¡No Entres Ahí! [1° TEMPORADA]

By Saintnoemi

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-¡Emma! ¿¡Cuantas veces tendré que repetirlo!? ¡¡No entres a mi habitación!! -me gritó Nick. -¡Mamá me lo p... More

Descripción.
1. ¿Podría contar como incesto?
2. Yo nunca, nunca...
3. Un juego desastroso.
4. ¡Era monumental!
5. Emma ¿hazme un favor?.
6. Cuento de hadas.
7. Iremos al hospital.
8. Cooper.
9. ¿Lastimarla yo?
10. Mi Padre.
11. Traidora.
12. Mucha información.
13. Olvídalo y vete.
14. Pelea épica.
15. Apuesta.
16. YouTube y una paliza.
17. Noticias.
18. ¿Qué se siente ser el hijastro? (Maratón 1/4)
19. ¡Para sabotearlo! (Maratón 2/4)
20. En otra ocasión será Ema (Maratón 3/4)
21. ¿Debía ser directa o explicárselo con porotos? (Maratón 4/4)
22. ¡Concéntrate!
23. Despedida de soltero.
24. Saludo al sol, Emma.
25. Te quiero Emma.
26.¿Ni siquiera a una vieja amiga?
27. ¡Yo me opongo!
28. Perdón.
29. Míster Romántico.
30. Señor Scott.
31. De curioso se mató el gato.
32. No soy adivina.
33. Nuestro último toque.
34. Positivo.
EPÍLOGO.

FINAL.

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By Saintnoemi

Final.

Emma.

Reviso por última vez mi celular. Todavía no recibía la llamada de Nick, diciéndome que la fiesta sorpresa para Joe estaba lista. Estaba nerviosa y mordía con impotencia mis uñas. Siempre planeo el cumpleaños de mi hijo una semana antes, pero mi trabajo y el de Nick nos hizo tener nuestra cabeza en otra parte. No es que fueran los mejores trabajos de mundo. Nick trabajaba en la administración del GYM de papá y yo era una Personal Trainer.

No podía creer que diez años podrían pasar tan rápido. Joe es un chico muy alegre, a pesar de que nació antes de la fecha convenida, es un niño muy fuerte e inteligente. Puede conversar con un adulto por horas. Temas de conversaciones no le faltan.

—¡Hey, Joe! —grito. Me mira y frunce el ceño a causa del sol. Interrumpo su conversación con el señor Carl, el vendedor de helados del parque. Siempre le regalaba su helado favorito: pistacho con menta— ¡Debemos irnos!

Corre hasta donde mí y su cabello castaño le vuela con el viento.

—¿Qué pasa mamá? ¿Mi papá ya llamó? —le desordeno el cabello. Es una de las cosas que más odia. Sus ojos azules brillan con el sol.

Es tan guapo como su madre.

—No, pero... —le sonrío— ¿Vamos por tu regalo de cumpleaños?

—¡Si! —dice entusiasmado— Ya sé lo que quiero.

Lo tomo de la mano para guiarlo al auto, que está estacionado frente a una librería.

—Con que ya lo sabes ¿eh? —nos detenemos en la esquina, esperando a que el semáforo cambie a verde— ¿Puedo saber que es?

Cruzamos la calle.

—Está en esa librería.

Caminamos hasta allá. Todavía me quedaba la pequeña esperanza de que mi celular sonara. Nick estará en graves problemas si no llama en los próximos 20 minutos.

Entramos y una campanilla suena. Joe se suelta de mi mano, corre por los pasillos con una radiante sonrisa. Me gusta verlo así. El regocijo corre por mis venas. Nunca pensé en llegar a ser madre. Pero aquí me tiene, con el hijo más guapo que pudiera existir. A veces niñas pequeñas se me acercan y me dicen que es un niño muy atractivo. Son tan chicas que sólo me río y les digo que vayan a jugar con él. Esa es otra cosa que tiene, escoge a sus compañeros de clase con pinzas, son pocos, pero buenos.

Mi celular suena en mis manos y con rapidez contesto.

—¡Nick Donovan, más te vale tener una buena excusa para llamar tan tarde!

Escucho su risa por el teléfono.

—No se me sulfure Señora Donovan —alguien le grita— ¡Sí es ella!... ¡Cierra la boca Cooper! Tu amigo sigue siendo un idiota, no sé cómo lo soportas.

—Porque es un amigo fiel.

Camino por los pasillos en busca de mi hijo. Lo encuentro en la sección de misterio, hojeando un libro.

—¿Dónde están? La fiesta ya está lista.

—Estamos en la librería. Joe quiso comprar su regalo de cumpleaños.

—Ok, apresúrense. Dile a Joe que lo amo y a ti también.

—Bien. Te amo. Adiós.

Me inclino sobre Joe para poder leer de que se trata el libro, él se da cuenta y lo cierra de golpe. Me mira y esboza una leve sonrisa.

—Quiero estos tres.

—Lo que sea para el cumpleañero.

Pago los tres libros. Son algo caros, pero aun así los compro.

Nos montamos en el auto. Abrocho bien el cinturón de Joe. En estos tiempos nada es seguro. Un auto color rojo trata de adelantarme por la pista derecha, sigue así hasta que llegamos a nuestra casa. Modesta, de un piso y un bello jardín.

Ya no vivo con mamá. Ella ya tiene su vida y necesita cuidar de Harry. Un chico de doce años y entrando a la adolescencia es difícil de disciplinarlo.

Vendo los ojos de Joe con un pañuelo y lo guío hasta la puerta de entrada. La abro, todo está decorado con globos color verde. Su color favorito. Lo ubico entre los sofás, sé que detrás están todos, esperando salir y gritar.

—¿Estás listo?

—Siempre.

Todos salen de detrás de los sofás, al mismo tiempo que le quito el pañuelo de sus ojos. Le tiran más globos y confeti. Joe estalla en risa. Lo abrazan y entregan obsequios. Es el niño más feliz en este momento. Nick se me acerca y me besa. Toma a nuestro hijo en brazos.

—¿Qué se siente cumplir diez años? —le pregunta, sacando el confeti de su cabello.

—Normal —contesta mirando todo con asombro— Creo que he crecido un poco.

Los que lo escuchan se ríen. Los CC vienen con un gran obsequio en sus manos. Camelia trae de la mano a su segundo hijo, William. Ahora sí pudo conceder ese deseo de ponerle aquel nombre. Ese chiquillo es todo un travieso y no se lleva muy bien con mi hijo.

—Todavía recuerdo cuando lo tomé por primera vez, eras tan sólo una cosita pequeña, Joe. Mírate ahora, eres todo un galán.

Las mejillas de Joe se tornan rosadas.

—Tía Camelia no digas esas cosas frente a mis compañeros. No me gusta.

Le revuelve el cabello. Cooper le hace entrega del regalo.

—Sé que te gustará pequeño.

—Quiero bajar, papá.

Nick lo deja en el suelo, toma todos sus regalos y va donde sus compañeros.

—Me encanta verlo feliz —comenta Nick. Pasa su brazo por mi cintura— Amo mi familia.

Se podría decir que éste ha sido uno de los mejores cumpleaños para Joe. Está más activo que otras veces, hasta se comunicado más. Incluso, siento que sus 10 años le asientan demasiado bien. Que está entrando hacia otra etapa de su vida.

—¿Camelia vamos por el pastel? O a los chicos le dará hambre.

Ella me sigue. Es un pastel con glaseado verde y unas letras gigantes en blanco. Pongo las velas. Camelia me ayuda a buscar utensilios y platos. Enciendo las velas.

—Sabes algo Ema —me dice con una mirada extraña— Siento que este día es muy diferente a los demás.

—Claro, es el cumpleaños de Joe —le sonrío.

—No, no es eso. Es distinto, es algo... extraño. No tengo la palabra exacta para explicarlo.

—Déjalo C. Los chicos esperan.

Ella me sonríe, pero esa sonrisa no alcanza a llegar a sus ojos.

La mayoría están sentados alrededor de la mesa. Nick está con su cámara grabando cada segundo.

¡¡Cumpleaños Feliz!! ¡¡Cumpleaños Feliz!! ¡¡Cumpleaños pequeño Joe!! ¡¡Cumpleaños Feliz!!

Todos gritan y aplauden.

—¡Pide un deseo! -le grita Alexa, la hija mayor de Camelia y Cooper.

Se queda mirando varios segundos la llama de la vela y luego la apaga.

Más aplausos.

—Ahora me la llevaré —los chicos ponen mala cara— Para traerla en trozos y coman.

Dejo el pastel sobre la mesa de la cocina, mientras Camelia la troza. La puerta principal suena y nadie atiende. Voy yo. Camino entre los juguetes y libros esparcidos en el suelo. Después tendría que limpiar todo este desastre. Abro la puerta y me encuentro con... Sky. Trago saliva.

—¿Qué haces aquí?

—Vengo a conocer a tu hijo, creo que se llama Joe. Sé que está de cumpleaños y tengo un obsequio especial para él.

Estoy a punto de cerrar la puerta, cuando ella pone su pie, como traba. Un maldito escalofrío recorre mi espalda.

—¡Oh no, no, no! ¡No puedes echarme de tu casa así, tan maleducada! Hace muchos años que no nos vemos, querida amiga.

—Por supuesto. Desde que te vi en las noticias ¿No te habías ido del país por contrabando, junto a tu familia?

Entra a mi casa y la mira con fascinación. Los invitados se quedan en silencio. Un silencio aterrador. Unas manos se posan en mis hombros. Es Nick. Una niña, un poco más pequeña que Joe, sale de su escondite, unos arbustos al lado de la puerta. En sus manos trae una caja.

—Ya pagué por eso en la cárcel —dice quebrando el silencio— Tienen una casa muy bonita y su hijo también ¡Cosita, tiene la nariz de Nick!

Mantengo la puerta abierta.

—¡Vete de mi casa Sky! ¡No tienes nada que hacer aquí! —le grita Nick.

Ella abre sus ojos más de lo normal y lo mira. Parece una desquiciada.

—¡¡Nadie me grita!! —pone sus manos por su espalda y saca una pistola— ¡Si nadie de ustedes quiere salir herido es mejor que se vaya ahora! —mis ojos se llenaron de lágrimas. Atiné correr hacia mi hijo— ¡Tú perra, no te muevas!

Le hago caso, el clic de la pistola suena. Tengo los nervios de punta. Por mi mente pasan mil y una idea para noquear a Sky, pero sé que ninguna dará resultado, ella puede ser más rápida y apretar el gatillo. No arriesgaría a nadie. Nick está a mi espalda, tan paralizado como yo. Los invitados salen y nadie dice nada. La pequeña niña va donde Joe y le entrega la caja. Él la mira hipnotizado. Tiene los ojos color verde. Cuando la última persona termina de salir, Sky cierra la puerta de una patada.

—¡Ahora sí! Podremos arreglar las cosas que quedaron en el pasado —esboza una sonrisa malvada— Siempre te odié Emma, tenías a Nick en tus pies y yo era sólo la sustituta. Me iba a casar contigo Nick, sí, pero no dió resultado ¿por qué? Por la maldita de Emma —movió la pistola delante de mi cara— No sabes lo que hice esos días —levantó sus mangas— Éstas cicatrices fueron por mi dolor y rabia que sentía hacia ustedes dos ¡Pero miren! ¡Aquí los estoy amenazando con mi pistola! —una risa frívola salió de su garganta— Luego —sonrió de forma macabra— Mi padre me instruyó en el contrabando, con tu querido padre, Nick. Ganábamos bastante dinero ¡tampoco dio resultado! Pues teníamos un soplón en el negocio —puso la pistola descansar en su mentón— Lo extraño fue que me acosté con ese soplón y salió eso —apuntó a la niña, que miraba a Joe— ¡Mi peor error! ¡No pude hacer nada! Como siempre, todo lo que hago sale mal.

Nick apretó lentamente mis hombros y besó mi nuca. Pasó al frente y me cubrió con su cuerpo.

—Sky... Por favor no cometas una locura —Nick tomó sus manos y las bajó. Ella lo miraba con admiración. Como si nunca lo hubiese visto- Piensa en el dolor de tu hija o de algunos de nosotros, sí llegara a salir una bala loca de esa pistola.

Nick la tomó por los brazos. Aproveché la oportunidad y corrí donde mi hijo. Mis piernas estaban entumecidas. Joe tenía en su mano una bola de vidrio y dentro estaba el Big-Bang, cuando lo movía parecía como si estuviese nevando.

—Joe, toma tus regalos y vamos al sótano ¿sí?

Él me miro y luego a la niña.

—¿Y ella? ¿Puede venir con nosotros?

-Sí, sí puede ¡Vamos!

Miré donde estaba Nick, a Sky le decía cosas al oído y ella asentía. Me acerqué sigilosamente donde ella. Necesitaba hacer algo y rápido. Había un florero cerca de mí. Lo agarré muy fuerte en mis manos, en ese momento la vista de Sky se dirigió a mí y abrió mucho los ojos. Empujó a Nick y me apuntó con la pistola.

—¡Quieta maldita! ¡¡Quieta, Ema!! ¡Quiero hacer esto por las buenas! —apuntó a los chicos— ¡Nick será mío y nadie me detendrá!

—¡Nunca! —grité— ¡Primero sobre mi cadáver!

Sky tenía la pistola directamente sobre mi cabeza. Estaba temblando. Sólo escuché el bang de la pistola y un desgarrador grito. Abrí mis ojos, Nick se encontraba a escasos centímetros de mí, tirado en el suelo. Joe y la pequeña se habían refugiado detrás se los sofás.

—¡Nick, Nick! —tenía sus ojos cerrados— ¡Nick, despierta! ¡Di algo maldita sea!

Un quejido salió de sus labios.

—Eres una grosera, Emma.

Sky gritaba y lanzaba las decoraciones por todos lados. No parecía mi casa. Nick tenía una herida a la altura del muslo derecho. No se le veía tan grave.

—Vete con los niños, yo me encargo de Sky ¿sí?

—No. Yo me quedo contigo. Estás herido.

—Que importa. Vete -me besó.

Corrí donde los pequeños. Tenían sus oídos tapados y sus ojos cerrados. Sus cabezas estaban entre las piernas. Los abracé, mientras escuchaba el forcejeo de Nick con Sky.

Estaba nerviosa, como nunca. Ni cuando nació Joe me sentía de esta manera. De mis ojos corrían las lágrimas. No lo soportaba, necesitaba ver el estado de Nick. Miré por sobre el sofá. Ellos estaban peleando por la pistola. Sky estaba roja y Nick combatía contra ella, sus dedos estaban en su herida. Los gritos desgarradores de Nick y las risas desquiciadas de Sky, me tenían nerviosa. Las manos de Sky fueron a parar al suelo. Nick al fin pudo sacar la pistola de sus manos, ésta estaba a centímetros de mí. No la quería tomar, sólo quería correr a algún refugio.

—Chicos, sigan con sus oídos tapados ¿sí? —ellos me miraban aterrados— Yo llevo tus cosas Joe.

Los tomé de los brazos. Pero un grito que me hacía poner los pelos de punta me detuvo.

—¡¡No te muevas Ema!! —gritó Nick— ¡¡Ni se te ocurra!! ¡¡No entres ahí!!

Me había leído en pensamiento. Iba hacia la cocina. No alcancé a dar dos pasos, cuando sentí un dolor agudo y líquido en mi pecho.

(...)

Nick.

No la podía ver, no la podía ver en este maldito estado.

La ambulancia se movía a causa de la gran velocidad con que iba. Mis manos iban aferradas al cuerpo desmayado de Ema. No podía despegar mis ojos de ella. La sangre no paraba de salir de su pecho. Los doctores hacían todo lo posible por parar la hemorragia.

Joe se fue con Camelia. Le di la noticia y estaba aterrada. La policía llegó una hora más tarde del primer disparo. A Sky se la llevaron inconsciente. Joe le lanzó el florero por la cabeza.

—¡¡Está mierda podrías ir más rápido!! —grito y mi pierna duele— ¡¡Por si no se han dado cuenta, mi esposa se está muriendo!!

El doctor que tomaba los signos de Emma me miró, como si me quisiese botar de la ambulancia.

—Estamos llegando. Sólo cinco minutos.

Esos malditos cinco minutos fueron una eternidad. Al llegar, bajaron a toda velocidad a Emma en la camilla. Yo los seguí e iba cojeando, me hicieron una curación rápida. Dolía como los mil demonios, pero me importaba una mierda. El estado de Emma era mi prioridad.

La llevaron por un pasillo. Todos corrían detrás. Un doctor se me acercó y me detuvo.

—No puede entrar. Área restringida.

—¿¡Cómo!? ¡¡Es mi esposa, maldita sea!!

—Le recomiendo que se relaje, su esposa está en buenas manos...

—¡¡La quiero ver!! ¿¡Es que no lo entiende!?

—¡Sé sienta a esperar en la sala o llamaré a seguridad!

Me senté. Esperé y esperé. Nadie me daba una sola maldita noticia de Emma. Estaba tan preocupado. Mis manos temblaban y mi respiración era dificultosa. No sé qué haría sin ella en mi vida. Me costó tanto recuperarla. Esos secretos y mentiras arruinaron gran parte de nuestras vidas. Fui un maldito.

Mis lágrimas se derramaban deprisa por mi cara.

—Señor Donovan...

El mismo doctor que venía con ella en la ambulancia, me miraba con compasión.

—¿Cómo está ella?

Limpié mis lágrimas. Él suspiró.

—Lo lamento señor Donovan. Emma perdió mucha sangre. No hay vuelta atrás, la bala perforó uno de sus pulmones. No le puedo dar más que está noche —sus manos fueron a parar a mis hombros— Sé lo que se siente perder a alguien que ama. Yo también perdí a mi esposa.

No podía creerlo. Mi mundo se vino abajo ¿Qué carajo iba hacer yo sin mí pilar? ¿Quién me haría reír con sus divertidas muecas? ¿Quién me prepararía mi comida favorita? ¿Quién me besaría todas las mañanas diciéndome buenos días? ¿¡Quién, maldita sea, quién!?

Miro al doctor, que tiene sus ojos lagrimosos.

—Quiero verla. Quiero verla, aunque sea la última vez —susurro. Mi voz está apagada. No quiero perder a la mujer de mis sueños.

—Claro.

Me guía por un pasillo. Estoy cabizbajo. Esta noticia no puede ser cierta. Estoy en una pesadilla y pronto despertaré con Ema a mi lado. Las habitaciones están con personas heridas de gravedad. Leo un cartel y dice UCI.

Nos tenemos frente a una puerta, con el número 2008. En la pared hay unos papeles que el nombre de Emma. Al final dice desahuciada. Mi corazón se contrae.

—Quizá ahora esté desmayada. Algunas veces vuelve y se va. Por favor no le haga tantas preguntas. Sólo dígale lo mucho que la ama.

Asiento y entro.

Mi corazón se fue al suelo. Estaba rodeada de intravenosas, un aparato para respirar y la máquina que sonaba y decía que todavía estaba viva. Me acerqué y le tomé la mano. Estaba fría, también pálida. Se me formó un enorme nudo en la garganta. Me incliné y besé sus labios, tal vez, sea el último beso. Su mano aprieta levemente la mía y susurra:

—Nick, te amo.

—Yo también te amo querida.

Acaricio su mejilla y una delgada lágrima corre por su rostro.

Abre sus ojos. Ese azul que tanto amo, se veían opacos y sin vida.

—Sé que no me queda tiempo —traga saliva— Por favor cuida de Joe —las lágrimas corren por mi cara— Dile que lo amo. Que nunca me olvide. Busca a alguien que te haga sentir vivo, una compañía —niego con mi cabeza— Sí Nick, debes hacerlo, promételo.

—No puedo Emma. Nadie puede reemplazarte —mis sollozos se escuchaban en la habitación— Eres única. Joe no lo aceptaría.

—Es uno de mis últimos deseos Nick, por favor.

Limpio mis ojos.

—No, no, no —ella aprieta mis manos— Emma no hagas esto más difícil por favor —ella esboza una sonrisa tan dulce, hace que mi ser se debilite— Lo haré, pero nunca nadie se comparará contigo.

—Gracias. Adiós.

Ella cierra sus ojos. Me acerco y la beso por última vez. Nuestros labios están juntos, cuando escucho el sonido de la maldita máquina.

—Adiós.

Emma se ha ido.

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