vistazo para asegurarme que nada me hiciera falta, mi habitación parecía un desierto, no quedaba nada en ella, solo me quedaba a mí salir de ella, cerré la puerta tras de mí y me fui por el pasillo escaleras abajo, deje las maletas en el garaje donde mamá se las pasaba a Louis y él las acomodaba en la camioneta.
― ¿Es todo? ―pregunto mamá al ver las maletas.
― De las mías, creo que sí ―le dije.
― Bueno, de cualquier manera ve a echar un vistazo a la casa ―asentí y me dirigí a la casa.
Al pasar por la habitación de Tamara aún seguía empacando sus cosas, era extraño como ella aun no terminaba, pero luego recordé que aunque tuviéramos casi la misma cantidad de cosas mamá había guardado todo en menos de cinco horas.
― ¿Te ayudo?
― Claro ―respondió.
Su habitación también lucia bastante grande sin la mayoría de sus cosas. No le hacían falta muchas cosas, la mayoría eran sus objetos de valor. Me asome a una de las repisas cerca de la ventana y observe una de las fotos de nosotras cuando éramos pequeñas, la misma que yo también tenía en mi mesita de noche junto a mi reloj.
― ¿Te acuerdas? ―me sorprendió notar que se había dado cuenta que miraba la foto― En uno de los viajes que tuvimos, antes de que papá comenzará a portarse extraño. ―se veía triste, sus ojos la delataban, al igual que yo me sentía cada que lo recordaba.
― Sí ―asentí― ¿No te has preguntado qué fue lo que lo hizo cambiar?
― Claro que lo he hecho, pero hay veces que es mejor no saberlo.
Tome el cuadro y otras cosas más de la repisa para dárselas, ella las envolvió con papel y las guardo con suma delicadeza.
― Yo sí quisiera saber que lo hizo cambiar, es mi padre y merezco saberlo ―dije al fin, recogí las últimas cosas y se las pase.
― Chicas ―habló Louis desde el marco de la puerta― Siento interrumpirlas, pero ya casi es hora de irnos, faltan quince minutos para las diez, y tenemos que estar a tiempo para que el avión no nos deje.
Nos ayudó a llevar el equipaje escaleras abajo, mientras ellos los guardaban yo eche un último vistazo a lo que por años fue nuestro hogar, antes de cerrar la puerta escuche una voz que decía "hay secretos que cambiaran tu vida, Maya" me volví a donde creí haber escuchado aquella voz, pero no había nadie, quizá solo había sido mi imaginación, mamá me llamó desde la camioneta, le hice caso y cerré la puerta, me subí a ella y mamá empezó el viaje a nuestro nuevo destino.
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N/A: Siento mucho la tardanza pero aquí esta el nuevo capítulo, espero le disfruten.